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Sympathy

Summary:

DogDay y CatNap usan uniformes militares diferentes.

Hay un valle por el que pueden volver a casa.

Quieren pasar el valle pero las órdenes son abrir fuego contra cualquiera que no sea aliado.

No quieren morir.

Desean buscarse pero no será como querían.

Perro y gato vuelven a verse.

 

☀️🌙

 

☀️🌙

 

📺🖐️

Notes:

Hola, espero sea interesante.

Para los nuevos Theodore es CatNap y Hobart es DogDay.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: ??

Notes:

Hay varios tropos de amor entre DogDay y CatNap.

Aunque la primera que conocerán será el nativo americano que sobrevive con sangre en las manos y el elegante inglés que apenas puede creer que sigue vivo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

 

La brisa del viento hace volar los pliegues de su abrigo. Observa al cielo detrás del techo de madera en el cual espera a que llegue aquello que esperaba.

Suspira levantando una ola de vaho espeso. Su cabeza es un pesado martillo sobre sus hombros.

Su espalda vuelve a rendirse a los nervios , doblándose al sentirse de golpe demasiado estimulado por el desagrado a su situación. El calor dentro de su abrigo se siente demasiado húmedo. Suda en frío.

El tren viene.

Sus puños se cierran y abren observando esta gran mole de acero avanzar desde muy lejos a él , a través de las montañas. Viene su posible parásito sanguíneo.

Sus puños se cierran y abren , el frío dentro de sus zapatos es húmedo.

El viento hace sacudir sus orejas , baja las cejas y las libera dejando que sus emociones sigan un torrente ligero. Todo por su objetivo.

Por lo que cree y desea proteger.

La máquina llega a la estación.

El aroma del carbón llena el maldito ambiente , es agradable su calor a expensas del frío de la nieve sobre cada objeto en el infierno helado donde ha estado atrapado desde hace meses.

Grita. Cansado de todo grita por dentro al ver a todos los pasajeros salir frente a él.

Su cabeza se llena con rostros desconocidos.

Niños , adultos , mujeres.

El temblor en sus hombros aumenta al ver algunos vestidos de la cabeza a los pies al igual que él.

Exactamente su inquietud viene de la figura de ancianos y hombres adultos.

El peso sobre sus hombros no puede evitar que se estremezca.

Espera a ver a uno de estos tipos detenerse a su lado para saber que su objetivo llegó.

Los pasajeros suben al terminar de bajar todos los recién llegados.

Dejando la estación vacía una vez termina el abordaje y se queda solo.

No logró su objetivo.

Sus hombros caen , mira a un lado y al otro. Volviendo a mirar al frente al comprobar que nadie se quedó en la estación. 

El tren se retira , es hora de irse.

La brisa helada regresa con esas ruedas alejándose.

La brisa vuelve a golpearlo al estar nuevamente descubierto. 

Ahora esa sensación desagradable se va. Dejando un gran vacío.

Toda oportunidad de lograr cumplir con su meta ha quedado en cero.

No logró atraer el objetivo a la reunión. Están perdidos todos.

Esta realidad golpea de tal forma todo su cuerpo que lo hace bajar las orejas y su cola sacudirse de lado a lado ante la pérdida. Grita por dentro de su boca al cerrar los puños.

Permanece de pie en este mismo espacio para escapar de todo lo que significaba fallar, lo que les estaba haciendo a todos al fallar de tal forma , la brutalidad de las heridas que contendrían las consecuencias del todo entre el frío que viene cada vez más fuerte o la tormenta qué los alcanzará más allá de las montañas.

Vuelve a enderezarse para pensar claramente en lo que haría para evitar lo que no pudo de forma pacífica.

Entonces lo ve.

Una figura solitaria caminando por la nieve al otro lado de las vías del tren. Esa figura oscura llega al frente de su ubicación.

Chocando con sus pupilas ahora entorpecidas por las semanas en vela. 

Afila su mirada para identificar a esta persona a través de las prendas.

Es un mechón de cabello rizado y pelirrojo, aquello que le grita la identidad de esta criatura. 

Gritando por dentro.

-Tú …- Farfulla sin aliento al bajar las orejas , puede reconocerlo.

Es él.

Es él.

Es él.

Es él.

Su cabeza se llena de imágenes revueltas desde su pasado al presente , gritando por dentro algo que se revela con un fuerte sonrojo salvaje en su locura , en el todo de algo que no debería estar pasando pero era la verdad. Era aquella figura aquella.

Por dentro de su pecho el nombre de este baila con la locura del temor. 

 Jugando con su estabilidad como si fuera toda esa preocupación una novata atrapada en el escenario de un cabaret , sujetada por la cintura , en brazos de un cliente acostumbrado a jugar todas las cartas para desnudar criaturas mucho más peligrosas e ingeniosas.

Aprieta los puños al descubrir en esos ojos todo menos la seducción canina y juguetona de sus recuerdos.

Lo mira ahora , hoy que se siente tan perdido , como si fuera él una trampa de oso.

Un peligro.

Un agujero negro apunto de mostrar a las peores bestias hambrienta de carne fresca.

Es un monstruo al que enfrentar.

Con todas las advertencias y preparaciones qué tomó para esta ocasión. Todo lo que desensibilice su mente para esta reunión. Lo puede sentir muy claramente , todo.

Todo yéndose al carajo solo con chocar sus ojos con aquellas pupilas de plata a través del grueso abrigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Qué sea rápido 

                                                 Lo quiero fuerte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-No se si sea seguro.-

-Obviamente no lo es.- gruñe azotando el mapa sobre la mesa.

-Tampoco es inteligente ir allá.-

-Claro que no.- observa el mapa con todas sus marcas cubiertas de rojo y piedras dibujadas con lpizes capaces de borrarse. Ahora borra una avanzada para delimitarla más atrás de la misma.

-No nos quedan soldados para este viaje frontal.- 

-Mucho menos los suficientes para retirarnos y no ser asesinados por los malditos verdes.- recarga la cabeza en el mapa , pensando en este movimiento con cuidado.

-La sopa se acabó.-

El perro en el mesón gruñe al escuchar ese mensaje recién llegado. 

-Si , duró bastante.- lo reconoce volviendo a borrar una avanzada para marcar un espacio extra en retirada.

-Es porque los soldados no querían comer.-

-Tienen hambre , comerán mierda o sopa.- responde sin tacto alguno.-También pudieron de pulgar a sus compañeros pero era demasiado íntimo , creo.- borra una marca para darle varios espacios al frente.

-Para algunos era mejor eso a …- baja la voz cansado este mensaje.

El perro con el mapa lo mira de lado al escuchar esa respuesta escueta.

Toma un plato de su costado para lanzarlo a sus pies.

-Llévate eso , y que lo laven.- ordena volviendo a revisar el mapa.

-Si , señor.- toma el plato. Al voltearse el comandante le lanza la cuchara contra la espalda.

-En vez de quejarte , agradece y piensa en cómo recompensar a sus familias. Cobarde.- 

El cadete dobla las rodillas para recoger la cuchara.

-Solo estoy ..cansado.- murmura al retirarse lentamente.-Lo siento , señor.-

Ya estando solo tres líderes y cinco guardias en esta casa de campaña , hablan.

-Fuiste demasiado violento con el cabo.-

El perro con el mapa azota las palmas en la superficie.

-Seré como sea necesario para sacarlos vivos de este atolladero.- mira el mapa.-Ahora , quiero un maldito informe.- les exige ahora.

Después de unos minutos un soldado llega con una llibret desgastada , cubierta de su sudor y la sangre propia juntó mucha más de sus enemigos.

El olor en las páginas es tan malo como el mismo ambiente cargado dentro de una tienda vieja que apenas tenía sentido por culpa de las muchas fisuras a su alrededor.

Inicia con la carga pesada.

-Nos quedan treinta artilleros , doce tanques y trece incineradores.- le informa sobre estos con un gruñido pesado por culpa del frío entrando por debajo de la carpa.

El perro al mando apunta su libreta.

-Ahora dime cuántos soldados nos quedan.- lo pide observando el rumbo marcado por sus cálculos dentro de la gráfica.

El soldado vuelve a leer las notas. Su agotada cabeza lo lleva a rememorar estos dos a los de pelea sin pausa.

-Responde.- le apresura el perro.

Este soldado mueve la cabeza.

-El 66% se a perdido , señor.- rayones sobre los números.-Entre el primer y segundo trimestre la batalla se llevó un 5 , en las siguientes las pérdidas fueron aumentando junto al territorio recuperado. De 2000 , hemos perdido 1330 de nuestras unidades.- 

El general en el escenario baja el brazo al escuchar el número presente. Su boca se tuerce , dejando salir una risa pesada , sin gracia real.

Los soldados alrededor se miran al escucharlo reírse cada vez más fuerte al golpear el mapa.

-No hay forma.- Sujeta esa simple hoja de papel lustroso con odio en sus ojos. Este papel, que no importa como manipule , es más grande que ellos la verdad.

-Señor.-

-No hay forma , no hay forma de que sobrevivan.- lo comparte mirando a los dos frente a él.-De todos nosotros , puede que ninguno salga con vida.-

Las miradas de los presentes se apagan al escucharlo tan cansado.

-Ya no hay forma de traer a los muertos.- su sonrisa crece mirando sus notas.

La cabeza del soldado con la libreta se llena de peso. Escuchando lo que no deseaba oír por parte de su líder.

-Los muertos quedan en el campo de batalla o son esta maldita sopa sin sal.- 

Escucharlo decir lo que ocurrió este mes de hambruna los recorre hasta la médula. El arrepentimiento , el hambre que los llenó durante tanto tiempo…es humillante.

Las promesas que se hicieron , aquellos viajes que prometieron fue todo reducido a cenizas y pedazos de sus amigos entre los escombros de hogares usurpados generaciones pasadas.

-Dile a todos que moriran a menos que yo encuentre un modo de sacarlos de aquí.- le ordena a este soldado.-.Y lo haré , diles que lo haré.- recupera cada marca que borró de su memoria.

El soldado aprieta la libreta en sus puños. Sus patas , de can , ahora son un recuerdo de lo que fueron hace años. Ahora están cubiertos de cicatrices y la total falta de pelo le recorre por el brazo.

-Dígame cómo lo hará.-

-Con un par de muertos de nuestro lado.- apunta al resto. -Largo , vayan a comer , y háganlo sin vomitar. La nieve casi corta los dedos de los chicos que recolectaron lo necesario para llenarles el estómago.- lo ordena mirándolos a cada uno.

Los soldados avanzan ahora cansados.

Hace semanas esa comida era esperada. Indagar y hacer al general y su grupo de confianza compartir lo que era , fue un error por completo.

Ahora al salir los recibe ese olor nauseabundo en su dulzura a falta de especias.

Entre los que comen hay algunos que continúan orando por un perdón qué no llegará.

Algunos más continúan resistiéndose a comer. Es difícil decir si era posible complacerlos cuando estaban más cerca de la inanición qué de la salvación , no ahora que debían llevar rifles sobre los hombros.

Este grupo avanza cada vez más lento entre los soldados qué les siguen con la mirada. Todos hacia el cocinero con esa gran sopa al centro del fuego.

Ahora , justo ahora deben recordar lo que fue ese ingrediente hace meses.

Un aliado.

O un enemigo.

Para uno de ellos es claro que si su anterior general estuvo en la olla , ya se lo terminaron hace días.

Tomar una porción y comer sin pensarlo. No masticando , tragando con esfuerzo , solo tragan el agua viscosa y grasosa , la carne de otras criaturas era en extremo cargada. Es perfecta para sobrevivir este invierno.

El primero en terminar deja el trasto en la misma mesa. Mira la ola y suspira limpiándose el hocico usando la manga del uniforme que los protege pobremente del invierno.

-Gracias.- murmuró volviendo sobre sus pasos.

Deberían ir a la tienda del general de brigada pero no lo logra. 

Sus pasos se detienen frente a un hombre que continúa orando con los puños juntos sobre su cabeza.

Ora con ese plato frente a su figura.

-No lo haré…no lo haré…- murmuró temblando decidido.

El soldado que llegó a verle gruñe dejándolo en paz. Demasiado cansado después de tragarse esa sopa.

 

En la tienda de campaña , el general permanece en su lugar. De pie frente a la mesa con este mapa en ella.

Era claro , no había otro modo de escapar de la intemperie y salir del campo de batalla.

Solo es claro al centro de tres montañas , dejando solo un camino por ambos lados. Gruñe pasando su mirada a una nota ahora expuesta al estar ausente el resto del equipo.

-Lo harás.-

-Si.- dictamina al pensarlo más claro.-Esto será todo lo que podamos hacer sin terminar por perder a todos los que nos quedan.- toma la nota para llevarla al calor de la única vela sobreviviente al avance por las tierras inhóspitas.

Entre las letras dispersas un mapa se rebela.

Delatando un punto marcado en el centro , en la estación del tren civil a un kilómetro de su posición.

-Te podría estar esperando una trampa.-

El general sonríe.

-O la enfrentó o dejó morir a todos los que logre mantener con vida.-

-Todos debieron morir hace meses , tú les has dado oportunidades que deberían ser imposibles.-

-Es mayor razón para arriesgarme.- observa la nota.-Ya estamos cerca del fin , no puedo dejarlos a la deriva por esta estupidez.-

 

 

 

 

 

 

Llegar a esa estación le fue difícil , no tanto como bañarse cuando las temperaturas eran tan bajas como para soltar la piel cuál pollo las plumas , su uniforme fue lavado antes de esta reunión y por tanto olía a jabón de manteca de res qué hicieron en un campamento anterior. Ahora su cabeza palpita , no por estar perdido sino por el dolor de cabeza ocasionado por su salto fuera del tren antes de llegar a la estación.

Esperaba una emboscada , ahora sus pies están tan fríos como un témpano. Camina por la nieve con ese malestar y un enojo cargado de reproche por su comportamiento paranoico.

Ahí lo ve.

Sus ojos chocan con la figura de ese gato cubierto hasta parecer una montaña de tela , tan bonita que parecía estar enloqueciendo para verlo así en una maldita guerra.

Camina hacia la estación , salta la barda y las vías para subir a la estación como un maldito vagabundo en pleno viaje de turismo.

Camina hacia este gato con la cabeza baja. 

Preguntándose una parte de su corazón a cuantas de sus unidades, y todas muertas a manos del batallón a que este gato pertenecía. 

Es como hace años , es un témpano de hielo con sonrisas vagas y una comida caliente qué ya no recuerda su sabor.

 

 

 

 

 

 

Como si fuera un baile. Siempre ha sido un baile de verano. 

Todo es como si estuviera otra vez en ese baile. Con las cigarra confundidas cantando de fondo al iluminarse los árboles con las linternas cálidas del restaurante. 

Bañándose las hiedra con la luz de la luna. Viendo estos detalles al estar solo aunque había salido de casa exactamente para relacionarse con nuevas personas. 

Escuchando risas de fondo y la caminata lenta de un joven que es dispuesto por el rechazo de una joven, y llegando a su frente. 

Como esta vez, su presencia se siente desafortunada. 

«¿Quieres bailar conmigo?» 

Lo preguntaría con una mano metida en su espacio personal al estar recargado en la barra a su espalda. Solo parece un truco para molestarlo y su estupidez le haría ponerse de pie para responder al perro con una sonrisa y un sí. 

Esa broma que debería hacer avergonzar al perro que le llega al pecho al ponerse de pie, da un giro completo al ser llevado de las manos a la pista. Recordando tan borroso como sus pies tropiezan al seguir su ritmo en la pista con las miradas de todos fijas en ellos. Y en la risa del perro al gritar y saltar usando todo su cuerpo para agitarlo, y para ir con la música que le llena por primera vez fuera de su hogar. 

Dando vueltas en la pista con su largo cuerpo y esas manos guiandolo a soltarse al internarse entre sus dedos. 

Girando. Y solo girando y dando tantas vueltas esa noche, y tantas como pudieron antes de marearse. Para verse en sus recuerdos llevará las manos a la cabeza del perro para pegarlo a su pecho, y mecerse de un lado a otro con un suave vals. 

«¿Qué haces normalmente? Me parece que debe ser fascinante para que yo no sea suficientemente raro para que me mandes al carajo» 

Puede verse sacudir los hombros y su corazón escaparse con calidez divina. No recuerda lo que habrá dicho, solo que el perro empezó a reír cometiendo el crimen de subir sus manos por debajo de su ropa por toda la curvatura de su espalda. 

 

 

 

 

-¿Tú eres el general a cargo?- 

El felino es sacado de sus recuerdos al ser sacado de estas memorias con la pregunta de este perro. 

Sus orejas suben y bajan. 

La misión vuelve a vibrar como el texto remarcado en rojo dentro de un documento a corregir, estaba tan perdido que no podría encontrar un camino correcto ni aunque se cortara los bigotes y los usará como guía mágica.

No le queda nada más que responder como debe. 

-No trajiste a nadie. - advierte ahora que necesita que esta parte del trato se cumpliera. - Estaba bien advertido de ellos. - 

El perro afila los ojos al escucharlo. 

-Nadie . - responde sincero. 

Es su declaración tan fuerte para ocasionar un retortijón en el estómago a cualquiera con un mínimo de sentido común, todo por la presión de jugar con la credibilidad de un soldado. 

El felino mueve las orejas al girar. 

-Si, vamos. - Se dirige caminando por la estación. 

A su espalda el perro le sigue paso a paso. 

El destino es fuera de la estación, caminando los dos por este pueblo tan pequeño que era usado de parada y descanso antes de seguir adelante. 

Por tanto se podía encontrar un hostal a unos pasos de la estación.

Más esta vez van más allá. Entrando a una posada cálida y resguardada del frío con la chimenea encendida a unos metros de la puerta. 

La habitación es rentada por el gato. 

-¿Quieres comer?- le pregunta al perro antes de decidir si pedir comida o no. 

El can mueve las orejas. Su boca está llena con el sabor de la sopa. 

-No. - decide esto para evitar un envenenamiento. Aunque todo en su cuerpo le ruega por comer algo bueno y caliente con mucha sal y azúcar.  

El gato abre y cierra esos ojos afilados con una sorpresa nimia. 

El perro frunce el ceño al ver esa bolsa de pan ser comprada por el gato. 

Suben al segundo piso por unas escaleras reparadas más veces de las que se pudo barrer.

 Topándose con una pareja que baja apretados contra una pared entre risas. Estos los evitan pero aún les sonríen por cortesía a ambos. 

No hay respuesta. 

En el segundo piso el calor no llega. Entrando a una habitación con el número de la llave en manos del gato. Al entrar los recibe una calidez inesperada y el olor del humo de la primera planta. . 

-Estamos sobre la chimenea. - le avisa el gato al dirigirse a la mesa de la habitación. 

No hay más trabas o desvíos. 

Los dos toman asiento frente al otro. 

-Saca tu arma. - ordena el felino.

El perro mueve las orejas. 

-No tengo armas. - 

El gato baja las orejas y sus boca se revela al tirar de la bufanda sobre su cuello, descubriendo un arma que abandona sin cuidado sobre la mesa. 

El perro bajo su abrigo abre el hocico llevando afuera una corta carcajada. 

Abre el abrigo revelando su uniforme junto con un rifle en su costado. Lo coloca sobre la mesa al liberar la correa. En ello una tira de cables queda en la misma mesa. 

El gato levanta una ceja al ver la gran falta contra el trato que tuvieron por correo. 

-Lo siento pero….-

-Solo un estupido se presenta desarmado.-

El perro inclina la cabeza a un lado al escuchar esa respuesta. 

-Tú lo dijiste. - le recuerda el gato.-Y no soy estúpido. - 

El perro sonríe y baja la cabeza. 

-Es cierto, yo lo dije lindura.- vuelve a poner su atención en el presente. 

El gato mueve la cola por debajo de la mesa. 

-Estás aquí porque yo lo quise, es todo lo que importa. - comienza el felino. - Porque hay algo por discutir.- del espacio entre su pecho y la ropa extrae un gran bloque de tela. 

El perro reconoce el mapa. 

El gato lo coloca en la mesa sin desdoblarse, en espera de su contribución. 

El perro gruñe al sacar el mapa de su bolsillo, abriendo el doble con una sacudida al lado. Lo coloca en la mesa boca abajo. 

El gato se pone de pie al mostrar su mapa. 

Al perro no le queda de otra, abre la misma hoja. 

 

 

El resultado es ver exactamente el mismo escenario. 

Las marcas en código son evidencias de derrotas y victorias. 

El gato eleva las orejas al ver las marcas de las derrotas de su país, un desastre de peleas que este ejército enemigo les obligó a tragar hasta empujarlos a la pobreza. Llegando a la entrada de jóvenes a la maldita batalla que hoy tiene que aceptar como su día a día. 

El perro es del país que va ganando. 

Es claro por las marcas que dejaron a su paso, ahora los dos ven sus batallas plasmadas en este mapa, tan insulsas como pegatinas de cereal, quizas algun dia un niño pueda tomar esta evidencia y solo verla aburrida. Cuando todo acabara y la muerte sea un recuerdo tedioso de estudiar, que llegara ese es su deseo. 

Ahora mismo solo puede verse atrapado por el deseo de llegar a casa antes que las nevadas los congelara en vida. 

-Aquí.- señala una zona del mapa en el control del perro. 

Su muñeca es atrapada a medio camino. Es dirigido a su propio mapa. 

Al verse libre vuelve a iniciar.

-Las nevadas están por destruir tres pasajes que tu lado necesita y mi lado ya perdió todos los pasajes posibles.- señala un valle que aparece en el mapa contrario. - Este es el camino que quieres tomar, así como de nuestro lado es necesario. - 

-Si, es posible cruzarlo.- el perro apunta este valle, abriendo la mano sobre este. - Pero aquí en estos flancos los peñascos son posibles puntos de tiro, así como es claro que usar este pasaje es igual a entrar a una pecera.-

El gato usa las garras para marcar estos peñascos. 

-El objetivo es usar ambos este pasaje al mismo tiempo. - le informa. - Así todos seremos los peces pero llegaremos al objetivo.- toma asiento liberando su espalda de la fatiga. Sus ojos no pueden evitar seguir el movimiento de la cola naranja de este perro al liberarla del abrigo. 

Por invierno el pelaje del perro era tan espeso como esponjoso, así estuviera dañado por el fuego y las asperezas, era un pelaje rizado que invitaba a aferrarse en su calor. 

-Piensas en despellejarme y hacerte un abrigo.- 

El gato mueve la cabeza. 

-No, no lo pienso así.- vuelve a mirar el mapa. - Ahora, estás a la defensiva. - 

El perro eleva los hombros. 

-Eres demasiado directo. - 

-Debo serlo. - sujeta las orillas del mapa de su lado.-Tenemos 1260 y a ti no te quedan muchos soldados.- 

El perro mira las pestañas del gato. 

-Antes eras mas suave ¿Enfermaste?- cuestiona notando las fisuras de su pelaje más cercano a cuello y orejas. 

El felino inclina la cabeza. 

-No vas a distraerme-

-Tenemos pocas unidades pero balas, de esas tenemos ochenta por cada uno de tus hombres y con una puede que ya varios se descuenten ¿Quieres saber porque?-

El gato baja las orejas tan frustrado como para temblar sus cejas. 

-Basta. - 

-Están así de armados porque juntamos los restos de cada pelotón que ustedes liquidaron con ese maldito gas.- junta las manos en un solo puño. - Pasamos por encima de cadáveres completamente bañados en vómito y sangre de sus ojos reventados. Lo hicimos tanto que ya no nos importaba. - 

-Yo conozco los efectos del gas. - 

-Pero no cómo afecta al enemigo, no te interesaba ¿No es así?- le acusa. 

El gato gruñe cerrando los ojos con una pata sobre su cabeza. 

-No pregunte.-

-¿Crees que somos pocos por idiotas o porque somos débiles?-

El gato azota las manos sobre el mapa, sacudiendo la mesa con un grito. 

-¡¡¿Y por qué está pasando esto? Dime!! ¡¡¿No fue tu maldito país quien inició con todo?!!- apunta su cara con ambas garras.-¡¡¡Tuve que venir aquí, tuve que dejar mi casa porqué a tu maldito gobierno le pareció bien lanzar bombas a mi maldito país!!!- sujeta sus orejas sacando parte del pelo atrapado en sus garras.-¡¡¡USTEDES COMENZARON UNA GUERRA QUE NO TIENE PORQUE REPETIRSE!!!- su aliento es difícil de controlar, subiendo y bajando su pecho entre cortes que sacuden su cuerpo.-¡Ya perdí a mis amigos! ¡A mis compañeros y a mis hermanos!- mira al perro harto de gritar a la nada.-¡Ni siquiera sé si está bien mi mamá!- 

El gato respira con esfuerzo, levantando sus hombros a cada inhalación y bajandolos cuando todo llegaba al límite. 

Frente a él ese perro inclina la cabeza sobre los nudillos de su puño cerrado. 

-Tuve que dispararle a tres amigos por el dolor que sentían.- suspira. - Eso fue antes de la guerra, antes de todo esto que parece haberle arruinado la vida, general.- 

El felino baja la cabeza cansado. 

-De mi lado no hay alegres banquetes en la noche llena de linternas eléctricas ni una ciudad colorida por la cual pasear por las noches.- sonríe recordando su hogar. - Hay personas muriendo por enfermedades dolorosas, hay un niño ahogándose con la sangre de sus pulmones y eso solo en tiempos de paz, en los tiempos que a ti te dieron la oportunidad de divertirte en la ciudad son los que yo y muchos más los pasamos sobreviviendo a la enfermedad causada por la basura en los ríos que se contaminan en tus tierras y es el agua que beben en mi casa. En este mundo que tanto extrañas, donde eres feliz en tu paz, yo sobreviví y ahora esta guerra está apunto de matarme.- levanta los hombros sonriendo. - No hay paz que sangre no lleve consigo, solo tienes los ojos vendados hasta que debas cortarnos para conseguir más sangre para pintar tus paredes de colores bonitos.- 

El gato baja las orejas con el peso en sus ojos. 

-Antes no parecías odiarme. - 

-Antes no tenías marcas de tiro en tus manos.-

El gato mira sus manos. Ahí se puede ver muy claro. 

El pelo de sus patas se ha raspado y perdido por el roce con el gatillo del arma que portaba. Ha usado tanto su rifle que las manchas de sus muertes ya son innegables, así como las marcas de pólvora y el calor del disparo ha ennegrecido su pelaje , todo es obviamente causado por el campo de batalla. 

Por el combate contra el ejército al que pertenece este perro. 

Quisiera gritar, llorar y volarle la nariz con un disparo. 

Desea con fuerza morderlo hasta matarlos. 

-Ahora, ¿Para qué era esta reunión?- 

El gato suspira apuntando ese valle cubierto en su totalidad. 

-Es posible cruzarlo pero solo será por unas horas antes de que las tormentas reinicien.- mira al perro.-Debemos aprovechar esas horas para irnos, para largarnos antes de que el invierno sea lo que nos mate.-

La lengua del perro se asoma recorriendo sus colmillos al inclinarse para acercarse al rostro del felino inclinado también en la mesa. 

-¿Me dirás que planeabas decirme para convencernos de entrar a la pecera donde nos volaran en pedazos con tus bombas?- le pregunta apuntando ese mismo valle rodeado de montes altos y casi imposibles de escarbar. - Es el terreno perfecto para los gatos, para las liebres y las malditas aves de tu lado.- 

El gato sonríe mostrando los colmillos. 

Así de cerca es posible ver la punta de uno de estos rota. 

Por reflejo abre el hocico mostrando uno de sus colmillos partidos.

El gato mira ese diente y su humor baja, cansado por el extraño sentimiento. 

-Necesitamos dejar el terreno tanto como ustedes. - baja la cabeza con el peso volviendo a sus hombros. - Tenemos pocas municiones pero muchos de nosotros continúan con vida, esa es nuestra ventaja. - 

-El número sobre la bala. - 

-Es eso. - inclina la cabeza.-Tienes ochenta balas por cada uno de nosotros pero no tienes certeza de que tus hombres puedan hacer uso de estas antes de que salgamos del punto de tiro ¿No?-

El perro levanta las comisuras de los labios mostrando sus colmillos al abrir el hocico ya con una sonrisa apagada en todo sentido expuesta. 

-Lanzar a mis compañeros a la muerte es un movimiento insignia de mi parte, no lo robes.- 

El gato afila los ojos, bajando la mirada a la mesa. 

-Nunca lo has hecho de forma tan estúpida como dices.-

-Nunca tendré una vida después de la guerra, eso sí es verdad.- 

 - ¡¡Quiero que tomemos ese maldito valle juntos!! ¡Ustedes por su lado y nosotros por el nuestro!- le dice el plan que vino a exponer para el bien de su avanzada. - Si lo hacemos antes de la nevada las comunicaciones exteriores se cortaran y podría ser un movimiento sin conocimiento del cuartel de operaciones de ambos lados. - abre el chico temblando. - Sobrevivimos y podríamos ir a casa, podríamos evitar matarnos si usamos ese camino pero solo podremos hacerlo si ustedes apoyan el movimiento , si no disparan.- 

El perro mira ese valle dibujado. 

Las ideas del gato parecen tener sentido pero es claro un punto que no puede negarse. 

-No.- abandona la silla, recuperando su abrigo. 

El gato se interpone colocando el brazo frente a su rostro.

-No puedes simplemente negarte. - le advierte. - No puedes matarnos a todos. - 

-Tú , no puedes decirle a un enemigo que baje el arma de esa forma y menos sin un precio. - 

-Todo tiene que ver con dinero contigo. - gruñe el gato al verlo tan decidido a irse y ahora dejando claro la razón. 

-El dinero es por lo que estamos aquí.- 

El felino retrocede sujetando sus orejas por un momento. 

-Hay un pago.- avisa mirando al mapa. 

El perro escucha la posibilidad de un pago y vuelve sobre sus pasos. 

Es el hambre. Lo trae de vuelta esa maldita.

Lo hace mirar al gato abriendo esa bolsa de pan y comiendo, todo en cámara lenta, notando por primera vez como unos labios se cierran en torno a una hogaza de pan y tiran los colmillos de la dorada cubierta. Revelando un pan integral tan esponjoso como para moverse entre sus mordidas ansias. 

Es confuso pero se mantiene atento a este gato comiendo. Llenándose las mejillas y tragando en seco, cada pan lo devoró hasta quedar solamente las migajas en esa bolsa. 

Inhala y exhala. 

-Piel.- 

El perro levanta una ceja confundido, mira atrás el suéter. 

-Tenemos abrigos.-

El gato levanta las orejas. Su boca se estira en una sonrisa. 

-Piel.- susurra de nuevo. 

El perro levanta la cabeza. 

-Piel. - repite. 

De golpe el gato lo tiene encima con un gruñido profundo. Sus manos suben a esa espalda para tirar de la ropa, buscando separar a este perro ante la sacudida que puso contra la línea toda su resistencia. 

-¡¡De todos en el mundo tienes que ser tú!! ¡¡Tu, quién hace esto!!! ¡¿Por qué?! ¡¡¿PORQUE EL SUPUESTO ÁNGEL ESTÁ HACIENDO ESTA MIERDA?!! ¡¡¡Se suponía que fueras mejor que yo, mejor que todos, que fueras el bueno en esta maldita guerra!!! ¡Tú! ¡¡¿Porque tú?!!- 

Abre los ojos sacudido por la sorpresa. 

-No, no lo entiendes. - 

-Te mataré-

El gato puede ver esa arma ser recogida del suelo donde había caído. 

Sus hombros se tensan.

-No es eso.- avisa colocando la mano sobre el cañón.-Puedo ser un asesino pero… no haré eso, por favor. Escúchame. - 

El perro retrocede, dando espacio con un suspiro. 

-Es extraño escucharte y saber que no mientes. - toma asiento en esa silla una vez la levanta del suelo.-Eres un asesino.-

El gato endereza el cuerpo recargándose en la mesa con una mano.

-Eres manipulador o yo te creo todo lo que digas… Es raro.- «es raro cuanto me gusta escucharte» 

Mira al gato ahora tenso y de pie junto a la mesa. 

-Explica eso. - le pide el perro. 

El gato baja la mirada. 

-¿Qué sucedió con tu líder? Con el anterior general.-

El perro levanta la boca con una sonrisa. 

-Se retiró con sabores.- 

El gato da por hecho que este perro se equivocó y usó esa palabra en vez de «honores». 

Aguanta en el fondo aquello que piensa es alivio. 

-Es… - mueve las orejas al quedarse en blanco para explicar aquello que diría. 

El orgullo que antes intentó domesticar para esta situación y escenario, ahora vuelve y no es exactamente como esperaba. 

Asqueado y con desprecio a la figura con quién comerciaria esta oportunidad de supervivencia para su gente. Es una vergüenza.

Después de conocer a este perro en una fiesta donde la noche terminó con ellos hablando de libros y música en el jardín. 

Donde llegaron juntos a la conclusión y deseo de verse algún día después del verano en una de las fiestas de la ciudad. Habiendo discutido sus gustos, de haber concordado que la comida era tan importante como la música. Que un espectáculo era lo siguiente que sería indispensable en una fiesta y no solo pláticas incómodas. 

Porque lo último que ese perro tenía de él era ese gato salido de la universidad, un aroma a tinta y libros viejos en su pelaje, convertido en esta cosa. Es un asesino a punto de romper con otro límite para sobrevivir otro día, para salir de las olas de muerte que debería tratarlos a todos por sus crímenes. 

-No. - 

Su cuerpo se vuelve hielo al escuchar esa negativa. 

El perro abre los ojos al entenderlo y con ello lo nueva. 

-No.-

El gato levanta las manos. 

-No hay nada más y puedes dar por hecho…- su voz se apaga a medio camino. - Yo nunca haría eso, nunca haría esto de otra forma. - 

El perro levanta un puño para abrirlo y apuntarlo. 

-¿Estás bien?- pregunta. 

El gato no esperaba esa pregunta tan directa, no cuando necesitaba con fuerzas admitir que no lo estaba. No está bien. 

-Si…-miente.-Nadie me está manipulando, si es lo que preguntas y sobre otra cosa, bien.- dice la verdad para acompañar la mentira.-Bien, todo bien. - 

El perro suspira dejando el asiento con una mirada cansina. 

-Bien.- suspira. - Entonces, así será. - es su retirada. 

-¿Te vas así?- lo llama el gato al verlo apunto de tomar su abrigo. 

-Te creo y conozco el horario.- 

El gato siente un gran alivio. 

No. 

No es un alivio. 

Es un peso diferente. 

Puede librarse de esa humillación, no solo de ser un desconocido repulsivo aquel a quién tuviera que ofecerle este trato sino de ser alguien que simplemente intente engañarlo. 

Mas esto es diferente. 

Es una persona demasiado diferente en sus memorias y sentimientos. Es alguien a quién extraño y más de una vez soñó con volver a ver. 

-Yo en ti no confío. - le avisa antes de permitir que se fuera. 

El perro detiene sus pasos. 

-Piensa en lo que estás haciendo. - advierte sin mirarlo aún. 

El gato relaja el cuerpo, perdiendo toda fuerza en este suspiro, 

-Si no se efectúa el acto, no hay un trato. - 

Claro que todo en su ser tuvo que verse sacudido por la vergüenza de haber dicho esto en voz alta frente a este perro.

Porque ese gato en sus manos, memorias era incapaz de ser vulgar, de solo hacer mención de este tipo de trato. 

Podría haberlo dicho con otro sujeto.

Con frialdad y fuerza, con indiferencia al cerrarse para no sentir ni recordar lo que fuera a suceder.

Mas ahora. 

No sabe bien si esto era el acto frío que se suponía o si estaba actuando por un impulso guardado por demasiado tiempo en sus pensamientos. 

En las veces que intentaba conciliar el suelo y simplemente iba a esa fiesta donde un desconocido le sonreia despues de sacarlo a bailar sin vergüenza alguna causando su valía absurda la salida de más compañeros de baile que tiemblan a cada paso pero se atrevieron, ya sea por diversión o por aquello que les mantuviera temblando con cada roce extras entre los balanceos de sus cuerpos en un círculo torpe. 

Porque esa fue su noche. 

Bailar al ritmo desconocido y moverse en círculos parecidos a la tierra rotando alrededor del sol, brillando, quemándose aquella zona donde sus manos se unían o chocaban. 

Preguntándose lo que pudo haber sucedido de no escapar de las manos que subían por su espalda ¿Como se habría desarrollado esa escena con ese perro hundiendo el hocico en su pecho? 

 

Las emociones que hoy se rebelan son grandes. 

Son tan profundas como la desleal fuerza de voluntad que debería tener ahora para proteger su dignidad y cerrarse a este evento para no sentir ni ver o darse cuenta de todo lo que sucedería cuando exactamente eso deseaba.

Descubrir lo que sucedería de no huir. 

Ahora lo puede ver.

Cómo este perro regresa cada paso con una mirada seria. 

-¿Enserio quieres eso?- le pregunta directamente. 

El gato recuerda esa fiesta, la sensación caliente de la noche movida por la música y sus miradas perdidas en el otro. 

-Si…como tú.- lleva sus garras a ese cuello.-Solo así podrías desarmarte, ¿Verdad?-

La identidad del perro que conoció en esa fiesta sale a flote con una respuesta absurda justo ahora. 

-Al menos las calcetas deberían quedarse, es vergonzoso pero coger con los pies fríos no es divertido como se cree. - 

El perro inhala tomando sus mejillas.

Este momento se vuelve íntimo solo por este contacto tan sutil. 

Tan suave. 

Bajando las manos del perro a su propia ropa o más bien secuestrando las garras del gato para esto. 

El felino baja las orejas al sentirse de golpe superada su valía. 

Todo por la forma confiada de este perro para destrabar los seguros del cinturón de su ropa. 

Sus garras se vuelven torpes al juguetear con los botones. No puede más que abrir la primera capa y descubrir otra capa de tela debajo. 

-Oye. - 

Aparta avergonzado las garras por este nerviosismo. 

-¿Todo será un secreto?- le interroga el perro. 

El gato sube las orejas, asiente y su voz es la siguiente en afirmarlo. 

-Todo.-

El perro abre la boca al respirar. 

Lo siguiente es el sorpresivo ruido del suelo por el impacto de algo fuerte y duro. 

El gato apenas logra reaccionar antes de escuchar la ropa sobre su propio cuerpo romperse por esos colmillos. 

Podría superar que este le rompiera la camiseta y simplemente lamentarse, no imaginarse que su primer acción sería arrancar el interior con los colmillos. 

Seguido de sentir esa lengua pasar por una parte muy poco esperada, no sabía que podía causarle este fuerte escalofrío tan adictivo. Más allá de lo prohibido en una parte que no debería llamar la atención pero estaba ahí, como un tramo de piel donde esté tipo se concentra para hacerlo temblar. 

-Oye… - suspira sujetándose de sus hombros para no caer. 

La respuesta es una mordida al interior de sus muslos, volviendo a la primera tarea sin escucharlo. 

Poco a poco sus rodillas ya no resisten. Esta no es una escalada ni una carrera, es la batalla contra el placer. Contra una sensación que por mucho tiempo no sintió ni des asomo.

Temblando cada parte de sí en este proceso que lo lleva al suelo. 

Lo lleva caer sobre el perro con más de su peso. A exponerse de tal forma que apenas queda parte que no sea recorrida, cerrando con fuerza la boca al ser atrapado dentro de esa boca y esos colmillos amenazar toda su vida sin problemas para hacerlo sentir cada roce como el fin de su vida. 

Esas manos ajenas suben por sus muslos, van a ese punto que no quiere ni pensar pero aún está intentando, pensando en otra cosa o más bien solo en esa boca sobre su intimidad. Levanta la cabeza del perro para librarse de manchar su boca con lo que saldrá. 

Resultando en llenar ese rostro. 

Su cabeza ya hirviendo no puede continuar alerta después de esta imagen, de esta sensación vergonzosa de gusto. La vergüenza y el deseo por esa expresión relajada a pesar de tener el rostro manchado del semen del felino. 

-Tus espinas también tienen un buen sabor.-

 La vergüenza sube por todo su cuerpo, sube como una bebida alcohólica efervescente, hasta derramarse con el calor en su rostro. Sin palabras para responder a algo tan atrevido. 

El perro levanta la lengua llevándose una parte a la boca. Vuelve a ello. 

El gato niega ahora intentando evitarlo más sus esfuerzos paran lentamente. Dedicándose a suspirar con la sensación caliente subiendo de toda esa zona a su cuerpo entero. Atrapado en su ropa restante, en este uniforme. A los perros les gustaba demasiado el juego previo. 

Escucharlo como un rumor una vez y tal parece, ser hoy la realidad. 

Con las garras en esos hombros y esa lengua internándose en su interior con un empuje seguro. 

-La cama… - Le avisa de ese mueble olvidado a unos metros.

El perro libera su cuerpo de estas sensaciones para mirar a ese colchón con la cabeza inclinada. 

-Después.- decide tirar de sus piernas. 

Esta vez las fuerzas fallaron haciéndole caer sobre las rodillas del perro. 

Es este percance la oportunidad para verse uno al otro por unos segundos muy cargados de emociones. Con el calor de la situación aún presente y el hecho de lo recién sucedido en las manchas de ese rostro cálido. 

Las manos del gato le intentan limpiar con la cara roja esas manchas humedas. 

El perro baja la cabeza hundiendo el hocico en su cuello, entre su hombro y este escondite vergonzoso. 

Baja. 

El gato suspira al descubrirse nuevamente atrapado por esa boca, ahora con la espalda contra el suelo caliente por culpa del fuego de la primera planta. 

Sus garras suben, arañando el suelo a cada roce que lo lleva más cerca, más al fondo de la locura oscura dentro de su corazón. 

Bajando una de sus manos para llegar a esa cabeza, sus uñas entran entre el pelaje para aferrarse, cerrando las rodillas en torno a esta figura caliente, sin olvidarse de ese maldito uniforme ahora sucio por su culpa. 

Esta verdad le ocasiona una ola ya debilitante. 

Llegando al final nuevamente con un murmullo contenido entre sus colmillos. 

El pero eleva a medias la espalda, tomando unos segundos para observarlo con el rostro relajado. 

-¿Está bien si seguimos?- pregunta escondiendo el rostro en ese torso. - No se si… - inhala con gusto al sentir su corazón latir a través de las prendas. 

El gato lleva las garras arriba de su propia cabeza. 

-Sí.- murmuró cerrando los ojos para contener su voz. El timbre está roto. 

El perro retrocede para liberar esa parte de sus prendas. 

El gato abre los ojos de golpe muy nervioso. Planeaba hacerse el muerto. Tratar esta situación como una tortura y simplemente fingir que no estaba pasando. ¿Qué se supone que haga ahora? 

¿Que se supone que haga ahora que algo que deseaba estaba ocurriendo en una situación tan horrible? 

Cambiando su dignidad por un pase seguro para todos. 

O quizás no tenga que tratarlo así. 

-Si soy malo, me lo dirás con paciencia. - 

Escuchar eso le parece sorprendente. 

-¿No te habrian dicho ya si lo eres?- lo molesta perdiéndose en esas palabras, tratando de darle un significado. 

Una mano es puesta en su cintura causando un escalofrío que lo recorre hasta la punta de los pies. Es el mismo nervio que sintió cuando este perro le tomó la mano en el baile. Llenándose de calor su cabeza. 

Más la razón es la búsqueda de un soporte, solo para mantenerse cerca al internarse en su carne, moviéndose tan lento como podía para no perderse. Suspira bajando la cabeza al sentir ese calor abrasador rodearlo como un consuelo o la mejor sensación que pudo llegar a pensar en experimentar en estos malditos dos años de muerte ininterrumpida. 

El gato a cada empuje guarda con más fuerza el suspiro que quiere escapar de su control , mordiendo sus labios al sentirse lleno. El hocico del perro vuelve difícil la lucha por contenerse al sentir ese aliento ardiendo a su costado. Recorriendo su cuello esa lengua acompañada por el fuerte vaho que humedece su pelaje. 

Esa mano en su cintura se vuelve dos, una a cada lado y estas tiran al empujar ese cuerpo contra el suyo. 

El impacto es suave mas no es sencillo. 

Todo en su interior se siente tan justo como lleno. Lleno. 

Lleno. 

Esa es la palabra para esta situación. Sus pupilas pierden el sentido al volverse borrosa su visión con cada movimiento calmado que hace de este calor más y más placentero en su sola danza. 

Invitándolo a cerrar las rodillas y atraparlo ahí, amando su calor. 

Sus garras dejan marcas en el suelo al morderse la lengua, el calor aumenta, el líquido entre sus cuerpos es tan vulgar como el sonido que llena los tímpanos de ambos. 

Aquello que termina por romper la resistencia del gato es solo un acto, uno suave. 

-Eres demasiado… - no puede evitar jadear al sentirse tan bien este calor que lo rodea, esas piernas apretando su torso o ese choque. La forma en la que parecen estar enteros al unirse. - Eres un sueño, gatito, un sueño… - las sensaciones rompen su voz al moverse. 

El felino se dobla cerrando los brazos sobre el perro para recorrer ese rostro con la lengua áspera, soltando al fin su voz completamente rota entre gemidos profundos. Arrastrando el deseo de su interior al exterior sin poder contener esta vergüenza ni cómo lo recorre la despiadada sed.

El calor aumenta. 

Es cada vez más necesario moverse, continuar. 

Porque no solo era algo del pasado sino del presente. 

El desespero que ambos sentían por sentir algo que no fuera dolor o pérdida. 

Por tener algo en sus brazos y que no estuviera helando por la muerte presente. 

Algo real y no un recuerdo y si lo es, que sea tangible. 

 

El contacto de ambos es cada vez más crudo, violento a su manera. 

Con esa zona de unión ya enrojecida por el frote, por el choque y su desvergonzada humedad escurriendo entre los choques de piel y piel. 

-Oye… - 

La voz del gato suena entre los embates que no puede ignorar al quebrarse su voz. 

-¿Qué pasa?-

El gato busca su mirada, avergonzado por ese movimiento que no para aunque intenten hablar. 

-¿De verdad te agradaba?- 

El perro detiene todo al sentirse aturdido por esa pregunta. 

El gato lleva una garra a su pecho, esta pausa no era buena… Todo en si solo podía gritar frustrado, exigiendo el regreso de todas esas sensaciones. Moviéndose él mismo para sentirse invadido como antes. 

Este movimiento toma por sorpresa al perro que choca el hocico con su torso. 

-Si, me encantas Theodore.-

El felino cierra el hocico para contener algo que no era un gemido. Algo que llena sus ojos con gotas salinas. 

Regresando a este baile con el movimiento del perro, con ese embate más sincero y no tan tímido como antes. 

-Haz eso de antes, fue increíble gatito. - 

El felino rodea su cuello con los brazos, temblando al ocultar como pudiera el rostro en sus orejas. Todo su cuerpo se ve atormentado por ese nuevo calor al poner de su parte en esto, al mover la cadera para sentirlo rozar partes que solo hacen que se llene de colores su visión y este recorrido le haga olvidar contener su voz. Dando de si solo es recompensado con el calor que aumenta, todo va hacia arriba, todo sube.

-Bien, gato , bueno, eres bueno… Eres lo mejor… De mi vida lo mejor.-

Sus dedos atrapan esas palabras llenando su corazón aunque parte de si se sienta tentado a caer en la mentira. Aunque a este punto no le importa. 

Solo quedarse aquí. Atrapando en la oscuridad donde puede ver todos los colores de las sombras con el placer que lo llena de golpe y hace estirar el cuello para no dejar salir un grito con los dientes apretados. 

 

 

 

 

 

 

Cama suave. 

Sus ojos pasan de sus manos a las sábanas bajo éstas. 

Un ruido apartado le hace mirar aun lado.

Lentamente entiende lo que ocurre. 

Lo que estaba viendo. 

No era una de esas fantasías que tenía con volver a casa y encontrarse a ese amigo en algún lugar de fiesta. No era una ilusión. 

Es verlo en la ventana de la habitación con un rostro relajado y la boca llena de agua al enjuagar.

Lo ve a hacer una de sus malas bromas al sacar la cabeza y escupir por la ventana, escuchando el grito de un borracho ofendido del otro lado. 

-¡Vaya a mear a su casa, viejo sucio!- le grita al recibir varios insultos. Cierra la ventana riendo con los gritos que persisten por unos segundos más. Al girar le ve despierto en la cama. 

Tensión. 

El gato no soporta más estar acostado, sentándose con los brazos sobre las rodillas. Descubre que el perro no miente, aun conserva las calcetas. 

Sus miradas se buscan. 

-¿Quieres hacerlo otra vez?. Pregunta el perro al no encontrar otro tema rápido. 

El gato eleva esa cola ahora esponjada. La respuesta escapa de su boca. 

-Claro.- se siente relajado.

El perro avanza directo a la cama con la mirada atrapada en sus ojos. 

-¿De verdad solo pasaremos uno al lado del otro?-

El gato mueve la cabeza al asentir. 

-Queremos volver a casa y las órdenes son esas pero solo se podrá si nadie se cruza con el enemigo.- baja la cabeza. - Si ustedes están en retirada y nosotros también… Es mejor que aprovechemos para ir a casa.- suspira las manos para recibirlo tomando sus mejillas. 

Vuelven a la cama. 

Sin desviar la mirada del otro. 

-¿Porque tuviste que exponerte de esta forma?- toma las mejillas del gato. 

El felino le sonríe. 

-Quiero volver a casa… no creí que te vería aquí.- suspira mirando esos ojos brillantes.-No pensé que podría volver a verte… No creí que tendría el valor de buscarte después de esto.- lo abraza con fuerzas. 

El calor entre ellos es real. 

Es presente. 

En esos brazos en su cuello, en sus propios brazos rodeando la cintura del gato. 

En el calor que lo hace buscar este contacto, que lo empuja a volverlo está unión nuevamente caliente. 

En presionar, en entrar sabiendo que estaba tan sensible como húmedo. 

El felino baja las orejas al primer embate, recibiendo el calor con gusto. 

-Te querría, incluso si moría sin volver a verte. Pensaría en ti del otro lado, pensaría en el tipo raro que iba por ahí con manchas de tinta en los pantalones y huele a closet escolar.- 

Es aquello que lo llena tan cálido, tan fuerte que lo desarma y vuelve este acto que pudo haber sido vulgar y sucio, desagradable. Es sumamente agradable, es el mundo. 

Algo que lo llena de calor. 

Viéndose al salir de su escondite ambos, ahora juntos.

Sus bocas se buscan, se unen de una vez por todas. 

Compartiendo el aliento en este choque. 

Poco a poco la calidez tierna cae en esta desesperación por sentirse, ya con la experiencia anterior el gato pone de su parte ahora aferrándose a ese torso para tomar su soporte, en ese torso, puede mirar arriba y amarlo. 

Amar el calor de ese aliento ardiendo entre colmillos prominentes y la saliva que cae, en su color. En el placer que sabe que siente el perro al sentirse unido a él. 

Juntos. Tan juntos como era posible. 

Tan juntos que no quedaba un rincón donde esconder la vergüenza cuando era todo lo que no sentían. No había vergüenza, solo emoción, solo el encuentro de ambos más allá de una posición militar o la guerra. 

Solo ellos y el vecino de habitación que golpea la pared frustrado por el fuerte y repetitivo choque de la cabecera de la cama contra su pared. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la tienda los tres soldados dan vueltas de un lado a otro.

-¿Ya llegó?- pregunta al soldado que entró. 

-No, teniente, no ha vuelto aún. - 

Lo despiden. 

En soledad uno de ellos habla. 

-Ya está muerto, estamos muertos. - 

-No estamos muertos. - le corrige enojado el otro.-Ya llegara, él sabrá cómo.- 

Esperan. 

En silencio otro cabo entra con la bandeja de comida en manos. 

-No vamos a comer. - le avisan molestos. 

-Pues no coman, yo me estoy muriendo de hambre. - 

Los tres voltean al escucharlo.

Es el hijo de puta del general que se perdió cinco de los dos supuestos días que tardaría en volver. 

Con otro uniforme y sin el abrigo que llevaba.  

-¿Cuándo llegó, general?- le pregunta uno de ellos apenas conteniendo el coraje. La maldita etiqueta debía mantenerse, aunque deseara usar el cable de carga para estrangularlo. 

El perro mueve la cabeza relajado.  

-Ayer, me escondí para averiguar si planeaban matarme si volvía vivo. - suspira. - Son unos aburridos.- declara al descubrir que se dedicaron a escuchar sus últimas órdenes y no a planear un asesinato. 

-¡La reunión, hable de la reunión y de qué está pasando!- grita el teniente bastante enojado. 

-Para empezar no me grites, ni que fuera tuyo. - le corrige frustrado.-Conseguí algo de comida para estos días y habrá una gran reunión. - apunta a la puerta. - Llama a todos y reparte la medicina, rápido. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Hola, si, hubo sexo en el primer capítulo 🎉

Verán adelante unos capítulos con el título Contexto Bélico, son fuertes.
Pueden leerlos o seguir adelante.
Son lo que parecen, contexto y los perfiles de cada personaje junto con sus interacciones.
Son saltables pero no innecesarios. Crean lo, van a necesitarlos para retorcerse de rabia y después de satisfacción.
Gracias por leer y espero que pueda ser interesante.

Gracias por leer.

☀️🌙

Chapter 2

Notes:

Hola.
El humor... El humor es como en las otras historias pero más feo.
Nadie va a tocar campanas hoy.

Demos la bienvenida al tonto qué no lo es y al genio amargado.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Las cicatrices son asquerosas. 

Lo saben, todos lo saben. 

Las cicatrices destrozan vidas, arrebatan oportunidades y arruinan la forma que el mundo te percibe. 

No importa lo que se fue antes de este día, lo que importa es que ahora tienes una parte de tu cuerpo destrozada. Sucio como una grieta en el espejo, sin valor. 

Nada más que basura que habla y respira. 

No te queda nada. 

No tienes un rostro. 

Solo este nombre que usarás hasta que mueras en algún momento. 

Es una cicatriz el primer paso para que el mundo piense que deberías morir en vez de continuar ensuciando sus ojos con tus heridas, tus fracasos. 

Deberías morir. 

Debe morir. 

Debe escapar antes de que en casa descubrieran su cara. De ser humillado por esta cicatriz. 

El arma tiene nueve balas pero solo necesita una. 

-Tranquilízate.- murmura evitando que sus garras busquen rascar esa marca debajo de sus vendas. Vuelve a mirar al camino. 

A su espalda un animal de tiro espera con una carreta de tiro atada a un árbol. 

La nieve se acumula a su alrededor cubriendo su figura con el manto blanco. 

Observa el camino lleno de escarcha después de días sin un solo civil que lo recorra. 

Sobresaltandose al ver la figura púrpura avanzar a esta dirección. 

Lo identifican por el color en su pelaje pero fue solo por verlo en dos orejas fuera del gorro que supo que esta persona era su general. 

-Señor. - lo recibe con una inclinación de cabeza. 

El felino que llega responde con el mismo gesto. 

El soldado levanta los puños y los baja para contenerse con solo una pregunta. 

-¿Cómo fue todo?- pregunta en un hilo. 

Ignorando las huellas del gato o el susurro de la brisa paralizada por solo un corto lapso. En la ilusión de seguridad que les regalaba antes de enterrarlos vivos en estas heladas. 

El general mueve la cabeza apenas con expresión en su rostro. 

-Debemos irnos.- apresura subiendo a la carreta.-Rápido.- 

El soldado sube a la carreta para manejar, de su bolso saca una herramienta extra. Silva presionado la bota en la nalga de la mula. 

Este animal se sacude antes de avanzar corriendo y no por la bota sino por la berenjena colgada frente al hocico. Saltando al trotar para comerse ese fruto morado. 

-Llegaremos más pronto de lo que espera, señor. - avisa satisfecho por este avance. 

Atrás el gato no dice nada. Solo atrapa el asiento con las garras evitando lo mejor posible el rebotar. 

 

 

Dos horas de viaje son lo que pasaron rebotando en el camino con esa mula saltando en vez de correr como lo haría un burro o caballo. Era un animal demasiado joven para interesarle el viaje, solo seguía la fruta. 

Al llegar la señal es un movimiento entre los árboles , el levantamiento de unas ramas para darles paso en lo que parecía un montículo de ramas podridas.. 

Del otro lado se presenta un campamento cubierto por la nieve, la pocas fogatas repartidas en el campo y los vehículos unidos con sábanas

Los intimidantes 1200 hombres se muestran. 

Con el glorioso estandarte de su noble nación tirado en el fuego que calienta a los heridos en una zona abierta.

Sus ojos son llenados con la visión de tres soldados vomitando el contenido de sus pulmones en las cubetas preparadas. 

Cúmulos de sangre coagulada caen de sus bocas antes de volver a toser o esconderse en ovillos dentro de sábanas que apenas pueden detener el helado ambiente de este bosque.

Sus ojos no se detiene en la sangre ni la enfermedad sino en estos mismos viéndolos y elevándose de sus lechos para presentar su respeto con una mano sobre la cabeza a pesar de la sangre en sus bocas o nariz. 

Alza las orejas y hombros con un paso firme entrando el ojo del campamento. 

-¡¡Todos, arriba, medicina!! ¡¡Transporte tres y cinco!! ¡Ya!- ordenó sin más de camino a reunirse con el teniente que corre para reunirse con él.-¡Nos movemos a las 4!- 

-¡Entendido!- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo quiero 

 

                                        Que sea dulce

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las órdenes fueron claras. 

Los heridos pertenecen a los tanques y se mantienen vigilando cada visor. Los tiradores en ubicaciones repartidas m tees de ellos andarán del hombro con otro hombre para mantener al alcance el arma. 

Los lanzallamas se preparan dentro de los tanques y la mitad será adaptado a bombas de lanzamiento aéreo. 

 

Lo entendían pero hay algo claro, muy claro entre todos después de escucharlo describir el maldito plan impuesto por el general que se encerró cinco días y de pronto les salió clone este plan. 

-Señor ¿Cómo cree que vamos a aceptar este maldito plan?- 

El general sobre la piedra voltea para ver al soldado en ese espacio. Era lo malo de tener tantos perros a su cargo. 

Esté sujeta su propio pecho con una pregunta arrancada de su interior. 

-¿Cómo puede pensar que esto es justo o que al menos saldrá bien?- pregunta sin aliento.-¡¿Cómo se supone que bajemos nuestras putas armas cuando el enemigo que asesinó a tantos de nosotros pase por nuestra cara sin que movamos un dedo?!- lo reclama furioso.-¡Deberíamos matarlos a todos, a todos como se lo merecen!-

Un segundo perro reclama desde su lugar con la clara falta de uno de sus ojos bajo esa venda apenas capaz de cubrir la cicatriz. 

-¡¡Ellos nos hicieron esto!! ¡Ellos mataron a todos, con su asqueroso veneno!-

-¡¡¡No parece entender lo que nos está pidiendo después de que tuviéramos que comernos a nosotros mismos para sobrevivir, para seguir un dia mas!!!-

Los rostros de quienes mantenían el protocolo en su silencio eran llenados con un sentimiento claro. 

La incertidumbre de si esto sería justo para sus amigos caídos. Para quienes llevan más muerte en sus manos o pérdidas en sus listas de lazos. 

El general los escucha y observa desde la gran roca donde se subió para hablarles a todos. 

No puede negar que estaban reclamando todo aquello que él sentía, lo que él mismo odiaba de toda esta guerra. 

Más su papel ya no es el de un soldado sin voz ni una boca que repita reglas como un perico. 

Es el general de una avanzada que cumplió cada uno de los objetivos en su búsqueda suicida. 

-Porque estás vivo es que vas a escucharme y seguir con mi plan, vas a escucharme y obedecer.- le responde.- ¡¡¡Me debes tu pequeña vida de puta perra llorona que viene aquí y pasa una maldita vergüenza sobre los huesos de todos nuestros aliados caídos!!!- su hocico escupe la que le recorre desde hace años. 

Cansado de escuchar al mundo ser irracional por emociones estúpidas. 

Aunque él mismo es uno de los más imbéciles y extraña ir a un bar para emborracharse hasta despertar en la copa un árbol con la boca seca y sin idea de quién era. 

El teniente y subtenientes levantan los hombros al verlo estallar contra el soldado. 

-¡Señor!- gritó el subgeneral, al escuchar esa ofensa.-¡Su lenguaje!- 

El general inhala levantando los puños al gritar mostrando los colmillos. 

-Sé una sumisa con tu novia. - le gruñe a este. 

El jabalí abre la boca muy ofendido. Es soltero. 

Muy fuera del mal humor del jabalí, aquel soldado aún reclama resṕuestas y razones para el dolor que le sacude. 

-¡¡No importa cuanto grite mientras sea la verdad, mientras aún esté haciéndonos darle la razón al enemigo!! ¡Está pisoteando todo, todo por lo que llegamos hasta aquí!- sus gritos rompen con su resistencia. -¡¡¿Cuántos más debemos perder para que esto termine?!!- 

El general en lo alto los mira a cada uno en un ademán desdeñoso.

Más de uno se siente de muchas formas cansado, otros solo bajan la cabeza. 

Hobart sabe que estos no son obedientes sólo por ser incapaces de mostrarle los ojos, no son sus aliados. 

-¡¡¡Por eso mismo van a salir vivos les guste o no!!! ¡¡Yo los sacaré a todos ustedes malditos cobardes!! ¡¡Van a pagar por cada día de vida hasta el último respiro que den, y será gracias a mi, gracias a los muertos!!!- sin cuidado baja de la roca para enfrentar al soldado rebelde a la cara con su voz en alto como su lugar demandaba y él mismo imponía-¡¡No sobrevivirán porque lo merezcan sino porque es su desgraciada responsabilidad. Porque comieron la carne de sus compañeros!! ¡¡Su responsabilidad es pagarlo y no van a escaparse!!-lo empuja para devolverlo al suelo.-Bajate de tu pedestal, no eres un puto mártir aquí. - avanza entre las unidades presentes.-Ninguno aquí es una maldita víctima, son soldados. Son asesinos, protectores y deudores.- levanta el brazo señalando la comida. - ¡¡Ustedes vivirán porque deben vivir, es su correa , es su penitencia y no van a escapar nunca de lo que hicieron ni de lo que presenciaron!!-

Las figuras de los presentes son tragadas por el fuego elevándose desde la fogata detrás del general.

Levantando con una patada las cenizas con los restos de los huesos por cremas ya sin carne, solo el calcio consumiendo frente a todos como el primer paso para descender al infierno ardiente. 

El soldado que alzó la voz retrocede al caer cerca de sus pies las cenizas, carbón y la mandíbula de un compañero sin nombre hoy. 

-¡Van a volver! ¡Van a trabajar! ¡Van a coger como si estuvieran en celo! ¡¡Serán los padres y las madres que debieron tener los hijos de puta que nos enviaron a este matadero!! Se nota que les hizo falta un abrazo de padre o una mamá que les abofeteara el hocico. - rodea la fogata mirando a cada uno de los presentes, desde los peleadores que se mantuvieron activos e intactos, a los heridos que no pueden levantarse en una sola pierna.-¡¡¡Esa es su deuda, es eso lo que le deben a todos los amigos, hermanos y compañeros a los que comieron hasta roer los huesos!!!-

En el suelo el soldado con esos restos de frente levanta la cabeza antes de derrumbarse nuevamente. 

-Así que hembra o macho, agarrate los huevos y pon el cañón ahí antes de pensar en disparar una sola bala sin que yo lo ordené. Vas a obedecer o te liquidaré yo mismo antes de que causen la muerte de mi gente. - advierte mirando al grupo.-Levanten todo, el encuentro será al mediodía de mañana en el valle.- inhala frustrado.-¡Firmes!- espera a ver a todos de pie. 

A ver a cada uno en su lugar. 

-Es todo, continúen. - ordena para liberarlos. 

 

Los deja ir con esa orden. Escuchando cómo se apresuran a levantar el campamento y a los heridos subirlos a los tanques.

Las tiras de balas son retiradas de los artilleros para colocarlas en el suelo del vehículo como una muestra de paz. 

Obedecen y se mueven con firmeza y sin dudas. 

A pesar de tener claro lo peligroso de este movimiento. 

El teniente le sigue con la presión sobre la cabeza. 

-Señor, ¿Está seguro de lo que hará?- le interroga al llegar a su lado.-Esto es un crimen que- 

El perro levanta la mirada para fijarse en su rostro

-Tu eres quién los hace dudar.- señala observando su rostro compungido.-Esto es para que sobrevivamos, no te estoy pidiendo que te quites el brasier en la primera cita.- mira a la compañía. 

El teniente abre la boca frustrado. 

-Deberá disculparlos pero esto que usted propone ha sido demasiado imprevisto para todos, y eso me incluye.- admite sus dudas. 

 El general le sonríe mostrando los colmillos.  

-En realidad tengo algo que discutir contigo.- señala los árboles. - No deben vernos los otros. - 

El teniente levanta las orejas al seguirlo. 

 

Tras el paso de los dos vienen figuras escondidas bajo las sombras de los arbustos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las primeras horas de avance las hicieron con el cuerpo tenso. 

Perdiendo pelo y fuerzas conforme avanzaban, todo bajo las indicaciones del general a la cabeza sobre un vehículo de cuatro ruedas

Avanzan a paso firme en su postura aunque sientan que el cuerpo se les cae a pedazos. 

Las máscaras de gas del uniforme fueron cargadas con la medicina útil para los problemas respiratorios. Ocultando a los más avanzados en esta enfermedad dentro de los transportes. 

Todo con el porte capaz de llevar los disparadores en manos sin tambalearse. 

No han conectado las cámaras de gas pero es posible hacerlo en menos de tres minutos, esa es la advertencia silenciosa. 

Las manos del general aprietan el control de un arma de tiro desde lo alto. Sin duda en ser el primero en la fila sin importar si dan o no con una trampa en aquel valle. 

Las orejas del gato se mueven al subir un último monte para ver la entrada de ese valle antes habitado. 

A su paso es visible el rastro de lo que fue un pueblo, abandonado al llegar la avanzada de otro ejército hace años. Dejando solo cadáveres que hoy son huesos y plantas brillando entre la nieve acumulada, pudriéndose la carne hace meses y sirviendo como alimento para la vida en la tierra verde entre los claros protegidos por los árboles. 

Los transportes se sacuden. 

Las orejas del general se mueven al escuchar el interior del transporte ser llenado por unos segundos con las toses de un solo paciente. 

Un compañero parce toma la misión de calmar al convaleciente 

-Relajate, es el camino. Respira.- lo guía con voz suave. - Debes respirar más lento, tan lento que te aburras. - 

Vuelve su atención al camino. 

Ese valle estaba a solo unos malditos pasos. Su cabeza se inclina esperando lo mejor. 

Sus ojos van a los relieves de roca como si fuera un temor irreal pero es su objetivo, es su responsabilidad ser capaz de ayudar a todos los miembros de su avanzada. Llevarlos a casa. 

Aquello que le espera es un escenario de nieve mucho menor al del exterior, dado las paredes de rocas en este valle con doce kilómetros de lado a lado sin olvidar los árboles y los anteriores hogares de personas que huyeron hace tiempo. 

Al avanzar el gato identifica los impactos de cañón más antiguos como parte de los estragos dejados por el tercer país involucrado en este conflicto.

Este terreno era vigilado por la avanzada que buscaban evitar con su movimiento irrazonable al buscar al enemigo para el crimen a cometer. 

Entonces todos son sacudidos por su aparición. 

Anunciada por el sonido del motor de un vehículo de alto calibre. Dos, cinco, nueve,,, 12 tanques al hilo avanzan a su dirección empujados por la cabeza de la marcha venidera a su encuentro.

Una línea de vehículos en movimiento a diferencia de su caminata lenta. 

El gato a la cabeza de su propio ejército inhala profundo bajando la cejas más no ordena la retirada o el paró de sus avances, los anima silenciosamente con su seguridad a cada vuelta que da la llanta del vehículo donde ha subido. 

Siguen adelante sin dudarlo.

El frío golpea sobre sus cabezas, rompiendo el viento al contacto con el follaje de los árboles, todo entre lastimeros estragos de colores rotos por la caída de los pétalos de las flores sobrevivientes a la helada con cada paso de ambos lados. 

 

El silencio que daba forma al valle comienza a morir con el sonido de sus botas, con el ruido de los restos del camino de tierra aplastados por cada línea.

Respirando con pesar cada vez que esa distancia es comprobada y les quedaba menos para llegar a encontrarse con sus enemigos.

Viene un problema inesperado entre los vehículos de artillería al centro y por delante de los tanques. 

-Señor. - murmura el teniente junto al general. 

-Lo atraparon. - murmura. 

Para ellos es visible la figura sin la máscara de ese ejército contra el gas usado por su lado. 

Es un gato. Es el gato que le informaba de este ejército. 

Pueden verlo sentado con un aspecto cansado por el frío en ese transporte abierto. 

El hombre junto a él parece listo para lanzarlo fuera del auto. 

Lo conoce lo suficiente para saber que lo hará en algún momento. 

-Señor. - pide dirección el teniente al ver a uno de los suyos atrapado. 

El general mueve las orejas observando al líder “Enemigo” directamente. 

El perro no muestra emociones que pudiera reconocer como las puestas en la mesa en aquella discusión. Era de esperarse. Es lo correcto, más esto le es extraño. 

Verlo ahora es ver al general enemigo en su lugar y no en esa habitación neutral y oculta. No en un hostal cálido ni en una fiesta de verano por la noche. 

El perro no parece estar más emocionado que un abogado apunto de leer el testamento del tipo con tres gallinas a su nombre. 

Siguen adelante. 

Poco a poco, más rápido de lo que desearía y aun así más lento de lo que podía aceptar. Están delante del otro. 

Con solo cinco metros de distancia. 

Con solo una mirada, un acto estúpido. Una carrera de niños en un jardín. 

A tan poca distancia como lejos, atrapados por una ventisca usada como excusa para quedarse un momento en los ojos del contrario. En esas miradas y su fuerte deseo. Todo entre las respiraciones de mil y cientos, entre miedo y odio. 

Ardiendo un deseo fuerte por abandonar todo. Por encima, por debajo y por cada rincón en sus almas, ardiendo por el placer que deseaban experimentar para sentirse vivos nuevamente. 

Para saborear el dolor de la pérdida de algo que no fue. 

-Le dejaremos ir cuando salgamos del valle.- le informa volviendo sus ojos al finde frente al cruzarse sus caminos. 

El felino a cargo decide aceptar, tan solo porque confiaba en él.

Siguieron adelante a pesar de que era peligroso, a pesar del peso de las amenazas y el odio que sentían al verse todos reunidos. 

Con la mirada de desconocidos fija por un segundo en aquellos enemigos. 

 

Resaltando entre todos los soldados unos ojos brillantes sobre la figura de un enemigo por un rasgo llamativo, uno que es interesante y desata el hocico de quien descubrió su figura entre todos los muchos soldados de su lado. 

Abriendo la boca sin recordar cierto detalle auditivo de este valle. 

-Ese gato de ahí tiene una cola bonita.-

Los finos oídos de los gatos se sacuden por ese comentario desconocido y elevado por el maldito eco. 

La tensión sube de golpe con ello. 

Llamando al absurdo al delatarse el perro que hizo el comentario con una cabeza hirviendo en rojo a pesar de que intentó mezclarse y desaparecer, su figura brillaba entre otros soldados. 

A quién le hiciera el comentario, no le respondió. Seguro negándose a ser parte de esta humillación. 

Siguen adelante con esa mueca en más de un rostro, sabiendo que hay algunos idiotas en el otro lado. 

El grupo de menor tamaño es el primero en terminar de pasar por un lado, dejándolos atrás con esas máscaras indiferentes. 

Hasta que hay un susurro. 

-Era a mi.-

-Cállate cabeza de rodilla, eres mas pelado que un e insípido que coco sin agua y quieres presumir tu alambre.-

Diez segundos de silencio después alguien dice algo. 

-Eso fue muy personal. - murmura un tercero al ver al engreído quedar callado por ese insulto y su cola de siames esconderse frustrado. 

-Debe estar de mal humor el criadero de garrapatas.-

 Si no fuera por las máscaras sería posible ver sus rostros torcidos por la risa contenidas al oír a ese par peleando. 

 

El general no los corrige , le interesa otro punto a trabajar muy pronto. 

 

Las máscaras enviadas desde su nación funcionan, son visibles y robustas, muy contrarias a la manguera larga conectada a la máscara del grupo que les obligaba a utilizar estas máscaras. 

Al ejército del gato el gas venenoso le dio ventaja. Hasta que los mismos miembros que lo utilizaron fueron llevados a emergencia o más rápido, la muerte inmediata. 

Hoy, después de años, puede sacarlos del campo de batalla y lo hará. Encontrará, se los juro al entender que eran una unidad destinada a la muerte desde que se le entregó como arma principal este veneno que hasta ahora ha destruido sus pulmones, hoy aquel medio que les prometió para devolverlos a casa. 

Buscando cómo sacarlos del desastre en el camino a ese objetivo. 

Su deseo, aquel tan frágil como humano, de ser compatible y compaginar con otros así como volver a ver a ese joven en la fiesta. Todo lo lleva a esta reunión. 

A este resultado donde está atrapado entre las inconformidades y el miedo a perderlo todo. 

Escucha el tropiezo de uno de los miembros de su propio lado, conteniendo sus orejas para no mostrarse interesado aunque es obvio que ese soldado estaba al límite,. 

Si. 

Son 1200 pero ese número no es nada cuando ninguno se encontraba en la capacidad de mantenerse de pie sin expulsar pedazos de sus órganos en una tos. 

Sus orejas caen al derrumbarse uno de los suyos sin la capacidad de mantenerse por más tiempo de pie ni en movimiento

Esa caída llamó la atención de más de uno de los soldados contrarios. 

Escucho un gatillo ser oprimido superficialmente. 

 

El radio suena con estática aguda. Por ambos lados, los dos bandos reciben la señal del cuartel.

 

El paso del ejército se detiene con ese sonido. 

Cada vehículo como solado. 

Todos quedan en sus lugares, preparados para morir. 

-Es una orden del cuartel de operaciones. - 

Es un anuncio para los dos líderes por su lado. 

Sumando la ventisca más violenta hasta este día con un soplido despiadado. 

El soldado encargado de la comunicación comparte su propio mensaje. 

El gato escucha el susurro del ave con una mascarilla para ocultar las astillas y destrozado pico. 

-“La tormenta ha crecido fuera de lo esperado, se ordena el cese al fuego por ambos flancos antes la posibilidad de perder equipo de forma infructífera”- 

 

 

Una oveja informa al perro con una radio entre las pezuñas. 

-El cuartel ordenó liquidar a todo enemigo que acamparan durante la tormenta, la operación de limpieza tardía continúa activa.-

El perro mueve la cabeza.

-¿La tormenta comenzó justo ahora?-

-En esa zona ya está activa, significa que pronto llegará a nuestro lado. - 

El subteniente le muestra la orilla del mapa. 

-Eso nos dejará en tierra de nadie, expuestos al clima y las criaturas salvajes. - 

-Debemos… Acampar en el valle.-

El perro voltea para observar el cielo. 

La maldición de ser él golpea abriendole los ojos a la realidad. 

A lo que estaba pasando realmente. 

Un mundo precioso en muchas formas. Hoy un cielo blanco y gris que le recibe con su indiferencia. 

Con firmeza busca la figura del gato morado. 

Este si le da la mirada. 

Encontrándose de nuevo con esta pregunta entre ambos. 

Seguir adelante y exponerse a una posible muerte o soportarlo. 

Soportar verse nuevamente en este desagradable final para todo lo que deseaban ser o tener. 

-Señor, ¿Porqué no avanzamos?-

El perro levanta una mano en alto para saludar al felino púrpura. 

La mirada del general contrario es sutil. Respondiendo con el mismo movimiento sin más emoción en los ojos afilados. 

El perro le admira hoy más que nunca, Theodore era una persona muy decidida y valiente. 

-Vamos a acampar en el valle, hasta que la tormenta pase. - 

Este eco llega a cada uno de los soldados de su lado. Es pólvora que estalla en silencio. 

Haciendo de los perros bolas de pelo erizadas y molestas. 

-Preparémonos, en ese terreno. - señala una zona apartada con un espacio abierto a causa de algún incendio que dejó de una finca solo pedazos de escombro ennegrecido.

No estaba cubierto ni de paredes más allá de la rodilla pero su espacio dejaba oportunidad de movimiento para los tanques y vehículos dirigidos a un perímetro cerrado alrededor de los restos de esa construcción. 

-Te quedaras mas tiempo conmigo, gatito. - sonríe al espía atado a su lado. 

El felino baja las orejas sin hacer más por evitar su cercanía en ese espacio. 

Era mejor mantenerlo cerca y vigilado, no podía permitir que alguno de los lagartos o perros de su compañía se atrevieran a dañarlo ya habiendo anunciado al gato púrpura que lo devolvería. 

Con un par de instrucciones el espacio es dividido por lado. 

La diferencia entre ambos bandos es marcada durante el día por el uniforme azul y verde. 

 

Aunque solo una cosa era lo que más era claro como una diferencia. 

-Tienen una mula.- 

El general gira lentamente la cabeza al escuchar a un cabo que recogía leña de los alrededores. acercándose con esa gran observación sobre el bando contrario. 

-Una mula… - mira al cielo. 

-¿Y si les cambia el gato por la mula?-

Voltea al escuchar a ese cabo temblar y preguntar tal cosa con el hocico cubierto de baba por el hambre. 

Quieren comerse a la mula. 

El gato en cuestión, atrapado por una cuerda que lo mantiene de pie a un lado del general, levanta y baja las orejas intentando mostrar emociones pero esa cola esponjada le delata al bajar muy nervioso.

Había visto demasiado de este lado. Al estar siguiendolos les descubrió cada uno de sus secretos y advirtió a su lado sobre ellos, aun así los veía aquí en vez de alejarse como les pedía. 

Estos tipos comieron a otros soldados de su propio lado. Cometieron canibalismo, no una o dos veces. 

Ya llevaban tres meses consumiendo cuerpos. Por ello consiguió mezclarse con los uniformes, pero le dieron uno de su propio lado. 

Es obvio como lo consiguieron. 

Que ahora le pongan al nivel de la mula le deja saber peor por esra situación más claramente. 

El general gruñe. 

-Hay un pantano en el valle. Usen las redes de transporte para atrapar algo bueno.- sonríe dirigiéndose a un soldado que pasaba con su propia carga de leña. - Quizás cenemos con tu hermana. - 

El cocodrilo detiene el paso y responde, muy a su pesar. 

-Si, que divertido es. - enuncia sin ánimos. 

El gato presente baja la cabeza demasiado tenso para reírse de las fastidiadas caras de todos. 

Es impresionante cuan estúpidos podían verse los perros y cocodrilos desde otro ángulo. 

O ese elefante al fondo dando instrucciones a cada soldado mientras tropieza por su enorme tamaño con cada golpe que se da con las amad de los árboles. Comienza a sospechar que necesitaba lentes y los habrá perdido en el camino a este día.

-Camina. - 

Mira al general antes de dar un paso para seguir al perro que lo lleva de un lado a otro con esa cuerda en sus manos. No lo aprecian. 

No debe alejarse del general. 

Lo odian. 

Puede verlo en cada mirada que encuentra. Lo desprecian. 

Lo quieren muerto. 

Quieren que todo lo que sabe muera con él. 

 

 

 

 

Al cielo le gusta jugar con los seres vivos. 

 

 

 

 

El líder del otro lado observa con unos binoculares la tormenta venidera. El espesor de la nube a unos veinte minutos de distancia y la forma de doblarse de los árboles con los vientos que pronto llegarán a ellos. 

Suspira entregando los binoculares al teniente. 

-Me lleva el carajo. - declara este con una mano sobre la cabeza.

Theodore baja del techo del vehículo con un solo paso a la orilla del campo. En el suelo puede ver a varios de sus hombres preparando las fogatas a buen ritmo. Pero un buen ritmo no era lo mejor a comparación de los seiscientos tipos que con menos ya han levantado un campamento mientras por su lado apenas juntó el combustible para calentarse durante la tormenta. 

Debería sentir que es por la ventaja de las ruinas pero ellos mismos estaban entre casas de pie y aun así les estaba costando levantar la seguridad para todos. 

El perro les dejó el mejor terreno pero todavía estaba en problemas. 

Decide hacer algo menos agradable para esto. 

-Los seis y nueve, vengan. - odena al tener que seguir con esto y ahora con el tiempo en contra. 

Un grupo se divide para reunirse con él en los vehículos. 

-Vamos a sacrificar algo para esto. - les avisa. 

El cabo encargado de la mula levanta una rama para cubrirla. 

 

-Mire señor. - 

Justo cuando estaban discutiendo si usar gasolina o alguna otra herramienta al estar demasiado húmeda la madera, lo llaman. 

-Ellos hicieron una bolsita.- 

Gira la cabeza al escuchar eso. 

A sus ojos se revela una lona extendida entre los árboles como una costura de bolso. 

-Si esta muy bien, ve y dile a tu mamá.- 

El soldado baja las cejas al recibir esa respuesta. 

-Vamos a usar el aceite de los vehículos, por ahora drenen el agua para que no se congele. 

-Señor ¿Y si tenemos que usarlos de sorpresa?-

El gato mira a un lado. Escucha todo y eso les comenzaba a hartar. 

-No será así.- inhala profundo.-Ahora comparte la orden.- sujeta la madera por un lado para frotarla tres veces contra el tanque. 

Pronto las chispas suben frente a todos. 

-Utilicen la cera contaminada como combustible, no intenten mas estupideces.- tira a las manos del soldado ese madero encendido. 

El cabo le atrapa sin apartar la mirada del general en retirada. 

Debajo de su gabardina la cola se mueve con esto tatuado en sus retinas como algo inesperado y sorpresivo. - toma los restos de cera en los tanques con trapos viejos de los restos de estas ruinas, encendido la gran fogata al centro del campamento. 

 

Estuvieron recolectando raíces o ranas y otros tipos de peces. 

 

Llegó la gran ventisca con un viento tan fuerte como para atravesar la ropa y la piel con solo un soplido. 

El fuego se sacude y resiste. 

Todos vienen para refugiarse en estas ruinas. 

El general observa a su ejército apaciguado entre las tareas restantes como limpiar los ingredientes y cocinarlos. Otra parte se mantiene atenta al fuego y lo alimenta con restos de las ruinas y leña cortada por un grupo aparte. 

Por último el grupo de vigía se apiña entre los transportes con las bebidas calientes humeando desde el interior de las tasas metálicas traídas por algún cabo. 

El perro inhala y exhala satisfecho con el movimiento de todos. 

-¿Alguna señal?- pregunta al soldado con la radio en su poder. 

Este gira la rueda de señales por última vez. 

-Estamos incomunicados.- mira al general esperando alguna orden o dirección. 

-Perfecto. Ve por comida y vuelve al tanque, no permitas que ninguna orden pase de largo, lo que sepas deberá ser comunicado inmediatamente.-

El soldado asiente. 

-Señor. - abre la boca antes de irse. -¿No sería mejor que me quedara junto a usted?-

El perro observa a este pollo por unos minutos muy tensos. 

El soldado comprende al notar esa frialdad. 

-Perdóneme.- corre sin volver a mirar atrás. 

El perro devuelve su mirada al interior de sus notas, ahora es claro que estaban desconectados pero la tormenta los atrapó en el valle con este grupo enemigo. 

Comprende algo de ello. Es muy claro ahora ya estaba en el lugar y la situación se desarrolló como debía ser. 

-Tú no estabas planeando dejarnos vivir.-

Mira sus notas y el mapa. 

 

 

 

 

 

Cuando la sangre llenaba sus oídos y las botas se hundían en restos de una persona muerta bajo las llantas de un tanque enemigo. 

La sangre salpicaba y sus ojos solo discernir a sus aliados por las orillas desconocidas de los hombres que deberían llevar borlas de metal para recargar el artillero de ser necesario un soporte humano. 

Entre las sombras del fuego y la muerte replegandose a varios cientos de metros en retirada. 

Notando a su paso la presión de una mano en su tobillo, dado por un agonizante borrego apenas capaz de levantar la cabeza corroída por el veneno en el aire. 

No está aquí para el rescate de nadie. 

Su arma baja y dispara a la cabeza de su aliado irreconocible. 

Sigue adelante por enfrente con dos compañeros a los flancos.

Levanta el puño y baja con ellos. Rueda usando el cadáver de otro aliado para cubrirse dentro de un charco de lodo rojo. 

Escucha a sus compañeros cubrirse de igual forma.

Inmediatamente una figura delgada aparece con ese aparato tan parecido a un lanzallamas en sus brazos. No es el traje usual de un fumigador, eso no serviría en un campo de batalla. Es un trajhe completo de color nego ya cunbierto de tierra y sangre. 

El gas venenoso cae como un torrente por esas manos al estar en constante contacto con este. 

Es ver una figura de cera diluirse con la luz del sol filtrada entre las nubes de veneno. 

Este pisa el cadáver sobre su cuerpo. 

Es la forma correcta de atraparlo por la pierna. Escuchando como el disparo viene de su compañero por un lado. 

El veneno es disparado a pesar de tener una herida en el pecho, cayendo al suelo de espaldas apunta a los tres sin dudarlo. 

Desde el suelo le tira de la pierna sacándo se la máscara del rostro sin respirar. Muerden.

No gastan las balas al tenerlo tan cerca. 

Muerden al enemigo tirando de la carne sin dudarlo. 

Los gritos del enemigo suben desde la máscara. 

El perro le saca la máscara sin morder su garganta. 

Dejando que los gritos atraviesen la estela de humo. 

Retroceden al necesitar respirar. Colocándose de vuelta la máscara en una carrera en retirada. 

El objetivo, recolectar muestras de ese gas, se logró. 

Llevando la máquina con ellos. 

 

 

 

 

Esa misión no era agradable de recordar. 

Pero le traía una extraña paz.

Morder es difícil cuando se causa dolor pero era más que placentero el proceso. 

¿Por qué tiene que recordar eso justamente ahora? 

Quizás porque puede ver a uno de esos uniformados en la intemperie, mostrando por un momento el interior de ese campamento en tregua. 

El fuego no se veía demasiado útil para el número de soldados de ese lado. 

Tiene un par de historias de este tipo con ellos, con otros. 

Con estos enemigos sus afrentas han sido en exceso cercanas. 

El gato púrpura fue quién perdió a un aliado comido vivo por perros. 

Él tenía razones para odiarlos. Todos tenían razones para odiarse. 

 

El ángel de la muerte. 

Apodaban a ese gato de esa forma por una razón. 

Es claro que hasta el último momento era fiel a su seudónimo. 

Quién era en el campo de batalla. 

El verse en esta situación vivida. El trato. 

Ese maldito trato. 

Su cabeza rueda devuelta a ello. 

A esta tormenta. 

El trato seguramente era bueno. Para ellos. 

El general no era el mejor tipo de persona del mundo. Definitivamente hubiera aceptado ese trato a la primera.

Definitivamente el gato sería de su gusto. 

-Carajo. - murmura volviendo a sentir asco.

Lo que importa no es lo que pudo suceder sino que el gato tenía bien planeado que esto ocurriera después. 

Sea como sea que se desarrollaran, mientras el general aceptara pasar por aquí, pensando que al humillarlo habría domesticado el autoestima del ángel, sus muertes serían inmediatas. 

Lograrian tener al enemigo en este valle, arrogante, sucio y seguro de su estado. 

Atraparian al perverso y lo liquidarian en su arrogancia. 

Era un gran movimiento. 

Ahora es claro. El gato no había aparecido para pedir un trato sino para una trampa dirigida a liquidar en un movimiento a todos. 

Él cayó. 

Están aquí. Están en el valle. 

Mas no veía esas nubes de veneno elevarse ni muertes suscitando a su espalda. 

Algo estaba mal o él estaba sospechando demasiado del joven de la fiesta. 

… 

 

¿De verdad era el mismo? ¿No es ahora un recuerdo arruinado por caer en la tentación? 

¿Habrá decepcionado a Theodore al aceptar el trato? 

-¿Por qué tuve que aceptar?- murmura arrepintiéndose de sus acciones. 

 

Solo ve fuego negro y la falta de cualqueir modo de calentamiento aparte en ese campamento. 

-¿Qué clase de líder es él?- pregunta al felino atado a su lado. 

Este no responde ni hace amago por ello. 

El perro mueve las orejas. 

-Debe ser malo, te envío a morir. - 

El gato frunce el ceño. 

-¿Con cuántos podrías estar antes de morir?-

El gato mueve la cabeza sin responder al arrugar la nariz. 

-Yo sería el primero, después pasarás por los de los transportes y cuando terminen te llevaremos con todos.- camina sin darle oportunidad de enderezarse.

El gato baja las orejas y sin control se agarra al suelo con los pies clavados en la tierra. 

-No tengas miedo, dejaremos que te vean para que sepan que estás bien. - le aclara el perro tirando de la cuerda. 

-No… - patea para liberarse. 

-Si no quieres, habla.-  

El gato mueve la cabeza gruñendo. 

El perro entonces comienza el camino más decidido al tomar su cuello. 

Este gato gruñe, levantándose su pelaje al ser visto por todos a donde lo llevaban. 

Su cuerpo completo es sacudido por el desagrado al sentirse observado por cada uno de los miembros de este grupo. Tomando cada vez más en cuenta su número. 

El número. 

Todos. 

Su pelea aumenta al sentirse superado por esas miradas. Por las figuras que no se repiten y cambian. 

Risas. 

Se ríen. 

Como hienas. 

Al mirar al camino se sacude al ver un vehículo sucio y desagradable, el destino al que lo arrastra este tipo que parecía decente. 

Las risas paran, solo es silencio. Espera. 

Abre el transporte para meterlo dentro. 

-¡VETE AL CARAJO!- grita dentro al caer sobre un montón de trapos. 

-Ya deja de gritar, los vas asustar.- le reclama al perro de pie la entrada del transporte. 

Todo el ambiente dentro es cálido. Es un día soleado gracias a las lámparas de brea. 

En este espacio su adrenalina baja de golpe con lo que encuentra. 

-Ya lo viste, dime ¿Que clase de persona es tu líder?-

 El gato mira al general y a este espacio. Dejando caer ese miedo que crecía a cada paso. 

Hay cachorros. No solo de perro o pollos, también hay gatos y jabalíes. Todos estos apenas comienzan a caminar a cuatro patas. Mirando al gato como si fuera un objeto extraño y gritón.

Este retrocede como puede al venir estos bebés a revisar sus bolsillos. Como si estuvieran acostumbrados que de entrar un adulto, fuera solo a mimarlos. 

Todos parecen demasiado tranquilos para ser secuestrados. 

-¿Que clase de persona es tu líder?- vuelve a preguntar desde la puerta del transporte. 

Conoce algo del gato pero no va más allá de quién era en esa fiesta. De el joven con un timbre de voz tan ronco o de sus dedos cubiertos por tinta de libros recién impresos. 

-¿Les haría daño a ellos?-

El gato baja las orejas con este calor llenando su cuerpo a pesar de no desearlo. De odiar a este perro loco y a todo este ejército de caníbales. 

-Tenían niños… - murmura entendiendo algo de esto. 

La desesperación de este general por volver. Tanto como para llevar al canibalismo a su tropa antes que permitirles sucumbir al hambre. 

-Quisiera decir que no entiendo la razón por la que se reproducen en una guerra pero ya perdí el derecho a criticar. - le aclara el perro.-Dime qué clase de persona es tu líder.-

 

¿Quién es el ángel del campo? 

 

El gato baja los hombros al sentir las manos de uno de estos bebés sobre su rostro al ser trepado por este como un juego. No estaban sucios ni heridos, no había marcas de maltrato, no tenían miedo a ellos. Están bien alimentados y cuidados. 

No por lo que el resto come sino por el alimento seco entre semillas y paté seco de frutas en las canastas colgadas. 

Su cuerpo se vuelve pesado al comprender más de esto. 

Eran perros, cerdos, jabalíes y elefantes con algunas aves y lagartos. Tienen el olfato demasiado fuerte. 

Era imposible que no supieran de estas provisiones, de esto que podrían robar. 

Mas no lo hicieron. 

Sin quejas ni tratos por la espalda. En secreto, un secreto para todos. 

Retirándose en parejas que pensó eran intercambios banales, eran las familias. 

Han aguantado el hambre, la sed y el dolor sin siquiera intentar dañar a los niños del transporte o solo murmurar sobre la comida que se oculta con ellos. No fue hasta que fue traído al transporte más oscuro y desagradable al ojo que descubrió esto. Que puede ver aquello que resguardan con tanto recelo. 

Descubriendo justo ahora, para su enorme pesar y horror, que de su lado estaban los monstruos que han ordenado todas estas muertes. 

Quienes quemaron este pueblo. 

Que destruyeron toda la paz posible con su crueldad. 

Que la ilusión de justicia por el primer ataque era la mayor mentira. 

Una fábrica quemada no debería ser excusa para esta guerra. 

Rindiendose a responder tan solo esa pregunta. 

-El no atacará si sabe de ellos. - murmuró bajando la cabeza con uno de estos cachorros entre sus brazos.

El perrito de color rosa muerde sin dientes su nariz, dejando que el frío en su cuerpo le abandone. 

-Así que no lo haría.- mira a este gato ya derrumbado por los cachorros.-Él prometió que no dispararía.-

-Entonces debe ser verdad, cuando sepa de ellos

El perro abre el hocico antes de permitirle terminar. 

-Entonces será mejor guardar el secreto.- bufa sonriendo. - Haber si es sincero. - 

El gato baja las orejas con esta declaración. 

-Debe decir-

-Él prometió no disparar.- 

-No.-

-Solo quiero ver quién es él. - 

Sujeta al felino para sacarlo del lugar devuelto al frío. 

Afuera es más claro ahora. 

No estaban emocionados, estaban apresurados por detener al general. Para proteger el secreto del espía. 

Su cabeza baja al comprenderlo. No lo dejaran vivo de sospechar una traición. 

-No debe pasarle nada a este tipo. - le advierte al jabalí.-No lo dejes solo. - remarca al soldado. 

-Claro, yo lo cuido.- 

El felino baja las orejas al ver a este tipo una vez se quedaron solos. 

Este le mira directamente. 

-A pelar cebolla. - le entrega una caja con cebollas llenas de tierra. -Ten tu excalibur.- entrega el cuchillo que usaría. 

El gato frunce la cara con esa navaja para papas del tamaño de su uña. 

-Dale, que seguro lo prefieres a que te agarren de reina.- toma asiento frente a la olla donde tira las verduras que encontró en un huerto olvidado. 

El gato frunce el ceño mirando la cebolla, toma una con las cejas bajas. 

-Nunca lo hemos hecho.-

El gato mira de soslayo al jabalí. 

-Nunca le hicimos eso a nadie… Aunque el general jode con eso, nunca a pasado nada de eso.-

-Incluso si pasara lo cubriría. - 

-Soy mujer, ¿Crees que estaría aquí si eso pasara?- 

El gato mantiene la cabeza baja. 

-No quiero que te vayas de asqui contandole a todos los tuyos que somos monstruos canibales y violadores, no idiota. - gruñe.-Esos son los tuyos.-

El gato cierra la boca con los colmillos expuestos. 

-Mentira.- 

-Incluso si fuera verdad, los cubririas.- 

Sus palabras son devueltas causándole un retortijón completo. 

Guarda silencio. No porque no se pueda defender sino por el hecho de ser demasiado peligroso abrir la boca. Si estos tipos se enteraran de la enfermedad sería el fin de todos los enfermos. 

El enemigo tira la cebolla limpia al trasto. 

-No lo haría. -lo dice decidido a ello. 

El general se encargó de las venas contaminadas pero decir eso en voz alta era irresponsable. 

 

 

Si tan solo supiera que ese afamado general caníbal ya va de camino al campamento enemigo con un grupo de soldados a los que y obligó a cargar parte de esa comida recolectada a ese campamento enemigo. 

Estos diecisiete no vienen desarmados. Cargan un rifle cada uno en la espalda pero sus manos estaban sosteniendo un paquete con parte de lo que recolectaron. 

-Sigo pensando que esto no es justo.- murmura uno de estos con la mirada sobre una papa grande que ruega por ser hervida y convertida en una deliciosa porción de puré de papas con pollo frito y salsa gravy encima. 

Su boca comienza a salivar con la ilusión de una rica porción de dichos alimentos humeando en una mesa. 

Lo que sea. 

Papa hervida, papa frita, papa con queso, papa en caldo, papa en guiso picante o un espeso estofado de res al horno. 

-¡Puta , me estás ensuciando!- reclama el segundo soldado al sentir la baba de ese perro sobre su mano.

El perro traga pesado al reírse con los hilos de saliva colgando de su hocico antes de limpiarse. 

Mira adelante con el antebrazo de camino a su rostro. 

Dice adiós a su orgullo y dignidad. 

Más de cuarenta gatos del bando enemigo estaban parados frente a ellos mirándolo babeando la verdura que se suponía ser parte de la tregua. 

Y no solo su general sino dos, dos líderes le observan con diferentes expresiones.

Claro que el suyo parece ser más su enemigo hoy con esa mano en el arma que parece estar deseoso de descargar contra él por avergonzar todo su movimiento. 

-Da un poco de lástima. - 

Su cuerpo entero, así como toda su dignidad, sufrieron un puñetazo al escuchar a una chica murmurar eso entre los enemigos. 

Chocando su mirada por error con un gato cerca de ellos. 

Con el teniente de rostro cubierto y esa mirada indiferente.  

Si tan solo se riera el gato cubierto y no él mismo por los nervios , eso rescataría su vida pero solo ve a este bajar las orejas ofendido y asqueado al retirarse con una mano en el rostro. 

-Cambiare esas.- informa el general de su lado mientras él solo es una tabla sin vida en este frío campo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer

Chapter 3

Notes:

Hola.
Corto es corto.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Ocho cajas de comida son llevadas al interior del campamento por el grupo de dieciséis enemigos en esta tensión tan fuerte. 

Mirando con cuidado los dieciséis a este gran grupo que los rodea con una distancia entendible desde la gran fogata del centro. Ahorrandose los comentarios extras aunque les tenía en problemas después de ver a más de una de estas figuras a contraluz como era en el campo de batalla. 

Solo faltaban las nubes de gas venenoso. 

Entre ellos el mutismo se extiende al parar frente a los vehículos. 

-Necesito hablar con usted, General Grambel.- 

El grupo de gatos se eriza sin abrir la boca, observa con disimulo al general, esperando aquello que podría estar por suceder. 

El grupo que acompañaba al perro se ve mucho más descarado al mirarlos directamente, como si fueran una carnaza frente a sus hocicos. 

-Bien, vamos adentro. - responde el gato sin cambiar de expresión. 

Los dieciséis ocultan su pánico al quedarse en sus lugares en fila. 

-Tengo calor. - murmura uno de ellos. 

Al mirarlo solo era posible ver la cara helada de un malamute sin más que indiferencia para el mundo con un hocico cuadrado y ligeramente abierto para exhalar una cantidad excesiva de ahora. 

-Bueno, para los tuyos las pelotas congeladas son la regla. - 

-Agachate y prueba si están heladas.- le gruñe el perro sin mirarlo. 

-Ya cállense. - ordena al perro que aún se limpia la mano para sacarse la baba del perro de fordsshire. 

-La verdad es que yo si tengo frío.- murmuró el culpable con un estremecimiento de hombros.-Ya me quiero ir.-mira la casa de camṕaña donde los dos generales entraron en solitario.-¿Se enoja si me voy?- mira a sus compañeros. 

Ellos le hicieron una cara comparable a acabar de recibir el insulto más grande contra sus madres. 

-Solo quédate quieto y cierra el hocico. - le ordena el muy histérico Russell.-Concientizate de donde estás .- 

El joven can mueve las orejas y baja la cabeza rindiéndose a la situación y al frío en su cuerpo. Suspira mirando al suelo. 

-Ya lo notaste. - farfulla.

El otro le mira con las cejas bajas. 

-¿Qué cosa?-

 El fordsshire sonríe con los dientes expuestos al descubrir esto de su compañero. 

-Nada, solo que tengo frío.- sacude los hombros ahora mirando a los soldados alrededor. 

Al olor metálico que se filtra de sus narices y bocas. 

 

 

 

 

 

 

Dentro de la casa de campaña esos dos desearían estar besándose hasta deshacer toda línea que les separa pero no es así. 

No pueden atravesar esa línea ahora. Es un muro demasiado grande para pensar siquiera en romperlo

No en el campo. 

No cuando de frente están todos sus aliados y enemigos. 

-La tormenta fue inesperada. - señala el felino para romper el hielo. 

El perro levanta las orejas, suspirando al ver a Theodore de frente una vez más. 

-¿Ese era el plan?- pregunta observando las paredes de tela alrededor de las aperturas de esta casa derrumbada. 

-¿La tormenta?-

-El valle.- 

Theodore mueve las orejas al recargarse en la pared de madera que aún se conservaba. 

En silencio. 

En este silencio la confirmación está presente en el cruce de sus brazos, en esa bota golpeando el suelo al cruzar esas largas piernas.

Hobart sonríe al verlo tan tranquilo con lo que estaba confesando. 

-Si. Era para el otro.- murmura confesando con los hombros bajos.

El perro abre el hocico. 

-¿Entonces te lo estoy haciendo fácil o difícil?-

El gato mueve las orejas. 

-Es imposible. - susurra agotado. 

El perro mueve su cabeza al inclinarla de lado. 

-Es posible. - le corrige. - Estamos en un valle cerrado, tu equipo parece estar en buen estado y los números te dan la ventaja. - 

Theodore cierra los ojos con fuerza. Guarda el secreto, lo hace por la seguridad de su gente. Para mantenerlos a salvo.

-No. No atacaremos.- confía en el perro pero no en su bando, Hobart parece tener problemas para controlarlos según el espía, no sabía si debería arriesgarse. 

No lo haría, no pondría en peligro a sus hombres.

-¿Y por qué no lo harás?- le pregunta cerrando la distancia entre ellos a pesar de estar el gato a la defensiva en esa pared. 

El felino levanta las manos para detenerlo. 

-No… - murmura altivo. 

El perro ve esa expresión sufrida con un sentimiento nuevo. 

Es claro, Theodore no pensaba en esto como un encuentro formal.

-Quiero saber si nos atacaran a cuando nos crean distraídos.- 

-No. Ya dije que no.- suspira con ese perro frente a él. 

La reunión en ese hostal revive en sus memorias como un nuevo agregado a la deliciosa muestra de colores en su pasado, distrayendo y debilitando sus decisiones. Temblando sus puños al sentir el fuerte deseo de rodear ese cuello y caer, muy abajo. 

Su boca se cierra con fuerza al tener ese hocico sobre su pecho.

-Aquí no- murmura resistiéndose al empujar su rostro a un lado. 

El perro abre el hocico. 

-Eres bueno acechando, solo has eso.- le pide sujetando su cinturón.-No dejes que te escuchen. - 

El gato le sujeta por el brazo apretando la boca en una línea por la sensación ardiente que sube con gusto, delatando y debilitando sus piernas. 

-No hagas ruido, como antes, no dejes que te descubran.- le pide el perro buscando su rostro, lamiendo sus labios.

El felino recuerda al escuchar eso, bajando las orejas al ver ese día de nuevo. 

 

 

 

 

 

Las luces no son linternas ni antorchas. 

Es un cuerpo que se retuerce y grita, llora. 

La cabeza del perro se mantiene derecha con esa imagen frente a él.

Están ganando y hace frío. 

Hay alcohol en su mano pero no puede beberlo. 

No cuando ve a este enemigo quemándose en la hoguera con otros cuerpos, no está muerto, ellos si. 

Este pelotón fue liquidado y el último de ellos no será el afortunado que sea interrogado sino quien cayó en este juego. 

A pesar de la batalla su uniforme continúa intacto en mangas y piernas, las rodillas no han perdido hilos ni su pelo se ha quemado con las balas. Lo delata como un recluta recientemente incluido en el desastre de la guerra

Puede ver a este gato arder entre gritos. 

Puede escuchar a otro en la zanja bajo sus pies. Está herido, huele a sangre, lo escucha llorar frustrado. 

Ve al gato buscarlo, su única compañía, y verlo entre las llamas que le queman pero no lo delata, no dice dónde está. 

Hobart lo puede escuchar arrancarse el pelo y llorar. 

Si se moviera, lo escucharan y posiblemente quien le encuentre, lo quemara también. 

Sus ojos bajan pero no se mueve, debería disfrutar como el resto de quemar a uno de los enemigos venenosos pero no lo hace. ¿No lo odia?

No. No lo odia. 

Mira al fuego que es lento para liquidarlo por culpa de la humedad pero no lo ayuda, solo alarga aun mas esta tortura horrible. 

Hobart escucha a su general reir con el aliado que se unió a este flanco para desestabilizar el poder del enemigo de las toxinas.

Lo hace mirar al enemigo en el fuego, ahogándose y temblando. 

Y este deja de mirar a quien se esconde para encontrarse con sus ojos. 

Hobart inhala y todo pierde sentido. Solo con ver al enemigo llorar gotas de sangre apenas capaces de caer en ese infierno. 

Antes de pensarlo, ya disparó a la cabeza. 

Las risas y el canto paran de golpe con su actuar. 

Retrocede y levanta los brazos al guardar el arma. 

-¡Vuelvan a cantar, vamos a cantar! - grita al empinarse la bebida.- ¡¡Si no sabes cantar, callate!!- sujeta la bebida al girar para seguir un ritmo inexistente. 

Los murmullos se extienden entre los presentes. 

-El loco le disparó.-

-Pudo mejor apagarlo. - 

-Al menos servirá para algo más divertido. - 

 

En ese agujero de tierra el gato , sin título ni más poder que un cabo, observa los restos quemados de un aliado. Inerte, liberado del dolor. 

Escucha los pasos del enemigo sobre su escondite. Lo odia.

Hasta escuchar como este se agacha para recoger la botella que tiró. 

-Debes irte, sigue el túnel y vete, no pares hasta el río y no vuelvas. Vendrán más.- 

 

Theodore se consideraba inteligente al escucharlo, estupido al creerle. 

Afortunado por escapar. 

Un infeliz por salir de ese lugar solo con una bala en el hombro

 

 

-¿Sabías que era yo?- le pregunta el gato. Tomando su rostro con las garras expuestas. 

El perro mueve las orejas. 

-No, era imposible que lo supiera. - mira esos ojos con pesar. - Pero lo que estaba sucediendo era innecesario. Era inutil lastimarlo así cuando él no sabía nada y a su cadáver... Nada.-

Theodore entiende ese silencio incómodo. Suspirando al tomarle las mejillas. 

-Si fuera en un interrogatorio te parecería bien. - 

-Ya me han interrogado, estoy bien si me rompen los dedos o me cortan y queman.. Pero no eso. No puedo ver eso y sabía que a la persona escondida le harían algo peor.- su voz se apaga.-No tenía razón de suceder. - 

-Eres bueno. - 

El perro mueve la cabeza negando esa posibilidad. 

-No, soy estúpido. Soy muy estúpido.- suspira buscando la distancia con su cuerpo.-Deje escapar al ángel del campo, eres tú.- acaricia las manos sobre sus rostro.-En tus alas esta la sangre de mis compañeros y yo fui parte de las piezas que te hicieron ser el creador del mar de sangre. - 

-Hablas como si fuera por ti que soy como soy.- 

-Solo tú, gatito. Eres tan fuerte como para ganar pero sigues aquí, sigues peleando. - 

El gato cierra los ojos manteniendo el hocico apretado. 

Aquel perro interna el brazo entre sus piernas para jugar con su cuerpo, para calentar su sangre a pesar de todas las advertencias que Theodore había hecho hasta ahora. Temblando al mantenerse de pie. 

-Eres un idiota. - 

-Y tú una manís. - su voz cae profundo.-Estoy tan desesperado por ti, no me importaría morir si es así, ahora. - 

-No te haré daño¡Ahaa!- atrapa sus orejas para callarse. 

-Dime ¿A dónde quieres ir después de la guerra? - le pide el perro yendo más lejos con una mano que se pierde por la espalda del gato. 

El felino lleva la cabeza a su hombros, enterrando las garras en su espalda. 

-¿Por qué no paras?- pregunta subiendo sus garras por esos hombros hasta sus orejas, sus lindas orejas de algodón.-Para.- murmura con las rodillas tambaleándose. 

-¿Por qué lo haría? Esto te encanta, no tiene sentido que pare. - su voz baja al escuchar esa boca cerrarse con fuerza. - Aquí, es aquí. ¿Por qué no te dejas caer? Puedo sostenerte. - le avisa para que dejara de luchar contra la caída. 

El gato lleva los brazos alrededor de sus hombros, sus dudas lo hacen temblar antes de atreverse a derrumbarse lentamente en sus brazos. Suspirando al verse seguro, como si su peso no significara ningún cambio. 

Sin verse humillado como temía de permitirse confiar en él. 

El placer dentro de su cuerpo con este acto de confianza le llenan. Sujetándose a sus hombros, mira ese cuello, suspirando antes de atreverse a morderlo. 

El perro exhala con esos colmillos alrededor de su yugular. 

-Me emocionas, no debes hacer eso.- le advierte tirando de sus pantalones. 

El gato siente esa intención perdiéndose de todo temor a ser descubiertos al bajar sus manos para descubrir al perro con un tirón a ese uniforme. 

No hay lucha de ninguno de los lados, cayendo de golpe en la tentación. En el deseo que puede dejar de gritar de fondo. 

Deteniéndose ambos por un ruido que viene acercándose. 

-Vaya, esto será malo. - retrocede liberándose. 

El gato gruñe al sentirse de golpe abandonado. Sus ojos van a la puerta aun con los colmillos expuestos. Endereza el cuerpo aunque siente un mareo permanente en su cabeza. 

Todo en el felino es frustración. Ordenando a regañadientes su uniforme lo mejor que se podía en esta situación. 

-General, hay noticias. - avisa desde afuera un soldado de su lado. 

El perro inhala rindiéndose a este resultado. 

-Me retiro, habiendo discutido el tema que debíamos.- 

El felino muerde su lengua antes de responder. 

-No habrá ataques ni traiciones, ¿No es así, general?- pronuncia ese título entre dientes. 

-No. Mientras no se nos traicione, no.- mira a la salida. Vuelve a fijarse en Thedore con una pregunta en sus ojos. 

-Si, es seguro. - le aclara sobre el soldado en el exterior. 

Entonces el perro levanta las comisuras de la boca con una gran sonrisa, aturdiendo al felino que hace demasiado no veía esa sonrisa alegre. 

-Cuando cenes, puedes ir a ver a los cachorros de nuestro lado. - toma la cortina para salir de la casa de campaña. 

El felino abre la boca al entenderlo. 

-Es mentira. - exclama. 

El perro no le responde, limitándose a dirigir a sus soldados fuera del campamento sin más preámbulos. 

-¡Debe ser una mentira, nadie es tan estupido!- el espejo mental le golpea la cara con su propio ejemṕloo, con el riesgo que a corrido y las consecuencias que podrían haber. Solo porque este lazo, este deseo, ganó a toda la lógica y lo correcto. 

Llevando las garras a sus costados para cerrar y abrir los puños lleno de frustración. 

-Es… Un loco, inconsciente.- aprieta los puños. 

Este tipo acaba de darle un gran peso con esta información, con aquello que era demasiado importante para simplemente atacar. No planeaba atacarlos, no lo haría. 

Vuelve a la casa de campaña. Aunque mejor lo piensa y lo mantiene fuera para que no se note nada por ahora. 

–Habla. - pide a su segundo. 

El teniente no puede esperar para compartir la noticia que debía discutir. 

-Señor, es como lo planeo. Ya vienen, están a un día de nosotros.- 

Theodore baja y sube las orejas para contener estas emociones. 

-Nos cazaban con ayuda del cuartel. - murmura con esta verdad por enfrente

Llevaban en movimiento ya dos meses pero el mismo cuartel les empujaba al encuentro con este batallón. Algo dejó de tener sentido al escuchar más de una vez la orden que en coincidencia les llevaba a encuentros con el tercer ejército en el campo. 

Eran aliados del lado del perro pero no acaban juntos sino en tregua, una tregua que los conducía a acabar con el bando que pelea por sí solo gracias a las armas de sus fábricas y su avance tecnológico en desarrollo. 

-Preparen todo para el encuentro. - sus garras se aferran entre sí por la espalda.-Caten las provisiones entregadas y de ser comestibles, preparan algo grande. - 

-Da por hecho que la comida está en buenas condiciones.- reconoce el teniente, sus vendas no ocultan su curiosidad apagada pero presente como los restos de una mirada herida por el tiempo en el campo. 

-Es confiable. - reduce la respuesta para el teniente. Sus ojos van a ese ojo expuesto. 

El teniente mueve las cejas pero se mantiene serio, respondiendo a su mirada con la misma seriedad. 

-¿Ya bebiste tu dosis?-

-Si, estoy medicado perfectamente. - sonríe mirando al techo para relajar sus venas saltadas por el estrés. 

-Espléndido, ve a descansar cuando termines.- 

-¿Descansar? No. - mueve las orejas al negarse. 

-Necesito a alguien que vigile el perímetro, no eres tú con un ataque nervioso. Ve a dormir después de dar mis órdenes y en la noche me cubrirás. - 

 

 

 

En la carne de la sopa hay sopa. 

-Esta muy liquido.-

-Es sopa, come y cállate. - le gruñe el cocinero al servir. 

El soldado retrocede y gruñe mirando al cocinero con mucho rencor. 

 El fuego comienza a debilitarse, tienen que avivar las llamas con leña seca. 

Un cabo se levantaba para cumplir con ello, deteniéndose al ver un madero ser lanzado por alguien más. 

Mira a esa dirección descubriendo al general. 

Hobart mira el fuego elevarse, retirándose al terminar su comida. Pasa entre los soldados. 

-Mantenlo vigilado. - le recuerda a la encargada de vigilar al gato.

El felino parece notar algo, mirando de lado antes de volver a concentrarse en la sopa que le dieron. 

a unos metros el elefante observa preocupado. 

Ver a su compañera con ese enemigo le preocupaba. Tanto por ella como por el riesgo de que lo muerda y ese perro la castigue por dañar un cargamento valioso. 

 

 

En la tienda el perro ya tomó un montículo de tierra para acostarse con la cabeza sobre su sombrero viejo. Mirando el techo lleno de agujeros de bala y esa sombra del fuego a través de estos. 

-Esta sopa sabe a sopa. - murmura ya lejos de los cocineros y donde podía quejarse. - Debemos conseguir especias, no soportare un dia mas comiendo cocina inglesa, dios.- sus colmillos resaltan al reírse irónico. 

De pronto una araña grande le cae encima. 

Odia las arañas. 

Levanta la cabeza para ver ese rostro afilado de frente. 

-Hola. - saluda al gato con las cejas bajas. 

-Que rápido viniste ¿Te gustaron las verduras?-

-Eran maduras. - murmura con esa misma expresión. 

Hobart sonríe al sentir las rodillas del gato a cada lado de sus costados. 

-¿Estás enojado por lo que te tuve que contar?-

Thedore mueve la cabeza y las orejas frustrado. 

-Carajo, si. Estoy enojado contigo, ¿Porque debo enterarme ahora de eso?- su presión sube causando un visible enfado entre sus cejas. 

-Si, no podía decirle de buenas a primeras nada sobre eso.- su voz baja al recorrer con las manos esas piernas tan largas desde afuera, internado los pulgares en el interior, llevando esa presión arriba. Escucha un sonido parecido a un resoplido por parte de Theodore.-¿Quieres conocerlos? Hay un gatito entre ellos. - 

El gato lleva las garras al cinturón del perro. 

-Prefiero hacer los míos.- murmuró tirando de esta prenda para abrirla entre temblores. 

El perro le observó, sonriendo a medias al escuchar el susurro del gato al descubrir que estaba tan emocionado como era posible. 

-¿Por qué estoy haciendo esto?- farfulla el gato al pensar tan solo por un segundo en todo lo vergonzoso de esta situación.

El perro lleva una mano a sus garras. 

-Porque soy tuyo, creo yo.- 

El gato baja las orejas al escucharlo, rompiendo con esta distancia para tomar su rostro, uniendo sus labios nuevamente.

Hobart aprovecha su emoción para probar su boca con un arrebato directo, buscando entrar al fondo. Tocarlo y hundirse, jugando ambos en este intercambio húmedo. 

El gato baja las manos para bajar su propia ropa, temblando con los ojos fuertemente cerrados al unirse los dos, en esta posición tan expuesta. 

Hobart lo conduce y toma su cadera para guiarlo. Escuchando como esa voz se libera, enternecido y liberando un sentimiento sobrecogedor. 

Doloroso por su pérdida. 

-Oh, no… - murmuró mirando el suelo junto a la cabeza de Hobart.-Es raro, es muy raro. - 

-Solo muévete, como tú quieras.- le tranquiliza llevando las manos a su cintura. - Vamos, es lento al inicio. Sube… Baja, y pronto te sentirás bien. - 

Con la cara roja mueve el cuerpo sobresaltandose por la sensación del frote, de la invasión entrando y rozando una pared que no pensaba que fuera tan sensible. 

Poco a poco su confianza crece, moviéndose con más presteza. 

Lo busca, lo desea. 

Cada vez es más difícil subir, solo cae, siente como esto entra más fuerte y profundo. 

Buscando justamente eso por la presión, viéndose sobre él con la cabeza inclinada 

Hobart no es un buen público, no cuando él mismo estaba hundiéndose en este calor, donde sólo puede ver esta figura retorcerse de placer y estremecerse, no cuando estaban juntos. 

Atreviéndose a ir por su intimidad, torturando la erección en su mano junto a las dos bolas de algodón que amasó sin detener su mano, enderezandose para buscar su boca. 

Theodore queda a medias al ser asaltado de golpe a pesar de su lugar, abriendo la boca por la entrada de esa lengua con el gusto en ello bastante alto. Lleva los brazos a sus hombros. 

La presión desde abajo le eleva por un segundo. 

-Espera… - suspira volviendo al beso al moverse de nuevo.

Una vez más es de ambos, es una danza vulgar muy íntima. Chocando sus deseos en un solo resultado, en unirse y sentirse al límite. 

No está seguro de lo que es, no cuando solo puede pensar en cuánto le gusta el golpe dentro de sus entrañas y como es presionada esa pared a cada impacto, llenándose su interior. 

Gruñe al liberarse en sus manos, sin moverse para recuperarse aunque no puede tomar un respiro cuando aún es azotado desde abajo. Sujetándose de nuevo para iniciar con más sed, ya no puede contenerse ni cerrar la boca donde juegan ambos hasta manchar el mentón de ambos con la saliva resultante en el contacto. 

La boca del perro baja por su cuello, el gato aprovecha para respirar entre suspiros. 

Sus colmillos se presionan al sentir esa lengua en su pecho, escarbando entre su pelaje para encontrar algo a lo que atormentar con los colmillos. 

Sus orejas bajan y suben, llevando una garra a su rostro para elevarlo.

Chocando sus miradas en este lapso donde la duda está presente. 

El pedido es silencioso más es también obvio con esa mirada apacible en el perro 

El gato presiona los labios juntos antes de rendirse a este avance inesperado. 

Sus colmillos son descubiertos al bajar las orejas con la primera lamida a su pecho. 

Suspira dando por hecho que era una pérdida de tiempo, suspirando al volver el movimiento. 

Este que conoce y deseaba, el calor que crece desde adentro y golpea.

Exactamente eso es como va cambiando lo que parece un desperdicio a algo nuevo que comienza a afectar. 

Todo en su cuerpo se esponja por el nuevo nervio despertando. 

No es una sensación inmediatamente placentera, es tardado, es acompañado por el golpeteo a las paredes de su cuerpo que a cualquier roce entre ambos ahora le es combustible. 

Poco a poco descubre que el calor no viene solo de su piel o del golpe, es avivado por ese juego en su pecho tan plano. Gritando de sorpresa por una mordida. 

No es dolor, es la sorpresa de la presión y cómo le afecta por todo el cuerpo, descubriendo que es capaz de paralizarlo. Es el color revuelto en sus pupilas lo que le avisa de haber terminado nuevamente. 

Cerrando los brazos en torno al contrario por te golpe a su columna, suspirando jadeando sobre sus oídos. No solo por el tirón desde adentro o afuera. 

Es la voz del mismo Hobart lo que le hace caer al calor que lo inundó de golpe. 

Aferrandose de sorpresa al sentir como todo en su cuerpo se llena de este placer y su calor. 

Tardando unos minutos en salir de este silencioso letargo. Retrocediendo para verse de nuevo uno al otro. 

Esos cinco minutos en los que no podían ir a ningún lado eran muy preocupantes para ambos. 

Tanto para el perro con la cabeza hirviendo como para el gato que se siente atrapado y lleno, temblado con esas manos que no lo dejan en paz y siguen torturando su cuerpo, levantando una erección en estos momentos de calor, llevándolo a un final rápido junto con el calor en su interior. 

Cada minuto que no puede salir, continua y el gato lo disfruta perdido por el calor que marea su mente con cada roce que busca, suspirando al ver cada vez más manchas de su propia autoría en esa ropa profana y llena de muertes. 

Si Hobart lo matara ahora ¿Podría pelear o solo llegaría a otro culmen? ¿El más fuerte?

Hay algo mejor que el nudo que presiona sus parede y no le da descanso a lo que sea que esté ahí soportando todo ese calor y presión sin parar de enviar olas de placer por su cuerpo, a esas manos que no dejan ir su erección y se dedican a destruir su pudor tocándolo tan vulgares como atentas. 

Todo con esa voz rota y deliciosa murmurando su nombre sin tregua. 

Sin permitirle escapar. 

La demencia para lentamente, donde ambos pueden detenerse y quizás meditar sobre todo lo indecible que hicieron en esta hora. 

 

El gato coloca las garras en ese pecho, subiendo por el uniforme que ya ensucio con su semilla, con su olor mezclado con la toxina de todo su bando. Subiendo sus ojos de las etiquetas de rango a su rostro. 

-Estuvo bien.- Suspiró bajando la mira para tranquilizarse después de haberse escapado de su campamento, entrado a zona enemiga, pasado a los soldados y llegado a esta casa de campaña solo para esto.

Hobart es más directo y crudo. 

-Dios, gracias. Llevaba años pensando en esto. - admite el perro llevando ambas manos a su uniforme abierto. - Esto de aquí me ha llamado por dos malditos años.- lo subraya al presionar la poca carne en la zona para levantar ambos pectorales con un gusto innegable por su suavidad.

El gato lo abofeteó por reflejo. 

-Disculpa, eres un tanto insoportable.- es sincero. Ese acto le llenó de sombras y entre ellas estaba la rareza de ello. 

Hobart se soba el rostro. 

-Quítate la camisa, aún no terminamos. - 

-Yo si. - lo aparta para ponerse de pie. 

-¡No te vayas, aun no!- pide al atraparlo por el brazo. - Vuelve aquí, moriré después de la guerra. Quédate aquí conmigo, solo un poco más. - le pide esto sin soltarlo.-No tendremos más oportunidades, Theodore.-

El gato mira a la salida, la hora que calculaba por la luna entre los agujeros de la casa de campaña.

Sus fuerzas se rinden a regresar, permitiendo ser conducido a la lona donde descansaba el perro. 

Desde la cama sus cejas bajan. Escucha su voz y como le rearma el uniforme. 

-Si no quieres no lo volvere hacer pero quedate, solo quédate hasta que no nos quede más tiempo.- 

Theodore siente su cuerpo cubierto y esa figura arder como carbón encendido encima de él.

Sus cejas bajan más y se atreve a cometer la locura de descubrirse por sí solo bajo esa mirada aliviada. Volviendo Hobart a sus brazos con un suspiro compartido. 

-No vas a morir, exagerado. - le regaña por esa tontería. 

Hobart suspira, concentrándose en besar su cuello. 

-Cuando ya no estemos juntos, te extrañaré mucho Theodore. Te voy a extrañar tanto como duelen las balas. Te voy a extrañar, cada segundo que no estés conmigo. - 

-Basta con eso. - le reclama al sentirse debilitado, capaz de soltarse en lágrimas por estas palabras de amor, tan parecidas a una despedida. - Solo metelo, ya no hables si vas a sonar así.-

Su rostro se vuelve carmín al reconocer esta posición, sentirse familiar todo cuando sus rodillas suben para dar paso, elevando los hombros con la entrada mucho más fácil después de esa locura. 

Muy cerca, demasiado cerca. 

Puede verlo de frente por el largo de su torso, vuendose directamente al ser embestido lentamente, sin prisas. Chocando sus miradas al moverse también con un calma que comienza a ser asfixiada por la necesidad, por la prisa por ir más allá. 

No tienen tiempo, no tienen el lugar a su favor pero si esta ansia por seguir.

-No te despidas, no ahora. - pide el gato sujetando sus orejas para sostenerse entre resoplidos.-No hables como si no fuera a verte nunca más, no es justo.- su queja se acompaña por el quejido, por el lamento lleno de placer.-Quiero verte, mañana y pasado también. Te quiero, de verdad te quiero. - 

Hobart escucha, mas no calla. 

-Te necesito.-

-Anhelo estar contigo, quiero que seas feliz cuando estes conmigo.- 

Susurrando esta clase de palabras por el resto de la noche. 

 

 

 

 

Para los dos es algo desconocido, un intruso.

Demasiado concentrados para poder darse cuenta de un soldado fuera de la tienda de campaña , de sus manos ha caído una taza de aluminio que contenía una importante bebida cargada de granos de café que encontraron en las ruinas. 

-Dios, mío.- exclamó cubriéndose el rostro con la cara pálida.  

Retrocede, camina de espaldas hasta perder esa lona de la vista. 

Llegando a un bosque cercano donde recarga la cabeza y exhala. 

-Pero esto… Esto es concepción…inconsciente..insecto… inconmensurable… ¡No puede ser!- gira con los brazos arriba. - El general… - lleva las manos a la cabeza. -¡Dios!- exclama pálido. 

De pronto el mundo es diferente y su cabeza se llena de voces. 

-Dios, no, el general está sacrificando la despensa de frijoles por nosotros.- sacude los brazos y hombros al dar una vuelta. - Debe querernos mucho. - gira de nuevo en su propio eje, levantando las orejas para poder procesar lo que escucho y no vio pero era muy claro.-Nos quiere mucho, solo nos mira con desprecio y hastío pero nos quiere y dio todo por nosotros… ¡Aauuhh!- 

Si, allá. 

Dando vueltas para tranquilizarse. Pisa la nieve que se acumula y se detiene con piernas firmes y brazos extendidos. Igual que una mascota que ha decidido que quiere jugar. 

-Bien. Esto es secreto, es secreto. - levanta los brazos para sujetarse la cabeza en un ángulo de 45 grados. - Debe ser… - piensa para entender lo que sucede.-Ellos pidieron la reunión y lo citaron, se dio el portazo y ahora paga con el jo ciego el que no nos rocíe veneno. - 

Mira al campamento enemigo a lo lejos. 

-Y no huele a veneno…-vuelve a pensar, tanto como para hacer humear su cabeza. - No tiene sentido.- gira para mirar a ese lugar. - Todos están muriendo por tuberculosis y anemia , ¿Porque va a colaborar si deberíamos matarlos ahora?- piensa hasta sujetarse la cabeza. 

Llegando al resultado final y muy preciso para su cerebro. 

-No me meteré, olvídalo.- mira a un costado.

De frente ve a ese gato vendado. 

 

 

El teniente no venía aquí porque si. Algo le hacía sospechar. Un rastro que encontró en el bosque y al seguirlo le llevaba al campamento enemigo. Lo siguió esperando ver a un enemigo y así fue. 

Ahí estaba el baboso. Un gran perro baboso de ojos abiertos y brillantes en la noche, de cejas delicadas, hocico grueso y cuadrado. En verdad se veia tonto con sas orejas a los lados de la cabeza. Un perro de pelo corto vestido como un mueble de ropa al que le echaron todo lo que encontraron y juraron doblar algún día del año pasado. 

-Tu-

-¿Quieres que te coja?-

El gato eleva las cejas y su cuerpo da un respingo, como si agua le salpica el rostro de sorpresa. 

-Si te mueves un poco la ropa, se puede sin que te de frío.- continua con una cara seria.-Podemos coger en este árbol. - apunta una secuoya gigante. 

Su boca bajo las vendas se abre para mandarlo al demonio. 

-Solo piénsalo. - le ofrece el perro levantando las manos como si fuera a recibirlo en un abrazo.-Podríamos besarnos.- 

El gato mueve los hombros y su cola esponjada se sacude al erizarse. 

El perro voltea distraído con esa cola de pelo largo, atado en pequeñas trenzas que mantienen el pelo a ras. 

Alejándose sin responder aunque tenía muchas cosas que decir contra ese perro. 

-Mañana tambien te espero, me gusta tu cola y tu rabo también.- 

El gato se va más rápido. 

 

Ya solo , el perro no aguanta más el ridículo que ha estado ocultando con esa falsa seriedad. 

Rodando sobre la nieve al tirarse al suelo. 

-“¡Me gusta tu cara y tu rabo también!“ mierda, pero que imbecil… - sujeta sus orejas completamente horrorizado.

El gato asesino, el gato asesino se fue. 

Al hacer este movimiento pensando en sacrificarse como si generla, terminó por espantar al enemigo. 

 - Mamá, abuela, lo siento, lo siento mucho pero a este paso no va haber descendencia de mi lado. - lamena con la cabeza hirviendo . - ¡¿Cómo carajos espantas a un asesino, Caleb?!- gruñe frustrado. 

Una cosa era que las chicas del pueblo se le alejaran porque su personalidad era una estupidez pero un soldado, un soldado se espanto. ¡Un soldado!

 ¡En vez de coquetear, lo espanto! ¡A un tipo que tiene el gatillo del arma bien marcado en sus dos manos! 

Era el fin de su linaje. No pude conquistar ni a un asesino. 

 

 

 

 

 

 

 

 

-¿Entonces no escuchó la tormenta?-

El gato mira alrededor, después de ser descubierto de regreso y fingir que había salido para ver el lugar. Resultando en apenas enterarse que por la noche, que compartió con Hobart con mucho gusto, la caída de la nieve llegó casi a dos metros. 

Tuvo que atravesar hasta aquí pero este lugar, su campamento, no pudo recuperarse. 

El agua se estancó y el fuego es imposible de encender. 

-Mo podemos permitir que esto empeore. - sus ojos van a la carpa médica. 

Hobart parecía de confianza… ¿Cómo podría decirle lo que iba a pasar con los enemigos que les persiguen? 

-Debí hablar de eso con él.- mira al teniente. - Te lavaste las vendas.-

El gato mueve la cabeza negando. 

-Entre la comida venían vendas… ¿Cree que no debo usarlas?-

-No, está bien. - mira a ese campamento.-Enrealidad, es bueno que te vean con ellas.- sus ojos van a las figuras del grupo enemigo.-No son demasiado ineligentes.- 

 

 

 

 

Notes:

Ya saben, ritmo. Será ritmico.
Y ahora es lento y divertido.
Gracias por leer y comentar a quienes lo hicieron, me alegraron.

 

¿Qué tal el listo y el genio?

Chapter 4

Notes:

Hola, buenas noches.
Es un capítulo suave, una tostada, un intermedio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Contrario a lo esperado para alguien que pasó una noche haciendo el amor, no despierta de buenas ni da la bienvenida a la vida con la alegría que quisiera experimentar ahora mismo.

Su estado en la mañana es el de un maldito animal con la mira del rifle en la cabeza. Siguiendo el rastro de pisadas que no corresponden al felino que usaba botas de tacón y no estas plataformas de su propio ejército. 

Llegando al bosque donde es visible un montón de nieve sacudida y un centro donde algo se mueve y empuja la nieve a los lados. 

Esta ya se acumulo y seria dificil ver el rastro y aún así le es fácil ver que fue alguien de su propio lado. Volviendo su mirada a un árbol, uno señalado por los surcos. 

Sus pies entran en este rastro, moviéndose para apuntar con el cuerpo a ese lugar. Avanza directamente a donde parecía estar la mirada de este anónimo. 

Su nariz baja, olfatea el árbol y este espacio con cuidado. 

-Mierda. - sonríe reconociendo el aroma de las herramientas del enemigo.-¿Por qué los gatos son tan chismosos?- murmura esta queja con una sonrisa. 

Aún no es aquello que le hace inquieta. 

Algo estaba por suceder. 

Todo su pelaje lo avisa al erizarse en su cuello y espalda. 

Regresa al campamento, no va a seguir más de ese rastro. Es claro que alguien vino, y alguien sabe lo que sucedió con Grambel. No hay más por averiguar, solo actuar. 

Con la visibilidad reducida a un manto blanco después de los quince metros y su pelaje erizado como esponja. 

-¡¡Teniente!!- llama al elefante que apenas salía de su propia tienda.- ¡Ven a trabajar, hay algo que discutir!-

El elefante recién despertado inhala y sus ojos se humedecen apenas recibiendo su taza de café mañanera de parte de la jabalí. 

-Dile que se muera y descansa.-

-No dejaré a ese tipo solo con el control.- 

 

 

 

En la tienda de los enfermos es visible una bolsa con sangre en el interior, conectada al brazo de un soldado. Un joven que baja la mirada al lugar donde debería estar su brazo pero solo ve un tramo del colchón sin nada más que su muñón cubierto con trapos que fueron lavados para ser usados como vendas. 

Sangre, toda su sangre salió por este orden causado por una sola bala de parte del tercer bando. 

-¿Qué será de nosotros cuando todo esto acabe?- pregunta perdido en esta herida en su cuerpo.  

Los cuatro jóvenes de pie, al estar de visita. El peso les llena por unos segundos. 

-Es mucha sangre. - señala uno de ellos sin más que aportar a esta pregunta. 

-El vital jugo de ser vivo que se necesita. - añade el segundo. 

-Eso y otra cosa.- agrega con un tono igual de serio a pesar de su ridiculez. 

Los dos soldados ríen como colegiales al escuchar ese comentario junto con un movimiento de pelvis por su compañero. 

El soldado con la intravenosa no sonríe, suelta un golpe intentando golpear al idiota que hizo eso cerca de su cara. 

-¡Ora, respeta que no soy tuyo!-

-¡Tú respeta, hijo de perra!-

-Te equivocas de objetivo. - le recuerda el tercero. 

-Somos perros todos. - le recuerda el cuarto. 

Los tres perros de pie, a diferencia de otros heridos acostados, en la tienda de campaña se ven minimizados por el absurdo. 

-Hijo de puta. - 

-¡¡De mi madre no andes hablando cabrón!!- ladra pateando la camilla. 

-¡¡¿Estamos locos?!! ¡¡No pueden patear a un convaleciente al suelo de esa forma!!- su humor vuelve al pico al procesar completamente este momento.-¡Cabrones sin correa, vayan a cagar en el patio de otro, malditos perros de mierda!-

El médico los ve asustados. Excepto uno que murmura ofendido. 

-Se cree mucho porque es doctor el imbécil.- gruñe deteniéndose. - Ahí te dejamos unas papas, traga Doc y no te atragantes.-

-Eso me dijo tu mamá.-

-¡Paren ya con mi madre!-

-Además, te equivocaste en el orden.- 

Los tres dejan este lugar solo con el eco de una sandez tras otra. 

 El doctor sujeta su entrecejo sin ánimos de pelear ya estando fuera los cuatro idiotas. . 

-Mierda. - mumura agotada. Notando a uno que va hacia fuera más lento que el resto.-¿Y tú a dónde vas?- detiene al herido por la cola. 

-Dijo que nos fuéramos. - le responde preocupado este con su cara pálida por los gritos del médico. 

El doctor levanta la cabeza llenándose de frustración solo por tener que enfrentarse con este tipo de escenario al tomar una sola siesta. 

-¡Regresa a la cama!- le ordena soltándolo. Camina por la tienda de campaña mirando a todos los pacientes que aguantan el aliento al tener su mirada sobre sus cuerpos. 

Se detiene frente a una cama. Con cuidado toca el brazo de este. 

Sus orejas bajan al sentir la falta de pulso. Suspira anotando su número de placa y nombre en el obituario atado a su cuello. 

El soldado en la camilla del inicio gira la cabeza observando como el doctor saca al compañero muerto. 

-Ya hay comida… - apunta desde la cama.

Los dos soldados mueven la cabeza para afirmarlo. 

Esta vez la despedida será justa, no comerán sus restos. 

Los heridos suspiran al escuchar que ya no les esperaba una olla al final de todo. 

-Dios… - deja caer la cabeza para mirar al techo.

-Hola. - 

El grito del soldado sacude a todos.

El doctor muy enojado vuelve para comprobarlos. Uno por uno esconden al visitante manteniéndose en silencio sobre su visita. Dejando al doctor algo frustrado y su cola corta sacudiéndose furioso por el escándalo. Lo vuelven a pedir al otro lado de la cortina donde estaba haciendo una cirugía que sonaba difícil por la sierra que habría de usar para deshacerse de la pierna podrida. 

-¿Porque gritas?- cuestiona el perro en el suelo, levanta el cuerpo sentándose en la camilla.- ¿Cómo están todos?- pregunta a los heridos. 

-Jerry acaba de morir.-

-Oh… - Su cabeza se voltea para mirar esa camilla solitaria.

Sus orejas se mueven de abajo arriba, solo pensando o tratando de entender lo que estaba apunto de hacerte. 

Después de irse el gatito enemigo, se quedó en ese bosque buscando algo para comer, encontrando algo que le emocionaba y pesaba oculto dentro de su abrigo. 

Mirando sus rodillas llenas de tierra al igual que su pecho y manos. Todo por escarbar en las ruinas del lugar. 

-Pues… - revisa su bolsillo con la cabeza baja.-El muerto al pozo y el vivo al gozo. - declara sacando una botella de cristal. 

Los ofendidos enfermos cambiaron de cara en cuanto vieron lo que era. 

Una botella de vodka desenterrada de algún escondite, oliendo, para todas esas naics caninas, tan fuerte como para adelantarles lo fuerte que estaría la borrachera. 

-La llevaré con el general pero primero ustedes. - les anuncia sacando un vaso del saco. 

Heridos o no, se enderezan lo que pueden para recibir ese trago uno por uno. 

Deja a los enfermos y en la zona de cirugía. 

-Estupido, lárgate. - le reclama el doctor al verlo entrar. 

-Tengo bebida. - le muestra la botella en su mano. 

El doctor aprieta la boca.

-Dale a este imbécil primero. -

El soldado con las correas en el hocico mira medio perdido al perro con el licor. 

-Dame la botella. - pide el herido atado. 

El soldado mira afuera donde los enfermos y heridos parecen estar más tranquilos y agarrando calor. 

En su mano la botella pesa el doble. 

Todos estaban bien. 

-Es para el general. - 

 

Después de darle licor a sus compañeros, que posiblemente se mueran mañana, vuelve al exterior de las tiendas donde la nieve en el aire le golpea la cara hasta volverlo un viejo canoso por toda la acumulación en su pelo y cuerpo. Camino entre la nieve con este frío calando profundo. 

La tienda del general está a la vista. Es a dónde se dirige con la cabeza derecha y guardando el miedo para los citadinos y los contadores. 

-¡General! ¡Ya llegó Santa Claus, jojojo!- entra sonriendo al reírse con ese tono de garganta honda. 

El general en la mesa con los dos tenientes le mira como si fuera un bicho feo. 

-No es el momento, regresa cuando te concientices de donde estás.- le ordena volviendo su atención al mapa que debían estudiar para salir del valle con el mejor camino a casa. 

-¡Traje trago, general!- le anuncia con la botella arriba. Inmediatamente esta fue robada de sus manos por el generador. 

Este bien podría ser su general o un pescado fuera del agua aquel que vino en búsqueda del vicio. 

-¡General, no debe tomar, tranquilícese!- le reclama el teniente elefante. 

-¡Pues dile a Omar que se joda!- responde ya abriendo la botella, sus colmillos son descubiertos al abrir la boca y derramar el licor por su garganta. 

-Esto es un mal ejemplo para las tropas.-le recuerda el teniente. 

Su boca se cierra ya habiendo dado un gran trago y su humor mejora hasta ser visible en su cola sacudiendose de lado a lado. 

-Yo no soy su padre. - responde y habiendo saciado su sed.-Carajo…-suspira entristecido de golpe.

Su nariz le ha dicho quien sabe de lo sucedido con Grambel. 

Lo siente al tener al cabo frente a él con este rostro tonto y tan estupido como para seguir moviendo pa cola como cachorro perdido y encontrado. 

-Dime, Caleb. - le llama por su nombre directamente. -¿Qué es este juego? Podría ser venenoso.-

El teniente y el subteniente se miran con una ceja arriba. - 

El cambio del general fue muy extraño, siempre lo es, pero ahora parece estar completamente en otro pasaje de su vida y no actuando como un briago en abstinencia. 

El perro mueve la cabeza curioso.} 

-No entiendo, General. - 

-¿Le diste esto a un animal?-

-No, a los enfermos y heridos. - su confesión es directa. - De morir, ellos ya no serán una carga y estarán seguros, es un alivio para ellos. - 

-Sin probar si estaba o no manipulado, los hiciste catar algo que no sabías si estaba o no envenenado.- en su control esta botella ahora pesa el doble. Con su prueba tan grande y los heridos tan débiles.-O de una vez, nos condenas a todos si llegamos a comerlos. - 

Que retorcido era esto. 

-Ya no quiero comer a mis amigos. - murmura en voz baja. 

Le miran directamente como a un enfermo. 

El general sujeta la botella para observarla contra la luz de las velas en este espacio cerrado. 

-Quieres parar el canibalismo. - reconoce sus intenciones. - O matarnos a todos, de una vez por todas.-

El soldado mueve la cabeza. Aceptando ese plan seguidamente, negándolo.

-No se porque lo hice pero lo hice y ya no importa. - 

Hobart le agarra por el hocico sacudiéndolo antes de retroceder con esta verdad muy obvia en el tablero que solo él y este despersonalizado estupido estaban al tanto. 

-Importa mucho, niño. - responde el general cerrando la distancia con él.-Concientizado o no, eres un buen líder…- esta verdad no suena bien cuando es dicha con este contenido de enojo apaciguado solo por un silencio tenso.- El joven le mira hacia arriba por la diferencia de edad.-Pero yo no quiero al líder de nada haciendo desastres en mi terreno. - le advierte. - Son mis hombres, no tuyos, ¿Entiendes eso?- le cuestiona fríamente.-No tienes valor, no eres más que un loco en este manicomio con mi nombre, ¿Quieres decidir quien vive o muere? ¿Estas loco? El único que decide eso soy yo, nadie más que yo.- sujetó la correa de su rifle para descubrir el interior de su uniforme. - Porque niño, contigo puedo hacer más que solo un truco de magia. - 

El joven mueve la cabeza en silencio,manteniendo la cabeza baja. 

El mayor inhala y exhala dejando salir el vaho de su hocico. Le levanta del suelo para mirarlo a la cara aunque esté solo se mantenga callado. 

-No lo vuelvas a hacer, no eres tan importante para que no te elimine, niño. - le advierte observando directamente sus ojos.-Relájate. - ordena una vez lo suelta.-Por otro lado, gracias por el vodka. - sonríe con esa botella en su poder. 

Los dos tenientes se miran rápido, volviendo a poner los ojos en su general, que ya lo libero y vuelve a parecer contento con su trago. 

-¿Solo eso?- le reclama uno de ellos. Exactamente el ave muy molesta por su soltura para liberar de cualquier castigo al psicópata que pudo haber matado a los heridos y enfermos con una bebida envenenada. 

Al general sus quejas le molestan más que la afrenta del cabo. 

-Si quieren me lo cojo, no sé. - responde golpeando el casco del cabo con una sonrisa.-Ya, todo esta bien. - le sonríe ya relajado. 

El soldado avanza con seriedad en su rostro. 

-No lo volveré a hacer. - jura el cabo con la cara pálida.-Es una promesa, general.- Sonríe feliz al no verlo enojado. 

Hobart retrocede observando al joven cabo, sonriendo al verlo tan pálido. 

-Eres listo. - murmura como única respuesta a ese acto rebelde.

Por ahora le mantendrá vivo, tan solo para descubrir a quien vio en ese claro. 

Además de haberse desanimado al descubrir que esta vez el licor no le hace feliz. 

No sería una de las buenas borracheras de seguir bebiendo.

El teniente elefante avanza a su lado. 

-Le dije que no tomara, además de que no puede dejarlo impune asi como asi.-

El perro sacude la botella en su puño. Las etiquetas brillan en sus ojos. 

Hay más por hacer y este pequeño soldado definitivamente sería importante para este camino. 

-Esto lo abriste tú. - señala al ver la cera del corcho impoluta y perfecta. No había pasado demasiado tiempo, no se había ensuciado.-¿La encontraste en el bosque?- no había enviado a más buscadores al concentrarse en hierbas medicinales y cosechas. 

Este descubrimiento pudo haber sido pasado de largo. 

El joven soldado mueve la cabeza y cola al aceptar el crédito de no solo abrirlo sino de casi matar a sus compañeros.

Hobart ve esa culpa frente a él con la cabeza relajada. 

-Si, ya se que no debo emborracharme pero no estoy de humor para escucharte, Chris. - mira el mapa. - Estamos planeando el mejor camino para llegar. - mira al soldado que trajo la botella con tantas maquinaciones en ello. - Repartiremos el resto en la cena. - mira al teniente.-Preparen el cargamento para el consumo del viaje, nos vamos mañana. - 

-La nieve no habrá parado mañana.- 

Hobart mueve la botella decidido. 

-No vamos a esperar eso, nos largamos, antes de que se nos descubra en el mismo terreno que los enemigos.- mira la botella. - Ya vete. - le ordena al soldado con un tono más relajado. - Ya concientizate, las cosas parecen estar apunto de ponerse feas.- 

El joven mueve la cabeza y su cola deja de agitarse con un recuerdo fresco. 

-Antes de darles esto, Jerry, murió.- informa. 

El general le mira directamente. 

-Jerry era, el que…- piensa recordando nombres. -El chico de tu pueblo.- Su atención va al mapa. - El que te salvó de tres tiros y también se encargaba del perímetro. Una pérdida, claro. - 

Este asiente. Puede ignorar la indiferencia del general, por ahora no le importa eso. 

-Si…gracias por perdonarme y recordarlo.- mira al interior de la tienda con esa mirada perdida.-Él y yo no nos llevábamos demasiado bien pero llego hasta este día… - inhala profundo. -¡General, le juro que todo sacrificio que haga, yo lo repetiré al doble! ¡No importa lo que sea!- lo abraza. 

El general abre los brazos sin corresponder, mira al elefante. 

Este chasquea la lengua al sentir que se le estaba responsabilizando injustamente de este caso perdido. 

El soldado lo suelta y sonríe antes de correr fuera de la tienda. 

-Encargate de reunir a los cabos de tu sección.-

Este mueve la cabeza como juguete de aparador al retirarse. 

-Ire y juntaré a todos para lo que diga… -Ese fue el eco de sus gritos de despedida. 

El general abraza el gran botellon de licor. 

-Ahora sí tendré que compartir. - lamenta una vez se fue el soldado.-Chris, quiero que encuentren más de estas cosas.-

-No vamos a buscar licor-

-No. - mueve la botella para leerla. - Esto no es antiguo, tiene un año de facturación.- puede leer la etiqueta del año anterior.-Este tipo no está tan perdido.- la entrega a manos de Chris. 

El teniente procesa aquello que su general dice con tanto pesar, igual que un veterinario que avisa de la muerte de un pez frito con mostaza y salsa picante. 

-Este lugar fue destruido hace años, no hay manera de que esto permaneciera a salvo de los saqueadores. - el elefante bufa al escucharlo. - Moveremos a las fuerzas. - 

El general levanta el brazo. 

-Diles que algo cambiará esta noche. - toma el abrigo más grueso para seguir adelante. - Reúne a todos y explicales que algo malo pasará.-

El elefante mueve la cabeza.

-Si, general. - avanza a la puerta para cumplir la orden. 

El general camina al lado contrario para reunir a un grupo más o menos útil. 

Entre ellos al ruidoso y a ese chico inconsciente de la gravedad de lo que le rodea. 

Los dos están de pie en una zona abierta con más miembros de su escuadrón reuniéndose al escuchar la orden por parte del joven perdido.

-Volvemos al campamento enemigo. - les avisa y continúa adelante sin importar que no estén listos para este corto viaje. 

El perro al final de la fila es el mismo que llevó la botella. 

El general sonríe y apunta a uno de los border collies. 

-Se que están enojados pero hoy necesito de ustedes, cabos, para algo grande. - 

Estos mueven las colas emocionados y asustados a otros. 

Hobart les analiza a profundidad. 

-Necesito que hagan algo que les prohibieron desde el inicio, algo que les dije que era malo. - les dirige con seriedad. - Y deberán hacerlo juntos para que esto funcione. - 

Estos se mueven ansiosos antes de recuperarse y mantenerse firmes. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-La visibilidad es menor al 12%, señor. - 

El gato observa este entorno blanco. 

Era imposible que vieran más allá del campamento. 

-Vuelvan a dentro, no habrá modo de viajar en este desastre.- les advierte caminando por el campamento. 

Ya descansaron una noche tranquila pero aún es demasiado estupido creer que su gente estaba lista para moverse, esto le pesa y duele en demasía. 

O quizás sea su cadera. 

Detiene sus pasos al sentir ese olor acercándose. 

Mira a la entrada del campamento donde los vigías se alertan por la llegada de ese grupo enemigo. 

Regresa sobre sus pasos para ver al tipo que le tiene algo frustrado en muchas formas, desde su plan a sus esperanzas de fingir demencia para volver a verse en ese hipotético futuro donde Hobart estaría esperándolo en el bar con una bebida de frutas y una sonrisa. 

-¿Alguna razón para que esten aqui, General?- indaga inmediatamente con tono tan frío como el mismo ambiente. 

Hobart le mira directamente. Sus ojos son llamados por ese felino púrpura brillante contra el hermoso cielo blanco y gris, una escena por demás, hermosa. 

-Estoy embriagado por tu belleza. - halaga sin cuidado. Apretando la mandíbula al percatarse de lo que dijo justo ahora. 

-¿Qué?- pregunta fuera de sí por esta estupidez. 

Los soldados alrededor mueven confusos las orejas. 

El perro gira y muestra el camino de regreso. 

-La tormenta no amaina, y creo que debemos reunirnos a ambos lados antes de que nos entierre o algo más grande llegue esta noche. - le responde con la misma cara y voz del inicio.-Es mejor que nos mantengamos juntos.- 

El gato baja la cabeza sin perderlo de vista. 

-Por eso cruzas la tundra. - 

El perro mira al apuntar. 

-Son como cuarenta metros, no es la tundra.- inhala sonriendo. - Pero si es más que suficiente para que un proyectil destroce extremidades. - apunta la tienda de campaña.-Hablemos, es sobre algo serio. - le pide esto esperando ver qué pasa. 

El gran gato le gruñe. 

-Parece que ya olvidó la cortesía y el modo correcto de dirigirse a alguien de su mismo nivel, General. - 

El perro inclina la cabeza. 

-Si, lo olvidé anoche. - 

El gato eleva las orejas sintiendo un desborde de rabia acumulándose en su garganta. 

-Solo hablo con dios, y con lo que su voluntad procede a darme con tanta piedad.- 

Grambel eleva la comisuras de la boca. 

-Que humilde. - señala agrio. 

Los soldados de su lado bajan y suben las orejas al verlo tan enojado de golpe. 

-De rodillas ruego por mi recompense como perro bueno, creo yo.-

De fondo uno de los gatos mueve las orejas confundido por todo este intercambio. 

-De rodillas. - repite perdido en un recuerdo demasiado gráfico. 

-Como se debe servir, a profundidad, con el añoro de mi fe golpeando las puertas de un cielo que deseo profanar con mi sincera devoción.- 

La ventisca sacude el abrigo de ambos lados, dejando que la mirada de ambos sea el único seguro para su realidad. 

-Vamos. - acepta dejarlos entrar el felino con un movimiento de cabeza. 

 

 

El perro sonríe al seguirlo. Saludando a los soldados de los flancos

Estos elevan los hombros al ser dirigida la atención del perro que solo el día anterior les trató como aire y nada más que eso. 

Sobre todo descubrir que este perro tiene una gran sonrisa amable y no arrogante como era su actitud. 

-Y sería muy agradable que el compañero que nos visitó en la noche se presentará, ya que está de su lado. - 

El gato grande queda a medio paso. 

-¡¿Entonces el general lo sabía?!- exclama el cabo al final de la fila.-Creí que era un amigo perdido. - 

 Hobart mueve lentamente la cabeza. 

-Si.- sigue la mirada del joven, directamente a un gato que apenas viene acercándose. 

Theodore mira rápido a todos los presentes de su lado. Busca, con la obsesión de un apostador a su elección, busca entre todos el objetivo. 

Entre los presentes uno se presenta llegando apenas de una tarea aparte. 

-Fui yo, general. - se presenta con una mirada baja, puede mantenerse firme pero el general parecía estar molesto. 

Grambel mueve la cabeza para señalar la tienda de campaña. 

El teniente le acompaña a la tienda.  

El resto de los soldados se mantienen en sus lugares en espera de su general u órdenes nuevas. 

Al menos los de mayor número. 

Estos visitantes abandonan las filas para dirigirse animados al grupo más cercano a ellos

-Hola, amigo. - Salió el más bajo con una sonrisa. - ¡¿Ustedes son de la zona alta?! ¡Escuchen que ustedes tienen un río doble que converge con el continente vecino! ¿Es cierto que a veces llegan manatíes a sus playas?-

Los gatos y conejos a los que se dirigen bajan las orejas con un bufido bajo al sentirse molestos por su emoción. 

-Yo soy , tengo 13 años y me gustan las habas asadas ¿Y tú cuántos años tienes?-

Las orejas de los conejos suben y bajan de golpe las orejas al ver a este niño quitarse el casco y con esa sonrisa extender la mano hacia ellos sin dejar de mover la cola a sus espaldas.

Esta niña mantiene la mano arriba esperando con esa misma sonrisa. 

Detrás de ella el grupo también parece esperar, con esa mirada fija en ellos. 

Lentamente los segundos se juntan para armar un minuto donde ella comienza a bajar la mano y su sonrisa muere lentamente junto con el movimiento de su cola rizada. 

-Las habas no son buenas para ustedes. - 

La chica gira al escuchar a un ave de fondo decir eso. 

-Tampoco la guerra pero henos aquí. - sonríe acercándose a él antes de que este pueda darse cuenta de que no debió ni mirarle al venir con ella el grupo. 

 - Te ves muy bonito, ¿Era un ave de paraíso o una de corral?-

-¡¿Es cierto que ustedes tienen máquinas que filtran el aire?!-

-No. - niega y mueve la cabeza. 

-¿Quieres tocar mis orejas?- ofrece la niña al sacudir la cabeza. 

Unas largas orejas de sabueso se mueven cayendo por los flancos de su rostro. 

La cara del conejo se vuelve pálida por esa misión. Sobresaltandose por la patada que otro le dio a la chica. 

-Solo dile lo que quieres. - le acusa este otro perro mirando al conejo.-¿Te puedo morder el rabo?-

 -No. - 

El chico se colorea de rojo con las risas de sus amigos. 

-Eres un idiota. - acusa la niña recuperando su casco.-¿Me dejas tocar tus orejas?-

Este conejo mueve la cabeza al negarse, volteando de golpe al ver a un compañero doblar las rodillas para mostrar sus grandes orejas. 

-Dale niña. - le alienta la coneja con una gran sonrisa. 

 Esta responde con gusto al ser recibida. 

-¡Wahhh!- exclama al perder sus dedos dentro de esa pelusa cálida y espesa decolor verde. 

-A que son lindas.- presume la coneja al sentirla tan emocionada.-Mucho más que las de un hombre rancio. - dice obviamente picando el ego del conejo a un lado. Este bufó cruzándose de brazos. 

-Son como las que tenía mi hermana, ¡Mira mis orejas, miralas!- le pide quitándose el casco de nuevo. 

La coneja duda al inicio, sacandose el guante de una mano, toca las orejas y sube por el pelaje cálido. 

-Tienes un cabello muy bonito.- baja su mano por el rostro de la niña. Ella le mira directamente. 

-Eres una persona real. - susurra al ver el reflejo en sus ojos. - Creía que eran máquinas.- 

La coneja exhala solo mirándola fijamente. 

-¿Es cierto que hay cines en donde viven?-

El aludido baja la cabeza al recibir esta pregunta por otro de estos chicos. 

-Si, pero solo funcionan una vez al día y es muy caro ir.- le responde un gato al fondo. 

A este se le acercaron dos chicos con miradas brillantes. 

-¿A qué huele el cine?-

-¿Es cierto que ir con alguien se considera romántico?-

-¿Cuántas veces has ido al cine?- 

Un chico al fondo ve como esos dos el punto de atención del nervioso gato. Frunce el ceño al levantar las manos. 

-¡Mira esto!- los llama. 

Al gritar más que solo el gato al que deseaba llamar le voltea ver, moviendo la cabeza al verlo juntar las manos y mover la cabeza debajo de sus manos unidas. 

-¡Eees¡Nada!- mueve las palmas descubriendo su truco en ese simple movimiento. 

-No tenías nada en las manos. - 

-Ese es el truco. - 

-No tiene sentido. - 

-Llame la atención, eso importa. - 

-Pero no mostraste nada. - 

-Mostré tanto como lo que tienes entre las piernas. - 

-¡¿Y que se supone que tenga? Tengo 10!- lo patea. 

-¿Ustedes saben si el teniente ya tiene novia o algo?-

Entre los soldados de este bando comienza a hacerse presente una sola cosa como la rápida. 

Su general no mentía. 

Si eran bastante estúpidos 

-¿Porque trajo niños aquí?- murmura en voz baja el subteniente con la mirada fija en el grupo que se mantiene discutiendo e indagando sobre tonterías. 

-Oye… - 

Gira la cabeza para ver a su compañero con la mirada fija en estos enemigos. 

-¿Que?- 

-¿A cuantos de esa edad hemos matado ya?- pregunta en voz baja. 

El soldado vuelve a mirar al grupo. 

Sin poner atención en sus aspectos o miradas tontas, estos tienen marcas y heridas obvias. 

Desde las vendas en sus cuellos por el frío , a los agujeros en sus orejas o pedazos faltantes. 

 

 

 

 

 

 

 

 

-¿Qué hacías en el campamento de estos tipos?-

El líder de “Estos tipos” observa atento a los dos gatos en la tienda. 

El más bajo mueve las orejas y mira al suelo. 

-Había un rastro de nuestro lado a ese, quería averiguar lo que era. - 

Theodore mantiene las orejas arriba al moverlas por sí mismo, de otra manera estas se ocultaron en su cabeza para su propia desgracia. 

-¿Encontraste a alguno de los nuestro en tu terreno?-

El gato mira al suelo. 

-No. El rastro no era de esa dirección… Debió ser un animal salvaje. - 

-Un animal con uniforme, imagino. - 

Grambel mueve la cabeza en un parpadeo. 

-Yo me dirijo a mi gente , haz lo mismo. - le advierte al perro. 

Hobart sonríe bajando la cabeza. Inhala entre los colmillos antes de seguir adelante. 

-Disculpa, olvide que era el tuyo. - mira al teniente. - Normalmente las personas suelen madurar al revés cuando estoy en la habitación.- 

-Pues junto con tu lengua, guárdate tu normalidad para ti.-

 El teniente les mira uno a uno y vuelve a observar al suelo. 

Algo en esta convivencia le recordaba a casa. 

Hobart mueve la cabeza de costado. 

-Sé bien donde debería estar mi lengua, general.- suspira enderezando la espalda. 

Grambel mueve los hombros tensos. 

-El teniente, debería irse. - aclara el perro.-No estoy de acuerdo con que la persona que invadió nuestro terreno sin permiso se mantenga presente en la reunión.-

El felino mira a Grambel y al general contrario con dudas bien marcadas en su mirada. 

Esas dudas le son extrañas. 

-A menos que exista un temor serio, General.-

Grambel muestra los colmillos apuntando a la puerta.

-Sal y haz que busquen a tu reemplazo. - 

El teniente mueve las orejas y su cola, agado baja la mirada al suelo. 

-Creo que debería permanecer para apoyar en lo necesario al general. - 

-Ya hiciste demasiado, vete.- lo envía afuera sin más ruido. 

El gato inclina el cuerpo al recibir esa orden, despidiéndose antes de salir. 

De paso observa al general contrario solo de pie ahí, después de molestarlo siendo que había sido él mismo quien hizo que le llamaran. Este debía ser un tipo raro a donde fuera. 

Afuera recibe una escena molesta. 

-¡Así que giras y colocas las manos en su cintura!- 

Esta instrucción la da uno de estos cabos enemigos,. Girando lento frente a los soldados de su propio lado, dando una vuelta y llevando las manos a su cadera con una sonrisa. 

Este giro lo repite dos veces en un círculo hasta sostener a un soldado por la cintura en el giro. 

El teniente abre la boca para ordenar el caso. 

Más su humor cae al ver a ese miembro de su propio bando comenzar a reírse por el giro que continúa con un paso adelante. 

-Así cambiamos de pareja en el salon ¿Ustedes tienen este tipo de baile?-

-Claro pero es más lento.- retrocede y levanta la mano en su dirección. - Inclinas la cabeza y ofreces tu mano. - 

-Vaya. - le toma la mano. - Así me siento de verdad bonita. - parpadea exageradamente para el enemigo. 

Este lo suelta riendo a carcajadas. 

Estos dos no son raros. 

El resto ya estaba en otra orilla de lo correcto. Conversando con los otros cabos en un círculo abierto con preguntas variadas. 

Su humor cae observando a estos compañeros suyos caer en este absurdo sin sentido. 

Eran muchos más pero estaban en mal estado, no se suponía que siquiera se acercaran al enemigo. 

ahora mismo los ve conversando con estos tipos que hace meses deseaban asesinar y lo hicieron, hace menos de medio año fue el último encuentro directo en un amplio campo de la frontera. 

Verlos ahora conversando con ellos le hace sentirse perdido. 

Las venas sobre su rostro pueden cubrirse del frío pero no de su malestar.

-¡Firmes!- ordena en voz alta. 

Estos soldados se apresuran a colocarse en sus lugares de inicio.

Los visitantes les analizan antes de dirigir la atención a sus ojos. Vuelven a la fila inicial con rostros relajados. 

-No son muy serios. - señala observando a esta fila de cabos. 

Estos notan su mirada y la corresponden. 

Es ahora que lo nota. 

Su cara se voltea al ver a ese tipo de la noche anterior, ahí de pie con esos ojos perdidos en la nieve. 

En algo que parece robar su atención. 

El teniente mira a ese lugar. 

En el cielo hay muchas nubes que se levantan y rugen por la ventisca que apenas les daba más que esta capacidad visual. Eso es lo que ve algo confuso. 

Mas el perro no estaba viendo eso en el cielo.

De golpe se ve sacudido por una sorpresa inesperada

El perro y el resto de los cabos en la fila de golpe empiezan a hablar animados, igual a sintonizar la radio cuando más de una persona conversa en esta, los presentes comienzan a reír y apuntarse unos a otros. 

-¿Qué carajos les pasa?- pregunta en voz baja. No comprendía nada de lo que estaba pasando. 

Un soldado a su flanco se acerca a su oído para informarle. 

-Son cachorros y uno de ellos dijo que de su lado hay bebés. -

Sus ojos se abren volteando lentamente hacia este conejo. 

-¿Qué?-

El conejo mueve la cabeza. 

-No hay nadie tan estúpido. - 

-El general ya lo había advertido. - lo recuerda. 

El teniente voltea de nuevo. 

Sus orejas bajan y suben rápido al ver esa mirada sobre él. Brillante. 

Ese perro de hocico ancho mirándolo con la cabeza inclinada 45 grados a la derecha y el casco cubriendo parte de su rostro. Esta sombra solo hace resaltar el fulgor de esos ojos en la oscuridad de su uniforme y la ventisca sacudiendo su uniforme. 

-Vigilarlos, encarguense de eso.- ordena al retirarse para buscar al subteniente él mismo. 

Deja atrás este lugar con la espalda ardiendo ṕor esa mirada aún clavada en su persona. 

 

Uno de los cabos ve a ese gato enemigo irse tan apurado como para sacudir una cola espesa y trenzada a su paso. Volteando a ver al perro que no le saca la mirada de encima. 

-Concientizate de una vez, estás actuando raro. - le apura con un movimiento de muñeca. 

-Ni te imaginas. - responde sonriendo al salir de sus pensamientos. -¿Ya te diste cuenta?- le pregunta a este compañero. 

El perrito mira a los adultos a su alrededor. - 

-Sus pulmones sangran. - mira al mayor. -¿Crees que para eso nos trajo el general? ¿A estudiarlos?- 

Mueve la cabeza de un lado a otro. 

-No lo sé pero me parece curioso.- pasa la mirada por el lugar.-Creo que solo vinimos a hacer amigos. - 

El perrito abre el hocico impresionado. 

-¡Que bueno!-celebra alegre por la posibilidad de amistar con estas personas nuevas. Mira al grupo de desconocidos, encontró algo que de verdad hizo sincera su sonrisa.-¡Hola, me llamo Otto!- avanza al ver a un chico de su edad entre los enemigos.-¡¿Eres un chico? ¡Tu cola está muy gorda!- halaga mirando la espesa cola de ese gato elevarse al ser aludido. 

Este gato, que simplemente pasaba cerca con la misión de llevar agua, se detiene sorprendido al ser aludido por alguien del bando enemigo. Observando a este perro más pequeño que el sacarse el casco al extender la mano para saludarlo. 

Sus ojos pasan de esa mano a sus ojos, seguido a ese uniforme grueso. Sus orejas bajan solo mirando esos broches. 

-No me hables. - murmura acelerando el paso. 

El resto de los presentes observa al perrito quedarse ahí con la mano extendida y la cola caída una vez fue rechazado. 

-Vuelve, no será hoy. - le anima el mayor. 

El perrito mira a esa dirección sin perder de vista al gatito. 

-Él… - cierra la mano recomponiendo el casco sobre su cabeza. Vuelve a colocarse en la fila con los hombros bajos.-Me miró más feo de lo que me habló. - 

 

Media hora después regresan a su campamento con un general silencioso. 

 

Detrás se queda este ejército enemigo con las cabezas hirviendo por todo lo que deseaban hacer pero estos no se iban. 

Comenzando con toser hasta doblar las rodillas y caer al suelo con las manos en torno a sus cuellos para respirar. 

 

Theodore en la tienda les observa preocupado.

-Llama a todos. Habrá un anuncio. - le ordena al subteniente. Gira para dirigirse al gato que invadió el campamento enemigo y era por culpa de sus propias huellas.-Hablemos. - le apunta a la tienda para que regrese. 

Dentro la tensión regresa. 

Theoddore puede dar por hecho que ese perro todo sabía lo que sucedió por las palabras de Hobart pero de su teniente no podía fiarse siendo que este ya sabía de lo que se trataba esa reunión inicial. 

-¿Como era de tu pertenencia un asunto en el campamento de esos perros?- 

El gato baja la cabeza. Observando la sombra de este felino caminar por la tienda con esa cola rozando el suelo a cada paso tan silencioso. 

-Lo lamento mucho señor…pero este comportamiento de su parte-

-Así que se trata de eso. - sujeta al gato por el cuello levantadolo en alto antes de llevarlo contra el suelo de golpe. 

Por fuera los soldados apartan la mirada al escuchar el gran golpe. El miedo en más de uno es visible con sus orejas bajas y colas tiradas al suelo. 

 

 

Este exhala por el dolor que le recorre hasta la cabeza por el impacto contra el suelo. 

La sangre atrapada en sus pulmones escapa por la presión de su nariz, esparciéndose sobre la máscara de vendas. 

-¡Dios sabe que no soy el juguete de tus invenciones, Barys!- advierte mostrando los colmillos.

El gato asfixiado en sus puños agita las orejas sujetando su brazo. Mueve la cabeza para negar estar haciendo tal crítica. 

-¡No lo juzgo, no es esa mi intención!- asegura apenas con algo de aliento. 

El gato grande le libera rodeándolo con las orejas bajas por el mal humor. 

-Fuiste detrás de mí. - 

-Yo no sabia que era usted quien estaba ahí. - 

El gato grande levanta la cola furioso al verse descubierto por su propia boca de nuevo. 

Lo suyo nunca fue esto de los interrogatorios. 

-No puedo decir cuánto me enorgullece ser quien lo descubra, señor. - desde el suelo continúa adelante para mantenerse vivo y presente. Cometiendo un acto que al gato grande le hace erizar ofendido. 

Rodar y colocarse de costado como si fuera una reunión común. 

-No estoy juzgando sus acciones, las agradezco y admiro, señor. No crea ni por un segundo que sus acciones son motivo de rechazo de mi parte. - junta las manos en el suelo.-Es lo contrario, aquello que me parece tan admirable en su sacrificio es la dignidad en ello.- mira esos ojos. - Pero comienzo a sospechar que más que sacrificio, fue algo agradable. - 

El gran gato dobla las rodillas para verlo de frente. Con una garra pica sus vendas con una de sus garras. 

-No soy ingenuo ni estupido, se cuando un hipócrita abre la boca.- tira del nido causando un estremecimiento en el felino que aguanta el impulso de empujarlo.-¿Que te hace creer que yo he caído bajo como para que un deforme piense que puede juzgarme?- le acusa con esos ojos brillando en rojo. 

El gato en el suelo no esperaba ese insulto. Sus valor cae en picada y sube tan solo por la premura en su reclamo. 

-No lo juzgo, no se trata de eso.-

El gato bufa sin creerle. 

-Entonces cuida esa boca, podría abrirla tanto que nunca volverás a cerrarla. - le advierte arrancando las vendas. Observa como el gato se encoge cubriéndose el rostro con un grito ahogado.

-Usted no lo hace por un sacrificio, está jugando con la dignidad de todos nuestros caídos para meterse con uno de esos malditos asesinos.-

El líder abre la boca con una mueca ofendida. 

-¡Se mete entre las piernas de un enemigo, por gusto y lascivia, sin pensar en todo lo que hemos perdido, no como hemos sufrido por su causa! ¡Con un hombre que lleva innumerables bajas en sus manos y aun así, aun así se atreve a buscarlo!-

La cara del gato grande cambia conforme lo escucha. 

Es un reclamo justo. 

Mas lo ve por fuera. 

Pensando en Hobart. En cómo los dos estaban pudriéndose de caer en el círculo vicioso de reclamar y quejarse por esta clase de problemas entre ambos. 

-¡A ir contra todo lo que se supone que defiende solo para seguirlo, para continuar con esta traición! ¡¡Es un depravado que no tiene consideración por los sacrificios de la nación ni la sangre derramada!! ¡Por un juego! ¡Esta jugando con nosotros!- 

El gato lo escucha palabra por palabra como si fuera algo más aquello que grita. 

Abriendo la boca con los colmillos expuestos. 

Sacudiendo por completo la percepción de la realidad del teniente.

-Y no te imaginas qué tan bueno es el juego.- sonríe con descaro. - Cuanto estoy disfrutando de lo que tanto te quejas. - 

El gato abre los ojos al oír esa respuesta y no una negativa como lo esperaría. 

-Estoy satisfecho con mis acciones, con mi errores y como ha seguido el camino. No voy a cambiar nada solo porque eres demasiado cobarde para mirar de frente a todos con ese rostro podrido que tanto te lamentas de tener.-

-Estoy podrido pero no vendí mi dignidad ni la de la gente que cree en mí.- 

El gran gato no duda en responder a su insulto. 

-Y tampoco los ayudas escondido, solo les muestras aquello que debería herirlos sin sacarlos a la luz. - 

El felino en el suelo bufa estirando las garras de golpe. 

El gato grande recibe el arañazo sin cambiar de expresión. Agarra su muñeca para mostrar la nula fuerza de su corte. 

-Y por eso me necesitas…- mira directamente sus ojos.-Mira… - suspira sin intimidarse por su enojo visible.-Él es importante para mi y no te niego que estamos haciendo esto por placer.- analiza sus cicatrices.-Así que finge ignorancia y sigue siendo un buen soldado, o te mataré. No hay otra salida, no la tendrás.-

-Él mató a muchos de nosotros. - 

-Eso no evitará que sea la persona con quién quiero vivir cuando la guerra termine. - 

Ambos mantienen este silencio. 

Un tanto tenso. 

Un poco aburrido. 

Theodore ve aun rencor en esa mirada. Frustrándose de golpe por lo que era obvio. 

Era más fácil para este comṕañero pensar y verlo como un sacrificio si se tratara de alguien a quien desecharon a muerte pero no es así. Tiene su vida, sus decisiones y estas salen por mucho del molde que era una estrategia de muerte como la que tenían antes. 

Porque no era un acto asqueroso y que no significaba nada más allá de lo transaccional. 

Era algo real, consecuente y deseado. 

Era algo que quería y esto lo volvió indigno. Asqueroso. 

Siendo claro que sería más fácil entenderlo si fuera asqueroso, si se le viera repeler el contacto, la búsqueda y el toque con tal desespero que desea arrancarse la piel. 

No buscándolo. 

No deseando. 

No estoy pensando en esa unión. 

Porque entonces no están montando una trampa a través del asco sino entregándose.

Los dos. 

Dos cayeron y eran dos monstruos jugando con las vidas perdidas para unirse, es una acto personal y egoísta. 

Es placer. 

Es felicidad. 

Es un lazo. 

Es todo lo que en esta guerra fue pisoteado y ensuciado por todas las injusticias y muertes habidas y por haber. 

Mirando a su teniente, una persona que ya lo apoyó en muchas vicisitudes y desgracias donde pudieron traicionarse y dañarse pero que se mantuvo presente y capaz. 

-¿Estás celoso?-

Bien pudo haberle escupido en la cara y recibir una mirada menos rencorosa por parte del gato que enmudece ante esa pregunta. 

Theodore levanta las comisuras de los labios para reírse. 

Causando un gran estremecimiento en el gato por esa sola carcajada seca. 

-Lo que sepas, muere sin decirlo o de la muerte te arrancare para seguir jugando contigo. Ingrato.- tira las vendas a su lado con ese gesto ofendido remarcado al poner la palma de su mano sobre la cabeza del gato para golpearlo contra la tierra del suelo. 

El felino en el suelo aguanta la respiración. 

Suspirando al ser libre del agarre del gran gato. 

-No te entrometas en mis asuntos, solo dedícate a obedecer y ya.- vuelve a enderezarse.-Ve a reunirte con el resto.- ordena al salir de la tienda sin volver a mirarlo. 

El gato en el suelo tarda unos minutos en moverse. 

Su cuerpo es lento al abandonar el suelo. 

Con el borde de la manga limpia sus cicatrices de la tierra. 

-Maldito, traidor. - gruñe a escondidas desde el suelo. 

 

 

 

En el centro del campo los miembros del ejército azul se han reunido para ver el gran gato sobre el vehículo. 

A los flancos se encuentran las cabezas de cada escuadrón para escucharlo de primera. 

El último en incluirse es el teniente con ese rostro indiferente nuevamente. 

El general levanta un rollo de papel para elevar su voz, a falta de una radio de gran calibre , frente a todos. 

Inhala. 

-Tomen todos el equipaje, nos uniremos al campamento enemigo para una cena con cerveza.- 

La cara de los presentes cambia tres, cuatro, cinco veces antes de tener una reacción revuelta. 

-¡¿Qué?! -  

El general les mira desde arriba sin emoción. 

-Lo que escucharon, ellos se retiran mañana, así que será una despedida agradable. - responde moviendo las manos para restarle valor a la situación. 

-¿Es cerveza negra o dorada?-

-¡La cerveza es lo de menos! ¡Señor!- el subteniente estalla y es el primero en reclamar al oír esa dirección tan fuera de todo lo que el gran general solía ordenar. -¡¿Qué está pasando?! ¡¡¿No se suponía que los mataremos el tercer día?!!-

Theodore puede ver el resultado de aquello que planeaba Hobart al traer a los cabos de menor edad al lugar con estos enemigos. 

Averiguar sobre ellos y si eran débiles. 

Y lo son. 

Las orejas de Theodore bajan al notar que algunos no se vieron felices por la idea de matarlos. 

No hizo falta amenazas ni un discurso para dañar la mentalidad de unos pocos. 

Fue algo tn tonto y natural como simplemente ver el rsotro de una persona y saber u nombre. 

Lo peor que pudo hacerlas. 

Hacerse ver como lo que eran, personas y no monstruos asesinos. 

Mas algo le decía que esta era un arma de doble filo. 

Puede que un lado ya los conozca pero también lo hace el suyo. 

-Nunca se limpiará la sangre de nuestras manos y está llena de la sangre de ellos. - 

Los miembros de su grupo le observan con un peso creciente. 

-Así como hoy no borrarán la sangre de nuestro lado de sus manos.- levanta la mano libre para llamarlos.-Así que esta es la última oportunidad que tendremos para irnos de aquí como personas y no monstruos, solo hoy. Solo por hoy veremos a los ojos a otra persona y ella nos verá de vuelta.- su cabeza se inclina.-No soy un ángel, soy un gato doméstico y quiero ir a casa, como ustedes. Como ellos también lo desean, es todo lo que necesitamos para está última tregua. - 

-¡Señor-

-¿Quieres cerveza?-

-Si pero-

Theodore llegó a su límite justo ahora. 

-Entonces cierra la boca antes de que te silencie. - advierte bajando el megáfono. - Debemos ir con ellos es todo lo que necesitan saber. - mira al campamento vecino donde es visible una olla de gran tamao volar de un lado a otro entre revueltas y a ese ṕerro sobre un auto sin más expresión que aburrimiento.-Yo sé lo que hago. - asegura sin estar seguro pero debe creer. 

Se supone que debe creer en Hobart, así como Hobart cree en él. 

No da tiempo a que le interroguen. 

Mueve el brazo para dar la señal. 

-Procedan. - ordena a través del megáfono.  

Todos se dispersan para cumplir con sus tareas. 

Grambel mira el rollo de papel como una estupidez necesaria.  

Las nubes negras están presentes a través de la mano pero aquello que le preocupa es más pequeño pero más presente que una nube de tormenta. 

Es una estela negra entrometido. 

Una sola pieza que delataba aquel peligro apunto de llegar aquí. 

 

 

 

Después de una hora. Llegó el momento. 

No guardaron sus armas ni escondieron que las tenían, como guía el general, solo avanzaron con estas en sus espaldas. 

Miran al grupo de soldados alrededor del fuego con sus rifles en la espalda. 

Silenciosos. 

Tienen que ver más espacios repartidos y divididos. Dichos fueron tomados entre los soldados que ya se habían acomodado en una obvia separación por círculos en común. 

Resaltando uno de entre muchos. 

Por tener al frente a un perro sin camisa pero con el abrigo encima mientras baila con la melodía del canto de unos cuantos cachorros. 

Mueve en su mano una botella y sacude el abrigo grueso como si fuera pleno verano. 

Estos chicos notan al grupo que llega y éstos detienen sus pasos al ser sobrepasado. 

No por números o intimidación. 

Sino por ese ánimo que es repartido y no se apaga con su llegada. 

Sino estalla. 

Estos cabos sonríen y los invitan a unirse a los que reconocen. 

El general no los rescata con alguna advertencia sino que los abandona solo ordenando que se calmen con un gesto. 

Dejándolos a la merced de una niña que agarra a uno de ellos para llevarlos al centro. 

-¡Vengan, vamos a usar el fonógrafo!-  

Antes de caer secuestrados al grupo de niños, cada uno toma espacio juntos en estos troncos acomodados alrededor del fuego. 

Puede que fueran menos pero la comida les gustó. 

Fue lo primero que llegó a sus manos y comieron. Después se dan cuenta que comieron algo sin saber si estaba envenenado. Todo por estar distraídos con el baile de los cachorros de este ejército. 

Saltando de un lado a otro de los brazos como si tuvieran tres copas extras pero ni un gota de alcohol había sido servida, aun. 

Los más serios mantienen la atención sobre la figura del general. 

Hablando en un asiento con ese perro que parece estar en su ambiente en ese espacio cubierto por la peste del licor. 

Porque de su lado viene el olor. 

 

 

 

Para cada uno esta reunión tiene un significado distinto. 

Porque se supone que se odian pero ahora estaban sentados juntos o como algunos menos cerrados,bailando en el centro como si fueran a morir de volver a sentarse. 

Más los gatos ven como uno a uno los conejos y aves abandonan sus asientos para unirse a los perros en la fiesta con música que apenas se escucharía si no la cantaron a viva voz. 

-Ellos… ellos nos mataron y nosotros los matamos a ellos por dos años, ¿Porque están haciendo esto?- se pregunta el joven gatito entre los muchos miembros de su lado azul.

Estos le escuchan y vuelven su atención a los soldados enemigos. 

-Porque puede ser verdad lo que dijo el general. - murmura uno de ellos sin moverse. - Es la última vez que podremos vernos como personas.- mira a uno de los pocos niños de este lado con atención. 

Es un gatito de 12 años, no debería estar tan amargado pero esta vida es una basura. 

Con las garras le toma por la espalda, para el susto del mismo gatito, y lo levanta para enviarlo al centro. 

-Haz amigos. - le ordena, evitando que regresara con una patada al aire. 

El gatito mueve la cabeza para mostrarse molesto. 

Eso antes de ver que otros tomaron esta decisión y, para ocultar que ellos mismos no se atrevían, enviaron a otros cabos a unirse a los jóvenes del bando contrario. 

Este gatito retrocede buscando un modo de volver a sentarse y salir del caos.

Chocando su espalda con una persona. 

Mira abajo, sacudiendo las orejas al ver a ese mismo perrito de antes con una sonrisa presente. 

-Otto vino a por ti. - anuncia tomando sus manos para girar. 

El gato mayo que lomando al centro no tarda en reírse de su cara de pánico ni de cómo su casco vuela por la fuerza del giro de ambos. 

 

El bando verde no está feliz, puede que esa sea la percepción por la actitud de los cabos y soldados más jóvenes que aprovechan para divertirse con chicos que nunca volverían a ver pero no es así para los mayores. 

Solo les queda unirse. 

Conversar a medias. 

 

-No recierdo haber podido terminatr un solo libro que no tuviera sexo en el. - 

-Hobart, eso es demasiado para una conversación. - le regaña en voz baja el gato. 

-Ya lo sé, por eso no hable de eso contigo. - 

-Aun así te hiciste el conocedor. - 

-Solo pregunte las cosas que hacian que tus pupilas crecieran. - 

-Entonces yo no te parecía divertido-

-Si, un tipo a nuestro lado hacía caras porque eras demasiado progresista para su gusto pero le dabas demasiado miedo. Para mi eso es divertido.-suspira observando a su gente, aquellos mocosos que le enviaron por alguna estúpida razón los de más arriba para que se hiciera mayor el número de idiotas muriendo en la frontera, jugando con los grandes enemigos del veneno aéreo.-Hablaste de la investigación del sonido, de fotografías, de comida y de medicina. - mira al gato. - Todo lo recuerdo y lo hago tanto que ya no me divierte, es como si estuviera riendo de mí propia fe. - 

-No lo deberías comparar. - 

-Te llaman Angel por una razón. - suspira mirando al gato fijamente. -Para mí ese ángel no era el mismo que me ayudaba a dormir, era el que me mantenía despierto y ahora veo que Dios existe. Solo necesito verte para saber que no me ha olvidado.- 

Porque era obvio al perro le empezo a valer una mierda su presencia y era este meloso animal que parecia estar leyendo catalogos romanticos de mierda para enganchar al gato que deberia mantenerse indiferente pero patrece caer por este estúpido. 

El teniente que escuchó todo eso y puede ver como a escondidas la cola del general se une con la del perro enemigo a sus espaldas, en las sombras del fuego. 

Gruñe mirando alrededor a una salida para alejarse del calor de esta gran fogata donde los restos de un pueblo arrasado son consumidos. 

Toma su arma y deja el asiento, el único donde hay comodidad real y era claro que fue pensado solo para el general. 

 

 

A varios metros el perro despersonalizado dejó de bailar para mirar al cielo blanco.

La noche estaba cerca pero no era punto. 

Posiblemente apenas era la tarde. 

Esa nube ya estaba en el valle. Seguramente a solo unas horas o menos para golpearlos con la presencia que la carga consigo. 

El general les dijo lo que era, lo que esperaban y cuánto debían apresurarse a mezclar en silencio al enemigo para salir de este problema. 

Ahora su atención va a ese gato vendado dirigiéndose al bosque. 

Su cola se mueve antes de correr a buscarlo. 

Dejando de lado al perrito y al gatito peleando en la nieve entre berridos y mordidas. 

Entra al bosque olisqueando el aire. 

Lo encuentra a unos metros con la cabeza baja. 

-¡Aha! ¿Es cierto que tienen espinas en el pené?- pregunta sujetándolo por el hombro para voltear lo. 

El gato, levanta la cabeza y sus pies se traban haciéndolo caer de golpe sobre un montículo de nieve. 

La biblia cae en el suelo junto a él. 

-¿Qué demonios te pasa?-pregunta aturdido por este acto tan estupido y grosero. 

El perro patea y atrapa en el aire el libro para ver si ocultaba algo pero solo es un biblia con anotaciones y algunos mensajes con frecuencias de radio y ya. 

-Vaya, creí que estabas orinando. - lo devuelve con tranquilidad.-Pensé que podría ver tu cactus del amor. -

Ignora esa descripción nada sana para su mente. 

-¡¿Y si lo estuviera?! ¡¿Cómo te educaron para que creas que eso está bien?! ¡Loco!-

El perro levanta las orejas al escucharlo. 

-Qué bonita voz tienes, pareces locutor de radio. - apunta agachándose para verlo de fe. - Es una voz increíble. Podrías vender detergente. - 

-Estas muy cerca. - advierte cambiando de tono muy rápido. 

No estaba de humor para esto, no para este perro ni para nadie. 

Este voltea la cabeza y le mira de arriba abajo sin disimulo alguno. 

El gato retrocede sujetando el arma en su costado como advertencia. 

-Te regañaron, hueles a regañado.-

-Nadie me regaña. - 

-Tienes cara de regañado. - 

-Vete al demonio. - se recarga en el suelo para ponerse de pie. 

-¿Quieres coger?-

-No. - responde más molesto que afectado. 

-Yo creo que sí. -

-¡Que no quiero una mierda!-

El perro aún se mantiene con la mirada tan fija como al inicio. 

-No hablo solo de ti.- le explicó como si fuera algo normal. - Hablo de ti, de tu cuerpo y ahora también tu voz. Me gustas.- mira al campamento. - Pero si no quieres está bien. - suspira avergonzandose justo ahora. - Ni siquiera se donde vive tu familia para darles la gallina por ti.- 

El gato aprieta la boca al sentir que de su estupido hocico estuvo apunto de escapar una risotada. 

-Valgo más que una gallina.- le reclama imaginando un pollo flaco en brazos de este tipo raro. 

-Pero yo solo tengo una gallina. - responde ya agitado ante el rechazo.

El gato mira al campamento a unos metros. 

-¿Qué dices que te gusta?- le pregunta al verlo tan seguro de sus barbaries. 

El perro le observa de arriba abajo y apunta su cola. 

-La peinas y la trensas, creo que eras tan paciente como para soportarme. - 

-Vaya que eres superficial. - 

-No te conozco aun pero para eso está el matrimonio.- 

-Y ahora quieres un matrimonio. - baja la cabeza con los brazos cruzados. 

El perro avanza al verlo con los ojos cerrados. 

-También podríamos ser amigos por correspondencia.-

Las orejas del gato se mueven de arriba abajo. 

-Mírame.- le pide. Siente como el aliento llega a su rostro. 

Inhala antes de ir hacia adelante para sorprenderlo, descubriendo su rostro con un grito. 

El perro retrocede mostrando los colmillos por un segundo. 

Volviendo a relajarse al entender que era un juego. Descubriendo aquello que debería asustarlo según el gato. 

El gato ve esa mirada cambiar, viajar por su rostro hasta concentrarse en la cicatriz. 

Un rostro sin pelo, solo piel rosa hasta parecer carne viva, con la obvia falta de un ojo. 

Solo el vacio negro en la cuenca sellada por la cerne crecida, dientes expuestos con quebraduras visibles. 

El perro retrocede uno. 

Mira al cielo. 

Dos. 

Sus orejas se elevan. 

Tres.

Tensa los hombros y puños. 

Cuatro pasos antes de correr como di el deforme fuera a morderlo. 

Así lo percibió el gato abandonado en la oscuridad. 

El gato en este bosque siente como con él, con ese perro estúpido, se fue el calor del absurdo que sellaba la realidad de todo lo que le rodeaba. 

No era un bosque estupido con una presencia estúpida. 

Es un desierto helado, de troncos negros, de arbolers muertos, no hay hojas, es erla rota y consumida por las llamas. Es un gran almacén, es muerte. 

Es el basto recordatorio de cómo este granero antes valioso, es hoy un resto desechado por las llamas. 

Por la destrucción. 

Este bosque que alucino parte del encuentro con este raro perro , era mentira. 

Era una ilusión. 

Asi como eran las palabras atroces y vulgare de estye idiota que profesaba gusto o deseo. 

Nada sobrevive al fuego. 

No al desastre . 

No a la obvia deformidad de aquello que fue algo importante y hoy es nada. 

El frío cala. 

Sus hombros son pesados. 

Sus ojos suben a la espesura de los restos de este lugar ahora que lo ve de verdad. 

Un cielo ahora gris, el sol comenzaba a esconderse del otro lado. 

Camina sin mirar al suelo. Solo observando el cielo. 

Cae de nuevo al suelo. 

Su espalda golpeó contra la tierra húmeda por la nieve. 

En este piso su mirada se fija en el cielo. 

Hoy peleó con su general, lo ofendió, se metió con algo que no debía. 

Utilizó a los caídos para atacar al general que quizás estaba mejor ahora y no en ese hipotético mundo donde tuvo que servir de forma íntima a un cerdo asqueroso para conseguir esta oportunidad. 

Puede que sus quejas sean absurdas, como sus ganas de mantenerse con vida después de verse al espejo con estas cicatrices tan asquerosas. 

Puede que sea envidia. 

Esperaba compartir esta espina desagradable con el general. 

El lado de una herida que se quedaría por siempre por culpa de esta guerra pero no fue así. 

El general no fue herido y era… Feliz. 

Solo era él siendo egoísta. 

Exigiendo un sacrificio que él mismo no se atrevería a cometer. 

Con las manos cubre el lado marcado de su rostro. 

-No puedo ocultar la basura de persona que soy. - murmura agotado por este día. 

Las risas y la música al fondo de la nieve sólo puede causarle más dolor. 

Sigue estando solo. 

Está completamente solo. 

 

-Oye, ¿Y como es tu casa?-

-Pues caliente, yo ni soy de este país pero termine en el ejército.-

-Vaya, somos iguales. - 

Su cabeza se gira al escuchar unas voces. 

Endereza la espalda para ver a esos dos conversando. 

El supuesto espía secuestrado y un perro conversando de paso por el exterior del almacén quemado. 

-Tampoco eres de este lugar. - 

- no, estoy atrapado. - su sonrisa crece al sentirse unido al gato.-¿Y qué tal la comida?- pregunta colocando el brazo en los hombros del gato. 

El teniente chasquea los dientes al ver al gato tranquilo con ese acto en vez de aventarlo. Llenado de aún más indignación al teniente al verlo hacer algo tan escandaloso como elevar y unir su mano con la del soldado enemigo, con una sonrisa para el maldito perro. 

-Extraño el picante, en mi país comemos mucho picante.- 

-A mí me hacen falta los mariscos.-

-Me gustan los mariscos. - 

-Y a mi el picante.-

Sus miradas se encuentran por varios segundos en silencio. Solo observándose, sin palabras ahora que se dijo todo. Con la unión de sus manos y el calor de sus cuerpos unidos contra la ventisca. 

 

Y ahí van. Muy tranquilos y juntos a quién sabe dónde. 

Después de hacerlos preocupar imaginando mil torturas que el pobre podría estar sufriendo.

El gato teniente golpea el suelo frustrado. De verdad parecía que a su escuadrón le gustaba llenarse el hocico con pelos de perro. 

Exactamente eso sucedió a sus espaldas pero se lo perdió al estar demasiado enfurruñado para interesarse en los dos hombres compartiendo un beso torpe, creciendo con la ventisca y la confianza de los dos creciendo cada segundo unidos. 

El gato en el suelo se levanta para regresar. 

-¡Aha!- exclamó al ver de frente a ese mismo perro raro. 

Este le sonríe al verlo de nuevo en el suelo. 

-Te gusta demasiado acostarte en el piso.- le toma por el rostro de sorpresa.-Ellos ya llegaron debes esconderte.-

El gato gira la cabeza confundido. 

Viendo para su desgracia aquello que el perro advirtió. 

Una avanzada cargada de armas camina entre los árboles reales y la ventisca fuera del almacén. 

-Se suponía… - su aliento se queda en nada observando los vehículos cubiertos con restos de uniformes de ambos lados.-Deberían llegar mañana. - 

Las medallas de sus superiores. 

-No actúes de forma estúpida, eso déjamelo a mi.- le aconseja el perro. Atreviendose a hacer algo que aturde ṕor completo al felino. 

Recorrer su cicatriz con la lengua. 

El gato abre la boca anonadado. Todo en su cuerpo se vuelve de gelatina y al mismo tiempo un soufflé caliente, derritiéndose todo pensamiento de golpe. 

Usando su sorpresa paralizante, el perro lo esconde usando una tela recuperada de otras ruinas.

-Confía en nuestro general. - le apacigua el perro al empujarlo entre las tablas. - Sé un buen gatito y caza a tus presas desde las sombras. - deja el lugar una vez lo oculta. 

Inhala profundo al dirigirse al claro donde las voces de dos personas son audibles en una tensa conversación. 

El fuego eleva la figura de este enemigo tan esperado. 

Eleva el metal de su uniforme. 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tercer bando los encontró. 

Notes:

Gracias por leer y comentar a los que lo hicieron.

A este punto el genio está siendo torturado.

Chapter 5

Notes:

Hola. Buenas tardes.

Lento, volvemos a lo lento.

Entra el loco y el otro loco, un tropo qué adoró.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Hace calor. 

La piel arde como lo hace la carne al fuego. 

La sangre de los cadáveres es ácido , elevándose dulce el hierro con la peste a pescado peleando con la esencia de las moscas y pólvora. 

Es un olor tan natural que le hace sentir melancólico a pesar de ser nauseabundo. 

El gas rojo es visible a varios metros con las figuras de los enemigos saltando de un lado a otro por los techos, la maldita ventaja de los gatos se revela con las colas agitándose en sombras delineadas por el fatídico resplandor del sol sobre las calles destruidas de un pueblo asolado por la muerte sangrando por paredes cubiertos con restos de personas atrapadas en fuego cruzado. 

Sus botas aplastan la mano de un hombre con una mujer muerta entre sus brazos, sangrando juntos bajo un escombro destruido. 

Su cabeza se inclina con esta visión en sus pupilas. 

-No vamos a sobrevivir a esto. - murmura observando a la pareja que en otro momento, y de preferencia vivos, le causaría envidia.

-Cierra el hocico.-

-Solo estoy siendo realista. - responde a su compañero. 

La sangre sobre sus ojos le cubre la vista. 

Limpia con el dorso para despejarse. 

Escuchando el quejido de su compañero en la pared contraria de este edificio a medio derrumbar. 

-Me duele la cola. - gruñe cambiando el cartucho de balas.- 

-Te falta un pedazo.- 

El labrador mira su rabo. A medio camino su cola perdió la mitad de su extensión. 

-Meh… - suelta la correa de su casco al apuntar el camino. 

Los dos van adelante entre las calles.

Vigilando entre pausas la figura oscura de más de un enemigo a la contraluz entre las nubes de humo carmín. 

Atraviesan una pared con una patada suya, saltando por la ventana inmediatamente a su carrera con armas por delante en el interior de esta casa.

Él puede ver a su paso un triciclo abandonado en el suelo. 

-Siempre quise eso. - 

-Y yo un último abrazo de mi madre pero está muerta , no obtenemos lo que queremos.- 

Sin pensarlo atraviesan el cristal. 

Al saltar disparan sin dudar a las figuras al otro lado del movimiento. 

Esta ciudad se diferencian por su construcción inclinada, una lógica mobiliaria que le dio la oportunidad a su lado para atacar desde arriba después de ser perseguidos por el primer tramo frontal de la ciudad. 

Ahora abriéndose como los montículos de un hormiguero al valle donde el centro, las grandes construcciones y el poder gubernamental se construyó rodeado por estas montañas habitadas por los ciudadanos que perdieron sus hogares con explosiones y veneno aéreo. O murieron confiando en la capacidad del ejército para protegerlos. 

Este dinamismo en la construcción del pueblo les da la oportunidad de disparar balas que atraviesan máscaras de gas sin tregua, acabando con la cabeza de un enemigo a la vez. Ellos y los ocho pares de compañeros están por otro lado del terreno abierto en un círculo similar al bowl donde todos toman su tajada. 

Este movimiento claro que lesda las ventaja en muchas formas. 

Visibilidad, ataque y tiro abierto sin capacidad del enemigo de cubrirse.

Sus bajas confirmadas solo en los primeros tres segundos pueden ser contabilizadas en cuarenta muertes instantáneas y la incapacitación de los doce tanques de gas usados para asediar la ciudad y los habitantes. 

La consecuencia y pago por este gran movimiento es muy obvio. 

Quedan al descubierto durante su propio ataque al estar cayendo como la escupida divina de algún dios de baja categoría. 

Entonces disparar en el aire a los tanques de gas les da la oportunidad de destruir la defensa móvil de los enemigos pero no así les asegura su supervivencia en esta amplia apertura para su movimiento. 

Escuchando el primero de sus predicamentos como el estallido que sella un lado de su cabeza por el fuerte ruido. 

A su flanco derecho puede ver a uno de los miembros de una pareja encargada, volar en pedazos. 

-Da el aviso. - le recuerda su compañero al detenerlos dos en un techo por el cual rodaron un tramo. 

Corren mirando de soslayo como otros se internan en los edificios donde habían aterrizado. 

-¡¡El enemigo aún poseía explosivos, escuchen, aún hay explosivos!!-

Puede ver como el humo es lanzado desde arriba, cerrando la puerta de la azotea antes de bajar las escaleras de piso en piso con ayuda de las barandas. 

-Confirmado, se tienen reconocimiento de… - 

-¡Tu cola, tu puta cola!- grita al perder la señal. 

-¡Solo muevete, muevete!-

Miran al exterior por la ventana de este edificio. 

El ruido de otra explosion sacude un edificio contrario. 

Susojo son llenados con la imagen de uno de los suyos cayendo por la ventana a la calle.

Los escombros se encargaron de amortiguar su caída, solo abriendo su nuca en un inmediato manchón de sangre oscura. 

-Mira.- le apunta a un lado. 

Ese edificio y este se encontraba unido por un pasillo de hierro a unos cuantos metros. 

-No… - 

Miran al edificio al escuchar disparos. 

Alguien continuaba luchando dentro de ese lugar. 

Sus pasos se dirigen a este atravesando el pasillo de hierro. 

El humo comenzaba a bajar por los flancos, sus máscaras eran necesarias. 

Entran a este edificio siguiendo los disparos por un pasillo. -

La figura de este compañero es visible al estar agachado tras una mesa de bingo encubierta por el metal de los juguetes incluidos. 

-¡Ey!-avisan. 

Este aliado gira la cabeza con el rostro cubierto de tierra. 

-¡Son cinco, tienen armas así que no usan el humo!- les avisa al reconocerlos. 

Doblan las rodillas observando al compañero y su pierna volteada al revés. 

-¿Viste algo mas?-

-Una cosedora. - 

Las paredes se sacuden abriéndose en pedazos por la secuencia de balas abriendo un canal de lado a lado. 

 Lo que da muestra de poder, asomándose uno de ellos para ver del otro lado a los cinco miembros del escuadrón a enfrentar. 

Uno de estos patea el arma en el trípode, tan furioso como para golpearlo con un palo por su traba. Inmediatamente después del golpe el trípode se rompe cayendo al suelo. 

Los ve tener una pausa silenciosa para procesar lo sucedido. 

No lo piensa. 

Interrumpe lo que parece ser un error natural para dispararles a todos con un mismo movimiento en siguendo el corte de la ametralladora. 

Por encima de ellos una ola de humo es visible. 

-Tomaré sus máscaras.- avisa a su compañero mientras él preparaba una tabla para enderezar la pierna de su compañero. 

Él mueve la cabeza sujetando al soldado por la pierna volteada. 

Este abre y cierra el hocico al aguantar un grito por la presión rápida sobre su lesión. 

El humo era cada vez más espeso sobre ellos. 

El soldado atraviesa puerta por puerta hasta el otro lado de esta planta. 

Los enemigos están en el suelo con el cuerpo lánguido, sin más que esa inquietante duda sobre su estado real en el aire. Dispara por delante para levantar a los muertos que no lo estuvieran realmente. Seis cuerpos lánguidos continúan en el suelo. 

Claro. 

Fue así hasta que no pudo ser. 

Uno no lo está pero no significa que sea un peligro. 

Avana observando a este llevar las manos a su cabeza. 

El disparo destrozó el cristal de la máscara de gas, causando un torrente salvaje desde ese rostro cortado y sus ojos ahora inutilizados. 

-¿Quien eres?- pregunta de su nueva oscuridad este felino con las orejas bajas, ahogando un sollozo por el dolor. 

El enemigo no responde, toma de un cuerpo la máscara de este. 

-Dime. ¿Qué está pasando?- pregunta el gato con la máscara destruida. Me duele… No puedo quitarla.- detiene sus manos al sentir como los intentos por liberarse le hacen tirar de algo que dolía muy al fondo de su cerebro.-Ayudame.- perdido. 

-No soy tu amigo. - responde ya con la tercera máscara de los seis presentes.

-No te vayas, no me dejes sola. - 

El perro detiene sus pasos con ese pedido atrapado en su mente. 

-Eres un azul.-

-Tengo miedo, no veo nada, no… No sé qué está pasando. - 

El soldado levanta el arma para acabar con su miedo. 

-Solo acercate, no se donde esta el arma, por favor. No me dejes sola.-

El soldado aludido inhala profundo con el sudor escurriendo por su cuello y frente. 

Este gato es obviamente más larguirucho, solo su cola era tan larga como su propio torso y espesa como un segundo cuerpo. No parece ser del tipo prensil pero era inquietante verla moverse a su espalda. 

-¿Ya te fuiste? ¡No te vayas, no te vayas, por favor! ¡No me dejes sola, por favor, tengo miedo!-

El perro mueve la cabeza para controlar esta espina que le llena al ver a la enemiga ciega arrastrarse por el suelo buscando su voz. 

Su cabeza hierve de enojo al verse baja el arma para acercarse a la enemiga en el piso. 

Tomando esa mano que había extendido a ciegas con las dos, le endereza para quitar la máscara él mismo. 

Los ojos han sido inutilizados. Es el defecto de estas máscaras tan buenas contra el humo, sus materiales eran en extremo autodestructivos. 

-Gracias, muchas gracias por quédarte. - murmura la joven al abrazarlo 

El soldado abre los brazos confundido por este movimiento. 

Es cuando sus manos rodean esta cintura que recuerda la indicación de su compañero. 

Eran cinco. 

Antes de poder lanzarla fuera esta chica busca su rostro a ciegas para lamer su rostro. 

-Tenía miedo de que te fueras.- murmura al sentirlo tan quieto.

 

Al otro lado del pasillo el perro pudo ver como ese gato con un explosivo de las mangas y ese seguro fue dejado caer. 

-¡¡Tyler!!. - grita para avisarle. 

Más es sacudido por algo que no esperaba. 

En vez de correr, de empujar al enemigo, su compañero siempre tan inteligente frío, hizo algo fuera de todo lo que esperaba. 

Su última acción fue tomar ese rostro y plantar un beso que visiblemente sorprendió al felino atrapado en sus manos. 

No se quedaría a ver como su amigo era estupido y se dejaba matar por la tentación. 

No lo haría. 

Así que corrió para separarlo pero no a tiempo. 

La distancia, la velocidad del explosivo y la mala suerte. 

Todo lo hizo perder la oportunidad al tener que detenerse por el ruido de disparos desde el exterior del edificio. 

El estallido lo alcanzó, le atravesó con espinas de la madera y esquirlas que chocan contra la gruesa tela de su uniforme café. 

Cayendo al suelo con la espalda contra el piso. 

Mirando las paredes pintadas de rojo. 

Repisa. 

Está vivo y necesita respirar. 

Su amigo ya no, el idiota prefirio besar a un gato y dejar quesus pulmones decoraran el techo antes que respira otra vez. 

Lentamente endereza la espalda. Mira. 

Observa y analiza los restos en esa habitación. 

Una parte y oscura de su interior se pregunta si debería revisarle los bolsillos a Tyler y averiguar si de verdad no fue él quien se robo la fotografía de la zorra guapa que le enviaron los del cuartel para animarlo…aunque las fotos de lindos panaderos tigre que le dieron a las chicas le gustaba más, definitivamente tenía más gusto por la colas espesas. 

Entonces ver ahora esa misma fotografía asomarse por los restos de sangre que fue su amigo, le es irónico. 

Llena sus ojos con humedad sin moverse, solo usa este mismo dorso de su uniforme para limpiarla humedad de sus lágrimas y ponerse de pie. 

-Vámonos.- le dice a su nuevo compañero. 

Este le mira de vuelta desde el suelo pero no con camaradería. 

Solo rendición. Con el peso de un viejo que ya siente su fin cerca. 

No como un joven. 

Ya está cansado de esa juventud. 

Hay un enemigo junto a él, apuntándole a la cabeza por la espalda. 

El perro sujeta su arma. 

Este enemigo mueve una espesa y larga cola por la espalda. 

-Mataste a mis compañeros. - 

La cabeza del perro se mantiene firme. 

-Es un acuerdo mutuo para que esto suceda. - le recuerda con la voz arrastrada. 

El felino mira al suelo rojo. 

Sin palabras o amenazas. 

Solo mira rápido a un lado. 

El perro y su compañero voltean al unísono. 

El gato dispara y corre. 

El soldado mira a su compañero en el suelo con la cabeza atravesada. 

Dejando atrás al soldado que le observa correr. 

Solo mirando su cola espesa y su torpe forma de moverse a pesar de ser un soldado, reconociendo una herida que lo hace ir lento a pesar de correr con todo. 

Sus ojos bajan al suelo donde su compañero estaba muerto. 

Lleva una mano a su frente, baja la máscara que levantó del suelo. 

Solo quedaba una y no la hubiera usado. 

No quería usarla.

Toma el radio. 

-Aquí, albatroz, la última ametralladora fue incautada. - mira el arma en la sala. - Todo el armamento ha sido decomisado. - 

El humo inunda el edificio. Sus ojos a través del cristal miran la ventana al exterior. 

Donde la figura de un enemigo es tan grande como la nube roja que le sigue en una carrera. 

-Albatroz, Fox, Carol y Grey. La ciudad a sido recuperada, las fuerzas exteriores han sido expulsadas.-

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El refugio para la cocina lo hicieron bajo un árbol, es uno de hojas caídas, doblado para internarse dentro de las ruinas de alguna vieja casa de campo. 

Las paredes medio derrumbadas soportan la ventisca y evitan que entre más nieve en la que pueda soportar el fuego. 

Permitiendo que este espacio sea aceptable y no la pesadilla helada del exterior. 

Dejando a dos enemigos conversar.

-No eres de aquí. - 

-No, me escapé para trabajar en esta zona pero la guerra empezó. Me vieron y termine aqui cuando no pude demostrar que era mentalmente inestable.-

-¿De verdad?- lo mira directamente.-Te ves muy fino.-

-Es porque yo si me baño.-

-Gran respuesta para un gato que odia el agua. - con gotas de agua traída por los cabos le salpica. 

El gato esquiva las gotas de agua, bufando antes de volver a su asiento. 

El perro no contiene la risa que le genera verlo tan esponjoso en ese tronco. Voltea para concentrarse en la comida. 

Una pregunta escapa de su boca. 

-¿En qué año se abolió la esclavitud en tu país?- 

La cabeza del gato se mueve curioso al hacer memoria. 

-En 1829… entonces fue como hace ... Cien años. - mira al perro que mueve la sopa mientras él continúa cortando verduras. 

-Mierda. - rie bajo. -De donde vengo tardaron diez años en ordenar la abolición y diez más en soltar a los trabajadores. - suspira haciendo sus cálculos. - Entonces solo llevamos ochenta o noventa años libres.- 

-¿Y para qué me preguntas esto? ¿Planeas decir que me comprarías de tener la oportunidad?- acusa al gato con las orejas bajas y por adelantado ofendido. 

-Créeme. - ríe el perro sin mirarlo. -De seguir así , usaron el mismo látigo en ti y en mi.- 

El felino mueve las orejas curioso. 

-Para ser europeo, suenas patético. - 

-Eso debe ser parte del encanto. Estoy seguro de sí sigo en este camino pronto me tendrás suficiente lástima y para regalarme un beso. Con tus ancestros funcionó.-gira para recoger las verduras que el gato terminó de cortar, no ve la cara del gato atenta a sus movimientos y esa cola moverse de lado a lado.-Vaya, tienes habilidad. - señala observando las verduras casi completas a diferencias de las cortadas por otros.

-Es cuestión de pulso, y que esta cosa no sirve para más. - muestra el cuchillo que le dieron para pelar y cortar.-Deberías temerle, es un arma mortal.-

-En tus manos una cucharada luce como la llave para el juicio final.- su sinceridad escapa con la imagen de este gato matando a su aliado. 

Su cuerpo siente calor. 

Confundido. 

Debería odiarlo. 

El gato mueve la cabeza de lado sin apartar la mirada de su figura. 

-En realidad no todos los códigos blancos son iguales, muchos valen menos que otros, de eso se trata la división de castas y no importa si soy codigo blano. El lugar de donde vine me denomina como inferior entre los mismos códigos , ¿crees que por eso existe el especismo?-

-El especismo no tiene sentido ahí, dijiste castas, tiene más sentido si aun siendo de su codigo , te ven inferior por eso.- 

-Pues no lo entiendo. - al cubrir la olla suspira y toma asiento a su lado.-Se supone que debería sentirme bien por este código pero solo funciona si me dedico a ser un cretino como ellos, así no vale la pena. - 

El gato sacude los hombros al verlo tan cerca, abriendo por reflejo la boca al verse observado por esos ojos brillantes. 

-Dices que eres pobre… -lo mira directamente.- pero tienes una boca dulce y educada, no pareces ser como yo, ¿Porque me gusta escucharte cuando hablas?-

No es solo su forma de hablar. 

Es el hecho de ser quien disparó esa vez. El gato que mató a un aliado en su cara y escapó sin que moviera un dedo. 

Hay algo que lo llama. 

Es terrible... Esta... Tentación tan salvaje. 

 

El felino mueve la cabeza a un lado para no ver esos ojos tan directamente. 

Esa mirada arde en su piel. 

-Es porque no dependemos de nuestras raíces sino de cuánto deseamos crecer personalmente. - mira al cielo y sus orejas bajan. - Y que me abandonaron en una casa de estudios asi que podia leer de vez en cuando.- 

El perro abre la boca animado. 

-Esa es la respuesta.- acude su cabeza riendo por este descubrimiento.-Eres un erudito, el gatito de la biblioteca.- sus manos encuentran encantador el roce con este pelaje cálido y espeso. 

Deteniéndose de golpe al recordar que estaba tocando a un enemigo. 

El gato también tuvo este golpe de realidad, tan solo por el reflejo del apagado sol sobre sus broches. 

Retoman la distancia en silencio. Un metro entre los dos nuevamente. 

El hervor de la sopa es parte del ambiente donde los dos son solo figuras sin nombre frente al fuego cálido. 

El perro se pone de pie para reavivar el fuego con un par de palos. 

-Puede que se aboliera primero pero aún hay muchos casos de extorsión y secuestro. - 

-Si, es algo inevitable, ellos no pueden dejar ir a sus herramientas.- sus ojos bajan al suelo. -A veces y más ahora en guerra , las personas muestran muy claramente lo poco que valoran las vidas de quienes consideran inferiores. - 

El gato mueve las orejas incómodo por lo que diría justo ahora. Preguntándose si tenía sentido hablarlo con este enemigo que posiblemente en otro encuentro lo mataría y comería vivo. 

-Yo me fui porque no importaba cuanto demostrara que sabía lo que hacía y que estudie bastante para ello, simplemente era aún una persona inferior que obviamente no era capaz de servir más allá del campo.-suspira agotado de su propia historia aburrida. -No es un país pobre pero tampoco me darán la oportunidad de intentar algo nuevo.- sus ojos pasan de las botas del soldado a su lado a los recuerdos de este mismo deshuesando a una persona con el cuchillo guardado en su cinturón.-Aunque me atrevo a decir que no se trata de dónde venimos, si se trata exactamente de eso, todo el tiempo. - inhala sin mirar al perro, tal vez esperando una mirada de burla.- Me canse de ser subestimado y quise intentar en otro lugar… Y empezó la guerra, alguien les dijo a los reclutantes de mi y fui sacado de mi hostal para unirme.-

-Entonces no hastm tenido la oportunidad, ¿No? - 

-No, no la he tenido. - 

Los recuerdos del perro a su lado arrancando la carne para la sopa le llena con el pesar de su propio horror en ese momento. El miedo que le llenaba hasta paralizarlo en su escondite. 

Escuchando los huesos crujir con los martillazos. 

El perro mueve la cabeza para ver esos ojos con atención. La sinceridad en el resplandor de la luna atrapada en esas pupilas apagadas.

Puede ver en sus gestos, que este gato le tiene un asco silencioso o algo más desagradable, encogiéndose cada vez que le siente moverse.

Por algo que no entiende, intenta quitarle ese miedo al felino. 

-Yo me uní porque prefería morir a continuar como el hijo de mi padre. - mira al fuego.- Creo que suena estúpido, estar aqui no borrara el lugar del que soy ni quienes son mis padres. - 

El gato bufa por la nariz sin levantar aún la mirada. 

Aun lo escucha. 

Escuchó la piel ser arrancada por las manos de este tipo, viendo claramente la carne respirar, liberando el vapor de la muerte con gotas espesas que salpicaron el hocico del perro a su lado. 

Era el cocinero, era quien deshueso cadáver tras cadáver para alimentar a los soldados de este ejército profano. 

-Nunca conocí al mio, asi que me es curioso.-

Soporta el estremecimiento que le recorre al revivir el calor de la flama de esa noche con este presente. 

Escucha su voz para librarse de la sensación que arde bajo sus ojos. 

Con la escena de ese perro cubierto de rojo. 

-Mi padre… Maltrató mucho a mi madre y todos en el pueblo lo sabían…- toma asiento, más cerca del felino de forma consciente, mira con la cabeza baja esas garras en el tronco.-Nadie me ve como algo más que el hijo de un maldito que carga deudas como su propia piel y una mujer que se colgo para que yo no pagara mas por ella y para empeorar, yo no hice nada por mejorar eso. No me esforcé para ser mejor y hacerla sentirse orgullosa de mi.- observa el fuego. - Me ganaba la vida peleando, siempre desde niño… Eso asusta a las personas y seguramente decepcione a mi madre , en donde sea que esté.- 

El gato le mira de arriba abajo. Afilando las pupilas con la atención fija en sus orejas. 

-No pareces hablar como un peleador. - lo a escuchado. Como se expresa, como sufre con esos recuerdos pasados. 

El perro mueve la cola al sentir un extraño halago en esa observación. 

Es difícil. 

Es muy difícil resistirlo. 

¿Sería esto lo que sintió su estupido amigo al preferir morir por la tentación que vivir sin una sola probada de ella? 

Ahora mismo se siente tan sediento. 

-Yo no queria ser siempre un idiota en el centro de una jaula. - por dentro algo dentro de sí le reclama al sentirse llevar las manos a su torso en vez de mantenerse firme y atento.-Pero no lo lograría si seguía en ese lugar, con la misma gente…así que me fui unos meses antes con el ejército.- exhala recargando el peso en sus antebrazos. -“ Cariño, eso fue un error en muchas formas, dirás” - mira al gato directamente.

Ese sonríe aceptando a medias que ese era su pensamiento más sincero sobre su decisión impulsiva. 

-Entonces dejaste tu pueblo para hacerte un nombre, vaya valentía.- 

El perro tose en su puño con una sonrisa entre sus falsas toses. 

-Y de una esposa sensual. - 

El gato mueve la cabeza al escuchar o no escuchar eso. 

-Vaya… eres un mendigo superficial.- acusa sin piedad, soportando el miedo ante la frustrante realidad.-Te respeté por menos de cinco segundos y despues muestras el rabo mugroso de tus perversas maquinaciones.- 

El perro rió sacudiendo la cabeza. Lleva una mano arriba pero la devuelve rápido al descubrirse a punto de tocarlo nuevamente. 

-¿Entonces hay una chica esperándote?-

-No,-

El juego muere tan pronto como responde el gato. 

 Ambos observando el fuego revolverse por la ventisca. 

-Me parece un poco asqueroso que estés coqueteando con un enemigo. - 

-No es coqueteo. - responde sin alterarse al escuchar a uno de los cabos llegar con leña. 

El felino mueve las orejas al ver a un chico tan joven con la madera. El perro comienza a llenar devuelta la fogata para mantener la llama alta. 

El cachorro bufa al verlo tan poco afectado por su burla. Molestar a un adulto no es tan divertido como meterse con sus compañeros para hacerlos rabiar. 

-Bueno, ya lo veo. - apunta el chico al poco espacio entre los dos por el rastro que dejó las huellas del perro en la nieve. 

Entonces al fin mira directamente al soldado enemigo que tenían retenido y vigilado para que nadie le comiera las entrañas. Sus ojos son brillantes, de alguna forma son iguales a los suyos y de muchos compañeros al no tener la máscara de gas sobre el rostro como solía ver a los soldados de azul. 

El gato mantiene la mirada en los ojos del chico para estudiarlo. 

Le parecía curioso ver a un border collie con heterocromía y esos colmillos descubiertos le dicen que era un chico rudo, como no quedaba de otra, preguntandose muy al fondo ¿Que tan rotos estarán los niños que lograran salir de la guerra? 

Este cachorro retrocede con las manos en la correa del arma.

-Gato espeluznante. - murmura al sentirse tan observado. 

El gato no baja la mirada por ser insultado, sus ojos fueron directamente a encontrarse con los del cachorro. 

Este se sobresalta, corriendo al ser superado por esa mirada tranquila. 

El perro gira y ve ese rostro relajado bajar con las orejas rendidas a los lados de su cabeza. 

-Te agradan los perros. - lo reconoce al ver esa cola moverse con interés una última vez. 

El gato mueve la cabeza. 

-Para nada, es más, ni les hablo.- voltea la cara incómoda.

El perro patea suave una rama para internarla en las brasas. Avanza con las manos en el rifle. 

El gato mantiene baja la mirada. 

-No quería asustarlo. - murmura pensando que este evento dañó la confianza lograda durante la conversación con el único perro que no se pasó el rato ignorándolo como un mueble ni mirándolo con odio. 

El perro hace algo que lo sacude por completo. 

Se mete entre sus rodillas atrapando su muñeca. 

Levanta las garras contrarias para atacar ante este movimiento inesperado. 

-Mira, puedes tocar. - 

Sus ojos brillan y se cierran antes de procesar que tenía la mano atrapada sobre las orejas del perro, aquellas tan espesas que le hacen perder de vista sus dedos. Y deberían ser muy cálidas. 

-No te hagas el tímido, toca con confianza. - sujetó su otra mano para llevarlas ambas a su cabeza. 

El gato ahora mantiene las orejas pegadas a la cabeza. 

-No es eso. - 

-¿Entonces qué te molesta?-

-Eres un enemigo.- es inmediato. - No debo… Ni pensarlo.-

 Cierra con fuerza los ojos, solo atrapado en su delirio. 

En esa noche horrible con este cocinero abriendo y separando por partes a una persona de su propio bando. 

Soportando algo oscuro en ello. 

Algo enfermo. 

Algo que le hace dudar de su cordura. 

De si estaba bien o si ya era el fin para su cabeza en esta guerra. 

Solo teniendo en su cabeza muy claro el torso fuerte de este tipo, como el pelo de su cuerpo no podía ocultar esa textura demoledora ni la humedad tener la piedad de evitar obligarlo a seguirla perderse por las orillas de sus pantalones.

Era obvio que lo mejor era quitarse la mitad del uniforme para esa tarea grotesca y difícil. 

Más en su mente lo único que veía era un carnicero sudar, jadear y usar toda la fuerza de sus brazos y espalda para cortar en pedazos lo que fue una persona. 

Salpicando, jadeando frustrado, maldiciendo, mostrando solo a la luna el cansancio que le invadía al destrozar este cuerpo para alimentar a sus compañeros. 

Las voces que en interior ruegan por una pausa tienen otro tono en la boca del perro. 

-Porfavor, tiéntame más, me gusta. - susurra el perro llenando de calor sus orejas. 

Dejando partes de su alma en el esfuerzo de abrir cada cuerpo en la oscuridad, en solitario. 

Solo teniendo al espía oculto como su compañía noche tras noche.

-Aquí no. - el perro mira con cuidado al lugar para saberlo fuera de la vista. - Aquí soy tu perro, solo por ahora ¿Que te parece?-mueve el mismo las manos el gato paralizado y tembloroso.

El felino baja la cabeza al poner de su parte, cerrando las manos para sentir el espesor de su cabello en las manos. 

-Pero que suave… aunque tienes maltratado y feo el cabello, es suave. - 

El perro comienza a reír soltando sus manos.

-Me podrías cortar la garganta pero te pones a criticarme. - 

-Eso te duele más. - 

El perro cobra el precio por dejarse tocar al llevar la nariz al estómago del gato. 

-Creí que olerias mejor. - 

-Tienes la jeta hundida en el uniforme de quién sabe que está muerto, claro que bien no huelo. - 

 

 

Son caníbales, el uniforme es de una cena pasada, a este paso seremos la siguiente. 

 

 

La cabeza del gato palpita al recordar ese detalle de estos tipos. 

Su cabeza hierve al mover las manos de las orejas del soldado. 

A su ropa. 

-Ahora será más fácil.-

El perro eleva las orejas y sus ojos son llenados con el gato abriendo esa enorme chaqueta para mostrar su torso y estómago. 

Era verdad, todo estaba dentro de la ropa, el aroma y el calor que golpeaba su rostro. 

Llenando con la calidez de un cuerpo suave al alcance de su hocico. 

Sus ojos se abren y cierran para procesarlo. 

Llenándose con la visión de su boca sobre ese cuello. Con las garras de este gato arañando su espalda con salvaje necesidad, ardiendo como locos entre suspiros pesados. Lamiendo toda la extensión de su pecho al estómago, recibiendo caricias susurros y arañazos entre murmullos profundos hasta bajar de nuevo y hundir el rostro en el hueco entre las piernas del soldado con esas garras sujetando el collar de su uniforme para mostrarle que estaba siendo un buen chico con sus caricias. 

 

La cara de ambos se ve cambiar de rojo pálido. 

Solo mirando los ojos del otro con tal flash compartido. 

Tan fuerte para romper su capacidad pulmonar por unos segundos llenos sólo con la brisa de la tormenta y la respiración contraria. 

-No. - advierte el gato sin más que decir aunque por más de un segundo se vio tentado a tomar ese collar como en su ilusión. 

Cayendo solo por su propia debilidad.

-¿No era tu enemigo?- pregunta el perro al verlo acercar la mano a su collar. 

-Lo eres. - murmura aceptando la realidad. 

-Dios… - el perro levanta el cuerpo del suelo lentamente.

-Debería volver la señorita de antes.- murmura para salvarse de esta tentación tan fuerte. 

-Esto es sádico pero no quiero irme.-

El gato vuelve a mirarlo. 

-Dime ¿Tú también lo sientes?- pregunta el perro con los ojos en su figura.

El gato ve un destino donde mienten y pueden seguir adelante con eso. Es visible, simplemente decir que no le salvará de muchos problemas. 

Pero el problema más grande es él mismo. 

-Si. - confiesa.-Me gustas. - lo declaró mirando al perro con las orejas arriba.

El perro nunca había esperado eso. 

Sus orejas se elevan y su pelaje se eriza por debajo del uniforme revelando más de su estatura. Temblando al cerrar los puños a los flancos de su cuerpo. 

-Dame un abrazo.- pide con voz muy baja ante la gran y demoledora vergüenza que le recorre al pedir algo tan burdo e insípido. 

Cuando parece que todo les dice que no es solo eso, que quieren tanto que estaban apunto de secarse por la sed que les domina. 

Para el gato esta petición es un aliento, levantándose del tronco lentamente. 

No por miedo, eso ya dejó de estar ahí desde que decidió tentar a un caníbal. 

No. 

Es por el peso de todo lo que levaba en su cuerpo al qtreverse a comeyer este acto estúpido. 

Levantando los brazos para rodear sus hombros. 

Solo sentirlo tan cerca es suficiente para romper la resistencia del perro, acelerando su pulso el calor. 

Lleva las manos al interior del uniforme para acercarlo con la fuerza que el mismo gato usa para tomar su rostro. 

-¡Moore, aquí!- 

El perro suelta al gato tirando de su abrigo para que se cubriera, poniéndose enfrente para encarar al soldado que se acerca a este escondite. 

El felino rearma su abrigo con la cara pálida, tomando de nuevo su lugar en el tronco, disimula rápido con una papa en sus manos 

Entrando alguien que podía ser, muy malas o muy buenas noticias. 

El subteniente Dean, con su aspecto aburrido y antes amable. Solo deja ahora esa primera impresión de un tipo que te insulta pero habla con formalidad. 

-Te veo muy tranquilo ¿Como está el invitado de honor?- pregunta buscando al gato. 

El perro se mueve para mostrar al prisionero. 

Este mantiene la cabeza baja cuidando disimular. 

-¿Qué le hiciste?- pregunta este hombre. 

El gato baja las orejas al sentirse descubierto por ese tono molesto. 

-Nada au¡Nada, señor!- niega evitando contestar alguna cosa fuera de lugar. 

El sub teniente se acerca al gato para arrebatar de sus manos la pata. 

-No ponemos a la gente a pelar piedras. - le lanza la piedra contra los metales de la bota para ofenderlo.-El general dijo que lo entregaría entero, si pìerde un dedo, le enviaremos con uno tuyo para compensarlo.- mira al gato que se mantiene agachado.-Descansa.- termina su visita con ello al comprobar que el rehén estaba en óptimas condiciones. 

Ya solos el perro levanta la piedra que el gato había simulado pelar. 

-¿En serio?- le pregunta sonriendo. 

El gato voltea la cara sonriendo avergonzado. 

-Es lo primero que encontré. - 

-Pues gracias, ahora van pensar que soy un sádico. - 

-No veo el problema. - 

-Que no lo veas no significa que no lo haya.- mira la olla y al gato. 

Lentamente va con él. 

Este enemigo eleva las orejas al sentir como el ambiente cambia con esa mirada suave sobre sí. 

Sus ojos se abren por esa pregunta silenciosa. Liberando la tensión de sus hombros al llevar las garras a ese rostro, guiandolo a su rostro sin pensarlo. 

El primer roce es tan superficial que le deja un sentimiento triste en el corazón. 

El segundo es duradero, cerrando los ojos para mover un poco sus labios, estremeciéndose por la sensación que le recorre por ser correspondido. 

El perro ríe nervioso al separarse, sus ojos son llamados por esas iris contrarias. 

-En otra situación… - 

Suspira el gato con ese rostro entre sus manos. 

-No estamos ahí. - responde el perro más seguro de lo que su voz sonaba. 

El gato suspira aguantando un jadeos más ruidoso al atragantarse por los nervios y su rostro cada vez más rojo. 

-¿Puedo tocarte?- pregunta con la cara tan roja como sus orejas bajas. 

El perro toma sus manos para llevarlas a su pecho. 

La dureza debajo de la ropa le sobresalta. 

-¿Quieres que me quite la ropa?-

Un chillido escapa del gato al retirar sus manos. Lleva estas a su rostro para cubrir su vergüenza. 

-Si.- 

El perro mueve la cabeza. Su respiración es más pesada. 

-Si yo me quito la ropa ¿Lo harías tú también?- 

-Si, claro. - responde el gato con las manos en las rodillas, de golpe logra controlarse. No porque lo superara sino porque le apuraba más seguir adelante que el miedo a parecer un loco. 

El perro inhala retrocediendo un paso para esto. 

-Hace tiempo tuve que coser esta cosa y el cierre no funciona.- le avisa levantando la chaqueta. 

El rifle queda a un lado, completamente ignorado por el gato que puede ver después de semanas de nuevo ese torso tan fuerte como herido. 

Cicatrices, heridas, muchas quemaduras y cortadas pero ahí está. 

Su ser. 

Era extremadamente agradable para sus ojos, para sus manos que tiemblan deseando tocarlo con tanto desespero como su corazón late en sus oídos, babeando sin darse cuenta aunque solo desea esconderse tanto como deseaba caer.

Lo hizo. 

Toda la lógica y el instinto de conservación en su interior comenzó a gritar al descubrir que no dudo en sacarse del cuerpo este abrigo, saltando a pegar el rostro en el cuello del perro, así estuviera cubierto por el explosivo, lo busca, lame su supèrficie al enterrar las garras en su abrigo.

Es una victoria para sus instintos. Ronronear al lograr aferrarse a este cuerpo al caer los dos y en el suelo, subirse sobre él y llevándolo con su olor. 

El si la consecuencia es ser atrapado por la mandíbula para llevar su rostro y unirse en un beso superficial que no dura nada al abrir sus bocas con este deseo, con tanto deseo como para descubrirse despierto por el roce entre sus piernas por ese torso tan fuerte. 

-¿Puedo ayudarte con eso?- pregunta el perro buscando su mirada. 

El felino mueve las orejas y mira al perro temblando. 

-Es tu culpa, claro que deberás hacer algo. - le acusa buscando su mandíbula para besarlo, uniendo sus labios.

El perro corresponde el beso, bajando sus manos por ese torso, abriendo la ropa solo para internar sus manos bajo la ropa. 

El gato exhala al sentir esto de sorpresa. 

Sin palabras, solo una mirada donde el perro busca su respuesta. Algo que le diga que debería parar. 

El gato lleva las garras a su torso. 

Volviendo a su boca. 

El toque en su intimidad es más seguro al ser sujetado en su mano, subiendo y bajando. 

Presionando a su espalda aquello que causaba tanta curiosidad al enemigo, alternando los dedos dentro del soldado que suspira en su boca. 

-Dime si te sientes mal.-

-Te traigo demasiadas ganas para que no me guste esto. 

 

 

-Supe que estaba pasando algo desde que Polly mencionó que estabas haciéndolo pelar piedras. - 

La cabeza de los dos se llena de frío al escuchar esa voz. 

-Nadie es tan estúpido, a menos que sea por error. - mira al gato y sus uñas con tierra bajo las garras. 

Su ceja baja al ver como el perro cubrió con su espalda al gato. 

-Te va a doler. - murmura riéndose de esta actitud en su soldado. - Van a llegar doce cadetes a ayudar con la comida, evita volver a dejar tu arma en el suelo.- Sus ojos van a la navaja de verduras que estaba olvidada en el tronco.

Definitivamente eran dos imbéciles.

Lentamente los dos se separan para cubrirse más nerviosos que arrepentidos. 

Al voltearse les recibe más que solo la voz del general. 

Frente a ellos el hombre les observa con una pila de cuencos de madera en manos. 

-Habrá un anuncio en diez minutos.- mira al gato. - Y este se va  tener que vigilar.- Deja los cuencos en una mesa rota. 

Esta se termina por destruir por el peso de los trastes, cayendo al suelo con los platos de madera. 

-Pues… Recoge eso. - ordena al retirarse con una sonrisa burlona. 

Ya fuera su rostro vuelve a ser serio. 

Avanza por la nieve con una gran tarea en mente. 

-Más madera, mucha más. - ordena a los soldados que traigan troncos para hacer círculos alrededor del fuego. 

A su paso encuentra a los cabos peleando juntos contra el peor enemigo. 

Un ciempiés feo que saltó de un tronco y por suerte decidió morder el puff del abrigo de uno de los mocosos y no al susodicho cachorro. 

Los mira para burlarse en silencio de su predicamento. 

-Ese es venenoso. - 

-No le hará más daño que el gas.-

El elefante bufa observando a los niños desnudar a su compañero para sacarle el bicho y matarlo con la culata de sus rifles entre los quince presentes.

El cachorro se rodea con los brazos y el fuerte frío llenandolo. 

Hobart decide ir adelante para ver cómo ayudarlos. 

-No será posible que lo uses por ahora. - 

-¡General!- exclaman colocandose firmes con las manos en la frente. 

Levanta el abrigo ahora cubierto de jugo de ciempiés ponzoñoso. 

-¡Yo te doy ropa!-

El general gira la cabeza al ver a ese soldado sacarse el abrigo, la camisa y las segunda capa para darle las dos capas interiores al niño más pequeño. 

Este no duda en vestirse con las dos piezas de ropa y aliviarse al estar a salvo de la ventisca. 

-Laven el pelo del abrigo con ramas para no mojarse, tienen diez minutos. - les ordena a los niños. 

Estos toman la ropa sucia y corren al ojo de agua en el centro del valle. 

Gira la cabeza para ver al perro. 

-Has tardado mucho en concientizarte de donde estás. - lo dice observando sus ojos perdidos. 

Este sonríe de vuelta. 

-Ya casi estoy bien, no se preocupe.-

-Me preocupo, porque necesitamos a todos los presentes. - mira al lugar. - Vamos a cenar con los azules.-

Era para el joven pero esto llego a todos en un segundo., 

Ocasionando un caos que sacude todo en el lugar, todo es un desastre. 

Los troncos que habían estado trayendo comenzaron a volar por los aires y los gritos de todos los presentes fueron fuertes reclamos contra esta decisión. 

Reduciéndose solo con una cosa por parte del general. 

Una razón. 

 

Una que sacude al gato prisionero que ya estaban en alerta por los gritos de los soldados más resentidos que deseaban matarlo. 

-Los verdes los cazan, no podemos permitir que los consigan. 

 

 

 

 

 

 

Durante la cena esta tensión era marcada para todo aquel que no fuera uno de los cachorros corriendo de un lado a otro mientras bailan y cantan.

Soltando pelo el rehén junto a tres soldados que lo miraban fijamente. 

-Oye… Si tienen espinas allá abajo ¿Se tocan con un rayador de queso?-

 

No, con tu compañero. 

 

Mantiene la boca cerrada y mira al suelo para no llamar más la atención. 

-Yo tengo algo. - ríe uno de estos jabalís. - Si se supone que son muy rápidos ¿También se corren rápido?-

 

No, por culpa del general, no lo sé. 

 

Su molestia es fuerte y lo hace vibrar en un gruñido bajo. 

 

-¿Te gustan los hombres? ¿Te gusto yo?-

El gato gira la cabeza. 

-No-

Sus orejas se sacuden por la patada que este recibió por el perro que apenas regresa de cumplir su tarea sirviendo la comida. 

-El general ordenó que no lo toquen. - 

-¿Que estas ciego? ¡¡Yo no le hice nada!!-

-Le presentaste tu cara, eso es acoso. - golpea con los nudillos el hocico del cocodrilo. 

Los dos compañeros del cocodrilo comienzan a reírse en su cara.

-Traidores. Pues allá tú, quédate con el bastardo. - 

El perro mira al gato aún incómodo. 

-La cerveza está por servirse, vayan a hacer fila.- 

Estos no tardan en irse sin pensarlo. 

Una vez se fueron, toma un lado para sentarse con el gato. 

-¿Te molestaron mucho?-

-Algo. - sus ojos van al centro de toda la reunión. 

Puede ver a su general junto al perro que lo amenazó y condenó con información que no le dejaría dormir. Viendo, atestiguando como la siempre indiferente figura del gran gato se ve más cálida de lo normal. 

Un rostro relajado y bonito. 

-¡¿Ehe?!- sacude las orejas. Se ve aturdido por su propia percepción sorpresiva sobre el general. 

Y entonces ve al teniente. 

Amargado, enojado y callado con esas vendas puestas en su cara y sin moverse ni un poco. 

El subteniente está comiendo muy tranquilo y distraído con el juego de los niños. 

 

-¿Has pensado en esto? 

El gato levanta la mirada curioso. 

-SI… ¿Estás seguro?-

-Tu eres quien debería pregúntaselo. - 

-Puede ser pero los dos vamos a seguir y sabremos de esto, sabremos lo que hicimos con un enemigo que mató a nuestros aliados más de una vez.-

-Es algo que pienso desde ayer. - admite el perro. - Pero estoy en un punto donde solo soy un idiota esperando que seas tan estupido como yo. - 

El gato mueve la cabeza para ver a su general y al resto. 

-Vamos.- 

El perro sonreía al ponerse de pie con él. 

Andando juntos en silencio por el borde de la reunión. 

La boca de ambos está húmeda. 

Caminando juntos a algún punto desconocido entre las ruinas de hogares que fueron alguna vez de alguien. Sus pasos los llevan por el camino. 

Sobresaltandose por algo que ven de pasada. 

A los niños peleandose y al gato de su bando estrellar una bola de nieve tremenda contra el rostro del cachorro que en respuesta le tira del cuello de la ropa para lamerlo hasta meter la lengua en su oreja. 

El grito de asco del gato fue escuchado hasta por las aves. 

-¡¡Eres un baboso, perro asqueroso y tramposo!!-

- ¡Tú me pegaste!-

- ¡¡Entonces pegarme, no te pases de asqueroso!! ¡¡¿Estás enfermo o solo loco?!!-

El cachorro retrocede y salta a un lado para atacar desde abajo. 

El gatito pudo prever su objetivo pero no pudo esquivarlo por culpa de un montículo de nieve que le lleva a enterrar la cara en la nieve. 

Las orejas de los dos se sacuden a la vez al escuchar el gran tronido de esa nalgada. 

El gatito se abstuvo de gritar pero no de patear al cachorro tan fuerte como para reventarle la nariz. 

Los adultos alrededor intervendrán pero solo se abstendrán hasta cuando estos parezcan en verdad en problemas. Mientras simplemente se ríen de sus caras y corajes. 

Este perro se agarra la cara y mira al gato que sin disimulo se soba el golpe con lágrimas en los ojos. 

-comenzando a reírse al verlo tan triste. 

El gato le mira con las cejas juntas, aguantando la risa al ver como este se sujeta la nariz y ríe como un cerdito por la sangre acumulandose. 

Su boca lo traiciona sonriendo a pesar del dolor en sus cuartos traseros.

 

Los dos que habían observado el inicio de la contienda hace rato se habían retirado. 

Dejando atrás a los niños ahora menos violentos al unirse en sus risas solo por el dolor contrario. 

 

Caminan juntos, cada vez más cerca mientras el mundo pierde cada vez más de su valor.

El calor aumenta. 

Es dificil no sentirlo cuando se llaman tan solo con sus cuerpos. 

Con el grito de sus piernas desesperadas por atrapar al perro entre sus muslos.

Con la boca llena con un sabor desconocido, con ganas de meterlo a su boca, con probarlo. 

Cerrando entre pasos la distancia para unirse por fin. 

Tropezando a cada paso ahora más presuroso a pesar de estar cueros. 

No se han perdido, están tan conscientes de que a unos tantos metros los dos bandos estaban tan cerca que se fundían, era la verdad. 

Era claro lo peligroso que esto era. 

Cayendo dentro de las ruinas de una posible casa. Avanzan hasta la pared para sentirse aturdidos por las cenizas a su alrededor. 

No tienen idea de que hacerte. 

Ninguno de los dos, solo se ven por segundos al decidirse a tomar una esquina , sin interesarse porque posiblemente salgan con garrapatas, solo mirándose por un momento antes de romper con todo filtro solo con bajar los pantalones. 

Qué hacer. 

Se lo preguntan solo por un segundo antes de unir sus labios, para que lentamente la respuesta llegue mientras este calor los mata lentamente. 

Con el balanceo de sus cuerpos dando la respuesta conforme avanzan. 

El felino siente como todo en él desea atraparlo, rodearlo, marcarlo y no dejarlo ir. 

Con el perro que apenas puede soportar un segundo sin probarlo, sin tocar su cuello, su cintura y calor. 

Besarlo, bajar. Presionar confuso. 

Deteniéndose al sentir que la respuesta llega con este roce, con el calor que recorre al felino con el embate instintivo que sacudió sus cuerpo desde abajo. 

-Creo que podría doler. - murmura.

-A ti no. - 

-No es menos importante. - murmura mirando a un lado. 

-Aún será algo que necesito.- 

El perro suspira mirando sus ojos. 

-Me dirás si soy malo en esto, ¿Verdad?-

El gato asiente tocando su rostro. 

-No me veas de menos después de esto.- 

El perro le toma las manos.

El gato abre los ojos grandes al juntar los labios con su dorso. 

-Mucho fue que me hablaras cuando soy tan raro.- 

El gato deja salir una risa, seguida de más carcajadas al besarle. 

Tan sacudido por estas palabras como colegial en su primer amor. 

Puede que ahora mismo esté por ser asesinado y para la desgracia suya, no le importaría. 

Solo puede verlo, sentir su cuerpo, recorrer con las garras este torso trabajado para sentir en sus yemas la fuerza debajo de la piel ardiente y el pelo. 

Sacudiendo con la entrada en aquella pieza de carne que extiende su ser lentamente. 

Busca su rostro, encontrando una expresión en problemas. Con la mirada baja y esas cejas juntas con los colmillos descubiertos. 

-Me estás matando. - murmura el perro al ver sus ojos.

El gato cierra los ojos al usar las piernas para atraerlo. 

La consecuencia es ser atravesado por este perro, sacudiendo su vista ahora borrosa. 

Busca aferrarse a su espalda pero solo alcanza su cuello, pues de golpe ve esa sombra sobre él y su figura como un gran monstruo solo puede hacer que su cuerpo le demuestre que está muy loco. 

Moviéndose con él en vez de escapar. 

-Hazlo, muévete, hazlo fuerte. - murmura el gato sin escuchar sus dudas. 

El soldado enemigo lo escuchara, tomando el cuello del gato se mueve presionando esa garganta suavemente. 

Al felino esta presión le desconecta, lo hace perderse. 

-Esto es… Increíble. - la voz del perro recorre la piel del felino ya fuera de sí por el placer, temblando al sentirse tan atrapado. - Es así, la tentación.- besa su cuello,bajando sus manos por este cuerpo.-Es seguro, si muero va ser por tu culpa, gatito.- solo deseaba seguir, entrar, presionar y escucha como esa voz se pierde junto con su control.-Si eres la muerte, maldeciré a la vida por apartarme de ti.-

 

La consciencia baja, todo late y su mirada solo puede perderse en las sombras, en el rostro de su recién encontrado perro. 

Ronroneando fuera de sí con este calor ardiendo desde el fondo de su estómago. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer y comentar.
Si, aquí también son demasiado cariñosos.

Chapter 6

Notes:

Hola, buenas noches

Gracias por leer y comentar.

Volvemos al ritmo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Es la noche una gran compañía. 

Hace calor de día. 

De noche es fresco. 

Por tanto podían estar tranquilos al sacarse el uniforme y remangarse sus camisas para interrogar a este enemigo atado a la columna de piedra. 

La sangre de este ya era una mancha en el suelo, al nivel donde su cabeza colgaba y una de sus orejas ya fue recortada por las orillas con unas tijeras dejadas en la mesa a su lado, junto con los pedazos cortados de su oreja. 

De nuevo uno de estos soldados se acerca para preguntarle algo. 

-¿Dónde está la base de reabastecimiento?- le pregunta un guardia 

Su cabeza se mantiene baja. 

El carmín cae de su nariz y boca, todo entre hipidos de su parte que infla una burbuja de sangre por sus fosas nasales. 

-Responde.- 

El felino mira al suelo con la cara rendida. 

-¿Enserio te quedaras callado?- 

Sin respuestas. 

Es claro que los escucha con ver esa cola moverse amarrada en el mismo pilar. Se les prohibió cortar colas por un tratado superior. 

Más no al mismo cuerpo. 

-¡Ya me hartaste!-

Un soldado de todos los presentes se levanta para usar un bastón, golpeando el troso del gato atado. 

-¡Habla!-

-¡Habla!-

-¡¡Me estoy cansando de ser bueno contigo!!- 

El felino no hizo nada al ser escupido directo al rostro. 

Cierra los ojos cansado, realmente cansado. 

El soldado que lo agredió sacude los hombros tirando el barrote contra su cuerpo una última vez para regresar a su asiento sin más que eso. 

-Ya matalo, no va decir nada. - 

El primero responde con los puños cerrados. 

-Eso es exactamente por lo que debemos hacerlo hablar.- apunta su cara. - No ha dicho nada. - mira su rostro.-Y es alguien con un gran lugar en la división roja. - observa esos ojos. -Tú sabes mucho y no nos quieres decir nada.Pero te haremos hablar, no te preocupes. - le asegura regresando sobre sus pasos. 

El gato mantiene la cabeza baja. 

Hasta que es sujetado desde atrás con una correa en su boca. 

Abre los ojos en grande al ver aquello que viene por su rostro. 

Sacude al fin el cuerpo, patea pero solo aprieta más las sogas en su cuerpo, cada vez más apretado contra la columna. 

Este soldado agarra su mandíbula con una mano, clavando una navaja en su rostro. 

El grito escapa al ser sobrepasado el umbral que había controlado, gritando en la mordaza con las risas a su alrededor apagando el grito ahogado entre carcajadas. 

La piel es desprendida con los cortes irregulares. 

-Dime ¿Ya vas a hablar?-le pregunta este soldado con un pedazo de su piel frente a su mirada. 

El gato respira con esfuerzo, su boca ya no puede contener bien la saliva al haber perdido su mejilla. 

-Que yo sepa, los que son como tú se rigen por su aspecto. - sujeta de nuevo su mandíbula para cortar escuchando los gritos de vuelta con cada corte. - Eres un gato, no pueden pasar un dia sucios, no pueden soportar ser feos ¿Que tal si te dejamos como carroña viva?- otro pedazo de si rostro es desprendido con un tirón. 

Cuando el corte terminó sus gritos continuaron. 

 No puede callarse, gritó. En manos de este enemigo continua. 

-¡El ojo, dale con el ojo de una vez!- rien de fondo algunos al escucharlo con disfrute. 

Hay algo en los gatos que hace escucharlos gritar algo adictivo. Sus maullidos revueltos con las voces nuevas. 

Todo es un descubrimiento que les ocasiona placer. 

Acercándose más de uno para tomarle por la cabeza. 

Quedando claro cuánto lucha el gato por librarse al gruñir y bufar entre lágrimas. 

 

 

Es claro. 

Vio muy claramente como esa navaja viene a su rostro, la sonrisa de quién lo corta y como lo hace más por placer gracias entre las risas. 

Las voces animando y sus propios gritos. 

Es claro que uno ya intenta meter la mano bajo su uniforme sucio. 

Es muy claro cuánto duele cuando esa navaja entra en su cuenca. Escarbando. 

Duele. 

Duele hasta la nuca.

Duele como atraviesa y su cerebro también grita. 

Todo palpita ardiendo. 

Es pesado. 

Es sangre.

Es imposible no ver hasta que se cortan los nervios oculares. 

El nervio es expuesto al arrastrar afuera el globo ocular tan brillante ahora vuelto rojo como la misma sangre. 

Cayendo de la navaja, rebotando como un pedazo de carne al suelo. 

Entre sus gritó el delirio de recuperarlo le pide que lo siga y recoja pero solo ve como es aplastado por las botas de uno de estos tipos. 

No han soltado su uniforme. 

Una parte de sí grita apurandolo a hablar. 

A huir. 

A hacer algo antes de que todo siga adelante cuando su ropa es bajada o abierta entre tantas manos, con esa navaja bajando por su cuello sin olvidar cortarlo. 

-dime si vas a hablar. - 

-No hables, mejor cállate. - 

La navaja entra en su estómago. 

-Olvídalo. - advierte el lider apartándose. - Traigan el aceite. - les ordena a todos. 

-Pero podríamos-

-No me interesa, es un animal, traigan el aceite. - les ordena guardando la navaja. 

Lo dejaron en esa misma columna mirando solo con un ojo lo que quedaba del otro en el suelo. Irreconocible, sólo una masa roja. 

Uno de estos vino devuelta con una botella de aceite para mojarlo desde la cabeza. 

-Es una lastima, si parecías divertido.-

El gato baja la cabeza evitando mirar a estos sujetos. 

El fuego pronto sería encendido. 

Puede ver el cerillo en manos de otro. 

No. 

Su cabeza se levanta con dificultad al ser atravesada la puerta de este lugar. 

Sus orejas se elevan lentamente al reconocer esa figura alta entrando y no sola. 

El humo entró tan rojo, brillante y bonito como una nube de algodón.

Entre las lágrimas de dolor unas de alivio escapan, convirtiéndose en nuevo dolor al ver a través de los ojos de un compañero el reconocimiento de su propio estado.

Entre los cuchillos que son usados contra estos enemigos y su propio estado. En la mirada del general que se saca la máscara de gas para colocarla suavemente en su rostro. 

-Perdón.- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Por qué esto es tan estúpido de pronto? 

Él vio su cicatriz, él se fue corriendo por miedo a su cicatriz. 

¿Por qué vuelve? ¿Porque lo presiona?

¿Por qué lo toca cuando se ve tan asqueroso?

Esos ojos tan obtusos y brillantes son muy penetrantes a pesar de su tono ligero. 

-No actúes de forma estúpida, eso déjamelo a mí.- le aconseja el perro mugroso. Atreviéndose a hacer algo que aturde por completo al felino. 

Dejándole con la visión de los médicos discutiendo por quien tendria que atenderlo. 

Recorrer su cicatriz con la lengua. 

Algo que era inverosímil, después de meses viendo a gente colocarse guantes y apartarse cuando veían su herida. Con un doctor que murmuraba :

“Hubiera sido mejor que muriera de una vez, ¿Porque tengo que ver esa cosa otra vez? ” 

El gato abre la boca anonadado.

Llenándose de calor hasta la punta de su cola con este calor profundo y húmedo sobre su piel expuesta. Su cuerpo completo se eriza, elevando su temperatura por debajo de la ropa. 

 Todo en su cuerpo se vuelve de gelatina y al mismo tiempo un soufflé caliente, derritiéndose todo pensamiento de golpe. 

Conteniendo un ronroneo al morderse la lengua para sentir dolor y no dejarse llevar por el placer que le llena por el contacto con el perro que no duda en sujetarlo con más fuerza. 

Como si en el fondo supiera que logró hacerlo sentir así y le negara su escape con su presencia. 

Usando su sorpresa paralizante, el perro lo esconde usando una tela recuperada de otras ruinas.

No, aún no puede hablar. 

Teme que de su boca escapara un maullido traicionero y no su voz. 

Callando como puede, dejando toda su fuerza de voluntad de negarse a escuchar la voz que sabe que hay una invasión en proceso y aun así solo puede gritar de ansias. 

Sed. 

Anhelo y ambicion, deseando que este idiota lo toque más. 

Lo consuele. 

Lo saque de todas las pesadillas donde vuelve a doler. 

Donde ve su ojo de nuevo en el suelo ser pisado por un enemigo que vuelve a quemar su rostro.

Donde se ríen porque saben que esto estaba matándolo mejor que una bala. 

¿Qué es un gato cuando no es hermoso? ¿No es solo una mancha fea en el camino? 

Matando primero su dignidad y desfigurando su rostro después de interrogarlo. Desechado al ser inutil como si destruir su vida fuera solo algo divertido. 

Escucha las mismas palabras que le ayudaron a mantener la boca cerrada y le juraban que estaria bien desde el interior de su corazón, que no moriría ni sería mayor su dolor. 

Que alguien allá afuera estaba moviendo todo para salvarlo. 

-Confía en nuestro general. - le apacigua el perro al empujarlo entre las tablas, como si fuera a arrullarlo en cualquier momento, siente sus manos por el cuerpo y ese feo trapo fuera una sábana cálida. 

No hablan del mismo pero recuerda que todo está planeado, que escuchar le llevaría al lugar correcto, consuela esta sensación de abandono. 

- Sé un buen gatito y caza a tus presas desde las sombras. - lo deja el lugar una vez ya está entre las tablas del pueblo destruido. 

El gato en el escondite pasa un minuto en silencio, para salir de ezste episodio de sensaciones extrañas y memorias revientas. 

Regresando al dolor y el frío presente. 

Al peligro.

 

Inhala observando la sombra del humo sobre este almacén, le parece preocupante como era tan irregular. 

Piensa en los compañeros de su bando. Cada escuadrón que le fuera útil. 

-Todos estaban en este estupido circo. - murmura arrastrándose por las tablas. 

Este pueblo fue arrasado por bombas que aplastaron todo a su paso hasta volverlo un chiste de lo que fue. 

Un chiste muy cruel. 

Al salir del almacén desde el suelo sus ojos siguen la figura de las filas de soldados uno por uno avanzando sin ocultarse directamente a la zona de la fogata. 

Con cuidado retrocede para buscar un punto alto para dispersar las vías de humo rojo. 

Logró moverse por los canales de agua que había entre las casas. 

La vegetación crecida cubre su figura entre las sombras crecientes de la noche y la misma oscuridad de las plaantas. Entra a las ruinas de un hogar doblado, arrastrándose. 

-Ey…-

Su cabeza baja y corre a meterse a otro hueco al escuchar una voz. 

-¿Viste algo?- 

Escucha a estos nuevos enemigos hablar sin cuidado, no están para nada tensos. 

-Creo que era alguien. - 

-¿Una mujer?-

-No hemos visto una en meses, claro que no. - 

El gato bajo las tablas sigue adelante para alejarse de este espacio que parecía aseguro. 

Su escape está por debajo de los pues de estos soldados, solo gracias a su naturaleza. Seguramente un perro sería incapaz de esto con esas estúpidas clavículas estorbando. 

Su cabeza se sumerge en un espacio de hierbas, mira a unos metros a cinco soldados caminando adelante, ya salió del centro. 

Abandona ese montón de tablas para seguir adelante a través de otras ruinas. 

Eso quisiera. 

Porque vio rojo. 

Solo odio le llenó de golpe. 

Horrorizandose con gran desprecio. 

Ahora tenía sentido porque estaba tan bien en apariencia el espía secuestrado. 

Al entrar a este pedazo de ruinas todo lo que ve es a uno de esos malditos sobre un compañero, haciendo algo que solo le hizo sentir náuseas. 

Sin pensarlo levanta el arma usando la culata para impactar esa cabeza, si no estuvieran rodeados le dispararia. 

-¡Asqueroso, maldito hijo de puta!-exclamó sin aliento al lograr sacarlo de sobre su compañero. 

Este enemigo se mueve en el suelo a pesar de haberlo golpeado , el degenerado demuestra su resistencia al girarse para atraparlo por la pierna y arrastrarlo debajo de él. 

Su mente llena de asco solo pudo empeorar justo ahora. 

Sin importarle que un puño viene directo a su rostro. 

-¡Aleja esa cosa de mi!- usa un arma para volarle la cabeza por un costado.  

O eso se supone que haga. 

Su mano es detenida por este gato que tira de su brazo y empuja al perro.

-Esta bien, solo calma. - le dice con la voz ahogada. 

Ese perro retrocede gruñendo al acomodarse la ropa y alejarse de los dos con la cabeza baja. 

Este ruido no parece alertar a los nuevos pero ahora este perro, al salir de este escondite y regresar tan pronto como asomo el hocico, sabe de ellos de esta mala manera. 

-Mierda.- mira su uniforme, que se quitó para más comodidad durante este juego peligroso, en el suelo buscándolo para vestirse y recuperar su arma. 

 

-¿Tu querías eso?- pregunta el teniente sin creerlo. - Te estaba… Puta madre, verruga, ¿Porque con uno de ellos?- voltea el rostro al verlo buscar su ropa. 

Su molestia por ser usado el insulto por la pronunciación de su apellido le hace fruncir el ceño. 

-Pues.. Así, se dio. - responde vagamente el felino con el rostro. 

El teniente lo ve ponerse de pie para arreglar el uniforme y su cabeza hierve. 

-¿Estás estupido o solo perdiste la cabeza?- apunta a la dirección donde se perdió el perro.- ¡¿Con uno de los marrones?! - 

El gato mueve las orejas y suspira. 

-Lo que haga o no, es solo mi decisión. - murmura con la cabeza baja.-¿Que hace aquí, Teniente?-

-Hay verdes afuera. 

La cabeza del espía se mueve al escuchar al perro. 

El teniente presente le mira con el hocico arrugado por el asco. 

-Eso, los malditos llegaron- sus orejas se mueven al ver al gato acercarse al perro. 

Esperaba que lo matara y robarle su arma, en vista de que el mismo gato no tenía alguna con la cual defenderse, pero otra vez su percepción es sacudida como muñeca de traṕo lavada a mano. 

Gritando incredulo por dentro al verlos besarse tan profundo como para violar sus oidos con un sonido unido por ambos tan entregados al beso como para olvidarlo. 

-Cuídate. - murmura el perro entregando en manos del gato un arma de mano. 

 -Quiero verte, después quiero verte.- susurra el gato haciendo caso omiso al arma para aferrarse al perro en otro beso tan loco como el primero. 

El teniente pasó a ser parte del fondo mientras gira la cabeza con las orejas bajas. 

-Estos tipos son unos asesinos… - farfulla debajo de las vendas. 

Los dos se separaron a regañadientes. Mirándose por unos segundos demasiado tensos por los cuales el mundo ṕarecio dejar de existir. 

-Cásate conmigo. - piden juntos ṕara sorpresa del contrario. 

-Cabrones, hay enemigos en el maldito valle. - les recuerda el teniente a sus espaldas. 

Le hablo al aire. 

Porque el perro mordió su placa para sacarle un pedazo, al igual que el gato la partió con las manos para intercambiarla. 

Esta vez solo es eso. Entregaron las piezas y se acabó su tiempo, corriendo el perro entre las ruinas para volver al campamento. 

El gato mira la placa. 

El nombre le hace sonreír al volver al almacén. 

-¿Órdenes?- pregunta al teniente más serio. 

El gato inhala profundamente. Volviendo a su faceta de teniente con las cejas bajas. 

-Vamos a destruir su transporte, no hay cambios. - 

 

Los dos siguen esa fila de avanzada. 

Entre los enemigos pueden ver algunos más cargados y otros que solo van con el rifle. 

El teniente observa a uno de los que van sobre un vehículo.

-Ese. - murmura solo por reconocer su cara. 

Los soldados ya tienen claro a dónde van. Miran a esa dirección con la atención muy clara en ese destino. 

Este soldado sujeta el disparador del arma con seguridad. Mirando al frente. 

El teniente sube por la orilla del cajón donde están las municiones dispuestas. El acomṕañandote de este tirador se encuentra dormido con los brazos cruzados. 

Su mano se acerca a esa boca, usando un cuchillo para cortar la garganta. 

 

-Brutus 12, hay un maldito problema por delante.- 

 

El tirador detiene el vehiculo y baja de la plataforma de la ametralladora para tomar el radio de su compañero dormido. Ignora el exceso de tierra para escuchar la comunicación. 

 

-Brutos, 3, ¿Cuál es el problema?-

-La comṕñia es más numerosa de lo previsto,hay una imposición de datos. - 

-Entonces sigamos adelante. - 

-El general está en una conversación con el líder de los marrones. - 

 El soldado patea a su compañero para que deje de dormir. Su queja aun es expuesta ante la mencion del aliado poco apreciado que estaba por encontrar. 

-No vamos a ganar nada si ese tipo se mete en esto. - 

-Pues será como el general quiera que sea, fuera. -

El soldado baja el radio frustrado. Mira al camino. 

-No nos movemos. - al fin lo nota. 

Baja del vehículo para revisar al conductor con un arma por delante, su mano deslia por error a causa de la nieve, torciendo su paso. En cuanto sus botas tocaron el suelo su cuello es atrapado por la espalda. 

El gato mira de su cara sorprendida y pálida, su mano con el cuchillo atrapado en esa carne y huesos. 

-Mierda, te moviste. - murmura el teniente sacando el cuchillo. Sus orejas se mueven frustrado, en el cajon superior el otro soldado cae con la garganta abierta. 

- Dime que tu lo dejaste vivo. - pide gritando en voz baja, salta del vehículo mirando a los vehiculos que siguen por delante por esta tormenta que cubre la visibilidad. 

Asoma la cabeza dentro de la cabina.

Dentro el gato le mira con las cejas arriba. 

El arma en su mano entra a la boca del soldado que conducía. 

-Casi no. - responde sincero, mira a este con las orejas bajas. 

El soldado de uniforme verde les mira con las cejas arriba 

-Gatos… - balbucea con el cañón del arma dentro de su boca. 

El gato a su lado aplasta con la mano la cabeza de su compañero caído al cerrar la distancia para mirarlo a los ojos. 

-No tienen idea de que tan enojado estoy con ustedes. - murmura oprimiendo el gatillo del arma. 

El soldado grita viendo la muerte de frente. 

No muere. 

Es un tiro vacío. 

-¿Te dio un arma vacía?- 

El gato niega devolviendo la bala. 

En este segundo que se distrae abriendo y cerrando el cañón, el enemigo intentó golpearlo, fallando estrepitosamente al ser sujetado por el teniente. 

Entrando a la cabina de un salto comienza a golpear con el puño su cara mientras el gato revisa las balas y las cuenta una por una. 

-Me dio una buena. - celebra mirando al frente mientras el teniente ahorca al soldado.-Espero que no la comprara, se ve muy cara. - 

-¡Intenta no hablar como un marido tacaño frente a mi! - le reclama el teniente después de estremecerse por su tono.-Dios, seguro no lo conoces ni de hace dos días. - 

El gato mueve las orejas y sus hombros murmurando ofendido.

-¿Como carajos supieron de nosotros en el maldito valle?- interroga el teniente a este enemigo. 

El mencionado abre el hocico ya cubierto de sangre desde las encías. 

-Cuando esto termine, me agradecerás que te visite en el muladar donde te vendas, maldito riquillo. - 

El gato mueve la cabeza esperando la respuesta del teniente. 

Este inhala profundo, sacando frente al soldado las vendas. 

Este no tarda en gritar al ver esa cara desfigurada frente a él. 

Las vendas ahoga su grito una vez son medias a su boca con un empujón. 

-No nos hagamos esperar. - murmura mostrando los colmillos un segundo antes de morderlo en un solo lado de su rostro sin permitirle hacer más ruido, usando la rodillas para detener los brazos. 

El felino libre enciende el vehículo en retroceso para llevar la carga de humo a las alturas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para el general de los azules la sola llegada a este improvisado campamento scout le era por demás, estúpida. 

No era necesario todo este juego de sillas ni el asiento cómodo y cálido y mucho menos estar en la posición menos golpeada por la ventisca para estar sobrepasado por la calidez de la sonrisa de ese idota de aspecto distinto ahora que parecía estar en su ambiente. 

Escupiendo en su cara algo que solo puede describir como : Imbecilidad. 

-No me mires así, se darán cuenta de cuanto me quieres arrancar la ropa.- le sonríe el perro como si fuera este el que no para de quemarlo con esa mirada tan ardiente. 

Respondiendo como se le ocurre justo ahora. 

-Eres tan irresistible como una emulsión de aceite de bacalao en ayunas. -

El perro sonríe, piensa y su boca se abre entre arcadas. 

Pasa unos segundos riendo antes de mirarlo de vuelta. 

Theodore sigue serio. 

Vuelve a reírse con las manos en el tronco al golpearlo entre carcajadas. 

-Mi cara parece hacerte reír. - acusa el gato con una ceja arriba. 

Este perro lo mira y sonríe. 

-Ve a esconderte, ya llegaron. - murmura ocultando la advertencia con esa risa ruidosa.-Usa el humo cuando veas la señal. -

El gato mueve la cola y las orejas subiendo su mirada por el lugar hasta el cielo. 

Descubrieron la línea de humo sobre ellos. Gira la cabeza para alertar al teniente. 

-¿Cuándo se fue?- gruñe abandonando el tronco. 

Se concentró demasiado en el perro, perdió de vta a su propio teniente. 

-Porfavor lleva a los niños contigo, si pasa algo. - 

Su cuerpo se siente en extremo ligero al escucharlo una última vez. 

Con una señal a su gente oculta esta sensación horrorosa, corriendo aquellos incluidos en la señal a un escondite en el bosque. 

No menciona palabra al ver a los cabos de menor edad del ejercicio del perro, perderse entre los árboles. 

Debe subir y abrir los tanques. 

Debía confiar en él, en sus intenciones. 

Subiendo por los montes llega a los peñascos cubiertos de nieve y vegetación tragada por los carambanos.

-Señor… - 

Su cabeza giró al escuchar una voz infantil a su dirección. 

La dirección de la que vino es un cachorro ajeno. 

Su uniforme marrón lo delata. 

Este aprieta el rifle en sus manos y retrocede al ver que no era un adulto de su bando. 

Theodore inclina la cabeza. 

-Ve a lo más alto que puedas y prepárate para abrir fuego, tu general dará la señal.- le ordena apuntando a las paredes de piedra. 

Este cachorro mueve las orejas. 

-Que señor mas guapo… - 

El gato mueve las orejas al verlo abrir más los ojos y correr al bajar la cabeza. 

Ya solo el gato mira al campamento. 

-¿Cómo es que están ganando estos estupidos?- murmuró en voz baja 

-Lo que sea, está claro que no es bueno. - 

El gato gira la cabeza al escuchar al subteniente a su lado. 

-Escuchamos algo preocupante de los cabos del enemigo-

-Lo que sea, debe ser después. - le detiene.-Que suba la mitad, el resto preparense alpar atacar por tierra.- 

El subteniente inhala. Hay muchos puntos a discutir y solo puede tocar uno en esta situación tan peligrosa. 

-Es eso lo que nos preocupa, señor. - 

El general voltea lentamente a ver al subteniente. -

-La salud de los hombres disminuyó inmediatamente a nuestra salida del campamento.- mueve las orejas al sentir frío por parte del general. - No es veneno señor…- baja la mirada. Es humillante, drena sus fuerzas tener que darle esta información al general. - Están en su límite y el alcohol funciona al inicio para limpiar las vias pero ya no pueden seguir. - 

Theodore avanza con él a este lindero de roca y vegetación congelada.

Su desgracia toma forma con la imagen de todos los soldados que se movieron a tiempo, ahora tiradaos o esforzándose por cubrir sus bocas. 

Añadiendose la presencia de algunos soldados de uniforme marrón entre los azules. 

Avanza con la cabez llena de hielo y su mirada fija en ese soldado observando a los enfermos debilitados de su sentidos. 

De su cinturón saca el cuchillo para silenciarlo. Evitar que el secreto sea descubierto por el resto. 

-No puedes respirar. - 

Detiene sus pasos y los del subteniente a su espalda. 

Este soldado deja de verse tan peligroso con escuchar su voz. Es muy joven. 

Lo devuelve a la tierra. 

Los regresa al escenario real donde estaban atrapados pero debía confiar. 

Debe confiar. 

 

Para el cabo este episodio de asfixia fue todo menos favorable. 

Había pasado semanas creyendo que estaba bien, que su edad lo salvaría de estar boqueando como pez muribubundo igual que sus compañeros pero se equivocó, por mucho, se equivocó. 

Siente tan fuerte esta asfixia, que desde el fondo sus pulmones son rasgados y solo puede lamentarse entre lágrimas. Respirando o esforzándose en ello. 

Su estómago se rindió causando una crisis aún peor por la bilis que se añade a esta horrible experiencia. 

Es veneno, su veneno. No puede moverse, solo llora al perder el aliento. Intenta despejar sus vías respiratorias pero no logra más que lastimarse. 

Entre sus boqueos y mirar adelante para buscar un lugar donde poner sus ojos, ve a ese perro enemigo a unos centímetros. 

La orden de mantener esta enfermedad oculta resuena pero no puede moverse, intentó patearlo de vuelta. 

El perro se mete entre sus piernas para sujetarle la nariz. 

-Puedo ayudarte. - le asegura al chico que ahora solo puede agarrar su garganta para no sentir que su tráquea saldrá como lo hace la garganta de un pescado atrapada por el anzuelo. 

Con ambas mano le voltea para unir sus bocas. 

El chico lucha al inicio, inhalando de golpe al entender que era una respiración compartida. 

Su garganta cerrada mejora, puede respirar. 

El cachorro le da espacio y le mira ahora respirando por sí solo. 

No fue la mejor forma de darle la oportunidad de respirar pero le ayudó. Mirando al cachorro una vez vuelve a sus sentidos. 

-Oh, no.- su lengua se asoma con un hilo de sangre en su superficie.- Hermano, dime que no es tuberculosis. - murmura este al sacar un torrente rojo de su boca con un escupitajo.

El gato que acaba de perder su primer beso le mira con los ojos afilados al comprender que esto era de todo menos romántico. 

-No, solo es tos con sangre normal. - responde con la garganta en extremo irritada.-Te la recomiendo, es una experiencia inigualable en la vida.- cubre su rostro con las manos ya aburrido de discutir.

-¿Estas bien?. - le tira de los pantalones para ver entre sus piernas. 

El gato no dudo en abofetear al cachorro. 

-Si. - murmura mirando esa nariz sangrar de nuevo. 

-Creí que te habías orinado. - admite algo que no se le preguntó. 

-Ya déjame en paz. - pide el gatito. Cierra los brazos en torno a sus rodillas. 

-La primera vez que usaron su veneno contra mí, me oriné por el dolor. - esto lo confiesa con las cejas bajas.-Me dio mucha vergüenza, pensé que así quedaría mi cadáver y me asuste mucho. Nadie debería morir todo miado. - suspira frustrado.-Mi mamá no querría saber eso. - 

El gato baja las orejas al escucharlo. Es para su mente el recordatorio de que esta enfermedad es el pago por su crueldad, por usar esa arma contra otros. 

-Mis compañeros comenzaron a temblar mucho, sus caras se torcían y sus bocas sacaban saliva espesa … Y creo que eso me pasó también a mi.- mueve la cabeza.-Gatito, no sé tu nombre pero sí sé que eres más valiente que yo. - estira la mano para acariciar su cabeza.-Gracias por jugar conmigo.- deja el suelo para ir de nuevo con su propio grupo. 

El chico se queda en este escondite entre rocas y hojas, mirando sus botas debajo de su brazos cruzados , todo en su visión baja, duele. 

Sabiéndose solo sus fuerzas flaquean dejando salir más que solo el miedo. 

-No es cierto. - murmura liberando las lágrimas que antes guardo por vergüenza. - Tengo miedo, no quiero pelear, ya no quiero pelear.- sus ojos se cierran acabando en un sollozo su lamento. - Quiero a mi mamá, quiero ir a casa, quiero irme, ya no quiero, ya no. - 

 A su lado no hay nadie, solo alguien más que logró controlar su respiración con una bola de aire hecha con un pedazo de tela gruesa. Demasiado preocupado por no escupir un borbotón de sangre, que posiblemente sea otro pedazo de pulmón, como para pensar en consolar al chico que llora. 

El gatito levanta la cabeza para respirar aire fresco y no su propio aliento lleno del sabor del hierro. 

Abriendo grandes los ojos al ver a ese perrillo miserable parado a unos pasos de él con un rostro tranquilo.

 No se había ido como fingió fuera de su vista al pisar el mismo espacio. 

-Yo no te veo asustado. - le señala sonriendo.-Solo te da vergüenza que te vi llorando como viuda. - 

El gatito baja la cabeza con las orejas llenas de rojo por la vergüenza que le llena hasta la médula con saberse expuesto al ojo de este perro crítico.

-Te salvé la vida, ya me debes a esa hermana que mencionaste tener. - le golpea el cachorro al dejar su lado.-Si es lo mitad de lo bonita que tú, será sencillo ser tu cuñado.- 

El gatito le sigue con la mirada afilada. 

-Primero muerto a darte a mi hermanita, solo vino horrendo. - murmura. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con los soldados en el claro la situación no es mejor. 

 

En cuanto el general se movió, aquellos gatos que quedaron ya eran solo batidos de inseguridad y una mano en el gatillo del arma. 

Soportando el hecho de que un soldado del enemigo les dejo sus uniformes para poder fingir ser parte de este lado y no de los azules que también están repensando en las razones por las cuales deberían exponerse a esta locura sin sentido por maquinaciones del gran general al que siguen. 

Viene siendo eso mismo, solo porque quién les dio este plan fue su general y no un loco cualquiera. 

Solo eso , sólo eso los motiva a exponerse a este riesgo entre temblores y murmullos. 

 

La cabeza de la coneja en el tronco cerca del general es cubierta por un casco, ocultando el arma de gas bajo sus piernas. 

-Deberias irte. - le recomienda.

-No.-

-A ellos le gustan las mujeres. - 

-¿Y a ti no?- le sonrie sin moverse del lugar.

-Si se ven como tú , me fascinan.-

La coneja mira a esa ave con las cejas arriba y claro, viendo que lo dijo con tanto ánimo como un encuestador cuando pregunta por tu día. 

Supura sin moverse.

El ave inhala y da un paso adelante tirando su abrigo obr su cabeza. 

-Al menos cúbrete para que no disfruten cuando los mates. - 

 

El general camina entre los soldados con una botella para sí mismo. 

Eteniendos ¡frente a la gran olla de comida.

-¡¿Y el cocinero?! ¡¡¿Dónde carajos está el cocinero?!!- pregunta a gritos. 

Entre los soldados se extiende un murmullo. 

-Parece que se alejó al baño. - avisa un soldado desde el fondo. 

Claro que vio a dónde iba y con quién pero no podían decir eso. No cuando ya es visible el comboy del tercer bando entrando al claro desde el flanco que ellos mismos utilizaron. 

Eso solo les deja en claro que venían sobre sus huellas pero no tras el mismo propósito. 

El general de los perros voltea y levanta la botella para derramarla en su hocico, simula beber mientras deja que el licor caiga por su lengua y boca sin pasarlo. Lo que sea que le hiciera parecer un ebrio asqueroso, lo hizo al avanzar bostezando, en dirección de ese vehículo personal y que todo le dice que en aquel aliado que más parecía enemigo con sus maquinaciones enfermas en cada capítulo de sus vidas atrapadas en el campo de batalla y la carne quemada. 

Saltando paso a paso esa figura al bajar del convoy

Solo observan como este busca unir sus manos con el general de los marrones, solo para sentirse más arriba en el juego de identidades. 

Claro que su propio general siguió adelante con el juego del perro estupido al rodear la cintura con los brazos y no tomar su mano como sería lógico. 

-¡Hey, son ustedes!- saluda dando un paso en redondo aunque escuchara al humano bufar.-De nuevo, le veo General Garfield.- lo olfatea sonriendo. 

Hay muchos olores. La ierr ácida del pueblo donde se reunió con el gato, las tierras húmedas del camino acá, la pólvora dejada por armas en las trincheras anteriores y sobre todo hay un fuerte olor a arrogancia. 

Algo grande estaba planteándose desde antes. 

 

Más de un gato a escondidas aguanta una mueca al escuchar que con este tipo si uso una forma respetuosa y no tan liviana como con su general, cambiando al ver como trata a este enemigo con tanta libertad. 

 

 

-General de division Black, que gusto verle otra vez. - responde este al liberar el abrazo. 

 

Definitivamente era interesante ver a esta criaturas raras. 

La tierra verde era más libre que la zona de los perros.

Era una tierra controlada por humanos sin pelo o mestizos que no encajaban con las especies de otras zonas del continente y algo bajos pero capaces de mucho.

Ahora mismo verlos de nuevo es preocupante. 

Las máquinas en las que esa columna de humo escapa es un vehículo impulsado por combustible pero visiblemente preparado para este ambiente cálido y control con sus capacidad de fuego similar a cañones de alto grado. 

Usado para extinguir en una llamarada las nubes de humo rojo cada vez que se elevaba. Absorbiéndolo y quemando tanto el humo como a todo lo que se encuentre a su paso. 

El perro da un paso atrás mirando a este humano y la máquina. 

Es claro que esta no era una misión de reconocimiento ni de avance común. 

-Lo han enviado con un gran juguete. - señala.- Aunque deberia irse, aqui solo hay negocios peligrosos..

-¿Negocios?-

-Si.-

El peso de esta mentira crece. 

-Creo que piensas que-

-¡General, buenas noches, general!-

La cara del nuevo líder presente se gira para ver llegar a ese chico raro. 

-Buenas noches, Caleb. - responde con una sonrisa. 

El humano mueve la cabeza. 

-Es sorprendente. - anuncia mirando al perro.-Ya es extraño ver humanos con problemas mentales y que puedan ser de utilidad, cada vez que veo a este retrasado me parece mas fascinate que la vez anterior. -  

El mencionado perro sonríe pareciendo no entender el insulto. 

-Ayer comimos verduras en sopa. - 

Hobart sonríe bajando el hocico. 

De verdad era demasiado divertido como lo que él hace este tipo lo copia multiplicado. 

-Quería saber cómo llegó aquí, nosotros nos detuvimos porque se suponía que había un pueblo.- le cuenta esto fingiendo parecer emocionado por su presencia. 

Este humano bufa al escucharlo. 

-Si, eso no podré decirlo.-

Para el sobresalto de más de un soldado presente, un ruido viene desde el fondo y es la figura del cocinero apenas llegando. Actuando como un perro sin control al palmear con ambas manos el tanque donde tres soldados de verde le apuntan. 

Este perro no se detiene por esas armas, los mira y comienza a reír. 

-¡Pero si son nuestros aliados! ¡¿No querrán algo de sopa?!- les ofrece avanzando a su lugar junto a la comida. 

 

Entre los azules escondidos hay una pregunta repetida, profunda y vergonzosa :

¿Estos son los tipos que los diezmaron y desarmaron con ataques sangrientos? 

¿Son estos los mismos que desmembraron con vida a sus compañeros ? 

Ahora los ven amigarse y mover la cola con tanta soltura. 

Entonces lo escuchan y todo parece perder sentido, delatarlos de la peor gfo5rma posible. 

 

La tos de un miembro azul y como se dobla para contenerse con las manos cubriendo su boca y nariz. 

El general de los verdes gira la cabeza al escuchar esa tos seca y dolorosa con un sonido acusoso por el coágulo que escapa por la garganta. 

Ya todo estaba perdido. 

Listos para sacar el humo de sus armas. Para envenenar a todos y dar oportunidad de salir de este valle a quienes pidieran. 

Aunque esa máquina lo filtrara, habrá alguien que lograra escapar. 

Debía haber una forma. 

 

 

Solo un acto. 

Solo un acto hizo ver a más de uno que estaban del otro lado. Algo que no verían nunca de su propio lado por parte del enemigo. 

Que en este justo momento no podían pensar que serían traicionados o era absurdo creer en ellos. 

Solo ver al general colocarse frente al azul que casi es notado por el enemigo real. 

-Le invito a descansar en el “Palco”.- rie sacándose la gorra que protegía su cabeza de la nieve. 

Deja el gorro sobre las orejas del gato que olvidó cubrirse al luchar contra la tos. 

-Llamas palco a ese rincón. - 

-Es eso o un nido para impronta.-

-Oh, eso es interesante.- sigue al general de los perros con la mirada en su propio ejército. 

Estos reciben su respuesta bajando de los vehículos para ir por la comida. 

Lentamente, se despliegan. 

Se exponen. 

-Dijiste que tenias un negocio. - 

-Si, con el cuartel. - responde seguro.-MNo puedo decir mucho pero tiene que ver con mil buenas razones. - 

-¿Siete mil?- le pregunta devuelta, riéndose de su seriedad. 

-Si, es bastante. - 

-Dime, ¿Que es tan bueno para que te paguen 7 mil?-

El perro sonríe arrogante. 

-Nada que pueda decir pero será grande. - 

-Es sobre el ejercito del veneno, ¿No es asi?-

El perro mueve las orejas y su sonrisa muere girando la cabeza sin mas expresión. 

-¿Quién pudo decirle?- 

En el juego, definitivamente gana quién recolecta el mayor número de piezas. 

-Alguien que pagara cien y no sólo siete. - 

El perro eleva las orejas y su rostro se llena de pasmo, bajando la cabeza con frustración en sus rostros. 

-Entonces me están pagando muy poco por esto. 

-¿Y qué es exactamente… ¿Esto? - 

-El ángel viene por el norte, llegará en tres días… Al valle. Se supone que llegará con una armada del este como rehén. - 

Este humano mueve la cabeza. 

-¿Cómo sabes de la armada?-

-¿Por qué le diría?- retrocede frustrado. - Me están ofreciendo demasiado poco… y lo celebré con alcohol…- exhala llevando esta botella a la boca. 

Traga una gran cantidad moviendo claramente su manzana al pasar la bebida . 

El soldado observa ese movimiento con las cejas bajas. 

-Son unos malditos. - murmura al terminar.-¿Y a dónde irán ahora?-

 - Dime entonces, ¿Quién les dijo de los azules?-

El perro mueve la cabeza. 

-No le diré nada, no sin un precio.- 

El general le mira directamente.

 

Los gatos y conejos que no le conocen solo pueden sentirse perdidos al ver a ese tipo tirar un fajo a manos del perro y como este lo cuenta tan rápido como un avaro de sesenta años. 

-Fue el cuartel del este, hay un miembro de la facción que coopera con nosotros desde hace unas semanas. - 

Escupe su mentira tan fácilmente como se guarda esos billetes. 

 

 

Los soldados alrededor tienen muy marcada su propia percepción sobre esto. 

Sacudiendo las orejas al escuchar un murmullo. 

-Busquen a un par. - 

Lentamente estos enemigos se mueven. 

Levantando sonrisas a estos nuevos visitantes. 

 

 

Notes:

Gracias por leer.

Chapter 7

Notes:

Hola, buenas tardes.
Capitulo casi corto.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

 

 

 

Es su primera misión. 

Se supone que entregó orgullo a manos de su familia. Que les dé un nombre. 

Todo en sus manos debe crecer y ser más que nada, grande y respetable como una familia creciente en el poder del pueblo. Más se encontraba atrapado por el fin del todo.

Escucha la conversación de muchos moribundos quejándose.

Más su papel no es escucharlos, es matarlos. 

Correr, dejar a su paso muerte y desconexión con la vida debe ser la consecuencia de sus acciones. 

Dejando caer en su carrera los explosivos al pasar entre enemigos con la máscara y el apoyo de los mayores que van con él y esos rifles con filo al frente. 

Escuchando el grito de un soldado enemigo al ser atravesado en su carrera por el puñal en un arma atrapada entre las manos de su aliado. 

Rebotando contra el suelo por una patada directa a su costado. 

La nada dejada a su paso. 

El avance de la muerte lo hace seguir adelante con el empuje de un aliado herido. 

Braman.

Le gritan, lo alientan a seguir aṕesar de no escuchar nada más allá de su propia respiración dentro de su máscara. 

Sus pasos se vuelven torpes al pisar la espalda de un comṕañero tan joven como él mismo. 

Toma los explosivos de este, para seguir su carrera por delante.  

La cuchilla de un enemigo atraviesa su espalda, cortando una línea profunda que sigue su columna hasta la base de su rabo. Su cara es aplastada contra el cadáver de otro soldado para atravesar su cuerpo. 

Parece ser que este enemigo perdió capacidad visual pues sus cuchillas apenas le causaron cortes en vez de matarlo al estar sobre otro cuerpo de su mismo ejército. 

Este cachorro lke ṕatea la cara para correr, cayendo en su carrera más de una vez, solo por estas caídas se libera más de una vez del agarre afilado de sus manos cubiertas de sangre espesa. 

Golpeando su rostro contra el suelo en un momento de duda. 

Su nariz no tarda en sacar un torrente espeso de carmín. 

El cristal de su máscara es cegado por su propia sangre negra en este encierro. Sumándose el rojo. 

El humo rojo con los disparos de más de un lado. 

Necesita ver. 

Necesita respirar. 

Decide dar una gran bocanada para sacarse la máscara y limpiar los cristales. 

Es su error. 

De sus manos la máscara es destruida por un disparo. 

Su mente corre lento. 

Le deja con el aliento contenido y las mejillas infladas con este susto bien presente en sus ojos húmedos por el dolor. 

-No llores, eres un hombre. - 

Su mirada va al frente. 

Su cuerpo es sacudido por la visión de un aliado. 

Una soldado de su lado con más de la mitad de ambas piernas irreconocible. 

Sus ojos apenas pueden procesar lo que ve en esta compañera, seguramente tan amable como el resto de los miembros de su escuadrón cuando llegó esta semana. 

Esta mira al enemigo a través de su máscara. 

Temblando arranca su propia máscara para colocarla en su propio rostro. 

-Lleva mi placa, a mi familia. - pide colocando esa cadena en sus manos.

El veneno ya le afecta, cose como aceite sus heridas abiertas ocasionando un grito en la soldado. 

-¡Vete!- ordena a gritos arrastrando esas granadas al rodar colina abajo por este monte. 

El cachorro la ve caer al fondo, pronto de esa oscuridad y espesa nube carmín se eleva una explosion húmeda con el contenido de lodo o cuerpos destrozados con espesas estelas de granate líquido. 

Corre por la colina con las orejas bajas y la cola entre las patas, corre hasta caer en sus manos. 

Deteniéndose con el grito de más de un aliado que aparece por fuera de la nube que logró atravesar a diferencia de todos los que se quedaron dentro. 

-No vayan… ¡No vayan, no vayan!- intenta detenerlos sin éxito. 

Atrapa sus brazos y se sueltan. 

Los sujeta pero se van. Escapan de sus manos enguantadas. 

Siguen adelante sin dudar. 

Se internan a la nube car, in con esas máscaras tan frágiles y un bramido compartido. 

-¡Ya no vayan!- grita arrancándose su máscara aún sangrando a borbotones su boca y nariz.-¡¡Ya no entren ahí!!- extiende los brazos solo logrando que lo tiren al suelo en su prisa por avanzar. -¡¡¡Es una mierda, van a morir todos!!! ¡Ya no vayan!-les pide desde el suelo. 

Sus hombros suben y bajan. 

Grita,. 

Golpea el suelo mirando sin más fuerza para algo aparte de gritar entre lágrimas frustradas el como de sus compañeros cada vez es más claro que solo quedan charcos de tripas o sangre con lo que fueron huesos hechos polvo. 

-¡Ya no vayan!- pide agotado, sus hombros caen con todas sus fuerzas agotadas por las demoledoras explosiones. 

Una explosion eleva las nubes más cercanas a su posición. 

Revelando las escenas en el interior. 

El horror que antes no veía por cegarse con sus propios lazos. 

Llenando sus pupilas con la imagen de un enemigo atrapado por más de un soldado de su lado. 

La orden era cuidar las balas. 

Eso conlleva un ahorro muy claro.

Conlleva eliminar al enemigo con otros procedimientos más difíciles. 

Está claro. 

Es atrapar al enemigo por sus extremidades, abrir con los colmillos sus uniformes hasta arrancar las arterias posibles. 

Las arterias a cazar son las principales o la perforación de pulmones en caso de los jabalíes que tienen esos grandes colmillos al frente. 

 Pueden abrir el estómago, el cuello o las venas de los muslos internos. 

El resultado visual deja en el cachorro una escena de horror comparable al infierno donde sus aliados no eran solo sus aliados sino monstruos que roban la dignidad del enemigo causandoles tanto dolor como para hacerlos llamar a sus padres entre lágrimas. 

Porque tuvo que ver a un cocodrilo morder el estómago de un conejo, arrancando desde el interior de sus costillas grandes pedazos de carne atada por algunas tiras de carne húmeda. 

El rojo los salpica a todos, bañándose con el calor de un cuerpo moribundo. 

El conejo no muere con esto. 

El grupo habiendo herido de muerte se retira para conseguir a otro enemigo.

El conejo sujeta su torso vacío entre temblores, sacudiendose hasta volverse un ovillo y quedar inerte, sin fuerzas para siquiera lamentarse. 

El cachorro lleva las manos a su boca, con esto no logra evitar la fuerte arcada que lo hace devolver el estómago. Chocando su cabeza con su propio vómito. 

 

 

 

 

 

Con las horas regresa su conciencia. 

Observando el techo de estrellas. 

-No.- murmuró girando la cabeza. 

Aún está en la guerra. 

Puede ver a sus compañeros heridos por los lados, acostados en la misma cama de hierbas para mantenerse vivos. 

Lentamente abandona el suelo para revisar su entorno

-Deberias volver a descansar, estas muy amarillo.-

El cachorro mueve las orejas con esa voz. 

A unos metros hay una de esas criaturas sin pelo que habitan las tierras desconocidas. 

Sus pasos lo devuelven al suelo para observar a esta cosa caminando con un tubo de polvo extraño. 

En este vierte algo líquido a través de una aguja , tomando una jeringa para inyectar a uno de los inconscientes. 

-¿Qué le estás haciendo?- pregunta alerta. 

Este le mira de lado. 

-Vitaminas y algo de antibióticos, las inventaron hace tiempo en la zona azul. - muestra la jeringa de hierro.-Deberían agradecer esta ayuda. - 

-Creí que eso debía estar sellado.-

El hombre le mira de soslayo. 

-Tampoco deben compartir agujas pero ya no tenemos más aparte de estas.- muestra cinco agujas por utilizar.-Espero que no tengan nada extra. - 

-¿Pueden contagiarse de algo?-

-Si, como la rabia y cosas más feas. - prepara otra aguja. - Solo tenemos alcohol para limpiar esto, eso hasta que repongan suministros. - 

-¡Otto!-

El cachorro se vuelve al ser llamado. 

Son dos miembros de su ejército, le miran por un momento muy tenso. 

-Regresa. - le ordenan estos. 

Al mirarlos con detenimiento su sorpresa es grande al reconocer al coronel y al subteniente juntos. 

-Entendido. - tropieza recuperando su rifle para ir a reunirse con su pelotón. 

De paso escucha la siguiente línea pero no su respuesta. 

-No se ha autorizado el tratamiento médico de su lado a nuestros hombres.- 

Otto mira atrás sin detenerse. 

Esto le hace chocar con una persona. 

  

Mira arriba con la cara pálida. 

-Es impresionante. - 

Escucha a esta ṕersona admirarse atrapando su rostro con manos sin pelaje, erizado tanto como para levantar las orejas. 

-Si solo le veía sí, parecen mascotas más que personas pensantes. - 

-Eso es ofensivo, General Garfield.- le advierte esa voz fría. - Otto, no es tu novia, no te puedes permitir ser tocado de esa forma. - le advierte. 

El cachorro rehuye el toque al escuchar ese recordatorio, ya molesto corre se presenta con su propio general. Aún no puede saber que decirle, olvidando la etiqueta simplemente se presenta con la mano sobre la frente. 

Este general le mira con un rostro helado. 

-Ve con el teniente Crawford, él tiene tus órdenes. - le ordena señalando a una dirección. 

-Si, general. - perdido inclina la cabeza y corre aun tropezando con la correa delñrifleque deberia subir a su hombro pero resbalan de sus manos húmedas por sudor. 

-Estas siendo muy seco conmigo, Generla Black. - 

-Le agradezco su intervención pero está más allá de los límites, claro que eso no resta encanto a vuestra presencia.- le habla cambiando el tono de su voz de la advertencia a una innegable amabilidad.-Debo advertirle que podría malentender su intención al aparecer tan de sorpresa en el campo de batalla. - lo advierte con ese tono atrevido que es acompañado por pasos que van adelante para acercarse al ser sin pelaje. 

Otto, habiéndo detenido a orillas de una casa de campaña, observa curioso el intercambio del general de su división con este desconocido. 

-Él general es un raro, ¿Verdad?-

-Callate, Caleb. - le pide al sentir el hocico de esta sangre su cabeza. 

Este retrocede con la cara arrugada al sentir el feo olor de su boca sin lavar después de haber vomitado unas horas antes. 

-Uta… - limpia su nariz con tierra para sacarse ese olor del cerebro.-Niño, tú ya estás podrido.- 

Otto lo ignora para observar a los dos líderes conversar. 

 

 

En este intercambio el humano evita el acercamiento del general que le pasa varias cabeza con un ademán de su brazo, mira al frente para observar ese rostro canino. 

-Tu tiene una forma humana, ¿Porque insistes en verte como un animal?- 

-Es porque soy un animal, general.- ríe retrocediendo de nuevo una distancia respetuosa. -Mi cuerpo exige tener esta cola y orejas, de otra forma solo estoy fingiendo.- lleva una mano a su hocico. - Aunque es exacto lo que le gusta.- murmuró observando ese rostro enfriarse. - Exactamente eso pienso de su nación. - ríe elevando esta mano. - Voy a morir cuando esta guerra termine, es todo lo que importa para esta empresa. - 

-Es una forma drástica de ver el fin de la guerra, más cuando no es posible que piense que acabará tan pronto como muera. - 

-Es verdad, no puedo dar por hecho que terminará cuando yo la deje pero tampoco puede usted dar por hecho que nadie ganará esta guerra. - 

El general contrario responde con un sonido dentro de su boca, un chasquido. 

-Es muy atrevido de su parte, pensar y declarar esta clase de interés en el fin de su mayor misión, general Black.- 

El gran perro mueve la cabeza de lado. 

-Y usted lo es más, colocándose frente al hocico de perros hambrientos con un cuerpo tan interesante.- lo advierte sin más expresión. -Es posible saborearlo, sin aun poner mi lengua en su piel.- +

El humano baja las cejas sin parecer intimidado. 

-El señor dice que deberías mantenerte en tu lugar, no intentes dar por tu lado.- 

El perro mueve la cabeza al lado contrario. Inhala enderezandose, abandonando el acecho que mantenía para observar al humano de frente. 

-Conozco el camino, usted también debería seguirlo para que nuestra convivencia sea la correcta.- 

El humano responde a. La advertencia con una sonrisa. 

-Mio nación reconoce la capacidad intelectual de tu gente, más no dudes que esta cooperación es dependiente del desarrollo de tu gente, o de un capricho.-

-Es tentador, muy tentador ese riesgo. - advierte. - Voy a dirigir a mis tropas al oeste para reunirnos con las fuerzas en descanso.-

-Hay fuerzas en descanso. - reconoce esa parte de la información. 

-Espero que nuestro siguiente encuentro sea en un espacio más cálido que estas trincheras sin calefacción. - 

En un silencio tenso se mantienen. Cada uno con algo diferente en sus mentes, buscando romper el ambiente cargado aquel humo con una última advertencia al líder de estos animales antropomorfos. 

-La nación está a su lado, del lado de los aliados y eso no cambiará, mientras nuestros aliados sean aquello que esperaríamos de una unión limpia y clara.-

-No podría ser de otra forma. - le responde sonriendo. 

 

 

Otto y Calen esconden las cabezas al ver la mirada de reojo del general a su dirección.

Al encogerse cual codornices, pueden adelantarse a la llegada de un escuadrón ajeno. 

Elevándose del suelo para mirar a estas criaturas pasar orgullosamente junto a ellos sin darles más que una mirada de reojo. 

Caleb saca la lengua al sonreirles colocando el codo en el casco del cachorro. 

Los humanos siguen adelante sin más reacción. 

 

 

 

Estas criaturas peludas solo eran una amenaza según el estado. 

Hasta ahora se habían comportado de forma dócil e incluso ambiciosa por parte del anterior general. 

El siguiente parecía ser decente pero veían que parecía estar de acuerdo con ser obediente a la patria. Observando a este contar unos billetes como si fueran su droga una vez los guarda. Es claro que la tierra de las bestias era más fácil de manipular que la tierra azul. Este escuadrón se retira con una avanzada silenciosa. 

Dejando atrás al ejército marrón. 

 

 

El cachorro observa a ese grupo irse por las montañas. 

Las mismas montañas por las cuales pelearon como zona de avanzada. 

Del otro lado puede ver las estelas de humo elevarse, la ciudad que sería recuperada gracias a esta pelea, a liberar a las personas atrapadas bajo el régimen invasor. 

El cachorro mueve la cabeza sujetándose el hocico solo con la escena del conejo revuelta con aquella soldado de su propio lado hervir con vida por el humo rojo. 

Todo reduciéndose a una mezcolanza de hielo y sangre. Todo gritando con el sabor de su vómito y la sangre de esa comṕañera enunciando su rostro al estar llena de esta la mascara que pudo haber mantenido para salvarse pero se la dio. 

Ese acto de bondad, mezclado con la brutalidad insana de sus propios compañeros, todo baila como las mismas entrañas de conejo al ser arrancadas de la caja torácica con los colmillos del mismo soldado que los usaba para abrir botellas de soda para los cabos como él. 

Sus ojos no pueden ocultar las lágrimas por más tiempo. 

Abriendo la boca para llorar debajo de sus manos llenas de suciedad. 

-¡Otto! ¡Otto! ¡Hermano, estás vivo!-

 Su cara cubierta de mocos y sangre se gira al escuchar a estos chicos correr a su dirección cada uno con un adorno nuevo en sus ciertos. 

Como él traumas, estos amigos suyos heridas. Apestando como él o más algunos más accidentados. 

Corren para reunirse en un brazo húmedo por las lágrimas revueltas al seguirse en un círculo un abrazo compartido entre risas y sollozos sin parar. 

 

Esa chillona reunión es observada por el general reunido con sus tenientes en medio del campamento. 

Los ve correr y verse patéticamente más pequeños que todos sus aliados, arrastrando las chaquetas de piel y pelo como batas de dormir más que como parte de sus uniformes. 

Como niños vestidos con la camisa de su padre o en su propia experiencia, calzando ropa de adulto en vez de estar desnudo en el orfanato.

Despierta. 

 

La bruma amarga que le escuchaba le hace verse entre estos niños. 

Como vendas arrancadas de sus ojos. 

Puede ver de nuevo el mundo más allá de la red. 

Del ruido sordo en sus tímpanos embotados por la sangre seca y la ceniza. 

 

 

Su cabeza gira escuchando las cuentas de heridos por el teniente y las faltas que tendrían que reportar para recibir, más suministros del mismo cuartel que les mandaría otra miseria de suministros apiñados junto con más niños reclutados, cada vez más jóvenes o viejos. 

Mujeres o enfermos, enviarán a más y más personas que apenas sean capaces de ponerse de pie sin salir heridos. Tan solo como muros de carne perdiendo sus almas, toda su ánima perdida en la brutalidad sin sentido. 

Toma una decisión con la imagen de algunos soldados revisando aquel transporte que no debe ni ser señalado.

-Dile al cuartel que todo está bien.- ordena al teniente. 

Este abre los brazos con un rostro incrédulo. 

- Usted no puede hacer eso. - 

El perro levanta una ceja al escucharlo. 

-Haz lo que te ordene. - le advierte de nuevo.

-No. - responde sin dudas. - Su trabajo es llevar a las fuerzas adelante, debe dar aviso d3e las bajas ṕara la llegada del refuerzo y los suministros ¡El general no permitiría que esto sucediera!- 

-Tu general ya estaría asaltando lo que apenas está vivo. - 

-Si eso mantiene a las tropas felices es lo que debe hacerse. Es la guerra, no un juego de té.- le señala furioso este hombre con los colmillos expuestos. - Ya habló con los verdes, debe escucharlos.- 

El perro inclina la cabeza con los ojos apagados. 

-Así que esa es la opinión del teniente. - - 

Este levanta los brazos furioso. 

-¡Gracias a sus malditas órdenes más de la mitad del ejército superior ha muerto! ¡Por usted mi general fue asesinado! ¡Ya no queda nada de la avanzada principal, solo estos estúpidos y retrasados mocosos sin experiencia! ¡¿Cómo es posible que crea que esto es un ejército que valga la pena siquiera salvar?!- 

El general lo observa fijamente. La sola presencia de este cambia a un témpano. 

La sensación en los ojos de quienes han sobrevivido a su lado cambia al verlo sacarse el abrigo. 

Más de un soldado toma lentamente sus armas. 

El ambiente en sus ojos brillantes cambia incluso si los gritos del viejo teniente no han parado. 

Da una última oportunidad aunque ya se ha desecho del peso muerto. 

-Ordena a todos moverse de inmediato.-

-No. - repite furioso este hombre sin amedrentar. 

 

El pelotón del cachorro apenas se reunía al escuchar la orden del general. 

Más de la mitad de los últimos cadetes en ser enviados se ha perdido, reducido el número de cien a sesenta en menos de una semana. 

Tomados de la mano observan a los adultos discutir.

Sintiendo algo muy diferente de golpe con este silencio por parte de las dos personas con más poder en la unidad. 

El arma del teniente apunta al general. 

Las manos del general aplastan la cabeza del teniente con dos placas de hierro guardadas en sus mangas inferiores. 

Lo ven caer al suelo convulsionado sin parar incluso cuando el general le pasa por encima. 

-Debemos movernos. - advierte. 

Los cabos solo pueden mirar aterrados a este líder moverse como una sombra junto a los soldados que no logran terminar de comprender lo sucedido. 

Quizás uno lo entendió. 

El fin del sistema que les recompensaba y se reía de los más rotos en un escenario violento. 

Uno que no dudó en apuntar al general para asesinarlo por la espalda con un disparo. 

-¡General!- grita alguien. 

En realidad nadie sabe quien grito, solo que alguien lo hizo. 

La oreja de éste es cortada por el disparo más no pasa de este daño al ser detenido por el cuchillo de otro soldado. 

Fue uno al inicio. 

Dos en un segundo.

Tres. 

Cuatro. 

Diez. 

Veinte. 

 

De pronto. 

 

Ya todos se han dividido por lado. 

Los cabos apenas pueden entender porque entre todos comenzó a correr la sangre de manos de aliados por aliados. 

Observando al general usar los colmillos contra cuellos, las armas contra cabezas. 

Los ojos de un compañero de armas dirigirse a ellos para dispararles. 

Los cachorros van al suelo para evitar las balas, más son alcanzados al moverse este para eliminar a estos posibles seguidores del traidor. 

Otto es incapaz de hablar. 

Solo puede arrastrar a su compañero para cubrirlo de las balas. 

-Quiero a mi mamá.. Mi mamá… - llora este niño sujetándose de los hombros de sus amigos. 

Presionan su pequeño torso mientras la niña arranca de su equipo las vendas para cubrir sus heridas.

La pelea entre los soldados aumenta con los gritos de cada soldado exigiendo el cese del fuego. 

 

Sus compañeros intentan ayudar, gritando cada uno horrorizados por las balas en el propio campamento. 

-Ya déjalo, ya no respira. - le sacuden para que deje de presionar el cuerpo. 

El cachorro abre el hocico gritando, llevando las manos a su cabeza con la visión de su compañero de juegos inerte, con esos ojos perdidos por una bala amiga. 

 

Una voz adulta se eleva entre muchas con brutalidad desde el capó de un transporte. 

-¡Paren el fuego, ahora mismo!-

Ojalá fuera un aliado. 

 

El general levanta las manos observando a este soldado con un rehén como su medio para hacerse escuchar.  

Las miradas van a donde ese soldado les llama. 

Descubriendo en su mano el cuello de una cría, uno de los secretos, muy pequeña sollozando en su agarre ferreo. 

-¡NO, NO! ¡Dejala!- gritan los que parecen ser los culpables de su existencia en este campo. 

Este soldado la muestra. 

Quizás desconectado de la realidad lo suficiente para olvidar la fragilidad de un ser vivo. 

Quizás tan manchado por la violencia como para no tener espacio en su mente para pensar en ello. 

Puede que sea simplemente estúpido. 

Sus manos ya no se controlan. 

Escuchandose en su sacudida como el cuello de la cría cruje en vez de mantenerse estable en su agarre. 

Este mira sorprendido su mano para comprobar lo que hizo, viendo como este cuerpo tan pequeño cuelga solo de piel, sin pulso. 

 

El grito de los padres desgarran el aire junto con el rugido de los rebeldes.

Si había dudas, se han acabado.

El grupo de cabos deja el suelo para unirse a la pelea por el camino incorrecto. 

Viéndose que lo correcto los guiaba a asesinar a niños más pequeños, a masacrar comunidades ya heridas. 

El error de ser rebeldes debía ser el camino para ellos. 

 

La cabeza de los aliados se pierde en rojo, en el rojo solo guardado dentro de la mente más allá del humo. Más allá de una pesadilla, la realidad se acaba.

Resistiendo a un sistema corrupto con la fuerza de brazos delgados que empuña un rifle para atravesar el torso de un adulto que actuando correctamente reclamaba su obligación al atacar a los débiles. 

 

El rojo brillante de la sangre escapando de ese cuerpo destrozado, marca sus vidas. 

 

El número baja. 

El ruido con el inicio de la masacre fuera del campo de batalla tras las montañas. 

Sus números disminuyen.

 

 

 

 

Al llegar la noche del día siguiente la pelea, ha terminado en este lugar silencioso. 

Escuchando los sollozos de dos soldados con el cuerpo de un pequeño secreto perdido en batalla por el desastre.

Todos tiemblan. 

La adrenalina no termina, sangra desde sus venas. 

Mirando a la noche con el dolor de todo su cuerpo llenando los sentidos. 

 

Los cabos son vigilados por un solo soldado sin camisa, cubierto por vendas. 

Observan la luna sentados en el campo donde se les ha colocado la carga que llevarian al partir del campo de sangre. 

Escuchando el sollozo de los padres en la hoguera donde los restos de su secreto arden. 

Donde la figura del general es un tótem imṕasible mientras ve cómo llevan cuerpo tras cuerpo al fuego. 

Su figura está marcada por la rebeldía al estado. 

Por la subsecuente muerte que vendría a cortar su cabeza por todos estos crímenes acumulados a ojos de aliados y enemigos. 

Con el calor de la fogata a iluminando su rostro indiferente entre la sed y el odio. 

La voz de más de un soldado lamentándose por este escenario. 

Por verse empujados a liquidar a sus aliados. 

Manteniéndose leales a la voz del general. 

-Cuando ustedes estén listos, nos moveremos. - les informa a los dos dolientes unidos frente a la hoguera. 

Estos mueven la cabeza enmudecidos. 

-El resto comienza a empacar, nos largamos antes de que salga el sol. -

-¿No siente ni un poco de dolor?-

La pregunta le detiene al venir de parte de estos dos dolientes desechos. 

-Lo siento, desde que la guerra comenzó, siento dolor, arrepentimientos y quejas. - les responde sin dudar en sus palabras o sus sentidos. - Mas no creo estar ni cerca de entender el dolor que ustedes estarán soportando por el resto de sus vidas por culpa de esta guerra. - sigue su camino sin más que decirles.

 Recupera su abrigo de manos del nuevo teniente, tan lleno de sangre como el resto de los soldados sobrevivientes. 

-Que no quede bolsillo sin revisar. - ordena por último a quienes traen los cuerpos. 

Estos aceptan la orden volviendo a revisar los cuerpos. 

En la colina los cabos mantienen la cabeza baja. 

-No debí venir. - lamenta una niña junto a Otto. 

-¿Crees que nuestros padres lloren así cuando no volvamos?- 

-El general ya dijo que volveremos vivos, eso es todo lo que importa. - les corrige este soldado apenas vistiéndose de vuelta.

Entre ellos hay una mirada inquieta. 

La sangre es demasiado fresca en sus manos. 

-¿Tu crees que sea verdad lo que dice?-

-Lo es, con esto… Por eso debemos creer que volveremos, escucharlo. - murmura otro cabo con la cabeza baja.-Los malos de la compañía han muerto, ya nadie nos obligará a hacer cosas malas, podemos irnos. - 

El cachorro inhala inquieto. 

-Si ya matamos, ¿No somos ya los malos?- les pregunta a ellos. 

-No, ellos atacaron primero. - 

-Pero… - inhala y exhala agitado. - Yo ni siquiera sé cómo inició la guerra, no lo sé . - 

 -Entonces ellos sí, por eso debemos pelear. - porque ellos saben todo.-

Otto abre la boca sin encontrar sus palabras, sin saber que decir para comunicar sus dudas sin sonar como un traidor. 

 

 

La marcha inicia exactamente al levantarse la pareja, mano a mano, caminando con sus cascos puestos devuelta al desastre que les avecinaba. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay buenos ni malos, solo soldados. 

Esto llega a su cabeza con la imagen de esos dos gatos temblando entre jadeos lamentables. 

Personas dirigidas a matar a otros por órdenes y supuesta defensa de sus hogares. 

¿Cuándo se pasa esa línea del bien y el mal? ¿Cuando se deja de ser una herramienta o cuando decides portar el arma que otros te dan? 

 Sus deseos dicen que debería ser más serio. 

Otra parte de si lo apura a actuar. 

Acercándose a estos con una bolsa para el mayor. 

Este se eriza al verlo pero no puede tomar su arma. 

El cachorro le muestra la bolsa de piel y cómo usarla para respirar con el ejemplo. Le entrega esta bolsa al mayor. Le espera a verlo relajarse. 

Dirigiéndose después al gatito en el suelo. 

Le mira confundido con cómo actuar en vista que se quedó sin más bolsas después de este mayor. 

No desea ni de broma quitarle la capacidad de respirar al mayor. 

Toma la decisión que vio en el lago de su pueblo cuando una persona se ahogó por las algas. 

Le toma el rostro para unir sus bocas, sopla inflando las mejillas del felino. 

Su cara se tuerce por el sabor a hierro entrando a su boca por la lengua intrusa. 

-Oh, no… - se lamenta al apartarse y mirarlo. - Espero que no sea cólera.- escupe la sangre en el suelo. 

Esto le hace ver que posiblemente estaban más enfermos de lo que parecía. 

Mira su rostro con curiosidad. 

Relame su boca por dentro buscando un sabor aparte del hierro. 

Esperaba que besar no fuera tan raro cuando lo experimente. 

 

Retirándose al verlo mejor en este presente. 

Baja para reunirse con el resto de su unidad. 

A su compañero parece haberle hablado el mismo diablo por estado pálido y cola escondida con el que le encontró. 

-El general de los azules dice que esperemos la señal. - le informa. 

-¿Y cuál será la señal?- pregunta inquieta. 

Sus cuerpos son sacudidos por un estallido. 

Miran entre los árboles al valle donde los mayores se habían reunido. 

-¡Muevanse, debemos alejarlos de esto!-

La orden viene de un costado. 

Es un grupo llevando a los secretos ocultos dentro de esa bodega de traṕos a un escondite entre las rocas. 

-No puedo creerlo, casi salimos sin problemas de esto. - reclama este cabo arrastrando la cadena de la bodega. 

El cachorro se une también apurado. 

-¿Qué sucedió?- pregunta inquieto. 

-Pues no se, estaban hablando y de la nada el general mató al humano.- 

-Es la segunda vez que mata a alguien mientras hablan.-

-Ni siquiera era de él de quien hablaba.- añade un tercer cachorro sin ayudar, apunta al campo en caso de ser atacados de sorpresa. 

-¿Y de quién hablaban?-

-Del ángel. - murmura su compañero.-Yo no se que tiene con el general pero cada vez que lo mencionan, se vuelve un problema.- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Veinte minutos antes esta reunión tan molesta ni peligrosa, era pasable. 

 

El dinero fue dejado en sus manos. Una ventaja de ser un cretino es tomar la cantidad que le convenga sin prisa ni culpa alguna. 

Los miembros del ejército pueden dar por hecho que este acto no era justo. 

-Fue el cuartel del este, hay un miembro de la facción que coopera con nosotros desde hace unas semanas. - 

Escupe su mentira tan fácilmente como guarda esos billetes. 

 Hace tiempo su consciencia ya se ṕerdio respetó al negocio. 

-Del este… - murmura en voz baja. 

-Si, me dio información de su ubicación y algo más. - mueve la cabeza. - Me dijo que el teniente más cercano al ángel es un gato morado que parece gordo y se dedica al espionaje.-

El humano baja las cejas. 

La información del perro coincidía con algunas partes en la descripción de los más cercanos al objetivo o más bien, una versión tergiversada de esta. 

-¿Te dijo algo más sobre ese tipo?-

-Nada, solo eso.. - mueve la cabeza. -Parece que el segundo teniente escapó de un centro de criminales, le faltaba parte de la cara o algo así. Se supone que lo sabré cuando lo vea. - 

Los soldados azules en el valle no pueden evitar agitarse con tanta información suelta sin pensar por este perro que insistía en verse como un mamarracho insignificante. 

La cara de más de un soldado humano cambia con la mención de un elemento que es un tanto conocido entre las fuerzas del frente por algunos episodios muy personales por parte de ese elemento en específico. 

Lo que deja en claro que este tipo tenía un contacto real con la fuente injertada dentro de la base enemiga pero no era exactamente la misma, solo una brecha con información imprecisa. 

Aún es un riesgo permitir que el eco de los secretos. 

-¿Estás seguro de que no tiene nombre tu fuente?-

-No, no la tiene.- le responde. 

El hombre mueve los hombros. Sus pensamientos dan vueltas pensando en este can y su comportamiento extraño. 

Acaba de cometer un error que no podía olvidar. 

No le exiguo el segundo cobro por la información de la fuente. 

Simplemente respondió correctamente. 

-Tengo algo de información personal sobre el conocido Ángel. - le informa. 

Este mueve las cejas y espera curioso con la botella en manos. 

-Queríamos averiguar más sobre sus lazos y su familia.- empieza con la mirada atenta a sus reacciones.-Sospechamos de sus raíces, preguntándonos a qué raíz noble pertenecía para ganarse ese puesto siendo tan joven, después de todo, al igual que usted General Black, él se hizo general con la muerte de un superior.-

El perro se siente interesado. 

Entre los soldados hay una tensión creciente. 

El anterior líder les dejó claro lo que este tipo estaba a punto de decir. Parte de sus lealtad les hacía temblar, deseando disparar la boca de este humano

-Descubrimos más que solo algo interesante. - sigue adelante con este cuento para hacer sonreír a cualquiera que haya perdido vidas bajo los planes de ese tipo.-Después de meses frustrantes de rastrearlo, se descubrió algo sobre él y todo cambió de rumbo. - 

-Imagino que debía ser hijo de alguien noble, ¿Un bastardo?- 

-Uno por completo. - suspira sonriendo. - Es un semihumano de nuestra tierra. El hijo de una prostituta y el bastardo de una familia que daría lo que sea por su cuerpo.-

Espera su respuesta. Observando a este perro solo agitar en un círculo la bebida. 

 -Debe ser algo conocido para que lo comparta justo ahora.- indaga dejando la botella en el suelo ya sellada con el corcho.

-Probablemente.- mira al cielo nocturno.-Nadie sabe porque alguien de su cuna llegó tan lejos en esa nación elitista. - bufa sonriendo. - Solo podemos imaginar con qué número habrá intercambiado aquellos favores aprendidos de su madre.-

Los soldados de azul contienen la frustración. 

La verdadera frustración de escuchar esto del general, aquel que no los abandonó ni les permitió morir a pesar de haber sido vendidos hace mucho tiempo por su propia nación. 

-¿Entonces porque cree que me han dado esa información?- pregunta el general sin expresión al escuchar esta información

 - Probablemente planeaban un movimiento aparte con la información dejada por los interrogatorios que siguieron al descubrimiento.- 

-¿Interrogatorios?-

-Aquel gato que menciono, General. Ese tuerto es el teniente del pelotón dirigido por Grambel. - 

El perro mueve la cabeza. 

-Ya veo.- toma su abrigo para doblarlo y dejarlo en ese espacio.-Lo han investigado bien. - 

-Entonces, estamos buscando al mencionado enemigo para entregarle algo en sus manos.-

Hobart espera escuchar la razón de esta búsqueda. 

Siente en su piel la mirada de más de un tirador en los vehículos de los recién llegados. 

No lo ven como un aliado sino como un enemigo desde el inicio, puede que menos que eso. 

Lo ven como a un animal sin control. 

En la patria de los humanos las criaturas diferentes tienen derechos básicos.

No se les puede matar sin razón pero tampoco serán castigados con gran severidad los asesinos.

Al contrario, dañar a uno de ellos paga con la vida. 

La sola idea de la existencia de especies distintas con formas tan diferentes actuando y teniendo los mismos derechos que ellos, les era inconcebible. 

Nacer en esa zona es nacer como un animal. 

Por tanto, para ellos no es diferente asesinar a un antropomorfo a sacrificar a un perro que muerde. 

Ver a este tipo sacar de su saco algo cálido y espeso, le hizo elevar las cejas sin sorpresa. 

Sólo reconocimiento. 

Reconocimiento que es obvio más de uno de los miembros de su propio ejército y el azul, ver esa pieza antropomorfa usada como parte de su abrigo interior. 

Reconocerla como un miembro cercenado les es sencillo.

Una espesa cola morada, casi del color del general. 

-Un recuerdo de su madre antes de llevarlo a casa. - 

El silencio llena a los soldados, incluso a los que fingen reír para hacer un ruido que se libere la tensión. 

Llegando a su límite el perro abre la boca con una sonrisa. 

Crece. 

Su sonrisa crece. 

El humano baja las cejas al ver esa expresión alegre volverse extraña al abrirse, mostrando los dientes detrás de ese hocico en una sonrisa extensa. 

Los colmillos húmedos, la lengua gruesa pasando al frente con un hocico arrugandose con esa gran sonrisa y ojos abiertos. 

No es una sonrisa. 

Su cerebro apenas pudo procesar esta información. 

Vendo demasiadas imágenes dentro en sus pupilas un segundo antes de llenarse de oscuridad. 

Todo por la entrada de los colmillos inferiores dentro de sus cuencas, arrancando este hocico la tapa suṕeriro de todo su cráneo. 

La aperturas de los huesos hace volar la sangre con un espesor que llena el aire helado con el vapor de la carne no sólo respirando desde los vasos sanguíneos, elevando el torrente cruel de carmín. 

La reacción de este ejército verde no tarda en hacerse. 

-¡En par, ahora!-

Par. 

Los gatos y conejos entienden cuál es este movimiento por una vez son arrastrados a este por el brazo del perro más cercano a ellos. 

Atrapar a un enemigo por el cuello y girar con el arma al frente. 

Usar al soldado enemigo como sus monigotes al disparar todos juntos en una ola que empuja a todo enemigo fuera del perímetro controlado.

Era tan obvio como asqueroso, son buenos siendo unos malditos. 

Muchas veces tuvieron que disparar a los cuerpos de sus propios compañeros caidos. 

Nunca pensaron que estar del otro lado fuera tan doloso, ni tan sucio. 

No hay una parte de ellos que no sea manchada por la sangre, golpeados por el impacto de la bala enemiga como golpes, el empuje. 

Esta maniobra no los salva, los arrincona como niños cubriéndose con los brazos de un ataque adulto. No pueden mantenerse tranquilos, apoyados por su propio horror, con sus propias fuerzas para mantener esta seguridad enferma. 

-Ustedes son unos enfermos de mierda. - gruñe la coneja bajo el brazo del ave, sosteniendo el cuerpo en alto entre los dos por culpa de su estatura mayor al del gallo. 

-¡Wow! ¿Cómo supiste que soy Leo? ¡Felicidades, ganaste un chicle!- le canta con una voz irónica en su felicidad. 

-¡Cabrón!- grita la coneja al ser burlada de esa forma. Ignora esa sorpresa al escuchar que era compatible con su propio signo. 

 

 

La fogata es usada como un muro, tirando desde puntos ciegos controlados por los soldados que se habían refugiado en el bosque. 

Arrastrando las dichosas cadenas hasta elevar los troncos encendidos. 

Los enemigos retroceden pero ese muro no les detendría de disparar

-¡Siempre quise hacer esto con su lindo perfume!-

-¡No hagas eso!-

Los soldados de uniforme marron sustrajeron las armas de humo para lanzarlas a través del fuego, disparando a estas una vez se encuentran por encima de las cabezas del enemigo. 

Tiene filtro de humo pero no extintores. 

Estallando las llamas mucho más alto que los árboles del valle. 

El general levanta ese cadáver en alto para devolverlo a sus confederes

-¡Repliguense a cubierto!- ordena. Avanzando guarda esa cola con cuidado dentro de su uniforme. 

 

¡Ya perdí a mis amigos!

¡A mis compañeros y a mis hermanos!

¡Ni siquiera sé si está bien mi mamá!

 

Su humor cae por los suelos ante la creciente realidad. 

-Dios, Theodore. - suspira pensando en ese gato desesperado por volver a casa. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer y comentar.
Los adoro 👺💕💕💕

Chapter 8: Contexto Bélico de Theodore (CatNap) / Mamá es mi refugio

Notes:

Hola, buenas noches

Un gusto.
Capitulo digno por fin.
Es suave.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El cielo es gris. 

Las nubes son negras. 

Los moretones bajo los ojos de su madre se ven verdes. 

 

Es aquello lo que hace que sus ojos descubran nuevos colores en el mundo. 

No hay una explosion, solo comienza a ver mas colores aparte del gris apagado. 

El verde. 

Un manto verde tanto fuera del tren como en las heridas por sanar en el cuerpo de ambos. 

Tocando su piel cubierta de mopreones verdes, violaceos, rojos y morados o negros. 

La boca le sabe amarga, hace calor bajo su ropa pero frío fuera de esta. 

Sus manos están heladas pero su cuello no para de sudar. 

Pegajoso. 

Está muy sucio después de estos días en el vagón del tren. 

Mira al techo del espacio donde estaban encerrados detrás de la carga de unas tantas cajas de comida. 

Saltando sus corazones por la aparición de una cucaracha de frente a sus ojos. 

Con el puño la aplasta evitando que volará. 

Mira a su mamá con las orejas bajas. 

Llevando los restos de la cucaracha a su boca para comerla. 

-No. - 

Un manotazo lo detiene. 

Tan instantáneo como sorpresivo. 

Su madre usa un trapo para limpiar su pata. 

-No tenemos dinero para medicinas, no debes enfermar. - le regaña revisando su rostro por si había alguna muestra de este comiendo más insectos mientras ella dormía. 

Su mirada encuentra las pruebas en sus dientes. 

-No puede ser, ni a mi me gustan ¿Porque sigues comiendo?- le limpia la boca con el trapa, cuidando de sacarle los restos del caparazón. 

-Tengo hambre.- responde a pesar de tener las manos de su madre limpiando su boca. 

Ella voltea el rostro por culpa del espíritu vengativo atrapado en su boca. 

-Diablos del este… - exclama buscando entre sus cosas.-Mástica , no lo tragues. - le ordena metiendo yerba buena a su boca. 

El gatito mastica mirando al suelo.

La gata suspira mirándolo todo bonito y en completo, desconectado del gran gasto que tendría que hacer para comprarle un buen desparasitante. 

Si es que logra pagarlo alguna vez. 

Mira las verduras frente a ella. 

Los dos gatos pueden comer esto, la yuca es buena para la salud pero no cruda. 

Nunca tendrían dientes para eso.

Más el hecho de que debían salir de aquí sin dejar marcas de su presencia. 

Mira al exterior del cajón donde estaban escondidos. 

El tren se mueve rápido y todo es… 

-Ay, no. - exclama tomando sus sábanas y la lámpara pequeña que usaban para no quedar a oscuras con las cucarachas y otras pestes del cargamento de raíces y legumbres. 

Fuera del hueco por el cual este gatito había estado mirando el campo, se elevan grandes muros. 

Un pueblo que no es para nada lo que esperaba. 

Elevandose construcciones de color rojo, brillando esacaparates de cristal a sus paso incliso si ve cosas sencillas del otro lado, aunque ahora mismo es este muno muchas cosas menos sencillo. 

Todo en su interior grita de emoción al ver a más niños detrás de este agujero en la madera. 

-Ven.-

Escucha el llamado pero es arrastrado por su madre, atado a su cuerpo con las mismas sábanas que usaron para dormir separados de la madera húmeda y los ciempiés a los que les gustaba intentar meterse en sus oídos. 

Su madre usa el mismo destornillador para elevar una tabla, la misma que usaron para entrar desde su anterior casa. 

A sus ojos ella parece estar muy enojada justo ahora.

-Un puente… Debe haber un puente… - Murmura la gata esperando a pasar por esa zona oscura para saltar sin ser vistos. 

El momento llega cuando la oscuridad los traga en una curva muy ponchada. 

La gata levanta la tabla, toma una raíz grande de yuca como última muestra de debilidad, y salta. 

Sus ojos no se acostumbraban a la oscuridad, no había tiempo. No cuando a su salida le espera una caída de dos metros en movimiento. 

Sólo puede aferrarse a la tierra en vez de seguir rodando en el suelo por el impacto. 

La graba ayudó tanto como lo haría un piedrazo en la pierna y no la cabeza. 

En brazos de su madre el gatito aún tragó tierra al caer juntos por la polvareda. 

Este aterrizaje es mucho más violento de lo esperado, los lleva a salir del puente en este derrape.

Ella revisa su garra al sentirse húmeda su piel. 

-Ay, no…- suspira viendo la falta de las uñas completas, solo le queda la carne suave y roja que comenzará a doler en cualquier momento. Sacude la mano ya sintiendo ese ardor salvaje en su carne suave. - Debemos movernos. - lo suelta, no se siente capaz de cargarlo. 

Es con la mirada de su hijo que nota donde estaban. A la vista de muchas personas. 

El gatito abre los ojos descubriendo algo raro. Apunta a la gente que le veía como si fueran una atracción perturbadora. 

-Todos son mascotas. - le señala a su madre.-No son humanos, gente, mamá.- 

Las miradas de estas personas se ven más sorprendidas al escuchar cómo se dirige a ellos. 

Ella le toma la mano, toma la yuca del suelo, y corre llevándolo casi arrastrado por lo rápido que se mueven bajo el puente

-¡Aquí no hay mascotas! ¡Aquí nadie es mascota! ¡DEBES LLAMARLOS PERSONAS ! ¡Gente! ¡¿Entiendes?! ¡Ya nadie volverá a llamarnos mascotas nunca más!- lo grita saltando por las rocas con la habilidad de su cuerpo felino. 

-!SI pero ya no corramos, me duelen las patas! - lamenta el gatito que apenas puede pisar en la carrera. 

 

No es por mucho que dure su furor. 

Llevan días encerrados. 

Esta carrera solo les sacó de las vías y esa zona pero solo era el comienzo. 

Si madre sigue una hoja como mapa, leyendo varias veces las líneas en silencio. 

-Mamá.- le llama. - Tengo hambre.- 

Las orejas de la gata se doblan sobre su cabeza. 

-Come en tu mente. - le responde sin detenerse.

El gatito mira al suelo pensando en comida. Solo empeora el hambre por un rato, después la olvida por la curiosidad que este lugar le da. 

Su madre al contrario se detuvo en una calle. 

Observando estas avenidas y sus edificios. 

Sus ojos ven la figura de personas como ellos llaman, coqueteando en las puertas de algunos locales. 

Lentamente sus hombros caen mirando a este lugar. 

Viendo su pasado, su vida en estas figuras cubiertas de terciopelo y encaje. 

-¿Aquí vamos a vivir?- 

Ella mueve la cabeza de lado a lado, tira esa hoja levantandándolo en brazos para regresar por donde entraron a este barrio. 

-No, no es aquí.- acelera. Parece huir. 

Escapan de nuevo aunque esta vez el gatito no reconoce a ningún perseguidor, solo el ahogado sollozo de su madre. 

 

 

-Mira guapa, esta moneda aquí no vale nada.-

Las orejas de la gata bajan con su color al escuchar como este conejo desprecia sus ahorros. 

-Pero podrían venderla a quién vaya a ese país.- le intenta convencer con las manos temblando con esta verdad destruyendo todas sus ilusiones. 

El conejo responde a sus idea responde con burla. Mira al gatito que no tuvo paciencia para esperar en las sillas y ahora le pone una piedra blanca en la vitrina. 

-Porfavor, nadie de aquí va a ese basurero.- de su cajón saca una barra de caramelo.-Para el mocoso. ¡Siguiente!- le indica que se vaya de la fila.

Ella recupera los billetes que había acumulado por años, mirándolo ahora como papel inútil. 

La desesperación comienza a acumularse en sus ojos. 

Al salir de la tienda de cambio puede ver a una persona muy parecida a ella. 

Una perra con dos cachorros, sentada en el suelo donde algunas personas tiran monedas junto a su muñón cubierto por vendas sucias. 

Su cuerpo siente frío. 

La madrugada en la que llegaron ya es medio día. Por tanto hay moscas comiendo de las heridas de esas personas arrinconadas. 

-Mamá, ellos estan-

Lo toma por la mano y vuelve a moverse. 

Mira las paredes de la ciudad. 

-Mamá, tengo hambre.-

-Piensa en que no tienes hambre.- 

Sigue los letreros de empleo. 

 

-No contratamos gatas.-

 

-No con niños. - 

 

-Nadie quiere gatas, solo traen problemas. - 

 

-Mejor vuelva a casarse.- 

 

La mujer termina sentada en una banca del parque cerca del centro. 

Observa el cielo. 

A su lado el gatito ya se rindió y mordisquea la raíz de yuca cruda aunque solo pueda sacarle algunas migajas babeadas.

-¿Por qué dejas que coma eso? Podría ser tóxica. - 

-¡Geeezzz!-

El conejo que había apuntado al gatito masticando la raíz mueve las orejas frustrado por ese siseo por parte de los dos. 

-Gatos. - murmura de vuelta al camino con su carga sobre los hombros. 

Tras él va un conejito. 

Las orejas del gatito dejan de estar a la defensiva al ver a ese chico de su edad. 

Normalmente en su hogar no había demasiados niños de su edad cerca y los que conoció le odiaban, seguramente aquí podría ser diferente. 

-Mamá, vamos. - le apunta a donde ese conejo y el chico entraron con una carga cada uno. 

-No podemos entrar sin comprar nada.- le recuerda mirando al suelo. 

El gatito mira al conejito dentro de ese lugar, reuniéndose con otros niños dentro. 

-Pero son niños. - apunta ansioso por ir a conocerlos. 

Ella mueve la cabeza. 

-Si pudiera¡Theo!. - exclama al verlo correr a ese lugar solamente por haber escuchado un si inicial. 

El gatito entró a este restaurante con las manos juntas, buscando la figura del niño entre las mesas. 

Descubriéndolo en una mesa con flores. 

-Hola, me llamo Theodore Grambel y soy un gato.- se presenta con las orejas arriba. 

Los chicos en esta mesa giran la cabeza sorprendidos. 

-Es un chico. - 

-No sabía que hablaban. - 

-¿Y por qué nos hablas?- pregunta uno de estos. 

-Porque nunca había visto niños tan flacos y raros.- es sincero. 

Eran los chicos más delgados y raros que había tenido la oportunidad de conocer. 

-Eres grosero. - exclama uno de estos corriendo de la mesa al interior de la cocina. 

El gatito le sigue con la mirada, levantando la cola y orejas al ver que era una falda aquello que la mesa escondía. 

Esa era una conejita, no un chico conejo. 

Voltea para averiguar si más chicos eran chicas. 

Todas. 

Lo ve por las faldas que se revelan conforme abandonan la mesa a la que se acercó. 

-Creí que las niñas eran bonitas. - 

Por último solo queda ese conejo que usa pantalones y le voltea el rostro con una bofetada. 

Theodre se agarra la cara con el rostro pálido. 

El hambre le hace ver más luces de lo normal, respondiendo al bofetón con un puñetazo directo. 

El conejito recibe el impacto con un chillido animal. 

-¡No, Theopdore, no le pegues a las niñas!-

El gatito no alcanza a reaccionar al escuchar a su madre antes de caer al suelo con esa chica sobre su pecho, levantando los puños para atacar con los dos puños su rostro. 

La gata corre para separarlos, hecha a un lado por el hombro de otro padre. 

-¡Mercy, déjalo ahora!-  

-¡¿Qué es lo que está pasando?! ¡¡No pueden pelear en mi tienda!! ¡Sucios, idiotas! ¡¿Por qué tu hija está haciendo ruido otra vez?!-

El conejo que había entrado ya sostiene a la coneja por las orejas en alto. 

-Perdone, este niño la provocó. - lo explica llevando a la niña bajo su brazo. 

La conejita mira feo al gatito en el suelo

Su madre lo revisa con las cejas casi juntas. 

-¡¿Un chico en esta tienda? ¡Qué asco!- exclama esta mujer. 

El gatito la miró , los gritos le recordaban demasiado a casa. 

Viendo a otra gata en el lugar con un vestido holgado y grueso, expidiendo un olor fuerte a perfumes. 

 Mira al lugar, es una perfumería.

-No sabía que las mascotas usaban perfume. - señala como curiosidad para su madre.-NUInca vi una tan gorda.- 

La gata gruñona eleva la cola y las orejas ofendidas, elevando en un grito agudo sus reclamos. 

-¡¡Pero qué niño más grosero, más horrible!! ¡¡Debe ser hijo de una callejera para tener esa boca tan sucia!! ¡¿Tu eres su madre?!- la mira de arriba abajo. Descubriendo, antes de que la gata púrpura pudiera ocultarlo, los rasguños y golpes en su cuerpo con la capucha de su abrigo.-¡Pero qué fea te ves! - toma la escoba para sacarla, innecesario al estar ya corriendo a la salida la gata con su hijo. Esta tenderá la sigue entre bramidos chillones, reclamando y gritando más ofendida que al inicio.-¡¡¡Huyendo de tu casa con ese mocoso horrible!!! ¡Regresa a tu casa para que tu marido termine de educarte, eres una verguenza de madre arrastrándote tan sucia y por mi tienda!-

El conejo en la tienda sigue la figura de ambos con la mirada. 

-¡¡¡Y, ay de ti, si falta una sola cosa en toda mi tienda!!!-

 

 

 

 

 

 

 

En el parque la mujer ya no avanza. Sus pasos llegaron a una fuente donde sus ojos buscan monedas sin resultados. Mira a su hijo ahora sentado en silencio. 

Ahora no parece tener ánimos de morder la yuca cruda. 

Su propio estómago comienza a rugir hambriento. 

Vuelve su mirada al agua. 

-Mamá ¿Qué vamos hacer?- pregunta el gatito con la mirada en el cielo.-Ya casi es de noche.- 

La gata toma un respiro profundo. 

Sus ojos van al frente donde hay más personas caminando a sus hogares o terminando sus días de ventas. 

Este lugar es la ciudad. 

Le queda claro al encenderse las luces de los postes, tristes y amarillos, cortand con la luz natural que era percibida como un gris tan pesado como otras pesadillas. 

-No se, que debo hacer. - mumuro la gata con las manos unidas en sus rodillas. - Ya no sé qué hacer. - sus manos suben para cubrirse el rostro. 

Derrotada. 

Los ojos del gatito suben asustado al escucharla llorar, apenas controlando su aliento para no gritar. Jadea, temblando sus orejas caen con sus ojos rojos, mojando su pelaje y manos con lágrimas tan pesadas como para verse su peso en las puntas de su pelo caído. 

El gatito no tarda en romperse, llorando con ella en silencio. 

Sin saber por qué.

Donde estaban para que hicieran ese largo viaje. 

Solo que esto era doloroso. 

Estaba asustado. 

Su madre estaba asustada. 

-Gata. - 

La mujer salta a un lado de inmediato con el niño a sus espalda en un reflejo instintivo que le hace levantar el destornillador hacia la voz que les hablo. 

-¡Vete a la puta mierda! - ruge sacando los colmillos con la saliva acuimulada por sus sollozos anteriores.

La persona amenazada retrocede dos pasos con un brazo por delante por si la gata saltaba a su dirección. 

-Es difícil hablarte si muestras los dientes. - le explica primero. 

Ella se mantiene amenazante, paralizada en su expresión y cuerpo. Solo puede pensar en cuidar al gatito en su espalda. 

Este mira al desconocido con las orejas bajas, temblando tan perdido como asustado por los gritos de su madre. 

El hombre abre la boca exhalando. 

-No es seguro que duerman en la calle, no siendo una gata con cría. - 

-Eso a ti te tiene sin cuidado. - retrocede agarrando al gatito sin pensar en sus garras lo lastimaban con tal de mantenerlo con ella en caso de que alguien les atacará por la espalda. 

El conejo inhala y exhala. 

-En esa calle hay un refugio, pueden quedarse ahí, son gatos así que los aceptarán.- retrocede mirándola de reojo. 

Ella lo vigila, observando cómo toma la mano de la niña que había observado el intercambio a unos metros con la misma mochila en su espalda. 

El gatito le observa con pupilas dilatadas. 

-Ella es bonita, es rara.- 

Su madre mira esa dirección con mucha desconfianza. 

Guarda el destornillador con la mano de su hijo atrapada en la suya

Camina a esa dirección con la cabeza baja, ocultando los golpes con la capucha. 

El ardor en sus rasguños comienza a superarla. Le hacen doblarse más la pierna al caminar, cojeando cada vez más cansada. 

La noche en este país se sentía más cálida pero su piel sentía mucho frío. 

-Mamá, tengo hambre. - 

Sus orejas bajan sintiéndose peligrosamente cerca de volver a llorar a mares. 

 

-¡¡Ya te dijimos que los perros no entran, largate de aqui!!-

Sus orejas bajan al ver a ese guardia en una gran puerta de madera. 

Este no tiene piedad, no duda en usar un palo ṕara golpear al callejero que se había acercado supuestamente intentando entrar mientras el guardia no miraba. 

-Mamá, no. - trata de detenerla. 

Ella avanza lentamente, del otro lado de la banqueta por si necesitara correr, observa a esa persona y el lugar dentro de las grandes puertas. 

Su mente gira, le advierte del ṕosible infierno que podría estar ahí dentro esperándola. 

El miedo a llevar a una trampa a su hijo le hace dudar, retirarse. 

Piensa, intenta imaginar un lugar que fuera útil… Quizás puedan dormir en un árbol hasta que piensen que hacer mañana. 

-Mamá… Ahí tiraron pan. - 

Sus estómagos son rebeldes. 

Tanto ella como su cría ven ese basurero como una mina de oro. Una con olor a pan viejo y tieso como piedra pero era pan. 

Sus cejas bajan abriendo más allá su visión del lugar. 

Del callejón al que entrarían. Solo iluminado por el rebote de luz que choca con un muro, restando una oscuridad profunda que sus ojos afilados pueden ver como parte de un espacio lleno de escondites peligrosos.

-Mamá, de verdad tengo hambre.- 

La gata inhala repetidas veces, sujeta una de sus orejas de forma nerviosa. Avanzando lentamente. 

-Espera aquí. - le pide al gatito dejándolo en la entrada para ir solo ella. Prepara su bolsa para meter lo que pudiera de forma rápida. sus manos toman una baguette que le implora una mordida, guardándolo en su bolsa. O eso debería. Si ese gatito no hubiera entrado para morder un pan de colores.-Theo, te dije que no entraras.- le reclama viéndolo comerse el pan a dos mordidas, tomando otro del suelo entre ronroneos por su dulzor. 

-Oye, tú eres la inmigrante que vendía esos billetes humanos.- 

Sus orejas bajan al ser abordada en cuanto bajó la guardia. Son dos perros de callejón, saliendo de aquellos puntos que desde un inicio le inquietaban. 

Como un mal cliché la entrada ya estaba cubierta por la presencia de otro más. 

-Yo soy de este lugar. - niega inmediatamente sus palabras. 

Más aún al venir de ese vagabundo en la entrada del callejón. 

El golpe que aquel guardia le dejó es visible con un hilo de sangre sobre el hocico cubierto de cicatrices. 

El destornillador en su mano se vuelve inutil al ser sujetada por ese brazo. 

Muerde, lo intenta pero sus orejas son sujetadas. 

-¡Mamá!- 

-¡Dejenlo en paz, al niño no, dejenlo!- grita asustada, tratando de librarse, pateando sin resultado al perro que sujeta al gatito que no había dudado en morderlo aunque solo lograra atrapar su ropa por su hocico tan pequeño.

-Claro que lo dejaremos. - responde uno de los perros hundiendo la nariz en su cuello. - Tenemos a una gatita justo aquí, qué pecado sería concentrarnos en un mocoso cuando tenemos justo aquí, una gatita tan preciosa¡¡Ahaa!! ¡Maldito perro!- 

La gata logró soltarse y tomar al gatito en brazos para protegerlo en un abrazo. No porque fuera tan fuerte como para librarse, sino por la patada del vagabundo directamente dada a las partes privadas del perro. 

Este cae al suelo, chillando agudo y lamentable. 

La gata no se confía y retrocede al ver a los otros dos venir directamente por ellos. 

Cerrando la distancia a tal punto que solo puede percibir el olor del aceite de motor, combustible, sudor y una desagradable peste a pólvora. 

Esto aclara su mente.

No eran vagabundos. 

Eran soldados y estaban armados. 

Sus ojos no pueden evitar ver esos dedos marcados por el gatillo, una cicatriz por el uso de armas.

El hocico de uno llega a su rostro, hablando con el aliento oscuro. 

-Danos ese dinero, ahora.- 

Sus manos tiemblan al enterar entre sus ropas, entregando los billetes viejos con manos temblorosas. 

Este es pasado al segundo. 

El supuesto vagabundo olfatea los billetes una vez antes de olfatear por el cuello y pecho. 

Ella lo empuja arrancando con las garras un par de pelos de su rostro. 

Este recibe el golpe bufando.

-No entiendo como pueden ser tan bonitas, altaneras y desagradables… - limpia la sangre de los cortes. - Y aun me encantaran las gatas como tu. - retrocede sacando de su ropa algo. 

La mujer cubre a su hijo encogiéndose al ver el borde de un arma. 

-Levanta la cara. - 

Mira con odio al perro. 

Este muestra frente a ella un paquete de papel. 

Mucho papel. 

Papel del bueno. 

-Tómalo. - le ordena. 

Ella mueve la cabeza. 

El solo pensar en tomar ese dinero era una condena. 

No debía estar limpio, no debía ser bueno. 

-Toma el dinero y consigue un lugar donde podamos quedarnos de vez en cuando, no pienses en nada más que ese mocoso.-

-No soy… Una criminal, ni un soldado. - 

-No, tu eres algo más peligroso, una peste que nadie puede imaginar el mal que es capaz de hacer cuando no se le mata a tiempo.- 

La gata gruñe, elevándose el pelaje de su cuerpo. Mostrando en advertencia los colmillos. 

El perro cierra la distancia con su rostro. 

-Eres una madre que ve con odio las migajas que este mundo le tiene a regañadientes a su hijo .- 

La cara de la gata cambia de golpe. 

Mirando esos ojos sin luz de frente. 

Sus manos tiemblan al estirarse. 

Sobre la mirada de su hijo entre sus brazos. 

La mujer toma esta decisión. 

Por su hijo. 

Por su dignidad. 

Por una promesa que no sabe si será real pero ya no le queda nada más por creer. 

No hay un sueño, solo un futuro incierto. 

Un trato sellado bajo la luz de la luna. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Siete años 

 

 

 

 

 

 

-¿Que nunca has ido a la escuela?- 

Las orejas del gato con los platos sucios se mueven de un lado a otro. 

-No, no me gusta. - es sincero en muchas formas al responder con una media sonrisa. 

El anciano comienza a reír. 

El chico sigue su camino entre las mesas, cargando con la cola prensil las notas para la orden recién tomada de una de las cuatro mesas del local. 

En la barra hay más personas, hablando entre ellos con sonrisas burlonas o tan borrachos como para estrellar la cabeza con la barra. 

A su paso debe esquivar el trapo húmedo usado para golpearlo en manos de la chica con un delantal. 

-Ayúdame a sacarlo.- le pide apuntando al ebrio dormido. 

El felino mueve los bigotes con una queja visible, 

-¡Theo, sacalo, Mercy ya hizo su parte!- 

Sus orejas bajan molesto por esta tarea. 

-Deberías dejar de vender alcohol. - le acusa ya aburrido de tener que encargarse de sacar ebrios de la fonda. 

Su madre llega a su encuentro con una olla en manos. 

-Y tú deberías dejar de tenerle miedo a las mujeres y conseguirte una. - 

La cara del gato en cuestión se vuelve un poema. 

Retrocediendo con la cara pálida ante la ofensa y asustado solo por esa burla. 

Sujeta al borracho por la espalda y pierna para sacarlo elevado para evitar que vomitara en el camino. 

Afuera el día le recibe con el brillo de un gran día soleado a pesar de los vientos helados de primavera. 

Sus ojos ven esa figura. 

Ese perro en la calle. 

Lo observa. 

Recuerda que eran tres pero cada uno tuvo su final. 

Al primero lo atraparon hablando de más en un lugar poco noble donde las chicas decidieron delatarlo. Se murió por un golpe a su hígado cirroso. 

El segundo fue atrapado. 

Su madre lo hizo cerrar las puertas a sabiendas de que lo pasearían muerto sobre un vehículo para dejar una gran advertencia. 

Quedando ese perro viejo en las calles, el único que se ha mantenido muy bien en ese papel de vagabundo. Mirando de vez en cuando la fonda, como si quisiera entrar a comerse las existencias. 

Theodore choca con su mirada, retrocediendo para volver al interior del local. 

No es tan divertido como parece entender este lugar. 

Diariamente cocinan, diariamente lavan. 

Diariamente se siente más perdido. 

No le gusta tanto estar aquí. 

O quizás ya no lo disfrute. 

-Ya me tengo que ir. - 

-Pues no vuelvas.- farfulla observando la barra y no a la chica con esa falda ancha que no iba a juego con sus brazos trabajados ni ese gesto grosero en su espalda doblada. 

Era estar cerca de ella, ver a un obrero esforzarse por ir en tacones y resultar bien. 

-Voy a la escuela , ¿Vas para que te presente a una?- le pregunta esta coneja con las orejas inclinadas, observa cómo el gato baja la cabeza sin dejar de limpiar la barra.- Les gustas.- 

-No estoy pensando en eso. - 

-Yo tampoco pero ya eres mayor, deberías pensar en lo que te gusta para que tu madre busque el perfil de la chica que puedan presentarse. - 

Theodore mueve las orejas. 

-No veo que tu perfil esté siendo muy requerido.- le ataca buscando que ella se retire. 

Más es ella, no una chica que le soltara una cachetada y se irá ofendida. 

Ella es otro tipo de desgraciada.

Haciendo algo que le hace sentir perdido. 

Su cuerpo se eriza con el aliento de la coneja en su oreja. 

-¿Te gusto yo?- preguntó ella tomando su cintura desde atrás, no para quedarse ahí sino para recorrerla hasta su cadera tomando en sus manos el frente de sus piernas para apretarlo, atrayendo sin dudas.

Este choque hace al gato poner las manos en la barra de madera, perdiendo el suelo y el techo. 

Un ramo de perejil la ahuyenta a ella y el banquito que usaba para llegar más alto. 

-¡Mercy, deja de atormentar a mi hijo o te despido!- 

La coneja retrocede con las manos arriba. 

-Lo siento, perdóneme, señora. - da disculpas sin detenerse, su figura de criminal se pierde al reirse como la chica de 16 que era desde un inicio, sonriendole a la señora gata.-¡Ven a vernos despues de clases, te van agradar las hermanas!-

-No iré. - murmura tomando los restos de la barra para encerrarse en la cocina. 

Al irse no puede ver aquello que atrae la atención de su madre. 

Como los ojos de la mujer se fijan en los libros colgando de una correa en manos de la chica la llenan de melancólica. 

Gira. Viendo de frente a ese vago al otro lado de la calle. 

Este no la saluda ni hace gesto alguno. 

Solo la mira. 

Su cola larga se sacude lado a lado. 

Avanza. 

Mete las manos a su mandíbula, pasando entre transeúntes y un carro a carbón que debería estar descontinuado. Llega a su encuentro, tirando en su regazo una barra de pan. 

-Buen perrito. - le halaga sin expresión, regresando al local.-Sigue cuidando bien del patio.- 

A su espalda el perro devora ese pan sin despegar la mirada de ella. 

 

 

 

Esa tarde Theodore fue expulsado cruelmente de su casa. 

-¡Vas a acompañar a Mercy y sus amigas! ¡Vas a conocer a las chicas! ¡Y vas a usar ese sueter, no te ves bien todo de negro, parece que ya quisieras festejar mi funeral!-

El gato con su nuevo abrigo blanco levanta los brazos ofendido. 

-¡No lo uso por eso mamá! ¡A mi me gusta el negro!- 

-Gracias, tú tampoco estás mal niño. - 

El gato purpura se eriza al escuchar a un gato mayor de color carbon responder como si fuera un halago dirigido a él su queja. 

-Vas a usar ropa acorde a tu edad y a conocer a las señoritas, sonreirás y serás amable. Tratalas con respeto y si no te agradan o si te insultan…- eleva las manos por encima de su cabeza para las señal para ese escenario. - Levantas la colita y tus orejitas y te vas.-

Theodore mueve las orejas hacia abajo. 

-No lo digas como si fuera un niño. - murmura con la cara roja. 

-Pues no te comportes como uno. - inhala relajando el cuerpo. Analiza el rostro renuente y sus hombros tensos con ese aspecto - No voy a durar para siempre, debes tener una familia y quiero verla, quiero conocer tu familia, hijo. - 

El gato de trece años mueve su cabeza lentamente. 

-No hables como si te fueras a morir mañana. - 

-Bien. - suspira. - Cuando regreses dime qué clase de chica te gusta, así te ahorras esto.- mira al camino. - Ahora apresúrate, no queremos que esa niña se meta en más problemas.-

El gato sigue su camino. Desviando su atención a aquel vago en el suelo junto a la puerta de su hogar y no en la pared contraria donde lo vio en la tarde. 

La gata le observa con las orejas bajas. 

-No creo que a tu hijo le gusten las chicas. - 

-Tonterias, las chicas lo adoran. - responde ella al escuchar el comentario de ese perro. 

El perro mueve la cola riéndose bajo. 

-Es claro que no entiendes.- 

Ella observa esa cola suave y plana de látigo, le era muy curioso ver a este Mastin cada vez más cerca del local. 

-¿Qué haces en mi patio?- pregunta pegándole con un trapo. 

Al perro esto no le afecta pero por fuera de este intercambio es posible ver cuánto molesta a la gata su presencia. 

-Van a enviarme más de mi lado. - le avisa sin moverse ni mirarla. - Cuatro adultos de mediana edad. Un perro moloso, un cocodrilo y dos gallos.- sin molestarse por los impactos del trapo, revisa sus orejas rascándose.-Comerán y les darás mi nota, no los mires, no deben saber que estás al tanto de dónde son y no dejes que vean a tu hijo, vendrán hoy en veinte minutos.- 

La gata retrocede tomando la escoba. El perro se levanta dejando este espacio y en ello un montón de basura. 

La gata eleva y baja los hombros mientras el vago se aleja con ese andar cansado y rostro alargado. 

Regresa por un recogedor, levantando las botellas y papeles del suelo. 

Con esta basura en la bolsa regresa a su local.

-Aqui trabaja la loca de las patadas y su noviecito.- 

Policía. 

Sus orejas se mueven pero no voltea, vuelve a barrer mientras estos pasan por un lado.

-... Y dicen que la mujercita le abrió la boca con un solo golpe de su rodilla, ¡Su rodilla! ¡La mocosa salto tan alto que le reventó la cara con la rodilla! Con razon es tan callado el novio.-

-Tu ya no tienes rodillas para eso.-

-Estamos hablando a gusto, no insultes.- 

La gata observa a esos dos gordos homólogos caminando juntos con ese uniforme de oficiales. 

-Algun dia la van a calmar. - 

-O la incluyen a las fuezas, con esto de que ya les da igual todo-

-No menciones eso. - 

-No va haber guerra, no son tan imbéciles para atacarnos. - 

La gata toma el resto de la basura y entra ya sin dar pausas. 

Por ahora es bueno que piensen en ambos niños como una pareja y no de otra forma. 

Camina rápido a la parte trasera de la casa de un piso, llegando al jardín con paredes de ladrillo, el perro le había recomendado estas viejas ruinas por una razón oculta bajo el árbol al centro de este jardín. Una trampilla que da directo a las alcantarillas, solo eso. 

Ella la odiaba, huele mal y tiene que cubrirla con tablas y tierra para que no apeste en verano. Lo bueno de tener un hijo es que puede mandarlo a hacer eso y librarse de la peste. 

Ahora debe abrirla para lo que sea que fueran a hacer. 

Entre la basura está esa nota doblada con mucho cuidado en un acordeón. Lo aprieta entre sus dedos antes de volver adentro. 

Sus hombros le traicionaron por un segundo al caer con miedo. 

La policía decidió regresar a comer aquí. 

Es bueno porque son unos tragones y pagan lo que comen.. Excepto las bebidas, esas nunca se las pagan los malditos. 

Corre a lavarse las manos para tranquilizarse y sacar de su cuerpo el olor a tierra. 

Volviendo a las mesas con una sonrisa. 

-Oficiales, ¡¿Ha sido un buen día?! ¡Hoy tenemos algo de pollo frito y res! - les saluda y ofrece comida a ambos. 

Estos hacen ese amago de reírse al verla, sin ocultar su interés con una mirada rápida a toda su figura.

-¿Cómo está su esposa? ¿Su madre ya superó la gripe?-

El gato cambia de expresión por la mención de ambas personas en su vida. 

-Claro, pediremos res y mi madre está mejor, ya volvió a caminar fuera de casa. - 

-Su esposa todavía le pega. - 

-Solo cuando me lo merezco. - 

La risa de ambos vuelve menos silencioso el lugar. 

La gata comienza a dar vueltas entre la cocina donde un conejo silencioso cocina con la cabeza baja y ella vuelve afuera para mantenerse presente. 

Entonces el aire se enfría. 

Los policías dejan de reír. 

Los pocos comensales dejan de conversar. 

Porque cuatro figuras entraron por la puerta. Con ropas del lugar del que ella escapó. 

Estos dan una mirada rápida antes de tomar asiento en una mesa apartada. 

La gata inhala profundamente antes de ir a esa mesa, ver gallos le pareció un mal recuerdo, de verdad malo. 

-¿Qué van a querer?- pregunta de forma seca y mucho menos alegre que con los oficiales.

 -Cuatro platos, dos de cada uno. Y la bebida piénselo.- responde el cocodrilo. 

Sus orejas se mueven, nunca había escuchado a uno hablar. Normalmente solo cargaban objetos pesados e iban por ahí sin más que pantalones en su país o eran cadáveres que humanos vestían sin cuidado como calzado o bolsos. 

Ver a estos tan raros le deja en claro que no estaban siguiendo aquella regla de ser disimulados de ninguna forma más allá de la ropa. 

Retrocede con la orden por preparar. 

Puede ver que los vigilan, no les sacan los ojos de encima. 

Sus manos tiemblan. 

-¿Por qué los atiendes?- pregunta el conejo al verla entrar. 

Ella mueve las orejas. 

-Para cobrarles el doble, enviaré a Theo a la escuela.- responde segura.

-Bien… Solo no dejes que te crean su amiga. - le recomienda mirando a los oficiales ya murmurando.-Espero que coman y se larguen. - 

Toma en una bandeja las cuatro órdenes. 

Bajo el plato del cocodrilo deja ese acordeón al ponerlo frente a él con cuidado de no hacer ningún ruido diferente al colocarlos en la mesa. 

Perdiendo pelo al ver a uno a punto de delatar sus verdaderas raíces con un solo gesto. 

Ella sintió, vio en un segundo, la muerte que le darían y cómo sería tratado su hijo si la descubren todo lo que ha hecho para estos espías por años. 

-Los cubiertos estúpido. - le corrige en voz baja.-Usa el tenedor, idiota.- regaña al otro que había tomado una cuchara.-Dios, son unos malditos imbéciles. - farfulla sintiéndose atrapada por este segundo que le hace humedecer los ojos. 

Se aleja antes de parecer estar estacionada. 

Este gallo quedó a medias al casi tomar la comida con las manos. 

El resto no hace escándalo, dejando que finja que se estiraba por la sal o que se había equivocado con el cubierto en el centro de la mesa. 

Solo ella aprendió y no tuvo en duda la razón por la cual descubrieron al segundo espía. 

En ese lugar desconocido parecía ser costumbre comer con las manos y no cubiertos, deleitándose con la orden que dio el gobierno en silencio. 

Colocar los cubiertos en las mesas y no en los platos. 

Dañar las banquetas por un punto ciego para escuchar exclamaciones sorpresivas.

Colocar frutos sin nombre en estantes para que lo pidan por el nombre equivocado. 

Ahora mismo el cocodrilo se expresó bien y parece estar mejor preparado que los otros tres pero eso no lo salvará si sus compañeros son tan distraídos. 

Siempre dejando que se delaten solos. 

Es fácil cambiar de ropa pero no de costumbres tan naturales como el modo de comer, respirar y expresarse pero no sus más pequeñas costumbres. 

La mujer vuelve a la cocina para repartir las bebidas por cada mesa. 

Por suerte parecen haber escuchado al conejo telepáticamente o comprendido que no estaban haciendo bien su trabajo, así que comieron y se fueron antes de que ella regresara con la comida. 

-Gracias por la comida, te la paga la estación. - 

Ella baja los hombros y orejas al ver como el par de oficiales siguen a los cuatro dejando atrás un mesa sucia y comida sin pagar. 

Sus orejas se mueven por ella misma para fingir este ánimo, siguiendo adelante con su día.

 

 

 

 

A Theodore no le va tan mal. 

De inicio. Al menos no eran incordiosas y parecen cómodas hablando entre ellas. 

-Definitivamente, me gustan más las margaritas. - 

-A mí me gustan los crisantemos. - 

-Eso no tiene perfume y solo los has visto en dibujos. - 

-¿Y qué tal tu, Grambel?-

Las cinco chicas lo miran al mismo tiempo. 

Si. 

Es el único entre cinco niñas de su edad, resaltando como junto marchito entre lirios de agua. 

-Las orquídeas de vainilla. - 

-Las orquídeas… ¡Oh, la vainilla!- exclama una de las chicas. 

Mercy mueve las orejas mirando a un costado. 

-La he visto solo en libros, ¿Huele como vainilla o se tiene que procesar?- 

-Son-

-Seguro que no tan bien como tu, guapa. - 

Las chicas giran retrocediendo más pegadas al muro de ladrillos donde estaban conversando a la sombra de un árbol de manzana en flor. 

-No puede ser. - exclama una mirando a estos cuatro chicos acercándose llenos de confianza. 

-Vete a molestar niños pequeños Gail.- 

Este bufa escuchando cómo fue repudiado directamente por la gatita que le interesaba. 

Gruñendo por la risa de sus comṕañerors, sus orejas de conejo se mueven notando al iinico chico en este grupo con la maravillosa figura menta a su lado en silencio con una paleta de caramelo entre los dientes. 

-Y sigues juntandote con estos pobres, ¿Y ese callejero de donde salió?- estira la mano para picarlo al estar sentado en el suelo.

Este levanta la mano para protegerse. Sobresaltado por el golpe de la coneja menta contra este. 

-A él no lo molestes, ¿Que no sabes que te hará picadillo si lo enojas? - 

El gato que solo quería irse a casa giró la cabeza confundido por esa mentira. 

-Eres un tipo muy raro si crees que puedes contra… Los cuatro.- 

Se puso de pie. 

Los cuatro conejos miran hacia arriba al gato con las orejas elevadas y tan grandes como una corona natural ganando a la sombra del árbol con una penumbra espesa como las figuras monstruosas en libros de caza. 

Esta imagen alta y noble hace brillar la mirada de más de una de las niñas presentes, viendo su tensa espalda delgada y recta con ese brillante abrigo blanco, tan parecido a un noble de alta cuna como un valiente guerrero. 

A los chicos no les hacía sentir esa emoción . 

Son cuatro, si decidieran pelear seguramente ganarían.Pero a uno lo van agarrar esas garras negras que brillan por su fuerza y a ese le va a ir mal. 

Ninguno quiere ser ese uno ni se quedarán a averiguar si era cierto que podría destrozarlos. 

Corrieron solo con verlo de pie. 

El gato bufa aliviado y aburrido. Mira a la chica que lo metió en este problema.

-Bien hecho guapo. - le sonríe ella sin vergüenza ni arrepentimiento.-¿Ya vamos por la tinta?-

-Pues es claro que no vendrá Sally , así que vamos.-

Su brazo derecho e izquierdo son tomados por una chica diferente y con un tacto diferente también. 

De un lado Mercy le sujeta con fuerza para no perderlo de vista y vigilarlo, con autoridad y decisión. 

Del otro lado la niña es delicada, apenas tocándolo pero sonriente. 

–Me encanto como los asustaste, casi se orinan. - celebra riendose en voz alta junto al resto que aún no han desarrollado el pudor de las señoritas de su edad

A Theodore no le desagrada estar con las chicas porque sean groseras o malas con él o Mercy.  

Le molesta porque puede darse cuenta de algo cuando dejan de mirarlo y van a caminar por el parque juntos. Como ahora. 

Las escucha. 

-Esa muchacha es muy bonita, se ve bien con el uniforme de oficial, ¿Te gustan las del estilo elegante?-  

Mira a esa joven como ellas.

Es una secretaria militar, es posible verlo por sus zapatos bajos y ese atuendo serio con los broches de metal en su saco y falda recta con un arma en el costado. 

-No puede ser, ¿Ya vieron a esos tipos?-

Todas y él miran a otro lado. 

Cuatro figuras caminando por el parque. 

No son los únicos que miran. 

Todos lo hacen con sorpresa, curiosidad, miedo y desconfianza-

-Están muy guapos. - 

-Son raros, tonta. - le recuerda la coneja a la oveja. 

Esta mueve las orejas sin dejar de mirarlos.

-Es que… - inhala sorprendida. - Tienen clavículas… Y se ven fuertes. - 

La curiosidad les hace mirar el cuello expuesto de uno de ellos. 

El perro grande y de hocico ancho y corto, un perro muy robusto con espalda ancha y orejas caídas que enmarcan un rostro tranquilo. Moviendo una cola de lado a lado. 

-¿Por qué los perros son tan diferentes a nosotros?- se pregunta una de las chicas. - Hasta las perras, son muy … Raras.- 

Las orejas del gato se mueven observando a ese perro confundido. 

Sintiendo algo raro por su pelaje espeso. 

Sobresaltandose al ser mirado de vuelta por este. 

Sus orejas bajan una vez recibe una sonrisa dentada de parte de un hocico grueso y no el rostro suave de las niñas a su lado. 

-Idiota.-

Las chicas, y él mismo, voltearon al escuchar un murmullo enojado. 

Ese perro no estaba mirándolas a ellas o a él sino a una coneja que caminaba tras ellos con sus compras. 

Queda claro cuando este saca la lengua guiñandole un ojo a la mujer. 

Uno de los gallos lo golpeó para que dejara de mirar a la joven. 

-Me asuste. - murmura una de las niñas a su alrededor. 

Theodore baja la mirada al suelo. 

Quedando solo en los ojos de Mercy su cara se volvió roja como una ensalada de frutos rojos. 

-Traje una pelota, ¿Y si jugamos?- ofrece una de las niñas con un balón de cuerpo que revela después de haberlo escondido en su bolso. 

Pocas veces podían salir todas juntas sin un adulto, hoy lo aprovecharán. 

 

 

Después de una hora jugando todo el grupo en el parque, regresan a casa. 

-Me sorprende que no te guste ninguna de las chicas. - 

El gato no responde, mantiene la mirada en el suelo. 

-Iris va casarse el siguiente año.-

El gato mueve las orejas al escucharla.

-Es más joven que yo. - 

-Si, y su novio aún más.- sus hombros caen.-Ya no podrán salir a jugar, ninguno de los dos.- 

Vuelven a mirar al camino de piedra. 

La noche está cerca, ya deben volver a casa. 

Avanzando bajo las farolas encendiendo. 

Hoy esa noche, al llegar a este país y ciudad, le ronda la cabeza de Theodore. Esa reunión con los perros que por años rondaron su patio. 

La llegada de nuevos. 

-Yo también soy rara. - 

El gato le mira confundido. 

-¿Por qué dices eso?-

-Porque tú también lo eres.-

La cola del gato se mueve de arriba abajo negando con la cabeza muy lentamente. 

-No lo soy. - 

-Lo eres. - junta las manos sobre su estómago.-Theo… Tengo miedo. - 

-¿De que puedes tener miedo?-

-De casarme. - murmura.-Me da miedo tener que tocar a una persona o que me toquen.- 

El chico se detiene de forma nerviosa. 

-Eso no es raro… Raro es casarte a los 12.-

La chica gira para tomar sus manos con fuerza. 

-Cásate conmigo, así nadie sabrá que somos raros.- 

-No te quiero así. - 

-Quiero unirme al ejército. - le aclara sin soltar sus manos, dando un paso atrás que lo hace retroceder este mismo.-¿Viste a la chica en el parque? Ella seguro tiene un prometido en el ejército y pudo unirse gracias a que él le dio permiso.-

-Tienes a tu papá, él puede darte permiso. - 

-Ya cumpli mas de 12 , ya no soy menor y él ya no puede defenderme porque ya soy una mujer para el estado… y una mujer sin permiso de su marido no puede ir a la guerra. _

-No hay guerra, Mercy. No hay guerra. - niega mirando sus manos unidas.-No habrá guerra. - 

-Si no voy yo, llevaran de nuevo a mi papá, me harán casarme y me asusta mas todo eso que usar un arma. - sujeta sus manos para llevarlas a su boca. - Por favor, cásate conmigo. Te trataré con respeto y seré buena para ti. - 

-El tipo debería decir eso, no tu. - intenta librarse sin usar la fuerza. 

Resultando en ser halado por ella desde el cuello del abrigo. 

-Pero… aunque te gusten, no habrá nunca un tipo que te diga eso, ¿Verdad?- 

El gato baja los hombros, su cola se mete entre sus rodillas con las orejas bajas. Sintiendo que todo en su mundo se volvía de papel. 

Ya no puede fingir. 

-Porfavor, solo piensa que es un trato entre amigos. - 

El felino recibe en silencio ese beso rápido en su mejilla, como si fuera esta la marca de su trato en rojo vivo sobre su piel. 

-Hasta mañana, Theo. - 

El gato sigue su camino una vez ella entra a su casa. 

Caminando con las manos juntas, pensando. 

Hundido en la realidad falsa que creyó mantener. 

Por un lado es visible algo que rompe con su ilusión. 

La figura de hierro conducida por soldados. 

Van por la avenida principal con una gran cantidad de vehículos. 

-Cada vez siento que eso de la guerra es más real. - 

-No lo creo, es un charco de mierda esa nación de muertos de hambre, no tienen cómo atacarnos. - 

-Pero mira a los soldados, siguen moviendo esas máquinas, haciendo explosiones raras en los campos y-

-Cállate. - 

La curiosidad de Theodore queda a medias al ver un pelotón de azul avanzar por un lado.

Son altos, fuertes y parecen tener su propio resplandor. 

Con esos sombreros altos y botas apretadas sobre sus patas. Cargando aquellos rifles y cuchillos con tanta elegancia como frialdad. 

Pisando con la fuerza suficiente para elevar las piedritas del camino. 

Theodore les observa, analiza sus colas elevadas o firmes como los juguetes de guerra de un niño. 

Uno por uno marchan tras un vehículo. 

Su cuello comienza a cerrarse, debe alejarse. 

Necesita respirar. 

Correr. 

Dejar atrás la marcha orgullosa de los soldados. 

Volver a casa. 

Volver a donde su madre le esperaba. 

 

 

 

 

Llegando la noche con él en su hamaca, en vista de las posibilidades se inclinó por una hamaca para no sentir ni de cerca el suelo duro ni un colchón de madera con trapos. 

-Theodore. - 

Sus orejas bajan y se cubre los oídos con las manos. 

-Theo, ¿Qué te parecieron las chicas? ¿Le gustaste a alguna o te gustó una?- 

Él mueve la cabeza enojado. 

-No quiero hablar de eso. - 

-Theo, esto es necesario. - 

Él mueve la cabeza negando nuevamente. 

-No sigas, solo déjame en paz.-

-Hijo.. Dime qué chicas te gustan-

-¡No me gusta ninguna! ¡Nunca me van a gustar, así que vete ya!-

La gata exhala sorprendida, alejándose de la habitación donde se queda este chico. 

Cierra la puerta. 

Caminando aturdida por la casa. 

La luna fuera parece llamarla a verle, a salir de casa para respirar. 

-Él me gritó. - suspira. - Me gritó y no lo castigue. - bufa agotada. 

-Este niño tuyo debe hacer ruido de vez en cuando. - 

La gata mira a este perro otra vez pegado a su local. 

-De otra forma podríamos pensar que está muerto por dentro.- 

La gata gruñe tomando la escoba para ahuyentarlo. 

-La guerra está por iniciar, solo faltan tres años para que sea oficial. -

-Tres años pueden ser eternos. - 

-Aunque asi pasaran, mi linda Eliza.- 

-No digas ni nombre, me da asco en tu boca.- reclama recargándose en su escoba. 

-¿No arranca?-

- ¿Qué?-

-So.- recibe el escobazo sin expresión.

Eliza mueve la escoba sacando restos de polvo de su puerta. 

-Me mataran en dos días, por eso enviaron a los nuevos. - 

-No van a durar nada, son unos estupidos.- mira al perro, su figura cuadrada. -Estas enamorado de mi, ¿Verdad?-

El perro mueve la cola, cerrando los ojos relajado. 

-Eres cruel con un condenado a muerte.- 

-¿Te será más fácil irte a casa si te rechazo?- pregunta usando esta vez el palo de la escoba para picar su sien.

-No. - ríe bajo, dejando que las sombras de sus ojos se iluminen al inclinar la cabeza de lado , com si ya estuviera su cuello en la guillotina.-Me alegra que lo notaras, la gente no suele ver lo que siento.- 

La luna permite que ella pueda ver ese color marrón oscuro dentro de sus pupilas. 

-Es bueno tenerte en mi mente.- 

-No hables así, sé que quieres darme lástima . 

-Si, puede que así sea.- mantiene la mirada sobre ella, sin moverse. 

La gata inhala profundo, doblando las rodillas a su nivel, apartada por este metro de distancia entre ellos. 

-Vete a casa antes de que te maten. - le pide en voz baja. 

-No puedo irme. - 

-¿Para que me dijiste esto? ¿Te gusta pensar que me dolería tu muerte?-

-No, no eso no.- suspira bajando las orejas de perro.-Creo que me arrepiento de muchas cosas, demasiadas. - 

-Con tu cara, es más que obvio. - 

-Me llamas feo. - 

-Tienes una cara… Que debió… - ella mira la calle de piedra. - Vete a casa y vive. -insiste sin mirarlo. 

El perro estira la mano antes de que ella pueda evitar que la toque. 

-Eso estoy haciendo, justo ahora. - sonreí con esa espesa oreja de gato en sus manos.-Por dios … - exhala cansado.-Eres más dura de lo que pareces.- suspira embelesado en su rostro frustrado. En el pelaje espeso, en esos cuantos cabellos teñidos de blanco en su hocico felino. 

-Vete a casa.- insiste tomando su brazo. 

-¿Cómo crees que se vería un cachorro de los dos?-

-Seguramente inquietaba a la ciencia y al mundo. - 

 La risa del espía sale a medias, solo un farfulló entre dientes. Dejando ir su oreja sin olvidarse de acariciar a su paso esa mejilla. 

Deja el suelo para irse, retirarse de su puerta. 

-Me hubiera gustado verlos.- 

El perro queda a medio paso, girando la cabeza al escucharla una vez cierra la puerta con él fuera de su hogar. 

-Es una mujer despiadada. - suspira devuelta a su camino. 

Cada vez más pesado. 

Dejando que la ausencia de la luna oculta entre las nubes, lo abandone. 

Tomó su decisión. 

En nombre de su país y la guerra por iniciar. 

 

 

 

 

 

La siguiente mañana fue muy tensa para los dos en la mañana. 

Tomando un vaso de leche y con las ollas de comida en la estufa calentando para el día. 

Theodoro ve los ojos de su madre hinchados y rojos, solo revolviendo la misma cucharada de azúcar en su vaso, seguramente ya disuelta. 

Ojos tan rojos como los suyos. 

-Mamá… - 

-Hmm…- respondió sin mirarlo. 

-Perdón … -

La cuchara deja de girar. 

-Tú perdóname, no pensé… Que mis sospechas fueran verdad.- 

El adolescente mueve la cabeza confundido. 

-¿Qué… lo sabes? - pregunta sorprendido. 

Ella deja la cuchara. 

-Eres un poco obvio.- 

-¿Como soy obvio?- sujeta su abrigo negro. -Me visto normal, me muevo normal, hablo… ¿Cómo es que puedes saberlo?-

-Porque tú me lo dijiste. - mira al gatito, que pasen los años o no, es siempre su gatito flaco y huesudo en esa silla con tres libros para alcanzar la mesa.-Llamabas bonitas a las personas que te gustaban pero nunca llamaste bonita a ninguna mujer o niña. -sonríe con las orejas bajas. - Apuntabas a los ladrones, criminales y soldados gritando “¡Mira mamá, él es bonito!”- recuerda un par de vergüenzas que este niño le hizo pasar.-Dios, eres un niño muy divertido. - 

Thedodore no se divierte. 

Ahora mismo su cara se hunde en la mesa con las manos sobre su cabeza. 

-No te cases si no quieres hacerlo-

-Mercy me pidió matrimonio. - 

-Ella es tan tenaz.- queda en eso su sorpresa. -¿Te dio un anillo?- pregunta buscando sus manos. 

-Ella quiere que seamos… Raros juntos.- 

-¿Confías en ella?-

-Si. - 

-Bien, le diremos a su padre para ver que dice. - 

Theodore levanta los hombros. 

-¡¿Tan desesperada estás porque me case?!-

-¡No te quejes como si estuviera negando la oportunidad de casarte con un gran partido! ¡A Mercy le toca competir con tus manos y la nada!-

El gato se vuelve polvo al entender la acusación de su madre. Quedando en ceros su capacidad de restauración mágica después de ese hechizo destructor. 

 

 

Uno pensaría que comprometerse es romántico y hermoso. 

No que pasarían el día siguiente en una oficina donde un cura sella sus dedos en una acta de compromiso y una fotografía donde sus familiares firman como testigos. 

Junto a un vagabundo que no saben de dónde salió. 

-¿De verdad necesitábamos tres testigos?- pregunta Mercy con la mirada fija al vagabundo comiendo una rosa del jardín donde se descuidaron y entró mientras no veían. 

-Era eso o rendirnos. - 

-La desgracia de ser pocos en la familia.- 

Podrían incluir a la menor pero ambos trabajan para que ella pudiera estudiar en el convento, no podían traerla desde las colinas para esto. 

-Creo que se enojara con nosotros. - 

-No es la boda, no importa tanto. - mumura Mercy, 

Aunque sus orejas delatan cuanto le hubiera gustado su presencia, 

Los dos caminan a un lado. Notando a los más jóvenes que sus padres iban atrás para que fueran juntos. 

-No creí que tu padre querría esto.-

-Es el mejor partido en kilómetros. - 

Mercye le toma la mano con fuerza. 

-Firma mi solicitud para que pueda irme mañana.- le pide en voz baja. 

Theodore mueve la cabeza aceptando esta situación en silencio. 

 

 

 

 

-¡Mi niño ahora es un hombre comprometido! ¡Es algo a festejar!-

-Y festejaremos con un pastel de colores. - señala el conejo poniendo los platos en la mesa.  

Los cuatro comparten un pastel de manteca y azúcar pintada. 

Un pastel que no duró mucho ni nada que sea interrumpido por un disparo fuera de su hogar. 

Paralizandose los cuatro con los gritos fuera de la casa. 

El conejo solo sigue con la mirada la figura de la gata corriendo a la puerta una vez el ruido terminó. 

Fuera de su hogar aún puede ver como suben a ese perro, escurriendo sangre desde su cuerpo. 

Lo llevan. 

Se acabó. 

 

 

Su hijo le acompaña el resto del día. Dejando cerrado por hoy el lugar. 

No en silencio sino con una fiesta. 

Todo lo necesario para cortar el lazo del lugar con aquel espía. 

Dejando a la anfitriona observar la calle, sentada en una silla donde aquel espía estuvo la noche anterior. 

-De verdad que soy estúpida. - deja salir un lamento único. 

A su lado este gato tan joven le mira confundido. 

-No eres estúpida.- 

Baja la cabeza cansada.

-Hijo… No firmes lo que pide Mercy, es muy peligroso para ella ir sola. - 

-¿También sabías eso?-

-Ella se informó escuchando a unos guardias en el lugar… Déjame hablar con ella, después de todo mañana te vas a la escuela. - 

Thedo mira al cielo. 

-Me dará una paliza. - 

-Mejor que te de un golpe a perderla.- coloca una mano en su hombro.-Ahora prepara tu equipaje, vendrán por ti a las cuatro de la mañana.-

El rostro de Thedodore era comparable a decirle que se disparara en el pie. 

 

 

 

 

Esa madrugada, a oscuras y con frío que eriza al gato, él sube al carro de tiro con ese conejo como testigo (respondiendo a la pregunta y razón por la cual lo aceptó el compromiso y era porque estaba consciente de que no le haría nada a su hija si lo mandaban al demonio) viendo como se quedaban atrás. 

Y como esa chica, después de ser solo una mancha su hogar, salió en camisón, con documento a firmar y un cuchillo en cada mano para gritar mil improperios en su contra. Gritos que levantan a los vecinos y una carrera que lo hace agarrar su maleta con ganas de saltar para escapar a pie de lo rápido que parecía estar acercándose la chica. 

Dejó de mirar cuando la calma fue un escobazo del padre de Mercy y unos gritos por salir vestida esa forma de casa. 

Al girar adelante, con rostro pálido y demacrado por el miedo, ve a los otros chicos en el carro. 

-Nunca en mi vida me ha perseguido una mujer de esa forma. - exclama sorprendido uno de ellos. 

Respondiendo él aún pálido y el cochero de forma aburrida :

-Cásate/Comprométete. - 

Ganas de tal cosa no parecen quedarle a este joven.

 

 

 

 

 

 

 

La escuela es… 

Fea. 

Fea porque debe compartir su cuarto y es su cama una asquerosa bola de hierbas con sábanas encima. 

Fea porque están mezclados los nobles y los plebeyos. 

Fea porque huele a cien años de moho. 

Fea porque tiene que hacer fracciones. 

Fea porque los maestros son todos feos. 

Fea porque extraña su hogar. 

Fea porque no tiene amigos. 

Fea porque extraña a Mercy y las chicas. 

Fea porque hace frío. 

Fea porque tuvo que defenderse y lo castigaron por defenderse. 

Fea porque la comida no le gusta y lo castigan si no come. 

Fea porque la música está prohibida. 

Fea porque extraña a su madre.

 

 

 

Llegando a este día. 

Su graduación. 

Con música feliz en alto. 

Y lo que su madre deseaba evitar. 

Una convocatoria a unirse a las fuerzas. 

 

 

Y Mercy se unió como un hombre a las filas.

-Pero…- vuelve a leer la carta de su madre. - ¡¡¿Qué clase de Mulan crees que eres, Mercy?!!- aprieta entre sus manos la carta.

Su amiga de todos modos se fue al ejército y ahora está con el doble de peligro. 

 

Al menos recibía una carta de ella a la semana. 

Diciendo que le daría una paliza cuando lo viera y que estaba bien. 

 

 

 

 

 

 

-Pareces un chico listo y se te está ofreciendo una beca para la universidad de la capital, ¿Quieres hacer el examen?- 

Su monotonía acaba con eso. 

Pasó otros tres años fuera del ejército gracias a su beca académica. 

 

 

 

 

 

 

Después de estudiar por casi seis años. 

Vuelve a casa. 

Mercy continúa con su farsa y es imposible comunicarse directamente con ella pero es posible verla por el campus. 

Viendo a un tipo de color menta, delagado, entrenar en los campos de la universidad. 

 

 

Theodore puede ver a su amiga patear a un par de compañeros, correr y saludarlo con unos brazos que parecían capaces de romper de un golpe una cabeza humana. Lo que es perfecto. 

-Hola. - saluda mirándola acercarse. 

Ella se detiene a unos pasos. 

-Demasiado alto. - eleva las orejas y aun así su estatura no le ayuda.-Mejor siéntate o se notará. - 

Los dos tomaron asiento en una mesa. 

Ya ahí la tranquilidad falsa de Mercy termina. 

-Me dejaste al día siguiente del compromiso. - 

-Y tú me abandonaste por ser una travesti-

-Estamos a mano. - 

-Pudieron descubrirte, hacerte daño. - 

-No soy la única. - 

-¿Ehe?-

-Hay cuarenta chicas como yo. - apunta al lugar.-No se porque, pero hay un escudero que sigue creciendo. - mira ese lugar. - A veces nos pesan. - 

-No creo… No es seguro, Mercy. - 

-Ya no tengo de otra. - mueve los hombros. - Me descubrieron, es todo.- 

Thedore vuelve a ver ese edificio. 

-Theo..¿Recuerdas al vagabundo en nuestro compromiso? -

-Algo así.-

-Era un espía. - mira alrededor, escuchando que nada está acechandolos.-Cuando lo torturaron dio información errónea y… -suspira. -Todo el pelotón que fue enviado para aniquilar a los intrusos fue cazado, robaron su equipo, la tecnología y las máscaras de gas.- mira al gato. - ¿Tu sabias sobre eso?-

-No. - 

Miente. 

Miente en grande. 

-Porque… por ese tipo… Estamos muy expuestos, los enemigos ahora tienen un sin número de nuestras armas y defensas para estudiarnos y por estos ocho años el silencio no parece ser bueno. - 

-Mercy, ese tipo era un vago al que mamá le daba pan tieso cuando olvidábamos cubrirlo. - 

-... Pero es imposible olvidarlo todos los días. - 

Theodore eleva los hombros. 

-No diré nada… Pero debes saber que si lo descubren, la matarán a ella, a ti y a mi padre con ustedes. Todos moriremos, hasta mi hermana. - 

-No van a descubrir nada porque nada hay por descubrir. - 

Mercy gira la cabeza. Saludando por adelantado a una presencia aparte. 

-Entonces creeré en ti. - murmuró poniéndose de pie. -¡Hola, señor, él es mi pro… amigo! - 

Theodore da una mirada a esta persona. 

-Un gusto conocerte.- saluda este.

 

 

 

Volver a casa es ver a su madre de nuevo en ese local, más grande y espacioso, sirviendo una orden de guisado a una pareja de desconocidos. 

Solo con verse, es suficiente. 

Toma el mandil y comienza a servir las mesas con ella. 

Pasando el resto del día trabajando. 

Ahora como una sombra que hace a los comensales mirar arriba con sorpresa. 

 

 

 

La conversación inicia con una taza de té frente a ambos, sin leche por sus problemas con los lácteos. 

-Cuando recuerdo esa noche, suelo fingir que es imaginaria.- farfulla el joven con la cuchara en su manso revolviendo la gelatina con restos de pescado frio y anguila.

-Pero no lo es. - le recuerda ella con una botella de jugo carmín en su mesa.-¿Bebiste con tus compañeros?-

-No, eran-

-Lo hiciste. - determna por su duda. 

-Poco. - confusa. - Me daba miedo dormirme yu que me pintaran un… Eso.. en la frente. - 

Su madre evita reírse de esa acertada preocupación con una acusación superficial. 

-Eres tan egoísta, debiste esperar a que bebieramos juntos. - lamenta dándole un vaso.-Toma, matara toda infección que tenfas por dentro.- 

Con cuidado da un sorbo. 

Casi escupiendo entre las risas de su madre. 

-Tienes gusto de niño todavía. - 

-Esto quiere quemarme el estómago. - 

Su madre solo responde una risa burlona. Bebiendo tranquila. 

-Mamá… Tenemos que hablar sobre eso. - 

-Si hijo, Eso fue real, también este lugar lo es. - 

-¿Sabías lo que haría?-

-No, él nunca me decía nada y es un alivio. - mira al techo.-Theodore, hijo , debes… No vayas al ejército, están muertos. Todos, todos ellos van a morir tarde o temprano. - 

Esta verdad cae con toda la fuerza que es capaz de expresar su madre. 

-Mamá… - sus ojos van a la puerta. - Muchos de mis compañeros serán reclutados. - 

-Lo siento. - suspira. - Pero… Pero lo hice por ti. Por mi… por… - 

-Mercy irá a ese lugar. - 

Eliza baja la cabeza, golpeando su frente contra la mesa. 

-No puedo hacer nada… Theo, es tarde.-

-Ya no puedo acercarme a nadie… Porque sé lo que estaba pasando, todo este tiempo. - 

-Hijo… - levanta las manos para tomar su rostro. - Yo lo haría esta y mil veces más, solo por ti y por el futuro que deseo para ti. - 

-Mamá… ¿Qué futuro puede haber en esta maldita guerra?-

La gata eleva las orejas. 

-Uno donde alguien, cuando yo no esté, guarde un espacio a su lado, te extrañe, te busque y te cuide. Alguien que cuando te vea, solo pueda pensar que vales tanto como para mi… Oraré con vida y en muerte para que alguien te ame y si decides delatarme será igual.-

El joven tomó sus manos. Temblando con un pánico creciente dentro de su corazón. 

-Yo no puedo hacer eso…. Eres mi mamá, mi mamá. - lleva los brazos en torno a los hombros de su madre.

-Dios… - lamenta ella aceptando esta verdad.-Lo siento mucho, Hijo… Lo siento tanto. - sabiendo el peso de sus acciones. 

De la traición. 

De la muerte que estaría por suceder. 

Ṕorque su madre decidió ser madre por encima de todo lo correcto en este mundo. 

Porque sus acciones robaron esos sueños, familias, un sin fin de vidas que nunca verían la luz. 

Condenando seguramente el futuro de su propio hijo. 

Solo porque no quería darle más dolor a su niño. 

Ocasionando el de miles más. 

Todo a causa de una peste que no fue asesinada a tiempo. 

 

 

 

 

 

Dos días después una invitación en papel le hace llegar a un lugar y ver una aparición extraña. 

De antología. 

-Es raro verte usando un vestido y feliz. - señala sorprendido por su aspecto. 

La coneja bufa acercándose con algo más raro aun para Theodore :

Tacones altos y de aguja. 

-Alto. - le hace una señal rápida. 

Mercy para solo curiosa por lo que fuera hacer. 

El resultado es enojarse y gruñir. 

-No estoy poseída, idiota. - le reclama al ver una línea de sal que los dividía después de agacharse el gato.-Pero quitala.-

El gato la mira de lado, con mucha sospecha. 

-Me podría caer, es granulada.- le recuerda pisando con la punta del zapato el suelo. 

Theodore recoge la sal con un trapo húmedo de la mesa de este lugar. 

No es como su propio local, era mucho más grande y activo. 

Hay música de fondo. Gente joven y ruido. 

Todo lo que no va con él.

-Bien hecho, lacayo. -

Con las orejas arriba voltea para verla. 

Ella dobla las rodillas y corre hacia él balanceándose lado a lado en esa posición mientras se ríe. 

Theodore es demasiado alto para poder procesar su cerebro instintivo el cambio metafórico de su amiga de coneja a monstruo deforme. 

-¡No hagas eso!- gritó subiendo sobre la barra.-Demonios, creces al revés. - reclama con la cara roja al ser observado por tantas personas a la vez. 

Mercy comienza a reír al verlo tan erizado por ese juego. 

-No, Theo, regresa. - lo llama entre risas y arrepentida a medias. - Perdón, es que..estoy feliz por este vestido. - mueve la falda frente a él. - No creí que extrañaría la ropa de chica. - suspira apretando los pequeños adornos de metal a los lados. Todo costurado para emular una lluvia de perlas y oro, cayendo sobre su falda amarilla y esos zapatos nergros que le hacen sentir como una pintura del romanticismo. - Me siento bonita.- 

El gato pica su nariz. 

-Eres bonita pero también una gran cretina.-

-Si. - sonríe cubriéndose el rostro rosa por el sonrojo. 

Theodore suspira recargándose en la barra. 

Estar con su amiga libera mucho de su peso. 

Lo llena de más. 

Alguien podría hacerle daño a Mercy… Por culpa de ellos dos. Alguien podría dispararle, hacerle daño.. 

-Oye, libélula ¿Quieres bailar?-

Pues Mercy de algún modo si parecía una libélula. 

-No, no gracias. - responde ofendida por ser comparada con un bicho tan feo. 

Este desconocido se pone triste al ser rechazado casi sin ser mirado por la chica., pasando al siguiente objetivo.

-Oye, gatito, ¿Quieres bailar?- le pregunta con una mano arriba para tomar su mano. 

La coneja sonríe al ver esta tontería. 

El gato no puede ocultar su burla por este atrevimiento sorpresivo. 

Se levanta de la silla para mirar hacia abajo al tipo. 

Es un perro. 

Su boca da la respuesta. - 

-Si, claro. - 

Este le mira con una expresión sorprendida, cambiando a terror para alejarse cobarde mente. 

No. 

No hizo eso. 

Lo que hizo fue tomar su mano para su sorpresa y la de Mercy. 

Siendo llevado adelante , a la pista donde comienzan a bailar. 

El ritmo le hace temblar. 

Saltando para seguirlo por los tirones y risas. 

-Eres tan alto pero no pisas a nadie, ¿Que no haría yo por esos reflejos?- le halaga colocando una mano en su cadera. 

El gato eleva las orejas sorprendido por esta desfachatez. 

-¿Qué estás haciendo?- pregunta sin saber cómo reaccionar a algo que definitivamente no era un comportamiento dirigido a alguien como él 

-Conduzco a un choque sin precedentes o a un viaje inolvidable. - 

El gato lo sigue. 

Buscando ese destino, el choque o quizás el viaje. 

El baile es como el de las otras parejas, llegando al giro donde uno debe inclinarse hacia atrás. 

Salta al no poder agarrarse sino recibir un apretón en sus cuartos traseros por las manos de este tipo dejándose caer de espaldas. Todo este juego , todo para aprovecharse de él. 

El gato lo empuja, riendo. 

No ha podido dejar de reír en cada canción. 

¿Por qué? 

Porque es la primera vez que alguien “Bonita” le hace bailar. 

Porque sentir sus manos bajo la ropa se siente cálido. 

Porque… Era la primera vez que no sentía asco por divertirse 

Porque lo primero que hizo después de despedirse fue tocarse desesperadamente en los baños de la universidad. Sintiéndose perdido, deseando que llegara el próximo baile. 

 

Pero eso fue después. 

En este momento eran ellos dos, cansados y sudados, sentados en el jardín de este lugar con la música de fondo. 

-Me encanta el gris, sobre todo en las rocas. - 

-No deberías beber tanto.-

-Y tú no deberías mirarme tanto allá abajo.-

La cara del gato se vuelve roja, sujetándose el hocico. 

-Háblame de tus estudios. - le pide el perro con una sonrisa. - Aunque si quieres podemos hablar de un nudo.-

-¿Qué nudos?-

-Así como ustedes tienen espinas, nosotros-

-No, no quiero saber nada de eso. - niega con la cara roja. 

El perro cierra la distancia entre ellos. 

El gato lleva las manos a su espalda. Guardando una pregunta para su interior una que no haría nunca en voz alta… O quizás el día siguiente. 

-Tienes ojos violetas. - señala el perro. - Es increíble, creí que eran blancos.- 

-Es inclinado, en realidad no se nota tanto en la luz.-estira las manos para tomar ese rostro. 

Sus orejas se elevan sorprendido por su propia acción. 

-Es increíble. - señala el perro. 

-¿Qué es increible?-

-Me estas haciendo sentir ebrio, sin una copa en toda la noche.- suspira mirando su rostro.-Eres demasiado alto, demasiado hermoso… - cierra los ojos riéndose de sí mismo. - Debe ser un castigo divino, conocerte hoy.- cierra la distancia tomando su cadera para atraerlo al meterse entre sus piernas. 

El gato siente todo. 

Como sus piernas perdieron toda fuerza posible, atrapando el cuello del perro entre sus brazos, su espalda choca con el tronco del árbol, mirando esos ojos fijos. 

Preguntándose a medias y a la vez perdido, si esta era la prometida atracción que debería sentir por las chicas.

Lo que es el gusto que le preguntaban si sentía por las personas que consideraba amigas. 

Porque hace años el toque fue el correcto pero no la persona. 

Porque el ser sujetado por los muslos y empujado, incluso por encima de la ropa, ya le dejó en claro cuánto estaba esperando para sentirse así de vivo. 

Así de completo y desesperado por unir sus labios. 

-¡Theodore!- 

Para su suerte y desgracia, todos los errores que pudieron suceder se evitaron por el manotazo de la chica justo sobre la cabeza del perro.

–¡Su-el-ta-lo!- exige golpeándolo de la misma forma. 

El perro lo libera cubriéndose la cabeza con los brazos. 

-¡Vamos, amiga, era un juego!- le dice escapando de su furia al subirse a una banca. 

El gato en el tronco del árbol tarda los mismos minutos que ellos pasan de pelear a jugar entre risas frustradas o solo burlonas. Usando esos minutos para salir del switch, recuperarse de los temblores y la dificultad para respirar. 

-Debemos irnos. - advierte. 

Los dos dejan de dar vueltas. 

-Claro, fue un gusto conocerlos, chicos. - se despide mirándolos caminar a la salida. 

Este perro inhala, exhalando agotado. 

Sus sonrisa sigue ahí. Con un puño que sube a su cabeza para poder sacar esa mirada tan… Provocadora de su mente. 

Es como si estuviera apunto de comer algo demasiado bueno para él. 

Un plato completo de lo que siempre ha probado solo los huesos.

-Dime rápido. - 

Voltea para ver al gato que regresó en una carrera acelerada para su propio cuerpo agitado. 

-¿Que es el nudo?-

El perro abre la boca sorprendido, su sonrisa sale de nuevo. 

-Hay una respuesta biológica y otra que me gusta, ¿Cuál te interesa?-

- Dime la que te gusta. - 

Este perro cierra la distancia elevando una mano con la palma expuesta. 

El gato tarda en responder, colocando su propia mano en la contraria. 

-Cuando eso ocurre, quedamos vulnerables por cinco minutos y muchos son cobardes y se colocan en la espalda, yo pienso diferente.- lleva la garra del gato a su cuello.-Pienso que de frente cuando no puedo pensar. Lo que más deseo es tener este tipo de garras rondando mis arterias. - presiona sus uñas sobre su propia piel.-Quiero saber que podría matarme pero prefiere quedarse conmigo, esos minutos… Cuando sea un inutil, quiero saber que esa persona puede elegir desecharme pero me prefiera. Prefiera ese tiempo conmigo. - sus anhelos escapan patéticos, sinceros e ingenuos. - Creo que quiero darte esa oportunidad a ti. - 

El gato ve su mano libre, tratando de respirar con calma aunque su pecho se estremece. Llevando adelante un deseo silencioso. 

Tomar esa oreja suave y acariciarlo. 

-Tienes cara de tonto.- libera su pelaje bajando el brazo. -¿De verdad volveras la siguiente primavera?-

-Claro, volveré y ahora con una razón. - 

 

Si. 

Después de eso. 

De despedirse de Mercy para volver a la universidad. 

Perdió un poco o mucha de su dignidad en un baño.

 

 

Quizás hacer eso hasta quedarse sin más energías para bañarse e irse a dormir fue lo que le hizo ser inconsciente de cuando los reclutadores entraron a los dormitorios para llevarse a todos a los campos de entrenamiento. 

Y qué usaron ese maldito gas rojo, claro. 

 

-No puede ser. - suspira mirando sus patas descalzas en esta literal, la de abajo porque parece que no pudieron levantarlo. 

Mira a su alrededor. 

Chicos delicados, mayores, de su edad y menores. 

Todos en este lugar. 

Y al parecer, nadie quería estar aquí. 

-¡¡Déjenme salir, yo no tengo porque estar aquí, cabrones!! ¡Abran la puerta!-

 Su cabeza se inclina por ver por la orilla de las camillas como un gato patea y empuja la puerta entre gritos. 

Sus ojos van al suelo. 

Le robaron las calcetas. 

-Eran tejidas. - lamenta pensando en sus calcetines gruesos y suaves tejidos por él y su madre. 

Lleva las rodillas para recargar la cabeza en estas, mirando a un costado. En este puede ver a otro gato tener una crisis nerviosa que le lleva a morderse las garras con demasiada fuerza. 

Hay un conejo sobre su litera que no deja de llorar. 

-¿Theodore?-

Sus orejas se mueven sorprendido. 

Mira a los lados, descubriendo a esa coneja en el fondo. 

-Mer… - queda a medias sin saber cuál era su nombre en el pelotón. 

Mercy le hace una seña. Acercándose para hablar en voz baja. 

-Misery, ¿Qué recuerdas?- 

-Te recuerdo a ti bailando como gata en celo con un desconocido.- lo abraza por un segundo. - Y luego que desperté porque un tipo comenzó a gritar que lo dejaran salir. - 

Oficialmente, han sido reclutados.

 

 

Salve la nación y larga vida al ojo de dios, el rey. 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.
12 mil palabras.

Chapter 9: Contexto Bélico (CatNap) /Un baile inolvidable

Summary:

La reunión del equipo rojo.
Los ángeles.

Notes:

Hola.
Y si.
Otro capitulo digno.

Si tiene preguntas, pueden dejarlas y respondo.

Este capitulo es suave.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Altas eran las rejas de hierro. 

Paredes de concreto por el flanco que no daba al lago y su cascada conectada a una caída de muerte. 

Un bosque espeso y una gran nube de homoerotismo que pone los pelos de punta en las elegantes duchas preparadas con una gran fuente de agua compartidas en la que existe un letrero de no orinar en ella, muestra y evidencia de que alguien lo hizo antes y como advertencia se clavó media cola de zorro en la pared a base de gruesos clavos de acero oxidado. 

Theodore mira su reflejo en el agua helada que debe usar para bañarse a las tres de la mañana, que es cuando lo levantaron a él y todos , nada mejor para prepararlos para el primer día. 

 

De 12 a 20. La edad de los presentes es visible solo con darles una mirada a sus pequeñas orejas en desarrollo o la figura sin cambio en sus hombros. 

Theodore pocas veces veía al tipo de aves que si volaban y no a las de suelo como gallos y codornices. 

Ahora mismo a unos pasos hay un hombre ágil, robusto y más sorpresivo, es más alto que él con un pico afilado que brilla con violencia y una pechuga de pollo que parecía capaz de romper hierro con su dureza. Este le mira de reojo con una aspereza que viene cargada con desdén. 

-Ey, bonito ¿Que me miras?-

El gato abre la boca. 

-Tienes mocos. - le apunta el pico. 

Esta ave se revisa de inmediato, escuchando la risa de sus compañeros por ser burlado por uno de los tantos jóvenes traídos a entrenar. 

Mercy viene a por él para llevarlo a la fila de su sección y no la de los adultos. 

-No vayas a querer explorar cositas en este lugar de mierda. - le advierte en voz baja. 

-Para como me ha mirado, explorar sería romperle las alas. - murmura ocultando su desagrado con esta mirada baja. 

Ya habiendo experimentado algo diferente. Esa mirada vulgar y gesto sucio, definitivamente solo le deja sentir asco. 

 

 

Dieciséis cajas de madera fueron colocadas en fila. Cada dos cajas contienen en su interior unas pelotas de colores diferentes. 

-¿A quién rogaran por respuestas en la oscuridad? ¿A quién miraran cuando queden sordos? ¿Y a quien escucharán cuando no puedan ver?-

Las orejas de Theodore se mueven de un lado a otro, busca respuestas aunque le es difícil.

-Yo creo que a dios y así…-

-¡Exacto! ¡A mi, su sargento instructor!-

El gato malhumorado tuerce los ojos volviendolos blancos por un segundo. 

Theodore vuelve a mirar al frente con la boca tensa para no reírse. 

-Van a darte una paliza, compórtate. - 

Inhala escuchando a Mercy a su lado dando una advertencia al gato grosero. 

Este aguanta una queja, observando al comandante caminar frente a ellos con ese aspecto fuerte que solían tener los soldados mayores. 

-Desde hoy van a escucharme solo a mi, correrán por mis ordenes y si mis órdenes fueran que saltaran sobre un pie en pelotas sobre cristal roto, lo harán. -

-Válgame ¿Será que deberé prepararme un tutu o sería demasiado proactivo?- 

Theodore aguanta la sonrisa con una mirada al cielo gris por encima del comandante. 

La desgracia fue para el pobre conejo que no pudo aguantar la risa y de su boca escapó una risa nerviosa. 

Con un movimiento del comandante otros dos soldados atraparon a este chico. 

El gato bromista abre la boca sin moverse, viendo cómo llevaron adelante al conejo para encestar dios golpes con un bastón directamente sobre su torso. 

Este se dobla sacando un torrente inesperado de su boca, expulsando algo de sangre por la fuerza. 

-Esto no es una broma de la cual reírse. - advierte.-No les daré mi maldito nombre hasta que se ganen ese reconocimiento, hasta entonces, soy su sargento mayor ¡Ahora, repitan!-

-¡Sargento Mayor! 

El gato rebelde en su lugar baja las orejas con una mirada perdida , un poco culpable por el trato dado al conejo. 

-Aquí nuestro voluntario será el ejemplo perfecto para nuestra primera actividad de hoy. - aclara tomando un bola de color azul de una de las cajas azules. - Toma, hijo. - le entrega está a las manos del joven. 

Este inhala con esfuerzo, ojos cubiertos de lágrimas que no puede contener antes de estirar las manos para tomar esa pelota en manos del gran gato montés. 

El resultado es dejarla caer con un salto para evitar perder los dedos de los pies.

-Levántese , recluta. - le ordena este hombre sin cambiar de expresión. 

Cada uno de los jóvenes y niños presentes ve con sorpresa esa pelota de hierro, si es hierro, ser levantado por las dos manos del conejo y no por una como el comandante. 

-Lancela al agua. - ordena. 

El conejo eleva con esfuerzo los brazos para lanzarla al agua. 

-Bien hecho. Tráigala aquí. - ordena nuevamente. 

El congeló mirando al agua verde por las algas superficiales. Inhala y exhala antes de entrar al agua. 

Todos elevan los hombros al verlo caer directamente hasta la cadera y no sólo su pie. 

-Traiga la bala, cadete Allen. - le apura sin moverse este comandante. 

El conejo mira el agua negra con las orejas bajas. 

Las filas se mueven inquietas al verlo mirar atrás con la cara pálida. 

-¡Traiga la bala, cadete Allen!-

Este conejo mueve la cabeza tomando valor para hundirse. Lo ven desaparecer en el agua. 

Suben algunas burbujas. 

Después de diez segundos este regresa. 

-Es muy profundo. - comparte con el cuerpo tembloroso por la presión.-No puedo ver nada. - 

El comandante le apunta al agua. 

-Traiga la bala. - le ordena de nuevo. 

Los dos soldados a los lados vuelven a mirarlo como si fueran a sacarlo del agua para golpearlo nuevamente. 

El conejo inhala profundo, baja las orejas y baja pisando fuerte. 

 

La cola morada roza el tobillo de la coneja muy suavemente en lo que fue un suspiro para pedir explicaciones. 

Mercy junto a Theodore suspira en voz baja. 

-No se que esta pasando. - murmura. - Nunca nos hicieron hacer esto.- mira al resto de soldados. 

Eso explicaría porque muchos solo vestían pantalones en la otra punta del lago. Aunque su actividad parecía diferente por el hecho de que sus extremidades estaban atadas al bajar al agua. 

Sujeta su chaqueta por las orillas de las mangas. Presiente que sería una gran prueba mantenerse vestida. 

 

-Bien hecho, recluta.- le recibe el comandante al verlo salir agitado y cansado con la bola de hierro entre las manos. 

Esto le dificulta mucho nadar, usando de forma trabajosa las patas traseras para no ahogarse. 

El comandante estira la mano para recibir esta bala de cañón ya descontinuada. 

-Entregala. - ordena. 

El reclutateme a esta acción, mira este pedazo de hierro antes de entregarlo. 

Sus peores miedos se vuelven realidad al ver como esta bala no duró ni un segundo en manos del instructor.

Este la lanzó en alto directamente al lago. 

Cómicamente su pelota roja se hunde levantando una sola columna de agua en su choque. 

-Este es su primer entrenamiento. - les explica a todos. - Van a recoger las 420 balas de cañón, tienen hasta el desayuno si es que quieren desayunar. - 

No parecía tan malo, viéndolo de forma positiva, según Theodore, eran al menos 230 reclutas. Debería ser posible conseguirlo si se esfuerzan. 

-Mantengan en mente que solo pueden traer un color cada vez. - les advierte, con la cabeza inclinada para mostrar su seriedad con los ojos fijos en todos.-Azul, rojo, verde y morado. - les ordena el color claramente. - Si una sola bala equivocada entra en la cesta de turno se reinicia y no comerán.- 

Los presentes mueven las cabezas perdidos. 

Para el horror de estos cadetes los soldados presentes se juntaron para levantar y tirar el interior de las cajas de forma revuelta, hundiendo quién sabe hasta dónde las azules que debían recoger primero. 

-Bien, a la señal inician.- retrocede mirando al cielo con hastío. Levanta de sorpresa un arma, disparando una bala de salva al aire. 

Lentamente se apresuran a entrar al agua, cayendo como el conejo en esta trampa. 

Theodore quisiera decir y recordar con más dignidad este entrenamiento pero no fue así. 

Sus pies sintieron fando tragando sus botas y vómito. 

Sus compañeros inmediatamente lo vieron de una forma sin piedad :

El noble está fuera de lugar aquí. 

Theodore mueve los hombros con el pelo de las orejas esponjado y una expresión meramente triste. 

Observa su sombra en el agua, puede ver el fondo de piedra gris y roja, le parece un jeugo ver donde estaban las pelotas por ese color natural contra la pintura de las balas de cañón. 

A unos metros la figura de Misery sale a la superficie a fuerzas con pataleos salvajes, escupe agua tosiendo con los brazos pegados a su pecho. 

-¿Qué color… era?- pregunta agotada. 

Theodore ve en sus brazos tres balas de color rojo y dos amarillas. 

-Azul-

El corazón de Mercy se ve reventar en sus ojos. 

-No veo una… - inhala y exhala aguantando su mal humor. 

—Yo veo las azules. -  

Mercy le voltea a ver con una ceja arriba. 

-Y no vas por ella por… - 

-Por que no quiero.- sincero.-Yo te guio y vas por ellas. - le apunta el agua. 

Mercy mueve la cabeza a punto de negarse. 

-¡El recluta Bruno a colocado una bala roja en la canasta azul, se reinicia la actividad!-

-Dime a donde voy. - gira lista para seguir su instrucción mientras es audible como las quince balas recolectadas son enviadas de vuelta al lago. 

-Hay cinco en esta zona con algas. - señala el agua más oscura por la vegetación. - Diez en las rocas, ve primero por las rocas o el barro las cubrirá por los que sacuden el fondo.- 

Mercy va al fondo escuchando su dirección. 

Tras Theodoore aquel gato rebelde lo escuchó, sumergiéndose con la facilidad que su pelaje más largo y espeso le daba por encima del pelaje comprimido , y más preparado para la tierra, de Thedore. 

Poco a poco más escuchan como da una dirección solo con sus mirada sobre la superficie. 

-Más rápido de lo que creí. - señala un soldado junto al comandante. 

El instructor observa al gran gato dar direcciones moviéndose por la orilla del lago para mantenerse en constante actividad junto con la pequeña brigada que se le unió en silencio. Casi de forma natural logró que lo escucharan sin iniciar una discusión por su estado seco a diferencia de sus compañeros empapados. 

Algunos parecen recelosos, mirándolo con desagrado por su figura recta en una circunstancia donde todos parecían larvas salidas del fango. 

.

 

 

Por tanto al momento de servir en su plato la mezcla de puré de verduras, que debió ser algún guiso, esté recluta le sonrió al tirar una flor de césped en su plato.

Puede ver que es apropósito. Que debería darle una acomode estético a su nariz pero se aprovecha de su situación. 

El instructor mismo parece indiferente a la escena. 

Theodore comprende que está solo ahora mismo. Decide actuar y no dejar que se acumulen los problemas.

Inclinando el cuerpo y tomando esa hierba para comerla frente a su cara. 

El sabor de la flor de césped fue menos que interesante, después de años de hambre en su infancia esta era hasta dulce entre todas las cosas que llegó a comer para no llorar por el dolor en su estómago.  

El recluta le ve con la mirada perdida, no solo por su fuerza al acercarse sino por el agradable aroma que le golpea el rostro, nada de fango o hierbas, solo la esencia pura que llena los pulmones y hace su boca salivar sometido por un sobresalto que llega a obligarlo a bajar las orejas y meter el rabo entre las patas. 

Completamente intimidado aunque no fue usada ni una advertencia ni movimiento verdaderamente violento. 

-El siguiente será tu hígado. - advierte avanzando fuera de la fila de comida. 

A su espalda viene Mercy. Ella no recibe pasto solo su comida por parte del conejo que parece atrapado en la luna con esa mirada en blanco. 

 

Aquel instructor mantiene los ojos en ese gato grande que parece ser un poste a un lado de la cadete ya entrenada y traída desde la facultad menor. 

-¿Cómo se llama ese recluta?- 

 - Grambel, Mayor. Es Theodore Grambel de la capital. - 

-¿Desde cuándo hay una familia Grambel?-

-No hay familia, es un civil común.- revisa.-No, no es ni cercano a los nobles. - 

El sargento mueve las orejas y cola

Anotando un punto más a este recluta silencioso. 

 

 

 

 

-Debes quedarte conmigo. - 

-Puedo cuidarme solo. - 

-Veo que no piensas en cuánto podría yo necesitar a mi gran y protector prometido.-

Theodore mueve la cabeza y la mira con las orejas bajas. 

Recordando a esta chica sin entrenamiento correr tras un carro de tiro con un cuchillo y blasfemias al nivel de un jornalero borracho a las tres de la mañana. 

-Pues no. - detiene sus pasos, gira para mirarla directo al rostro. -¿Alguien te ha molestado alguna vez?-

La chica eleva una ceja incrédula. Viendo que parece haberlo hecho sentir preocupado por ella. 

-Tú, nunca peleas, así que no te hagas el rudo.- golpea su pecho con los nudillos. - Las chicas seguramente encontrarán cómo hacer calcetines a escondidas, debes ganartelas. -

Con un objetivo claro, Theodore la sigue esperanzado. La sección femenina está unida con la secreta donde fue incluida Mercy. Algo que le parece confuso al ver algunas chicas demasiado altas o muy bajas entre los chicos en exceso bajos. Entonces para su sorpresa su figura casi se ve natural. 

-Misery nos habló de ti. - le saludan.-Te ves mas hombre de lo que ella describe. - 

Risas. Muchas risas de chicas. 

Theodore voltea lento hacia la coneja que aguanta una sonrisa. 

-¿Qué les dijiste de mí? Te puedo devolver el favor. -

Mercy deja de reírse con las cejas arriba. 

Las chicas ríen junto con estos compañeros tan bajitos. 

El brazo de una gata grande le rodea los hombros con una sonrisa y un choque alegre. 

-Nos dijo lo que importa. - le sonríe mirando a Misery y su cara de asco a la comida.-Que eres de los buenos.- 

Theodore baja la mirada. 

-Me pregunto si eso será importante desde ahora.- 

Era una duda de su parte pero la escucho de otra boca. 

De un chico cansado. 

La gata grande a su lado responde segura a este. 

-Lo será, mientras lo decidamos, no tenemos porque cambiar.- 

Con las miradas de los compañeros excluidos de este grupo, o más bien de quienes no fueron excluidos como el grupo de Misery, son cargadas de resentimiento a la figura del gran gato púrpura. 

Aquel rebelde se ha mantenido cerca sin dirigirles ni una mirada, solo escuchando. 

 

 

Miradas o atención , no pueden continuar al seguir ejercicios extenuantes. 

Correr con una gran carga a sus espaldas. 

Todo para llegar a una apertura en el bosque donde está su siguiente entrenamiento esperándolos. 

Campos de tiro con arco. 

-¿También nos darán monturas? Es ridículo, los enemigos usan tanques… demonios. - soba su rostro después de recibir el latigazo de una flecha mal colocada. 

Theodore comienza a maldecir cada novela romántica que le juraba que estos entrenamientos podrían superarse rápido si se tiene manos grandes como él o que fueran chicos oscuros y serios como él. 

Recordando una línea en específico. 

“Ella era silenciosa, afilada como cuchilla pero en sus ojos apagados vi el reflejo de su perversión. La misma luna en su mirada, aquella que me llama en cada ciclo, el dolor de mi transformación y el consuelo de su frialdad dirigida a mi cuello. Me hacen pensar en su cuerpo delicado, soportando las ventiscas de la tormenta con la fuerza que yo mismo carezco cuando sus ropajes oscuros golpean mis memorias… ” 

Baja el arco. 

-¿Cómo me habrá visto?- pregunta en voz baja para sí. 

Ya no estaba seguro de que vestía pero sí que estaba oscuro. 

¿Recordaría su camisa y que la había remendado? ¿Su voz, recordará que más de una vez tartamudeo nervioso por la visión de su clavícula? ¿Podría recordar que se tropezaron y casi caen porque se distrajo preguntando si sería dura al tacto? ¿Podrá recordar que su pie lo pisó más de una vez y este perro solo se reía mientras él deseaba terminar con el baile cada vez que sus botas aplastan los zapatos del perro? 

Sube de nuevo el arco.

Pensar en ese encuentro  

De nuevo tan fresco como el dia anterior (Pues no le queda de otra a pensar que fue el dia anterior por este secuestro que le revolvió las fechas) esa esencia a licor y perfume, la esencia del pelaje rojizo viene con el calor del sol entrando a través de las hojas de árboles. 

-Creo que no entiendo lo que está sucediendo con este entrenamiento. - 

Sobresaltado su mano se cierra, mirando un segundo después con la cara roja como su arco se deshace en su mano por la fuerza de su puño.

-Phoebe dice que uses los dedos centrales y saques el pulgar de la función hasta que toque sostener la pluma con el nudillo central para disminuir el agarre. - mira a la gata. - Creo que lo hace mal pero sale bien… Vaya.-

Esa gata sostiene el arco en una perpendicular y no derecho.

Quizás su consejo no le serviría de nada. 

Sus ojos van a la figura de la mencionada Phoebe. 

Aquella gata ya clavó cinco flechas y su puntería buena no era, pero el hecho era que su diana presumía más flechas que muchos otros. 

Theodore mira su arco partido a la mitad. Inhala aguantando la vergüenza para conseguir otro. 

-Señor, necesito un reemplazo. - avisa al instructor esperando que no lo regañara. 

A unos metros el instructor observa esa fuerza con una ceja arriba. 

-Toma otro del cajón pero ten en cuenta que se te cobrará el tercero.- 

Theodore baja las cejas rencoroso. 

 

 

Seguido de la muy fracasada práctica de arco fueron llevados a recorrer la montaña a pie. 

 

-Mierda. - esquivan al quinto potro que cae al suelo desmayado por la falta de oxígeno. 

Avanzan esforzándose por respirar y no morir en el intento por subir la condenada montaña, que no debería existir pero el mundo es raro, una desgracia. 

Eso piensa Thedore con los ojos húmedos por el coraje que le recorre cada vez que sus patas rozan con la amṕollas que se revienten dentro de sus botas. 

Llorando por dentro todas las maldiciones existentes contra la persona que esté por ahí con sus calcetas de lana suavizadas y perfumadas con aceite de glicinas que le regaló en navidad su mamá. 

-Theo, estas maldiciendo, baja la voz. - 

-Me duelen los pies. - murmura una queja sincera. 

La coneja da un paso atrás observando al galante e inexpresivo felino de mirada apagada y penetrante, estoico cual figura de piedra.

-Si, pero no llores, me asustas.- le acusa sin encontrar ese dolor en sus ojos más allá de la queja y brillante aspecto. 

 

El destino los lleva a un ejercicio entre obstáculos. Carne y sangre. 

Así se siente arrodillarse y caer pecho a tierra con un alambre de acero sobre su cabeza tratando de cortarle pedacitos a sus orejas como si fuera carne en mesa de fiesta. 

-Casi no comimos en nuestro compromiso.- 

-Tú no, yo engorde. Lo sabrias pero te largaste.- 

-Hablas como si fuera una gran perdida que me fuera ¿No te quedaste tú con mi hamaca?-

-Mira, me hablan.- rueda. 

Theodore solo ve ese rabo perderse por los obstáculos a más de un gato arañando el aire frustrados a causa del lodo que vuela por esas patadas de impulso  

Su avance duró un segundo. 

Mirando las líneas de alambre, su aspecto envejecido y oxidado. 

Por encima de los árboles puede ver al instructor de pie sobre una rama inclinada, como si esa rama fuera el suelo común. Pasa de rama en rama con pasos seguros, sin problemas para moverse a pesar de que las alturas debería afectarlos por la falta de oxígeno. 

Vuelve a observar a los gatos que ahora batallan con sus cuerpos agotados o los caballos que chillan en voz baja por su incapacidad para manejar correctamente el estrés de estar atrapados bajo alambres. 

 

El día termina con una cena a la luz de las pocas bombillas eléctricas del lugar. 

Operadas con la energía de la cascada en el valle junto al lago que usaban para este entrenamiento. 

La sopa roja era más parecida a la destrucción de una caja torácica que a un puré de betabel. 

 

Cosa que podrá confirmar en unos meses. 

 

Mercy a su lado mueve las orejas al verlo regurgitar, tragando con esfuerzo antes de levantarse para no seguir pensando en lo que se comió. 

Diez minutos después son obligados a volver a dormir por la dirección de un soldado.

-¡Todos se mantendrán en sus propias camas, en sus propios dominios y descanso! ¡Su higiene, su control deberá ser perfecto si no desean que se le niegue este lujo inmerecido! ¡Cama ordenada! ¡Ropa doblada! ¡Equipo personal en su sitio! ¡Todo en perfecto orden a menos que prefieran dormir en el chiquero con las próximas comidas!- da una mirada profunda a cada recluta vestido para dormir con ropas sueltas, en sus sitios y orden.-Descansen. - 

Retrocede sin mirar como se acuestan uno por uno. 

-Luces fuera. - avisa un segundo soldado con los ojos fijos en el techo. 

Es oscuridad lo que sigue. 

Cerrándose la puerta con violencia. Es claro para todos el sonido del candado exterior. 

Alguien tose suspirando otro recluta. 

-Alguien tiene que decirlo. - 

-Ya dijiste mucho. - le advierten sabiendo que su comentario hizo que golpearan a Allen. 

-Me refiero a que es obvio que estamos secuestrados… ¡Y a nadie parece importarle!-

-Es el ejército, ya estaba planeado esto. - 

Alguien tenía que demostrar que tienen menos de veinte, diciendo una estupidez.

-Yo he decidido metersela al sargento.- jura y promete en voz alta el conejo agredido durante el entrenamiento. - En menos de un mes, me llamara “Cariño” y me besara como si fuera a morirse si no. - 

Como buenos compañeros lo apoyan sinceramente. 

-No puedes, te va agarrar a ti primero.- le advierten. 

-Los conejos sueñan con la luna pero tu ya fuiste y te quedaste, bien ahi hermano.- le dan ánimos vacíos. 

-Allen, conoce tu lugar. El sargento no está en tu liga.- agrega un segundo. 

-Pero la babosa que vimos al lado te hizo ojitos. - le consuela. 

-¡Claro, burlense lo que quieran pero sé que lo haré algún día! ¡Y cuando lo tenga gimiendo mi nombre, me reiré en sus caras! ¡Cabrones de poca fe!-

Las risas no paran aunque se haya tapado para no escuchar sus burlas. 

El gato rebelde endereza la espalda en su litera. 

-¡¿Por qué le ponen atención?! ¡¡Nos secuestraron!! ¡No quiero estar aquí! ¡Nadie quiere estar aquí pero se ponen a bromear como si no fuera nada!- 

-Ellos lo planearon hace mucho tiempo. - 

-No importa cuánto nos sigamos gritando, ya estamos aquí. No podemos escapar sin que castiguen a nuestros padres y menos hay a donde ir. - 

-Por eso se distribuyeron becas a estudiantes, nos tienen atrapados en deudas que solo podremos pagar con trabajo extenuante o uniéndonos al ejército. - 

-Solo duerman de una vez, seguramente será peor mañana.-

Theodore en su cama se vuelve un ovillo. 

Ya había vivido meses fuera de casa por los estudios, esto era destructivo para sus sueños. 

Para todo lo que deseaba. Para aquello que apenas el día anterior conoció como un flechazo. 

-Oh…- suspira con las orejas bajas. 

Y ve a otro tipo de frente. 

Este lo ve. 

Se ven. 

Se giran para no verse. 

Viendo a otro hacer lo mismo, rodando como brochetas giradas en el asador. 

Miran arriba con las manos sobre las caras o boca abajo para no tener que verse entre ellos. 

-Chicos, al primero que descubramos con las manos en el pito, le damos vuelta a su litera y golpeamos entre todos. No soportaría que eso me salpicara.-

-Tienes tus prioridades-. - acusa el gato rebelde al oír la queja e idea de ese caballo enojado con la nada. 

Theodore solo esperaba que Mercy no fuera a hacer bromas justo ahora. 

El susṕiro lamentoso de un chico menor es audible. 

-Quiero ir a casa.- 

Su cabeza debe ser sostenida por sus manos para no temblar frustrado. 

Esto, todo esto. 

Es difícil como nada en el mundo. 

Solo deseaba ir a casa. 

Preguntando su mente frustrada si sería posible, tan solo una parte de su ilusión ¿Podría saber algún día si ese perrito estaría pensando en él también? 

 

 

 

 

Dentro de la oficina del Sargento instructor las notas e informes llenan su mesa. 

Observa fotografías, anuncios, restos de cuerpos atrapados en papel y tinta. 

El rostro de sus anteriores reclutas entrenados. Junto con las pocas palabras que puede soportar leer sobre sus bajas. 

“Desmembramiento” “Desangrado” “Infección” “Incendio” “Muerte en interrogatorio enemigo ” 

 

Sus ojos van de esos rostros vivos que contenían sonrisas a las fichas. 

El historial de entrenamiento que parece ser inutil con todo lo que perdieron en inteligencia y control. 

Entre sus cejas queda el murmullo de las risas de aquellos chicos y chicas que reían a escondidas y se elevaban erguidos y serios en su presencia. 

-¿Qué hice mal?- murmuró bajando los hombros. 

Debía ser demasiado blando para que todos sus reclutas tuvieran estas historias. Eso creía. 

,mas hoy encuentra el patrón. 

Uno que debió ver mucho antes. 

Necesita cambiar las cosas si desea que sus jóvenes regresen con vida. 

O al menos dejen un cuerpo completo. 

-Esos malditos… Son unos monstruos. - farfulla apretando los puños juntos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Día tras día, tras día. 

Tras días. 

Más de un mes. 

Se arman dos meses en este campamento. 

Claro que no fue sencillo, Theodore ahora mismo daría el mundo por ir a casa pero debe aplacarse sólo con una carta ya abierta. Sin privacidad. 

-Otra vez rasgaron la carta.- lamenta Mercy a su lado con ese rostro apagado por el tiempo. 

La comida es mala. 

El clima es malo. 

El trato es similar a ser ganado de poco contacto. 

Reduciendo tanto sus comunicaciones como para recibir esta carta seca. 

-Mamá está bien. - suspiró bajando la carta que solo dice eso en letras y un dibujo hecho con tinta de la casa y un gran OK, solo eso.-Me toca. - exhala. 

Revisa el papel que le dieron. 

Comienza escribiendo el clima, sus zapatos y un adiós. 

Mira la carta donde habla de sus zapatos porque no tiene permitido hablar de más cosas con su madre a través de correspondencia. 

-Papá dice que Constans está bien, y que la comida se vende bien. - muestra el dibujo. 

Es un dibujo burdo de su padre con un mandil y comida en su mano.

-¿Segura que no lo mando un niño de cuatro años?- pregunta viendo esas deformidades y falta completa de perspectiva.

-Si, aquí está su firma. - apunta la esquina de la hoja. 

Theodore inhala y vuelve a mirar su carta. Mejor evita hacer más comentarios sobre el analfabetismo del padre de Mercy. 

Alisa con las manos la carta de su madre , tomando de su baúl el resto de mensajes acumulados en estos dos meses. 

Cuatro cartas.

Sus orejas bajan viendo estas cuatro cartas con pesar. 

Ese mismo número está en la caja de Mercy, lejos por su posición en el lugar pero posible verla hablar con sus amigas. 

Mirar a esa dirección le hace ver a ese gato rebelde acostado en su cama sin nada en manos. 

Hace tiempo preguntó y recibió una mirada de odio, hoy se ahorra el mal trago y se mantiene en su lugar. Algo le dice que debería evitar molestar a una persona que parece no tener a nadie en el mundo. 

La presencia de tres soldados rompe su distracción, poniéndose de pie y derecho justo como el resto de cadetes. Viéndolos compartir una orden para todos. 

-¡Reclutas, todos salgan! Se efectuará una asamblea de inmediato. -

 Guarda sus cartas poniéndose de pie para escuchar la orden. 

Sigue las instrucciones. 

A su paso siente esas miradas extrañas a su dirección por parte de los soldados. 

No es un interés que sea nauseabundo, solo pesado. 

Analítico. 

No lo ha compartido con Mercy por estar inseguro de su significado ni como podría ser tomado por alguien tan protectora y retorcida como Mercy y su decisión a mantenerlo a salvo de gente pervertida. 

No sabe cual sea su posición a ojos de los instructores pero no recordaba haber sido abordado por ellos ni una sola vez en estos dos meses. Solo le observan y anotan, no solo su dirección. 

Phoebe llama la atención desde un inicio al tener en su lista de habilidades más de una que le hace sentirse insuficiente. 

Esto se mezcla con estos tipos tratándolo como aire o quizás como alguien que si hace su trabajo en estos meses.

Sus calcetas continúan desaparecidas.

 Ya lo ha comprobado y nadie las usa ni envió por correo.

Siguen secuestradas en este lugar y las recuperara así deba dar su vida o un billete que logró ocultar en el pelo de sus orejas.

Lo que sea primero. 

 

 

La reunión atrae a las dos divisiones. 

Con los mayores observando a esta dirección y al contrario también . 

-Ya eres más alto que la mayoría. - 

-Es la falta de carne. - responde sin querer mirar a ese lado del campo. 

Desde hace semanas siente que le miran y ríen. 

Les reventaría la cara de no estar siendo vigilado. 

-Deja de verlos, solo les anima a molestar. - advierte un comṕañero muy enojado por el gesto vulgar que recibió por uno de estos metiendo su lengua entre los dedos.-¿Porqué hacen eso? Es asqueroso. - gruñe este rebelde más cerca de Theodore. 

El gran gato mantiene las cejas relajadas pero siente una sensación muy rara cuando este le mira. 

Es una expectativa que le pone los pelos de punta. 

-¡Escuchen!-

Vuelven a mirar al frente donde los instructores acomṕañan a este sargento amargado. 

-Me retiraré de los entrenamientos para dar paso a un colega. - informa de forma directa. 

Entre todos hay miradas perdidas. 

-Se te escapa, Allen. - le advierte uno de ellos en voz baja. 

-Ya veremos. - murmura con la voz temblorosa de quién no quería ver más. 

El sargento recorre una línea frente a cada sección. 

-Recluta Grambell Theodore, preséntese.- ordena detenerse frente a los reclutas. 

Mercy a su lado abre los ojos junto con el mismo gato que solo deseaba irse a descansar. 

avanza entre las filas con los hombros tensos. 

Pensando, imaginando, la razón para llamarlo cuando los cadetes como Mercy junto a otros, estaban aún más presentes diariamente a diferencia de él que se mantienen en silencio con tal de desaparecer.

-Theodore Grambel, se presenta su título y rango respecto a sus esfuerzos y habilidades expuestas en el entrenamiento y los simulacros donde su valor fue clave para el desarrollo de su grupo.- eleva la mano recibiendo en la palma una caja.-Firme. - le ordena de nuevo. 

Theodore escucha elevando los hombros, aunque esto solo logrará levantar una sombra que es más acentuada por las antorchas del campo sobre la figura del sargento. 

-Recluta, sus capacidades no han sido pasadas por alto. Su vigilancia y control, el lugar que ha creado entre sus compañeros, es la razón por la cual se le nombra como Cabo Sargento Grambel. - 

La cola del mencionado se vuelve un plumero espeso junto con el estallido de pelo ante el golpe que llega con este título. 

Dicho título termina de golpearlo con las tres placas de hierro en su pecho, apuntando a su corazón como la mira de un rifle al objetivo. 

Nada más claro hasta ahora. 

-Bien hecho, Sargento. - le dice este hombre sin pesar ni vergüenza por la responsabilidad que le deja en hombros al gato pálido. Escucha la orden, colocándose junto a el sargento instructor. 

 

Mercy levanta los pulgares sin expresión. 

-Alfred Phoebe Benson. - llama a alguien más. 

Las miradas van hacia ella, viéndola avanzar con hombros tensos. 

-Ya no uso el nombre anterior. - farfulló entre dientes. 

-Pues tendrás que hacerlo. - responde sin cuidado. - ¡Phoebe Benson, hoy se te reconoce como una figura de autoridad, atención al prójimo y a cada predicamento que se ha cruzado responder de forma directa y certera como tu servicio a la nación, entregando a tu nombre el rango de Cabo mayor!- le coloca las placas que le condenaban. 

Los dos se ven de frente con el gran número de reclutas frente a ellos. 

-Deberán tomar sus funciones inmediatamente.- les da la instrucción en retirada. - Caminemos., Sargento. Mayor. - 

Los dos miran atrás y al otro, siguiendo los pasos de este hombre tan extraño hoy. 

 

Las malas noticias son puestas en la mesa exactamente al entrar los dos en la oficina. 

-El nuevo instructor es cien veces más estupido y especista que una carta de nobles ebrios. - 

Los dos suspiran sin cambiar sus rostros. 

-Él tiene una política de castas que le permite someter a torturas a reclutas y soldados rasos sin consecuencias. Muchos no pasan el entrenamioento por presion o suicidio. - mira las hojas. - Deberán encargarse de proteger a los no nobles, este cargo que les confiere a nombre de mi familia será lo que les dé esa oportunidad. - 

-Usted… No puede dejarnos a nosotros esta responsabilidad. - 

-No puedo confiar en nadie más.- muestra los entrenamientos en una lista. 

Phoebe los toma para leer. Los. 

-Ustedes no estarán exentos por su posición pero él cretino que vendrá puede vender por el exterior la comodidad de los reclutas más jóvenes, así como dirigirlos a una sección más segura.-  

-Entonces debemos mantener igual las condiciones de… - mira el entrenamiento descrito. Pasa la hoja a manos de Theodore.     

Él revisa la lista. 

-Eso que ven, es exactamente lo que necesitan y deben cumplir según las órdenes del Mariscal del rey.- mira al techo.-Este es el tercer campamento de entrenamiento más y el más retrasado en este procedimiento.-observa a los dos con cejas bajas. - De no terminar este procedimiento, den por hecho que morirán nada más recibir sus armas.- 

 

A la despedida del instructor vinieron todos con rostros confundidos por sus últimas acciones de salida. 

Más por el ruidoso transporte del nuevo encargado del campamento. 

Un gran y robusto caballo tan grande como grueso en complexión. 

Sargento, veo que se retira con el usual caló de sus estudiantes.- 

El lince mueve las orejas observando hacia arriba con una inclinación de cabeza al caballo que le gana por tres cabezas de estatura. 

-Que cosa mas fea. - apunta. 

El caballo congela su sonrisa. 

-Será un gusto recibirte cuando termines con este ciclo. - mira a reclutas. - No se humillen.- ordena. - Excepto tú Allen, ¿Que paso con tu conquista?- le pregunta directamente con los bigotes levantados en una sonrisa desconocida para todos.-

El joven conejo eleva los hombros aterrado por esta clara y muy directa pregunta. 

La mayoría de los reclutas apenas pueden ocultar su sorpresa al verlo tan tranquilo con lo que creían un secreto de los reclutas y nadie más. 

Este les mira una última vez antes de irse.

 

Nunca volvieron a verlo después de ese día. 

 

 

 

-¡Escuchen bien maricas! ¡¡Se les acabó su día de campo, es el mundo real golpeando las paredes, malditos!! ¡¡Comenzamos a las 4 cientas horas, no intenten escapar de este entrenamiento!! ¡Ahora, todos, retirense!-

 

 

El primer día puede que les hiciera sentir muy perdidos. 

Las rondas de obstáculos se volvieron destructivas. 

Ocasionando su primera fractura con la caída de un recluta en las trampas. 

-¡Médico!- llama su compañero, este hueso no salió de la piel r4 pero la posición eleva peligrosamente afuera la punta del hueso fracturado en este salto mal hecho. 

-¡Nombre!- exige al coordinador con una libreta en manos. 

-Gardner. - responde el herido intentando sacar la pierna, sólo logrando gritar de dolor por el chasquido de su hueso. 

Este coordinador lee rápido la línea de nombres marcados, moviendo la cabeza para el resto. 

-¡Nada de médico, maldición!-

Los dos reclutas se erizan al ser apartado el compañero para atrapar al herido de un lado a otro, tirando su pierna con la fuerza suficiente para acomodar la pierna. 

A todo esto la tarea ocasiona un gran alboroto pero la boca de este fue sellada por un pañuelo. 

Le vendan y presionan con una regla. 

-Sigue adelante y termina, solo así te daremos algo para el dolor. - le aclaran al joven agitado por la violencia. 

 

El instructor sigue con la mirada cada obstáculo y a los entrenados saltar por encima de estos o por debajo ya con el aditamento que debía incluirse desde un inicio. 

Las armas con municiones no letales. 

Viéndolos caer al suelo por las balas que impactan , volviendo adelante por sus gritos. 

-No veo al cojo. - aisa buscando al fracturado. 

El instructor averigua con un vigilante. 

-El cabo mayor le llevó al ala médica. - 

El instructor mueve la cabeza dos veces. 

-¿Quién? ¡¿Cuándo llegó este Mayor?! ¡¡¿Porque no me habían informado de esto?!!-

 -Parece que lo nombraron ayer. - 

 

Theodore puede saber cuando es observado y más cuando está mirada viene de un hombre mayor que le observa como a un enemigo con el rostro retorcido. 

-Eres el sargento y su mayor. - 

-Si, lo somos. - responden. 

Es agotador, ninguno de los dos estaba realmente de acuerdo con terminar de esta forma pero lo estaban y era una desgracia. 

-No permitiremos que cobre por seguridad pero por lo demás nuestra intención no es intervenir en los entrenamientos. - 

Este hombre les mira fijo.

Terminando con una sonrisa de dientes oscuros. 

 

 

 

Lo siguiente es terminar con la cabeza metida en agua por las manos de los subalternos de este hombre. 

Al parecer no es tan buena idea meterse en los negocios de un tipo que está acostumbrado a salirse con la suya. 

Los dos fueron dejados en sus camas por los encargados, después de ser desfilados medio muertos por el camino. 

 

 

-Oye… No seas estupido, te van a hacer daño. - advierte, algo tarde, Mercy. 

-¿Que se supone que haga?- pregunta con la cabeza oculta en su almohada.-No puedo permitir que se crea con el poder para decidir quién merece a un médico y quién no. - 

-Tan solo déjalos hacer lo que quieran con los nobles y los cretinos, no podemos dejar que te hagan daño solo porque sí. - 

En la oscuridad el gato queda solo con esta compañía y sus pensamientos resueltos, preguntandose si era lo correcto abandonar la pelea. 

Observando de reojo como a escondidas un asistente del sargento vino por un pago de parte de un chico noble. 

Sus orejas se bajan, exhalando con el cansancio tragándose el pesar del día a día. 

 

 

Con un ojo hinchado es claro que la chica no se retira como él.

Viéndola levantar a este noble del rabo para incluirlo al ejercicio así se inmiscuyen los asistentes. 

-¡Todos cumplirán con el entrenamiento, no importa nada, todos lo harán así paguen a su puta cara este descanso!-

No tiene sentido. 

No lo encuentra. 

No ve razones por las que deban pasar porr tanta tortura, no por e4stas tontyerias que no debnerian discutirse.

 -Si le pagan para lamerle los pies a un noble el instructor definitivamente lo haría. - 

Las orejas de los reclutas en la cena se mueven al escuchar a ese rebelde soltar este comentario sin cuidado. 

Diez minutos después lo ven ser llevado a castigo por más de un asistente.

 

 

Deben pelear por sus derechos o simplemente aceptar que no los tiene y dejar que los actos de corrupción continúen, vendiendo su seguridad y los obligue a soportar todo con el control que tiene sobre los reclutas y soldados. 

Entrenando hasta desmayarse con las armas. 

El calor del sol golpeando sus cabezas o la carrera sobre lodo tibio que huele cada día peor. 

Torturarlos es el juego, obligar a los nobles a contactar a sus familiares para que paguen por un poco de piedad, pasando cada día peor mientras más feo se vuelve. 

No hay problema.

No lo hay. 

El problema llegó el día veinte, justo cuando la presencia de este hombre era similar a tener a un loco cargando la medicina. 

El despertar es acompañado por la sonrisa de este caballo sádico en el campo donde una columna de madera, normalmente usada para elevar la bandera, oculta algo para todos.

 

-Van a hacer algo para sentirse mas hombres. Y cosas. - mueve las manos para dirigirse al grupo separado.-Tomen un arma. - ordena a todos. 

La cabeza de todos da vueltas. 

Uno por uno toman las armas tan aturdidos como curiosos. 

-¿Alguien vio a Barys?-

Las orejas de los más cercanos a este gato rebelde se vuelven bajas por su ausencia. 

-Ahora apunten. - ordena. 

Levantan los rifles sin pensarlo. 

Theodore y más observan aquel objeto atado al mástil de la bandera, temblando sus manos con esta arma. 

-Disparen en tres… - dirige este hombre con la misma sonrisa.

 ¿Por qué es tan fácil obedecer? 

-Dos… - 

 ¿Es su dedo el que sostiene el gatillo? 

la capucha sobre esa cabeza es arrebatada por una cuerda. 

-Tres. - 

El disparo de su parte es tan ligero, solo el sonido, solo la sensación. 

Bajando el arma con el sonido de los imṕaxctos sobre aquello atado. 

Sobre el perro de la fiesta. 

 

Theodore baja los hombros con los ojos fijos en ese cuerpo partido a la mitad. 

Los disparos lo dividieron como un pedazo de carne de picar. 

Es un perro. 

Es un prisionero de guerra. 

No hay otra forma de llamar a un soldado enemigo atado a un poste de madera y ahora muerto. 

El rifle en sus manos se siente pesado como nada. 

 

Cada figura entre los reclutas se vuelve oscura. 

Cansados. 

Temblando. 

Llorando o solo cayendo al suelo con las rodillas dobladas. 

-Dios…-

Poco a poco. 

Es como abrir los ojos después de un sueño.

Una persona acababa de morir por sus manos. 

Viéndose unos a otros o solo escondiéndose de todos. 

Las piernas de Mercy se doblan vomitando a sus pies con el peso de sus acciones en el rifle que abraza. 

 

-No se preocupen, a los que cerraron los ojos les tengo una buena noticia.- le habla el caballo mirándolos tan perdidos. - Les quedan cuatro oportunidades más para verlo. - les da la buena noticia con una sonrisa. - Hoy se trata de algo muy sencillo. Se trata de conocer la muerte y controlarla.- 

Van a matar. 

Al campo llegaran a matar. 

Aun así. 

Aun así se ve mortificado por esta situación.

-Ahora concéntrese en piernas y brazos, no vayan a darle a la cabeza ni los pulmones, deben conseguir a uno vivo de vez en cuando, así que concéntrense en sus clases de tiro. - los guía mientras a su espalda atraen a una persona atada por el cuello y brazos a la espalda. 

No es un perro. 

Es algo que Theodore no veía hace tiempo. 

Un humano. 

Las caras de los presentes se vuelven confusas al ver esta criatura sin pelo frente a ellos con esa cabeza cubierta. 

-Estos son blandos, concéntrese en darles en puntos exactos y no en los órganos principales. 

 

La cabeza del humano voló en pedazos solo con el tres. 

 

 

 

 

 

 

Al terminar el día su cuerpo lánguido descansa sobre la cama de su litera. 

Con los ojos fijos en la superficie del colchón superior. 

Perdido. 

Escuchando el sollozo de algunas chicas cansadas de todo. 

Porque le fue más sencillo asesinar a una de las criaturas que les torturó con odio y violencia toda su infancia. 

Entonces necesitaba preguntarse por qué… 

¿Porque tuvo que gustarle un perro? 

 De todas las especies en la tierra 

¿Porque un perro? 

Un posible enemigo al que debería odiar pero solo puede pensar en él con esa sonrisa boba y colmillos grandes que en su momento sintió tanta desesperación por lamer, por llevarlos a su cuello y derretirse con la nariz hundida en el pelaje de ese cuello cuando la ropa dejará de estorbar. 

Sus manos se mueven a su cuello para presionar suavemente, para recordar que puede sentir algo más que asco y recelo por su cuerpo. 

Por el cuerpo de un asesino. 

Preguntandose, cuando esas manos bajaron por su espalda ¿Que era lo que podría pasar? 

-Ya sabes la política de pajas en el cuartel. - 

Sus manos se quedan en el cuello de su camisa, abriendo los ojos para mirar a ese gato apaleado con la boca reventada y seca. 

-Estás bien. - 

-Almenos no tanto como tu estuviste apunto. - responde sonriendo cansado por esta paliza que recibió.- El ambiente esta del asco , ¿Que sucedió mientras no estaba?- 

Theopdore se endereza bajando las orejas. 

-Fue un mal día. - es todo. Además de no estar tan indiferente a encontrar a este gato en un casi momento íntimo como quería aparentar. 

Era un tanto vergonzoso y raro no tener privacidad. 

 

 

 

 

 

 

 

El entrenamiento es fuerte. 

El peso sobre sus hombros aumenta. Duele su cabeza extraña, a su madre. 

Las cartas son demasiado cortantes para saber si está bien realmente. 

El sol golpea como el infierno. 

Necesita beber agua. 

Necesita irse a casa. 

-¿No harás nada?-

La cabeza del gato deja de estar baja en la carrera entre obstáculos. 

Mira al lugar que le apuntan. 

A ese instructor dejando ir a tres reclutas que parecen estar desesperados por dejar el entrenamiento. 

-Ya debió pagar a su familia. - sigue su carrera. 

-Si los dejas hacer esto cada vez-

-No se trata de que los deje. - corrige apuntando con el brazo este lugar. - Si sigo persiguiendo lo que hacen o no con unos ricachones, solo perderé mi tiempo. No puedo quedarme atrás por ellos y si se quieren morir, es su maldito problema.- sigue adelante. 

La gata baja la cabeza agotada, su rostro presume un par de golpes. La hinchazón ya es clara en su ceja y pómulo inflamados. Su cola se mueve, sus orejas bajan, inhala agotada. 

Sigue adelante con la carrera. 

 

 

 

 

 

 

Las armas cambiaron para ser bloques de hierro que deben sostener por el gatillo y el cañón. 

El peso es capaz de detenerlos pero deben seguir. 

Mercy, junto a Theodore en la carrera, observa a un conejo esforzarse por llevar el bloque de hierro pero caer en más de una ocasión. 

-No entiendo que estamos entrenando. - 

-Lo que sea, sigue.- le recuerda el gato ya caminando entre los obstáculos altos. 

Ya no tiene que aferrarse con las cuatro extremidades a los árboles ni las bases de concreto alto, solo una pierna y su cola para balancear se. 

Puede que los conejos tengan sus propias formas pero lo han logrado. 

La figura de más de uno se mueve de lado a lado en lo alto de los obstáculos. +

Para alcanzar la bandera de este día. 

Deteniéndose por el llamado y señal de un gato parado en su camino. 

Este le apunta al campo abierto. 

-Traen nuevos reclutas.- apunta. 

Theodore y Mercy miran ese vehículo grande llegar con velocidad moderada. 

Estacionando en el centro para que estos salieran con la apertura de las puertas. 

 

 

 

Dentro de la oscuridad espera con los colmillos expuestos. Tomando en sus garras atadas con hierro una pieza robada en el camino hasta aquí. 

Observando las sombras fuera del vehículo de hierro de levantar el seguro que no pudo al estar cerrado con llave exterior. 

Tras su espalda hay más figuras observando la misma puerta. 

Entre sus garras guardan el mismo tipo de objeto. 

Mirando con pupilas vueltas al abismo en la oscuridad. 

Este vacío de golpe es una rendija afilada. 

Con el saludo de un caballo se desata la rabia. 

 

 

 

 

En lo alto de los obstáculos los reclutas mantienen la atención en el nuevo grupo que se agregarían justamente en esta etapa del entrenamiento. 

-Parece que vienen desde la frontera marítima. - señala un caballo joven entre los reclutas que pueden llevar sin problemas el gran bastón de hierro ṕues lo usa par apuntar a las placas.-En cada uno con ese código venia a dejar mariscos cada tres semanas.-

-Con razón me enferme. - 

En tu vida va haber alguien con tu nivel en el restaurante de mi familia.-

-No pierdas la fe, algún día me importaras tanto como me importan mis zapatos. - 

-Paren.- advierten. 

Los dos dejan de discutir para ver el vehículo ser abierto por los asistentes, revelando su interior un gran problema. 

Una bola de pelos. 

Una bola de pelos que corre. 

Una bola de pelos enojada corre directamente a por la cara del instructor para morder a pesar de este haber lanzado un puñetazo, la cabeza del gato se movió aun lado mostrando la soltura de los huesos de un felino al girarse, sujetándose con las rodillas al cuello del caballos para atacarlo en vista de tener las garras superiores detenidas por unas esposas de metal.

Saltando por encima del caballo para correr junto al grupo que salió del mismo vehículo a la puerta de salida. Cae al suelo tirando del cintillo con el arma. 

-¡¡¡Agarren a ese hijo de puta!!!- ordena el caballo con las pezuñas en su rostro lleno de mordidas. 

El grito va acompañado con el arma desenfundada pero ninguna bala disparada por el simple hecho de ver a cada uno de los escapistas ser atrapados uno por uno. 

Quedando por último esa bola de pelos sin parar aunque ya tenía a más de uno sujetando de pronto su cola y orejas entre los pasos más cortos en su cansancio visible por una boca abierta al correr. 

Llegando a la pared se detiene mirando las rejas ya cerradas, mira alrededor, evitando quedar atrapado al tirarse al suelo y rodar de regreso en una carrera directa de vuelta con el instructor. 

El cansancio ya es visible en una mirada apagada. 

El instructor gritó tratando de agarrarlo. 

Este gato responde con un grito hastiado, saltando sobre él , usando su cabeza para elevarse por encima de los siguientes asistentes. Usa cada uno para ir más arriba, llegando al muro con las rodillas en la orilla del metal. 

Arriba respira mirando al cielo por unos segundos que es suficiente para ver a estos trepara lento el muro detrás de él. Endereza la espalda sentándose en el muro con las orejas abajo, mira a cada lado buscando un punto de referencia. 

Su pecho sube y baja rápido, sin nada más que una clara desesperación creciendo en sus ojos con cada mirada sin un objetivo posible. 

No hay pueblo, ni ciudad ni caminos. 

Solo un bosque oscuro que los rodea seguido por montañas que se elevan como parte de una pintura destructiva. Sus ojos se cierran inhalando entre oso colmillos, en este segundo de desespero y duda sus ojos no pueden evitar humedecer ante la creciente sensación de terror que le inunda con gritos de fondo. 

-¡Baje de ahí recluta! ¡Regrese antes de que decidamos dispararle! -

El gato en el muro escucha esa advertencia. Mira al lugar viendo a todos los soldados y reclutas ya uniformados. 

Sonríe agotado. 

-¡¿Saben que están perdiendo?!- grita. 

Fue exactamente lo que no debía decir. 

Eso es claro por el disparo que fue dirigido a él, quemando su pelaje espeso en vez de atravesar su carne. 

El gato mira a ese caballo ya lleno de sangre. 

-¡Tu no vas a durar un segundo más con vida , maldito gato!- 

Este gato revisa su pelaje quemado, exhalando agotado un gruñido.

-¡Puto!- escupe a secas. 

Los asistentes miran rápido al caballo enmudecido por solo ese insulto. 

-No es del país. - señala con una sonrisa. 

El gato en el muro, mira adelante esperando el disparo por la espalda. 

El bosque espeso, la oscuridad de las montañas. 

Sus oídos embotados por la presión creciente del aire en una menor altura. 

Ambos horizontes le hacen quebrar su respiración. Mira el suelo, salta aterrizando en las cuatro extremidades. En este suelo sus dudas crecen junto con su desesperación. 

Su miedo ya no puede ocultarse, solo sigue adelante con un grito áspero por la deshidratación del viaje. 

Corre. 

Esta vez no se detiene. 

Solo corre mirando el bosque al que debe entrar para escapar de este lugar. 

Dejando atrás parte de sus patas heridas por el suelo de grava. 

Sus orejas se mueven al escuchar el ruido de un motor. 

Traga sin detenerse aunque cada vez el ruido es más claro. 

Saltando por el sobresalto del impacto de una bala a sus pies. Desvía su carrera, llegando, casi llegando al bosque. 

De no ser por el impacto de una barra de hierro al nivel de su espalda baja. 

Cae al suelo rodando por unos metros. 

El aire sigue fuera, no puede entrar cuando todo en su interior grita por el dolor. 

Avanza usando las manos y rodillas para arrastrarse al borde del bosque. 

Esta vez no puede seguir por el impacto de una bota por un lado de su rostro. 

Seguido de otro por un costado. 

Con las manos sujeta su cabeza al iniciar un sin números de patadas sobre su cuerpo hecho un ovillo. 

Aprieta los colmillos. 

Quedando inconsciente en un punto donde solo le observan frustrados por la carrera que ocasionó este recluta. 

Lo sujetan entre dos para subirlo al vehículo, regresando al campamento. 

En el campo ya se han juntado los reclutas y otros miembros del campamento con la sorpresa y curiosidad por ver al que haya dejado al instructor tan destrozado del rostro y humillado. 

El vehículo entra con este gato nuevo sobre. 

Lo traen arrastrando sus piernas al levantarlo por los brazos. 

-Es un gato muy peludo. - reconocen entre susurros.

-Un maldito gato gordo…- acerca el rostro para ver esa cara de nariz pequeña y ojos grandes

Eso lo sabe al abrirse esos ojos brillantes en un segundo. 

Lanza el golpe de advertencia pero este lo evita a medias, mordiendo su muñeca con mucho rencor. 

Los gritos se acompañan con gruñidos felinos llenos de odio. 

-¡¡Mi muerte es solo mía , carniceros hijo de la chingada!!- brama mostrando los colmillos ya cubiertos de sangre ajena, revelando el objeto oculto entre sus manos. 

-¡No!-

Para la sorpresa de los reclutas este gato usó la pluma de metal contra su propia garganta sin dudarlo al estar atrapado. 

Solo la reacción de estos asistentes evitó que pasara de la piel al sujetar sus brazos. 

Arrastrando al gato que grita y gruñe bufando con los dientes expuestos. 

El sargento observa frustrado este problema traído a su terreno. 

El ruido comienza a extenderse conforme los gritos de este gato se pierden en la sala médica. 

-Nisiquiera lo pensó.- 

-¿Qué está pasando allá afuera?-

 Entre los reclutas el peso de la realidad comienza a golpear los. 

Aquellos que se habían escapado del entrenamiento elevan los hombros confundidos por estos gritos y su decisión por morir. 

No pueden pasarlo por alto. 

Buscan la reacción de sus compañeros o algo que les diga que esto fue real. 

Las voces de los presentes comienzan a elevarse. 

Las dudas toman fuerzas. 

El sargento escucha estas dudas empujadas por este gato extranjero. 

-¡Este rebelde es solo una sanguijuela cobarde! ¡Un parásito que se alimentó de la sangre de nuestra nación pero es incapaz de pelear por ella, así como fue cobarde para abandonar su hogar… ¡¡Lo es para proteger la tierra que le dio cobijo!! ¡¡No escuchen las palabras de un traidor a la patria, al rey y a su propia sangre!!-

Sus palabras parecen tener sentido. 

Este gato estuvo gritando palabras que no entendían entre un acento extraño. 

Creando problemas por entrar al mismo lugar que ellos fueron traídos de la misma forma. 

Era lógico que fuera un cobarde y ellos no. Ellos aceptaron su destino, aceptaron arriesgar sus vidas por su hogar. 

No intentaron escapar. 

No como este gato que ya hirió al instructor y demostró ser tan cobarde como para quitarse la vida en vez de afrontar la vida. 

Sin palabras o entre murmullos, el rechazo se extiende empujado por el desprecio común contra los extranjeros. Llegando a compartirse entre quejas ofendidas por su actuar. 

Entre los nuevos hay un silencio pesado. 

Uno que no se queja ni está de acuerdo al estar también desesperados por escapar. 

 Cien reclutas nuevos fueron llevados al segundo edificio. 

                                                                                                               

 

-Nisiquiera puede ponerse las botas, ¿Para qué llegó aquí si no pensaba servir de algo?-

-No puedo creer que sea tan cobarde, además de que ¿Quien usa una pluma? - 

-Obviamente solo pensaba en escapar cuando lo curará. - 

-Son demasiado descarados, ¿De que sirve que vengan si solo son un estorbo más?-         

-Quizás es de esos punk de puerto. - mueve la mano de arriba abajo ocasionando algunas risas. 

-Pues seguro ganaba bien. - 

                                           

En esta cena Theodore escucha las quejas, las maldiciones y las burlas. 

Mira su puré, de lo que pudo ser jamón frito con legumbres, bajando las orejas mientras intenta no pensar en lo cerca que estaba de recibir esos comentarios de saberse que no era del país como el resto. 

-Ya lo pensé, no quiero morir por una pluma en el cuello. - decide el gato que ya no parece tan rebelde después de ver a uno de verdad.-Me desangraria rápido pero lo sentía todo, así no vale la pena usar una pluma.- 

-La pluma es lo de menos.- murmura Theodore con la cuchara enterrada en el puré. - Él… - Frustrado baja los hombros. 

-El dijo que estamos perdiendo.- les recuerda Mercy. - Él viene de la zona marítima, lo último que supimos de ese lugar era que las fuerzas se movían a esa dirección.- 

-Los nuevos no se juntarán con nosotros, eso es claro.- 

Entre las voces de rechazo suben los susurros de duda, la inconformidad. Cartas secas y poca privacidad. Todo lo que les ha desconectado de la realidad fuera de este campo. 

Voces extrañas. 

Las criaturas que liquidaron por órdenes del instructor. 

Acumulandose. 

 

 

El castigo al nuevo es visible. 

Viendo a ese gato atado al poste del asta bandera con la cara baja pero visiblemente herida. 

Los ojos de más de uno se detienen en su figura antes de seguir su camino a los entrenamientos. 

El mismo Theodore no mira a esa dirección con la mirada fija en su camino. 

 

Con las horas y el sol llega la noche. 

Viendo de nuevo a este atado sin comida ni agua. 

Vuelven a dormir.

 

El segundo día es igual. 

Más los ojos de más de uno giran para ver a ese gato atrapado en soledad bajo el sol. 

 

La noche llegó sin ver un solo suministro llegar a este gato castigado. 

 

 

 

La tercera mañana que pasan por su lado los pasos del gran gato se detienen por la mano en su brazo. 

Mira lo que le apunta la coneja. 

Ver como el instructor interroga a este que está puesto de pie con el uso de la cadena en su cuello. 

-¿Ya pensaste en tus acciones? ¡Vamos, responde de una vez para que te deje aquí hasta que te pudras! ¡Rápido!- 

Este mira al suelo.

Aquello que respondiera no parece ser audible pero si ofensivo. 

Observan cómo es golpeado de nuevo por los asistentes, doblando su cuerpo con una patada directa. 

-¡Te quedarás tres días más, sin comida ni agua! ¡¡Empieza por reconsiderar tus malditas acciones, estupido gato!!-

Este no parece responder al quedarse en el suelo sin más lucha. 

 

El camino al entrenamiento continúa con una inquietud latiendo dentro de Theodore.

 Como es tan sencillo dejarlo ahí. 

Es sencillo seguir con todo su día sin cargar con todos los problemas que significa meterse en problemas ajenos. 

A su espalda ese rebelde observa al gato encadenado. Descubriendo el creciente interés de los mayores entre los soldados ya formados. 

-Carajo… - mira al sargento que no utiliza su nombramiento. 

Sigue adelante con las orejas bajas. 

 

El día es tan agotador como otros. 

Es más sencillo. Solo dormir los sentidos que le hacen difícil moverse cada día. 

Solo tiene que comer comida asquerosa, entrenar, dormir. 

Seguir así hasta que la carta que llegue pueda reconfortarlo. 

 

En la cama puede escuchar algunos susurros de conversaciones que deberían ser sobre alguna historia pasada. 

Interrumpido por gritos. 

No dentro de la residencia sino fuera. 

La mirada de más de uno sube al techo o la parte superior de la litera sin más que un peso creciente conforme los gritos continúan por cada pesado segundo. 

Palabras inentendibles o risas. 

Solo gritos por más cuarenta largos minutos, solo más desagradables que el sentimiento dejado después de estar atrapados conteniendo la respiración por largos lapsos bajo el agua por más de cinco horas por la orden de un instructor. 

Quedando de nuevo en silencio la oscuridad. 

Obligándose a dormir. 

Aunque Theodore no durmió nada. 

Sus ojos solo miran el techo de su litera. 

Quizás repitiendo por milésima vez la risa de ese perro en su cabeza. Para ignorar la cólera que le reclama por quedarse quieto todo este tiempo. 

 

 

 

En la mañana sus pasos van lento sabiendo que pasaría junto a ese campo abierto. 

Claro. 

Tiene que verlo. 

Como todos. 

Ese gato ahora está más cansado. Con la mano encogida en su regazo y la cola doblada de forma retorcida con partes cubiertas de sangre seca. Sólo quedó atrás con la boca cubierta de golpes y su pelaje cortado junto con algunas heridas que abrieron la piel rosa por algunas partes de su cuerpo. Sucio por la tierra levantada en lo que haya sido su intento por defenderse. Su cuerpo parecía ser ahora todo menos la bola de pelos inicial. 

-Tuvo una mala noche.- 

Es fácil seguir adelante si lo ve como un problema ajeno. 

Es demasiado sencillo. 

Sus pasos pueden continuar y olvidarlo. 

Dejar que simplemente ocurra lo que tenga que ocurrir. 

Continuar su día. 

Ignorarlo. 

 

Así como los ignoraron de niño. Cuando estaban solos. 

Cuando no tenía a nadie ni nada, es sencillo. 

Solo sigue adelante. 

 

«Me parece que debe ser fascinante para que yo no sea suficientemente raro para que me mandes al carajo» 

 

Sus pasos se detienen. 

Con la claridad abriéndose paso por el centro de su corazón y mirada. 

Con la imagen de su madre revisando la basura con él. 

Hay alguien viéndolos, siempre hay alguien que debe dar el paso adelante. 

Ya sea bueno como una limosna o mala como terminar trabajando para unos espías enemigos. 

Todo es bueno, porque todo es necesario cuando no se tiene nada. 

-Theodore. - lo llama Mercy al verlo regresar sobre sus pasos. 

Este gato voltea mirando con las cejas arriba y las orejas bajas. 

-¿Que se supone que haga?- pregunta perdida. 

Ella eleva los hombros con la cara entristecida. 

-Lo que creas correcto, Theodore. Si es pelear o seguir así, lo haremos juntos. - 

El gato suelta la placa de hierro sin importarle que se claven en el suelo. 

Sin más que discutir regresa al campo. 

Las miradas de todos sus compañeros regresan con él. 

Le ven cruzar el camino, pasar por un lado del instructor que se dirigía a interrogar con suficiencia al gato castigado. 

-¡Mayor Grambel, ya se le advirtió que no tiene voz en la disciplina del campamento!-

El gato no se detiene. 

Sigue adelante hasta llegar con ese gato. 

Este le bufa por reflejo al apartarse de él para proteger su brazo herido.

Entonces la piedad del gran gato toma fuerzas. 

Atrapa su cuello levantandolo a su encuentro. 

-Obedece si quieres salir de esta. - le advierte. 

Este gato le analiza sin esconder los colmillos, sus ojos bajaban con sus orejas, cerrando la boca pero no los ojos que vigilan a este gran gato. 

Su energía parece drenada por fin. 

-¡Este lleva cuatro días sin entrenar, desatenlo ahora!-ordena elevando la voz por primera vez en demasiado tiempo. 

Su tono es serio, ronco por su descostumbre a elevar la voz

El gato en el suelo escupe un poco de sangre al ser liberado. 

-No está permitido que el recluta se ausente más de tres días del entrenamiento.- agarra su cuello sin cuidado.-Se le entregará su equipo para iniciar lo más pronto posible. - sigue su camino. 

-¡¿A dónde se supone que lo lleva?!- 

-A darle un baño, apesta. -responde sin volver la mirada. 

El camino a los baños es silencioso. 

El gran gato lo empujó al agua sin entrar a ese espacio al ya estar festivo. 

-Apresúrate, te debes incluir antes de que piensen en cómo regresarte a ese lugar. - 

El gato herido camina por este espacio. 

El agua lo llama, corriendo a hundir la cara en el agua para refrescarse, metiéndose por completo al agua en vez de tirarse el agua encima. 

-Otro nadador.- murmura rascando su propia mejilla, siente la ligereza de su pelaje que lo protege del frío y la ventisca pero no del agua. 

-Traje su uniforme, Phoebe le llevará a la residencia el resto del equipo.- 

El gato en el agua se hunde al escuchar otra voz. 

Theodore observa el uniforme en brazos del gato rebelde. 

-Gracias. - es lo que se le ocurre responder a esta ayuda inesperada.

Analiza y trata de entender a este gato de mirada desinteresada. 

-¿Cual es tu nombre?-

El gato en el agua deja de rascarse la tierra atrapada en sus heridas. 

-Verdugo. - responde cansado de la picazón causada por la arena en sus cortadas y ampollas. 

Entre los dos buscan cómo pronunciar ese nombre. Deteniéndose al sentir que no tendría sentido lo que dirían. 

-¿Y tu nombre?-

-Miguel. - 

-Con ese nos quedamos. - 

El gato en el agua sacude sus orejas. 

Al salir ya sin tierra ni sangre en su pelo le falta secarse con las toallas que le trajo este gato rebelde. 

Seguido de vendar su cola, viéndola pasar de un retorcido embrollo de pelo a un látigo tieso y delgado sin dignidad alguna en ese rollo de vendas grises con palitos para mantenerla derecha.

La observa con las orejas bajas. 

-Tenemos suerte de que no nos ordenarán cortarnos la cola. - 

-Mi ego estaba en esto. - suspira viendo su cola herida.- mira con cejas bajas al gran gato que se acercó para vendar su cuello. Terminando con un broche de metal y un lazo. 

-Vas a pasarla mal. - advierte el gato. 

 

 

-¿Enserio planea llevar a este rebelde a su división, cabo?-

Este gran gato apunta su rostro. 

-No se de donde venga este recluta pero a usted le redujo, le atacó y evitó a cada uno de los soldados que intentaron atraparlo ¿Me quiere decir que no es un logro? ¿Que no es usted una gran pared por la cual es difícil pasar? - 

-Está jugando algo peligroso. - 

-No estoy jugando, estoy viendo las cosas por lo que son y es claro que este ya se encuentra en el nivel para seguir nuestro ritmo.- 

El nuevo no está seguro de si ser llevado por este raro benefactor es bueno o si debería quedarse con los reclutas que entraron con él. 

El resultado es claro después de dos horas de salirse con la suya. 

Agarrado a la barra de hierro para avanzar con esta arma en sus brazos, cayendo, siguiendo adelante y saltando los obstáculos altos entre tropiezos que delatan su inexperiencia. 

Apenas parecía vivo durante el día. 

Algo que cambia en la comida.

Ajeno a cada mirada inconforme se mantienen doblado con la cara metida en su plato y llevando la comida a su boca con las garras, voltea el plato y vuelve a servirse pasando a los de cocina que normalmente se alejaban para librarse del olor a aceite viejo. 

Vuelve a sentarse con tres porciones más y orejas esponjadas entre ronroneos por la comida. 

 

-Tiene un gusto terrible. - murmuran al verlo tan contento con la comida que les tenía asqueados. 

Este les mira raṕido, estira la garra robando la pieza de pan del plato del gato rebelde. 

-Pero… - Abre la boca bufando aturdido por la desfachatez de este. 

-Barys, cálmate. - le advierte Mercy. -¿De dónde eres?- pregunta al gato. 

Este baja la cabeza. Sus orejas se sacuden mirando a su espalda con la cabeza baja. 

Miran allá. 

Es ver a los soldados mayores pasar entre risas. Viendo a la mesa donde estaba el gran gato y ese nuevo rebelde. 

Sus miradas se cruzan con el gruñido bajo de este gato. 

Ríen en un estallido al ver su cola vendada. 

Pasando por esta parte entre gestos de sollozos que hacen al gato sentirse frustrado en la mesa, vuelve a comer con la cabeza baja. 

Mercy baja las orejas enojada, busca la mirada de Thedore. 

Este le da una mirada rápida para que se mantenga callada. 

La chica suspira volviendo a mirar la mesa con los hombros bajos. 

 

Vuelven a dormir con esta nueva persona en las filas.

Algo que delata la falta de una litera en este espacio pero un baúl en una esquina con sábanas dobladas con tanto empeño que estar en este rincón le hace ridículo

El gato eleva los hombros, saca las cosas de este y entra sin decir nada más allá de poner una de las navajas en la orilla trasera para que no se pudiera bajar por completo la tapa. 

No darle una cama a una de las criaturas que caben en espacios inferiores a su propio cuerpo es un error que cualquiera podría tener. 

 

En la oscuridad de la noche la voz de la chica viene a su lado. 

-¿Por qué hiciste eso?-

-¿Que cosa?-

-Meterte en sus problemas.-

El gato endereza la espalda con la cabeza baja. 

-Porque nadie se interesó cuando yo los tuve… No soy así, no quiero perderme. - 

La gata mueve las orejas mirando a ese baúl esquinero. 

-¿Cómo pudiste hacerlo?- pregunta en voz baja. - Yo…. Yo ni siquiera pude mirarlo, solo seguí adelante sin ayudar… Pero tú, tú que decías que no debía meterme pudiste hacerlo. Lo hiciste. 

-Fue mi decisión. - 

-A eso me refiero.-Sus hombros suben. -¿Cómo pudiste recuperar tu voluntad por ti mismo? Cuando esto inicio creí que podría ser fiel a mi.. Pero me equivoque, Grambel. Yo no le ayude, yo no pude hacer lo correcto, me dio miedo desobedecer aunque como tu tenia la oportunidad de ayudar.- 

Theodore no esperaba que ella pareciera tan avergonzada. 

-Me estoy perdiendo, no quiero pero está pasando.- mira al gato. -Grambel, me da miedo ser una cobarde.-

-Yo también le tengo miedo a ser cobarde. - junta las garras.-Me aterra pensar que me volveré como todas las personas que me dieron la espalda pero también me asusta estar solo. - 

Eso. 

Ahí está el sentimiento que no deseaba afrontar. 

-Es tan fácil obedecer que estuve apunto de olvidarme de mi.-

 

 

Este nuevo recluta pasó quince días con la cola vendada y cinco más en silencio. 

Veinte días fueron necesarios para que al fin pudieran hacerlo hablar en la cena de una práctica de tiro. 

-¿Por qué usas el arco así? Lo usas mal.- mira la diana con cada línea completa con el tiro específico. 

La gata voltea de la diana al gato. 

-Mi padre me rompió las costillas y no podía enderezarme, así que aprendí a usar el arco que encontré en unas ruinas mientras seguía doblada. - mira la diana. - Sane bien porque uso la caza para pagar mi tratamiento. - mira al gato. - Al fin hablas. -

El gato eleva el arco usando el método común. 

-Digamos que es difícil hablar con las personas que no vinieron cuando pedí ayuda.- la flecha de su arco impacta en el tercer anillo y no en el centro.-Sabía que no podían hacer nada pero me costó entenderlo. - toma otra flecha. 

La gata a su lado baja la cola y las orejas. 

-Lo siento. - 

-Esta bien, pudo ser peor.- 

 

 Theodore al fondo frunce el ceño al no ser a él que le hablara primero después de ser quien lo ayudó. Cambiando de cara al notar la ceja arriba de Mercy. 

-¿A mi me celas así?- pregunta burlándose de su reclamo mudo.  

-No.- murmura con la cabeza baja. Eleva el arco para soltar la flecha. 

De nuevo su puntería es mala. 

 

 

 

 

En la noche sus ojos se abren por una boca en su oído. 

-Si quieres yo las recupero. -

-¿Qué?-pregunta con casi todo el cuerpo tembloroso por este despertar sorpresivo. 

-Las pertenencias personales están en un almacén, ahí me dieron una paliza, así que recuerdo la combinación del candado. - se endereza mostrando las llaves de la puerta. 

-Yo quiero ir.

Los dos miran a este gato medio dormido apuntarse ya de pie.  

El gato se endereza mirándolo dejando de lado a Barys. 

-¿Y sabes lo que perdí?-

-No pero todos quieren algo, ¿Tú no?- 

Inhala profundo. 

-Si, quiero mi collar de perlas.- 

Theodore escucha esa queja con las orejas bajas. 

-Vamos. - decide ir afuera. 

El más bajo inicia el camino con esa cojera que le quedó después del impacto del hierro en su espalda. Seguido de ellos. 

Salir de las camas y recorrer el campamento en silencio los lleva a ese almacén. 

La combinación resulta ser saltar por una ventana alta que alcanza subiendo sobre los hombros de Grambel y Barys. 

Entrando los tres en este espacio oscuro. 

Caminan siguiendo las fechas de registros en las repisas. 

Es jun nuevo recluta, encontró su pertenencias en los primeros espacios.

-Vaya. - lamenta el gato con su propia caja de pertenencias. La abrió viendo sus pocas cosas en esta. 

Un montón de hojas amarradas por una cuerda y las plumas de metal y cristal que usaba. Sus rodillas se doblan mirando esta caja con toda su vida reducida a hojas que nadie leerá alguna vez. 

Barys saca la caja con sus cosas sin ponerle atención a su ropa colorida, toma del fondo su collar de perlas, cerrándolo debajo de su pelaje. Suspira al tener ya completo su ser. 

Ya se siente listo y bonito. Porque no hay cosa más irresistible en la tierra que un gato con un collar bonito. 

 

A unos metros Thedore ya encontró su caja con ropa y algunos libros. 

Abre y revisa. Su cola delata toda su emoción con una sacudida loca asu espalda. 

-Al fin. - suspira mirando sus calcetas enrolladas en una bola. 

Las estira y se sienta en el suelo para cambiarse las vendas por estas calcetas de lana. 

Inmediatamente siente el alivio supremo llevándolo al suelo con un jadeo de placer contenido por meses. Eleva las patas mirando estos calcetines del color de su propio pelaje con gusto. 

Sobresaltado por un movimiento de este gato. 

-¿Quieres saber algo?- pregunta el gato sosteniendo sus hombros desde abajo por su estatura menor.

-¿Entró alguien?- busca un sentido a su actuar.

Barys le mira directamente al rostro. 

Cerrando la distancia con un choque de labios.

Grambel siente que da vueltas su sentido común, buscando saber la razón por la que harían esto. 

-Oye. - le detiene mirándolo confuso. -¿Qué estás haciendo?- de forma sincera le increpa muy perdido. 

Este gato mueve la cola y orejas, bajando los hombros conforme es claro el rechazo. 

Abre la boca inhalando antes de hablar. 

-Me gustas, Grambel. - 

La comprensión llega como un torrente helado. 

Mercy dijo que eran pocos yo quizás ninguno, aún le era imposible imaginar que no fuera de esa forma. 

Que la suerte le pusiera enfrente a otro raro como él, tan cerca como para verse uno al otro de formas tan diferentes. 

Su fuerza decae por la sorpresa al sentir como este cierra la distancia para unir sus labios. 

-Tengo una prometida. - lo detiene con la confiable verdad. 

El gato baja los hombros. Mira su rostro por unos segundos, muy tensos para Theodore. 

-¿Es Mercy?-

-Si. - 

-Oh… - suspira aliviado, quitandole la paz a Theodore, cierra la distancia con un ronroneo.-Ella lo sabe.-

Con razón no los dejaba solos. 

-Alguien viene¡Uy!- exclama al verlos en esa posición el gato que vino a advertirles. 

Mira la puerta y como se abren con luces venidas del exterior. 

Los dos devuelven las cajas, rodando bajo los muebles. 

 

 

-¿Y cual seria el precio del cargamento?-

-Él intermediario promete una buena cantidad, junto con un viaje de salida para este mes. - 

Las orejas de Grambel se mueven, seguido de él arrastrando las extremidades por el suelo para ver aquello que es traído en una gran caja. 

-No puede esperar más por esto, ¿Como lograra sacarlo antes de que todo resulte en un desastre?-

-¿Desastre? No, esto no será un desastre. - responde el mayor con esa usual arrogancia. - Es todo lo contrario, más vale que sigamos adelante. Nos queda menos de un mes para que lleguen a comprobar porque ningún nuevo soldado ha sido enviado. - 

-Entonces deberemos movernos mañana mismo. - 

-Cuando todos estén dormidos haremos que se borre el registro. - 

-Por ahora continuen con la disposicion, si esto llega a donde pertenece podremos largarnos de una maldita vez de este matadero. - 

 

¿Por qué tuvo que intervenir?

 Ese día su decisión fue grande. 

Escapar y dar alerta al cuartel general. 

Ver como llegaron los convoy armados para llevarse al instructor. 

No fue una victoria. 

Fueron llevados a un centro de mando en el cual se le da más peso. 

 

-¿Tiene idea de lo que significa que usted perdiera dos meses de entrenamiento superior?-

-Que no estamos listos para usar las armas principales del ejército.- responde mirando a esta asamblea con doce personas en esa mesa a contraluz. 

Elevándose la presencia de una figura sobre un trono. 

Los observan a ellos dos. 

A los dos atrapados bajo la luz del interrogatorio. 

-Significa que su título no vale nada, Sargento. - 

-Se me condecoró como última voluntad del primer instructor que fue retirado por órdenes del cuartel principal. - responden ambos sin dudarlo. 

-Es una coincidencia que lo llamen última voluntad. - señala uno de ellos. - El Mayor Ballart murió en funciones, hace menos de un mes. - 

Los dos se miran sorprendidos.

Al fondo, donde las filas de reclutas se mantenían expectantes y presentes en la asamblea, mueven la cabeza sorprendidos. 

-Oh…- ese conejo baja la mirada con las orejas agachadas.

 

-Espero que su desempeño continúe adelante, las fuerzas no podrán esperar más por su agregado. - 

-No aprendimos a usar las armas principales. - 

-Aprenderán sobre la marcha y usando el conocimiento que hayan acumulado en el entrenamiento. - 

El gato no aguanta más su voz, adelantándose con una interrogante para estas personas. 

-¿Podremos ver a nuestros familiares antes de marchar?-

Los líderes se dan una mirada entre los doce. 

-Ya has podido dar una visita al rey, ¿Cual otro favor deseas?- le interrogan los doce líderes en la mesa principal. 

-Quisiera ver a mi familia. - responde Phoebe en voz baja. 

-Por la precariedad de nuestra defensa, esta visita se denegara así como se ordena su traslado al frente lo más pronto posible. 

 

 

Los 700 noventas nuevos soldados son enviados al frente. 

 

 

Con el gato más alto sentado entre sus compañeros, con la última carta de su madre aun sellada. Por fin sellada. 

La sostiene y abre con manos temblorosas.

El ruido de otras voces frustradas con estas armas que desconocen a sus lados. 

Los cinturones con tubos llenos de un líquido rojo como la sangre y estas armas desconocidas tan pesadas como los hierros que utilizaban antes para correr. 

-Estúpido… - lamenta con las orejas bajas sin atreverse a mirar la carta. 

Pasaron cuatro meses entrenando con esas armas falsas que ni siquiera saben cómo usar ahora que deberían disparar el gatillo. Escucha a algunos colocarse las máscaras de gas con rostro deprimidos. 

Estaban apunto de perderlo todo. 

Algunos ahogan el llanto dentro de esas máscaras. 

Ahora mismo toma la decisión de mirar dentro. 

Exhalando con aquello descrito en un dibujo de tinta y unas cuantas palabras. 

“Pague para que cubrieran la trampilla” 

Seguido de un dibujo de su madre hecho por ella misma y lo sabe por como se encargó de exagerar sus caderas como parte del ego de ella por su figura envidiable, seguido de una sonrisa y tres trabajadores de marrón cubriendo esa madera que él solía cubrir en verano. 

Sus ojos analizan el dibujo por más de una hora. 

Cada segundo ver más. Los hocicos de los trabajadores, no eran pocos ni gatos. 

Eran perros. 

Las palas son armas al revés y muy mal dibujadas. 

Las hojas en el árbol son catorce, por un lado, siete al centro y al final ninguna entre las ramas. 

-¿Qué fecha es hoy?- pregunta a un compañero. 

-Es diecisiete.- respondió este con la cabeza baja. 

Theodore vuelve a mirar la carta. 

No son sus caderas, son bolsas, ella está cargando un equipaje y sus patas señalando la trampilla por la que van a ir los mismos perros. 

-Te fuiste. - suspira cansado. 

Ella escapó con los espías.  

 

No puede aliviarse o sentirse abandonado. 

Solo mirar a la puerta del transṕorte con la cara pálida. 

 

 

La guerra es el infierno. 

Lo leyo muchas veces y temió a esta por todos los años que escucho su cercanía. 

Mas no la deseaba conocer. 

Llegando a este presente. 

Uno donde sus ojos chocan con la figura de una criatura desnuda colgada de sus extremidades en un campamento con su bandera.

Sus ojos suben y puede verla. 

Como Mercy siempre a su lado jadeando con la mirada perdida en ese cuerpo sin cabeza solo un cuerpo destrozado a la vista. 

Una fila de perros colgados junto a otras criaturas muchas criaturas masculinas, femeninas y otras con pequeña estatura, posiblemente atrapadas en la contienda por este lado, colgando como los tótem de una tribu. 

Ya no sangran, solo atraen moscas.

-¡Asi que estan aqui niños!-

La piel, pelo y todo el cuerpo de Theodore se vuelve erizo por el toque de este hombre al abrazarlo. 

-Vas a tener que acostumbrarte al olor, definitivamente pronto será peor en unas horas. - le avisa riendo. 

Los soldados vienen para conocerlos. 

Sus pasos se detienen esperando cubrir al segundo grupo. 

-Ey…esas son conejitas.- 

Las orejas de estas se mueven al escuchar ese tono

-Somos aliados. - advierte la chica más alta entre todas. 

Le miran con cejas arriba. 

-Claro, claro que lo sabemos. - le responden por ser la sargento junto al mayor. - Solo les recomendamos que se cuiden, los perros son un poco estúpidos y a veces no las dejan enfriar. - les advierten riendo. 

Entre los soldados avanzados, ya menos confiados desde que descubrieron que no fueron entrenados para usar las armas principales, se ven incómodos al ser observados como enemigos y no aliados. 

La tensión creciente es interrumpida por la llegada de un grupo ordenado al contrario del que les recibió. 

Apareciendo entre estos un gato mucho mayor, con un aspecto idéntico a una imagen de comparación entre un gato sano y un enfermo, siendo claro que este ya tenía varios tornillos fuera de lugar. 

-No escuchen a estos malditos. - les advierte.-Mayor Grambel, venga usted y su batallón, antes de que vuelva el fuego. - 

Seguirlo es llegar al campo apartado de la entrada. 

-No piensen demasiado en lo que han visto. - 

-Es algo que no podemos ignorar. - responde la gata con los colmillos a punto de exponerse. 

Este hombre mueve la cabeza de lado a lado. 

-En la guerra no existen los pecados, así que no los persigan.- le recomienda el hombre. - Les parece malo pero aun no ven lo que hay allá afuera.- 

-Díganos lo que está ocurriendo. - 

-En cualquier momento el fuego reiniciará, así que se trata de mantener esta frontera donde está y no que avance hasta nuestro patio delantero. - apunta sus armas. - Vamos a practicar con esto antes de que la usen contra un aliado. 

 

-Toma el arma cómo si fuera un artillero común. - 

Lo imitan al unísono. 

Con imágenes sangrientas dando vueltas. 

Escurriendo con las cabezas de los cuerpos en la entrada ardiendo a unos metros. 

-Usa el gatillo doble para un disparo cercano. - lo muerta liberando esa nube roja. 

Esta se eleva a su alrededor con delicadeza similar al vapor de una olla. 

-Usan sólo uno para disparar. - dispara con uno. 

Esta fuerza hizo al humo escapar con la fuerza de un estallido de vapor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era sencillo. 

Lo más sencillo del mundo. 

Mas no divertido. 

No es igual a perderse al escuchar órdenes que no deseaba. 

Es unir la defensa cuando cabezas de gatos, conejos y caballos comienzan a caer como proyectiles desde el lado enemigo. 

 

La primera batalla real. 

Es correr junto a Mercy, esquivar una bala y no volver a verla solo por cerrar un segundo los ojos. El entrenamiento hablaba del enemigo como números. 

Al entrenar en equipos de compañeros carecian de la sed de sangre de un enemigo. 

Por tanto, su primer baja fue helada. 

Fue disparar la bala y dar directamente a la cabexza de esta persona. De un gallo que se ve en el suelo. Sucabeza se enciuentra limpia. 

Matar a los prisioneros cumplio con su funcion y aun así. 

A la hora de la hora. 

Cuando su enemigo era un perro, dudo. 

Viendo a este hundir los dientes en lo que parecía un abrazo sobre un conejo, solo cambiando su percepción al elevar este el cuerpo con la tráquea del conejo entre los colmillos. 

Viendo en este a su perro perdido. 

Esas fauces tontas podrían verse de esta forma. Abriendo el entendimiento en asco. 

Comprendiendo que él y su madre hicieron esto. Soportando el miedo. 

Cuando el grito de alguien al fondo le recordó que estos números eran sus compañeros. 

-¡¡¡Allen!!!- grita desgarrando su garganta un comṕañero al ver a ese conejo estiupido morir en manos de un perro. 

Este escupe el pedazo de carne, levantando el arma hacia ellos para disparar indiscriminadamente. 

No importó si tres de las bajas de todos le dieron, él ya había bajado la cifra con ese recorrido de muerte. 

 

Corre usando el arma con balas para mantener la distancia. 

su hombro no para de sangrar. No puede detenerse a vendarse antes de aparecer un enemigo por un punto ciego entre las 

Elevando las orejas al ver las cabezas de homólogos volar entre llamas desde el otro lado. 

Esquivando el hueso del estallido. Rueda dentro de una trinchera. 

-... Ya no quiero salir!! ¡¡Ya no quiero, no quiero, tengo mucho miedo, no quiero!! ¡Son unos monstruos!-

Theodore escucha los lamentos de esta chica ya herida por una bala en su brazo. 

Estira una venda para cubrir su herida. 

-Grambel… - lo reconoce quizas por su figura o su olor. 

Theodore le ve a los ojos. 

Ella mueve la cabeza cansada. 

-Granada… - susurra debilitada por la pérdida de sangre. 

Theodore primero se preocupó por ella, después proceso lo que ella dijo. 

Girando juntos para ver la explosion arder a unos metros con el grito de más soldados. 

 

 

 

Despertando sus ojos ven el resplandor de una linterna. 

Mira a su lado. 

Su sorpresa le hace apartarse al ver a su compañera con la cabeza atravesada por una pieza de acero pérdida de algún vehículo. 

Theodore retrocede temblando. 

-No. - 

Sus orejas se mueven un poc antes que su cabeza. 

Para su infortunio puede ver a alguien de su lado de pie a unos metros. Intenta ponerse de pie. 

-No. - le advierte de nuevo. 

Theodore se detiene mirándolo con detenimiento. 

Al fin puede verlo completamente y entender la razón de su advertencia. 

Se encuentra atado por cables.

-¿Tres o cuatro meses?-

Sus orejas se agachan al escuchar la voz justo sobre su cabeza. 

La trinchera apenas podria esconderlo de avanzar un poco más. 

Abre la boca con las garras sobre su herida. 

-Tres meses, uno menos de lo esperado. - 

Estas voces se divierten.

Observa con horror como el fuego es encendido desde puntos que no puede ver. 

Elevando y bajando los hombros cada vez que el fuego avanza. 

El sentimiento dentro de su garganta es igual a tragar pastillas en seco, su garganta está anudada, no puede hacer nada más que jadear aterrado. 

-Tirate a la mierda.- gruñe el gato con la vista al frente. 

Theodore escucha bajando el cuerpo en este chueco, escuchando como los pasos avanzan hacia el gato. 

Seguido de gritos. 

Su cabeza se mantiene pegada a la tierra conforme los gritos siguen, con el ruido de un objeto impactando una y otra vez sobre el cuerpo del soldado. 

-Malditos todos ustedes, todos. - escupe ese perro mayor contra la cara del gato al apartarse. -Ustedes nos mataron de hambre, envenenan nuestra agua y a nuestra gente… Pero a la hora de la hora, lloras de esa forma tan miserable. - termina con una patada que este no puede evitar al estar atado, escuchandose como sus costillas cedieron. 

-Cuando nuestras naciones acaben con los azules, sera todo para esta orgullosa guarida de asesinos. - 

-Cuando ese dia llegue, será todo para este mundo hipócrita. - voltean para ver a este gato jadear sangre entre hipidos.

Estos guardan silenciuo viendole esforzarse por rewsṕirar. 

-¡¡Deja de darme asco, maldición!!-

Seguido del grito una botella de cristal estalla frente a este gato.

En su escondite es imposible escuchar el estallido de las llamas y las risas. 

Como se elevan estas carcajadas. 

Dentro de su escondite la refulgencia del fuego delinea su sombra,,lo atrapan como parte del horror. 

Acompañando en su tortura la figura del soldado que les recibió. 

El cansanco, el estrés. 

La sangre que perdió. 

Todo lo hace ver a sus compañeros envueltos en el fuego. 

En esta guerra y las trampas de su forma para sobrevivir en un mundo perdido. 

 

Sobresaltado por un disparo que acaba con todo. 

Con todas sus maldiciones y llanto. 

La maldita culpa. 

 

-Vuelvan a cantar, vamos a cantar! ¡¡Si no sabes cantar, callate!!- 

Dentro de su escondite el odio toma forma dentro de su cuerpo. 

Deseando vomitar. 

Pensando en usar la granada para matar a este maldito y sucio ebrio. 

Lo odia. 

Lo odia mucho. 

Toma de la arena un puñado para matarlo haciéndole tragar tierra. 

-Debes irte, sigue el túnel y vete, no pares hasta el río y no vuelvas. Vendrán más.- 

Todo. 

Todo en su vida. 

Es cada segundo de su extendida maldición. 

Como ahora. Volviendo a necesitar la piedad de alguien para sobrevivir a la muerte. 

Necesitando al enemigo para no ser atrapado por estos asesinos. 

Lentamente inicia su huida. 

Pensando en cómo su madre dejó ese callejón con las piernas temblando y sujetándolo en una brazo para dejar de lado el refugio., 

Corriendo al único restaurante abierto para comprarle una sopa de mariscos llena de verduras. 

Porque no tenian nada, nadie. 

No eran nada. 

Y esa comida cargada de la maldición que le persigue hasta hoy era la mejor que comió en toda su corta vida. 

Eran unos traidores y unos traidores pero quizás se equivocaba y se daba un título que no les correspondía. 

Porque desde un inicio, nunca pertenecieron a ningún lugar que los amara. 

 

 

 

 

 

 

 

Entonces la palabra llega con el abrazo de su división al encontrarlos en el bosque circundante a las tierras perdidas. 

-¡Theodore, sobreviviste! ¡Gracias a dios, gracias a dios estas bien, Theo!-

El abrazo es de Mercy. 

De estos amigos cuyos nombres son borrosos.

Enmudecido comprende lo que era. 

Una peste difícil de liquidar. 

 

Una peste que va quedar a cargo a la falta de un comandante al que responder esta situación. 

 

 

Notes:

15 mil palabritas y sin relleno.

Gracias por leer y comentar

💕💕💕

Chapter 10: Contexto Bélico(DogDay) El sueño de un prisionero

Summary:

Estos capítulos son fuertes, más que la parte de CatNap. No leer en caso de sensibilidad.

Notes:

Hola.

 

El capitulo 10 dijo adiós, lo voy a reescribir.
Mientras les dejo el once.
No cambia nada pero les explica donde estuvo Hobie y su propia decisión para su presente.

Es regular, no tan fuerte.

Tortura y asesinato de una persona gestante.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

Lo que cruje es carne, lo escurre es sangre y aquello que truena es un hueso. 

El grito desgarra la garganta junto con las pinzas sobre la mano que aplasta con la violencia del usuario. 

-¡¡Dinos de una maldita vez dónde esconden las armas!!- 

El perro atado a esta silla grita con esta pregunta acompañada por las pinzas cortando otro hueso a la mitad con la fuerza del interrogado. 

-Ho… - exhala sacando vaho húmedo de su hocico marcado por la sangre acumulada alrededor de la garganta con ese cable abriendo la piel ahora gris por los moretones, la sangre acumulada en su pelaje es pegajosa y pica, quisiera rascarse pero tambien podria ser bueno librarse de las cadenas que lo tiene atrapado a esta silla de metal. 

No se puede tener todo en este mundo, diría él. 

Es algo mágico el sonido de su respiración y el calor en su cabeza llenándose con la fiebre causada por las drogas antes suministradas, dejando a un lado jeringas con este líquido que arde dentro de sus venas. 

Grita con el dolor de las pinzas arrancando otra pieza de sus dedos en la mano izquierda. 

-¡¡¿Dónde están tus compañeros?!!- pregunta de nuevo este soldado con las manos sobre su rostro ahora con esas garras clavándose en las cuencas de sus ojos, ocasionando otro grito por el dolor que lo llena con estos arañazos profundos.-¡¡¡Deja de mentir, de hacernos perder el tiempo!!!- 

Es golpeado antes de librarse de esas garras. 

-¡Habla de una maldita vez, habla o te despellejamos maldito perro!-

El can en la silla escupe un cúmulo de sangre entre toses, esa cosa en sus venas lo hace ver colores entre las figuras revueltas con estas sombras y el dolor le hace ver sus manos rodeadas por insectos que lo comen con vida. 

Le hacen ver esa sombra enemiga y sus altas orejas con luces a su espalda,son como ver a una figura guardada en su memoria. 

Un gato que es más alto que él sin la necesidad de atarlo a una silla, alguien que huele bien. 

-Me llamo Hobart Black.- murmura su nombre como hubiera querido decirle a ese gatito alto en esa fiesta tan agradable. 

Esta figura eleva los hombros con un grito frustrado. 

Con fuerza usa esa misma pinza de mecánico para voltear su cabeza con un impacto directo sobre su mandíbula. 

-¡¡¡Tu estupido nombre no me importa!!!-

Su sangre salpica el suelo ya cubierto de rojo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Schadenfreude

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

20 años antes

 

 

 

 

Las noches son oscuras, el atardecer es rojo. 

El gatillo es bajado pero el click del arma no suena. 

-Maldita sea. - bufa revisando las cámaras del revólver, girando esta rueda de balas tan vieja como oxidada.- 

-¿Qué estás haciendo?-

La cabeza del hombre baja con esta arma en su mano. 

 La voz del niño se escucha ahogada por el estupor que le embarga. 

-¿Porque te quieres morir?- pregunta con las manos juntas frente a este callejón. 

La cabeza del gato se mueve con las orejas bajas. 

-Solo ve a casa.-

-¿A casa ?- repite en voz baja. -¡¿A qué casa?! ¡¡Mi madre murió!! ¡¡¡Y mi hermano se llevó todo, no tengo a donde volver!!!- sujeta sus orejas con un reclamo claro. -¡Solo te tengo a ti! ¡Solo te tengo a ti! ¿Y ahora te quieres morir?- mira al paralizado gato en el callejón. - ¡No, tu no vas a dejarme!- carga hacia este hombre con toda la furia que un cachorro puede tener en su cuerpo.-¡Dame eso!- 

La fuerza que el adulto puso en el arma es superada por la decisión del niño por atraparlo y llevarlo a casa de la mano con esa arma en su bolsillo. 

-¿Tu mamá está muerta?-

Los pasos del cachorro son más lentos cada segundo. 

-Ella no despertó hoy ni ayer.- responde con la cabeza baja. - No sé qué haré con mi vida.- 

El gato de una pierna baja los hombros, cerrando la distancia al doblar su única rodilla desde la espalda del niño. 

-Hobie, perdóname.-

El cachorro no puede aguantar por más tiempo este dolor, dejando salir las lágrimas que ocultaba con su ceño fruncido. Abraza de vuelta al hombre, llorando tan perdido como se sentía con este miedo creciendo dentro de su pecho. 

 

 

 

 

 

Dos años adelante

 

 

 

 

 

 

 

En este presente un puercoespín mueve la cabeza a un lado con una de las cejas arriba. 

-Y quieres que crea que salvaste la vida del hermano mayor de Don Víctor con un gran abrazo.-

El cachorro, algo mayor, eleva los hombros con uno de los brazos vendado y el otro sujetado a su cuerpo con una cuerda gruesa. En su rostro hay un sin número de moretones espesos en la pérdida de pelo a causa de la hinchazón de algunos de estos mismos golpes, ya más suaves por las semanas que lleva en el orfanato. 

-No te creo nada. - le sonríe burlándose de su expresión ofendida. - Ve adentro y juega o haz tu tarea. - lo empuja con una escoba devuelta al patio interior de la casa. 

El perro avanza ofendido con la mirada fija en ese gran portón que divide la construcción que rodea el orfanato en el centro. Sus ojos suben a la azotea donde unos guardias permanecen con la cabeza baja por las apuestas hechas con las piezas de dominó. 

Mira a la otra puerta donde hay más niños apiñados para intercambiar a través de la ventana de ladrillo un montón de cestos hechos a mano, por dulces secos o un par de monedas. 

-Esta prisión no va a detenerme, ¡Me escuchas cuñado, no voy a quedarme aquí!-gritó a los guardias en la azotea. 

Estos ven al cachorro de nueve años ladrando a su dirección, con grandes sonrisas llenas de mofa le lanzan huesos masticados a su dirección. 

El perro retrocede con la cabeza en alto, dejando que otros cachorros demuestran más decisión al atreverse a tomar esos huesos y tragarlos entre ladridos para no perderlos en manos de otro niño. 

Sigue caminando para entrar a la casa con esa cabeza baja y las orejas erizadas ante la indignación que le llena por este trato. 

Una pequeña figura lo ataca desde un mueble, aferrándose a su espalda con una sonrisa burlona. 

-No te dejaron salir. - una pezuña golpea su cabeza. - Otra vez, perro feo. - le sonríe esta niña después de saltar sobre su espalda y morder una de sus espesas orejas rojizas. 

-La próxima será.- sonríe seguro, pasa los brazos bajo sus piernas para subir las escaleras. En estas hay otro niño con los brazos cruzados en su amargura personal. -¿Chris no lo consiguió?-

-Aún no vuelve.-responde mirando al perro subir. - No quiero seguir haciendo pulseras. - su molestia sigue creciendo conforme más se acercan a repetir la actividad para conseguir algo de valor en este lugar.

-Pues no lo hagas, el dulce es malo en exceso. - le contesta el perro más que dispuesto a cambiar por dinero las pulseras y no por dueles. 

El ave deseaba dejar la tarea, no renunciar a los dulces y su rostro y actitud debilitados lo delataron. 

Suben las escaleras juntos. 

En el último piso hay varias literas una por una, tomando lugar en una donde se deja caer de lado para hacer a la niña bajar de su espalda. 

-Estoy muerto. - exclama sacando la lengua de un lado para quedarse tieso cual balazo en la cabeza. 

-¡Quítate gordo, quítate!- chilla teniendo la espalda del cachorro sobre ella y este con los brazos estirados para relajarse de esta manera, aplastandola con solo su peso muerto. 

La niña debajo patea y chilla riendo frustrada a sabiendas que este disfruta ponerla en aprietos. 

Lo levanta con piernas y brazos, logrando tirarlo de lado por la orilla de la cama. 

-¡La pata, la pata!- grita cayendo de cara al suelo, inmediatamente intenta levantarse pero la niña sube sobre su espalda para hacerle caer. - ¡Uy, si que pesada la huesuda!- mofa levantándose con ella. 

Para su desgracia se suma el ave por el otro lado haciéndolo caer de nuevo. 

-¡¡Polinecio!!- grita sacudiéndose para sacarlos de encima. 

La risa de los dos que mantienen bien cerrados los brazos en torno a su cuello y hombros llena la habitación entre el gruñido del cachorro y su camino lento para librarse de los dos cuando se debilitaran sus brazos.

Por la puerta atraviesa un pequeño elefante con aspecto taciturno, elevando los ojos desde sus ojeras y su encogido aspecto debajo de un abrigo grueso, observa al par pegado al perro que ladra y corre por partes para chocar con las camas de al lado. 

-Hobart tiene una fractura, no debe hacer eso. - les recuerda con voz cansada. 

Les observa ignorarlo, subida sobre la cama la niña corre de cama en cama para atraparlo en un abrazo y trepar sobre el perro en un que casi lo lleva al suelo. 

El ave le sujeta las piernas desde el suelo haciendo a este tambalear. 

El elefante camina lento hacia ellos. 

Sus hombros tiemblan viéndolos luchar por el control, mira el brazo en yeso y al perro directamente. 

Estira pata para tomarlos, deteniéndose con un pensamiento atrapado dentro de su cabeza. 

Invisible. 

Inhala escuchándolos reír. 

Suelta el aire estirando los brazos para un abrazo que hace al perro gritar sorprendido al ser elevado en alto de espaldas. 

El elefante comienza a correr llevándolo así por los pasillos de la casa, seguido de los dos niños que intentan rescatar al cachorro. 

-¡Hay que hablar de negocios!- grita el perro entre risas mirando al techo y a media al elefante que suda por el esfuerzo de llevarlo.-¡De dinero, hermano!- 

-Cuando dejen de seguirnos.-

El cachorro gira la cabeza sonriendo. 

-¡Dejen de seguirnos!-

-¡Jamás, perro apestoso!- responde la niña saltando para alcanzarlo. 

El perro eleva la cabeza para molestarla, viendo al ave tan decidida como ella para atraparlos. 

 

Debajo de este piso los ruidos de los choques y persecución infantil tan peligrosa como cercana a las escaleras es oída por los encargados se mantienen en la cocina

-No voy a subir yo, después creen que soy un culero por molestarlos. - farfulla un perro revolviendo una sopa de pollo con demasiada cebolla en el interior.-Estoy seguro que el protegido de Don Victor es el que pone mierda en los zapatos de todos. - 

-No es él, el mocoso es medio fifirifis con lo de la limpieza aunque se vea sucio.- del otro lado, con una tanda de platos por servir en esa gran mesa, responde una gallina con un mandil cubierto de manchas de aceite viejo.-Y aguantarlo trajo mejor comida para todos. - 

-No me molesta que traiga comida, me molesta que sea un cretino engreído ¿Sí entiendes que se mete en donde no le llaman?- apunta la cocina. - Ya te convenció de servir los platos antes de entregarlos y abrir el comedor como si fueran ganado. - 

-Así la comida se repartirá de forma justa y puedo controlar los horarios de cada comida, además no se equivocó cuando dijo que podíamos cambiar las pulseras por dinero real. - 

-¡Exacto! ¡¿Que puto niño piensa asi?! ¡Viene mal, tu no sabes que clase de loco podria ser despues!-

-Le gusta el dinero, debe ser por eso que te Intimida. - 

-Y ahora hablas como una enamorada. - 

La gallina esponja las plumas sonriéndole. 

-¿Y eso te pone celoso?-

El perro cierra el hocico tornándose rojas sus orejas. 

-No de un mocoso. - 

-No de mi. - le acusa volviendo a servir. Sus pico se estira en las comisuras al ver el último plato de la fila servido con la misma cantidad que la primera de las porciones.-Es bueno que tengamos comida y eso es lo que importa. - 

El adulto al que acusaron de sentir celos de un niño baja la cabeza con los brazos cruzados y orejas bajas. 

-Solo es un mocoso entrometido que se cree con derecho de cambiar todo a su antojo. - 

La gallina le devuelve la olla. 

-Es un perro, como tú.- toma un cucharón y esa olla para repartir la sopa con el cocinero.-Además de que todo es verdad.-

Lleva la olla a la cocina, puede ver por la ventana cómo los niños ahora vuelven a juntar las tiras de hierba seca en pilas para hacer los canastos que antes lograron vender. 

-Nadie está tan loco. - 

-Pues el hermano de Don Victor tuvo que ser internado, ya no parece estar bien.-

-¿Estará poseído?-

-Tal vez, después de todo ya todos saben que él trató de matarse más de una vez. - sirve una pieza de pollo en un plato y en otro una pata de pollo con verduras.-Al perrito este los niños lo escuchan, tiene para arriar desde que nació.- sujeta una regla con algunas marcas de mordidas.- Hobart es un buen niño, solo que no es bueno mostrándose como tal, es como tu.-

-Nadie es como yo. - 

Ella bufa preparándose para abrir la puerta con un nudo extra en su mandil y una mano firme en la vara metálica.

-A él y a ti les da miedo estar solos y más miedo les da ser heridos. - 

El perro con la olla sucia baja los hombros y su mal humor empeora mirando a esa gallina engreída echarle en cara sus debilidades. 

-No puedes decirle a un hombre que tiene miedo. - 

-Pero tú no eres un hombre. - 

El perro voltea ofendido. 

-Eres mejor que un hombre y por eso se que eres alguien que me gusta. - 

Su compañero baja la cabeza más roja que al inicio, volviendo a la cocina con esa olla como escudo. 

 

Ella se queda en la puerta. Inhala y sonríe abriendo para llamarlos comer.

-¡¡A tragar hijos de su puta madre!!- llama a gritos a los niños que no se asustan tanto como les emociona que los llamen a comer. - ¡¡En fila cabrones y acuerdense que si pasan de su plato les reviente el hocico!! ¡¡¡Y tu no me tienes contenta, mira como dejaste la regla!!!- reclama los cachorros que ya estaba en fila, poniendo al nivel de su rostro la regla de metal donde los dientes de este dejaron marcas en otro berrinche. 

Observa como vienen de este lado y algunos desde la sala y segundo piso. 

Como abrir las jaulas de un zoológico, entrar algunos por las paredes, como algunos roedores, o planeando como algunas aves desde el árbol del jardín. 

Lo que importa es que se mantuvieran en un solo plato para que fuera justo por sección, el único momento cuando se dividían por especie. 

Excepto un grupo pequeño.

Uno que solía venir después del gran número de niños

 

Ese perro con los otros cuatro niños toman asiento en la cocina interna con el mismo caldo pero apartados por decisión propia. 

 

-Ellos son interesantes.. - 

-Como el elefante, estaba hecho un desastre y míralo. - apunta al mencionado niño con una cuchara y una innegable educación al mantenerse derecho y llevar la comida a su boca sin perder esa espalda recta. - Hasta parece el jefe. - ríe mirándolo tan correcto y suave. 

-Hobart lo ayudo, ayudo a los cuatro. - 

-Más bien lo ayudaron, ese mocoso estaba horrible y lo sabes. - 

Los dos ven al perro que ahora deshebra dos piezas de pollo en distintos platos en una calma que es acompañada por susurros a sus compañeros de plumas. 

-Él sabe hablar con las personas, las une y convence de participar juntos. De mejorar por sí solos.- 

-Será un manipulador pero también trae mala suerte , si lo que dices es cierto entonces también es cierto que esta todo madreado por lo del cuento ese.- 

La gallina mueve la cabeza aceptando esa realidad con brazos cruzados. 

-Un hombre intentó cortarle la garganta por detrás del asiento de su carro al Don, esa es una verdad que nadie duda con lo que le hicieron. Yo vi como dejaron al cabrón, lo amarraron en la plaza sin la cabeza pero para eso ya le había metido la navaja y unas patadas a este mocoso.- mira a la puerta para asegurarse de que no estaban escuchando los niños.-A él lo sacaron de la casa de Don Victor para que ya no se metiera en esas cosas, porque a esta edad, en la próxima seguro lo matan por metido.- 

-Con que dejen comida para cuidarlo, es bueno para todos. - 

 

Detrás de las puertas al comedor la figura de un cachorro de oso es visible debajo de un vestido grueso, avanza por esta sombra para reunirse con el grupo quitándose el sombrero de paja que usaba para jugar con todos en el jardín. 

-Mary. - le saludan al verla entrar con ese rostro caliente por el sol. - Aquí está el tuyo, ¿Qué dicen tus amigas, ya no me tienen asco?-

-Dicen que eres un niño y no juegan con niños. - responde tomando su sopa.

El perro frunce el ceño sujetándose el pecho. 

-Como me parezco a Polly me tiene asco. - 

El pollo lo mira feo a medio bocado. 

-Porque te pareces a ti es que no te quieren. - 

 - Eres un buen pollo, debería hacerte caldo como a este. - 

-¡A mi no me harás caldo!- 

El elefante continúa con su comida sin perturbarse por el ruido, atrapado en sus memorias se mantiene en silencio para terminar con su porción.

La pezuña de la niña rosa interrumpe su sopor con un golpe en su brazo que le hace sacudir la cuchara. 

-Chris, Ya me canse ,¿Me das?- pregunta y pide empujando su propio plato para que le dé de comer él. 

El chico mira el plato y a ella. 

-¿Cómo vas a cansarte a medio comer?- toma la cuchara ajena para llevar un bocado a su boca y fuera de su cabeza o el ruido que estuviera resonando y apagando su mirada. 

La niña de rojo mira al par y vuelve a observar al perro ya comiendo con la cabeza sobre el puño y medio dormido. 

Lo pica con un dedo. Esto lo despierta y hace comer más rápido. 

-Hobie, ¿Cómo te llamas?-

El perro mueve la cabeza muy confundido. 

-Hobie.- responde perdido. 

-¿Y tu nombre?-

-Hobie.- vuelve a responder. 

-¿Pero cuál es tu nombre?-

-Hobie. - reṕite con la voz rota por la confusión. 

Christian escucha la pregunta de la niña al dejar de ver la sonrisa feliz de la niña a su lado. 

-Te está preguntando tu nombre completo.- le sacude el hombro este elefante.-Angie, déjame comer. - le pide al sentirla pegada a su brazo. - 

 

-Ah… -exclama comprendiendo por fin la pregunta.-Mi nombre.. - mira al techo inhalando sorprendido por su estupidez. - Soy ¡Polly, por un carajo!- grita al tener a esa ave pegada al cuello con ese pico bien fijo a su piel. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya son diez años más

 

 

 

 

 

 

Huele a manzanas. 

-Dime tu nombre de una vez.-

El perro abre y cierra los ojos observando al oficial frente a él.

-¿Que hace un primor como tu colgado de cabeza?- pregunta con la voz arrastrada por la resaca y el alcohol en su cerebro. 

-Yo no estoy colgado de los pies. - le reclama este oficial con los puños en la cadera. - 

El perro mueve la cabeza para ver su propio estado. 

Descubre que se encuentra sobre un árbol con el saco del uniforme atrapado en las ramas y esa bebida barata unas ramas arriba de él. 

-Mi chica… No la… ¡Cariño, no te hagas la dificil! - arrastra el cuerpo por las ramas aunque vuelva a estirarse de golpe por su incapacidad para sujetarse de las ramas y alcanzar la botella. 

-Oye. - le reclama el oficial viéndolo roncar nuevamente con el hocico abierto y esa baba saliendo de entre los colmillos. -¡Despierta, borracho asqueroso!- le grita pateando su brazo. 

Este mantiene el cuerpo lánguido sobre las ramas. 

El guardia retrocede frustrado. 

-Todos los lugares decidiste hacer esto en mi maldito horario. - rasca su cabeza emplumada. Como una paloma ya era difícil conseguir un trabajo en el banco del gobierno, ahora también debía enfrentarse a un ebrio antes de que su supervisor lo viera y le castigará. 

Inhala tomando la porra de su uniforme para sacarlo del lugar. 

-¡Tu quisiste esto, borracho!- voltea listo para golpearlo hasta sacarlo del jardín. Deteniéndose por un solo problema.-¿Dónde?- pregunta confundido por la ausencia de este tipo antes colgado en el árbol de manzanas. 

Mira alrededor confundido. 

Sacudido ṕor la espalda al ser abrazado por el cuello. 

Siente y huele claro ese aliento lleno de alcohol sobre su rostro. 

-Me encantan los suavecitos, me hundo mejor cuando no hay tanto estorbo. - murmura sujetando su ropa. Comienza a tirar de las prendas arrancando el uniforme aun con el guardia desierto. 

Este comienza a luchar, intentando gritar antes de que le cubriera la boca con una prenda al tenerlo bien sujetando. 

-Eres muy bonito, ese pico es muy agradable y pequeño, ¿Puedes comer normalmente o picas todo antes de llevártelo a la boca? Porque si lo lleno y se rompiera me sentiría culpable.- pregunta y tira del cinturón. - Al menos ya estás más quieto, no te preocupes. No te darás cuenta de nada de lo que te haré.- escucha este último reclamo ahogado, sonriendo al verlo caer por el químico en esa prenda. - Bien. - lo arrastra para tirarlo por encima de la reja metálica. 

El mayor de los golpes vino al caer del otro lado sobre tierra seca. 

Mira a esa jabalí y al ave acercarse para recoger al guardia dormido. 

-Polly, el uniforme es muy pequeño para mí. Debes entrar. - le aclara apuntando a la paloma. 

El pollo baja las cejas. 

-Estas loco, yo no-

-Christian nos espera. - interrumpe la chica. 

Para frustración del ave la chica le sujeta y gira lanzadololo en alto. 

Aguantando un grito prepara las piernas para aterrizar en el suelo de césped espeso y verde. 

El contraste es tan claro como la noche del día una vez se encuentra dentro del terreno verde. 

Aquella tierra árida del exterior y este frescor húmedo son muy distintos a pesar de estar en el mismo amanecer. 

Del lado de la hierba el rocío cubre las plantas, del otro lado no hay una sola gota en la superficie de tierra seca o arena. 

-Voy adelante. - les avisa con hombros firmes. - No la cagues Polly. - le advierte alejándose en una carrera rápida.

El pollo bufa elevando las plumas de su copete. 

-Mujer de poca fe, te tragaras tus palabras como la manzana¡Mierda!- mira feo al perro que le pegó en la cabeza con una manzana agria del suelo. 

-No uses así el discurso, ese es para chantajear al jurado. - el perro le regaña y entrega la ropa en sus manos. 

-Aun cruzaré contigo, deberás llevarme afuera por el exterior para que crean que estás apartado por esto.- 

El ave toma el uniforme para desvestirse, cambiando su ropa roída por este uniforme oscuro. 

 

El cruzar este edificio es pasar por el exterior, con el perro por delante con el pollo apuntando con la macana para llevarlo a la salida trasera del complejo. 

Frente a ellos y a los costados se elevan grandes muros de color bnlanco, parecidos a un partenion concavbo por su grandeza. 

En el interior es visible un gentío de trajes elegantes y pasos seguros entre risas o seriedad acompañada por murmullos. 

No hay conversaciones demasiado audibles, solo movimientos y sus gestos leves entre sonrisas confiadas podrían ser actos imperceptibles de no ser parte del disfraz que debían tomar para este movimiento. 

-Creo que Christian ya entró.-murmura el ave. 

-¿Lo viste?-

-No, la guardia nacional está entrando. - 

Giran observando a esos soldados de uniformes opacos, grises y marrones como la tierra que habitaban. Caminando detrás de un hombre con más medallas que espacio en esos uniformes. 

-Hobie…-

-Debemos seguir adelante.- inhala mirando al pasto del lugar.-Vamos a la puerta, rápido. - vuelve al camino para dejar este espacio atrás. 

 

A sus espaldas el grupo militar sube por las escaleras sin dejar de vigilar el entorno. 

Dejando al elefante a un lado en las escaleras con ese uniforme de limpieza sobre su cuerpo, mantiene la cabeza baja con un cepillo para lavar un escalón superior. 

-Este será un buen lugar para la reunión con el embajador.-  

-Solo espero que no sea un cobarde, los Humanos siempre causan problemas cuando llegan a este lugar.-

Pasan por su lado sin siquiera mirarlo. 

Chris no levanta la cabeza ni cuando se van, se mantiene agachado hasta terminar con este escalón. Sube enderezandose a medias para llevar el cubo de agua y jabón a un punto fuera de la vista entre las oficinas. 

Siempre con la cabeza y hombros bajos, como si fuera a borrar su existencia en un momento. 

Entra a una oficina llena de escritorios, tomando la basura de estos en un solo bote, saliendo con restos de comida en un plato dejado por alguien que no le mira ni una vez al cumplir con su trabajo cada uno. 

Abandona un objeto en el fondo, esperando a que se active. 

Ninguno debe existir en el mundo del otro. 

sigue su camino , mirando por una ventana de paso al exterior. 

Puede ver un carro de basura a unos metros recogiendo los desechos del instituto escolar junto a este lugar. 

Dejando que algo lo detenga con la visión de esa escuela superior brillando con su simpleza. 

Toma un traṕo para limpiar el cristal por haberse mantenido demasiado tiempo quieto. Sigue adelante por este pasillo a ese almacén de limpieza. 

Todo en silencio. 

Observa el camino recogiendo las bolas de papel y pasando el trapeador rápido por el suelo en su camino. Deja el letrero de suelo mojado en esta parte del lugar. 

Al fin llega al almacén. 

En este espacio cerrado voltea el bote con la basura recolectada, sacando una nota doblada de entre los pedazos de pan mordido. 

Memoriza el número, tirando esta nota al agua para disolver la evidencia, sigue adelante con un rostro pálido. 

De entre la basura desempolva un paquete antes al fondo del bote, tirando de su uniforme de limpieza para desvestirse. Cambiando a este traje oscuro con una corbata brillante en hilos dorados y fondo de satin rojo. 

-Mierda. - suspira mirando esta cosa que le parece demasiado vistosa, debía ser una obvia elección de ese perro y su gusto por las cosas brillantes. 

Ya vestido cambia los zapatos viejos por unos de vestir ilustrados por él mismo durante la noche. 

Inhala y deja este almacén al escuchar el camino libre. 

Sus pasos no van directamente a la zona con personas, entra al baño mirando al espejo. 

Abre el grifo y espera a escuchar aquella señal. 

Un minuto. 

Dos minutos. 

Tres minutos. 

Estallan. 

Los gritos de los pasillos hacen claro que inició el trabajo. 

Deja el baño con una carrera nerviosa. 

-¿Qué está pasando?- pregunta empujando a un oficinista. 

-Alguien tiró una colilla de cigarro y se encendió la basura.-

-¿Enserio? No pensaba que el cigarro fuera tan malo para la salud. -

 La mujer ríe al escucharlo.

-Que bromista, todos saben que es bueno para el intestino. - lo empuja con el codo. 

Él usa este impulso para lo siguiente. 

Topar con un encargado que no tardó en quejarse. 

 

En el primer piso, más bien el sótano, la figura del guarda exterior entra a una zona cubierta de rejas metálicas. Pasillos extensos de cajas con números por nombre. 

-¿Por qué tengo que ser yo el de esta parte?- suspira encargándose de abrir las puertas, entrando para abrir las cajas con una palanca escondida en su espalda. 

-¡¿Quién está ahí?!-

Polly sujeta su copete por un segundo ante un último ataque de desesperación y reticencia contra lo que tendría que hacer y antes era el papel de ese desvergonzado perro. 

Mira las cajas y su contenido con las cejas fruncidas. 

-Dios, solo suéltame.- pide abriendo el uniforme para el siguiente paso. 

 

Este guardia, mayor y con un rango superior, avanza por los pasillos con la linterna por delante. 

Viendo primero que nada una sola figura en el pasillo. 

Es lento pero su boca se abre en una exclamación. 

-¡¡Con que era uno de ustedes, bastardos infelices!!- grita viendo ese movimiento de espaldas. 

El descubierto guardia gira a medias ocultando lo que hacía con esa prenda robada de los cambiadores femeninos. 

-¡No puedo creer que te descubriera hoy y de día! ¡¡En plena paja!!- ríe burlándose de su cabeza baja. 

El joven sube sus pantalones, de los cuales antes brotaba una cola de pollo cambiando de plumas amarillas a un color cercano al dorado oxidado.

Acercándose le apunta con la linterna. 

-Debes darme gracias de que no reportare esto.- le apunta riendo ya a su encuentro. 

El ave baja la cabeza avergonzada, dejando en su espalda la prenda que antes usaba para darse placer en esta oscuridad.

-Él dijo que no vendría nadie. - 

Este oso lo mira riéndose. 

-No quieres que te despidan, ¿Verdad?- 

El ave por dentro aguanta tres cúmulos de vómito al mover la cabeza en silencio. 

Ese movimiento avergonzado hace al mayor animarse. 

El oso baja la cabeza mirando esos ojos esquivos en una rendija, tomando el pico entre sus garras. Acaricia el dorso sin resistencia. 

El pollo por dentro vomita, grita y se dispara en la cabeza con tal de volarse el pico. 

Este oso no puede abrir su pico como deseaba al retirar su mano por el paso de alguien por la puerta. 

-Aquí la gente pasa muy seguido, ven.- lo sujeta por el cuello para caminar a la siguiente planta. 

La figura que dejaron atrás baja en silencio observando cómo siguen ese camino. 

El oso al final del pasillo cambia los números de la reja de hierro con una llave, bajando y subiendo la clave del candado en el interior de la pared ya abierta esa puerta con la llave. 

Al fondo el elefante que bajó con ese traje observa con detenimiento cómo se mueve ese brazo para recordarlo. Su boca se presiona en una línea al ver cómo este hombre empuja al ave al interior ya tirando de su ropa en una innegable emoción. 

El elefante corre a detener la primer puerta para evitar que se cierre. Batallando unos segundos con una cinta adhesiva para cubrir la rendija y evitar que se cierre con ellos dentro. 

Mueve los números hasta encontrar la clave

-¡¡Hermano!!- gritó entrando. 

Un cúmulo de plumas en el aire y un oso en el suelo con más de veinte jeringas en el cuello son su bienvenida . 

Aquel pollo eleva los brazos con el uniforme revuelto y la cresta en rojo con esas plumas en su cabeza tan arriba como todas en su cuello y hombros. 

-Lo licuamos. - exclama el elefante viendo esas jeringas 

-Me lamió… - murmura limpiando su pico con ambas manos. - El asqueroso me lamió. - busca algo con qué limpiarse, encontrando una botella de vino grande y bien tapado. Corre a abrirla con el pico y derramarla para lavar el dorso del picó. 

-Era solo una aguja … Polly. - eleva y baja los hombros. -¿Por qué estás tú aquí? Deberías estar Hobie.- no puede hacer más que preguntar eso a sabiendas que Polly en su vida podría noquear sin hacer ruido a este oso sin usar estas jeringas. 

-No era de su talla el uniforme.- rasca el cuello para rearmarse y recuperarse a medias del ánimo que ese tipo le puso a la situación. 

Christian pasa sobre el oso que derrama sangre por los oídos al estar licuando su sangre con las drogas. 

-Al menos le gustaste. - le consuela a medias al estar concentrado en las cajas de esta segunda bodega. 

-«Al menos le gustaste»- remeda limpiándose con fuerza. 

-¿Esto es real?- pregunta al aire antes de abrir las cajas. 

-Lo de afuera solo era arena con tierra pintada. - mira a esta dirección esperando la respuesta del elefante. 

Este le mira rápido al abrir el saco. 

Del interior saca una cajetilla de metal donde deberian haber puros, abre esta rebelando unos cilindros de color oscuro. 

Eleva estos a contraluz comprobando su color marrón. De la misma caja extrae una navaja concava, abriendo un agujero en el saco para conseguri algunos granso de color rosa. 

Suspira abried el cilindro, dentro coloca algunos granos de color rosa. 

Espera observando a través de la luz como este polvo se disuelve. 

El líquido dentro cambia de marrón a transparente frente a sus ojos. 

-Este es el descontaminante.- aclara rapando el saco para cerrar ese agujero. 

El ave le entrega otro polvo de color azul. 

Lo toma en una pequeña cantidad para el cilindro. 

Este líquido transparente no cambia, solo se vuelve más brillante al caer al fondo aquellos residuos que antes eran imperceptibles. 

-Este es el desintoxicante.- observa el líquido por unos segundos. 

-¡No te lo tomes!-grita el ave aunque es tarde, lo ve llevarse ese líquido a la boca y conservarlo en el interior por un minuto completo. 

-Es seguro. - lo escupe en una esquina. -Vuelve y dile a Hobart que es ahora. - mira al oso. - Déjame a tu enamorado. - 

No es tan descarado ni animado como Hobart que reiría y aplaudiría al mofarse, es tan serio que parece ser una declaración formal. 

-Vete al carajo. - limpia una última vez su pico y deja esta habitación analizando el camino. 

Al salir de la segunda sección de bodegas todo parece haberse echado a perder. 

 

Cayendo en una sensación helada, extraña como entrar a una iglesia con música para un funeral donde dolientes lloran mientras canta y aun así, es silencioso. 

Solo el sonido de pasos suaves y ligeros. 

Retrocede observando desde el suelo como esta reunión toma sentido con la presencia de un séquito de soldados extranjeros. 

Soldados a cada lado de la gran construcción observan criaturas extrañas, una perturbación en sus mentes que les hace ver a estas cosas sin pelo como algo perturbador. 

Piernas alargadas, cabezas pequeñas sobre hombros largos y un cuerpo comprimido y calvo con uñas pequeñas que transparentan la carne suave como las patas de un recién nacido su sangre que no ocultan sus pocas gotas de sangre. 

Todos resguardando el camino de tres filas de criaturas más pequeñas con piel suave, muy delicada a la vista.  

-Esos son humanos.-

-¿Porque les tienen tanto miedo si son tan bajitos?-

Era una pregunta que le comienza a rondar por la cabeza. 

Mira a otro oficinista presente con la cabeza abajo como signo de respeto. 

Aunque Polly no entiende a qué deben respetar.

Estos humanos suben las escaleras que son de alguna forma tan grandes que necesitan levantar más de la mitad de sus piernas para subirlas. 

Juega con la percepción de las criaturas presentes y la comparativa con los menores en sus hogares. 

Suspira mirando de vuelta al pasillo. Ahora con la duda de si sería conveniente hacer hoy el golpe cuando todo apuntaba a mal. 

Hobart seguramente pensaría en otro plan. 

Quizas asi seria de no haber estallado todo el flanco sur de la construcción. 

Sus pies tropiezan al regresar a las bodegas, cerrando su paso por las puertas. Arranca la cinta y cierra mirando al elegante cargar junto a la chica rosa los sacos de color rosa y azul en el viejo vehiculo que consiguieron. 

-¡¡Muévete pollo!!-le grita la chica levantando sola dos sacos en el hombro. 

Polly toma uno por uno para lanzar los. 

Todo estaba mal. 

Todo debería ser diferente, se suponía que sería en silencio pero escucha más pronto de lo deseado los disparos desde el segundo piso. 

-¡¡Lo que tenemos sirve, ya vámonos!!- les llama el perro desde el volante. Posición que él debería tener pero Hobart y él cambiaron. 

Seguramente Hobart no hubiera tenido que seducir al guardia, con acercarse lo hubiera reducido pero él es consciente de sus fuerzas y estas no le darían cuerda para enfrentar a un oso con casi el triple de peso que él en el cuerpo. 

Sube, mirando al elefante llevar el cuerpo del oso. 

-¡¡Nos están rodeando!! ¡¡¿A dónde debemos ir?!!- cuestiona a gritos. 

En lo alto es visible la sorpresa de los guardias al ver a dos de ellos juntos en esta escapada. 

El perro desde adentro no hace amago de participar en la jugada del elefante, solo acelera dejando atrás el polvo. 

la chica en el techo enciende un par de botellas de cristal, tirandolas al cambio viable ṕar los siguientes vehículos.

La tierra seca no tarda en encenderse por la basura atrapada dentro, desde restos de hojarasca a los aceites de otros vehiculo, todo ardiendo ya acabando con la ilusión de exclusividad en estas paredes blancas con el humo negro. 

Con el infierno que niegan detrás de esas paredes. 

Con el rastro de las vidas sometidas al castigo de sus decisiones egoístas. 

Estallando las rejas con los trapos amarrados durante las vueltas de la chica sobre el vehículo. 

-¡¡¡El agua es de todos, hijos puta!!!- ruge ella lanzando la última botella con un giro de látigo de todos su cuerpo. 

Esta botella viaja frente a todos. 

Llegando a lo más alto para estrellarse contra el edificio inmaculado. 

Quemando la corona de la palmera en ese jardín. 

-¡¡Eso, dilo más alto!!- anima el perro, al mismo tiempo que hace señas al pollo para que la baje del techo y se quite del rango de tiro. 

 

 

 

La ciudad de tierra y cemento consumida por el sol es dejada atrás por este vehículo. Uno diferente, viejo y destartalado al contrario de aquel que usaron al inicio. 

El viaje es por un camino dentro de las espesas ramas de espinas que son movidas por cuerdas unidas a escondites en un punto lejano del centro de esta ciudad. 

Entran a este campo de espinas entre el cansancio y la frustración acumulada por el sol abrasador del día. 

-Rápido, la ropa. - les apura el elefante al tierra esa ropa fina en una bolsa. 

Los cuatro se desvisten dejando esa ropa en la misma bolsa. 

La chica deja la falda para volver a unos pantalones y prendas masculinas, atando el corto cabello bajo la gorra de tela. 

-Ustedes salieron vivos. - 

Esa voz viene de un costado. 

Los cuatro miran a cada uno de los manejantes del escondite salir uno por uno. 

-No pensé que lo lograrían.- declara uno de estos con los ojos pegados a los 15 sacos del auto. Retrocede al ver ese cadáver sobre los sacos. 

El perro bufa elevando los brazos apenas con los pantalones puestos al acercarse a estos sin dudas. 

-Están frente a un trabajo bien hecho, debe ser algo raro para ti ¿Tu jefe sabe siquiera cómo se ve algo bien hecho?- mira de lado al cadáver, inhala dejando entrar la calma para seguir adelante con su monólogo malvado. 

Aunque es interrumpido. 

-¡Deja de apuntarte la verga, me molesta!- gruñe este cocodrilo desviando la mirada al auto con una mano arriba y no tener que verle un segundo extra. 

-Los ojos ven lo que quieren ver. - sonríe empujando al lagarto, ganándose un empujón de vuelta al bajar su mirada por esas piernas gruesas y firmes.

-No se porque debes ser tan raro.-

El perro hace oídos sordos a la queja del lagarto. 

 -Vamos a dividirlo, antes de que nos alcancen deben llegar a un lugar diferente o su maldito olor atraerá a los sabuesos.- mira al grupo apartado. - Muevanse, deben ser doscientos cada uno, ¿Trajeron la grava con hiedras?-

-Está en los autos. -

Los quince presentes dividen está tonelada entre los siete transportes para retirarse con su parte.

Cubierta con hierbas y tierra, un poco de basura de vehículos, así han disfrazado de basura estos sacos tan necesarios para sus propios hogares. 

El extra se va en quienes hicieron el trabajo sucio. 

Dejando atrás este lugar de encuentro. Con esas ropas enterradas bajo lodo y un cuerpo bajo hierbas secas. 

 

 

Sus noches son abiertas. 

Hay un cielo estrellado, oscuro pero tan cargado de luces como ilusiones creciendo en esta tierra cubierta por el dolor. 

No están cerca de la frontera pero las columnas de humo y el fulgor de las fábricas del país azul es posible de ver desde este punto alto en las montañas. 

Esas gigantescas fábricas. 

-Ya no quiero manejar. - 

-Chica, haz tu parte. - le responde Polly acostado sobre la tierra que oculta los sacos. 

-Me duele el culo. - reclama después de cinco horas sentada en el mismo lugar y con las sacudidas del camino lleno de piedras. 

El pollo patea al elefante dormido a un lado. 

-Christian. Hazte responsable. - le apunta al medio dormido joven al interior del vehículo. 

-Porfavor, como si él tuviera con qué. - ríe el perro en el segundo asiento del frente. Tomándose la libertad de burlarse por la simpleza de haber sido el primero en manejar. 

-¡Christian, van a manejar!- le llama la chica frenando. 

El tope de esto hace volar el capot frente a los cuatro. 

Observando el humo salir de. El motor con varias tuercas disparadas fuera del auto. 

La noche pierde la luna, dejándolos con la única luz de las fábricas alejadas de ellos con estrellas que solo guían el camino. 

-Angie, bájate. - ordena el perro con el humor por el suelo.

-Hobie…-

-El motor es de hace treinta años, el carro es reconstruido, era inevitable. - murmura para calmarse y calmar a la chica a su lado. - Por Favor, baja.-

Angie junta las pezuñas observando el camino oscuro. 

-No quería hacer eso. - murmura con la voz rota. - Hobie… - 

-Solo bajate y toma un saco, caminaremos el resto del camino.- toma la botella de combustible bajo su asiento. - Christian, saca la gasolina, no les dejaremos nada a los carroñeros. - 

Bajan para seguir a pie por las montañas.

La fábrica que brilla al fondo solo se queda ahí , indiferente a ellos como todas las construcciones hacen con la vida que les rodea. 

 

 

El amanecer golpea con un sol abrasador desde el primer segundo de su llegada. 

El calor llena sus cuerpos como ollas de sangre hirviendo. 

-¡Quiero un helado de mango!- chilla el pollo con los ojos húmedos por el ardor de la tierra elevada por esa caliente brisa de verano. 

Caminan cada vez más doblados. 

Suspirando fuera de sí al ver ese pueblo en sus ojos. 

Aceleran para llegar. 

-¡¡Chicos!! ¡¡¡Si volvieron!!!- gritan algunas voces al verlos. 

A su encuentro no viene un grupo de niños. 

Llega la mayoría de los residentes de esta zona, celebrando. 

-¡Ay, mi amor, al fin te veo! - gerita el perro corriendo dudar en soltar el saco que abandona en brazos de un hombre que se dobla por su peso. - ¡¡Mi vida!!-

Los presentes pasan de la sorpresa a la burla o en sí mismo la alegría al verlo tan feliz como para mover la cola a la llegada de una joven de rojo. 

Atrapando una voluptuosa figura de curvas pronunciadas entre sus manos. 

-¡¡Hobie, al menos agarra el maldito tarro!!- grita Christrian con una botella de agua. 

El perro ha tomado el barril en la bandeja de la osa roja para verter el licor helado en su garganta, cayendo al suelo con esta bebida llenando su estómago. 

-No te preocupes, esta no tiene alcohol. - le aclara la osa abrazándolo en el suelo. 

-Hola, Mary. - saluda sin soltar el barril de doce litros en su otro brazo. 

-Que bueno que estén bien todos. - suspira apartándose con una mano en la nariz.-Bañate, apestas.-

 Hobart le sonríe mostrando los colmillos. 

-Gracias por cuidar el lugar hasta que volviéramos.-

La joven sonríe de vuelta, pon ien dose de pie en una carretera.

-Ustedes deberían ir a la casa de Don Victor. - 

El perro mira a esa liebre preocupada y al camino de tierra. 

-Chris, debes ir a la granja, necesitan un cirujano. - 

El elefante que apenas recibía un plato en manos mueve la cabeza de la comida a la chica.

-Vamos. - 

El perro deja su lugar en la tierra. 

-Angie y Polinecio, se encargaran de esto. - 

El pollo y la jabalí con esos platos de fruta picada suspiran tomando la palabra. 

-¡Todos preparen los carros, para esto debemos sellar el ojo o el componente se esparcirá sin limpiar el agua!-

 

 

El perro acompaña al elefante en su viaje al exterior contrario del pueblo. Pasando los canales contaminados conectados con los lagos perdidos en la frontera, suben un monte para llegar a la finca sacudida por un desastre. 

-No se como voy aguantar esto. - murmura el elefante temblando con lo poco que lograron conseguir en el camino. 

Caminan entre los árboles de manzanas, unas piezas tan resecas como olvidadas por su sin sabor áspero y arenoso a causa de las raíces que se alimentaron de la toxina en los ríos. 

-¡No quiero mas de esto, ya no quiero esto!-

Los tres paraban su carrera con esos gritos. 

-Por una mierda… - suspiró la chica con los brazos sobre sus hombros en un acto nervioso ante lo que parece inminente. 

Avanzan lentamente a ese lugar. Una casa en este terreno. 

A su llegada es para la salida de un perro erizado. 

Este no tarda en verlos, gruñendo en una negativa feroz. 

-Ustedes deben llegar ayer… - les gruñe mirándolos con un odio que arde, parecía escurrir con sus lágrimas.-¡¡¡Debieron estar aquí , debieron llegar a tiempo!!!-

Hobart detiene el hocico de este perro que no dudó en lanzar una mordida contra el elefante tan tenso como sus hombros. 

-No tenemos, Christian no tiene forma de controlar esto. No en algo como esto, no hay forma de que lo supiéramos. - lo retiene avanzando hacia esa casa. 

El Elefante lo sigue con la cabeza baja, mirando a la osa adelantarse con una premura visible. 

En el interior la peste a hierro, las botellas de licor y la poca medicina disponible son parte de la escena de terror. 

Con un muirvcielago de espeso pelo negro en la cama de cobijas, abrieron. 

La caja abdominal completamente abierta con el filo de un cuchillo que visiblemente separó los órganos por la desesperación de quien blandiera el filo. 

El elefante eleva los hombros, inhala pesado con la imagen de un paciente destrozado en su ausencia. 

El perro que deseaba morder ahora solo solloza en el suelo. 

-Pude salvar al niño pero él no lo logró, ya no soportaba más el dolor. - 

La cabeza de Christian gira con fuerza, abriendo con rencor sus ojos hacia la mujer en la habitación. 

Ella carga al bebe cubierto de mantas, acercando con paso lento. Delatando sin vergüenza su actuación con ese mandil cubierto de rojo hasta el pecho y rostro. 

–Es un niño muy lindo. - muestra al cachorro de grandes pero pequeñas orejas en sus brazos. 

El elefante no contiene más su horror. 

-Lo cortaste como si fuera otra de tus carnicerías. - reclama Christian. 

Esta mujer mueve la nariz ofendida. 

-Era ninguno o mi nieto, no había otra elección. - 

-Para la cesárea sólo se necesitan treinta o cuarenta centímetros… - mira el torso abierto.-Lo mataste, por completo lo mataste.- 

Ella no tarda en responder. 

-¡Pues seré yo la doctora! ¡¿Acaso podía hacer algo mejor que esto?!- chilla pisando el suelo furiosa con los dientes expuestos.- ¡Ustedes son los únicos y me dejaron con estas cosas! ¡¡Yo sola con esta maldición en mi casa!!- mira al cachorro en sus brazos, sacudiendo la cabeza frustrada.-¿Por qué lloras? ¡Esto es el fruto de tu necedad y tu estupidez! ¡Asi que tomalo y déjame en paz!- lo gritó tirando de echado fuera de sus brazos al crío. 

El padre no se mueve, se cubre para no enfrentar la situación entre gritos. 

La chica sale adelante estrellándose con el suelo al atraparlo antes de que llegara al piso. 

El perro la ayuda a ponerse de pie con un brazo en su cintura, revisa la situación con las orejas bajas y dientes tensos. 

-¿No vas a decir nada de cómo tu madre ha tratado a tu hijo?- pregunta arrastrando la voz entre los colmillos. 

Este mueve la cabeza con la mirada en el suelo, limpia su nariz con esas manos llenas de sangre seca. 

-Llevense a esa cosa… Esa cosa mató a mi Louis. - murmura cansado de todo. 

El pero voltea con los otros dos.

Pueden ver a esa mujer buscando una cubeta con agua para limpiar, tan ensimismada en su tarea que no ṕrecia haber estado tan alterada hace unos segundos. 

Mira al cuerpo. 

Un sentimiento cargado con la impotencia le llena con la visión de esta soledad sangrienta. 

-Lleva el cuerpo a la funeraria, ya hablaremos con ellos sobre esto.- le presiona la cabeza al perro. Retrocede cansado de la peste a sangre atrapada en su nariz.-Ya vamonos.- se dirige a los dos afuera siendo el último en salir. 

La sangre les sigue. 

Viene del cachorro cubierto de esta con más de esa sustancia de los vientres que no entiende pero puede escuchar a Christian preparando en susurros aquello que harían al volver a la casa. 

Su viaje da una vuelta por la fuente de agua en la clínica del pueblo. 

-Así que esa cosa logró nacer. - anuncian las enfermeras. No son cirujanas y menos se atreverían a tocar un procedimiento tan peligroso y normalmente fatídico como una cesárea en un ambiente tóxico como el de este pueblo cruzado por las toxinas en el agua y aéreas. -¿Y sus padres?-

El silencio responde con esos rostros serios. 

Sin más preguntas sobre este tema comienzan a lavarlo en una habitación donde el agua estaba controlada por un par de trastos. 

Las cejas de Hobart se vuelven una línea conforme el cobro aumentaba por el agua desṕerdiciada por el llanto del cachorro. 

El cobro se efectúa y van a casa. 

Ese orfanato del que nunca pudieron salir con alguna familia por más de una razón.

-Es todo lo que no quería que pasara. - murmura Mary al sentarse con esa cría en brazos a las puertas. 

Como si descansar fuera de este edificio fuera a evitar que la vida lo tragara como otro huérfano más a la lista de tantas desgracias posibles día a día para su situación ya retorcida. 

El elefante lleva la cabeza a sus patas. 

-Debimos llegar antes. - 

-El cuerpo, la sangre y todo ahí, es de ayer,- 

La cabeza de los dos baja. 

-Duglas deja su casa cada tres días por dos días para asegurarse de que la siembra esté completa y salvo de problemas… - inhala profundo.-Esa sangre que ella estaba barriendo, debería salir fácil si fuera hoy que se derramara, su suelo es de piedra lisa de río y cemento suavizado. - 

-Hobart… - 

-Debemos… - piensa en silencio.-Debemos tener a este engendro lejos de ella. - mira al cachorro con las cejas fruncidas. - Creí que sería más feo con esa mezcla rara de padres. - 

Mary observa al perro y levantando al cachorro, lo deja en sus brazos. 

Hobart abre el hocico impresionado. 

Tiene un bebé o una bomba activa en brazos en ambas ocasionarian esa cara de ojos tan abiertos que sus escleróticas blancas son visibles. 

Mira al cachorro y este lo mira a él. 

Ladra. Lo mira. 

Puja y da las gracias.

Lo levanta apartandolo de sí a tiempo ṕara evitar que ese torrente acuático se libere en sus rodillas. 

Esperan. 

Miran por al menos 60 segundos como esto no termina de liberar la vejiga. 

-Chris. - lo llama la chica con las cejas arriba. 

-Es normal, está drenando. Su primeras evaluaciones serán como salidas de un cuento de terror. En el vientre nadan en líquido, mucho de este aún permanece dentro de sus órganos después del nacimiento y tardan 24 horas… - 

La cara del elefante pasa de la risa al entendimiento. 

La teoría era una verdad que el cachorro ya estaba dejando en claro. 

Ya pasó un día desde su nacimiento. 

Era imposible que pudieran ayudar. 

-Yo seré quién la castigue.- decide en voz alta la osa. 

 

 

 

Dejar al nuevo miembro del orfanato. 

Pasar por el ojo de agua contaminado y ahora sellado para dar tiempo a los químicos para limpiarlo. 

Volver a casa con Pedro. 

 

Hombros arriba y una sonrisa esperan en ese portón alto y lleno de guardias. 

Los mismos guardias que antes vigilaban el orfanato ya se han desvinculado y regresado a sus puestos en este rancho cubierto de plantas comestibles. 

Derrochando el uso del agua extraída de sistemas de agua de parte del propio dinero del jefe de esta zona. 

-Hobart. - 

Su boca se abre sonriendo a este joven. 

-Hola cariño, vine a ver a tu tío. - 

-Deja de darme asco. - 

-No. - sonríe abrazando al joven. - Hablo con los adultos y luego juego contigo. - 

El mapache lo empuja frustrado.

-Ve con mi padre, él tiene algo que hablar contigo.- 

Después de saludar al sobrino sube las escaleras de esta casa, entre macetas con plantas relucientes y el sonido de una fuente de agua a unos metros en el jardín. Las tres cosas no pudieron ahogar las palabras que acabaron con su insulsa y falsa paz. 

 

 

-La guerra comenzó.- 

Las palabras que ese lobo de pelaje terroso son claras, como la bebida en su copa. 

Un trago de agua más allá de lo normal, un agua mineral que burbujea con su pureza frente al agua común del perro rojizo. 

Sus orejas se sacuden al escucharlo. 

-No hubo anuncios. ¿Cómo es que estamos en guerra?- pregunta perdido. 

-Al parecer el país azul se estaba extendiendo con sus fábricas.- voltea el reto de su trago en un plato en la mesa. - Los soldados de la frontera recibieron órdenes de atacar y destruir esa fábrica invasora con armas, mataron a todos sin un solo sobreviviente.-mira al perro. - Esa es la historia oficial y seguramente sabes porque no es posible. - 

-La fábrica ha operado sin problemas desde hace diez años.- 

Incluso viniendo aquí la vio funcionando sin problemas por la noche, era imposible que la atacaran como decían los recuentos oficiales. 

Si alguien lo sabe son ellos. Quienes viven ahogándose en las toxinas y la suciedad del agua que deberían poder consumir. 

-Hice parte de mi negocio vendiendo el pase al agua pero eso ya no será posible por tu intervención.- suspira llevando la cabeza al dorso de su puño.-Es por una razón. - 

-Vaya, creí que el amor de un cuñado. - 

El lobo exhala molesto, rendido a las bromas de este perro de tierra. 

-Mi hijo es débil… Y yo no quiero ser quien lo vea morir, no es natural que las cosas sean de esa forma.-

-Entonces… - Inhala mirando la comida. - Deberé ir yo en su lugar. - 

-No.- suspira llenando su pecho con el agotamiento.-Vas a matar a mi hijo y unirte como un criminal, de esa forma podrás conseguir el control de tu sección con más velocidad.- 

Hobart baja la cabeza. 

-Quiero ver a Pedro, después decidiré qué hacer.- 

 

 

Tras diez minutos de revisarse para no llevar más que un pantalón y su ropa superior se le da permiso de entrar a la sala de la casa donde este hombre estaba recluido por su seguridad. 

-Pedro. - lo llama en la puerta antes de avanzar mirando cada una de las tres habitaciones cubiertas de un cuerpo fuerte unido con presión y calor a las paredes para evitar que el hombre se lastimara a sí mismo durante su estadía en solitario. 

De una habitación es posible ver una cabeza de orejas puntiagudas moverse de un lado para verlo. 

-Hola. - saluda levantando una mano cubierta de colores variados. Sin peso o reclamos, solo un saludo casual tan natural como haberse visto apenas la tarde de ayer. 

-Hola. - responde ese saludo avanzando más seguro a su encuentro. - Debes ser un gran día porque vine a verte, cariño mío.- saluda mirando la pintura. - Sigo viendo a un tipo feo en ese cuadro. - 

-Eras tú, has perdido encanto.- señala al cachorro en esa pintura. Haciendo algo tan frívolo como mirar un lado de la calle con expresión aburrida.-Ahora pareces un punk.- lo pica con un dedo lleno de pintura azul. 

Hace años usó las garras para cortarse parte del cuello, hoy solo tiene los nudillos suaves después del trabajo quirúrgico que hizo su familia y se volvió más sencillo cuidar de Pedro. 

-Estoy en camino a ser vino añejo.- toma parte de las acuarelas para probarlas. - Sabe a verduras. - 

-Es masa de arroz con colorante. - le aclara mirando el tinte en la imagen. - Estoy cansado. - murmura cambiando de lugar para ir con la pintura que ya estaba en su punto para el retoque.-Por Favor mocoso, te faltan cuarenta años más para eso. - responde por fin al comentario del perro. 

-Pedro, hay otra guerra. - le comparte con la voz tenue.

-Las guerras se repiten. - respondió sin mirarlo.-Nunca terminan, solo dan pausa al fuego. - 

Esta vez la pintura no es de Hobart sino un cuadro de sus amigos a quienes trae una vez cada año para no causarle pesadillas a Pedro. 

Hace un año lo visitan con trece, quince, diecisiete, y 12 años. 

El estirón en ese cuadro le muestra la enorme diferencia entre sus amigos de ese día y el presente. 

Cuando antes Angie le llegaba al pecho y ahora ya alcanza su hombro, Mary era pequeña y hoy casi lo alcanza o Christian que ya está dos cabezas más arriba de él.

Solo Polly ha tenido estos problemas para crecer. 

-Me van a reclutar, será obligatorio para todos.- miente por ahora. 

El hombre deja de pintar con el rostro pálido. 

-Mejor suicidate. - 

El perro sonríe estirando las piernas en el sofá. 

-No tengo permitido morir, me necesitan todavía. - 

-En ese lugar nadie es necesitado, se acaba todo.- toma una gran bocanada. - Si el enemigo te atrapa te tortura, te volan y te hacen perder todo valor personal… Y si no les tienes información te harán todo eso por diversión.- 

El perro escucha observando a este gato lleno de cicatrices, la falta de una pata y una necesidad fuerte por acabar con su propia vida. Todo por algo que no les cuenta pero puede sospechar que sucedió en su propia guerra. 

-Esta vez somos aliados de los humanos. - le comparte esta información con hombros bajos. - 

El gato presiona la mano en el cuadro. 

-No vayas a la guerra, cortate la mano… Solo… No vayas. -- pide en voz baja para contener el horror de esta información destructiva. - Te harán daño. - 

El perro dobla las rodillas para recargar los antebrazos. 

-¿Recuerdas que yo no vivía contigo los primeros años?- le señala esta memoria. 

El gato bufa recargando la frente en la pintura. 

-Vi a muchos niños que no tuvieron mi suerte morir de hambre y sed. - mira a la ventana.-Es fácil ignorarlos pero tú no me ignoraste, me salvaste. - 

-Vas a matar más niños de los que salves. - advierte arrastrando sus dedos sobre la pintura. - Los verás pudriéndose con caras de dolor en el suelo como basura, verás niñas… Bebés ultrajados y a demonios sobre cadáveres…. Sobre ti. - respira con esfuerzo. - No vayas a ese lugar , Hobart no vayas niño imbécil.- 

El perro junta los puños, las manos hasta relajar los nervios crecientes. 

-Asi como tu me salvaste a mi, yo debo ir antes de que envíen a otros niños.- 

El gato golpea la pintura, usa el sofá para sujetarse y girar, enfrentándolo. 

-¡¡Las guerras no son cuestión de honor de un mierdero heroísmo, Hobart!! ¡¡¡Es aquello que está ahí solo dinero, números y ganancias!!! ¡Nadie saldrá ganando de esto!- sacude sus hombros sujetándolo con fiereza. Sus ojos están llenos de esa desesperación que humedece las esquinas y moja las mejillas del gato erizado. Llorando por adelantado la muerte del perro.-¡¡Mírame, mírame!! Yo daría todo.. Por nunca haber ido a ese campo… - toma su rostro entre las manos, entre los nudillos que le han dejado por ser tan débil como para intentar escapar de esta vida una y otra vez.- Daría todo por ser aquel que murió en el campo… Solo quiero… Que no sea real y despertar.- sujeta sus sombras, deslizándose al suelo, atrapado en un brazo. 

El perro inhala el olor a pintura natural, las limpieza de este espacio apartado. La calidez del gato viejo y la fragilidad de sus huesos expuestos por el desgaste muscular. 

-Señor, eres muy valiente.- murmuró cerrando por completo el abrazo. 

El hombre muestra los colmillos quebrados con un sollozo ahogado. 

-No quiero que te hagan daño hermanito. - sujeta al perro en un abrazo fuerte como puede. 

-Qué forma tan bonita de rechazarme. - 

-Eres un hediondo, hueles a leche y galletas. No eres más que un mocoso para mi.- acariciaba sus orejas con curiosidad. - Eres mi mejor amigo. - 

 

Al despedirse del jefe de la casa solo le quedan tres días para este juego. 

No vuelve al orfanato. Se dirige al ojo de agua de este pueblo. 

Las luces de las personas resguardando son visibles desde mucho antes de llegar a este. 

Busca en la oscuridad la única linterna apartada en las rocas más altas de este secreto. 

-Angie. - se anuncia acercándose a la joven de rostro entristecido en la oscuridad. 

La chica le da una mirada y vuelve a vigilar el agua. 

Pueden ver como el metal tóxico se divide en la superficie pero no los libera del trabajo, estas burbujas de metano atrapadas por la suciedad que esa fábrica deja salir y muy tarde notaron, se elevan.

Suben y los candiles no dejan de arder uno por uno, consumen los contaminantes aéreos. 

-Dios… - la chica baja la cabeza cubriéndose el rostro.-Esto apesta. - 

-Si… Recuerdo que hace años me bañaba en esa agua. - 

-Si no nos hubieran encerrado en el orfanato, hubiéramos enfermado. - cierra un abrazo sobre sí misma.-Espero que sea suficiente para todo el lago.-

-Hasta las siguientes lluvias, cuando ese río vuelva a contaminar, debe haber de este polvo para mantenernos a salvo. - 

Una humareda de gas eleva la flama por encima de todo el ojo de agua. 

-Dime qué fue eso.- exige el perro mirando el fuego

-No fue nada. - 

-Siempre eres seria, completas el trabajo y gustas de manejar ¿Que ha pasado?- pregunta directamente.-No creas que estoy enojado pero no podemos solucionar algo de lo que no hablamos. - 

-Esto no debería hablarlo contigo. - 

-¿Y con quien vas a hablar? ¿Con Christian o Mary? Polly también está ahí. - 

-Con nadie. - gruñe sujetándose la cabeza.- Yo… - Llena su pecho con una gran bocanada. - Voy a - 

-¡Dios mío estás embarazada! ¡No, dios!- retrocede levantándose del suelo con los brazos arriba en una exclamación horrorizada. -¡¡¿Chris es el padre?!! ¡¡Ese maldito va tener que sudar sangre para conseguirles una buena vida!! - pisa el suelo molesto cual padre condenado a ser abuelo. 

Angie le pateó desde el suelo la pierna para devolverlo al piso. 

-No estoy embarazada imbécil.- le reclama sujetando sus orejas y mandíbula para arrastrarlo boca abajo a su regazo. 

Algo de cariño rudo al acariciarlo tan fuerte como para tirar de su piel en cada movimiento que arrastra sus cejas y párpados casi abriendo sus ojos el doble. 

No comenzó una confesión. Solo estaban ahí, juntos. 

Juntos hasta que llegó el amanecer y el agua es probada por un descansado Christian con más de la mitad del pueblo como testigo. 

 

Colocaron una mesa de madera al centro, sobre la cual se colocaron tres tubos de agua diferentes. 

El elefante junto a la osa comienzan con la prueba. 

Toman cinco ranas. Una por una fueron metidas a fracos pequeños en silencio. 

El agua marrón de los cúmulos contaminados alrededor del pueblo fueron los primeros. 

No era una sorpresa ver a la rana morir al contacto con esta agua al ser metida en ésta. 

Pasan al segundo, tratado con los productos que más de uno ya conoce cómo hervir el agua y filtrar con arenas. 

Esta vez la rana sólo tarda tres minutos en retorcerse de dolor por la cantidad de sales y metal en el agua. 

La sacan para comprobar las quemaduras que muchas personas sufren diariamente al trabajar con esta agua en los campos usando esta agua contaminada al no haber más.  

-Siempre detesto esta parte. - murmura Polly tan atento a la escena como todos los pueblerinos del lugar.

-Se ve cruel pero no hay otra forma de convencer a las personas que no saben leer o no conocen otro idioma aparte de su dialecto.- se lo recuerda el perro colocando un brazo sobre sus hombros. 

El tercer frasco era agua tratada con cloro y hervida. 

La rana se mueve en el agua con incomodidad, resultando en su muerte lenta al hundirse frente a todos. 

El último frasco es llenado frente a las personas directamente del ojo de agua que fue ignorado desde hacía diez años por su insalvable estado. 

La rana se resiste pero es introducida de igual forma al agua. 

Observan cómo patalea, gira y queda quieta con las cuatro extremidades estiradas. 

Esperan. 

Esperan media hora para sacarla. 

Revisar su estado y hacer el anuncio. 

-El agua es buena. - apuntan el agua con los pulgares de la osa en alto. 

Las personas miran al agua pensando. 

La resṕuesta llega al entender el gesto y la felicidad de quienes sí hablan el idioma. 

Tienen el agua de regreso. 

-Los nuevos trabajos serán detener las inundaciones de la siguiente temporada con barricadas que armaremos para evitar el lodo contaminadas. - 

-Todos juntos vamos a proteger nuestro hogar pero será con todos, nadie se quedará atrás y así sea una piedra cada día por cada uno, cuando llegue el momento podremos decir que todo estará bien porque todos estuvimos ahí cuando se hizo esta defensa.-

-No volveremos a ser el desierto. - 

-No seremos más el basurero de nadie. - 

Las personas que entienden a la osa que habla alto, tan relajada como sería, no pueden evitar juntar las manos para aplaudir con esta emoción creciente. 

Con el agua devuelta. 

El perro entre las personas y otros homólogos, se une al festejo con aplausos. 

Mira directamente a la chica joven pero alta en ese espacio abierto, tan confiada como precavida al enfrentarse a este pueblo como la vocera del grupo. 

No es brutal como la chica rosa, es tan seria como amable y altiva. 

-Creo que ella estará bien.. - suspira subiendo los brazos al aplaudir, así fuera su trabajo es solo Maruy quién logró mover a las personas mas débiles para tomar la fuerza de moverse. 

Desde las costureras que hicieron el disfraz de Christian y ahora festejan a los hombres que les enseñaron a arreglar un vehículo antiguo. 

Nadie con esos conocimientos olvidados se hubiera unido de no ser por Mary teniendo la paciencia que él no para ir un paso más lento cada vez. 

 

 

-¿Por qué tienes que ir?-

-Porque quiero ir.- toma la bolsa de ropa en su hombro. 

-No deberías ir allá, seguramente sabrán que tu estuviste en el robó. 

-Saben de un ebrio de mediana edad, no de un mocoso con periquita. - muestra su cuello con ese collar que Mary le dio como su primer trofeo de costura a los nueve. 

La osa toma el collar. 

-No quiero que te hagan daño. - 

El perro le toma las manos. 

-Nadie me hara daño si piensas en mi. - la rodea en un abrazo. - Mary, estás creciendo demasiado rápido. - la sacude agitándola hasta hacerla enojar. 

-¡No soy globo!- le reclama empujándolo.

El perro le mira riéndose apartado de ella. 

-Cuida de este lugar hasta que yo pueda regresar con billetes. - 

La osa sujeta su hocico usando las dos garras. 

-Solo piensa en regresar.- 

 

 

Este equipaje que fingió llevar lo entrega a los hombres del hermano de Pedro. 

-Cuando pase un mes cobrenle a Christioan por esto para que valga la pena que lo guardarán. - les da esta instrucción para que no lo robaran o lo desechen. 

No cuando dentro estaban sus razones para hacer esto. 

El joven de la familia le mira con las cejas fruncidas. 

-¿Crees que soy un cobarde por esto?-

-Si, tu padre te cree un cobarde, por algo no te quejas. - 

La cara del joven lobo se torna oscura por esa respuesta descarada. - 

-Cuando me vaya Pedro se quedara muy solo, intenta hacerle ruido con música o pon un gallinero, lo que sea que no lo deje solo con sus pensamientos. - 

-Podrías decirme que lo visite.-

-Te da miedo, por eso no te lo pido.- 

El lobo ya no discute., baja la cabeza al ser abrazado. 

-Si no encuentro a alguien, te cojo como pago. - lo deja ir riendose en su cara. 

 

 

Fue llevado por un carabinero pagado que se dirigió directamente al centro de reclutamiento. 

Muy distinto a lo que esperaba no le dieron una paliza al llegar sino solo fue recibido con frialdad, dividido de otros reclutas y llevado a un centro más apartado. 

El entrenamiento fue despertar temprano, correr, usar armas y combate. 

 

-No puede ser que gastara un mes de mi vida en esto. - murmura en otro viaje. 

-¿No se supone que el entrenamiento es de seis meses?- responde una voz de tantas en este camión

-Cuanto antes empecemos, más rápido terminaremos. - 

-Al menos no nos han rapado. - 

 

 

 

El viaje los lleva a la frontera donde reciben una misión. 

Si. 

Una maldita misión con solo un mes de entrenamiento. 

Hobart pasa su mirada de la ropa en la maleta que le entregan a las figuras de los generales de zona.

Sentados en un semicírculo dentro de un salón oscuro, con esta ropa en sus manos y muchos más documentos por leer de lo que la mayoría de los presentes leyó alguna vez. 

-...en ese lugar hay muchos secretos, tantos que podríamos morir buscandolos y es exactamente lo que muchos hombres antes de ustedes hicieron. - golpea la pantalla de tela blanca. Un rostro taciturno con el uniforme del ejército se rebela frente a todos. - Él es Orion Chance, un compañero que fungió como espía por ocho años consecutivos. Su muerte se confirma en los centros de interrogación del enemigo hace siete años pero su misión fue cumplida desde mucho antes. - mira a los nuevos soldados.-Nuestros enemigos atacaron una base vacía, y nos dio la oportunidad de robar sus secretos, cada una de sus armas están siendo estudiadas y eso nos ha traído una ventaja por encima de ellos.- apunta la pantalla donde es cambiada la imagen del perro grande por una fila de soldados azules apilados en el suelo uno por uno boca abajo.-Tenemos su inteligencia dominada, solo les queda perder en un tiempo calculado de tres años.-

Hobart revisa la ropa en su caja. 

-Los que tengan uniformes en sus equipos serán llevados a un campamento de entrenamiento especial, el resto manténgase en la habitación.-

-Vamos linduras, es hora de conocer a su novio. - 

El perro ve a cada uno ser llevado, quedando solo él y otros cuatro soldados. 

-Ustedes tendrán una misión muy importante y esperamos que puedan estar al nivel de quienes les precedieron. - 

Hobart mira la fotografía de aquel perro entre las apiladas sobre su costado para mostrar el avance de la misión. 

Abriendo un problema que no puede hablar con nadie en este espacio por su poca relación o confianza en ellos. 

¿Por qué la fábrica aún funciona si se encuentra dentro del territorio recuperado por las fuerzas armadas? 

 

 

 

Es Hobart Black, un huérfano desde los cinco años, criado a medias por el orfanato y las calles. 

Una persona que apenas tuvo capacidad para estudiar en alguna primaria sin ser sacado a patadas por los maestros cuando les rompiera la vara que usaban contra los niños malos. 

Es bueno contando, no es bueno leyendo en voz alta si le piden que piense en lo que está diciendo. 

-Eres Barney Blink, vas a la universidad de la capital como un pasante al servicio del profesor June, no conoces a nadie y saliste para conocer el lugar. - mira al soldado que no parece muy contento con esa información. -¿Qué pasa?-

-Me daria un tiro en la pierna antes que presentarme como Barnie y en la cabeza si debo ser Blink.- 

La cara de su líder es un claro no a ambas opciones. 

-Sea sincero, ¿Usted le daría la mano a un tal Blink?-

-Es lo que hay, así que haz lo que puedas. - a su espalda entran otras personas cubiertas por ropa muy diferente a ellos. 

Elegantes, pulcros y hasta bonitos por su pelaje suave y lustroso. 

-Estos serán sus compañeros.- 

 

 

 

Él no pensó que este país fuera tan.. Brillante. 

Al bajar del tren lo primero que pudo ver fue agua. 

Agua en una fuente donde todos pasan sin mirarla. 

Acercándose a esta fuente junto a sus tres compañeros que no hacen más que fingir una conversación letrada con una persona que los recibe.

Él es un perro. 

Sus dos compañeros también lo son y eso los hace únicos en kilómetros. 

Solo interrumpió ese patrón con la visión de una persona en el suelo de su camino. 

Una perra huesuda, débil y comida por las infecciones venéreas sobre abultada piel que apenas puede ocultar las cicatrices de los gusanos que alguna vez la comieron con vida. Tan sola como un pedazo de basura de las tantas que son arrojadas a su alrededor. 

-No la mires. - le recuerda un compañero mucho más bajo con esas orejas cubiertas por espesas orejas de rubio manzano y blanco. 

Hobart sujeta la mochila en su hombro y avanza mirando al camino con las cejas tensas para no fruncir las cejas , fingiendo que siente fascinación y no este sentimiento que comienza a arder. 

No es un gran título el que le dieron, solo el empleado de este perro enano y de cabellera envidiable que nunca en su perra vida vio en el pueblo. 

Definitivamente era un can de ciudad. 

Es una agrura interna y no física, no hay nada dentro de su esófago.

 

Llegan a un lugar de comida. Entrando rápido y tomando una mesa vacía. 

Observa como piden comida y esperan. Sus ojos van por el lugar. 

Puede ver a esa gata mayor cocinando o llevando otros platos a distintas mesas con una chica que parece estar feliz de no ser esta su ubicación actual. 

La coneja le mira directamente al pasar por su lado con una bandeja de platos. 

Los dos se dan cuenta de estas miradas, desviando sus ojos al mismo tiempo con lentitud que no esperaban fuese de esa manera. 

La comida es entregada. 

El olor fue la condena. 

Comida que le hace lamert el plato para frustración de sus compañeros. 

Ni siquiera podía decir lo que era pero entre la carne y la salsa espesa o las papas guisadas, todo fue un hechizo. 

-¡Señora, dígame que quien hizo esto tiene una hija!- pide riendo al terminar con gusto. 

Las caras llenas de molestia por su mera existencia no mejoran al escucharlo y menos hacer un comentario tan atrevido a la señora del lugar.

-Mi hijo ya está comprometido y no tengo hijas, es una lastima.- Su tono es frío, no comparte la algarabía del perro pero responde en vez de ignorarlo. 

Eso era algo que no esperaba, llegando a su rostro la tristeza. 

-Fingiré que no me ha roto el corazón, señora. - lamenta recargando la cabeza en el dorso del puño. 

 

 

 

 

 

 

 

Tres años  

 

 

 

No le gusta a los gatos ni a los conejos. 

Pero están obsesionados con sus huesos. 

Lo puede saber por la mirada de una de las profesoras de esta universidad que suelen venir a ver a su compañero que finge, o no tanto, ser capaz de estar a la altura con sus conocimientos , un maestro de radio y comunicaciones. 

Esta mujer es más baja de lo normal, al ser un anfibio de colores. 

Esta voltea pero vuelve a mirar su cuello. 

-Deberías vestir acorde con la etiqueta de la universidad. - le advierte volteandose indignada. 

El perro frunce el ceño tomando su mano raṕido. 

-Toca, tocame bien. - le exige haciendo que esa palma tenga contacto con su cabeza. - Dígame que no soy alguien a quien se muere por tener entre sus piernas, que no se moja cuando me tiene cerca.- 

La rana abre los ojos cubriéndose de rojo todo su rostro. 

-Estoy casada.- 

El perro cierra la distancia colocando la nariz helada sobre la tela del cuello alto de la mujer. 

-Dígame que no para que no se descubra la excusa. - 

La mujer entre la vergüenza y la reticencia sonríe debilitándose su negativa con una sonrisa. Superada después de semanas por la tensión que le generaba este joven ṕor mese de estas palabras a escondidas, de su amabilidad y su calor que cada vez le llena con más fuerza en sus sueños. 

-En mi almacén-

-¡Barney, deja a la profesora en paz!- le reclama “El maestro” presentándose frente a ellos. 

La mujer recupera la comṕostura, aceptando los libros que se suponía venía a pedir prestados. 

Una vez solos vuelven a sentarse cada uno en un escritorio. 

-Deberías dejar de jugar, cada vez se te nota mas que le tienes miedo a las mujeres. - lo acusa el perro llevando tras su hombro la cabellera excesiva de sus orejas

-No me gustan sexualmente, eso pasa.- 

-No parece eso. - 

-Porque no suelo demostrar lo que siento. - toma un libro del montón. -Nos largamos mañana, solo necesitamos esa bitácora. - 

Su compañero suspira, mueve la cabeza fijando la mirada en el escritorio del perro rojizo. 

-Mejor da una vuelta, yo me encargo de la profesora. - 

-No se a que te refieres. - 

-Que te largues, ella y yo si tenemos algo bueno. - 

El joven mira a la puerta. 

-Está casada. - 

-Pues no me importa.- responde mostrando sus pequeños colmillos  

-Eres un asco, un completo asco. - le acusa al escucharlo tan decidido a estar con una persona casada. 

-Tu estabas convenciendo. - 

-Pero no es serio. - 

-Lárgate o cuando te cases me encargaré de que todo esto lo sepa tu esposa. -

Hobart abandona el escritorio. 

-Yo seré un imbécil pero tu eres asqueroso. - 

El shitzu ya no lo niega. 

-Como sea, vete.-

Hobart toma su abrigo para dejar la sala de este lugar. 

La universidad a la que se agregaron como profesor y asistente es una reconocida por el control de la iglesia al contrario de otras con las marcas del rey en las paredes y relojes como la que es visible a unos kilómetros. 

Llevan tres años vigilando el lado religioso de este país, las creencias y supersticiones. 

Su moral ligada a los libros que consideraban sagrados. 

Cosa que lo lleva a detenerse frente a la fuente del parque cercano a esta escuela, a todo al ser el centro de la ciudad. 

-Se ve muy limpia. -farfulla acercándose para sacar unas cuantas basuras de la superficie de esta fuente. Mira alrededor donde es posible que vea unas cuantas ramas. 

Las toma para limpiar el fondo sin entrar y mojarse los pantalones.

A su lado se acumula esta basura de botellas y bolas de nuevo material plástico.

-Otra vez tu, perro feo. - 

El can mira a un lado. 

Es una agente de policía con esa prominente barriga por delante. 

Hobart bufa volviendo a limpiar. 

-Me gusta la fuente, no sé porque la ensucian.- podría quejarse por horas sobre el desperdicio de agua pero eso sólo delata sus carencias pasadas y siendo alguien con estudios, era obvio que no sufriría de sed en su vida.-Me da asco como huele el agua contaminada, deben contratar a más limpiadores. -

-Hay cuarenta tabernas en la ciudad y tu solo vienes aquí a ṕerder el tiempo ¿Porque eres tan raro con estas cosas?-

-Me gustan las fuentes. - toma la basura acumulada para llevarla a los botes de basura cercanos. - También cuando las chicas se quitan los zapatos y entran al agua después de la iglesia, ¿No es agradable?- le pregunta riendo para distraer al oficial. 

Este gran gato horizontal comienza a reírse moviendo los espesos bigotes bajo su rosácea nariz. 

-¡A los únicos que vi sacarse las botas ha sido a un par de borrachos!- lo sacude al tenerlo cerca.-Ya deja esa tontería y portate como un muchacho normal, ve al bar y deja de perder tu tiempo con los libros o solo encontrarás chicas con las que casarte. - 

-Empezando por su mujer. - 

Este gato golpea su cabeza con la pata entre risas. 

-Dios nos libre, esa gata no me deja entrar a casa si huelo a otras.-

El perro repite su risa como una grabadora, dejando que el gato lo lleve a empujones y risas a un local en las afueras del parque. 

En este lugar los perros no son bienvenidos, puede que en pocos lugares les toleren pero al encargado le cuesta accionar cuando es con un policía que entra. 

-Oficial, buenas tardes… - saluda mirando sus placas. 

A su lado el perro saluda pasando por su lado para internarse a este lugar por curiosidad. 

Tal vez no dure demasiado tiempo dentro pero lo recorre para ver más allá de la universidad y sus emblemas religiosos o los adultos que son serios o bastante secos. 

Camina pensando en estos jóvenes. 

Como algunos conejos brillantes bailando en la pista. Eran muy diferentes a los niños en su hogar. 

Con rostros magullados o el pelo seco y áspero como el suyo antes de estos tres años. 

Llega a la barra de la segunda sala abierta. 

Observa la cola de un conejo en el suelo. 

No. 

Solo es un conejo asustado a un gato grande en vertical. 

Usando unos zapatos que ve más como armas blancas y un vestido similar a las libélulas que solo volvió a ver al llegar a este país,

Si fuera solo amarilla le creería una abeja pero es verde, en más de un tono, una coneja tan risueña como Angie. 

-Cuando vuelva me asesinara. - suspira pensando en esa chica linda, en sus ojos juzgones y esa forma brusca de golpear cuando estaba emocionada de cualquier forma. 

Les observa sonriendo y más que nada a la chica que parece tan ruidosa como animada al pellizcar, golpear y morder de pronto al gato que le huye o ríe empujándola. 

Decide acercarse. 

-Oye, libélula ¿Quieres bailar?- inmediatamente después de hablar su boca se siente estúpida. Debio decir otra cosa pero solo podia pensar en ese insecto flaco y tan amarillo como verde. 

-No. - responde la chica con una ganada mirada de recelo. 

El perro sonríe cambiando al gato por tanta vergüenza como dignidad apaleada por su estupidez. 

-¿Y tú gatito? ¿Quieres bailar?- le pregunta sonriendo para que lo rechacen y escaparse con la cola entre las patas. 

Todo en su interior da vueltas como un reloj de arena que por fin empieza a derramarse y no está tirado sin propósito en el suelo. 

-Si, claro. - le dice este felino que es tan alto como lo vio de lejos. 

Su aliento se salta una exhalación ahogándose con el corazón acelerado. 

Viendo el mundo tan lento como una fotografía. 

Solo perdiéndose en esos ojos brillantes que lo miran desde arriba con esa sonrisa engreída bajo una nariz oscura y suave. No es el primer gato púrpura que conoce aunque sea de lejos pero si la primera persona que lo enmudece y hace temblar sus manos al tomarlo. 

No se siente capaz de soltarlo. 

Le lleva a la pista moviéndose ambos con sus giros, tan nervioso que no escucha la música, solo siente la vibración y esa mirada cargada de una emoción diferente. 

Siente que de hablar comienza a tartamudear, todo está dando vueltas. 

Puede perderse si no lo sujeta, si no toma en sus brazos esta única salvación. 

Solo conducir a oscuras en las montañas le había hecho sentir así de perdido a sabiendas del abismo de un lado y la posible barranca del otro, conduciendo el auto viejo sin luces con solo la luna como su guía lejana. Estaba siendo muy estupido al aventurarse a esa aventura pero lo hizo y lo volvería a hacer. 

Porque sería la única forma de escapar de una tanda de idiotas que buscaban al ladrón y porque era lo correcto.  

-¿Qué estás haciendo?-le increpa ese gato con una de esas garras en el cuello del perro. 

Inhala para no trabarse pero siente que su voz suena estúpida al responder. Todo en él es estupido justo ahora. 

-Conduzco a un choque sin precedentes o a un viaje inolvidable. - sujeta a esa cintura encontrando la textura de un pelaje suave y dentro hay una piel tan caliente como para quemarlo. 

Este lo empuja riendo, él vuelve como un perro perdido en el camino al encontrar a su salvador. 

Inhala ese aroma. 

Exhala una sensación tan cómoda como feliz al tomar sus manos. 

Es girar, saltar y moverse por la pista con algunos borrones de colores que debían ser otras personas. 

Solo le veo. 

Lo escucha. 

-¿Por qué no me has mandado al carajo?- pregunta buscando en esos ojos una respuesta. 

El gato abre la boca sonriendo con esa simpleza similar a una pieza de arte recién traída a la vida. 

-Eres bonito. - 

Las orejas del perro se sienten calientes al ser respondida su pregunta. 

Llenando de una vergüenza tan espesa su pecho como de alegría vanidosa a su ya inflado ego de perro callejero. 

Los dos salieron en silencio al jardín. 

-Te desapareces en la noche. - 

-Qué forma de halagarme. - le responde el gato en las pequeñas escaleras de piedra.-Estoy seguro que a ti no te verian ni con lámparas. - 

-Tienes razón, me desaparezco muy fácil. - 

Al tomar asiento juntos en el jardín una parte de sí le presiona para iniciar la conversación o morir en el intento. 

-Trabajo en la universidad este ¿Que tal tú?-

-En la universidad pero acabaré mis estudios en tres meses. - 

La idea de verlo como alguien letrado no le sorprende pero si emociona. 

-Ya lo esperaba, un estudioso.-

-Tu también lo eres, por eso trabajas en el lugar. - 

-Si, así debería ser. - repasa las mentiras que debe contar. -Me aburre mi trabajo pero es agradable el sueldo. - es sincero. Detesta su papel lleno de documentos que no le dan ganancias sino dolores de cabeza y estudiantes con demasiado ego, valga la hipocresía, reclamando por sus calificaciones cada día sin falta. -En realidad tengo que volver a casa mañana.- confiesa su retirada para acabar con las esperanzas de sí mismo y dejar ir el absurdo. 

-¿Volverás para la próxima primavera?- pregunta el felino con una mirada que Hobart no termina de entender. 

Sonriendo al encontrar una excusa creciendo dentro de esta mentira.

-Ski, volveré. - 

El gato sonríe recargándose en la baranda. 

El perro tiene que llevarse parte de la botella de licor oculta en su saco para mantenerse sereno, no caer en los nervios ni tartamudear o hacer lo que su estupid cabeza le está pidiendo hacer:

Contar su vida real. 

Explicarle porque no pueden aferrarse a una mentira para lo que estuviera pasando justo ahora. 

El gato frunce el ceño mirando al perro y la bebida. 

-Es sin alcohol. - le aclara mostrando la bebida.- 

En este momento eran ellos dos, cansados y sudados, sentados en el jardín de este lugar con la música de fondo. 

-Me encanta el gris, sobre todo en las rocas. - 

-No deberías beber tanto.- le apunta sin creerle. 

E pero no gusta de ser ignorado cuando explicaba algo

-Y tú no deberías mirarme tanto allá abajo.- lo acusa de algo que no estaba tan seguro de que fuera verdad pero era por ahora lo único que tenía para atacar la falta de fe. 

La cara del gato se vuelve roja, sujetándose el hocico. 

El mismo perro traga pesado al descubrir la verdad detrás de ese gesto. 

También el gato gusta de él. 

-Háblame de tus estudios. - lo pide sonriendo más nervioso ahora que se siente presionado a no hacer de las suyas y arruinar su poca credibilidad. - Aunque si quieres podemos hablar de un nudo.- 

es un imbécil, uno grande. 

-¿Qué nudos?- pregunta ese gato con las orejas arriba.

Hobart cierra con fuerza el puño sobre la bebida que tuvo que rebuscar para no sentirse solo en estos tres años, solo pensando en reconectarse con su hogar. 

-Así como ustedes tienen espinas, nosotros-

El gato le interrumpe con una sacudida y esa cola tan esponjosa que casi parecía un arma de espinas. 

-No, no quiero saber nada de eso. - niega con la cara roja. 

El perro cierra la distancia entre ellos. Puede ver en esos ojos algo que brilla, parece estar divirtiéndose al negar lo. 

Como si en realidad estuviera mintiendo. 

Claro, algo le decía que seguramente su cerebro estaba involucrándose y haciéndole ver señales donde no las hay pero también estaba su corazón desesperado por conectarse con el gato. 

El gato lleva las manos a su espalda, alejando esas garras que le llamaban tanto como esa boca y la lengua que no para de asomarse y relamerse como si ya se hubiera comido a más de una presa. 

En esos ojos encuentra aún más belleza. 

Ese brillante tono en las iris ocultas por su brillo. 

-Tienes ojos violetas. Es increíble, creí que eran blancos.- 

Lleva lentamente las manos a los costados del gato. 

Su cabeza se llena de calor al ser atrapado, sintiendo en la piel las puntas de unas garras afiladas y su boca sonriente. 

-Es inclinado, en realidad no se nota tanto en la luz.- lo dice el gato relajando el rostro como una flor que se cierra por la noche. 

De golpe esas orejas se levantan y su rostro se vuelve rojo. 

-Es increíble. - suspira después de ver todo tan cerca, de sentir ese aliento arder hasta perderse por un suspiro avergonzado. 

El gato mueve los dedos en su rostro, encontrando puntos que Hobart no sabía que se sentían tan bien bajo las orejas. 

-¿Qué es increíble?- pregunta con esa mirada confusa. 

Su confesión escapa con la sed que lo está ahogando. 

-Me estas haciendo sentir ebrio, sin una copa en toda la noche.- suspira mirando su rostro.-Eres demasiado alto, demasiado hermoso… - sus ojos escapan de la vergüenza que se da al escucharse escupir estos halagos baratos ahora que debería estar luciéndose con mejores palabras para alguien que lo tiene tan perdido. Aunque desde mañana se tendrían que ir de este lugar.- Debe ser un castigo divino, conocerte hoy.-sin control cae en su deseo. Cerrando la distancia con sus manos sobre esa cadera, internándose en su calor para buscar sus labios a ciegas. 

Como una caricia o la misma fe respondiendo a las ilusiones a oscuras puede encontrarlo o más bien es atrapado por sus garras. 

Este gato lo aprieta entre las rodillas y frota su cuerpo con un movimiento que solo es un golpe más para hacerlo enloquecer y gritar emocionado por dentro. 

Besando y buscando ese cuello como su boca. 

Tira de la ropa inferior, puede sentir como las garras del gato buscan ir por su cuello, por los botones que tiemblan entre sus manos 

-¡Theodore!- 

Un golpe doble impacta contra su cabeza y la de el gato. 

Es la libélula, la cual se comienza a concentrar solamente en él. 

–¡Su-el-ta-lo!- 

El perro lo libera cubriéndose la cabeza con los brazos.

Era lo correcto pero no puede evitar sentirse frustrado al perder la oportunidad de seguir adelante con todo sobre el gatito que ahora tiembla arreglándose la ropa. 

-¡Vamos, amiga, era un juego!- huye de la chica y como con sus hermanas, es suficiente para que lo siga aun mas enojada. 

Debía ser cosa de chicas el ensañarse con los que huyen. 

Correr de ella lo hace reír, recordando la persecución sorpresiva de Angie o Mary cuando las hartaba. 

Esta chica termina de perseguirlo al notar que se estaba divirtiendo más de lo que se podía desquitar. Volviendo sobre sus pasos con los brazos cruzados para interponerse entre ellos como si fuera la guardiana del gato que apenas está enderezando. 

-Debemos irnos. - advierte sin dejar de vigilarlos.

El no le agrada y es un barco que no puede tomar. 

La chica sujeta al gato arrastrándolo a la salida del jardín. 

-Claro, fue un gusto conocerlos, chicos. - se despide mirándolos caminar a la salida. 

Este perro inhala, exhalando agotado. 

Sus sonrisa sigue ahí. Con un puño que sube a su cabeza para poder sacar esa mirada tan… Provocadora de su mente. 

Para librarse de la desesperación que le hace sentir al perder esta oportunidad. 

No había forma que por sí solo pudiera volver a este país y abandonar a su familia. 

Debía dejarlo ir.

Abrir las mandíbulas y soltar la correa que no le pertenece. 

Es como si estuviera apunto de comer algo demasiado bueno para él, algo que no merece pero está frente a su nariz como una condena. 

Un plato completo de lo que siempre ha probado solo los huesos.

-Dime rápido. - 

Voltea para ver al gato que regresó en una carrera acelerada para su propio cuerpo agitado, ta, balenadose como si fuera una cacería extensa la que estaba enfrentando. 

-¿Que es el nudo?-

El perro abre la boca sorprendido, su sonrisa sale de nuevo. 

La vergüenza es grande, no esperaba recibir esa pregunta justo ahora. 

-Hay una respuesta biológica y otra que me gusta, ¿Cuál te interesa?- le pregunta. 

Es tan grande como esas horribles consecuencias que ya vio más de una vez entre sus conocidos. 

Lo que sucede cuando se confían. 

Cuando el nudo lo arruina todo. 

- Dime la que te gusta. - le pide sonriendo este gato que no puede ver cuánto deseaba decirle que era una condena, la traición. 

La muerte. 

Este perro cierra la distancia elevando una mano con la palma expuesta. 

El gato tarda en responder, colocando su propia mano en la contraria. 

-Cuando eso ocurre, quedamos vulnerables por cinco minutos y muchos son cobardes y se colocan en la espalda, yo pienso diferente.- lleva la garra del gato a su cuello, una acción que solo puede llenar de emoción. Buscando perder la vida por su mano. -Pienso que de frente cuando no puedo pensar. Lo que más deseo es tener este tipo de garras rondando mis arterias. - presiona sus uñas sobre su propia piel.-Quiero saber que podría matarme pero prefiere quedarse conmigo, esos minutos… Cuando sea un inutil, quiero saber que esa persona puede elegir desecharme pero me prefiera.- desea tanto encontrar sus boca, unirse. - Que prefiera ese tiempo conmigo. - sus anhelos escapan patéticos, sinceros e ingenuos. - Creo que quiero darte esa oportunidad a ti. - 

La oportunidad de matarlo. 

Un suspiro escapa de su boca al ver esa garra ir por su cabeza y tomar una de sus orejas.

Lo acaricia haciendo que su estúpida cola se mueva de gusto por las cosquillas en su cuerpo 

-Tienes cara de tonto.- libera su pelaje bajando el brazo. -¿De verdad volveras la siguiente primavera?-

Otra vez esa opción.

Responde dejando salir su anhelo. 

-Claro, volveré y ahora con una razón de verdad. - 

 

 

 

 

-No le dije mi nombre. - suspira en el camino de regreso. 

Pisa un par de piedritas mientras camina con las manos en los bolsillos. 

Puede ver el portón de la escuela a unos metros. 

-¡Lo hice por nosotros! ¡Porque podemos tener una familia!- 

Detiene sus pasos fuera del portón. 

Asomando la cabeza desde el suelo para no ser descubierto. 

Su cabeza se llena de problemas al ver a su compañero tirado en el suelo. 

Cubierto de sangre desde los brazos al cuerpo. 

-No, mierda…- cierra los puños reconociendo el patrón de salpicaduras desde sus brazos. 

-¡No tenias porque matar a mi esposa, no tenias porque hacerlo! ¡¡Eres un sucio perro traidor!!- 

Hobart deja el suelo para correr por el perímetro. 

-¡Tendremos un hijo! ¡No la necesitas! ¡Solo quedate conmigo!- ruega desde el suelo al gran borrego de cuernos doblados. 

Hobart trepa las paredes con enredaderas para volver por la bitácora y los otros documentos que necesitaban. 

Antes de entrar por la ventana puede escuchar un último grito del perro.

Junto a más de una docena de tiros consecutivos por una sola arma. 

No mira atrás. Entra para recuperar todo de los escondites. 

Incluida ese libro cubierto de sangre dentro de su armario.

Es esto lo que le detiene. 

Encontrar la bitácora que debería estar en la oficina de esa mujer y no aquí, no cuando ese perro parece haberla asesinado. 

Su cerebro carbura, da vueltas y analiza lo que estaba pasando para comprenderlo. 

Entendiéndolo al repasar la imagen del perro en el suelo. 

Vestido con su ropa aun si las piernas de los pantalones le quedaban como lona suelta y sus mangas colgaran más allá de sus manos por la diferencia de comĺexion entre un callejero rojo y un shitzu.

Sus ojos van a las prendas en su armario. Estaban revueltas y faltaban algunas camisas. 

Mira a su mesa. 

Donde faltan un par de objetos como la navaja con la que dividía hojas y documentos para el corte de impresión. 

-Traidor, en más de una forma. - suspira aceptando la verdad donde su compañero le planeaba culpar de un asesinato. 

Ya tiene demasiados problemas teniendo que escapar de este lugar. 

Toma las cosas para salir por la ventana, sin pensarlo ni retraso, salta por esta para correr el tramo necesario al punto de encuentro. 

Entre las calles medio iluminadas y el peso creciendo en su espalda, corre bajando la cabeza y hombros para ocultarse de la visión. 

En ese restaurante puede ver a la señora gata de otras veces. 

Ella barre la puerta con la mirada baja. 

Él no debe acercarse. 

Inhala, mirando a la calle sola. Exhala. 

Amarra las libretas con una correa antes de volver a su carrera

De paso deja caer estos libros junto al montón de basura que ella había juntado para tirarlo. 

-A los siguientes. - le dice sin detenerse. 

Mo puede saber si ella lo entenderá o si escuchara la instrucción.

Solo sigue su carrera a las afueras de la ciudad donde debería haber un transporte 

 

Ese era el plan de huida. 

No caer al suelo con un agujero de diez centímetros en su carne. 

En el suelo su primera acción es sujetarse la pierna herida, amarrando su corbata por encima de la herida. 

Al ser sujetado por estos tipos puede ver que es un uniforme militar y no el de un policía. 

Sus ojos suben solo para ver cómo esa arma es usada contra su cabeza. 

 

 

 

 

Las cosas que sabe son muy pocas. 

 

Sabe dónde están las bases de entrenamiento y las bodegas exteriores pero no lo que estos tipos preguntan. 

-Deben estar desesperados para que ya estemos en tercera base, linduras. - puede burlarse por ahora. 

No por que este siendo valiente sino para mantenerse cuerdo. 

Estos gatos lo miran en esa silla donde se le ha encadenado. 

-Bajalo.-

Ordena el mayor. 

El perro aprieta la boca pero no logra evitar un alarido al ser recorrido por la electricidad de estos cables. 

 

 

 

En realidad detestaba el sabor amargo del alcohol pero disfrutaba la sensación de alegría que le sigue. 

De niño era lo único que no estaba contaminado pero también había agua traída desde otros lugares. 

Pero si le ponen un garrafón a 50 billetes y una cerveza a cuatro, definitivamente elegiría la cerveza y llevaría el garrafón a casa. 

Lo hizo tanto que el sabor dejó de ser importante y con una lata duraba el día entero sed.

Se trata de las toxinas que el fermentado podía eliminar y muchos lo ignoraban. 

Solo su amigo le habló de esto y lo intentaron en casa con arroz, manzanas y muchas otras frutas. 

Estaban apunto de rendirse cuando esa osa atraviesa la puerta con vasos fríos que parecen una bebida de frutas. 

La tomaron sin pensar y solo el sabor les dijo que era licor. 

Solo con las instrucciones Mary a escondidas hizo su propio trabajo con barriles viejos que enterraban bajo tierra por vergüenza a fallar. 

Logrando que todo saliera bien, mucho mejor que las piezas que Christian mantenía en bodegas. 

Mary los dejó atrás en cuanto dejaron de mirarla. 

Vaya que se siente orgulloso cuando piensa en ella y que ya no lo necesita. 

Quizás recordarla tenga algo que ver con la lata puesta a unos metros de él con esas jeringas vacías. 

-Dinos ya lo que sabes, tienes que pensar en ti. - le habla esta vez con tono tranquilo el gato. 

Ya no hay cables conectados a la silla, solo ellos y esas jeringas. 

el perro baja la cabeza mirando el suelo con las orejas bajas. 

Un par de tachuelas lo han atravesado pero parece que no las cortaran, les es útil que tenga orejas, pueden clavar un par de agujas y como ahora mantenerlas ahí mientras la sangre escurra sin matarlo por lo pequeñas que eran las heridas. 

Duele, son metales que ya infectaron e hicieron que supúrara la infección. En parte se siente sordo con los tímpanos hinchados, escuchándolo a través del agua. 

Inhala manteniendo la boca abierta por el dolor. 

El vaho no para de expandirse por el frío de este lugar. 

-Ya sabes que sabemos que eres un espía, que registramos todo. Que ya no te queda ni uno solo de tus aliados ¿Entonces qué es lo que te detiene de hablar?- 

El perro no lo mira, solo mantiene la cabeza baja. 

-¡¡Dime!! ¡¡Dimelo!!- exige golpeando su cabeza con el puño. 

Este gruñe sin responder-. 

-No sabes nada, ¿Verdad?-

Le señala sujetando su nariz. 

-Dile a tu hija Verónica que seré el quinto cuando tu pueblucho se queme de swed y las ratas se coman a tu nieto.- escupe soltando una mordida al cuello del soldado.

El gato eleva las orejas mostrando los colmillos furioso al evitar por muy poco la mordida, solo perdiendo tiras del uniforme. 

Este inmediatamente toma las jeringas sin pensarlo. 

Arranca las tapas para inyectar estos químicos dentro de su brazo. 

Las agujas raspan sus huesos haciéndolo gruñir, mordiendo estas al quedarse en su brazo para evitar que las volviera a usar para herirlo. 

Exhalando e inhalando agotado, entre temblores y luces. 

Grita sintiendo el fuego subir desde su brazo. 

Duele. 

Claro que arde y hace sus ojos humedecer ya rojos. 

 

 

Él observa sus recuerdos. 

Siempre le fue fácil mirar sus memorias como si fueran algún tipo de cine barato, un pestañeo de recuerdos perdidos. Sangre roja que arde dentro de sus venas como el mismo químico que lo está cocinando vivo. 

Debería estar pensando en su familia pero solo ve un gato. 

No quien lo inyectó ni el que bajó la palanca eléctrica. 

En ese gato púrpura que olía a lavanda y al aceite de una estufa. 

¿Trabajaría en un restaurante? Seguramente cocinaba bien, tenía ese olor sobre su estómago así que debía estar cerca de comida que fuera hervida en aceite. 

Su calor era bueno. 

Quiere volver ahí

Sus ojos van al techo donde el concreto es negro por la humedad. 

Estaba bajo tierra. 

-Oye, perro. - 

Mira a un lado. 

Es una criatura diferente a todo lo que ha tenido cerca. 

Es pequeña y rosa, muy rara. 

-Pelado. - acusa con el ceño fruncido. 

-Soy humano. - le corrige mirando ese rostro de perro demacrado y agotado.-Al parecer estás aquí más tiempo que yo. - le mira a él y esa ropa ya solo como harapos de la cintura para arriba, los pantalones ya dieron adios y solo cubrían parte superior 

-¿Cuánto ha pasado desde julio 14?- pregunta con la cabeza inclinada. 

El humano bufa mirando el techo. 

-Es diciembre 16.-

El perro mira al techo de nuevo. 

-Se han tardado en matarte. - 

-No creo que tarden tanto contigo, nunca hay humanos aquí.- mira al humano de la cabeza a los pies. 

Antes de que pudiera hacer otra pregunta estos soldados regresan. 

Su cabeza se mueve sonriendo ante la obvia repetición de eventos. 

Le hacen algunas preguntas que no va a responder. 

Y usan esas jeringas en su brazo ya marcado por las heridas. 

La paliza regresa. 

Sacando basura que se inventó al estar cuerdo para no decir nada más. 

Su diente esta vez se quiebra por el impacto de esas piezas. Su hocico se cierra con este pedazo de su dentadura en un puño. 

Necesita que se vayan un rato para lograr algo antes de que regresaran. 

Piensa un poco pero por ahora solo le queda aguantar. 

Escucha cómo amenazan al humano e inician con la parte electrizante. 

-¡Eschen, solo sé que hay una base en el norte! ¡¡Hay una base en el norte!! ¡Ya no lo bajen! ¡¡¡AAHHHAHAH, MALDITOS GATOS!!!- 

 

Los dejan al terminar con los dos. 

El perro mira de reojo al humano que ahora parece tener un berrinche entre las sacudidas de cabeza y berridos cargados de blasfemias. 

-Tengo que sacarnos pero debes ayudarme. - le cuenta sonriendo. 

Este humano mueve la cabeza. 

-Estamos rodeados de un bosque en la maldita nada, no vamos a ir lejos. - 

-No sin matar a todos.- 

 

 

La siguiente sesión es mucho más violenta, no puede pensar en la razón pero este gato trajo las pinzas grandes. 

Cortando parte por parte sus dedos. 

Algo que solo podría ser comparado a ser masticado por el fuego. 

Lo hace gritar de dolor, mezclado con la confusión que estas inyecciones le ocasionan. 

 

Entre este presente que duele y este gato a contraluz. 

Solo puede ver a ese gato púrpura irse. 

-Me llamo Hobart Black. - se presenta perdido. 

No parece ser la respuesta que este deseaba. 

Lo golpeó con tanta fuerza como para cruzar la línea alrededor de su silla. 

El perro actúa por instinto, mordiendo de nuevo la ropa para atraerlo. 

Lo sujeta con los dientes para hacer lo que deseaba. 

-¡Hijo de puta, maldito!- grita alarmado, furioso. 

Ese perro lo ha sujetado con los dientes sin olvidarse de darle un lametón que recorrió todo su cuello y pecho por dentro de la ropa. 

Lucha por apartarse, tropezando en sus rodillas por algo que solo hace empeorar su situación. 

Una bamboleo claro y una sensacion dura que sube desde abajo viendose atrapado en loq eu parecia ser sexo con ropa aunque solo fuera en extremo asqueroso. 

El perro le jadea riendo ronco, como si no hubiera estado enloqueciendo por las drogas en su torrente sanguíneo y estuviera en pleno encuentro. 

El soldado patalea y lo golpea para bajarse, huyendo sin más que decir. 

El perro observa a la puerta abierta por la huida del hombre. 

-Vámonos.- ordena al humano. 

Este libera sus brazos de las cuerdas que le pusieron en vez de las cadenas como el perro. 

Observa al can jadear frustrado, esta fechoría le costó gran parte de su energía. 

El humano usa las llaves que el perro le logró sacar en ese momento al fingirse aún atrapado por las cadenas.

Este se tambalea al ponerse de pie. Avanzando recargado en la pared. 

La luz fuera de la puerta se ilumina de rojo. 

-Mierda. - exclama el humano. 

El perro, mira afuera viendo a los soldados pelear con un enemigo entrando entre las luces rojas y el humo. 

-Justo hoy.- retrocede volviendo a la silla. - Usted salga, yo descansaré.- le aclara al humano con la cabeza en el dorso del puño. 

Comenzaba a hacer efecto la inyección alucinógena. 

-¡Hobie!- mira a la puerta viendo pasar un borrón. 

Sus ojos comienzan a cerrarse. 

-¡Hobie!-

Mira adelante. 

-Polly. - saluda a la figura vestida con una toalla de baño y una esponja con espuma. 

 Esta alucinación tuerce el rostro moviendo la cabeza. 

-¡¡¡Eres un hijo de puta egoísta de mierda, mirate!!!- ruge corriendo a sujetarlo aun en la silla. 

El perro recibe el abrazo sonriendo.

-Polly.- suspira besando su cresta y plumas. 

El pollo inhala y exhala asqueado por su peste a sudor picante y pesado. 

-¡¡Christian, está aquí, aquí!!- lo llama sin soltar al perro que ahora intenta ponerse de pie. 

-Quiero bañarme también. - toma el rifle en su espalda confundiendolo con una esponja de baño. 

-No, Hobart, cálmate. - intenta detenerlo pero este se deja caer casi aplastandolo, solo el entrenamiento y su nueva fuerza le permiten mantenerse derecho. - ¡Christian!- b¡vuelve a llamarlo furioso. - 

Este entra corriendo. 

El perro deja de molestar al pollo al ver al elefante alto en la puerta. 

-Cierto… Este no. - hace a un lado al pollo para acercarse al elefante. -Este si, gatito. - 

El elefante abre los brazos para

-Hobie… - suspira aliviado al volver a verlo después de años. Cambiando su rostro al escuchar la última parte.-Hobie… ¡Hobie!- grita para llamar su sentido común al sentir como este le sujetaba por la cintura . - ¡Polly, quitamelo!- esta vez lucha para soltarse pero es un pulpo.

Uno con heridas graves y sangre seca. 

No termina de librarse de una mano en sus pantalones para sentir la segunda debajo de su ropa. 

El ave comienza a tirar de su pierna o brazos pero le es cada vez más difícil al ser sujetado por el cuello y llevado al suelo por el mismo perro que busca la boca del elefante. 

Piensa en sujetarlo por las orejas pero las agujas lo atraviesan. 

-Dios, lo dejaron loco…mierda…- comienza a luchar contra lo apretado del agarre en su cuello. 

-¡Ay, no puede ser! ¡¡Angie!! ¡¡¡¡ANGIEEEEEEHHHHHH!!!!-

La chica llega corriendo con el arma por delante. 

Sus ojos pueden ver al perro cubierto de heridas y sangre, sus orejas atravesadas por agujas y alambres. 

Su cabeza se mueve lado a lado antes de golpearlo. 

Dejándolo quieto con tres impactos en la cabeza. 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.
Espero les fuera interesante.

Si, el Shitzu estaba esperando, fue la mayor razón para liquidarlo.

Chapter 11: Contexto Bélico (DogDay) El camino es igual

Notes:

Hola, gracias por leer y comentar

Este es fuerte, gente, es fuerte.

Necrofilia mencionada.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

El color de las paredes de ladrillo es tan rojo como puede ser algo que fue consumido por la humedad. 

Este perro observa el muro de ladrillo con cejas bajas y el corazón roto por el cansancio atorado en sus huesos. 

-Hobie, van a interrogarte, necesitas hablar. - 

Este perro mueve la cabeza para ver a la chica de rosa. Curioso saber que a una chica pero verla hasta con cierta cantidad de vello facial. 

-Siempre supe que Christian era tu chica.- suspira volteando de nuevo al muro.-Descuida, estoy entero, puedo hablar y responder las dudas de los viejos. - voltea al techo.

Su amiga recarga la frente en su hombro. 

-Te ves terrible. - 

-Me orine dos veces encima, no me abraces.- le recuerda eso con parte de los días encerrado en esa sala de interrogatorio sin oportunidad de levantarse más de tres días seguidos. 

Lo bueno de que lo mataran de hambre es que no pasó por otros episodios más oscuros en su existencia, como cagarse en los pantalones. Esa humillación se la ahorró, una victoria para la dinastía Black.

- ¿Como supieron que yo estaba en ese lugar?-

-Ya te dije que se dio la alerta de la pérdida de un espía-

-No es posible que solo eso les dijera que yo era ese espía, Angie.- voltea al techo. -Lamento si es difícil que lo entiendas pero no soy tan dulce como para no entender que hicieron algo que no debían para encontrarme. - 

La chica levanta los hombros enojada. 

-¿No puedes decir simplemente gracias?-

-No cuando sé que pasó algo malo con ustedes mientras no estaba. - toma su mejilla.-¿Quien los lastimo?-

La joven aparta su toque con un manotazo. 

-Como si te importara realmente, ¿Tres años te parecieron justos? Desapareciste… Por tres años no supimos de ti, pedazo de mierda. - 

El perro observa su mano hecha a un lado por la jabalí. 

-No vuelvas a hacer eso. - advierte relajando el cuerpo con un suspiro. Mira el techo. - Angie, ya sé cómo vamos a proceder. - piensa en levantarse pero la costilla le duele tanto como todos los huesos y sus músculos no ayudaron de mucho. - Solo dedícate a decir que no me conoces.-

-No tiene sentido que hiciéramos todo eso por alguien que no conocemos. - 

El perro apunta sus prendas destrozadas en una caja. 

-Llévale mis pantalones a Christian y que los transcriba, todos los nombres de tres infiltrados del enemigo están en código binario de los bolsillos. Debe crear una crónica con lo que pueda usando esos nombres y lo que consiguieron ustedes mismos, así pensaran que…- a medias su boca se agota.-Ustedes ya sabrán qué hacer. - vuelve a recostarse ignorando el calor de sus orejas llenas de botones por culpa de las infecciones que tuvieron que ser drenadas.-Y tráiganme un gatito morado que me consuele como el perro hambreado y pervertido que soy. - 

Angie suspira estirando la sábana sobre el perro dormido. Dejando una fruta escondida bajo su almohada al retirarse con la ropa. 

Fuera de la sala médica el ruido de los camiones de transporte y las marchas de otros soldados llenaban sus oídos con sus cantos rítmicos. 

Caminando derecha sin más de ese aire femenino o quizás simplemente este lugar no es de confianza para Angie. 

A su encuentro llegan los dos jóvenes con aspectos nerviosos. 

Dejando de lado la sala médica donde son traídos otros heridos por una marcha aparte. 

Cargan a más de doce soldados con sangre en varias partes de sus cuerpos. 

Entrando entre trompicones. 

El perro dormido abre los ojos sin moverse, observando con los dientes expuestos como traen a estos compañeros uno por uno. 

Eran del campo de batalla, sus pelajes quemados lo delataban como parte del campo, de este desastre que aun no conoce completamente el estado del campo pero la pierna cortada de uno de estos le advierte de a qué clase de infierno se dirige. 

Espera a que se vayan los médicos para ponerse de pie y revisarlos con esa manzana en su hocico, por ahora solo le raspa babeando sin vergüenza al estar un poco sensible, o muy sensible después de ser golpeado tantas veces en la cara, observa a los heridos con una cara relajada. 

Deberia reclamar al idiota que envi cosas duras para comer a la enfermería. 

-¿Cuánta buena suerte puede tener un perro?- pregunta viendo a los tres heridos perros y un par de lagartos.

Ve esos uniformes, la clara sección repetida entre ellos, demostrando que eran del mismo pelotón.

 ¿Qué significa que un solo grupo aparezca herido desde el campo frontal? 

-Nada que me interese por ahora. - bufa volviendo a su camilla.-Incluso si te haces el muerto te arrastrarán al campo, deja de fingir. - llama al que estaba consciente.

Dos lo miran, uno se levanta y por último uno de ellos se gira dando la espalda a todos. 

-Todos ustedes son unos grandísimos feos. - les acusa de espaldas. 

En un segundo su camilla cae al suelo por la patada de su vecino. 

-¡Tu madre será la fea!-

El herido en el suelo levanta el puño encestando este en la cara de su vecino. 

A un lado el tercer perro mira al techo con la cara relajada. Tal vez perder la pierna te lleva a este punto de introspección en el que ya todo te importa una mierda y puedes disfrutar de la escena de dos moscas copulando en el techo. 

Era una pesadez desagradable pero calma, una que les lleva a desatender de la realidad este mundo quemado parte por parte. 

Hobart no les dirige la palabra, solo deseaba algo de ruido y no el tenso goteo del suero en el brazo de un soldado al fondo, algo de vida así fueran un par de perros feos peleando de fondo. 

Similar al descanso de las manadas callejeras o el rincón de un barrio invadido por las pestes abandonadas, los cinco se mantienen cada uno por su lado, así fuera Hobart durmiendo por cortos lapsos o esos dos atacando y respondiendo en defensa de insultos variados. 

Terminando esa precaria paz con la entrada de una persona. Una que rompe con la escena de puros perros en el lugar. 

-¡¿Ey, quien es esa belleza?!- saluda uno de ellos iluminando tanto como su cola se mueve animado por la visita. 

Los otros tres repiten este ánimo saludando y haciendo ruido a la visita.

-¡Da una vuelta para que te vea bien!- le pide el que solo había estado acostado ahora mucho más feliz visiblemente por esta entrada.

El tercero se adorna con lo primero que se le ocurrió. 

-¡Que perdido está este angelito!- le mira de arriba abajo con esa lengua fuera del hocico por un lado. 

El cuarto eleva los brazos cantando. 

-¡Ehe he he he!- canta el último esperando que lo tragara el ritmo. 

Los perros que hacen tanto ruido hacen a un tipo reír. 

-Dios… - el elefante que entró observa a esta perrera con horror. Similar a una cárcel, se siente en faldas al entrar en el pabellón por culpa de estos tipos haciendo escándalo por su entrada y sus sonrisas o sonidos de beso no ayudan a su mal humor.-Hobart.-le llama para terminar con esto lo más rápido posible. 

El canto de “Eh eh eh” muere con desánimo al ser rechazado. 

-¿Vino por ese?- miran al supuesto Hobart. 

El nombrado endereza la espalda sonriendo al elefante con el sueño atorado en los ojos. 

-Ey.- saluda. 

El elefante mira al resto con el ceño fruncido. 

-Sobre lo que hiciste, no es posible traducirlo.-

-Oh, ¿lo hice mal?-

-Por tarado. - 

-¡Es mi conversación, consiguete la tuya!- le reclama el perro.-Dame un papel para que te de lo que entendi, por favor. - baja la voz para dirigirse al elefante con mucha más calma. 

-No es eso… - junta las patas pensando en cómo decirlo.

Aunque su gesto sólo sacudió al grupo de perros que vuelve a chiflarle entre risas. 

-Ay, pero que bonito.- 

Hobart llegó a su límite con ese halago. 

-¡¡Dejen de verlo, maricas!!-

-¡Es lo único decente en esta carpa de payasos! - 

-¡¿Por qué no te vas a la mierda para que se acaben los payasos?!-

- ¡¡Pues ven y dímelo a la cara!!-

- ¡¡¡Te lo voy a decir a la puta cara, bastardo!!-

Christian lo sujeta por el brazo.

-Vamos afuera. 

-¡Eso!-

-Escucha a tu novia.-

-Lo que no tienen, fracasados. - 

Los perros quedan dolidos, mirando indignados al perro que los deja solos después de echarles a la cara ese punto doloroso respecto a su soledad en esta guerra. 

Lo lleva afuera dejando atrás al grupo indignado. 

En la cama uno de los perros abre la boca con un cansancio visible. 

-Vamos a morir. - 

-Todos, no te creas especial. - le responde un lagarto que se mantuvo panza abajo para relajarse. 

 

Hobart sigue a Christian por el campamento. 

-¿Cómo descubriste los nombres?-

-Cuando me apuñalaron las orejas quede sensible de los oídos, así que escuché mucho, tuve que anotarlo de esa forma para poder recordarlo. - lo explica sin parar de comer la misma manzana que raspa con los dientes desde hace una hora. Al menos estaba a la mitad

La cara del elefante se contorsiona mirando al camino. 

-Hobart, si eso es verdad.. Estás en el peor lugar posible.-

El perro descubre entre unas tiendas a la chica y al ave. 

-Debes irte hoy mismo,-

El perro que aún está sanando la mandíbula, tiene la costilla rota y un par de fracturas no hace más que mirar a sus compañeros por unos pesados segundos. 

-¿Cual está a cargo?- 

-El general Daryl Menens, él es el líder de este lugar. - 

, el perro mueve la cabeza recordando algunos de los problemas con este nombre. 

-Dinero, está coludido con los humanos. - inhala y exhala con esa manzana en su mano. 

-Eso ya lo sabemos. - 

-Me refiero a que está dando gente a los verdes para experimentos… - plasta la manzana en sus manos para comerla de una vez. - Vamos a tener que movernos. - 

-Ya tenemos las provisiones. - 

-No, me refiero a tomar su posición. - 

-Nunca pasaste de cabo. - 

-En este lugar lo que menos importa es el título, debemos hacer algo con estos malditos. - mueve los hombros agotados. - La fábrica está funcionando a nombre de estos tipos, siguen contaminando y matando a todos, así que no nos queda de otra, lo mataré y me quedaré con su lugar. - 

Los tres mueven la cabeza agotados por la situación, por lo que podría pasar de seguir juntos a este ritmo y con esas ideas en el perro. 

-Hobart, él ya tiene una red, ya es líder hace tiempo. - 

-No será más difícil que matar al hermano de Pedro.- observa a los soldados fuera de este pasaje que sus amigos deseaban tomar para escapar de toda esta locura.-Pueden irse, me encargare de todo yo mismo. - 

-No puedes hacerlo solo. - 

-No, no estoy solo, tengo alucinaciones. - 

El ave cierra la distancia con él para sujetarle el rostro con una advertencia

-Hobie, este tipo es malo. - lo advierte pálido.-Es peor que ese hombre, es peor que todos los que hemos enfrentado. - 

Hobart no duda de su palabra, no lo hace y por tanto no le queda de otra que responder. 

-No voy a dejar que nos mate alguien tan malo.- les aclara con palabras cortas al estar pensando en algo útil. - ¿Donde lavan la ropa?-

-No todos lavan los uniformes, la mayoría son enviados desde la sede. - 

-Siempre que hay corruptos, buscan que haya alguien lavando. - lo recuerda como parte del ego del hermano de Pedro y de cada persona con poder que ha conocido hasta ahora. 

Con una mirada los tres dan un suspiro. 

-La fuerza femenina, están en la punta oeste del campamento… Pero no confían en los hombres. - 

-Por suerte tenemos a Polly. - 

El ave bufa al escuchar una broma justo ahora. 

 

Volvió a la enfermería al tomar la decisión de no dejar el lugar, debía terminar con este desastre. 

Si tan solo no tuviera que unirse a las filas desde el día siguiente. 

Temprano se le sacó de la tienda al ser requerido igual que algunos soldados con heridas menores.

Puede ver que muchos estaban en mejor y peor estado. Solo el soldado sin la pierna no fue requerido.

Hobart mueve los ojos pero no la cabeza, la tortícolis le tenía mal y ahora en este momento encontró que esta posición derecha le ayuda bastante con ella. 

Por tanto lo primero que escucha del general que ordenó el movimiento del batallón es una dirección. 

-El día de ayer recuperamos setecientos metros, hoy puede que consigamos el kilómetro de poner verdadero empeño.-

Lo puede ver al fin. 

Un perro alto y gordo en muchas formas a pesar de su uniforme, mostrando una cabeza afilada pero un estiramiento en el pelo bastante obvio, era un perro muy raro.

Junto a él hay más criaturas, soldados de verde. Humanos. 

Hobart observa a estos, descubriendo la presencia de ese humano en su celda. 

Este mira aburrido al horizonte, hasta notarlo. 

Sus ojos se encuentran por el reconocimiento. 

Este aprieta la boca en una línea antes de voltearse ignorándolo. 

El perro bufa sonriendo en sus adentros por esta desfachatez después del fallido intento de escape. 

-¡Tú, inmigrante! ¡¡¿Por qué te enlistaste?!! ¡Escupe ahora!-

-¡Señor, me enliste para subir de rango y conseguir una esposa de buenos muslos!-

- ¡¿Qué!¡¡¿Una mujer que no existe es la razón por la que se enlistó en la fuerza de nuestro gran país?!! ¡¡Debe estar pensando en algo mas, compartalo con e resto para qu no creamos que es un idiota!!-

- ¡No, señor, escalar para conseguir una esposa de grandes muslos desde el honor que este ejército entrega es la razón por la cual me enliste y no pienso que haya otra mejor razón!-

-¡Alejate de mi hija!-ordena antes de pasar al siguiente.-¡Dinos tus razones y que sean buenas!-

 El siguiente aprieta la boca antes de lograr hablar sin reírse. 

Hobart aguanta una sonrisa después de escuchar todo eso a gritos y con tanta desfachatez del tipo a unos cuantos puestos de él. Lo reconoce la enfermería. 

Otros no pueden ocultar la risa o sonrisa. 

Lo ven tan serio pero esa era su razón.

-Lo respeto. - murmura perdido. 

-¡¡Dinos tu razón, ahora, soldado!!-

-¡Para servir a la nación!- responde al ser abordado de sorpresa por este hombre. - Y llenar los pozos secos de nuestro hogar.- murmura mirando los ojos de este soldado directamente. 

Este sigue su mirada hacia el general. 

-¡Cuarenta flexiones!- ordena sin más. 

Hobart va al suelo para hacer ese ejercicio. 

En el suelo puede ver el papel que esperaba. 

Polly se encargó de armar la red silenciosa. 

La ve en ese pedazo de papel amarillo. 

 

 

Van al campo, así se encuentre la mierda, van al campo por delante de las filas acompañadas por el general. 

-No vas a conseguir ninguna chica, ya deben estar comprometidas. - 

-Si el prometido está aquí, seguramente no por mucho. - 

-Cabron.-

-Entonces no se metan con mis sueños.-

-Sueña, con esa cara nadie va querer hacerte de collar. - 

-¿Cómo así?- pregunta confundido. 

Hobart deja de escucharlos, observa al camino de tierra. - 

-Voy a matar al general, ¿Quieren ser los líderes?-

Estos perros mueven la cabeza. 

-Ni loco. - 

-Mientras más escales menos posibilidades hay de que logres casarte-

-Deja de pensar en correas-

-Soy huérfano, muero por una desde hace mucho.- 

Hobart mira a ese perro y el camino. 

El silencio adelanta cuantos de los presentes dejaron de burlarse al compartir esa misma condición. La falta de un hogar los estaba matando, no había un lugar al que regresar, siendo que no hay una raíz ¿De donde debían sacar fuerzas para no caer en la tormenta de balas?

Era sorprendente lo poco en serio que se tomaron su invitación a la rebelión. 

-Si lo dejamos vivo, nadie tendrá un hogar. - les divierte. 

-Eres estupido, eso no se habla en público.- le corrige uno de los perros. - Mínimo espera a las trincheras. - 

-No estoy diciendo nada que no deseen.- les aclara sonriendo. - Solo miranos, estamos en el frente, estamos muertos hoy o la siguiente o quezas en la enfermería.- 

-Incluso si lo piensas hacer aún hay mucho que no sabes , porque lo escuchan todos.-

-Los tiene de la correa y no es la buena.- 

-Quiero ver a alguien cuando esto termine y no lo podré hacer si este tipo nos guía a morir cada vez que pueda.-

-¿Tiene pecho o nalgas?-

-Es mi padre adoptivo. - 

-Entonces olvídalo. - 

Christian y otros elefantes miran a los perros del grupo con horror ante tanta estupidez.

Uno de estos volteaal sentirse observado, al inicio con recelo, cambiando su expresion amarga por una gran sonrisa llena de colmilloos alegres que deberian intimidar pero lo hacen ver estúpido.

-¡Eh, eh eh eh! -canta a su dirección. 

Su horror es mayor, al igual que el de otros, al ver a uno de ellos ir ahí con los brazos arriba y riendo al ver a este tipo, abrazándolo como si no lo hubiera visto en años. 

Hobart voltea hacia él indignado. No hablo pero podía escuchar su estúpida voz, reclamando “Mira, esos amigos bailan ¿Porque tú no me bailas?” 

Estupido, mil veces estúpido. 

Estaban en esta locura por su dirección, estaba poniendo su vida en riesgo pero este tipo solo se indigna porque no es un maldito fiestero. 

-Pudrete. - le responde a esa mirada estúpida. 

-No sin volver a casa. - le sonríe al verlo tan avergonzado.-Al menos Angie dice que eres bueno. - 

Su cara se mueve frustrado al ser descubierto por la chica que marcha a unos metros con su uniforme masculino. 

-Es muy bueno, también en la cama.- señala usando una voz masculina para mantenerse en el papel. 

Los perros le aullan riendo al verlo tan rojo de golpe por culpa del tipo rosa a unos metros. 

Ignorando la cara de horror del mismo perro. 

–No puede ser, son unos indecentes. - les acusa sin visado. -Ahora explica lo del collar. - le pide al perro que estaba hablando de ese tema. 

 

 

 

 

 

Aquello lo dijo un mes atrás , rebelarse. Era una estupidez pero como todas sus estupideces, salen bien cuanto peor la pasa en el proceso. 

 

Hoy sus ojos observan algo tan asqueroso como un montón de viejos abusando de un cadáver. 

Sus ojos ven sin procesar. 

Observando a este general disfrutar de esta actividad mientras él sostiene el arma y la botella con la que finge estar perdido. 

Se mueve por el campamento. 

Puede ver la clara diferencia entre los cuerdos y los locos.. 

Los locos están apartados, están evitando este espacio al mantenerse en sus tareas de limpieza apilando los cuerpos o reordenando las armas. 

Son los locos porque son menos, son el menor número

Sus ojos van a la tierra donde antes había escuchado a ese soldado enemigo llorar como un niño aterrado ¿Fue un error el dejarlo ir? 

No lo sabría por ahora. 

Solo puede concentrarse en la tarea presente. 

En esta gente apilada entre cuerpos que seleccionaron para su entretención. 

Escuchado como los cuerdos se unen entre risas o se burlan de los locos que actúan de forma tan irracional en el campo. 

Desaprovechando esta clase de oportunidades sin precedentes. 

Dejando sin notarlo, sus espaldas descubiertas. 

Hobart sigue su recorrido entre cantos vagos y el licor. 

Pisando junto a la marca de incendiarios que abrieron para este movimiento. 

No era el lugar planeado al inicio sino una oportunidad dada por los mismos objetivos. 

Por tanto puede hacer este movimiento con el apoyo de los locos que lo escuchan hoy. 

Acercándose a ese espacio donde ese enemigo se ocultó. 

La canción en su cabeza resuena al parar sobre este espacio. 

-Despidámonos. - baja la botella y guarda el arma. 

La sensación en el aire bajo tanto como subo en tensión así no lo notaran muchos de los festivos soldados en esa pila de inmundicia, solo el general dejó de burlarse de un cuerpo indiferente para levantar la cabeza. 

Puede ver a ese loco, aquel que salió de los interrogatorios riendo y cantando, cayendo a un agujero de tierra. 

Rie dejándolo de lado con una lascivia renaciendo por la belleza del cadáver que pudo elegir antes que nadie. 

Justo con el sonido del chasquido su atención regresa con las llamas creciendo desde el suelo.  

El olor de cadáveres quemados con el hierro lo oculto. 

Que tanto estaban bañados en queroseno. 

El suelo y la tierra. 

Todo comienza a arder. Todos estaban quemándose. 

Una dolorosa muerte. 

Una pieza de poesía dirigida a purificar el mundo de todo el mal, de todo el dolor que les llena al ser liberadas las almas de tantas víctimas. 

El hombre tras este ataque estuvo en el centro antes de retirarse con todos los locos que se encargaron de apartar las armas y suministros frente a ellos. 

Observan cómo arden. 

Observan cómo las pequeñas cantidades de inflamables en los uniformes de mejor calidad se han convertido en su perdición. 

Las figuras de tantos aliados ardiendo hace al grupo rebelde sacudirse en silencio. 

No son demasiados ni muy pocos. 

El número de toda esta avanzada era mayor a tres mil, hoy se reduce a dos mil. 

Observando a este grupo arder o explotar en una guerra que no tiene enemigos tangibles sino las llamas. 

La cabeza de los presentes no está bien. 

Están haciendo algo horrible. Están traicionando a sus aliados y a su país al bajar de golpe a tantos miembros de su propio ejército. 

Dejando a una tercera parte de la avanzada de recuperación, quedar en manos de alguien sin experiencia. 

Quizás sea la marca más grande en sus almas. 

-¡Eso te sacas por burlarte de mí! ¡Por traicionar a la nación con tus alianzas y tu dinero! ¡¡Ahora arde tu y tu maldito título, bastado!!-

Ven a ese teniente jactarse frente a las llamas de las que escapan gritos y dolor, la muerte no le intimida ni su horror. 

Solo le llena de satisfacción. 

Uno de los miembros mayores del ejército y que decidió escucharlo en su rebelión. 

Las dudas le llenan observando a este hombre entre otros que reaccionan igual a la muerte de los soldados en la pila que arde. 

Hay muchos tipos de personas en este lugar, muchas son buenas en sus hogares pero monstruos en el campo, otros comienzan a mostrar esta brutalidad y astucia.

Por su parte solo puede mirar al horizonte. 

Acaba de ordenar la quema en vida de sus enemigos. 

Con todos los que le apoyaron en silencio o gritando al fuego. 

Su primer paso está completo tras unas horas y la lluvia apagando el fuego. 

Con las medallas que recupera del cadáver que no perdió de vista en el fuego. 

Recogiendo cada una de estas placas de hierro para su cambio de título, toma el lugar del general sin pensarlo demasiado.

En un segundo es el que carga la culpa de esta traición. 

Camina frente a toda la gente que le mira con expectante. 

-¡Firmes!- ordena de primero. 

Con el eco cada miembro de este operativo le escucha. 

Las filas se arman lentamente, con el movimiento de voluntades revueltas. 

Con el fuego reviviendo a unos metros. 

-¡¡Avanzaremos y recuperaremos esta nación!! ¡¡Si estamos condenados, vamos a limpiar la tierra de toda su corrupción del suelo así mismo la planta la haya puesto en nuestra carne un dios!!- su voz sube elevando los puños para controlar esta emoción. El horror de lo que vieron, de lo que tuvo que hacer y obligar a sus compañeros a cometer, todo es un montículo de muerte cayendo sobre su cabeza. 

-¡¡Si condenamos nuestras almas desde que pisamos este campo, la llevaremos más allá, la quemaremos nosotros mismos!! ¡¡¡Quemaremos hasta nuestra carne por este mundo, por nuestra familia esperando, por todo aquello que hemos sido desde que nacimos en una tierra cubierta por la miseria!!!-

Las miradas de los soldados revueltos por sus géneros, edades o lugar de nacimiento. Todos observan a su figura, su energía es pesada y tomada como parte del presente. Como lo que tendrían que ver como su mapa desde hoy. 

 

-¡¡Desde que nacimos aplastados por el poder, estuvimos condenados a ser los monstruos que estuvieran contenidos en las jaulas donde nuestros padres y el padre de sus padres fueron botados cual basura !! ¡¡¡Pues no más, no vamos a permitir más de esto, no somos juguetes, no somos los números de un anciano al poder!!!- eleva el puño seguido por cada uno de estos soldados.-¡¡Vamos a quemar al mundo así sea el combustible nuestra sangre, por cada uno de los malditos que viole nuestras vidas con su avaricia, sea terminado este infierno!!-

Las voces de cada persona frente a él sube con una respuesta estruendosa.

Inhala el aroma del carbón, la carne y la muerte. 

La tierra húmeda y su destrucción. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con los azules 

 

 

-Cada vez que entramos a una cueva me siento más extraña. - 

-Nunca me gustaron las cuevas, huelen raro y tienen insectos feos. - 

-Lo que debió darte muchos sustos al espejo.-

-No estoy de humor para ti.-

-No estamos de humor para nadie. - 

-Entrenamos por casi seis meses para reducirnos a bichos en una cueva. - 

La cabeza del reducido grupo se gira al escuchar las quejas de este soldado. 

Siempre uno de los mayores. 

Theodore no pasaba de los 22 y ellos ya estaban en sus treinta, rebelarse era una cuestión de dignidad en muchas formas para ellos. 

-Entonces será mejor que salga de la cueva y vaya a registrar los suministros cuanto antes , cabo. - 

Este águila retrocede con las cejas bajas al ser abordado por las órdenes de la sargento. 

-En el camino encarguese de dar voz a los heridos que ocultan sus problemas. No queremos que las quejas sean solo de los sanos.- 

Este frunce el ceño con la agregada orden de Grambel. - 

-Si… Señor. - retrocede con la cabeza baja y mucho resentimiento contra este gato. 

Theodore ya con los dos más cercanos a su lugar.

Phoebe eleva los hombros esperando a que esa ave se fuera. 

-Estamos jodidos si no pensamos en cómo retomar el camino a la base del norte.- 

Grambel busca en el suelo una piedra. 

-Un tipo dijo que venían más por esa dirección, no debemos regresar. - 

-¿Hablaron de su formación mientras estabas ahí?-

-Dijiste que estaban distraídos. - 

-Si, lo dije pero también sé de esto, están moviéndose por ese lado y vendrán a nuestro encuentro en menos de unas horas. - 

-No deberíamos descansar, hay que movernos. - apunta Mercy con los hombros tensos. 

Theodore presiona su hombro con la cabeza baja. 

-Hay tres formaciones de novatos en esta misma línea, ellos vienen aquí.- les mira de soslayo. - Nos vendieron, por eso el instructor nos entrena de esa forma. - 

-Ya lo sabemos. - 

-Entonces debe ser obvio que a las otras ramas también les sucede lo mismo.- 

La tercera voz interviene. 

-¿Quieres que les avisemos?-

-No, al contrario. - toma las piedras que eligió del suelo. - Vamos a rodearlos y llegar a la última base para hacerlos volver con ventaja de número.- 

Mercy baja la voz. 

-Theo…eso dejará morir a la primera base. - 

Desde el suelo este gato solo golpea una piedra con esta para decidirse. 

-Que así sea. - 

Las miradas de los presentes van de él a las piedras que levantó al verlo de pie y con esos hombros tensos. 

-Theodore, ¿Por qué?- le cuestiona Mercy con las palmas expuestas con esta interrogante. 

Esperan escuchar su respuesta con atención. Cada uno necesitaba entenderlo y saber porque Grambel daba por perdido todo en la primera base. 

El gato mueve las orejas entregando una piedra a cada uno con las cejas relajadas. 

-Porque solo así podremos matar a los líderes que envíen a las fuerzas al frente mientras se refugia en un lugar seguro.- termina por guardar la piedra que se dejó para sí. 

El grupo se ve consternado, comparten una mirada en conjunto con sus dudas y la pregunta por responder en el aire. 

Mercy mira su piedra de río tan suave como brillante por su composición mineral. 

-Te echaste a llorar cuando te tocó matar una gallina y ahora quieres volverte un gran rebelde asesino. - 

El gato mueve la cabeza de lado a lado. 

-No, no quiero hacerlo. Te lo iba dejar a ti otra vez. - mira la piedra que se quedó, una roja y oscura por partes dado los sedimentos atrapados en su estructura.-En realidad ya no quiero seguir adelante. - admite agotado.- Esos tipos dejaron a uno vivo, lo torturaron y al final le prendieron fuego mientras se reían. - cierra los ojos con fuerza. - Me da miedo terminar como él o que sea así para ustedes. - 

-Al menos no lo violaron. - apunta Barys con su piedra gris con restos de algo blanco petrificado en su interior. Percibe a Grambel pálido por eso, dejándoles claro que posiblemente fue peor. -Por mí vamos. Ni siquiera en mi casa me quieren, así que vamos adelante. - guarda la piedra en su uniforme. 

Mercy suspira guardando la piedra de su propiedad. 

-Debes tener tus razones, está bien. - espera la respuesta de los últimos dos. 

Esos dos gatos. 

El más bajo inhala nervioso por la mirada de los tres.  

-Lamento que vieras eso. - murmura guardando la piedra. - Si eso me pasa, matenme. - pide aceptando el plan de su mayor. 

Esa petición les deja un retortijón por la facilidad con la que decidió su destino. 

La gata eleva la piedra y la guarda al comprobar que era linda por su resplandecencia a las orillas de filos gruesos. 

-Vamos, algo me dice que será el camino correcto a la larga.-

El gato líder voltea a ver a los soldados afuera, entre sus novatos y las fuerzas más experimentadas que eran ahora mismo solo heridos algo inútiles. 

-Verdugo, anuncia la muerte de la mayoría y pide un rescate para cinco personas con título noble.- 

El gato sujeta la radio en el suelo, después de recuperarla de un cadáver, comenzando la llamada con el código de esta base. 

El mayor avanza dejándolo en eso para dirigirse a los soldados en el valle. - 

-Quiero que escuchen. - llama en voz alta más es ignorado. 

La coneja a su lado usa la culata del arma para golpear el árbol más cercano, elevando el eco del golpe por el valle.  

-Vamos a-

-¡No se escucha!- avisa alguien muy al fondo uno de los cuatrocientos soldados presentes. 

Theodore suspira elevando los hombros. 

-¡¡Escuchen bien estúpidos sordos!!- grito seco y áspero con hombros arriba.-¡Todos ustedes van a ser incluidos en una misión de cacería! - apunta al camino a seguir. - ¡¡Alla adelante se encuentran nuestros aliados, quienes han sido infiltrados por fuerzas extranjeras!- por un segundo mira al gato que viene con las orejas bajas. -¡Vamos a liquidar a los corruptos por órdenes del cuartel, esto antes de que las fuerzas avancen hasta el poblado protegido por las fuerzas que serán movilizadas a este lugar para el encuentro con los enemigos que conocen cada una de las tácticas que este instructor nuestro no nos enseñó!- pisa fuerte dejando el lugar a Grambel. 

El gato, que ya se creía libre de tener que gritar, da un paso adelante. 

-Todos nos moveremos por un flanco para evitar a las fuerzas aliadas que retendrán el avance de los marrones, seguiremos adelante hasta encontrarnos con el cuartel infiltrado, nos encargaremos ahí de los traidores que han vendido nuestra nación. - espera saber si llego a todos la instrucción. 

En unos segundos el ruido comienza con gritos y reclamos. 

-¡No puede simplemente decir que va a atacar a un cuartel!-

- ¡¡Nos ejecutarán por traición, será nuestro fin!!-

- ¡¿Estamos locos para seguir con este plan? Es ridículo que nosotros ataquemos a un cuartel completo solo porque tiene una sospecha sin fundamento!-

Theodore levanta las orejas furioso con ese último grito. 

-¡¡¡El fundamento es la maldita obvia corrupción entre las unidades que encontramos en nuestro camino, en una función inutil que los dirigió a ser capturados y torturados hasta el ultimo segundo de sus vida y perdónenme pedazos de pendejos, no voy a dejar que a ustedes les ocurra eso solo porque no tienen la materia gris para detectar cuando alguien les juega en sus propias estúpidas caras!!! ¡Van a obedecer y salir vivos de aquí aunque todos los líderes nos vendan una y otra vez! ¡¡Porque eso esta pasando imbéciles , nos vendieron y por eso a estos tipos les es tan facil matarnos, violar alos estupidos que se creen mas hombres y matar a civiles bajo las narices de los idiotas que nos han traido aqui!! ¡¡¡¿Es que ninguna de las muertes de hace unas horas significo algo para ustedes? Solo tu idiota, ya estas solo!!!- apunta al águila que perdió a todo su grupo de amigos en ese ataque.

Su voz baja de nuevo, suspirando agotado por alterarse. 

-Van a recoger todo y a moverse o vuelense la cabeza ustedes mismos, será menos doloroso.- libera la formación con un gesto de manos para iniciar con el movimiento con los primeros que respondieron. 

Phoebe espera el resto escuchando en su propio fuero interno aquello que advirtió el gato. 

Mira al resto acomodar sus armas y dejar sus lugares ya estuvieran heridos o no, siguen adelante con cabezas bajas. 

Eran casi setecientos nuevos reclutas y cabos unidos, ahora solo hay cuatrocientos. 

Era una pérdida superior a la esperada para cualquiera. 

Muchas de las bajas eran sus amigas, dejando este mal sabor de boca haberlo escuchado y cómo advirtió de lo que les sucedería de ser alcanzados o devueltos al campo. 

Tomando sus manos el borde de su uniforme, donde a escondidas habían tejido cada una a las otras un hilo de colores para no perderse en el caso de quedar desfiguradas. Sus hombros bajan pensando en las placas y ese hilo que no podría llevar a casa. 

-La división comenzará una vez estemos en camino.- avisa a un soldado cercano para que llevara el mensaje.-No dejen rastro. -

 

 

 

El camino a ese lugar fue de todo menos… Movido. 

Esperaba encontrar torres de control o grupos de vigilancia pero sólo había animales salvajes. 

-Cada vez que veo eso mi cabeza da vueltas. - 

Aquello que observan es una liebre moviéndose por fuera de un claro. 

Siguen adelante. 

 

 

Al ver la torre del cuartel sus memorias son borrosas. 

 

 

 

 

 

 

Sus acciones ese día, lo confunden. 

Lo hacen mirar su reflejo. 

Le hacen notar que en un segundo estaba en un campo de batalla en silencio. 

Con cuerpos aliados por todos lados. 

Con los restos de un gato mayor tirado en el suelo con la cabeza deshecha a pisotones. 

Mira su bota atrapada en la carne gelatinosa y los huesos. 

-¿Dónde está mi amiga?- pregunta al soldado que se acercó al verlo quieto en ese mismo lugar. 

 

-Su prometida está herida, le dispararon.-

Así que fue eso. 

Suspira sacando la bota de ese cerebro batido. Su pata se siente pegajosa y caliente.

Asqueroso. 

Dirigiéndose a ciegas a un punto inespecífico. 

-Señor, ella y los heridos están en la enfermería.-

Cambia el rumbo siguiendo a este soldado. 

El silencio le sigue. 

Es pesado. 

Es algo que desconoce. 

Llegando a la enfermería donde hay muchos heridos , muchos de ellos temblando por la pérdida de sangre. 

Otros en ovillos que cubren sus heridas y más en una esquina donde se acumulan los cuerpos sin vida. 

Puede ver a la coneja en la camilla con una de las chicas del batallón sacando la metralleta con pinzas y un cubre boca. 

-El ataque a la primera base inició hace dos horas. - 

El gato mueve las orejas y mira a ese soldado. Reconoce al gato bajo y peludo con el rostro pálido. 

-Ya no hay respuesta aliada en la segunda base. - 

–Quedamos solo nosotros y la tercera estación. 

Grambel vuelve a observar a la coneja en la camilla. 

-¿Cómo salió herida?- 

-Te paralizaste. - 

Theodore lleva las manos a su cabeza. 

El gato de pelo espeso le rodea poniéndose a la vista y no en su espalda. 

-No es tu culpa… Aquí no.. No habían buenas personas.- le aclara con un puño en la palma. - Hiciste lo correcto , respondiste, lo hiciste mejor de lo esperado para tu primer misión.- 

-Todos están muriendo. - mira los cuerpos aumentar.

-No es tu culpa. - toma su mano estirando de puntillas para atraparlo. - Vamos. - le insta apuntando adelante.-Aun no termina, vamos a terminar. - 

Grambel inhala siguiendo sus pasos. 

A su paso ve a más personas de las esperadas. 

Todos fueron interrogados, como dictaba el protocolo, por un par de soldados. 

-Los corruptos, tenías razón, ellos nos venden. - le aclara el gato sin detenerse. - No solo a nosotros, a muchas personas, las cambian con los verdes a cambio de escapar. Lo han hecho tantas veces que no podemos saber si las bajas de alto grado son reales o si las fingen para escapar. - lo lleva a unas celdas del mismo lugar.-

Grambel puede ver a muchos líderes dentro, apiñados en asientos entre quejas y gritos indignados. 

El gato que le recibe Barys entre el estupor y la molestia. 

Dejando a Phoebe encargada de vigilar el exterior. 

-Ellos están vendiendo civiles, venden gente… Nuestra gente, por dinero.- le aclara Barys con las orejas bajas. -¡Nos están vendiendo!-repite aturdido por esta verdad tan horrible para él.-No hay ni un recluta, todos, todos fueron vendidos nada más llegar. - 

-¡¡Ustedes son solo unos mocosos que no entienden cuanto está en juego ahora mismo!! ¡¡No saben nada, nada!! ¡Saquenme de aquí, sáquenme antes de que los maten!-

-Callate. - ordena Grambel al escucharlo gritar cuando ya estaba agitado por esta información. 

-Este tipo sigue hablando como si tuviera ventaja-

-¡¡Cuando me libere, malditos, cuando todos vengan a castigarlos seré el primer hombre de todos ustedes malditas putas!!-

-Solo cállate. - ordena cansado Miguel, ya no encontraba más que decir después de esta información. 

-¡¡Puedo oír tu acento, maldito ilegal!!-

-Debes callarte. - advierte Grambel al límite. 

-¡¡Ningún pueblerino va a callarme, solo son mierda!! ¡¡Van a pagar caro esto, lo van a pagar caro malditos!!-

Alguien dentro de la prisión toma valor al escucharlo gritar, viéndolos intimidados por su voz da un paso adelante para añadirse a las amenazas.

-¡¡No saben con quién se han metido, no tienen idea de cuán jodidos están!!!- 

-¡¡Vamos a ir por sus familias!! ¡Todos van a ser hechos pedazos después de que los insectos se diviertan con ustedes!-

Phoebe mueve la cabeza inquieta. 

Theodore toma la delantera acercándose a esta prisión. 

-¿Dónde están los reclutas?- pregunta directamente. 

-¡En el infierno!-

La bala impacta destrozando el pie de este gato. Cayendo al suelo con un grito. 

La sorpresa de todos es distinta al ver al general dar un paso adelante con un gruñido. 

-¿Dónde están los reclutas?- pregunta de nuevo.

-¡Vete al carajo!- grita furioso en el suelo. 

Theodore apunta al furico y dispara a otro hombre. 

-¡No, maldito, maldito! ¡¿Por qué a mí?!-

- ¿Dónde están los reclutas?- pregunta de nuevo apuntando al primero.-Apaga las luces. - 

Barys se apresura a cerrar las ventanas, sumiendo la habitación en la oscuridad. 

Este gruñe sin intimidarse, aunque su cola ya esté entre sus patas por la oscuridad. 

Ese joven solo es visible por el reflejo de sus ojos brillantes, de esos dientes expuestos. 

El gato púrpura dispara al último que quedaba en pie. 

Iluminando el espacio como una prueba del infierno. 

-Ahora , le volaré un pedazo a cada uno cada vez que el otro no responda. - les advierte volviendo a apuntar. - Hay cuatro de ustedes, así que será algo aburrido. - inhala el olor de la sangre. Sonriendo por fuera de sus propios deseos.-Ora por sus almas. - pide al aire. 

La cabeza de estos hombres gira sin poder discernir su figura al escuchar a uno de estos jóvenes comenzar a rezar en otro idioma. 

-Ahora,.. - los llama.-¿Dónde están los reclutas?-no espera a la respuesta ni el silencio, dispara a la cola de uno de los gatos viendo ese pedazo de huesos y carne volar en pedazos.

-¡Aún no había respondido!-

Dispara a otro en la oreja dejándolo en el suelo con la cabeza sangrando y quemado por el roce. 

-Reclutas ¿Dónde están?- pregunta. 

-No sabemos.-

El grito de otro sacude la prisión. 

El gato recargó otras siete balas, mostrando con descaro que eran las armas incautadas a ellos, por tanto no le molestaba desperdiciar. 

-Reclutas ¿Dónde?- pregunta. 

El disparo fue seguido a uno y otro. 

-¡Se los llevaron en la tarde de ayer, en el tren! ¡Deben estar en el oeste ahora mismo!- le responde el más herido con las manos sobre sus piernas. 

El gato mueve las orejas, su sonrisa tiembla sin aminorar. 

-No te creo. - dispara de nuevo.-¡Oremos por sus almas, para que Dios les guarde pieza por pieza!- dispara de nuevo. 

 

 

 

 

Al retirarse en silencio Barys aborda a Miguel. 

-¿Si estabas orando? Sonaba a brujería.-

-Al inicio pero comencé a enumerar las ciudades prehispánicas de mi nación.-explica mirando al camino. - Me asusté y olvidé el ave maría…¿Iremos al oeste?-

-De allí venimos, es directo al frente. - 

-Iremos por los reclutas. - les explica el general de forma seca. Voltea mirando a la siguiente al mando. - Por Favor, cuida de Mercy. - 

-Si. - suspira sosteniendo el rifle. - Vayan y regresen, recuerda regresar a casa. - le pide al verlos decididos a rescatar a los reclutas. 

En silencio la crecida ola de soldados le sigue subidos en vehículos. 

Phoebe y su propia división quedan a cargo de este flanco.

Cuidando a Mercy. 

-Es la segunda vez que debo dejarla, me va dar una paliza. - 

-Al menos das por hecho que estará bien. - 

Miguel lo escucha seguro pero lo ve. 

Puede ver cuánto tiembla con la atención en esa enfermería. 

-Ella no querria qué los dejaras morir por ella. - 

Theodore mira al gato, bajando las orejas. 

-Ni siquiera puedo recordar como peleo... Me siento como un cretino. - 

-Eres el líder, el líder nunca tendrá las manos limpias y mucho menos la consciencia. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-¡Mis botas, mis calcetines , mis botitas están sucias con sesos de gente mala! ¡Qué asco, qué asco! - 

Los dos felinos ven a su general detenido junto a un río, refregando con un cepillo su calzado con salvaje injuria y asco. 

 

 

Notes:

Ya sabemos más de Theodore y Hobart, sus crímenes.

Chapter 12: Contexto Bélico(DogDay) Un enemigo agradable en tu hogar

Summary:

Mucha política

Notes:

Hola, es un gusto verles.

Fuerte, algo de antagonismo y el sentimiento de estar siguiendo al villano.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

-¡¡Están entrando!! ¡Tienen veneno!- 

Las paredes del lugar son sacudidas por la explosión. 

Atravesando las nubes de polvo con la fuerza de la sangre salpicada. 

-¡No intentes moverte , voy a sacarte las tripas por las malditas orejas, bastardo!-

La cara de un asesino suele ser tomada como un monstruo, ahora mismo es un histérico gato flaco corriendo entre las paredes y el techo con un arma por delante. 

Disparando tantas veces como una figura apareciera en su camino. 

-¡¿Quienes son?! ¡¡¿Por qué nos atacan si somos del mismo bando?!!-

El gato escucha esos gritos desde la habitación del  

Esta carrera es terminada con un aviso de la radio del gato sobre un soldado. 

-¡Ustedes nos traicionaron, ustedes han hecho que todo empeore desde que nos enlistamos! ¡No te atrevas a hacerme pendejo!- le responde agotado después de correr tanto con el dolor en su cadera. 

El soldado al otro lado del pasillo tiene una sonrisa grande. Más un reconocimiento. 

-Así que son los que nos faltaron.- mira por una orilla para analizar a ese soldado recluta.-Te ves como alguien que vale unos billetes bien gastados.- 

El gato con el arma suspira. 

-¿Sabías que nuestro general quería mantener vivos a quienes se rindieran?- mira a su compañero avanzando hacia este espacio. - Él es amable, cree que salvar a las personas es lo más importante de ser un soldado. - mueve la cola escuchando la carga del rifle enemigo disparando a su espesa cola rizada, esa bala atraviesa el pelo quemando el pelaje.- Para mi ser un soldado es matar a los infelices como tu, reducir a los asesinos de dos a uno, cada vez.- corre hacia el arma aprovechado los segundos que este soldado tarda en cargar.

Escuchando los pasos del conejo a su espalda, agachándose para ser su base de salto.  

Los soldados al otro lado de la esquina se ven sacudidos. 

Cometen el error de disparar muy alto ante la diferencia de estatura de un adulto y estos jóvenes. 

El humo es inflamable, es irónico, que ese bastardo que los manipuló por meses les diera esta ventaja. 

Usar objetos que no son exactamente armas de fuego. 

Utilizando ahora una ballesta oculta dentro de su manga. 

Sin pensarlo suelta el gancho, viendo sin oportunidad de parpadear como esta criatura muere por su mano.

Siguen adelante, entrando a la oficina, apagando las señales de alerta. 

A su lado una chica vuelve de su vuelta dentro de la torre. 

-Ya no hay nadie, digo… ¡Despejado!- avisa mirando al gato con la radio. 

-Bien hecho. - responde sonriendo bajo la máscara de gas. 

El humo tardaría unas horas en despejarse, por ahora todos caminan entre las nubes rojas. 

Su radio le avisa de un llamado antes de que pueda revisar los libros. 

-Verdugo, ven con todos acá abajo ahora mismo. A las celdas.- 

 Mira a sus compañeros. 

-No se asusten, revisen las cosas y anoten todo. - les avisa caminando a la puerta. 

A su salida el humo comienza a despejarse. 

Debe bajar bastantes pisos y en su caso, a pie. No tienen la capacidad de otros gatos para saltar, aunque pueda verlos saltar y correr entre tejados fuera de la ventana. 

Solo sigue adelante. Comenzando una carrera torpe a causa de esa herida. 

Llegando a los siete minutos a ese sótano con celdas oscuras. 

Fuera hay un par de soldados de su lado temblando entre sollozos. 

-Gran señal. - murmura abriendo sus bolsillos. - Coman no deben quedarse así más tiempo. - les advierte a todos entregando una galleta a cada uno.

Estos toman la galleta quedándose con estas en sus puños. 

Miguel les da una mirada profunda antes de bajar las escaleras. 

-No será bueno. - 

¡¡Esto no será más que malo, malo, malo, malo!! ¡¡¡No quiero ir allá abajo, no quiero!!! 

Los pasos de Miguel van paso a paso, escucha las voces de personas revueltas. 

Al bajar puede ver a los médicos del grupo correr de un lado a otro para atender personas heridas. 

Muy heridas. 

-¡Cortame la pierna, córtala, córtala!-

-¡Me duele mucho, ya no puedo con esto!-

-¡Mamá, mamá!-

-¡Ayuda!- 

Las heridas que vio eran por mucho muy extrañas. 

A varios les han colocado en una pared para revisar sus manos. 

Manos que han perdido gran parte de sus dedos. 

-¿Qué está pasando con todos ellos?- pregunta en alto buscando alguien que le de información sobre este desarrollo. 

-El general está dentro de las mazmorras, deberá ir allá. - 

Inhala ajustando la correa de su rifle.

Sigue adelante para encontrar al general. 

Las escaleras al interior de las paredes han sido tiradas abajo, puede ver a más heridos ser sacados de las celdas más profundas. 

-Verdugo. - 

-¿No vas a decirme lo que ocurre?- pregunta al gran gato en la puerta

-El destino de los reclutas y civiles no es lo que pensamos, es aun mas malo.-

El gato sigue los pasos del general.

-En la nación verde hay un mundo de diferencias entre los humanos y nosotros. - mira a su compañero.-Allá tú y yo seríamos conocidos como mascotas, no tendríamos derecho a un nombre a menos que seas semihumano.- baja las orejas.-Mascotas, esclavos y callejeros.-para frente a una celda abierta.

-¿Crees que esa sea su intención?- le pregunta el gato. 

-No puedo decir que sea solo eso. - toca con cuidado una caja de madera.-Pero si sé que nos harán pedazos,.. A todos en este país. - vuelve a mirarlo.- ¿Tu crees que estamos ganando o perdiendo?-

Miguel mira a la caja. 

-¿Por qué te ves asustado?-

-Porque esto… era una persona.- retrae su mano con un pesado dolor en los hombros. - No llegamos a tiempo. - sujeta lento sus propios brazos. - Dios… - 

Miguel vuelve la cabeza pasando su atención de las cajas a las paredes donde era visible la figura de algunos soldados revisando las etiquetas. 

-... 96 libras, 1,80 cm, varón, felino. - suspira. - Entra en la descripción de doce reclutas, ¿Alguien tiene las fichas de información?-

-Los internos le prendieron fuego antes de que entraramos, alguien los está recolectando para recuperarlos.-

Un gato interviene su mirada en esa búsqueda. 

-Hay una persona difícil allá dentro, ven a verla general. - llama al gran gato. 

Theodore le sigue con los puños cerrados con fuerza. 

A su espalda queda Miguel, observando las cajas con las cejas bajas. Como lector sus ojos no pueden evitar leer las etiquetas. 

-No sabía que usaban nuestras entrañas para hacer violines.-  

-Si lo piensas, es un poco poético.- 

Susojos van al águila a su lado. 

-Y a ti te harán pollo frito.- le apunta antes de buscar alguna forma de ser útil mas alla de ser un traumatizado idiota. 

 

 

Theodore camina mirando las celdas. Dentro hay soldados, reclutas, con rostros pálidos y cadenas alrededor de sus cuerpos. 

-Aquí, ella está muy enojada.-señala Barys con una mirada baja.

Theodore se asoma a esa celda, a la oscuridad donde dos chicas intentan liberar las cadenas de una criatura pálida y cubierta de rojo. 

-Debes dejar que te ayuden para que salgas de eso. - le advierte nervioso. 

-¡¡Vete al demonio, maldito traidor!! ¡¡Vendido traicionero!!-

Theodore ve esas cadenas en su cuerpo, la gran potra le advierte y su aspecto rebelde debe ser más que una locura para todos. 

Más le entiende. La entiende demasiado bien. 

-No somos de tu pelotón original. - le aclara dando una vuelta por la celda. - Somos del batallón norte somos reclutas como tú y venimos para sacarte-

-¡¡Eres hombre, claramente eres una basura!!-

Las chicas en la celda le ven asustadas. 

-Un poco, si.- admite pensando en ciertas cosas de su persona.-No creas que será gratis, sacarte de aquí, vas a ayudarnos a salvar a otros y si lo que quieres puedes irte al mismo demonio a donde me has mandado.- toma de las manos de uno de los soldados las pinzas. 

La potra atada brama al verlo acercarse, gritando al ver cómo este gato levanta la pinza. 

Con esta libera las cadenas. 

-Vas a unirse para salvar…- 

Todos ven a esta chica correr sin dudarlo, saltando por una ventana para dejarlo hablando solo. 

-Creí que.. Podría convencerla.- suspira perdido.  

-No se preocupe señor, ya regresará. - 

Theodore mueve los hombros incómodo. 

-Gracias. - sigue adelante. 

Las pinzas en su mano son dejadas en manos de un soldado. 

Una marcha, tensa y derrotada por el cansancio , es percibida muy diferente por las personas rescatadas. 

Viendo a un alto y magnífico general avanzar entre restos de un edificio de infierno, destruido a su paso. 

Alguien con hombros anchos y una emoción sin forma. 

 

 

 

 

No entiende nada de sí mismo, no ahora que entiende más de lo que sucede. 

-Incluso si encontramos a este pelotón, aún nos faltan otros dos mil desaparecidos.- 

Grambel los escucha mirando el cuaderno con las notas de los líderes de esta base. 

-General.- 

Sus hombros bajan al escuchar más voces llamarlo. 

Muchas voces. 

-General. - 

-Solo… - Aprieta los puños doblando este cuaderno.-Solo dejenme en paz. - 

Los dos gatos escuchan su queja. 

El más bajo toma unos libros antes de irse seguido por el más alto. 

Theodore no los detiene, solo mira este cuaderno con tantos nombres marcados en rojo. 

-Yo no quería esto.- suspira mirando al techo, a las marcas de bala y fuego. 

Debe buscarlos. Encontrar a los reclutas y civiles… O al menos sus restos.  

-Estoy siendo un cobarde. - guarda el cuaderno en su uniforme. 

Arregla la gorra y deja esta habitación para volver a reunirse con su teniente y lo que sea que fuera Verdugo. 

Aunque también debe afrontar el hecho de que afuera de la oficina hay mucho más ruido. 

Hay demasiados heridos. Que no habían si tan solo no hubieran ayudado al enemigo

Muertos. Todos por culpa de su familia. 

Personas perdidas. Por sus manos. 

Todo este horror, debe leer los registros. 

No está solo. Tiene a un lector rápido a su lado y alguien que resume para darle una versión, más sencilla que procesar una vez más.

Un conejo corre a su encuentro. 

-General, debemos alertar a la mayor Phoebe.- le advierte este con un arma en manos. 

El gran gato mantiene la mirada en el camino, busca a los dos gatos que deberían apoyarlo ahora.

-General ¿En verdad hay una posibilidad de que esto salga bien?-

Sus pasos se detienen al escuchar a una cabo a través de su máscara, algo que no evita que escuche la fina voz de una adolescente asustada. 

Su voz escapa con un tono suave ante sus propias dudas. 

-Si , la hay pero debes pensar que será así.- le advierte - Ya estamos más cerca de casa y no debes dudar del general…. De mi. -

Esta recluta levanta los hombros llenando sus ojos con lágrimas espesas. 

-Si, señor- retrocede manteniéndose firme aún si sus pasos la llevan a caer al suelo.  

No por torpeza sino por un cadáver. 

Theodore escapa de la escena sin saber porque no pudo ayudarla, demasiado asustado. 

 “Mi madre y yo ayudamos a que esto pasará” 

Mantiene la boca cerrada. 

De forma patética. 

Agotado… O algo aún peor. 

Su mente lo lleva a otro lugar aunque desee responder de forma justa a sus compañeros, 

-¿Usted es el general?-

Sus orejas se mueven volteando a donde suena esa voz rota. 

Esta vez son personas que aún visten con sus ropas civiles. 

-Soy Theodore Grambel, el general de la brigada sin código. - le informa por pura etiqueta militar. 

Estos civiles sonríen al escuchar su voz. Una joven, suave. 

Apenas con algo más allá de la paz y su cansancio. 

-Señor, muchas gracias por venir.-

-Nadie quiso ayudarnos, nadie nos escuchaba. - 

-¿Porque vino por nosotros?-

Grambel abre la boca debajo de la máscara, temblando al responder.

-Porque… Porque Dios así lo quiere. - 

Los ojos de los civiles brillan, le ven con un gran amor. 

Si. 

Una innegable ola de cariño creciendo hacia esa voz amable y su fuerza. 

Por fin, un protector. 

Su héroe. 

Su ángel. 

 

 

 

 

Theodore solo deseaba descansar su mente. 

Quizás hacer como cada domingo en su casa, en su local, preparar todos los platillos de la semana. 

 

Saliendo de su mente al escuchar voces que conoce. 

-¿Porqué la fiesta?-

Es sincero. 

-Porque posiblemente vamos a morir más de uno y… No quiero que mueran con hambre. - 

El gato más alto avanza apuntando a la comida. 

-Le falta chile. - 

-Como a ti pero no hablemos de tu frustración sexual ¿Crees que alcance para todos?-

El gato burlado le mira con odio unos segundos antes de desquitarse violentamente. 

-¡Patada!- procede a levantar al gato con un puntapié.

Theodore deja de verlos después del maullido adolorido. 

-No sé, creo que será muy poco. - - toma la olla que preparó para todos. - Es muy poco, seguirán molestando con esto.- 

-General. - 

Sus orejas se mueven inquietas. 

-No tienes que defenderte, solo responder y la respuesta es disciplinada. Estás haciendo todo lo que puedes para ayudarlos, no puedes ser piadoso con ellos. - 

-¿Cómo sabrán que quiero ayudarlos si soy un cretino?- 

Entre los dos hay una mirada profunda, así estuvieran peleando un momento antes, llevan un movimiento de cabeza adelante al otro. 

-No eres un cretino. - inicia el más bajo rodeando la mesa. - Eres el general, debes ser temido y respetado.-

-El respeto no… No hará que puedan entender porque hacen esto, para que se esfuerzan tanto y van a correr hacia la muerte.-

-Lo hacemos porque es lo correcto, ya no podemos seguir con esto. Ya no podemos fingir que está gente quiere ayudarnos, Theodore. Era lo único que tenemos , no pueden odiarte. - 

-Así que me odian. - 

-Eres un hombre, no empieces a torcer mis palabras. - le advierte el gato después de verlo decaer. 

-Si, te odian. - 

Barys voltea con las cejas bajas al escuchar a Miguel. 

-Eres una figura de autoridad, todos odiamos a los jefes y es natural. Amigo, es normal que te odien. - mira la comedia pensando en picante. 

-¿Entonces eso es todo? ¿Los guió a la muerte una persona que apenas puede ganar sus confianzas y morirán maldiciendome?-

El gato le empuja haciendo que le mire. 

-No, no es así. Theodore , puedes odiar y amar, es normal. Es tener una madre, un padre que te grita cuando estás arruinándolo todo. Necesitas aceptar que no todos están perdidos ni todos están en su lugar. Eres un soldado, un general y si hay alguien que va protegerlos esa es tu voluntad, debes aceptar que muchas veces serás odiado pero ese es el camino de los líderes. No necesitas ser una buena persona ni amado para ser un líder de confianza.-

-Ya me lo has dicho antes. - 

-¿Entonces porque no te encaja?- le pregunta Barys. - Si no querías consuelo ¿Que buscas al hacer esta escena?-

El gran gato mantiene la cabeza baja. Sus orejas caen tan agotadas como su propio interior. 

-Quiero… Fingir no estar aquí.- 

-Esta bien. - le sonríe Barys. 

-Deberíamos ir a pasear. - 

-¿Pasear?-

-¿No quieres?-

-Podemos tomar un vehículo, salir a pasear y volver para mañana.- 

Grambel vuelve a mirar la comida. 

-Repartan la comida.-

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las veces que el mundo tuvo algo de sentido fue una pérdida de tiempo para muchos, desde niños jugando a pelear, quemando billetes por los cuales serían abofeteados o peleando por unas gotas extras en el vaso de jugo a un presente donde se está sentado frente a un charco donde renacuajos han muerto por las altas temperaturas, todo da vueltas y es posible que estos animales horrorosos se comiencen a ver apetecibles de tardar más las provisiones enviadas por el gobierno. 

Las voces de sus compañeros son fuertes, están cargando los tanques con armas llevadas a los vehículos. Llenando a este ejército de más proyectiles que soldados. 

Observa el entorno. 

Como las figuras de los soldados se mueven llevando las armas a los camiones. 

Otros apartados con una actitud más extraña. 

Los ve mirarse, tocarse los uniformes, entre ellos el renovado pelotón femenino mezclado con los soldados más jóvenes que sí les escucharon y apoyaron el movimiento de los tres.

-¿Cómo es que podemos hacer todo esto? Se lo pregunta observando este actuar arrogante en sus compañeros, inconscientes de cómo esta alegría por vivir ofendía a los soldados enemigos. 

Presentes y conviviendo para divertirse. 

Hay un aire de confianza que de distraerse puede percibirse como familiar cada vez que se dan estas pausas entre las misiones. 

Este ambiente sería costeado con heridas extraordinarias en su poder desde el interior muy pronto, pagarían caro todo este cariño desperdiciado en el campo de batalla.

Llegando a odiar al sujeto que les hizo creer que esto era lo correcto. Ser felices en el proceso al infierno.

Este tipo lo ocasiona, fingiendo ser agradable cuando todo es pacífico. Cuando el mal solo bruma detrás de la sonrisa de sus compañeros. 

 

Un perro vestido con las medallas del general que él mismo planeó y dirigió a todos a quemar vivo junto a su comitiva más cercana, una tarde de abril, todo para conseguir su poder. 

Una posición que le queda por su maldita atención. 

Como ahora, girando la cabeza a pesar de no haber hecho ruido alguno, mirando a su dirección con ojos atentos y una sonrisa tan fría como la de una escultura de piedra. 

Responde con un movimiento de cabeza para mostrar su soltura. 

Este le mira con ojos afilados conforme esa sonrisa crece, era un loco deseoso de conocer más y más secretos. 

Por ello hizo a este gran batallón cazar a los regimientos secretos dentro de las fronteras y recuperar las tierras robadas. 

Por ello junto al estanque de renacuajos hay un cadáver dejando caer la sangre espesa de sus venas. 

Hobart es un genio cuando de vivir con la soga al cuello se pone en marcha día a día. 

Vivir como si fueras a morir mañana, cuidando tu alma de arrepentimientos, de pérdidas y vergüenzas que no puedas ver de frente cuando te toque enfrentar tu vida del otro lado. 

O desaparezcas. 

Su hermano sabe vivir, sabe como caminar a la salida dejando que todos le llamen para que regrese con rabia, tristeza o risas.  

Seguía a este perro por amor, por la familia que era su vida con él y los dos idiotas que la siguieron hasta aquí para buscarlo. 

Por Christian, su fuerza y amor. 

Aunque seguramente nunca podrían ser una familia de los dos.

Ver a este cadáver le parece extraño. 

Hace unos minutos estaba vivo. 

De verdad estaba vivo. 

-Debió dolerte mucho. - murmura arrodillándose para abrir sus ropas y encontrar aquello que pueda comprarles algunas provisiones en el pueblo cercano antes de que se vuelva peor la situación. 

-¡¡Aleja tus pezuñas del comandante!! ¡Maldita mujer! ¡Alejate de él! ¡¿Por qué es una mujer quien acaba con su vida, comandante?!-

Angie bufa sacando de su rostro el copete que delató su género, las explosiones le hicieron perder el pelo que se cortaba y pegaba a su rostro para verse más masculina, delatandose sus facciones y cabello aquel rostro redondo que le hacía tanta ilusión mostrar devuelta en casa pero ahora solo la expone como una mujer. 

-Gracias deberías darme por tocar esta basura. - acusa sin detenerse al revolver ahora con menos consideración el uniforme, sacando las pertenencias y adornos que seguramente serían buen oro de fundirse. 

Terminando su búsqueda con una fotografía.

Observa esta familia con el hombre de media cabeza volada en pedazos en el costado junto a una mujer y dos cachorros. Era su familia. 

Inhala guardando esta fotografía, con disimulo le esconde, avanzando por el camino con el pie de este cadáver en su poder. 

–¡Ya déjalo, maldito chancho!- ruge este soldado por completo fuera de sí al verla arrastrar al amado comandante de su pierna a la pila de fuego. 

Sus gritos son callados por una mano entrando por su boca para clavar las uñas en su paladar, agarrándolo como un gancho al pez, arrastrándolo fuera de la rueda de prisioneros de estos enemigos. 

El perro con esas medallas quemadas le sonríe acariciando su hocico felino sin olvidarse de jugar con su reflejo.

No puede morderlo, no puede arrancarle la mano cuando parece hierro en su boca. 

Causando náuseas que no puede liberar por la presión. 

Todo en público, haciéndolo avanzar paso a paso con las piernas casi dobladas por su fuerza. 

Lo libera en un agujero de tierra, obligándolo a arrodillarse con una arcada al ser soltada su boca. 

Sus rodillas están manchadas por el reflejo cubierto del rojo de su garganta. 

-Veo que tienes boca, vamos a ponerla a trabajar. - le anuncia sentándose en una silla traída por alguien a su espalda. 

-Odio torturar pero más has de odiar que lo haga y lo envie a tu familia.-

El soldado abre la boca mirando la cámara frente a él. 

-Cuando estaba siendo atendido dedicadamente por tus hermosos compañeros, por tus amigos, me grabaron un par de veces. Sinceramente espero que esos chicos tengan un buen ojo para la cámara, me sentiría ofendido si no me viera provocativo. - explica sonriendo con una mirada suave a pesar de estar preparando unos alicates. 

-No vas a intimidarme. - advierte con el rostro bajo. 

El perro no escucha o más bien lo ignora. 

- Me hicieron preguntas muy interesantes. - le señala con esa sonrisa. - Amigo, seré bueno para que tú seas bueno y te daré esta oportunidad, no solo a ti sino a todos tus compañeros.- apunta al grupo que intenta no ver o ven atentos a su boca.-Te cortaré los dedos frente a esta cámara y lo enviaré a… - le observa buscando en su memoria. - Dolores, sí, dolores ¿No es irónico?- pregunta a sus compañeros entre risas.

Frente a él este soldado baja las orejas al escuchar el nombre de su hermana, temblando al saber que su información y puede que de muchos más ya hayan sido vendidas. 

 - Dolores vera como te causamos dolor en una dolorosa grabación sin sonido. - ríe estirando la mano hacia él. -Ahora pon aquí tu cabecita, sino tendré que ser malo contigo, gato. - 

Sin dudarlo intenta morderlo. 

Este le atrapa por una oreja usando el alicate para tirar del cartílago, tira hasta llevarlo a su regazo. 

-Eres bonito, eres un gato gris que no había visto antes.- coloca la mano sobre sus cabeza, apretando el hocico. - Eres muy atractivo, no tanto como podría ser pero te defiendes. - termina defendiendo la mediocridad de su visión. 

El gato eriza el pelo al sentir como un arma le aplasta la cabeza por la nuca, pisando el borde de sus pantalones con una bota que baja la ropa de golpe.

-Señor, es claro que no va hablar ¿Podemos llevarlo con nosotros?-

El general le mira directamente. 

-Si, es algo joven para mí , llévenselo.- 

 Los soldados del círculo se revuelven gritando al ver cómo arrastran al teniente entre tres soldados. Dejando en el suelo parte de su uniforme al llevarlo entre risas. 

No habían pasado tres minutos antes de escuchar un disparo a lo lejos. 

Nadie entre los enemigos se preocupa, mantienen las tareas en silencio. 

Este perro vuelve a mirarlos, eligiendo a otro para este juego extraño. 

–Estoy algo aburrido. - suspira al tener a otro gato en el suelo, esta vez preparando unas pinzas en el fuego cercano. -Todos son blancos amarillos, azules y rosas pero no veo púrpura. No veo gatos púrpuras.-Sus ojos ven los cuerpos en el fuego y los prisioneros.-¿Debería estar feliz por no ver más de ese color? - la melancolía le llena aunque sea tan vago el recuerdo, podía ver en su memoria el hermoso rostro de ese gato púrpura temblando en la noche llena de luciérnagas.-No sé si pueda hacer algo como esto. - una parte de sí le advierte de cuanto le preocupaba encontrar a ese gato entre los prisioneros y más le dolía pensar que pueda estar entre las llamas donde se acumulan cadáveres ardiendo. 

En este entorno es imposible ver luciérnagas, insectos que en su pueblo dejaron de reproducirse a causa de la contaminación en los ríos, criaturas tan especiales y frágiles fueron las luces que dieron luz a la magia de una hermosa figura de pelaje púrpura y sonrisa tímida. 

Un ángel muy hermoso en sus memorias. 

Un ángel que no haría algo tan vulgar como lamer su mano al mirarlo de esa forma seductora y sucia, una sed de muerte mezclada con la vulgaridad de un felino engañoso. 

Este gato quiere matarlo. 

Su locura, aquella que le hizo creer en una relación meramente parasocial con ese joven en sus memorias le hace gruñido frustrado al tener enfrente algo que iba contra sus delirios amorosos con alguien que se suponía era su deseo volver a ver después de la guerra. 

Como si este roce fuera una maldición que le alejara del gatito púrpura y su naturaleza celosa dentro de sus fantasías. Donde estuvo escondido por mucho tiempo. 

Un objetivo en el encuentro era caer en su correa, en sus delirios la correa es celosa y no le gusta compartir su atención. Mucho menos desean a un tercero en sus vidas. 

Haciéndole mover el brazo impulsado por el gato en sus sueños. Teniendo en sus manos la del felino que reclama por su lugar y fidelidad. 

Terminando con los maullidos furiosos de esa ilusión en sus pesadillas con este corte. 

-Este no. - habiendo usado las pinzas calientes para atravesar su cabeza lo deja caer al suelo mirando al grupo.-Intentemos contigo. - apunta al conejo entre estos oficiales, arrastrando las botas con el cuerpo doblado como la retorsión de la parca, cubriendo las sombras un rostro vacío. 

Deteniéndose ante el reclamo de un demonio. 

-¡No sabemos dónde están los reclutas, no sabemos porque no han llegado sus cargamentos!- chilla este conejo al verlo acercarse. 

-¡Nadie aquí sabe a donde llevaron las placas de compuesto!-

- ¡Si rastrearon al hijo del rey es por un error, él no está entre nosotros y no lo defenderemos!- 

El perro mueve las orejas escuchando cada grito. 

-Reclutas. - mira a su grupo. - Yo no mencioné a ningunos reclutas. - 

-¿No vienes por ¡¡AHAAA, no NO, NO!! - sus gritos suben por culpa de esa pinza sujeta a su nariz. 

El perro tiene bastante sensible el hocico por las heridas de los martillos usados contra su rostro y extremidades, si seguía siendo la mole sabrosa que se consideraba cuando bebía de más, era solo por ego, y porque los golpes siempre los aguanta bien. 

-Ni reclutas, ni reyes. - aclara mirando al resto a los ojos. - No hice ninguna pregunta. - 

Los prisioneros abren las bocas o las cierran al verse descubiertos. 

-Yo quiero saber de la fábrica de armas en la frontera.-

 

 

 

-No comprendo. - 

Las voces son bajas en una esquina del campamento. 

Las plumas del ave se esponjan escuchando la aspereza y resentimiento de estas personas. 

-Tiene a tantos de buena calidad pero ni una sola vez hemos podido usarlos.-

-De nada sirve jugar si solo vemos a esos idiotas ser llevados a nada. - 

-Ya hasta las mujeres se pasean como si fuera una cocina pero no podemos hacer nada, incluso ahora. Ningún sobreviviente, no nos da nada. - 

-¿De qué nos sirve ganar si la paliza nos la llevamos sin recompensa?-

-Esto es natural, el mocoso no piensa en nosotros. Solo en su estúpido plan.- 

-Es hora de comer, vamos ahora. - 

El ave se retira lentamente al escuchar cómo se dividen para la cena. 

Sus pasos son seguros y lentos hacia este grupo. 

-Ustedes también lo creen. - 

Estos le ven de arriba abajo con cejas fruncidas.

-No hablábamos de nada. - 

-Eres el amigo del general, ¿No es así?-

Polly mueve la cabeza sonriendo aburrido. 

–Apenas le conozco, me pagaron para sacarlo pero ahora creo que me sale mas barato sacar a las garrapatas. - se acerca a ello colocando el brazo en los hombros de uno de estos. - En realidad me molesta que me pagaran tan poco, cuando hay más por matarlo. - 

-Estas diciendo mierda del tipo. - 

-Es porque ese es el plan, ya no soporto esta estupidez. Al menos antes podíamos tener una fiesta con las chicas del pueblo, pero ahora nos mantenemos alejados como leprosos ¿No es ridículo con tantas nuevas caritas esta primavera?- ríe apartándose de estos. 

Al verlo tan sumido en sus quejas, estos caen lentamente. 

-Es un desperdicio de hecho.-

-Este año se gradúan tantas monjas, sería una dicha visitarlas.-

-Con una sola me conformaría. - 

El ave ríe entre estos, escuchando y siguiendo el hilo por esta noche. 

Llegando el fin del día con ellos hablando, planeando una escapada. 

 

-Ya vayanse a dormir, sus solas caras me dan asco. - 

Como otras veces ese elefante engreído pasa por las fogatas usadas para calentarse en la intemperie, durmiendo expuestos bajo un cielo lleno de estrellas. Un desastre. 

Un grupo espera a ver a ese elefante retirarse al interior de la tienda del general para escapar. 

El ave va entre ellos con esa sonrisa en su rostro. 

Dejando para el final del grupo en escapada la figura de una sola persona. 

 

 

-Veo que no necesitaron refuerzos.-

Los dos observan al perro en la tienda, preparando la siguiente avanzada con un mapa en la mesa. 

-Fueron una molestia. - admite Angie con el rostro rasguñado por las garras de un par de lagartos. 

El elefante entrega un pañuelo con un fuerte olor medicinal, uno más es dado en manos al ave. 

-No me volveré a meter en las depuraciones. - gruñe el ave limpiando su rostro de las manchas de sangre seca. 

-Era necesario. - Hobart marca con un círculo una zona abierta del bosque. - Era ahora o dejar que sigan adelante con sus quejas.Detesto a la gente que se queja más de lo que aporta.- voltea poniendo los ojos en el teniente que conservó tras limpiar este ejército. - No permitiré que estos tipos te disparen por la espalda. - 

El hombre mantiene los ojos en el mapa. 

-Para conservar las piezas de ajedrez pura, es mejor que se limpie el tablero de los peones contaminados, antes de que se pùdran las piezas.- 

En ese momento parecía ser alguien cuerdo. 

Hobart y ellos tres decidieron creerle estúpidamente al ser mayor. Al sentirse necesitados de una persona con experiencia. 

Una marca dejada por el abandono, por la orfandad que les hizo débiles a las personas mayores. 

 

Una vena interna que es traicionada con el tiempo y las verdaderas ambiciones de una persona que en cara de Hobart le acusó de no permitir una recompensa de piel a los soldados que le apoyaron. 

 

Terminando en esa masacre sucia y pesada por su silencio. 

Con más niños en un ejército con teoría y sangre para regalar pero no experiencia. 

Con Hobart de pie frente a los nuevos reclutas de su ejército, de estos niños durmiendo bajo un árbol en grupos que parecían estar en medio de una pijamada y no en la guerra. Estaban buscando el calor de otro para olvidar las pérdidas, para olvidar la ola de muerte que se suscitó en sus caras. 

Puede verlos, le recuerdan que él mismo fue un niño. 

Idiota, engreido y malicioso. 

Contento con poco, avaricioso de más. 

Siempre deseaba tener una familia y cuando la tuvo, deseaba hacerla más fuerte. Deseaba que fueran tan resistentes como el granito y longevos como la tierra misma, no perderlos, no verlos heridos. Deseaba que el mundo dejara de dar vueltas para ser libre. 

porque su idea de libertad era un mundo donde no hay posibilidades de perder a su familia, otra vez. 

Por tanto no pudo ver que el mundo no giraba en torno a sus deseos por limpiar el país a través de la muerte de aliados y enemigos, solo era un loco que olvidó que las personas de su ejército necesitaban una comprensión de la realidad más allá de solo órdenes. 

No todos son buenos ni los buenos están a su lado, siendo así… 

Debe matar a todos y acabar con todos los peligros por venir. 

-Lo siento mucho. - lamenta observando a estos niños dormir, a los soldados que debía ver como tal para seguir adelante. Con la culpa en sus hombros lanza sin cuidado un montón de dulces a los niños del pelotón. Despertaran con gusto.-Vamos a seguir, hasta que no nos quede sangre que dar.- suspira volviendo su mirada a la luna sobre su cabeza. 

No es un guardia en su orfanato, no les lanzará huesos pero si es lo que hay, se los daría. 

Los devolverá a casa, así sean convertidos en monstruos. 

Necesitaba seguir adelante, llevarlos a casa y que tuviera sentido su regreso a un hogar real y no ese riesgo biológico a manos de un montón de corruptos.

Ya había quedado la segunda ola de soldados que se revelaban a sus órdenes. 

La tercera estaría cerca o no llegaría nunca, esperaba que jamás llegará. 

Eran demasiados esqueletos bajo la alfombra. 

-Él exigió una tanda de suministros solo unas horas antes de todo esto. - 

Sigue su camino con el ave y el elefante a su lado. 

-Ya llegará. - 

-Solo espero que esta vez traiga suficiente sal, la deshidratación nos hará comernos a Christian si seguimos así.- 

El elefante piensa en patearlo pero no lo hace. 

No frente a los soldados que comienzan a despertar con las risas de los niños al oler el azúcar. 

Hobart comienza a sentirse solo. Otra vez abandonado con este papel que toma por su decisión. 

 

 

 

 

Unas horas después el general baja las cejas al ver el nuevo montón de imbéciles que llegan a su campamento para ser su problema ahora. 

Sus malditos problemas. Sus niños a rescatar, si quisiera pensar con menos asco hacia ellos. 

Las rayas de las prisiones brillan por encima de los camiones de reclutamiento traídos hasta aquí. 

Observa a estos avanzar a su dirección con el usual ritmo acelerado. 

Era posible que de tardar solo un poco más se vieran atrapados por fuego enemigo en una zona que de un segundo a otro, puede llover algo similar a la sangre corrosiva. 

-Manejan como si fueran a morirse por frenar. - la queja es del ave. 

-Estamos en el foco, en cualquier momento los azules harán llover sangre. - le recalca el elefante. 

Angie señala a la dirección que considera estaban la mayoría de los azules. 

-A este punto comenzaré a dar por hecho que esa gente se mojan con los salmos. - 

Hobart abre la boca riéndose de la vulgaridad de Angie. 

-Tomaré nota. - lleva los brazos a su espalda.-Ya veré si tienes razón. - 

-Y si es así, me deberás un…¿Que podría sacarte?- se cuestionó mirando esas rejas en el transporte. 

-Quédate con Christian. - apunta Hobart. 

-No soy una pertenencia.- les recuerda. 

-Creo que viene solo gente fea.- 

Este vehículo para frente al campo, bajando de la cabina un soldado instructor. 

La cara de Hobart cambia a una seriedad amarga con solo ver a esta persona. 

Una mujer que parece tener muchos secretos y seguramente más de uno estaba vivo antes. 

Su figura, sus ojos brillantes bajo el sol. 

-General mayor Hobart Black, debo pedirle que firme este formulario.- lo pide con el rostro agachado.  

No sabe quién es Hobie, lo busca y señala con este comportamiento. 

Hobart abre paso a Christian y Polly, para ver quién se mueve primero.

Como siempre Polly se hizo a un lado y dejó a Christian solo. 

El elefante reacciona antes de que sea necesario explicar la situación, la sospecha de Hobart pocas veces se equivocaba pero no dejaba de ser una molestia increíble cuando los dejaba a ciegas. 

-Es natural que deba firmar, dime de donde son estos bastardos. - les pide al acercarse al vehículo.-Vamos, apesta. - sigue con sus críticas. 

Solo percibía hombres dentro, ni una sola mujer. 

-Son de tres prisiones, el estado les afirmó que serían libres de enlistarse cuando terminara todo este desastre.- 

La boca de Christian se tensa mirando este documento. 

Acababan de limpiar, sus números leales eran muy pocos. 

Una parte de él le hace sentir que debería mantenerlos dentro y prender fuego al vehículo con todos dentro. Eso desearía pero no sabía si sería posible. 

-¿General Black?- 

Una piedrita golpea al elefante para que dejara de estar perdido en sus propias tonterías. 

-¿Solo doce días de entrenamiento?- 

-Son buenos peleando, muchos otros fueron requeridos pero su movimiento en la frontera ganó la primicia de estas fuerzas. -  

-Me quedo con la tajada que otros no querían, ya entiendo.-

-Es el mejor grupo que pudo haber recibido, señor. - 

Christian mueve la cabeza para mirar las ventanas cubiertas de mallas y hierro. 

Una nariz negra olfateando obviamente le avisa de la presencia de un perro dentro de este vehículo. 

Desearía prenderle fuego y no tener que dar la bienvenida a este montón de idiotas. 

Mira atrás. 

La ausencia de Hobart le hace gruñir, deseando que todo se vaya al carajo. 

Hobart es el líder por su energía pero era más que obvio que no le importaba dejar el liderazgo a otros cuando los aprueba. Odia que Hobart lo quiera usar como el camino a su libertad. 

 

 

 

Por su lado Hobie cumple algo que deseaba hacer hace mucho tiempo: Ir al pueblo como civil. 

No le va tan bien como desearía. 

-¡Aquí no vendemos a carroñeros!-

El vendedor ha tirado de su mesa la cadena que trajo para conseguir algo de dinero, despreciando en grande este objeto recogido de los cuerpos en las trincheras. 

Hobart lo recupera del suelo con una expresión contenida, suspirando al volver a negociar con este pollo ruidoso. 

-No es carroña, es un relicario que podría ser buscado bajo recompensa al terminar la guerra. - le muestra la fotografía dentro.

Este vendedor mira la fotografía de un soldado azul muerto con una gran familia. 

-Los aliados apenas dejan algo pero necesito comer, yo y mis cuatrocientos sesenta hijos. - 

-¿Cuántos?- 

-Pues los que dios quiera.- 

El vendedor toma el relicario mirando la fotografía que parece ser de nobles. 

-Toma. - entrega un montón de monedas y un billete grande. 

-Vaya, está caro. - celebra hipócritamente que le vendieran por menos de una décima parte el peso de ese adorno en oro. 

Deja esa tienda caminando con su ropa vieja y roída, claro que tenía sentido que le pagaran poco. Se veía como un sucio vagabundo necrófilo o algo peor. 

Detiene sus pasos al ver unas figuras inesperadas. 

En este territorio, dentro de su nación, los azules se mueven sin miedo por las peleas que se vieron reducidas después de los ataques. 

Las personas les tienen miedo, no alertarán a los soldados de su propio país y menos intentarán resistirse a ellos. 

Por ahora solo le queda agacharse y observarlos. 

Curioso por las colas espesas. 

Esas máscaras de gas que les da un toque siniestro y orejas altas, no son personajes a los que subestimar. 

Estos voltean a los lados, encontrándose en este entorno. 

El perro mueve la cabeza cayendo su sien en el muro de la calle, derrumbándose lentamente como un borracho que estira las piernas y baja la cabeza derrotado por el licor. 

El felino que le veía baja las orejas mostrando en ello su desagrado.vuelve a mirar al frente sin detenerse. 

En el suelo espera a perderlos de vista, y que sus esencias se alejen lo suficiente para moverse. 

Dejando el suelo para ir a comprar a una tienda de abarrotes. 

-Esos azules son preciosos. - es lo primero que dice al entrar. 

En el interior tres azules le observan frente al mostrador. 

-Vaya, es mi día de suerte. - sonríe mirando a uno, sino tres gatos púrpuras. 

Mira a una esquina esperando a que se vayan.

Con suerte, sin dispararse unos a otros. 

Mira al suelo donde puede ver sus sombras , sus bonitas sombras. 

Es interesante, sus colas son muy diferentes. 

Uno es un gato de pelo espeso y rizado, el otro uno de pelo largo y espeso liso. 

El último tiene una cola esponjosa y fina. 

Justo hace unas horas vio muchas parecidas en el fuego, quemándose hasta desaparecer sus cadáveres y negarles una sepultura justa. 

Debían ser personas muy interesantes, tanto como el tipo que se le queda viendo y lo sabe por la forma en la que lo mira, solo por esas orejas delatando su interés al inclinarse su sombra a su dirección. 

Lo sabe por ser una experiencia caótica estar atrapado con gente que le torturaba cada vez que se acordaba de que existía o necesitaba hacer preguntas a alguien que no pudiera irse después de las siete.

-Oye, perro. - 

Claro, debía ser su encanto eso que le condenara a ser un centro de atención. 

-Hola. - saluda con la cabeza inclinada para ocultar las quemaduras de su pelaje a causa de los disparos y el soplete que utilizaba en vista de que más de un compañero le temía. 

-Mi amigo dice que eres atractivo ¿Te gustaría-

-¡Barys, a la verga con tu delirio casamentero!- 

Este gato eleva los hombros fingiendo de forma absurda una herida en el corazón. 

-Estoy siendo sociable, dijiste que debía ser más sociable. - le recrimina exagerando el tono dulce. 

El felino eleva la cola y sus orejas se esponjan tanto que la sombra se vuelve un bola redonda de cola a cabeza. 

Hobie, que observa la interacción por las sombras y no directamente, aguanta una risa al ver esa figura. 

-Si, pero no me consta.- aguanta otro grito frustrado para arrastrar las palabras. 

Hobie mira al tercero tomar un par de sacos para irse con estos sobre los hombros sin darle ni una mirada. Un gato grande… 

En su interior algo se pierde viendo esa agitarse para llamar a los otros dos en una ola de incógnita. 

-Ya vámonos, delicado. - el primero en acatar el llamado es el burlón felino. 

-No me gustan los perros, ya te lo dije. - le recrimina la bola de pelos. 

Su compañero responde riéndose de esa declaración. 

-Porfavor, si te vi babear la otra vez.-

Este gato lo patea al tenerlo cerca más frustrado por ser esquivado con gracia. 

-¡Porqué me había golpeado el hocico, me estás emparejando con el enemigo!-

Las puertas se cierran con ellos fuera. 

Hobart se levanta de esta esquina, avanza hacia el mostrador. 

-Dame una bolsa de mentas. - pide en voz baja y cansada. 

El vendedor esta vez atiende rápido para poder cerrar el lugar y librarse de más gente como estos soldados. 

Hobart deja la tienda por la parte trasera, viendo al mismo grupo esperando por delante. 

Debieron sentir más que curiosidad si estaban esperando fuera. 

Sigue su camino. 

Aunque hay un problema. Su cabeza se siente pesada. 

Hay algo malo o más bien… esponjoso. En el techo. 

Lo siente. 

Puede percibir como el aroma de los aceites para armas está presente en el tejado, la forma en la que el aire lo lleva. La toxicidad de esas armas, es imposible no saber de ellas. 

-Se supone que aguante esto. - su boca deja de sonreír.-¿Porque hueles tan bien?-

Es curioso, los gatos adoran observar de lejos y sentirse intocables. 

Esta presencia es imposible de ignorar , huele bien. 

Desea mirar arriba pero sinceramente ya estuvo demasiado tiempo siendo atendido por gatitos. 

Su camino sigue con la mirada en el frente, usando solo los ojos para decidir a qué lugar entrar. 

Necesitaba uno donde hubiera una puerta abierta. 

Decidiendo entrar a un hogar con la puerta entreabierta, cerrando a su paso. Atraviesa mirando a la familia junta en la sala con algunos juegos. 

Evita acercarse a ellos, mirando a la madre paralizada en un pasillo sigue a su lado dejando un par de monedas en el suelo. 

Por la ventana del otro lado escapa dejando atrás esa presencia. 

Vuelve al campamento con la mirada en el camino. 

 

En este su sorpresa es moderada. 

No hay una hoguera con su familia muerta en el centro. 

No es tan grande la sorpresa. Aunque si proviene del fuego. 

Es algo que no esperaba para nada. 

El camión con los nuevos reclutas estaba ardiendo en el centro del campo. 

-¿Qué sucedió?- pregunta a un soldado. 

Este apunta al fuego. 

-Pues… - mira bien a Hobie. - Hola señor, el teniente le prendió fuego al autobús. - 

Hobart vuelve a observar ese cúmulo de fuego. 

-Bien, voy a ver qué está pasando. - sigue adelante. 

Los nuevos reclutas corren en un círculo con los ya conocidos. 

-¿No eran buenos sacos de tiro?- pregunta a Cristian con la misma ropa vieja. 

-No iba soltarlos hasta que volvieras. - 

-¿Los tienes corriendo todo este tiempo?-

-Y sera mas mientras mas tardes en presentarte. - 

-¿Y la instructora?-

-Se fue con la comitiva. - 

Hobie prefiere seguir adelante con el engaño. 

-Yo dejaré este juego cuando termine, no vamos a interrumpir la diversión. - suspira mirando al entorno ardiente. -Dejalos en paz, yo te cuido. - 

Christian cruza los brazos molesto. Piensa mientras ese perro se larga a seguir con este cambio. 

-Ordenales que paren y vayan con el resto. - 

El soldado a su lado, un perro de mirada perdida sobre los nuevos reclutas , gira la cabeza. 

-¿Quién?-

-Tú, ve y diles que… - choca la pata con su frente. - Que ya no corran. - sigue su camino para sentirse más tranquilo. 

El soldado va a ese grupo para saludar a todos. 

-¡El general dice que pueden dejar de correr!- les sonríe al dar el aviso. 

Estos nuevos reclutas detienen la carrera cayendo al suelo agotados. 

El soldado se detiene junto a ellos, mirando al gran número frente a él. 

-¿Por qué estás así?-pregunta en voz baja al recluta a su lado. 

El perro en el suelo le mira con las cejas bajas. 

-Hola, Tyler. - saluda de vuelta. 

Este perro exhala. 

-Conrad. - 

 

Hobart por un día escucha a otros hablar. 

No podía imaginar cuán magníficas eran las conversaciones de sus soldados. 

-... entonces el abuelo dice que en la punta del monte más alto encontró un demonio que le prometió riqueza a cambio de un hijo. - 

-Y por tu falta de educación es claro que eligió a su hijo antes que el oro. - 

-Te da envidia que mi abuelo si me quisiera. - 

-Quería a su hijo, tu eres daño colateral. - 

Su sonrisa crece escuchando a estos pelearse después de interrumpir la historia. 

 

 

 

 

Angie se conoce.

Sabe lo poco que soporta al mundo. Sobre todo cuando su medicamento se acaba. 

Es el gesto de Christian aquel que la hace mirarlo con cariño cuando lo ve por la esquina de los ojos como deja a su lado la medicina para el dolor, en silencio y con cuidado. 

Pero este día es diferente, no porque Christoan no apareciera sino por descubrir que no va solo. 

Una figura le sigue.

-Hobie lo está exponiendo, debe aceptar que equivocado no está, Christian es la mejor opción para esto así les guste o no. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Era justo el desarrollo de su vida? 

Nacer en la miseria de un hogar azotado por la adicción de un familiar que debería cuidarlo, una madre débil por la enfermedad. 

Arente de carácter. 

El abandono y la pelea, rendirse. 

Ya se rindió otras veces y no pensó que careciera de sentido rendirse otra vez.

Caminar con un bozal en la boca y cadenas unidas a sus muñecas y tobillos era lo de menos cuando su ropa es de colores apagados. El lasico niforme de prisionero en negro y blanco seria comico, por tanto le quitaron esta teatralidad al darle un uniforme negro como era la nueva tendencia en moda carcelaria. 

Unen sus cadenas a una placa de metal en el suelo frente a un escritorio. 

En esta oficina hay un espacio muerto donde antes del escritorio donde una persona lee los registros. - 

-Enlistado el mismo año de las convocatorias, grandes resultados en el entrenamiento pero no fuiste requerido en ninguna misión. - pasa de página. - Liberen esa boca.- les ordena apuntando su cara. 

Los guardias le liberan sacando de su rostro la máscara de cuero. 

De su boca sale la mordaza que le incluían para que mordiera dentro del bozal. Su saliva escapa con los pedazos de lo que fue esa mordaza. 

Los guardias patean los restos a una esquina con asco. Ignorando esa mirada burlesca. 

La persona en el escritorio dice algo obvio. 

-Terminaste en la cárcel por insubordinación, es lo que dice tu registro.- espera a que el perro termine con su ritual del despertar para seguir explicando la situación. 

El perro bosteza mostrando todos los dientes en su hocico. 

-Si. -admite al terminar de estirar las fauces ya superando el sopor del sueño. El cambio de la oscuridad de la celda a la luminosidad de una oficina con ventanas abiertas y un sol ardiente.-Estoy consciente de que ese es mi registro. - mueve los hombros para relajarse al tomar el sol por fin después de semanas en la oscuridad. 

-Debo ser franca contigo, solo puedes responder con un sí a menos que quieras morir de la peor forma posible. -

El perro mueve la cabeza escuchando. 

La mujer en el escritorio mueve la cabeza curiosa por esta actitud relajada a pesar de describir el historial de un perro salvaje, indisciplinado y violento. 

Lo ve ahí con los hombros bajos y relajado al sol. 

-¿Es posible que aun deseas tu libertad y servir a esta nación?- 

El perro mira al techo de la oficina. 

-¡Responde la pregunta!-

Ella ve como golpean su espalda con una porra. 

El perro avanza un paso por el impacto. Baja la cabeza resoplando con un chillido canino. Quedando con la cabeza baja, respirando con un agudo ruido en su garganta. 

-Deja de mendigar lástima y responde ¡Hazlo!- le ordena. 

El perro avanza otro paso de forma lamentable y esa cabeza baja escondiéndose de forma patética. 

-¡Deja de hacerte el imbécil!- le gritó este guardia al notar la mirada de la reclutando. 

-Los registros están obviamente manipulados. - apunta ella al ver a un perro que no iba con el perfil que buscaba a èsa de haber ordenado claramente que solo se le presentaron ciertos perfiles en perros. 

Sabe que de seguir a este ritmo sería él quien fuera tomado como prospecto para soldado. Que lo enviaran a la guerra si parece que de la cárcel los guardias son los únicos que sirvieran a comparación de los enfermos mentales que no pueden ni sostener un arma después de romperse sus mentes en la batalla. 

Esta presión le hace cometer un error. 

-¡Deja de fingir, maldito inmigrante!- lo sujeta por el hombro para voltear lo. 

No solo tocándolo sino también atravesando la seguridad marcada por la placa de hierro. 

El perro en cuestión gira con este tirón, mostrando una gran sonrisa que deja de serlo para convertirse en unas fauces abiertas de par en par, encestando una profunda mordida en la cara del guardia. Usando un puño para apartar al segundo con un salpicón de sangre manchando el suelo. 

Abre la boca liberando el ya marcado rostro del guardia, llevándolo al suelo para golpear tantas veces como resistió esa cabeza. 

Viendo como sus nudillos impactan abriendo la piel al torcer la muñeca, levantando una buena cantidad de sangre a pesar de los gritos que escucha a mènas en una ola. 

Su boca se abre atrapando la porra del segundo, tira de éste para ir por su torso, sin pensarlo muerde la ropa y carne debajo, tirando para abrir es parte entre gruñidos. 

Vuelve a ignorarlo al verlo caer al suelo sujetándose el estómago herido, dejando que los puños del preso mataran a su compañero. 

La reclutante observa esta escena asomada por el borde del escritorio. 

-Cuando termines con eso, te daremos una misión que te hará libre inmediatamente después de cumplirla. - 

El preso escupe un trozo de carne al suelo, mirando al guardia desecho bajo sus golpes. 

Así como su primer instructor

 

 

 

 

 

 

-Es muy callado. - 

El joven deja de mirar el guisado en sus manos. 

-Comen peor que en una cárcel. - miente para mantenerse cuerdo. Vuelve a mirar la betabel picada con zanahorias y papas, creando un menjurge sin sabor más allá de lo dulce, era raro. Era rico. 

-¿Dónde estabas?-

-En otra sección, en la zona marítima. - Lleva una cucharada a su boca.-Y esta horrible. - suspira al sentir la falta de aderezos, siquiera una especie o sal. - Creí que sería menos dulce. - 

-Es la zanahoria. - 

Los soldados observan al teniente cercarse con una caja que no se quemó en el incendio del transporte. Nadie entiende por qué el elefante ordenó tal cosa pero les gusta quemar cosas. 

-En esta caja se encuentran los mejores deseos de nuestra nación para nosotros. - avisa el ae abriendo la caja. Su mirada oscurece al bufar.-Tendrán una cada uno, repartir. - ordena a quince soldados menores. 

Estos niños toman las tarjetas y corren con el dorso por enfrente. 

-Para ti. - 

Cada soldado no tarda en revisar sus tarjetas. 

-¡Ah, pero que belleza!-

-¡Al fin algo de allá vale la pena!-

Una de las chicas que recibe su tarjeta comienza a reír al descubrir la razón de tantas exclamaciones y risas. 

-Y esta tipa tiene mejor cabello que yo. - muestra su tarjeta con una una potra acostada boca arriba en un columpio, mostrando un par de piernas gruesas elevadas y una cabellera espesa que no podía robar la atención de una delantera que incluso en esa posición estaba más que orgullosa de su forma y fortaleza.

Los nuevos reciben la propia con rostros relajados. 

El perro observa la zorra de cola espesa y lentes gruesos que parece juzgarlo desde el interior con una sonrisa y un corset que parece apunto de abrirse por las cintas sueltas. 

Sus ojos van a la cola espesa que parece delatar una gran alegría por su posición inquieta en un costado. 

-¿Alguna vez alguien se ha alegrado de verte?- pregunta al perro a su lado. 

Este mueve la cabeza. 

-Te la cambio. - ofrece su tigresa de buenas rayas físicas. 

El perro evita que le arrebate su zorrita.

-No, yo estoy bien. No me importa si le agarraste miedo a los gatos.- 

-No me importa que sea un gato, me gustan las muslonas. - 

-Menos. - mantiene su tarjeta lejos de las manos de su estupido amigo.- Antes eras tan serio ¿Como es que eres tan descarado ahora?- le pregunta sonriendo 

-Egoísta.- le acusa. - Llevo casi dos años en este lugar, no puedes imaginar que tan mal está todo. - 

-Me lo contaras después de victimizarte. - la cuerda sonriendo.

-¿Ustede estan cogiendo o solo son raros?-

-Raros. - responden juntos.-En realidad su cara me repugna.-

Es ofensivo y raro cuando ambos lo dicen tan tranquilos. 

La pregunta vino de un soldado con rostro sucio y descuidado , obviamente un loco cualquiera. 

-¿Quién eres?-  

-Una más de estas tonterías.- 

-Bien. - vuelve a observar el entorno. - Que es mía.- empuja al perro que intenta robar su tarjeta. 

–Pero me gusta más a mi.- 

-Eres un idiota. - 

 

 

 

Esta comida, este descanso. Ambos son solo una pausa. 

Lo que hay por delante es un mundo roto. 

Largas marchas para morir en otra trinchera. 

Ahora mismo los soldados de este regimiento avanzan con los nuevos. 

Vuelven al camino, observando el entorno y todo lo que sucederá desde ahora. 

-El general está muy agresivo hoy. - 

-Si, me dijo que era feo y que desapareciera de su vista o me dispararía en la cola. - 

-Parece algo sexual si me lo preguntas. - 

-No se porqué está tan molesto.- 

-Algo sobre vacaciones. - 

 

 

En una esquina de la marcha ese perro camina con tranquilidad, mirando al camino y escuchando. 

Vigilando a Christian en ese vehículo con un rostro amargado, demasiado tomando en cuenta que tiene su engreído culo acomodado en ese asiento y no pisando lodo apestoso en el camino,  

-Soy un padre alcahueta. - lamenta mirando al camino. 

-General-

-¡No tengo porque escucharte ahora mismo, lárgate y molesta al elefante!- empuja y patea al chico para sacarse de encima a este mocoso. 

El chico tropieza y corre escuchando su orden. 

-¡Señor, la señorita Aniz está dando a luz y dijo que debía decirle solo a usted!-

Todos.

Todos en la marcha se paralizan. 

Cuatrocientos soldados del frente y setecientos tras la marcha se detienen por el eco. 

El elefante en el vehículo ordena que frene, mirando al chico que vino a dar aviso. 

-¿Será que soy el padre?- pregunta frustrado. 

-No, pero es partero. - 

El elefante baja la cabeza, baja del vehículo y va al convoy donde le dirige este. 

Varios metros atrás ese perro nuevo sigue el camino del elefante. 

-¿Vas a ayudar? - le pregunta su compañero. 

-Si, voy a matar el tiempo.- sigue adelante. 

La situación dentro del convoy es mucho más tranquila de lo esperado, quizás porque es un ave y solo necesita. 

-¡Quiero que me vuelen la cabeza, me estoy partiendo en dos, ayuda, ayuda!-

El perro baja los hombros escuchando los gritos desde el interior del convoy. 

-¿Cómo es posible que esto esté pasando?- indaga sorprendido por esta situación. No esperaba tener que enfrentar un parto. 

-Sigan adelante, no es necesario que nos detengamos. - 

La marcha sigue con todos tensos. 

Las posibilidades ahora eran de cero a 70% de explotar, ya eliminado el parto como el 30% de algo que no era posible. 

No había mucho por delante después de esta tontería.

Solo dolor. 

Con el sonido de la radio para dar la nueva orden. 

Enviar a todo este pelotón a la ciudad cercana a limpiar de invasores. 

A encontrarse con un regimiento aparte para una limpieza profunda. 

Corren. 

Esta vez aceleran con la orden. 

Expulsar a los invasores de la nación. 

Su compañero le da una advertencia en el camino.

-No te separes, si te quedas solo , te matarán antes de que pueda salvarte.-

Conrad estira la mano tomando el hocico del golden retriever. 

-No tengas miedo mi niña, estaré bien. - le promete acariciando su nariz rosa. 

El perro lo patea burlándose en su cara. 

-Aguanta esa jeta triste antes de burlarte, idiota.- 

 

 

 

 

Las peleas en estos enfrentamientos son muy locas. 

En un momento el cielo azul se vuelve rojo. 

Los edificios de una gran ciudad están cubiertos de sangre, o algo que lo simula. 

Sus pasos van al ritmo de un grupo de cinco, avanzando en una carrera pausada, observando los muros. 

En la cárcel muchos presos que fueron llevados a enloquecer por culpa de la guerra describieron paredes de hierro cubiertos de rojo. 

Una bruma de sangre y veneno tan similares como una pesadilla. 

–Veo que no estaba describiendo bien. - 

Sus ojos suben descubriendo que todo el escenario era mucho más que esas vagas palabras sin sentido. 

El olor de la tierra contaminada, el sudor de sus compañeros, la sangre, el veneno, el espesor de su propio aliento dentro de esta máscara. Gritos dentro de su corazón, uno que sube al ver una figura entre los halos de luz atravesando las nubes de sangre. 

La figura felina de un gato sobre el techo de un edificio. 

-¡Es el ángel!- 

Antes de poder pensar en lo que significaba ese nombre sus ojos ya ven a este gato moverse sobre los techos, el suelo y frente a ellos. 

Este les apunta con un arma de veneno, uno tan pesado que su contenido corrosivo destruía los uniformes que no contaran con la tela aislante. 

El humo está apunto de acabar con su piel antes de que puedan responder a este. 

-¡Refuerzos llegan por el oeste!-

Este aviso viene de una sola radio presente. 

Sacudiendo a todos por la ecxplosion en el fondo de la ciudad. 

El gato deja de apuntarles para dirigir la mirada a esa dirección. 

-¡El escuadrón enemigo ha sido sometido, retroceda!- 

Ellos retroceden sin detenerse a ver como este felino trepa devuelta los edificios para dirigirse a la gran humareda. 

-El general ordena el avance, no dejen ir a los refuerzos enemigos más allá de la torreta norte.-

Vuelven sobre sus pasos. 

Al menos cuatro de los cinco. 

Uno retrocede cambiando su rumbo por completo. 

 

 

 

 

 

-Podría preguntarte si estás de acuerdo pero yo sé que es más importante salir de aquí, cariño. - 

El perro sigue el movimiento de esta criatura a su alrededor. 

El sufijo cariñoso es casi ronroneado por esta cosa rara. 

Moviéndose con una figura pequeña y frágil por esta habitación, siempre lo suficientemente apartada para evitar que lograra defenderse. 

Los cuerpos de ambos guardias yacen sin vida, no pueden intervenir cuando ya uno carecía de un cerebro funcional y el otro perdió sangre sin reparos

-Atacaste a tu instructor, cometiste crímenes uno tras otro en prisión. - suspira elevando las manos como si en estas palmas se concentrara un gran peso. -Y para variar, ahora también deberás pagar la muerte de estos dos guardias de quinta.- su voz es lastimera al recalcar que tendría que pagar por estas muertes, por hacerla testigo de su justicia.

El joven bufa moviendo la cabeza. La sangre de sus víctimas escurre de su hocico, mostrando el poder de sus mandíbulas los restos de carne y pelo atrapados en sus encías. 

Todo en su cuerpo se eriza al ser tocado su brazo. 

Gruñe mostrando furioso los colmillos. 

Esta criatura le sonríe mirando esos dientes prominentes. 

-Dígame, Señor Moore ¿Quiere ser libre?- le cuestiona rodeándolo.-Salir de la cárcel y volver a casa. , dejar la guerra. - 

Su cuerpo se tensa pensando en abandonar toda esta locura. 

-Entonces, entreguenos la cabeza del general de la brigada norte. - 

 

 

 

Conrad mira al elefante o más bien, al perro que lo acompaña. 

Sujetando el arma en sus puños. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer y comentar.

Chapter 13: Contexto Bélico La soga se suelta mejor cuando ambos lados la liberan

Notes:

Hola, buenas noches.
Ya va mejorando el ambiente.
Fue un viaje difícil, lo sé.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Su brazo no tiene heridas pero duele, duele como si lo hubieran atravesado. 

 

-Phoebe encontró los registros de venta entre los libros de la base. - 

Grambel aparta la mirada del mapa donde sus anotaciones marcaban esta ciudad y a los vecinos como perdidos. 

Perdieron gran parte de su avance, los marrones estaban recuperando su país y ellos a la gente que los verdes deseaban llevar a su tierra. 

No entiende por qué, solo sabe que ir a ese lugar era la muerte para toda criatura no humana. 

Es un desastre, el fin del todo. 

No hay vida. Solo muerte o servidumbre. 

Como un niño no recuerda todo pero algo le dice que cada día debe temer más a ese lugar. 

-¿A dónde debemos ir?- pregunta mirando a los civiles que rescataron en esta base. 

Han logrado moverse, dejar a los soldados azules que practicaban el negocio en este lugar, para que los perros del país se encargaran de ellos mientras llevaban a un lugar seguro a las víctimas. 

Aunque más de uno tenía una mordida que presumir. 

-Ella ya está en movimiento, el cargamento será enviado mañana.-

Grambel mueve las orejas al escucharlo. 

-¿Dónde será?-

-En los puertos, el cargamento es marítimo, ella no nos esperara. - 

-Tomaré a unos cuantos de los que estén listos.-

Grambel escucha al teniente apresurarse. 

-No deberías ir por delante. - 

-Phoebe no podrá sola, Grambel ¿No es mejor así? Aun necesitas mover muchas cosas.- apunta al gato que leía las notas en morse recién salidas del comunicador. 

-¿General?-pregunta esperando saber su opinión. 

-Solo vámonos de una vez. - insiste Barys apurado con la información. 

Grambel vuelve a mirar su brazo. 

-Barys, ve primero con Verdugo y los hombres que estén listos, nosotros iremos detrás.- sujeta su brazo mirando al suelo. - No peleen hasta que lleguen con Phoebe, no conocemos los rostros nuevos. - sus orejas se sacuden mirando a un lado por el toque cálido. 

Ese gato espeso acaricia esa zona que tanto le duele. 

-Sana sana-

A su espalda Barys comienza a reírse por la cara de su general. Uniéndose para sacudirlo por la espalda al son de la canción del gato. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La batalla ha sido demasiado violenta. 

La comida de hoy es una sopa muy espesa y grasosa. 

Los heridos se han acumulado sobre los pedazos de un todo. 

El doctor camina entre las camas improvisadas en esta apertura infernal.

El doctor pelea con el olor de la sangre y el vómito a causa del envenenamiento. 

Deteniéndose en el centro de todo el caos, suspira sujetándose la nariz.   

-Estoy con ganas de una mamada. - murmura con la mano en la cadera. 

Un paciente en el suelo le mira con la cara arrugada del asco. 

-Di eso cuando esté conmigo.- la advierte ofendido.  

El doctor lo mira asqueado. 

-Primero ponte de pie y sal de mi hospital.- le ordena apuntando la salida de la tienda. 

-¡Esto no es un hospital! ¡Es una maldita tienda de acampar levantada con palos y mariguana que se acabó el viernes del año anterior!- Gruñe ya con la intención de arrastrarse para morderlo. 

Las cortinas de la tienda son levantadas por las manos de tres soldados entrando. 

-Doctor,no moleste al tipo sin piernas.- le advierte de forma cansada el perro. 

Este doctor baja la cabeza ya aburrido de todo el problema. 

-Si, general.- vuelve a su trabajo con pies pesados. 

Estos tres soldados analizan el estado de cada herido. 

Algunos de los cuerpos son sacados del espacio por los asistentes del doctor. 

-¿Por Qué vinimos aquí?-

-Para ver la situación de los heridos. - 

-Se pudren, es todo. - 

Vuelve a revisar el entorno y estado de sus soldados. 

-No puedo pensar en una peor forma de morir. - 

-De un paro cardíaco a tres escalones de tu noche de bodas con la guapa de la tarjeta. - apunta Polly con un paquete de dulces a repartir entre los heridos, los cuales apenas escuchan algo aparte del zumbido en sus tímpanos.-O apunto de conocer a tu hijo fuera de la sala de la partera y morirte por una bala perdida en tiempos de paz, puedo pensar en muchas más cosas como esas.- 

Christian deja de observar los tarros de medicina que “El doctor” preparaba en unos tubos de ensayo muy raros pero que no van a juzgar. 

No cuando sus experimentos pueden ser grandes alicientes, raros pero sirven. 

-Ahora que lo noto, se ven algo contentos. -

Los tres miran a un soldado oso sin oreja derecha con la lengua de fuera y ojos torcidos al techo. 

-Carne asada. - 

-¿Qué dijiste?- 

-Que huele a carne asada.- 

-Encontraste como hacer lo miserable diez veces peor. - 

Hobart les muestra que puede decir algo más raro en este espacio miserable. 

-¿Ustedes se van a casar o solo son una relación abierta?- 

Angie, que iba a entrar a la tienda, regresa sin decir nada. 

-Uy y… Lo siento amigo. - dice de forma hipócrita el ave al ver como era rechazado el tema por su compañera. 

Los soldados antes sordos giran la cabeza curiosos y con algo de lástima. 

-A lo que veníamos. - le recuerda Christian para ignorar esas caras de pena a su dirección.-Vamos a movernos a una zona portuaria, no podemos exponerlos chicos.-

-¿Nos van a abandonar?- pregunta un soldado en el suelo. 

-Sería la segunda vez, mi padre les ganó mucho. - 

-No. - les responde el general.-Queremos avisarles que habrá movimiento.-

 

 

 

 

 

Por fuera de las tiendas aquel perro carga las cajas de municiones, deteniéndose por el brazo de un desconocido en sus hombros. 

Sujeta fuerte la caja para no responder el contacto con violencia. 

-Tyler-

El sujeto que se expone a ser asesinado le sonríe sacudiendo el abrazo y Conrad. 

-Soy Caleb, un gusto guapo. - saluda sonriendo el perro más joven.-¿Estás muy ocupado?- le pregunta sonriendo como todo un galán. 

Conrad afila los ojos, baja y puede ver que se subió en una escalera para sujetarse a su hombro. 

- ¡Oye, ¿Ya se lo preguntaste?!- 

Sus ojos van directo al suelo donde es visible un grupo de niños con el mismo uniforme que él. 

Estos esperan. 

-En eso estoy.- les explica sonriendo. - Escucha amigo ¿Te gustan las peras, quieres peras?- le pregunta en el mismo tono coqueto.

Conrad lo saca de su hombro y deja la caja en el camión. 

-Hablen hediondos.- espera con las manos en los bolsillos a que los mocosos le digan lo que quieren. 

El grupo de niños sonríe al no ser rechazados. 

-Hay un árbol de peras y está cargado pero no entran las escaleras ni los vehículos-

-Además de que le clausuraron su derecho a conducir.- señala una de las niñas a Caleb. 

Este eleva los hombros sonriendo presumido.  

-Si,así es. Me regañaron por chocar el vehículo contra un tanque.-

-Es un héroe en su mente. - 

-Uno grande.- agrega Caleb. 

-Aunque no entiendo porque el general no quería que atacaramos.-

-Era una emboscada.- les recuerda la niña. 

-No veo porque te regañaron por eso.- sonríe Conrad burlándose de los niños presentes, y el adolescente. 

-¡Exacto amigo, no deberían molestarme por algo tan tonto!-

-¿Qué tal si me hablan de ese árbol?- les pide mirándolos sentados. 

-Es un peral muy grande y bonito. - 

-Le diríamos al general pero desde que tuvimos que comer esa masa de carne sin forma se ha vuelto un poco raro.- 

-Era una vaca explotada por los proyectiles enemigos . - le recuerda otra de las niñas. 

 

Recolectar fruta fue y es interesante. 

-No sabía que las peras podían tener plagas. - 

-¿Nunca vistes sus gusanos?-

-No, creo que solo había comido peras con azúcar.- 

-¡Wah, eres rico!-

-No, mi mamá trabaja en una casa grande y ahí a veces los niños dejaban a medio comer sus dulces y me los guardaba. - 

-Tu mamá te daba las sobras. - 

-Nunca hubiera comido dulces de otra forma. - 

Conrad vuelve a revisar el árbol, es alto aunque no tanto como podría pero le va mejor que a ellos. 

El árbol de peras debió estar en un plantío con otros pero ahora solo era un árbol entre restos de muchos más que no sucumbieron al fuego a su alrededor, parece que la ceniza hizo lo suyo durante la época sin frutos y sus peras son brillantes. De un color rojizo y amarillo qque invita a la boca y brilla bajo el fuerte sol. 

El sol comienza a sentirse menos caliente que hace semanas. 

No era una buena señal por donde se viera. 

-¿Por qué no han llegado más suministros? - 

Los niños quienes siguen sus manos para tomar los delicados frutos antes de que corte otro, se ven entre ellos. Buscan la mirada del mayor, Caleb. 

Este les mira fijo, negándo con la cabeza un segundo después. 

-El general no desea más reclutas. - 

Vuelven a mirar al segundo mayor, Otto, quien le responde sin pensarlo. 

-Cada vez son más jóvenes o viejos y todos se mueren aunque tratemos de ayudarlos a entrenar. - 

Conrad vuelve a entregar otras frutas del árbol, viendo a los niños apurarse a tomarlos en sus bolsas. 

-Entonces moriremos de hambre para no traer a más gente, ¿Todos estan deacuerdo con eso?-

-No, muchos están revelándose en secreto, el teniente comandante se encarga de eso.- 

-¿Él comandante?- pregunta tomando a un niño por las axilas, este tiene unos segundos de resistencia salvaje antes de ser subido a los hombros del perro confundido por su actitud nerviosa. 

-Es… Polly, suena a una chica pero es un gran hombre, él sabe que el general debería pedir más comida.-

Conrad sujeta los tobillos del chico al internarse en la sombra del árbol, permitiendo que alcance las de los frutos lejanos. 

En lo alto el niño husky mueve la cabeza al poder ver más allá del campamento. 

Sus ojos ven como las filas parecen estar moviéndose para reunirse. 

-Van a dar órdenes nuevas. - pisa suave para que lo baje. 

 

El grupo va al claro para formarse en sus secciones. 

Los 1100 llegan en fila para esperar las órdenes del general. 

 

-Creo que el general va a regañarnos. - 

-No hemos hecho nada malo, ¿Verdad?-

El silencio de Caleb les deja con un mal sabor de boca. 

Por su lado, junto a los otros presos que fueron enviados , analiza la caminata del general. 

Sus orejas se mueven al descubrir algo interesante. 

Está herido. 

-Parece que una bala le dio esta vez. - 

Mira a un lado a otro criminal, a este no lo ve tan peligroso pero aun era uno como él. Debía estar metido en prisión por nada menos grave que homicidio. 

Este perro le mira de lado. 

-Deja de verme, enfermo. - 

Conrad vuelve a observar al general y sus dos compañeros. 

-Polly es el ave, ¿Verdad?-

-No, es el elefante, se nota amiga. - 

La nariz de Conrad se arruga al escuchar el tono dulce y raro. 

-No vuelvas a hacer eso. - 

-¿Enserio te afecta tanto?- le pregunta para seguir molestándote. 

-Gente. - 

Todos miran al frente. 

La figura de los tres líderes emerge desde el frente. 

-Las órdenes son ir a una ciudad del oeste, donde nos encargaremos de una invasión azul. - 

-¿Cómo escuchamos si está tan tranquilo?- 

-Lo que significa que estamos en peligro.- el general eleva los brazos. - El menor de los reclutas tiene siete años.-

Los soldados mantienen la formación, ya sabían de esto. 

-El mayor tiene ahora mismo 89 años, ¿Entienden lo que esto significa? 

 Lo entienden. 

Claro que lo entienden. 

Conrad no se podía llamar fanatico de lo familiar, por tanto no deseaba acercarse a ellos y solo les observaba y empujaba las cajas que ellos no podían llevar cuidando a su alrededor cuando todo parecía ir mal. 

Era el trato justo según él. 

Lo mejor es no acercarse a ellos. No cuando la vida y la muerte son una cosa tan cercana al presente. 

A su realidad y sus manos. 

Esta nueva misión inicia con ellos dirigiéndose a una zona que conoce bien la misma que antes de la guerra fue su hogar y donde lo recuerdan como el hijo de un deudor agresivo. 

En el camino hubo pausas de unas horas. 

Donde la razón fue la muerte de un paciente de tantos en el convoy médico. 

Deberían haberlos abandonado, esa es la palabra exacta para ellos, pero tal parece el general es un persona que se aferra a lo justo moralmente hablando. 

Debía ser esa la razón para ver al amargado doctor dar dos paladas de tierra antes de ser despachado de la tarea para dejar al general y a ese crió entrometido. 

Por ello podía verlo unido al médico para hacer un hoyo en la tierra para el oso que murió por una infección, o eso escucho, tan joven como parecer solo dormir a pesar de la falta de su mano y pierna. 

Observa cómo lo meten a la tierra y lo dejan con piedras por encima para evitar que se lo comieran los animales salvajes. 

El doctor vuelve al convoy con los otros pacientes. 

 

 

Acercarse a alguien que le ordenaron matar, se vuelve complicado cuando no encuentra razones para ello. 

Al menos hasta hoy con la conversación de los niños. 

-General. - avisa de su presencia. 

El perro, que se había apartado de sus dos compañeros de siempre, deja de mirar al horizonte para suspirar con la cabeza baja. 

-¿Qué quiere el soldadito?- le pregunta apenas viéndolo de reojo, apático sus dientes se asoman a medias con un gruñido bajo. 

Personalmente al general no le gustaba que le hablaran cuando estaba de mal humor. 

-Quería saber si estaba al tanto de los niños hablando de rebeliones y su muerte. - 

-Eso sí es divertido ¿Acusaras a los niños de traición?-

-No , eso es estúpido. - inhala volviendo su mirada al horizonte. - Quiero que esta guerra acabe pero más me interesa saber porqué usted lo desea. - 

No puede matarlo aún, hay demasiadas personas, demasiado ruido y estaban en medio de la nada. 

Escucha la respuesta del general. 

-El fin de la guerra llegará, lo que viene después será lo que defina el destino de lo que, se supone, estamos protegiendo. - voltea observando a este soldado, avanza analizando su rostro aburrido.-Caleb es un chico retorcido. No te confíes y encargate de exponer dónde está tu lealtad, o morirás demasiado pronto.- disponiéndose a dejar este espacio donde se supondría que tomara un respiro antes de que volvieran al camino.

-¿Por qué condena a todos?- pregunta el expresidiario. 

-Porque somos suficientes 

Conrad sigue a la caminata del perro con la cabeza baja. 

Mueve los hombros antes de decidirse a abandonar este espacio bajo árboles. 

A su avance algo le sacude muy profundo

La presencia de ese perro joven sentado en una roca y un montón de corazones de pera a su alrededor. 

Levanta la mirada antes de saludar, descubriendo al general con una fruta en mano y mordiendo sin cuidado en su regreso al vehículo. 

 

-¿No deberías alejarte del maestro? No había visto nunca a alguien buscar una paliza como tú.-

No tiene nada que responder a esto. La pregunta parecía tener demasiado sentido. 

¿Sería una consecuencia el tener que soportarlo? 

Además del general advirtiéndole sobre este chico. La persona a la que tiene que matar. 

Chico que si mira… 

-Bom, bam, bom, camina la diva, diivaa~-

Juega a hacer caminar a una de las muñecas de palos que las niñas estaban regalando entre descansos. La mueve paso a paso con las dos manos aunque se doble a la mitad. 

La escena le hace sentir extraño. 

Por una mirada fría de este tipo a su dirección. Cambiando tan rápido como un acto de obra sichuan su rostro a la misma diversión perdida con la que le conoció. 

-Te regañaron. - ríe mostrando los dientes de forma estúpida al carcajearse con el resto de niños. 

Conrad mueve las orejas y su cabeza baja. 

-Asi que… - este falso idiota era el guardia del general. 

-¿Qué pasa?- pregunta uno de estos niños al verlo tan pensativo. 

Conrad sonríe. 

-Solo estaba pensando. - camina de vuelta al grupo.-¿Porque sigues al general?-

Este perro joven mueve la cabeza con esa muñeca ahora guardada en su uniforme. 

-Porqué las personas que hacen bien, deben ser correspondidas de la misma forma, criminal,¿De verdad eres un perro?- pregunta mirándolo directo con esos ojos fríos. -¿Cómo es que olvidas que no solo mordemos?-

Conrad baja las cejas con los puños cerrados. 

Este chico sonríe sin llenar de esa misma diversión sus ojos. 

-Aunque también es porque nos da dulces, ¿Verdad?- cuestionó a los niños. 

Estos no tardan en responder de forma afirmativa. 

 

 

Necesita acercarse. 

 

 

 

El viaje a la zona portuaria fue ligero después de unos kilómetros de dolor, bajando es más fácil avanzar siempre y las costas de este país eran muy bajas. 

Por tanto, los pueblos parecían ser construidos en un hormiguero. 

 

 

 

-Atacaremos al medio día.-

 

Cuando llegaron fue en silencio. 

Podían ver a los gatos saltar entre edificios con cargas pesadas entre dos o más, eran armas aquellas que estaban recolectando. Se estaban armando o enviandolas a otra zona. 

 

 

 

-Vamos a dividirnos entre los de avanzada rápida y el ataque. - explica apuntando una pizarra ya con marcas de balas.-La división Carol y Fox, a cargo del del teniente será la primera en entrar, avanzaron por las corrientes de agua interna y esperan al otro lado de la ciudad. - 

El mapa de esta zona es grande y empinado, el plan no los expondría al moverse por debajo de la tierra pero toda esa carga caía en el segundo grupo, los de ataque. 

Un movimiento que seguramente cobrará un gran número de vidas. 

 

 

 

 

 

Conrad fue incluido en el grupo de ataque, aquel que esperó a la señal hasta el medio día del siguiente día para moverse. 

-¿Tú confías en esta gente?- 

Tyler deja de rascarse las orejas al escucharlo. 

-Vamos a ganar.- asegura sin más que discutir. 

-Devuelveme la tarjeta.- ordena. 

-Ya te dije que no la tengo. - 

Conrad sujeta una de sus orejas para molestarlo. 

-Tienes mi tarjeta, ¡Devuelvela!- le sacude, siendo sujetado su brazo un momento después. 

Este amigo suyo gruñe ofendido. 

-Que no tengo esa cosa, ya tengo la otra.- 

Suelta su oreja y es liberado también. 

Es extraño,podrían morir. 

Puede ver a otros amigos hacer algunos juegos en espera de la señal y a parejas disimular de forma torpe que no se perdieron por treinta minutos fuera de la vista. 

Los niños van de un lado a otro jugando con un balón de trapos enrollados. 

-¿A dónde irás cuando termine todo esto?- pregunta su amigo volviendo a rascarse las orejas. 

Parece que se han irritado por la ceniza. Esperaba que fuera eso después de que los obligaran a darse un baño con químicos apestosos contra pulgas. 

-Voy a casarme. - responde serio. - No sé con quién pero lo haré. - sonríe obligándose a soltarse las orejas y guardarlas en el casco al colocarlo sobre su cabeza.-¿Y tú qué harás?-

-Recuperar mi tarjeta. - responde volviendo a revisarlo. 

Tyler esta vez lo patea burlándose. 

 

 

Tyler es un imbécil mentiroso. 

 

 

Puede ver qué tan mentiroso es su amigo ahora que ve la tarjeta envuelta en sangre. 

Balas al fondo. 

Sangre. 

Mucha sangre y carne por todo el suelo y techo. 

Tyler sabía lo que deseaba. Él quería tener una familia. 

Él no tenía idea de lo que deseaba, ¿Entonces porque estaba vivo? 

¿Por qué debe verse con vida mientras tantas grandes personas mueren? 

Sus ojos no pueden evitar acumular lágrimas ante la presión, la frustración y toda esta rabia que no lo suelta ahora no hay ruido para distraerse. 

Tyler tenía razones por las cuales vivir. Sueños. 

¿Exactamente qué tenía él? Nada. 

Solo el necio deseo de sobrevivir cuando debería rendirse, deseaba tanto vivir que no pensó en sus razones. 

En un objetivo claro para esto, en una meta que le diera fuerzas para sobrevivir en medio de la muerte. 

Una imagen que tenga sentido, mas solo hay muerte. 

Solo amargura. 

Su familia destruida y un futuro sin sentido. 

Puede que llorara por unos segundos por sí mismo o por su amigo perdido, todo gira en torno a la muerte de alguien que apreciaba demasiado. 

A la muerte de su amigo. 

El único lazo que le quedaba.

Abandona el suelo para irse junto a su compañero. 

-Vamos. - 

Este mira a un lado. Un gato morado le mira a través de su máscara. 

-Mataste a mis compañeros. - 

Su mente gira , espera esa bala. La muerte. 

Deseaba esa bala en la cabeza ahora no tiene sentido vivir sin nada. 

No encuentra ningún rostro que le aliente, nada más que vacío. 

-Acordemos que es un trato en conjunto.-responde esperando ese disparo. 

El gato mueve esas orejas y su cola se sacude por unos segundos. 

Puede sentir como le analiza. 

Volteó su atención a su compañero herido, disparando sin piedad directo a la cabeza de este. 

¿Qué carajos? 

Esto le cruza la cabeza al verlo decidir así cuando era más que obvio que debería dispararle a él. 

Si que le observa, como correr ojeando y de lado. 

 Sus orejas se mueven al verlo avanzar de esa forma tan poco entrenada a diferencia de otros soldados azules. No parecía tener heridas presentes, 

Limitándose a dar la alerta. 

Por fuera la nube de rojo le avisa de una presencia destructiva. 

Camina por las ruinas hasta la ventana. 

Por fuera puede ver a muchos gatos avanzar con paso apresurado, todos siguen una dirección. 

 

 

 

 

 

 

-¿Cómo vamos a sobrevivir sin provisiones?-

 Esa discusión le hace volver a la realidad. 

Una donde los soldados que soportaron la batalla anterior tienen hambre, no tomaron nada de la ciudad y simplemente se retiraron sin nada una vez las fuerzas del país regresan a terminar el trabajo. 

No se cruzan. El general sabe que de hacerlo, sus planes se expondrán. 

Deben irse y dejar a otros el trabajo de perimetraje. 

Por tanto, han perdido todas sus reservas en esta misión. 

 

Hay mil 200 de los 1700 anteriores y por lo que sabe, antes eran dos mil

No hay comida en los vehículos. 

 

Nadie puede alimentarse de balas. 

 

¿Por qué unas horas después tienen más sopa en sus manos? 

Escuchando el murmullo de una persona al fondo de todos los soldados con esta comida. 

-¿Es carne?-

-Parece que otra vaca explotó.-

 

 

 

 

Necesita acercarse. 

Hacerlo y ser quien viera a este general levantar un hacha en alto para cortar partes de un cuerpo sin gracia alguna. 

Es un tipo cortando carne y huesos como si fueran palos de leña, le hizo pensar en muchas cosas. 

-Las astillas se romperán en las bocas de la gente. -  

El general detiene el corte. 

Baja los hombros riéndose en voz alta.

–¿Qué planeas?-

Conrad cierra la distancia sacándose el uniforme paso a paso. 

-Vaya, eres más bonito que yo. - señala el general sin moverse. 

El soldado estira la mano al estar frente a él, pidiendo en silencio esa hacha. 

El perro lo escucha, entregando esta en sus manos. Espera a ver lo que hará ahora que parecía tener el único arma en este espacio. 

Conrad inhala tomando una decisión para acercarse, cerrar con todo. 

-Para empezar, esto es al final. - deja el hacha a un lado. 

Con el cuchillo del ejército ahora en su puño se dispone a seguir con el resto. 

Parando en seco al ver este cuerpo completamente. 

Es un perro. 

La siguiente comida es una persona de entre 15 y 25 años. 

Este general retrocede, rodea la piedra para ver su rostro. 

-Los perros no comen perro, dicen. - le señala sin sonrisas en su rostro. - Tu eres un asesino, mataste a dos perros solo el dia que te reclutaron en la prisión donde te encerraron por matar a tu instructor.- 

Escuchó al general de frente al dar la vuelta a esta gran piedra donde decidió hacer la carnicería. 

-No tienes problemas con matar desde antes de la guerra y ya hemos comido perros, gatos, aves y conejos… cada carne en el campo, se convirtió en la comida de mañana. - 

Conrad lleva las manos a la roca, viendo este cadáver al que estaba por destazar. 

-Por eso usan betabel… - tiene sentido. 

El general Hobart lo explica tomando un insecto de la piedra para aplastarlo lejos de la comida, 

-La carne de perro y gato son muy obvias, necesitas algo que la disfrace. - vuelve su mirada al campo, sus ojos están apagados. -Creo en el infierno, creo que allá iré por hacerles esto.- vuelve a observar, como el cuchillo en su mano es apretado y sus nudillos marcados a través del pelo.-¿Porque quieres ayudar con esto?- pregunta esta vez directo, sin ese tono burlón ni condescendiente. 

Conrad vuelve a observar el cadáver. 

-No tengo nada… Nada más qué hacer. - murmura agotado. - Ya no tengo a…nada, así que será entretenido cocinar.-Inhala el olor de la sangre. -Además , cocinas pesimo, general. Es asqueroso ese betabel dulce con carne.- 

El perro aludido frunce el ceño al ser ofendidas sus habilidades. 

-Haz lo que puedas. - 

Conrad inhala sujetando la cabeza del perro muerto. 

Abriendo la garganta en una vertical hasta el vientre. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las cosas no estaban mal. 

-Vamos a llegar pronto.-lee el mensaje escrito en morse.-Mayor, ellos dicen que esperemos. - 

La joven asiente. 

Vuelve a su vigía. Observando al océano, sus olas agitadas y el peso de la nada en su espalda. 

Ella es un gato. 

Los gatos pueden saber que algo anda tremendamente mal cuando es así. Incluso si son algo estúpidos. 

Por tanto , desde que despertó sus ojos se sienten húmedos, arde un poco y no es una enfermedad. 

Va a morir. No en ese momento ni esta hora pero está demasiado cerca su final. 

Lo siente en su pecho, su corazón duele. 

Extraña mucho a su hermana. 

-¿Llegaran a tiempo para evitar que sarpe?- pregunta a otro soldado. 

Este tartamudea antes de lograr responderle. 

-El barco abandona el puerto en veinte minutos, nuestro transporte marítimo tendría que ser diez veces más veloz para alcanzarlo con los reclutas… Y no tenemos ese tipo de ventaja. - 

Phoebe vuelve a mirar el barco entre las olas. 

Sus orejas bajan sin dejar de observar a ese espacio. 

Los grandes contenedores donde sabe que encerraron a las víctimas. 

Si atacaran ahora, Grambel y el resto estarán demasiado lejos para apoyarles y grande será el problema si el barco abandona el puerto con la gente que debería salvar. 

Ninguno sabe cómo se utilizan los barcos. El entrenamiento no llegó a él y puede que eso sea poco para todo lo que podría suceder. 

-Vamos a detenerlos. - decide actuar.-Avisa de ello al general. - sujeta una flecha en el arco, preparando un tiro con una de las granadas de humo en la punta. 

Apuntando inhala con la mirada de su ejército sobre su espalda. 

Esta flecha al ser liberada surca el aire, corta con el sonido y su impacto rompe aquel frasco redondo sobre el suelo del barco. Haciendo que la flota verde se revuelve como hormigas pisoteadas. 

-No podemos esperar más. - 

 

 

 

 

 

Si. 

Lograron rescatar a todos pero no pudieron escapar todos de la ciudad. 

Incluso si llenaron de humo las calles, aún debían enfrentar la muerte a manos de los soldados verdes en los botes que esperaban en el agua ese cargamento comercial o a los marrones que parecían haberse detenido en las afueras desde hace dos días

-El general Grambel dice que debemos mantenernos a cubierto hasta la llegada de los refuerzos.- 

Phoebe vuelve a mirar su entorno, este edificio y a los civiles que lograron sacar de esos botes. 

Las armas. 

-Pregúntale si deberíamos abandonar a las personas o a las armas. - 

El soldado mira a los civiles y reclutas que apenas podían ponerse de pie. 

-Mayor-

-Es una orden. - le advierte sin más. 

Mantiene los ojos sobre las personas, o más bien sobre la ventana a unos metros. 

Puede ver una palmera de cocos, ella nunca había visto una palmera. 

Era bonita por sus colores vivos, la hacía pensar en lo bueno que sería detenerse a tomar el sol de esta playa. 

El soldado mueve la cabeza aceptando su orden, sin ver sus ojos perdidos en el horizonte. 

Espera la respuesta, compartiéndola sin dudar. Negándose a abandonar a todos los que necesitaban su ayuda. 

-El general ordena que las vidas sean protegidas por encima de las armas o cualquier bien material. - 

Phoebe inhala profundo. 

Las palmeras y las personas. 

-Los rescatados se quedarán aquí, junto a doce de nosotros. - mira al soldado que maneja el comunicador.-Dile a Grambel que ninguno de los rescatados morirá hoy. - sus orejas se mueven. - Y dile que mi sueldo debe ser enviado a mi hermana. - 

 

 

 

Los civiles en los botes están ocultos, las fuerzas del país marrón les han seguido. Los cazan alejándose de las orillas de la ciudad donde se ocultaban los civiles y reclutas heridos.

 

 

El mundo gira. 

Gira como una granada lanzada desde un foco ciego para ella. 

Este explosivo le roba la vista, la vida de algunos reclutas que apenas logran sacar del bote. 

No le queda nada de su visión. 

Escucha y avanza con las manos en los hombros de unos reclutas más jóvenes que le ayudan a esconderse. 

Mayor, todo estará bien, solo descanse. - aseguran. - ¡Harry, el maldito cañón, prepara el cañón!- le grita a este compañero que tiembla y patea el tripie para ordenar las piezas de la ametralladora. 

-¡No me enseñaron a usar esto!-

El soldado se escucha gruñir y correr a patear esta arma. 

Los tres retroceden al verla disparar en una línea derecha, las paredes se rompen, caen al suelo. 

-¿Están bien?- pregunta la mayor después de ese fuerte ruido. 

-Si… - miran al arma. 

Sólo uno de ellos, miró a otro lado, sobresaltarse al ver a un enemigo. 

Antes de poder usar el humo su cabeza fue atravesada por la bala, uno por uno murieron. 

Phoebe en el suelo siente la muerte, la puede percibir. 

Huele… Muy bien, a pesar de estar herida su sangre arde y su boca saliva. 

Tiembla. 

Lo desea. 

-¿Quién eres?-

-Tu enemigo. - 

Dios. 

Esa voz era muy atractiva. 

Lo necesita. 

-¡No te vayas!-

 

 

 

 

 

Las piernas del gato se mueven torpes entre pasos fuera de ese edificio. 

Sujeta sus orejas, tira de estas, abriendo surcos por sus uñas. 

-¡¡Ahaaa!!- si, grita. Comienza a gritar por la frustración que le llena.-¡¿Por qué?! ¡¡¿Porqué?!!- 

Grita horrorizado. 

Grita furioso y triste, avergonzado. 

Sus ojos no tardan en llenarse de lágrimas, llorando atrapado por la vergüenza. 

-¡¿Por qué no lo maté?! ¡¡¿Porque hago esto tan difícil?!!- 

su espalda se desliza por la pared de este edificio. 

Temblando con la realidad destruida a su alrededor. 

Phoebe ya no existe. 

Duele. 

Tiene que sujetarse los hombros para no romperse. 

No está logrando nada, nada ha cambiado. 

Sus ojos, húmedos por las lágrimas, ven esa nube roja acercándose por las calles. 

Las tratas caen muertas, las aves se estrellan. 

¿Es una calamidad aquella? No. 

Solo es su general. 

 

 

Sobre el techo más de un gato sigue la figura que lleva lamayor nube de carmín. 

Grambel es capaz de eso, de hundir al mundo en veneno sin salir quemado, no saben porque pero esa es su ventaja. 

 

Al final de la fila de gatos Barys sujeta su arma cargando nuevas balas en una pausa sobre un balcón. 

Munición por munición llena el arma. 

-¡Hagh!-

Su espalda se dobla por el choque de algo tan doloroso como aterrador. 

Es Algo extraño, brilla entre dos pedazos de metal cubiertos por su sangre. 

Cayendo de lado por este, mira arriba. 

Verde. 

Son soldados humanos. 

Uno de ellos sujeta su cuello para cortarlo. 

¿Por qué no puede moverse? 

Lo intentó mucho, todo su cuerpo luchó por defenderse pero cada movimiento es una piedra atada a esa extremidad. 

El humano que debería cortar su cuello dio una mirada a su uniforme y no solo el collar que planeaban robar. 

-¡Este tiene la cuarta aspa!- 

Entre los humanos hay una risa baja ante el reconocimiento de su rango. 

-Eres un gatito importante.- señala uno al fondo.-Uno m 

Barys sujeta el arma para dar aviso. 

Su mano es pisada antes de que pueda disparar. 

-Dicen que hay un ángel entre ustedes, ¿Será que puedas hablarnos de él?- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rescataron a su teniente unas horas después. 

Solo doce horas. 

Demasiado y muy poco. 

Theodore no deseaba volver a ninguna base sin invadir pero necesitaban un médico. 

Por ello se expusieron a este lugar. 

Fuera del edificio sus soldados acampan fuera del control de los muros invadidos por el país azul. 

-... es una cosa horrible, dios mio, ya no puedo entrar ahí.- lamenta una de las enfermeras al salir de la habitación. 

-¿Para que lo salvaron? ¿Por qué lo dejaron vivir con esa cara?-

-Callate, afuera están-

-El doctor también lo cree, es horrible. No habrá máscara que oculte esa… esa cosa, ya no debería estar vivo. - 

-Ya, nos van a-

-Ya no puedo más, no puedo.- 

Grambel vuelve a observar el suelo con las orejas bajas. 

-Mercy se reintegra, el doctor dice que está mejor su herida.- 

Vuelve a mirarlo. 

El eco de esas quejas permanecen. 

-¿Crees que él me odie por dejarlo vivo?-

-Deberás entrar para saberlo. - 

-Theodore… - 

Sus ojos van a ese rostro. 

-Creo…- inhala profundo. - Quiero… - 

 

“Quiero terminar lo que no pude” 

 

-¿Qué sucede?- preguntó sin mirarlo, observando el suelo del pasillo. 

-Quiero seguir a los marrones de hoy. - 

Grambel decide mirarle por fin, observando sus ojos con la duda en ellos. 

-¿Quieres vengarte por Phoebe?-

 

 

Si

 

-Quiero rastrearlos, te mantendré al tanto de adonde van-

-No es necesario-

-Es la cuarta vez que nos atrapan, Theodore, son la avanzada de caza.nos rastrea a nosotros, deben saber lo que hacemos.-

-No vas a llevarte-

-Iré solo, yo solo puedo. - se coloca frente a él. - Ellos nos cazan, nos rastrean y alguien más les dice a donde iremos, debemos estar al nivel para sobrevivir. - el hecho de no tener a un tercero para discutir les hace temblar frustrado. - Dejame ir con ellos, yo te avisaré de lo que hagan y adonde vayan, si podremos buscar al resto. - 

-Si te atrapan, no te matarán. - 

-Grambel-

-Te ataran y teharan daño, dolerá. - 

-Ya se que dolera pero esto no es mejor, no soy un parásito, no puedo solo… - apunta a la habitación del teniente.-Déjame ir ahora que no sé qué harás, si me atrapan no te afectará. -

Grambel sus propia cabeza, volviendo a hundirse en este asiento. 

-Mig-

-¡General Grambel!-

Los dos miran a la dirección de esa voz. 

Son dos soldados mayores, los más viejos de esta base. Un conejo y un caballo huesudo. 

Miguel se posiciona firme , sorprendido por este gran gato que se adelantó cubriéndolo. 

-Venga con nosotros, por favor. - piden ambos.-Su cabo puede venir a su discreción. - 

Una mirada es suficiente para ambos. 

Los siguen. 

Caminando por este gran hospital invadido por los azules. 

Llegando a una habitación abierta. 

-Porfavor, vaya adentro y haga lo que tenga que hacer. - 

Theodore da una mirada al interior, deteniendo con un gesto a Miguel fuera de la habitación. 

Al entrar la puerta es cerrada desea fuera con gentileza por el gato que se detuvo para cuidar esta entrada. 

El gato púrpura camina por la habitación, viendo la radio, los documentos y un pedazo de papel en la mesa del escritorio. 

-General.- 

Susnorejas suben ante la sorpresa que le sacude. 

Voltea lento hasta su espalda. 

Ahí puede verlo. 

Un hombre de aspecto larguirucho, pálido y de ojos brillantes. 

-¿Quién eres?-  

Este avanza moviendo un abrigo largo que cuelga de sus hombros. 

Tintineando cuatro cadenas de este hombre. 

-Has jugado mucho hoy, Theodore Grambel.-

El gato grande lo reconoce al verlo bajo la luz de la única lámpara de esta habitación. 

-Rey… ¿Qué está haciendo aquí? - 

El hombre no es humano, no es un animal. 

Es una criatura apenas con forma, solo es capaz de verlo como un hombre por su figura, una que parece tan irreal como la misma bruma del humo rojo. 

-Estas peleando contra algo demasiado grande, niño. - advierte esta criatura rodeándolo con un paso con ritmo, sus pies dejan en el eco un impacto sordo. Es un hombre ligero pero no suave. - Eres llamado “Ángel” por muchos allá afuera pero otros te llaman por lo que eres.-se detiene para verlo de frente. - Eres una amenaza para todos los que planearon derrocarme con esta traición. - eleva los hombros con una sonrisa ladina.-No creo que lo hagas por mí pero eres útil y sería un desperdicio dejar que te maten la próxima vez que te dirijas a ser el héroe. - 

Theodore baja la mirada. 

-Usted está pensando demasiado bien de mí. - 

-Eres fuerte, tu gente es leal y más importante… - toma sus mejillas con unas largas garras que deberían ser sus manos. - Eres capaz de ver qué le sucederá a la gente si ese ejército invade nuestro hogar. - acaricia sus mejillas al soltarlo.-Piensa en los niños, en las madres. Piensa en lo que viviste a comparación de lo que conoces de ese infierno. - 

-Señor-

-Ya están solos, puedes verlo ¿No es así?-señala este lugar con un movimiento sutil. - Tú ya tienes precio, es tarde para negarte.-

-Usted no me ha pedido nada ¿A que me estaría negando de esa forma?-

-Debes hacer que el país de las montañas desista de su unión con el enemigo, debemos dividirlos. - 

-Señor-

-Cree esto. - sonríe antes de darle la espalda. - Usas la fuerza como hasta ahora o tomar otro camino. - 

-Rey-

-Usa tu cuerpo para acercarte al rastrero que continúa recuperando las tierras que tomamos, haz que se maten. - 

Theodore mueve la cabeza, negándose a esa opción tan desagradable para su pecho. 

-No, no haré tal cosa. - 

El rey inhala y exhala, sacudiendo las cadenas de su ropa extrae de su abrigo un folder grueso y amarillo. 

-Entonces continúa como vas y espera a que tu madre vuelva a prostituirse para que le permitan dormir bajo un techo.-choca este documento contar el pecho del pálido gato púrpura. -Para que no tengas que leer este documento lleno de nombres de los afamados clientes que tu madre atendió desde los trece años, te aviso que tu padre es un hombre dedicado a la ley. Un humano que la contrató a los catorce y te busca por la compatibilidad que tienes con sus órganos enfermos.- camina a la silla del escritorio para descansar las piernas en este asiento. 

 Puede ver al gato aferrado a estos documentos, sin abrirlos ni mirar nada más que el suelo al casi fundirse con ellos. 

-Lloras, ahora eso parece ser lo que decides hacer con lo que hoy descubres de - 

-Yo sé lo que mi madre sufrió, desde pequeña… Ella ha sufrido mucho. - en sus manos estos documentos son asquerosos, son fuego y hielo, son peor que el veneno.-No me interesa nada de esto.- Puede que no sea eso lo que siente.-Usted no usará esto contra mi, no servirá.- 

Los abraza con todas sus fuerzas, como si en su inuti gesto pudiera consolar todo el dolor de esa niña. 

-No siento vergüenza por el crimen que cometieron contra mi mamá.-sus ojos van a ese rey ahora más oscuro a sus ojos. 

Esto inhala rendido al hecho de que este joven no era manipulable por su dignidad. 

Entonces debe desgarrar sus valores. 

Los valores de un creyente que desea ser un héroe. 

-¿Recuerdas a la hermana de tu prometida o la de tu compañera?-

El gato baja lentamente las orejas. 

-¿A las chicas con las que te veía jugar o las niñas que vivían cerca de tu hogar?- 

Vuelve a mirar al suelo con los brazos cerrados sobre este documento. 

-¿Tu madre permitiría que a todas ellas les sucediera lo que a ella?- 

Sus ojos quieren llenarse de lágrimas, la presión duele. 

-Ella sabía lo que deseaban hacerte y huyó para ponerte a salvo en mi reino, que será imperfecto pero fue tu hogar. - inhala. - Tu sabes lo que es ser vulnerable mucho más que yo o cualquiera de los tipos a los que has asesinado para salvar a personas que deberían servir o ser libres. Por ello sé que decidiras por lo correcto.- vuelve a ponerse de pie para dirigirse a la chimenea de esta habitación. 

Enciende el fuego con un fósforo y el gas de un botón bajo la madera. 

-Decide a quién protegerás.- apunta estos documentos en brazos del gato. - En la página 78 se encuentra tu padre y… - 

el gato lanzó al fuego los documentos sin siquiera abrirlos. 

-Haré lo correcto, si no es lo que le complace, puede perderse…mi rey.- 

-Lo correcto es que protejas al rey de la partida, niño.- advierte mirando sus ojos húmedos a pesar de haberse resistido a llorar.- Acaba con la colaboración de ambas naciones antes de que sea tarde. - 

El gato dejó la habitación azotando la puerta. 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer y comentar.

Hobie fue herido pero Theodore sintió el dolor.
Así mismo Hobart siente la fatiga y el enojo de Theodore.
Una conexión sincera.

Chapter 14

Notes:

Hola, buenos días.
Capítulo suave

Dios es grande, mi cuadro depresivo esta controlandose y el ritmo es menos pesado.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

La comitiva estaba en silencio. 

Todos estaban en su propio mundo o trabajando. 

Algo que acaba con un grito desgarrador. 

-¡Es mi hermano, mi hermano!-

Las miradas de los soldados van todas a la figura de un oso sacudiendo un plato de comida entre gritos lamentables, rugiendo entre lágrimas horrorizadas. 

-Te dije que eliminarás marcas de nacimiento tatuajes.- 

-Siempre lo hago. - murmura el cocinero con el cucharón en manos. 

Este oso a la distancia comienza a correr para revisar la olla. 

No duda ni por un segundo, mete su mano al agua para sacar los trozos de este oso. 

-¡Él estaba en la enfermería, no puede ser, no puede ser!- llora atrapando los pedazos de sus pecho a pesar del dolor causado por su calor. 

Las miradas de los soldados van a la figura del general y el cocinero. 

-¿De qué estás hablando?- indaga sin aliento una de las jóvenes del ejército. 

El oso aguanta un sollozo para lograr hablar entre temblores. 

-¡Ellos mataron a mi hermano, ellos lo cocinaron!-

Las miradas de horror no tardaron en extenderse. 

-John estaba con el doctor… Él… - voltean a esa dirección. 

El médico les da una mirada con esa misma comida en sus manos. 

Sus cejas se mueven sin más expresión toma el cuenco llevándolo a su boca para tragarlo frente a todos los presentes. 

-Gracias. - enuncia con voz clara. - Hoy no moriré por inanición ni mis pacientes lo harán por desnutrición, gracias a tu hermano.- 

El oso respira varias veces, cada vez más furioso antes de correr a su dirección con las garras en alto. 

-¡¡Enfermo bastardo!!- 

El doctor mira a este oso, esperando ver si moriría por sus garras o por la bala que este debería haber puesto en su frente. 

Puede percibir la saliva derramándose de esas fauces abiertas, la falta de algunos colmillos por las peleas y esos enormes ojos cubiertos por lágrimas. 

-Debe ser grato ser tan estupido como tú .- admira pensando en la falta de más médicos después de que las fuerzas enemigas les apuntarán deliberadamente para acrecentar sus faltas. 

El general interrumpe el ataque justamente a unos centímetros del doctor, usando la fuerza de su brazo sujeta a este oso para llevarlo al suelo por el cuello. 

-¡¡Todos al maldito centro, ahora!!- les ordena arrastrando al oso junto al jabalí que lo sigue

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La nieve del valle está llegando a sus rodillas. 

Es lo primero que nota al bajar del vehículo donde estaba cuidando de los heridos al llegar a este campo helado. Las figuras al otro lado del vasto bosque de hierbas altas donde se han quedado varados por las nevadas parecen estar listos para darles un balazo. 

O para morirse. 

Como médico puede sentir esos hinchados pulmones llenarse de sangre del enemigo con su nariz. 

Sus respiraciones eran tan ruidosas y su aroma a enfermedad le hace observarlos con curiosidad. 

Un soldado se acerca a pedir instrucciones. 

-¿Doc, como lo quieres?-  

El mencionado lo piensa y chasqueó los dedos con una imagen clara de lo que quería para esta tarde. 

-De preferencia con una belleza que me hable bonito y me asfixie pero contigo a cien kilómetros, de preferencia muerto.-  

El gallo le bufa elevando las plumas en alto. 

-La tienda, pedazo de idiota.- le recuerda fastidiado. 

Sin cambiar de expresión amarga da sus instrucciones. 

-Tres secciones, camas, cirugía y bodega. - explica volviendo a recoger las bolsas donde se guardaban las pocas piezas que conservaba del equipo original y el que fueron consiguiendo en el camino a este día. 

 

 

Hoy las cosas estuvieron muy ocupadas pero más está cansado de trabajar en esa tienda. El viaje fue jodido, la comida era mala. 

La bala en su arma comienza a verse cada vez más como un buen adorno para su frente y eso se suma al dolor que le dejaron las explosiones en los tímpanos. 

La molestia que lleva viva dentro de su cabeza y los ruidosos lamentos de los pacientes al verse obligado a amputar piernas infectadas y carne quemada que ya no sería reparada por el cuerpo

Sus manos estaban dormidas, necesitaba algo de calor. 

Necesitaba algo muy específico pero no podía obtenerlo sin esforzarse antes. 

Aunque odia mucho la idea de esforzarse en ello justo ahora. 

Por ello cruzó este pequeño resguardo para ir con sus objetivos. 

Como un cerdo al cuchillo del carnicero , se acerca para apostar su vida al capricho de sus deseos.

Inhalando la esencia tan cercana a la que deseaba derretir en su saliva apenas contenible.

-Oigan.- 

Hoy se arriesga a ser balaceado , o quizás lo desea para liberarse de lo que parece ser una enfermedad mental que se diferencia por tener entre sus síntomas el deseo imperioso de sacarse la piel y los ojos para cortarse las venas de los brazos sin ver su propio fracaso, y también utiliza la tregua para acercarse a este lado sin que eso de antes suceda fuera de sus alucinaciones. 

Es un tipo inteligente que suele tomar decisiones estúpidas, vaya giro de acontecimientos para su presente tan imbécil. 

Se dirige a los soldados azules que estaban lavando algunas prendas en la brecha de agua que aún podía fluir en el suelo. Se ven algo lindos y eso le hace enfurecer bajo la cara insensible que suele mostrar. 

Maldito sea el mundo que decidió darle a esa nación la bendición de las caritas preciosas. 

Estos le miran atentos y con la cola, ya sean de conejo o aves y gatos, elevadas junto con las orejas que le vigilan apenas fue visible. 

Bien sabe que sus pacientes tienen la piel desgarrada por sus garras, sus mandíbulas rotas por patadas y ojos ciegos por picotazos. 

Es un imbécil pero no un cobarde, por ello sigue a su locura en este viaje tan poco divertido a este río donde puede acercarse a conocer a estos soldados cargados de veneno capaz de corroer la carne.

-¿Qué rayos quiere este perro?- indagan en voz alta, no le dan la bienvenida en ningún sentido. 

Este abre la boca enterrando por completo en el barro su valor como persona decente. 

-Tengo dinero, ¿Alguno quiere venir un rato conmigo?- ofrece con ese mismo tono serio. 

Y ahí va, su imagen ascética. 

Los soldados abren la boca dentro de sus máscaras, uno de ellos tose y se sujeta el pecho ante esta descarada y ofensiva invitación. 

-¡¡Marron hijo de puta!! ¡¿Qué carajos te crees para tratarnos de esa forma?!-

-¡¡Infeliz de mierda!!-

-¡¡Vete al carajo, idiota!!-

-Solo porque estamos en tregua no significa que puedas hacer este maldito teatro, ¡Doblemente maldito perro!-

El mencionado perro observa como lo acaban a insultos entre todos los soldados que deseaban dispararle pero se contenían por la simple orden de su general. 

Su mala naturaleza le inspira a llevar más lejos todo. 

-¡Después de todo lo que nos han hecho no puedes-

El perro interrumpe levantando algo en su mano. 

-Tengo 20 mil aquí. - les muestra los billetes. 

-¡Y tu madre es fea.. A la… - sus orejas antes erizadas y bajas se elevan esponjadas por la visión de esos billetes.-¿De verdad son 20?- sus ojos ya no pueden despegarse de ese dinero. 

El perro asiente aún sin reírse. 

-Mi madre era hermosa y si, son 20.-estira el dinero hace este gato que ya era una polilla en toda la palabra al seguir estos billetes con esa sonrisa bien presente. 

Todos ven al furioso gato cambiar de cara al ver ese dinero expuesto y a su alcance tan solo cruzando el río. 

-No estás… hablando en serio.- 

Los presentes lo ven ir con el perro para tomar ese dinero como un niño a su oso de peluche con ese dinero ya en sus manos y una sonrisa soñadora.

Y se van juntos a las tiendas enemigas. 

-Ahí va nuestra dignidad. - lamenta uno de estos más cansado y derrotado que enojado. 

Uno de estos, un pequeño, mira a esa dirección y de nuevo al agua. 

-¿No van a decirle al general?-

-Es su problema, no le pasara nada ya que lo vimos irse.. - 

-El maldito se vendió por una miseria.- 

Los presentes dejan de lavar para mirar al conejo furioso que gritó eso. 

-¿Desde cuándo 20 grandes son una miseria?-

-Desde siempre. - abre los brazos recordándoles este hecho. - En casa mi cama vale 80 y estamos pensando en cambiarla por vieja.-

-Eres un noble.- recuerdan mirando a ese conejo de color verde tan claro como un algodon de azúcar.

El pequeño eleva las cejas con estos números dando vueltas en su mente después de nacer en un entorno donde tres centavos era una cortada para la carne de su familia. 

 

 

 

El gato que siguió al perro ahora lo ve trabajar en su juego de química, pocas gotas de algo que no le dice que es pero lo que le hace sentir raro es una cosa que lo hace mirar abajo. 

Sus manos unidas. 

Nunca había tomado una mano que no fuera de su madre… Era muy raro. 

Podría hacer mas preguntas pero solo le observa trabajar y lo sigue con su mano atrapada con gentileza. 

-... - su boca no expresa nada al no saber qué debería decir ahora. 

El perro solo da vueltas y no pronuncia palabra, lo deja en este espacio para atender a los heridos, por este lapso lo deja solo en el espacio fuera de la vista , que necesitan un cambio en los pañuelos que mantienen su fiebre en control y regresa a este espacio fuera de la vista de los visitantes y los heridos. 

-Perrito. - lo llama, su ceño se frunce al ser ignorado al inicio.-¡Perra!- 

Este baja las orejas y lo mira con sospecha. No ofendido, solo sospechoso como si acabara de escuchar un código extraño y no un insulto contra su género y especie. 

-No hagas esa cara, tu me trajiste aquí. - le recuerda con las orejas bajas al verlo tan desconfiado.

El perro abre y cierra una boquilla de las tantas que conectan los matraces a la bombilla que se mantiene caliente sobre una pequeña vela. 

-No pensé que hablaras, eso lo volvería incómodo. - vuelve al trabajo, con la irónica realidad de aún sostener su mano.

El calor comienza a mejorar las problemáticas de sus articulaciones dolorosas. 

El gato se encuentra aburrido y aturdido por el olor de las heridas al otro lado de la cortina. 

-Si no querías hablar ¿Para que me llamaste?- le pregunta con las cejas bajas, mueve un vaso vacío que es tomado de su mano para ser devuelto a la mesa y en la misma poción. 

Al menos le responde, no tan agradable como podría

-¿Por qué las viudas pagan por amiguismo y los solteros por compañía?- le cuestionó mirando sus ojos fijamente.-Me siento sólo.- admite sin más. 

No es tanto el tono seco y sin gracia que usa este perro. Sus palabras vibran. 

El gato mueve la cabeza de la mesa con las manos unidas y sus orejas bajan. 

-No suene como alguien tan sensible… Ni desesperado.- farfulla aturdido por la sinceridad en esa voz seca.-Parece que te burlas de quienes se sienten así de abandonados. - 

El perro mueve la cabeza. 

-Aunque use el ejemplo, no soy un viudo, no me es necesario chantajear con una cara larga.- 

El gato abre y cierra la boca, impresionado por esa respuesta. Sus orejas bajan. 

Pueden recordar al teniente escondiéndose para llorar en los vehículos o al general con los ojos húmedos en más de una ocasión. 

Nunca pensó en contenerse, no cuando podría morir mañana o en diez minutos. No era ese tipo de persona que se acepta como un monigote del dolor silencioso. 

Deseaba llorar, reírse y patear en ambas oportunidades. 

-Compartir lo que sientes no es-

El perro le interrumpe con un gesto que le sacude. 

Tomar el cinturón de su uniforme con una fuerza que lo eleva del suelo al acercarlo a su rostro. 

-No podrás dispararme después si nos unimos tanto, es mejor esto. - suelta esa cinta de cuero con una visión menos imaginaria sobre el peso de este felino. 

Los gatos no son débiles ni delicados, solo lo aparentan. 

Son fuertes, son capaces y eso los hace peligrosos. 

El gato abandona su aturdimiento con una sonrisa tensa. Haciendo algo que hace al perro abrir la boca. 

-¿Y si no es que no pueda?- pregunta cerrando la distancia con él.-¿Y si es porque no quiero dispararte?- lo reta acercando el rostro al de este doctor carnicero. 

El perro deja caer su amargura por el cosquilleo de los bigotes descuidados y quemados de este gato. 

-Entonces de verdad estarías faltando a tus aliados.- derritiéndose su amargura con esa sonrisa torcida por los colmillos que expone sin amenaza. 

El gato siente un impulso raro que recorre su cuerpo por completo. 

-¿Y tú me dispararias?- pregunta cerrando los puños para contener este impulso molesto.

Esto le hace recordar que sus manos están unidas, ahí queda el impulso que lo hace acariciar como puede su tacto. 

El perro deja de sonreír por el recordatorio de las armas en cuestión con ese apretón en su mano , corresponde estas caricias, llevando a entrelazar los dedos por completo en un solo puño de parte de ambos. 

-Claro. - responde aceptando la realidad tan cruda como es fuera de este contacto tan culpable por partes de los dos. - Mientras la tregua no se rompa, seguiré siendo un idiota que paga por una conversación.- revisa su uniforme. 

Esto libera los botones y expone parte de su pecho. 

El gato abre la boca al ver una venda llena de sangre dentro. 

-Estas-

-No se ha infectado ni se dañaron mis órganos, solo fue una de tus compañeros aves. - explica sin darle importancia a los surcos que se hunden en la carne.-Mira.- le muestra una caja pequeña salida de su uniforme. - Abrela y come uno. - le pide volviendo a sostener con la mano libre un estetoscopio donde revisa un líquido oscuro. 

El gato toma con la mano libre el seguro de esa caja y lo aparta , llenando sus ojos con la visión de unos bombones blancos, dorados y oscuros, tan cremosos que su boca saliva antes de siquiera poder sentir su aroma.

El aroma no mejora la tentación, la empeora y humedece su boca seca. 

 Debería dudar pero ya estaba aquí. 

Toma uno y lo muerde suave por si tuviera algo peligroso dentro. Se olvida de la precaución más rápido que nada. 

El resultado es una sensación cálida y dulce que se derrite como mantequilla en su boca. 

Es un dulce con mil hojas trituradas como cáscara y en su interior un mouse espeso que solo puede hacerlo estallar al erizarse por el sabor tan delicioso de la crema espesa. 

El perro lo ve ronronear y sacudir la cola varias veces, un gato satisfecho que lo dice con cada fibra de su tembloroso cuerpo. 

-Bien. - guarda la caja ignorando el berrido del gato que esperaba tomar más de estos dulces. 

-Dame otro. - exige con la boca cubierta por las migajas de pan tostado.-Quiero otro.- 

Este can llena su pecho con el suspiro frustrado del gatito enojado por ser ignorado su pedido. 

-Ustedes son la muerte. - señala el perro al limpiarle la boca con el dorso de la mano contraria.

-Solo dame uno más. - pide buscando con la mirada el bolsillo donde esa caja se perdió. 

-No. Yo planeo comerlo antes de morir.- mira sus ojos por unos segundos que al mismo gato le parecen extraños por su tensión.-Eres menos retorcido de lo que pareces. - 

-No me quieras ofender ahora. - 

-No, eso es bueno. Eres bueno… y yo maté a muchos como tú… - sus ojos se mantienen en su rostro.-Buenas personas… Que quizás no me odiaban como siempre hemos creído.- recorre sus mejillas suaves y afelpadas. 

El gato entrecierra los ojos por la emoción que llena su pecho con la visión de esos ojos atrapados en su mirada, eran dos trampas de oso o un abismo que devuelve la mirada. 

El ronroneo continua aunque no se entienda el porque se siente tan cómodo en esta zona tan peligrosa. 

Era un error.

El perro abre la boca comprendiendo el peso de sus errores y como lo han llevado a tener a este felino tan cerca. 

-Eres la muerte, solo tú eres tan peligroso que ya comienzo a temer.- lo confiesa por el calor, la soltura con la que es atraído al enemigo. 

El gato no para de ronronear buscando, por impulsos que no entiende, más de su contacto al frotar el rostro en su mano

-No estás asustado.- lo reconoce al ser acunado su rostro y no evitado o apartado. 

El perro comprueba que siguen unidas sus manos. 

-No.- mueve la cabeza tomando su mandíbula. - Estoy muriendo, ya no hay miedo en los muertos. - libera su rostro. Regresando a sus tareas en el otro lado de la tienda con uno de los heridos que tose llamándolo. 

Este gato se queda sentado en la silla del lugar, observa los tubos de ensayo sin idea alguna de sus contenidos. 

Este fue el primer día.  

 

Al irse, al anochecer, este perro lo detiene por el brazo. 

-Vuelve mañana. - lo pide con ese mismo tono seco. 

El gato mueve la cabeza con demasiadas dudas. 

-Si. - asiente al retirarse.

Este perro lo vuelve a detener, tomando desde atrás su cintura en un abrazo profundo. 

No es lascivo, es extraño y cálido. 

Es como si fuera mucho más que un abrazo. 

Todo su cuerpo se siente… Melancólico. 

Sentir como esa boca termina con todo al dejar un roce en el lóbulo de su oreja le hace estremecer hasta las rodillas. 

-Necesito de tu calor para un dia mas , vuelve, porfavor. -

 

 

Al regresar a su campamento vio algo que no esperaba. 

Al general Grambel de camino a ese lugar a través de otros árboles, más altos y sin su arma de humo. 

Sus cejas bajan con una sospecha que crece conforme se acumulan más preguntas. 

-Vaya…-camina más rápido a su campamento. 

En este lo reciben sus compañeros. 

Los cuales tienen algo cariñoso que decir :

-Estas vivo. - señalan. 

-¿Y para que te quería?- pregunta una chica, lo revisa solo con una mirada. 

Es sincero al responderles. 

-Creo que se siente solo. - 

-Pues para lo que te retuvo… - uno de ellos lo mira de arriba abajo. 

-No fue nada de eso. - murmura tomando un espacio para dormir cerca del fuego. - Pero me dio dulces.-

Entre todos hay una mirada sospechosa. 

-Ya lo imagino. - señalan de nuevo con esa misma ironía. 

-El general seguramente se decepcionará de ti. - 

El gato mira al cielo negro por las espesas nubes y la nieve fuera de este espacio protegido por ramas y trapos.

-Esto se vuelve insoportable, carajo. - 

Mira a un lado. 

Uno de sus compañeros hace señas al exterior con mucha rabia.  

Miran a esa dirección. 

Hay un perro mirándolos dormir. 

Sus estúpidos ojos brillan en la oscuridad donde el desgraciado presume de su espeso pelaje al estar parado a un lado de un árbol sin aportarles la mirada de encima.

-Mierda. - murmura un conejo. 

Entre todos arrastran un tronco de árbol para cubrirse. 

 

 

Solo uno de ellos vuelve a asomarse por encima del tronco después de una hora. 

Descubriendo a este mismo en el mismo lugar. Mostrándole un corazón hecho con sus manos unidas y un llamado silencioso con su mano. 

El gato sacude las orejas mirando a sus compañeros, su garganta se siente extraña al tragar y levantarse. 

Camina hacia este perro. 

Es claro. 

Cada vez más obvio. 

Una verdad innegable ni retorciendo. 

Este perro…

Está chiquito. 

Ya de cerca sus ojos lo pueden discernir totalmente y su cabeza llenarse con calor. 

Descubriendo que no era tan alto como parecía de lejos. Solo estaba de pie sobre una piedra. 

Todo mejora y rompe sus defensas con solo unas palabras. 

-Hola.- saluda con una fina voz de terciopelo cálido.-Me llamo Cloe, ¿Y tú?-

Las orejas del soldado suben impresionadas. 

-Malena. - se presenta con voz temblorosa. 

-Que bonito nombre. - estira la mano a su dirección.-Eres bonita. - 

La gata mira ese dulce con las orejas bajas. 

La joven más pequeña le sonríe moviendo la mano para que lo tome. 

Al estirar su manos alucina ser atrapada por la muñeca y arrastrada mas es solo una ilusión propia. Hace mucho frío. 

El dulce es picante, piña o limón, uno de los dos dulces que hace tiempo no probaba pero con picante. Sus mejillas no tardan en colorearse.

La chica perro inclina la cabeza a un lado mirando su rostro. 

-En realidad … Sabes lo que quiero. - 

La gata suspira bajando y subiendo las orejas con manos temblorosas al tener ese dulce ya en su boca. 

-Si. - 

-¿Y qué piensas?- pregunta más tímida ahora. 

La gata mira a su campamento con las cejas bajas. 

-Eres muy bonita.- halaga con la mirada en sus botas cubiertas por la nieve. 

-Me gusta. - señala esta chica bajita.-Tu cola es preciosa… Aunque cuando te escondiste con los tipos pensé en irme.- suspira. - Gracias por venir.- 

La gata muerde el dulce y mira su rabo , una parte de su cuerpo que no pudo cuidar por más de una razón pero logró conservar y alisar de nudos molestos. 

-Soy de costas. - cuenta en voz baja.-Mi pelo aguanta bien el agua, fue difícil cuidarme con todo ese humo en el aire. - 

El tema del humo le hace bajar la cabeza. 

Ellos han matado a muchos con este mismo. 

-Nunca he ido a la playa, crecí en la ciudad. - señala esta joven. Por un segundo su rostro arde y su corazón ruge arrancándole la oportunidad de pensar en lo que debería decir ahora.-¿Quieres tocarme?-

La gata estira la mano para tomar una de sus orejas. 

-Eres suave. - susurra acercándose.

La chica levanta las manos para tomar sus mejillas. Sus pies se mueven pero ni de puntillas la alcanza, ocasiona una risa suave en la gata, 

-No alcanzó. - susurra con la cara roja.

La gata baja el rostro uniendo sus labios con una simpleza que les sacude con la brisa helada que les cubre con sus copos de nieve. 

Una naturalidad que le hace temblar con tanto gusto por tomar su cintura como es sacudida al ser invadida su boca por esa lengua cálida. 

 

 

 En la mañana el gato despierta al ser pisado su cola. 

Mal despertar. 

-A la mierda… - mira al culpable.- ¡¿Qué te pasa?!- reclama con lágrimas en los ojos a su compañera. 

Esta gata le muestra el dedo en medio arreglándose a prisas el uniforme al correr a cumplir con su horario de vigía. 

-Carajo, el respeto se ha perdido en esta sociedad. - levanta el cuerpo y estira con la cara llena de lagañas por las pesadillas nocturnas y hora adolorida por su cola pisada. 

Lavó su rostro en el río. 

-Ya vino. - avisa un conejo picando su costilla. 

El gato voltea, sus orejas se mueven al ver al mismo perro esperando en esa orilla del río. 

Como corona para la tentación, otro fajo es expuesto a la dirección. 

-¿Y para qué quieres la compañía?-

El gato se eriza hasta parecer dos veces él. 

Tan solo por ver como un conejo pone las manos sobre el dinero y este perro lo suelta como si aceptara a esta nueva presencia. 

Ni hace diez minutos su ser se sintió más insultado. 

Ni cuando en la escuela lo acusaron de copiar aunque fuera la única vez que estudiara de verdad. 

Hoy su cabeza se llena de una indignación que no conocía ni había experimentado pero tampoco le permite detenerse a meditar sobre esta. 

Es un grito que reclama y bufa mostrando los colmillos con rabia. 

Todo en su cuerpo se adelanta a su mente, que muy reticente a accionar no era, para empujar al conejo y recuperar el dinero.

Aunque el hecho de que la mitad se quedará en el suelo delata que en más de una forma, el dinero no era lo que reclamaba con tanta furia. 

-¡Vendete con otro!- le grita tomando la iniciativa de cruzar el río con el perro.- ¡Y tú! ¡¿Cómo te atreves a intentar cambiarme en mi puta cara?! - le reclama al perro tomando su mano para ir a esa misma tienda médica. 

-Creí que ya no deseabas volver. 

-Pues aqui estoy, tarado infiel. - 

-No soy infiel, soy poco optimista. - 

-Pues ve cambiando, eso no atrae a las mujeres.-

-No pareces comprender porque los llame a ustedes.- 

El conejo en el agua se sacude sacando los pedazos de escarcha de la ropa. 

El resto observa como su compañero se larga otra vez. 

-Hay que contarle al general de esto. - apunta molesto el conejo lleno de agua helada. 

Los otros lo ven ir furioso al centro del campamento.

-Él quería el dinero. - 

 

 

 

Hoy es aburrido también. 

El doctor lleva varias vueltas entre la puerta de la tienda y esta bodega llena de químicos. 

Puede ver a través de algunas orillas como revisa a los pacientes. 

Le molesta tener que esperarlo. Aunque la ventaja es que el perro consiguió un juego de dados de colores para que se entretenga. 

Cosa que comienza a sentirse raro a sabiendas que ya no está en edad para jugar pero aquí estaba, divirtiéndose usando los dados para armar una casita. 

-¿Que estas fabricando?-

-Un compuesto que evite el dolor. - suspira mirando sus resultados. - Solo que sigue resultando muy peligroso de consumir, no quiero que se vuelvan adictos, la fórmula es muy frágil.- vuelve al inicio cambiando las cantidades de cada ingrediente en los trastos. 

-¿Por qué no pediste compañía de tus aliados?- 

-Soy el doctor, nadie… - detiene sus palabras al casi llegar a temas oscuros donde usaron su ayuda para elegir los cuerpos a consumir. Señalando a los que tuvieran menos toxinas en el cuerpo para que sea seguro comerlo sin dejar de tratar a los vivos que se horrorizaban de estar cerca suyo por culpa de todo lo que se descubrió durante estos últimos meses. 

Las voces de muchos muertos son audibles al lavar sus intestinos pero el punto era que no debía hablar de eso con el gato a su lado. 

-No soy popular, me encargue de eso. - mira al gato con los ojos fijos en su uniforme. - No te daré dulces hoy.- le advierte sin dejarse distraer. 

El gato mueve las orejas contrariado por verse expuesta su intención al estirar la mano fuera del foco visual del perro. 

-Tienes manos muy bonitas. - declara el perro al atraparlo antes de que esconda esta travesura más allá de sólo reaccionar. Observa las vendas y la falta de garras, más ensimismado por su forma y esas almohadillas tan esponjosas a pesar de las marcas de fuego.-¿Quién te hizo esto vestía como yo?-

-No. Era de mi propio lado. - murmura mirando sus manos mutiladas.-Dan un poco de asco. - murmura. 

El perro lleva estas manos a su boca, besando el dorso aunque ocasione una risa nerviosa en el gato que no esperaba este gesto justo ahora. 

-Ah, gatito, eres tan aterrador.- repite el beso por un placer personal.-Eres demasiado lindo para ser real.-

El gato baja las orejas, debería pelear y reclamar. Recordarle que está hablando con un hombre pero su ego es más fuerte por ahora.

-Estas algo perdido para creer que soy lindo. - le señala el gato moviendo sus manos para liberarse. 

Este se vuelve un problema demasiado pronto al retroceder y ser seguido por el perro. 

-Nunca alguien se había puesto celoso por mi, ¿O estoy enfermando para creer que fue por mi y no por el dinero?- pregunta al gato, llevando el rostro a su cuello. 

El gato abre los ojos sobresaltado por su aliento ardiente y esa mandíbula tan dura encaja con sus cuerpo, llegando a la mesa donde no puede retroceder y su cuerpo se queda ahí , atrapado entre el frío y una presencia que es helada, es fuerte. 

-¡Doc!- el llamado es desde las camillas. 

El perro suspira dejando este espacio para atender la situación. 

El gato queda en este espacio, recomponiendose con la cabeza inclinada al lado contrario de esas cosquillas. 

Sus manos suben a su rostro para alisar su cabello erizado y este pesar vergonzoso. 

-¿Qué es esto?- farfulla tratando de encontrar el sentido a sus sentimientos revueltos.-Dios… que cruel eres. - lamenta riendo para sí. 

Espera y escucha cómo atiende la dolencia de un soldado herido por lo que parece ser causada por una herida cortando leña. 

Diez minutos después este perro regresa lavándose las manos con manchas de sangre y un olor a alcohol muy fuerte. 

-¿Qué hacías antes de esto?-

El gato revira sus orejas antes de responder. 

-Esperarte.-

La broma es extraña. 

Hace al médico detener sus acciones y al gato suspirar por la rareza que continúa entre ellos. 

Ninguno de los dos son tiernas muñequitas pero esta tensión era tan ardiente como las mismas velas a su espalda, no es un descontrol. Es algo que estaban conscientes de que sucedería tarde o temprano de seguir exponiéndose al otro en esta soledad. 

La claridad de estar siendo seducidos sin disimulo por el otro. 

En esta emoción. 

El perro vuelve a su encuentro con la cabeza baja, esperando exactamente lo que sucede al estar frente a él. Una mano sobre su cabeza que le hace cerrar de forma somnolienta los ojos, entregado a la voluntad de este contacto.

El gato suspira, dejando salir palabras que no esperaba atreverse a decir alguna vez. 

-Me da mucha lastima, perrito. - murmura el gato dejando que su propio mentón se recargue en ese hombro.-Si me pruebas, te querrás morir al perderme. - 

Sus orejas se mueven al ser tomadas de nuevo sus manos, estas que han sido miradas con horror por sus compañeros. 

El perro sonríe tanto divertido por sus palabras como sorprendido por verse encantado con ese tono engreído. 

Sus manos son liberadas pero no esta poca distancia que solo se cierra al subir una rodilla por este costado, solo para verse sobre la mesa por las manos que dejaron de tomar las suyas y lo tomaron por la cadera que hoy siente con más entereza que nunca.

-¿Por qué lo haces tan fácil?- murmuró el felino ante esta naturalidad.

No se queda en su queja, lleva los brazos a esos hombros, cerrando las rodillas en torno a su cuerpo y su presencia, lo abraza abiertamente expuesto. 

-Porqué elegiste esto. - sus movimientos se quedan en este abrazo.-Eliges matarme. - 

La pasión que arde es tan tenue como esa vela apagándose a sus espaldas. 

Dejando que algo diferente se exponga con un suspiro tan profundo como un jadeo sacado del cansancio al fondo de sus almas. 

-Dios… - los ojos del gato se llenan de golpe, con cientos de lágrimas a exponer al exterior por fin.-Ya no quiero estar aquí, ya no puedo más.- 

El perro entierra el rostro en sus cuello liberando sus propias lágrimas silenciosas, acompañándolo con un murmullo ronco. 

Para el gato esta guerra le arrebató ya demasiado de su alma. 

Ninguno puede dejar esta rueda, solo siguen adelante en lo que parece ser el único camino seguro. 

Un silencio profundo los acompaña en una sarta de delirios nerviosos, solo ahí. Los dos. 

Atrapados en una red que no deseaban romper. Que comienzan a celar. 

Dejando que cada vela se apague en este tiempo que comparten con tanta calidez. 

El perro inhala al sentir esa lengua acicalar su mejilla y las heridas que ya sanaron en su frente. 

Su boca se abre con un jadeo, buscando ese hombro para cerrar las mandíbulas sobre este con la fuerza solo para ser perceptible. 

Un ritual silencioso, el juego más frágil e instintivo. 

Mordiendo sin fuerza o impregnando el aroma del otro. 

Sus rostros dejan de esconderse al buscar con este sopor agradable en sus miradas, la fortaleza del encierro que eligen puede ser más cálido que las pocas velas que quedan para calentar el espacio. 

El gato sube las garras por sus hombros, hasta tomar su mandíbula por ambos lados, lleva una mano a la nuca del perro y otra a su cuello. 

El can cierra la distancia después de disfrutar de esta atención, recorriendo con la lengua esa manzana expuesta, bajando por el cuello a su clavícula. 

El gato libera su cuello para apoyar esta atención tirando de su uniforme para darle el espacio al recorrido de esa boca por su cuerpo. Sus uñas bajan por esa nuca a su cuello, suben, lo anhela tanto como premia con sus caricias las olas de calor que le ocasiona este juego sobre sus cuello y hombros ahora descubiertos. 

Hay mucho que desea decir, más su boca se dedica a suspirar encantado por el calor, por ser sujetados con tanta fuerza al ser atraído y su parte baja expuesta ser presionada por la contraria sin olvidarse de marcar sus cuello con fuerza. 

Sus manos van por la ropa del doctor, tirando de este cuello, abriendo las prendas para probarlo con su creciente lascivia, ardiendo con la boca que ha bajado más por su pecho. 

-¡¡De mi madre no andes hablando cabrón!!- 

Los dos se sobresaltan por los gritos en la zona externa de la tienda de campaña. 

El perro se eriza corriendo al exterior por el fuerte ruido. 

-¡¡¿Estamos locos?!! ¡¡No pueden patear a un convaleciente al suelo de esa forma!! ¡Cabrones sin correa, vayan a cagar en el patio de otro, malditos perros de mierda!-

El gato en la oscuridad sonríe divertido por esos gritos. 

Espera a que se vayan. 

Escuchando algo extraño. 

-Tengo licor. - 

La sed de briago lo hace mirar por las orillas de las cortinas. 

Puede ver la botella en manos de un soldado más bajo que el doctor, llevando esta con simpleza y celo. 

-Dale a los pacientes. - le dirige el doctor después de hablar en voz baja.

Sus pies golpeando el suelo mirando la botella, emocionado espera a ver si este doctor pensaría en traerle algo él. 

Su emoción muere al ver bien la etiqueta. 

-Por un… Carajo.. - sus orejas bajan y sus ojos buscando alguna salida. 

Abre la cortina de esta zona agachándose para escapar fuera de la vista ahora que estaban todos en movimiento. 

Claro que no resulta. 

Afuera unos ojos brillantes le observan al descubrirse. 

-¿Visita conyugal?- pregunta esta joven jabalí con hombros tensos. 

No tiene idea de quien sea pero las marcas en su uniforme marrón era de muy alto nombramiento, 

Sus manos se mueven por delante. 

-Yo solo soy una alucinación… - farfulla bajando la pared de la cortina. 

En el mismo lugar el ave observa esa tienda con las cejas bajas. 

-Gato, ya que no disparaste debo dar por hecho que te invitaron así que quédate ahí hasta que llegue la noche.- su cabeza, ya llena de problemas por culpa de todo lo que han tenido, es incapaz de interesarse por la presencia de un gato con la ropa revuelta. 

Vuelve a sus tareas. Ahora que ya no se tiene que encargar de vigilar al espía que dejó con el homicida cocinero. 

 

Dentro de la tienda este gato mira alrededor deseando irse ahora más que nunca. 

El perro regresa después de despachar al joven con la botella. 

-¿Ya te quieres ir?- pregunta al ver tantas arrugas en el suelo y la tienda dañada en uno de sus sellos contra la ventisca helada. Procede a repararlas con un martillo del suelo y los clavos que se salieron de la tierra. 

-Esa botella es de los verdes.- advierte preocupado, su voz escapa en alto. Ya no sabe si es un secreto su presencia ahora pero la idea de ser atrapado por los verdes estando en este lugar le llena de miedo y dolor. No lo desea para nada, no puede volver a ese infierno. - Quiero ir con mis compañeros. - 

El perro termina de clavar los seguros de la tienda. 

-Dices que es de ellos. - 

El gato da vueltas mirando a la salida. 

- No quiero seguir aquí si ellos llegan.- le recuerda juntando las manos en puños. 

El perro, absteniéndose de entrar en pánico, le recuerda algo importante. 

- Si ellos nos ven conviviendo con ustedes, nos mataran. - 

-Solo dime como volver. - le exige mirando a la salida. 

-Si ellos llegaran, deberemos matarlos. - le responde distraído el perro. - Dame la mano. - le pide. 

El gato mueve la cabeza al negarse, mas es tomada su mano y robada su oportunidad de negarse. 

-Vamos. - le hace caminar a su lado por la tienda. 

El gato mira alrededor, como los pacientes dormitan más agotados que interesados en ellos. 

En el exterior el doctor lo dirige de la mano por el claro, avanzando hasta la franja de agua que los separaba. 

El gato siente como suelta su mano. 

-Oye… - solo ve como se va, quedando él con la cabeza baja pensando en otra cosa. 

El perro da unas últimas palabras en este espacio abierto. 

-Regresa con bien.- le despide volviendo a su trabajo. 

El gato lo observa perderse, volviendo su atención a su propio lado. 

Al cruzar el río por encima de las piedras expuestas vuelve a mirar atrás con el resto del día que pudo pasar en esa tienda como una pérdida. 

-¡Ven aquí!-

Su cabeza llegó al suelo de sorpresa. 

Este conejo lo ha tomado desde la espalda. 

-¡Cabrón, no estoy de humor!-advierte en el suelo, la nieve le duele por el choque de temperaturas con su cuerpo. 

-El general ya sabe de tus tonterías, ve con él. - le ordena sin arrepentimientos al retirarse y habiéndose vengando. 

Desde el suelo lleno de nieve este gato se pone de pie, sacude la nieve de su ropa. 

De todos modos debía ir con el general, esto era lógico. 

Va a esa tienda. 

En el camino más de un soldado pasa por su lado ya ordenando todo para el movimiento. Estaban por partir a donde sea que fueran. 

El tenerte estaba ocupado con una sarta de órdenes para los transportistas. 

-Señor.- llama antes de atreverse a entrar a la tienda. 

-Pasa.- La confirmación suena como otras, ligero y suave. No tiene problemas con él, aparentemente. 

Entra mirando al interior con recelo. 

Llegando a un espacio cálido por las pocas fuentes de calor en el espacio, incluida una antorcha de alcohol en el suelo. 

-¿Quería verme?-

El general. 

Este gato alto que parece estar fabricado entre piezas de porcelana modeladas y muchas fantasias con elegantes Lords medievales que van por el mundo con portes firmes y cinturas capaces de doblarse por la fuerza de un cuerpo trabajado en la forma de un bello arco.

 Debes admitir que era un tipo guapo que huele bien y eres amable, una combinación rara que los estaba dirigiendo con una faceta helada.

-Recuerdame la razón.- le pide esto revisando las bitácoras y el mapa. 

-Me pago un marrón por hacerle compañía y este es el segundo día. - 

El general detiene su lectura, mira al mapa y luego a él. 

-¿Por qué aceptaste ese trato?-

-Porque eran 20 grandes. - 

-Ya… - Vuelve a observar el mapa. - No importa si te encuentras con uno de ellos en la tregua, lo que importa es que no vuelvas a cobrar ni recibir nada de ellos. - 

-Él me ofreció el dinero ¿Aun está mal?- sus orejas se mueven. - ¿Y si yo quiero ir a pesar de no recibir dinero?- 

El gran gato avanza a su encuentro, esta poca distancia y esta visión le permite ver al gran general hacia arriba con el cuello expuesto. 

-Yo no les di permiso de acercarse a ellos, por ello ya están en problemas solo por desobedecer.- advierte mirando sus ojos con esa fuerza tan física como para hacerlo retroceder.

-Si, lo entiendo. - 

-Pero si eres honesto contigo y lo que sienten es real , está bien. - 

El gato se esponja con esa últimas palabras en un murmullo. Vuelve a mirar arriba pero este general ya no estaba cerca ni parecía haber sido dichas estas palabras tan sorpresivas para él. 

La botella de los verdes lena su cabeza con su presencia, debe decirle de esta. 

-Señor-

-¡General, el líder de los marrones ha llegado con un grupo de los suyos!-

El gran gato cierra los libros. 

-Arregla todo aquí. - le ordena al retirarse golpeando su pecho con el grueso libro de notas. 

El gato se queda ahí con esto en sus brazos.

Esto debía ser el permiso más inesperado desde que su madre le permitió no ir a clases por una gripe falsa. 

-Y no perdí mi dinero. - sonríe al estar a salvo ahora que el general estaba más interesado en otro tema más urgente como la llegada de los… ¿Los qué? 

Corre a enrollar los mapas, los libros ordenarlos en una bolsa y correr por la tienda para ir a donde se ha hecho el silencio. 

En este espacio es visible aquel perro enemigo con ese aspecto vulgar en su aspecto y actitud. Como un desgraciado estafador en los callejones de la ciudad. 

Nadie se tragaba su buena educación, bien sabían de la fama de este perro con su lasciva jerga y esas miradas tan pegajosas como molestas que te penetran el alma con esa sonrisa de colmillos que más de uno vio abrirse con restos de muertos de azul en el hocico. 

Ahora pueden ver que se encuentra ciertamente contento de ser recibido por el general. 

Tan parecido a un callejero invitado a comer migas de pan, lo sigue con esa cola moviéndose de lado a lado. 

 

Por su lado, va a buscar a su delator para darle la buena nueva sobre su escape de la justicia. 

 

 

A la hora se ven reunidos en el centro del campamento. 

-¡Se suponía que los mataremos el tercer dia!-

Si, eso se suponía. 

Eso deberían hacer. 

-¿Quieres cerveza?-

Por su lado solo voltea a ver a este conejo que lo delató, elevando las cejas para burlarse de este resultado. 

El conejo lo mira con la cara arrugada. 

-Eres un cabrón. - murmura. 

-Si, más que tú.-ríe bajo con las orejas arriba por el placer que le recorre por molestar al tipo pesado que lleva días molestando. 

El conejo cierra los puños, vuelve su mirada al general en retirada y a él. 

-Si lo haces por nosotros está bien y si es por ti es aún más comprensible, después de todo venderte es lo que le queda mejor a un deforme.- mira sus manos de forma rápida.-Bienvenido al resto de tu vida.- 

La mirada del gato se relaja con la misma lentitud con la que el golpe de estas palabras acabaron con su resistencia. 

El conejo lo mira a los ojos sin arrepentimiento por sus palabras, alejándose de él con las orejas arriba. 

El gato vuelve a mirar al general que los salvó del cargamento. 

Lo salvó. 

Sus puños se cierran devolviendo las manos a los bolsillos. 

Camina en silencio para encontrar su tarea en esta misión. 

 

Notes:

Fue suave.
Gracias por leer y comentar.

Chapter 15

Notes:

Hola, buenos días.
Otro suave.
Algo de la nación humana y su estado social.

Oswald y Theodore son del mismo país.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Una copa es llenada a la mitad, limpiada con una servilleta al colocarse en una bandeja de metal por las manos enguantadas.

Eleva esta bandeja a medio pecho , relatando la vestimenta pulcra y brillante en su patrón carmín y esmeralda de servidumbre. 

Su camino lo lleva a encontrarse con algunas criaturas más, entre ellas gatos altos y elegantes a pesar de sus vestimentas de servicio. 

Cuidando cada paso así sea que se encuentran descalzos a diferencia de él y sus zapatos cubiertos de cuero lustroso. Camina a una puerta resguardada por dos guardias más pequeños que él mismo- estos abren la puerta sin mirarlo. 

Al entrar sus oídos escuchan sin interés lo que se conversa en esta oficina. 

 

-Te invite aquí para hablar de algo que se te encargará una vez te encuentres en el campo. Hay un sujeto, es muy joven, apenas cumple 27 este año, no es muy listo ni maduro.- solo recibe la bebida sin voltear a la figura que trajo este licor tan fino.-Pero está compaginado con estructuras criminales exteriores a la red de control que implementamos este el gobierno. - 

-Un criminal ¿La policía de los animales no puede encargarse de él?-

-Resulta que fue reclutado desde una prisión, no hubo oportunidad de reclamar su presencia en el interior, ahora mismo se encuentra oculto en una misión en el país noble. - 

-Con que enviemos a alguien advertir de su identidad debería ser suficiente para que esos gatos lo eliminen. - 

-Está en un punto de control fuera de nuestro control, es posible que encuentren primero a nuestro enviado que a ese tipo. No es sencillo de atrapar.- 

-Entonces debería ser sencillo controlarlo.- añade este humano.-Dijiste que es parte de una red criminal, será mejor convencerlo con una oferta para que se vea atraído a una zona de muerte. - 

Su líder deja de lado la copa ya con un trago. 

-Ese es el problema. - 

Una mesa con bebidas es acompañada por la presentación de unos tantos documentos apilados sobre la mesa del escritorio. 

Dos figuras intercambian algunas palabras y otras permanecen en los costados del espacio. Una de estas es el mismo sirviente que entró con aquellas bebidas, manteniéndose en silencio con la mirada en el suelo. 

-Este mocoso debería ser sencillo de manejar pero sus actitudes muestran todo lo contrario, es un problema que debe ser medido antes de que nos tome por sorpresa.- bufa mirando esa fotografía. -El registro habla de una especie de guardián.- 

-Entonces simplemente debemos matarlo con un monigote desechable, aunque el que un simple híbrido de perro sea una molestia tan grande es inverosímil.-

-Este no es un híbrido de nuestra tierra, tiene intelecto, es capaz de mucho más que solo seguir órdenes y eso lo vuelve una amenaza.-

El humano ríe inclinando la cabeza con esta información ahora menos importante en su percepción. 

-En la relojería del este hay un conejo que hace las cuentas pero aún se echa al suelo cuando se le tira a los pies una manzana.- cuenta una experiencia personal regalando sobras a un huesudo híbrido de los tantos encadenados en negocios privados. Lo vio abandonar sus labores para mordisquear restos de un corazón de manzana hasta no dejar nada, sin importarle nada.-La única diferencia entre un perro de cuatro patas y uno de estos es que pueden llenar una ficha de identidad y señor, también hay mascotas que traen su propia correa, no es diferente.-

El perro de servicio y la gata en la esquina contraria son indiferentes. Mantienen la mirada en el suelo aunque escuchen este tipo de injusticia. 

Es su día a día. 

Su realidad es esta humillación diaria. 

Su jefe mueve la cabeza de lado a lado. 

-Y esa es la señal de su peligro. - apunta su jefe con una pluma roja sobre el rostro serio del can entre los documentos. - A este lo conocen por mover a las personas, no tiene estudios pero su léxico es rico en entendimiento y práctica. No es confiable él ni los antropomorfos que le sigan. - 

-Debes vigilarlos, porque serán estúpidos en masa pero solo necesitan al alborotador adecuado para que todos se unan del lado equivocado de la correa para que esta sea inutil.- apunt su rostro de forma seria.-Tu trabajo es eliminarlo en cuanto entre en nuestro radar, no intentes otra cosa ni dejes que te convenza.- 

La sonrisa del hombre es segura. 

Tan segura como para tomar por bromas estas advertencias y órdenes, ignoradas por el humano que dejaron a cargo de la supresión de rebeldes. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizás por ello se le obligó a dejar su trabajo y verse reducido a un médico despreciable en aquel lugar. 

Portando un uniforme pesado y grueso como carpa a pesar de su aspecto suave. 

Lleva demasiado tiempo vistiendo acorde al servicio en las oficinas del gobierno

Escucha las órdenes casi cantadas por la tierna voz de brisa de esta humana pequeña y rubia. 

Sentado por primera vez en la mesa y no de pie a un lado como era costumbre. 

-Eres un perro agradable al ojo y muy listo.- Señala algo positivo.-Me hubiera paseado más por este aburrido lugar de saber que tenían una mascota tan bonita.- 

En realidad él no podía tomarlo como halago, en estos años solo escucha esa palabra cuando se preguntan por su precio los humanos que pasan por estas oficinas. 

Por casi toda su vida ha trabajado dentro de esta misma institución, de un edificio a otro. Dando y repartiendo mensajes. Comida y seguridad. 

Es un sirviente fuera como fuera que lo vieran, uno que puede masticar cuellos pero usa los dientes solo para comer barras de croquetas secas y agua en el almacén donde se dirige que el servicio comiera fuera de la vista de las personas que podrían ofenderse por su forma de alimentarse. 

Mantiene los ojos en las fotografías de la mesa, con un nuevo trabajo hoy. 

-Estos tres muchachos están buscando ese objetivo, parece ser que son de la misma rama. Será mejor que te encargues de mantenerlos rastreados, no tienes que hacer nada más que avisar de sus operaciones. - apunta el rostro de cada uno. - Sus relaciones con el exterior, los secretos que escuches y sobre todo a quienes siguen fuera del ejército. - 

Sin hablar, solo tomando las órdenes como parte de su futuro. 

Su cuerpo ya no reacciona pero aun lo siente. 

El desagrado que le recorre al ser sujetada una de sus orejas por este humano. 

-Recuerda que este es tu hogar, debes regresar. - le convence palmeando su cabeza.-Este es tu hogar, te amamos mejor que todos los mentirosos que te esperan en ese lugar.- 

Sus ojos van a los tres rostros que debía seguir. 

-Lo haré , señora. - 

Este humano sonríe al escucharlo. 

-Esa voz tuya, es un encanto.- murmura recorriendo ese cuello con cuidado.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las fuerzas de este país son tanta basura como su propia nación. 

Excepto que la comida es mejor. 

 

 

-Me duele… dios, me duele mucho… - 

El lamento de un compañero le saca de sus recuerdos. 

-Voy a matarme si esto continua. - murmura ya aburrido. 

Mira a este herido. 

Una pierna volteada que fue amarrada y dejado ahí sin más que una masa de tabaco para masticar. 

Es una herida semejante a las dejadas al ser atropellado en la ciudad o apaleado por un robó. 

Deja la cama de tierra y hojas que hizo esta vez para no dormir en las piedras. 

A varios metros puede ver a ese objetivo que debe vigilar junto a sus dos compañeros. 

No los conoce pero es claro que el ave era más que nada encargado de todo movimiento, las decisiones son de elefante pero el jabalí debe ser la última palabra. 

Ahora duermen, pueden dormir en paz sabiendo que hay un compañero que les cuida la espalda. 

Él. 

Él solo va buscar como callar a los heridos de esta batalla. 

Atravesando el campamento para buscar en los restos de las casa derrumbadas algo que le sirva. 

Ignora el escenario infernal suscitando en las ruinas iluminadas donde los soldados mayores se divierten con criaturas que es posible que estén muertas hace horas o quizas deberian estarlo. 

Llega a un hospital quemado del que solo quedan paredes oscuras. 

Internándose recupera los mayores aditamentos médicos que puede encontrar, recuperando algunos medicamentos de entre los escombros. Todo en silencio. 

Volver le cuesta menos por el ruido exterior. 

En cuanto llega de vuelta a la zona de tierra decide ir más lejos. 

-Oye, despierta. - llama al herido. - Voy a ayudarte pero no grites o nos descubrirán. - le aconseja preparado una mordaza por si este no se calla.

Obviamente no se calla, su especialidad no es tranquilizar a la gente. 

En este momento mezcla algunas pocas medicinas en el interior de la jeringa que consiguió, administrando estas en una pequeña cantidad con una inyección en el brazo. 

Puede ver como se relaja lentamente. Va a dormirse un buen rato. 

-Ahora usaré un martillo para acomodarte esa pierna. - 

El herido abrió los ojos sorprendido por esa última parte antes de quedar inconsciente. 

No creía estar haciendo tanto ruido hasta que una rueda de soldados lo rodeaba entre murmullos. 

-¿Qué le haces a Garret?-

-Tiene que usar clavos para los huesos o se le curara mal la pierna. - eleva el martillo. 

Hay un par de chicas en el grupo pero no fueron ellas las que saltaron y dieron una vuelta entre pisotadas nerviosas por el ruido del hueso. Solo un perro que parece estar en una película de terror ante lo que ve.

Al menos las chicas ayudaron sosteniendo la cabeza del herido y consolándolo al terminar con esta operación. 

 

Después de eso le enviaron a la zona médica. 

Algún bocón abrió el hocico sobre su habilidad. 

Buscaba dormir al hacer eso por el herido pero ahora de verdad conoce lo que es no dormir. 

 

 

 

 

 

 

 

-Así que este es a quién buscaban. - 

Los tres lo miran con prisa. 

-Solo ayudalo, no podemos quitarle nada.- señala el elefante. 

-Eres mejor médico que yo. - le recuerda preparando los guantes de hule, tan gruesos como para hacer jardinería. - Además de que estaba por dormir.- ya se arrepiente de escucharlos y venir aquí. 

Es su misión vigilarlos y mantener al tanto de sus acciones a los jefes de su lado pero eso no significaba que deseara hacerlo, a este punto esta debería ser su salida de esa basura pero aun no acaban. 

-No podemos confiar en los medios del general, solo te tenemos a ti-

-Entonces les da miedo tocarlo. - reconoce este punto silencioso. 

Las caras de los tres se tuercen con miradas bajas. 

-Es eso. - vuelve a mirar a este perro feo a sus ojos. 

En su hogar los perros son mascotas bien cuidadas o callejeros sucios y enfermos. 

Son los que le pagaban por atenderlos en el callejón fuera de las oficinas del gobierno. 

Este es un callejero feo y sucio. Lleno de heridas que no eran agradables. 

No es una mascota. 

-No se larguen, necesitaré a alguien. - les recuerda preparando un par de pinzas. 

Lo primero que hace es sacar las agujas de esas orejas, escuchando como la chica por fin suena como una y se encoge horrorizada por la cantidad de sangre que escapó de estas heridas. 

Ver y escuchar como se escucha alguien que ama a otra persona es muy diferente al silencio común en su vida. 

La indiferencia es calma. 

Ahora su indiferencia es un sopor agotado por los recuerdos 

No le gusta escuchar cómo dan vueltas y se quejan. 

Solo disfruta de ayudarlos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Los verdes saben de ti, de tus compañeros y tu misión.-

El perro, ahora con la mirada en la montaña de cadáveres, mueve las orejas que hace meses estaban heridas por esas agujas. 

-¿Trabajas para ellos?-

-Si, ahora mismo me envían dinero cada tanto con algunas preguntas sobre ustedes. - 

El perro vuelve a mirar el fuego. 

-¿Qué tanto has contado?-

-Les hable de tus enfermedades, de un par de tus conocidos y algo de los azules con los que nos hemos encontrado.- vuelve a mirar el fuego.

-Debes darme una razón para que tomaras la decisión de hablar ahora que estoy acabando con los traidores.- 

El perro que tomó el lugar de un médico vuelve a mirar al general. 

-Porque ya todos saben de esto, vas a morir sin importar a cuántos de estos pervertidos mates.- mueve los brazos aburrido.-¿Qué harás con esto?-

El general vuelve a mirar al médico. 

-Es posible que decida matarte. - 

-Eso no solucionará nada. - mueve la cabeza aburrido.-Ya no trabajaré para ellos. - 

-¿Por qué?- cuestiona. 

-Espera dos segundos. - le señala revisando su bolsillo.-Mira. - muestra un dulce. 

Este general mueve la cabeza a un lado ante la rareza. 

El médico muerde este dulce dentro de su hocico, volviendo a mirar al fuego. Prueba el sabor sin pensar demasiado en su siguiente movimiento. 

Elevando el arma del otro lado para apuntar a su sien. 

El gatillo es jalado sin dudas. 

La bala no atraviesa su cabeza, es el suelo su destino. 

-Maldito loco. - 

Lo que lo hace reaccionar no es que su arma fuera robada sino lo que sucedió por el segundo de lucha. 

-¡¡Hijo de puta!!- grita erizando el pelo de su cuello y hombros en este calor que lo hizo deshacerse de su abrigo.-¡¡¿Tienes idea de cuánto cuesta encontrar coco rallado en esta economía?!!- gruñe buscando este dulce que compró de manos de un vendedor ambulante que se alejó demasiado del pueblo . 

El perro que le robó esta arma en un salto le observa revolver hojas y tierra en búsqueda de su última comida. 

-Aún te necesitan. - 

-No puedo dormir por culpa de esos idiotas. - 

-Pues no duermas. - 

El perro mueve la cabeza desde el suelo. 

-No quiero ser un héroe. - 

-Si ya estás seguro de que deseas morir, al menos da algo de tu vida a estos idiotas. - apunta a los soldados que vuelven la mirada a la fogata donde arden los rebeldes.-Necesitan a un doctor, por ende, te necesitan.- 

-No quieras convencerme. - bufa mirando al fuego. - La vida entera la vivo por otros, no estoy seguro de haber vivido realmente desde que nací. - 

-Si quiere morir, hazlo pero trabajando, muere siendo útil y necesitado. No como tronco de hoguera.-

Este perro no era agradable. 

Sea o no el general, era desagradable, junto con ese léxico rico que había escuchado que tenía, resulta ser una mentira. 

No siente la necesidad de hablar de su vida, de nada realmente. 

Solo observa la mano que este le tiende sin piedad ni un calor que debería ser visible en alguien que habla por mera lástima. 

-¿Por qué haces esto?- cuestiona bajando las cejas después de hablar con tanto aburrimiento. 

Este perro sonríe por encima del uniforme militar. 

No como un líder ni como un santo. 

Mucho menos con la sobriedad de un general. 

Es sólo un cabrón con un gran ego abriendo la boca. 

-Para joder a todos los pendejos que me quieren muerto.- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vivir para joder a todos los que te quieren muerto. 

Una idea estúpida. 

Una que lo lleva a este momento. 

A apuntar a un cadáver ante una pregunta del general. 

-La enfermedad de los caníbales se da más rápido al comer los cerebros. - aclara algo que leyó entre tantos documentos de los humanos.-Debes drenar la sangre, evitar la médula y solo usar la carne. Solo así los carnívoros se podrán alimentar de su misma especie sin riesgos futuros. - 

-¿Y los vegetarianos?-

-No hay vegetarianos por excelencia. La proteína es tomada de todo alimento, así sean aves de corral, ovejas o vacas. Todos comen una cierta cantidad de proteínas entre sus alimentos. - empuja un cuerpo para que lo lleve. - Este es un conejo, su carne es la más limpia, si no encontramos más comida antes de la siguiente vez, usaremos un gato, seguido un ave y al final un perro. Cambiar el tipo de carne, nos mantendrá en equilibrio y eso incluye a los vegetarianos que consumen meramente agua y raíces.- 

–Entonces debería servir caldos. - 

-Mientras lo que sea que haga que la carne sea lo menos cuantioso del plato. No creo que sepa mal la remolacha y la carne.-

No desea vivir, por tanto no desea más que ayudar a otros. 

Es bueno ayudar. 

Es bueno joder a todos manteniendose vivo. 

Ayudándolos a vivir un día más. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hasta que se descubre todo y debe mantenerse en la tienda médica si no quiere una paliza. 

Puede verlos fuera, quieren matarlo. 

-No debí comerme la sopa frente a su hermano. - 

-No, doc, no debio hacer eso.- 

Vuelve sus ojos a este paciente herido. 

-No eres comestible, te envenenaste y eso es riesgoso para el consumo. - 

-Qué gran consuelo. - murmura contando las gotas que podía seguir administrando a este paciente. El suero intravenoso con los contrarrestantes del veneno de los azules ya casi se agota necesitan más o dar por hecho que los perderá. 

-Doc, ¿Pueden comer mentas?-

-No sirve de nada que pregunte si de todos modos ya les dio.- responde de espaldas al alboroto causado por este perro con dulces para los heridos. 

Estos no tardan en alegrarse por los dulces, otros reírse entre lamentos por la fuerza de sus sabor dentro de bocas golpeadas. 

-Venga, doc. - lo llama el general a la parte trasera de la tienda. - 

–¿Ahora que sucede?-

-Me encontré con gatos azules ¿Tienes algo que ver?- 

-No, la última vez les compartí que estaríamos en el oeste a esta hora. - toma las mentas que le extiende el general.

-Diles la próxima vez que no se te informó del movimiento, necesitamos perdernos un poco en el mapa.- 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

25 años viviendo como sirviente no le afectan como a estos dos en esta guerra. 

Muerte. 

Sangre. 

Órganos. 

Silencio. 

Verse despierto cuando nadie más lo está. Pensando que la noche es su refugio entre los heridos que agonizan y lo ven con tanto agradecimiento como temor. 

-Morir trabajando. - murmura revisando la temperatura de un herido. 

-Debes sentirte solo, doc.- 

Sus ojos van a este rostro. 

El herido apenas podía ver. Un ave de color amarillo, muy agradable de no ser por sus heridas. 

-¿Me siento solo?- cuestiona sin entender esta declaración. 

-Todos los perros mueven el rabo, incluso si no están acompañados. - señala su espalda. - Nunca había visto a un perro que ni siquiera la moviera al saludar. - 

El doctor mira esta parte de su cuerpo, siempre abajo, floja y sin más movimiento que el consciente al evitar chocar con objetos o perderla en batalla. 

-Me aburro solo. - responde cambiando la venda de su cuello. 

-Entonces si te debes sentir muy solo. - 

Esta ave murió unas horas después. 

El suero no fue suficiente. 

 

 

 

 

 

 

 

¿Estar solo es trabajar por horas con tanta gente a su alrededor? ¿O es verse a las tres de la mañana en su asiento sin un solo sonido que lo acompañe? 

-Estoy solo… - mira los equipos químicos que hierven a su lado. 

¿Es esto encontrarse sólo? 

Si lo piensa con lógica, es obvio que es así. 

A diferencia de muchos perros como él, sus números sociales son cero. 

No hay nadie que lo busque más allá del general y los heridos. 

No hay alguien que le reclame su tiempo ni le de su propio tiempo en esta oscuridad. 

Si eso es soledad, debió insistir un poco más con esa bala. 

-Maldito pollo. - murmura frustrado por este reconocimiento. 

Ese pájaro fue un desgraciado al hacerlo consciente de este sufrimiento. 

 

 

 

-Así que azules. - 

-El general quiere que todos estén a salvo, así que debe viajar junto a los heridos para que no pase nada peligroso. - 

-Vaya que nuestro líder es inteligente. - murmura agrio. 

Este soldado frunce el ceño al escucharlo. 

-Como si pudieras criticarlo. - 

-No es crítica. Es verdad.- observa como este soldado se retiró en silencio después de darle la información. 

Piensa en hablarle pero se abstiene, vuelve a empacar todo en la maleta. 

El encuentro con los azules es una verdad. 

Hace mucho no veía gatos y menos unos tan fuertes y rechonchos. Los gatos que conoció en el trabajo eran delgados y afilados por sus huesos expuestos debajo del pelaje. 

Tímidos y callados, se agachan sin levantar algún objeto cerca de ellos y tiemblan en grandes espacios. 

Incluso si antes convivió con ellos en el entorno laboral, ¿No es estupido que nunca tocara a uno?

Son lindos. 

Sus ojos son almendras. 

Sus bigotes largos y sus orejas inquietas. 

 

Puede que en realidad estuviera más decidido de lo que se creía al acercarse al grupo que se apartó del campamento enemigo para lavar esas pocas prendas. 

Entonces en resumen les da dinero por compañía. 

Su atención estaba en un gato delgado y pequeño, como los que conoce de antemano. 

Mas este no se ve tentado por el dinero. 

Y algo raro y nuevo aparece. 

-¿En serio son 20?-

-Si.- responde algo sorprendido por esta figura. 

Los hatos son pequeños pero éste es alto. 

Son delgados y finos, este gato es rechoncho y su pelaje no puede ocultar un cuerpo fuerte. 

Los gatos son tímidos, pero este no duda en contar el dinero y colgarse de su brazo en ello, pasando un brazo por debajo del suyo al reírse. 

-¿Y de donde sacaste esto?-

-Es lo que me dieron a cambio de otro tipo de dinero. - responde mirando esos ojos vivaces. 

-¡Vaya que eres un riquillo!- lo sacude riéndose.- ¿Sera que puedo sacarte mas si te sacudo? Dale, dale.- no tarda en resolverse para hacerlo trastabillar en el camino, sin soltarse de él.-Es más duro que piedra. - reconoce ahora con las cejas arriba. 

Esos bigotes felinos brillan con su sonrisa. 

Ojos luminosos y un rostro alegre. 

El perro traga pesado. Viendo esas garras, su falta de garras. 

Fue un error. 

Un gran error hacer esto. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el presente de este gato ruidoso. 

 

Las sombras del humo en el aire eran visibles por donde se vieran. 

-Van a llegar muy pronto. - 

Las orejas de un par de criaturas se sacuden ante la verdad que viene a por sus cuellos. 

-Solo sigue con la carga. - 

Sus orejas se sacuden al ser empujado por el choque de hombros dado por un conejo ya conocido para él. 

-¡Oye!- le llama sin dejar la carga, la sube a su hombro para voltearlo empujando su hombro. 

El conejo dejó caer la maleta de lonas que llevaba en brazos. 

-¡¿Que putas-

-¿Qué carajos te pasa conmigo? ¿Te hice algo o te ofendí?- pregunta directamente al conejo. 

Algunos soldados se detienen llamados por la confrontacion y rostro rojo del conejao de color azul. 

-Pasa que te estas vendiendo con-

-Eso te lo creería si no hubieras intentado ir con él en cuanto viste la oportunidad, ¡Porque te vi! ¡Te vi!-

El conejo cierra con fuerza la boca. 

A unos metros un par de soldados contienen miradas juzgonas y otras risas en voz baja. 

El gato eleva la voz cansado. 

-No tengo las manos así por moda, maldición, ¿Al menos pensaste en eso?-

Entonces el conejo responde. 

Responde algo que nunca sabrá este gato. 

 

 

No cuando todo sucede en su mente y entre gruñidos en su escenario imaginario. 

Puede ver a ese conejo caminar unos metros por delante con una mirada tensa. Como todos los que no deseaban acercarse al campamento enemigo. 

La diferencia es la obvia diferencia entre ellos. 

Ese conejo tiene muchos amigos a su lado. 

Él no tiene ninguno. Está solo.

No dejan de ser compañeros y seguramente se pondrían frente al otro en una pelea pero después del fuego y las balas, nadie parece estar feliz de saber que Sasha salió del campo a salvo, nadie. 

Porque lo salvaron y ahora deberá pelear por su vida, lo mínimo que puede hacer es pelear. 

No se queja, pelear es mejor que terminar muerto en una caja de embalaje, más desearía que sus días después de casi morir los pudiera pasar con alguna persona que se acerque a más que dar las instrucciones del general. 

¿Hace cuanto alguien no le tomaba la mano?

Nadie querría siquiera mirarlas… Pero alguien ya lo besó dos veces sobre las heridas. 

-Y no tengo a nadie para hablar. - lamenta con la mirada en el camino. 

 Con la vergüenza que sienten pueden dar por hecho que no desean ir ahí. 

Mientras otros raros se ven sacudidos por un hormiguero naciendo desde las tripas agitadas por la expectación. Por la presión de respirar sin toser. 

-¡General!-

Solo una persona cuerda y entera en sus facultades mentales podría ser ajena a la vibración y el anhelo cargado de celo que tiene esa palabra en el hocico de este perro tan feliz de recibir a su líder. 

Como un mendigo la limosna arrancando de las manos del donador las piezas de pan o un enfermo sacando a mordidas la cura del médico , saluda y rodea el paso con ese anhelo cargado en su mirada tan llena de deseo como sed. 

Una que llega a esas manos que parecen contener el gesto de tirar de su ropa como si fuera un regalo que desea tomar con desesperación, una que es más dura que la del perro médico. 

No es una comparación estúpida, algo en ellos era diferente. 

Solo sabe que son iguales por la forma en la que el doctor es una luz en sus pupilas al ver como ese perro mira al general, advirtiendo de una sed que ya se sintió capaz de saciar. 

Un reclamo de lo ya probado. 

En su lugar él mismo se siente extraño de mirarlos ahora que esa sed es correspondida con un calor tan digno del caramelo derretido como de la misma lava desbordándose. 

Era una emoción peligrosa regida por las garras de un gato avaricioso. 

-Oh, carajos… - voltea antes de que su propio general le pegue al girar la cabeza. Por ahora no parece violento pero no va a arriesgarse a ser descubierto su conocimiento sobre la rareza de esos dos. . 

Aparte del presumido amor secreto de sus generales, este lugar le tiene otra sorpresa. 

Su bienvenida es un muchacho de los marrones bailando sin camisa frente a la fogata y sin una sola gota de alcohol. 

Magistral. 

Tanto como el doctor caminando de fondo con un plato de comida para su tienda.

Sin cuidado deja caer su carga para ir a esa tienda.          

-No te pierdas. - advierte un soldado al verlo correr a esa dirección. 

-Volveré. - asegura sin detenerse. 

Su carrera es ciertamente un alivio después de separarse durante la tarde. Llegando a sentirse perdido en estos cuantos metros de distancia. 

Ignora la mirada de más de un soldado enemigo que lo sigue con el ceño fruncido.

Llegando a esa tienda. 

-Perrito.- saluda al entrar a la tienda. 

El doctor en una mesa gira la cabeza al escucharlo. Un segundo tardan esos ojos en dejar de ser apagados pozo de amargura. 

Volviéndose suave al reconocerlo por su sonrisa. 

-Hola. - saluda desde el asiento. - No sabía que tendríamos esta reunión hasta que el general nos avisó.- se levanta de la mesa con un cansancio guardado en su interior. 

-Todos van a beber en el fuego, ¿No vas a ir tú también?-

-No. - es corto. - Si quieres esperar aquí, traeré algo para ti. - 

-No necesito nada-

-No te pregunte si querías. - toca su hombro de paso. - Toma asiento, conseguiré algo diferente.- 

El gato mueve la cabeza siguiendo su caminata al exterior. 

En la tienda del médico el calor se ha acumulado por las linternas de aceite en dos esquinas. 

-Él está muy solo. - murmura al reconocer este problema por sus señales obvias. 

Aparte de pagarle por su compañía, el médico no parecía tener nada más que sus pacientes para hacer de este espacio algo parecido a lo habitable. 

Toma asiento en la mesa y lo espera con las cejas bajas. 

La comida comenzaba a enfriarse, se puede ver como el vapor deja de subir después de dos minutos. 

-Ay, no… - sus ojos van al cubierto en esa sopa pálida. 

Una cuchara y un pensamiento de lo más patético que le hace tamborilear con los dedos sobre la mesa. Todo por la necesidad de actuar como un idiota. 

Levanta la mano para tomar esa cuchara. 

-Traje algo de comida y para beber también. - 

Al entrar puede ver a ese gato sentado de espaldas a la comida, mirando al techo de la tienda con la cola esponjada. 

-¿Te gusta el picante? - pregunta fingiendo que no lo ve temblar. 

-Si, me gusta. - responde mirándolo de lado.

-Este es verde. - muestra una pasta hecha con aceite y algunos ingredientes triturados. Todo dentro de un tubo de cristal.

-¿Y eso qué es?- cuestionó al oler el calor en la pasta. 

-Aceitunas, chile seco y ajo con cebolla secados al sol.- entrega el aderezo a sus manos. 

El gato lo huele y voltea sobre su plato para sacar algunas gotas de esta cosa. 

-¿También hacen pan? Tienen muchas cosas escondidas. - señala una vez prepara su porción. 

-Eso debería, de ser así dejaría de tener que comer sopa de perro-

-¿Qué?- pregunta confundido por lo que parece haber escuchado mal. 

-Sopa. - repite guardándose el desliz anterior

El gato le mira con las cejas arriba, tomando una probada de la sopa ya sazonada y no el caldo sin sal que llevaban meses comiendo ante la desgracia. 

-Esta bueno. - 

Sus ojos van a su propia comida, toma el cuenco y lo eleva estirando el cuello. Sin saborearla la derrama en su boca. 

La cabeza del gato se mueve al verlo acabar con el caldo en un par de sorbos tan ruidosos que le hicieron erizar. 

-Debes arreglar tus modales.- apunta sin más.-Eso no estuvo bien, te podrías ahogar. - 

El perro se limpia el mentón con el interior de la muñeca. 

–Estoy ocupado. - lo espera con la cabeza recargada en el dorso del puño. 

El gato ahora tenso vuelve a comer, temblando un poco sus orejas y cola. 

El doctor espera, le observa ensimismado ante algo que considera en muchas formas hermoso. 

La maldita soledad lo ha jodido, le hace ver al gatito como una criatura por mucho, hermosa. 

Su orejas altas, sus ojos redondos y esa nariz rosa con un pelaje ciertamente púrpura aunque sea tan oscuro. Todo es agradable, es la noche con unas lunas brillantes sobre una sonrisa ingenua. 

-No debí conocerte. - añade en voz alta a sus pensamientos. 

-Si, no debiste. - responde con el ceño bajo. -Ahora te será imposible olvidarme.- Es engreído y seguro, bastante contento de poder molestarlo. 

El perro sonríe en respuesta a esa burla. 

-SI, esto fue un error, cariño. Eres precioso. - 

-Ya… Ya quedó claro. - su orgullo alimentado se retrae como lo haría su cola de ser acariciado. 

No estaba tan seguro de querer recibir esa clase de cumplidos tan agradables. Algo en ellos le advierte de lo difícil que sería soltarlos al terminar esta reunión. 

-Eres una droga, no debí probarte. Tienes razón. - 

-Ya quedó claro, cálmate.- le sonríe picando con la cuchara el fondo del cuenco vacío. -¿Cuando me lo termine?- murmura perdido por su propia hambre. 

-El picante es bueno para las emociones reprimidas, suele ser muy agradable comerlo cuando estás triste.-

El gato ríe nervioso por esa mirada tan pesada sobre su cuello. 

-Suena demasiado natural para que un doctor lo diga tan seguro. - señala el gato al escucharlo decir eso con una sonrisa. 

-Soy abierto al mundo, siempre hay algo nuevo que descubrir. - inhala profundo. Su frente se inclina escondiendo un lapso de nervios en la oscuridad antes de retomar el valor con una pregunta directa al gato -¿Quieres hacer el amor o nos quedamos como amigos?-

El gato se salta una respiración, quedando en blanc por segundos. 

Es claro que este era el camino que estaban tomando pero ponerlo en palabras era por demás una locura. 

Era darle sentido a la tentación aberrante, a la traición contra todos los caídos de ambos bandos. 

Para su propia tortura. 

-Quiero que… Que nos conozcamos fuera de este lugar.- 

El doctor mueve la cabeza a un lado. 

-Fuera de aquí nos mataremos.- su crudeza es la verdad. La sinceridad y recuerdo del lugar donde se encontraban los dos.-Este es el presente , y te lo pregunto ahora porque estamos en el ahora.- 

El gato mira al lugar. 

-No… No creo que podamos ser amigos ni quiero que seamos solos… Un momento.- su voz queda en el aire ante la verdad que le sacude hasta los comienzos. 

-Entonces ¿Qué es lo que deseas?- le pregunta y desea escuchar su opinión ahora. 

-¿Qué quieres tú?- busca respuestas en el perro. 

-Quiero tomar un carro, a ti y largarnos, abandonar a todos a su suerte.- toma la delantera sujetando el cuello del uniforme azul para atraparlo al cerrar la distancia, besando directamente sus labios. 

El soldado corresponde aferrándose al puff del uniforme marrón. 

El intercambio es húmedo y sediento, los dos dejan la mesa con pasos torpes al interior de la tienda. 

Entre las pocas pizcas de luz que atraviesan la última zona de la tienda, toman una distancia prudente para sacar parte del uniforme de sus cuerpos. 

El perro tira su saco sobre la camilla antes de que el felino cayera en la camilla por sí solo. 

-Todos duermen en el suelo, ¿Eres asi de egoista siempre?- pregunta revisando por última vez el entorno. 

El perro es sincero, no humilde. 

-No, solo con lo mío y es siempre lo mejor.- su voz es arrogante al vibrar en el cuello del enemigo azul, tirando de esta prenda interior de color gris. - Por eso estás aquí.- 

El gato se siente derretir por la fuerza de esa lengua en su oído ,los besos en su cuello, y su barbilla mordida. 

Todo en el calor que sube desde su parte baja por este cuerpo metido entre sus piernas. 

Sujeta sus mejillas, baja por su cuello. 

-Es…- su boca se cierra conteniendo un suspiro alto por el calor que recorrió el centro de su pecho con esa lengua subiendo por su cuello. - No me estes babeando .- murmura en queja por la humedad creciendo. 

El perro le responde con una acción rápida y ruda, haciéndolo girar boca abajo al sujetar su hombro, subiendo por su cuello a esa nuca. 

El felino sujeta la cabecera de la camilla con la cara vuelta granate. 

Su cuerpo se estremece con el aliento sobre su sien. 

-Lo siento, estoy muy nervioso.- confiesa buscando el lóbulo de esta oreja vulnerable. 

El gato se eriza por el sonido húmedo, el calor y como su cuerpo se debilita. 

-No pareces nervioso… - señala mirando el interior del abrigo. Hay remaches y costuras muy finas uniendo pedazos que parecen haberse caído antes.-Parecces saber de esto. 

-Estoy buscando lo que te haga sentir bien.- confiesa tomando su cintura.-¿Me podrias decir si lo estoy haciendo bien?- presiona esta zona, subiendo por su torso la presión sobre las partes más tensas. 

El gato suspira al ser algo que calienta su sangre esta atención, jadeando al sentir como su ropa va apartándose por este masaje tan fuerte. 

¿Sería que perdió más peso o estas manos eran grandes? ¿Porque siente que lo tiene atrapado? 

Su cabeza se siente ligera, el calor en suscabeza aumenta temblando conforme este toque es mejor. 

-Más abajo… - se dirige al sentir un gusto profundo por la presión en su columna. 

Siente que partes rotas se acomodan cuando el doctor le toma por la cadera, presionando la zona. 

Un “Crack” hace a los dos levantar las orejas por la sorpresa. 

-Tronaste. - admira el perro al escucharlo.-Si tienes problemas de espalda.- acaricia la zona. 

El gato ríe pegando el rostro sobre el abrigo

-Estoy en la sección de carga, estaba cansado.- restriega el rostro en el interior del abrigo. - Quiero dormir aquí , hace rato no tengo una cama de verdad.-

El perro baja, el gato siente claramente como se ve superado por su cuerpo. 

-Un gato rudo, es lindo. - besa su cuello, subiendo a su sien.

El gato debajo sonríe más hundido en el sopor cálido. Gira la cabeza para mirarlo de soslayo. 

Este contacto silencioso es llenado por un suspiro felino, el jadeo del perro cerrando la ya poca distancia entre ellos. Uniendo sus labios más de una vez en besos cortos y cálidos. 

Besos que suben su intensidad conforme las manos del doctor bajan por su cintura alrededor de los pantalones. Tira de la prenda, sintiendo como esa espesa cola se aferra a su brazo. 

–Necesito algo.- murmura el perro bajando a su cuello. 

El soldado cierra los ojos con la sensación en su zona íntima, acariciando suave, aumentado y sujetando esta parte con la obvia intención de llevarlo al final. 

-Perrito.. - lo llama buscando su mirada. 

El doctor vuelve a su boca, profundizando con la humedad de su saliva perdida por las emociones desbordando de sus ojos. 

-¿Por qué estás tan sensible?- pregunta el gato subiendo su mano hasta esa mandíbula. 

El can le sonríe chocando su mejilla con su rostro. 

-Es vergonzoso, ¿Dejare de gustarte por esto?- pregunta sin olvidarse de presionar esa carne sensible en sus manos a pesar de su tono suave. 

Este soldado suspira mirando esas lágrimas. 

-Mientras sea para mi que llores, me gusta.-

-Ya encontré tus espinas. - le avisa con esa sonrisa desagradable para muchos, animosa para el felino que pierde la voz por unos segundos. 

La reacción del felino al ser usadas sus pequeñas espinas como el detonante al estimularlas es tan clara como la fuerza del doctor al sujetar su boca para sellar su grito. 

El doctor sonríe besando su mejilla, escucha cómo el felino cae dentro del calor. Sus rodillas se estremecen, doblando la espalda ante el final causado por esa brutalidad. 

-¿De qué me sirve que llores si me vas a tratar así?- lamenta después de perderse por esa fuerza,-Ay, la madre… - exclama pegando la frente a esta prenda, sus manos se aferran a la tela. 

Esta vergüenza es ocasionada por esos dedos entrando de a dos de una vez en su interior, encargándose de hacer que todo en él vibre. 

El doctor besó su nuca, sus hombros. Todo lo que alcanza es tomado, es besado y mordido. 

Le arrebata su escondite obligándolo a voltear para volver a asaltar su boca sin olvidarse de encontrar aquello que desea estimular. Busca en su rostro el momento en el que lo encuentre. 

-Eres un cabrón muy bonito. - le gruñe el soldado. 

El doctor le sonríe al ser ofendido y halagado. 

-Yo debería decir eso. - responde el doctor al escucharlo tan enojado. Su distracción termina con un sobresalto por parte del felino aturdido por una sensación nueva desde el centro de su ser. - Aquí. - reconoce con esa misma sonrisa. 

El felino suspira escondiendo el rostro, o intentando aun estando atrapado por el doctor que busca su boca. La vergüenza sube junto al calor desde su centro, cada toque hace que su ser se vuelva carbón ardiente y la misma sed lo somete. 

Incuso si la tortura de calor termina es solo para hacerle una pregunta. 

-¿Puedo seguir adelante?-

-Ahora preguntas.- bufa el felino liberando el rostro para esconderse. -Mmhhh.. - responde sin mirarlo. 

El can se endereza. 

El sonido de la ropa hace al gato bajar las orejas tan rojas como el sol. 

Al sentir como su cuerpo es presionado, no puede evitar farfullar una maldición ahogada. 

Hace unos días estaban desesperados por un un lugar por el cual evitar a este ejército, pensaron en muchas formas. 

Incluso llegaron a entrar en pánico antes de que el general les compartiera que tendría una reunión con el enemigo, y desapareciera por tres días, para traerles esta noticia. 

Creían en él, sobre todo los que fueron rescatados, no dudaban de su decisión pero odiaban a los marrones. 

Los odiaban mucho. 

Entonces, ¿Porque permite ue uno le someta a esta tortura cada vez mas humillante? 

¿Porque atravesó el campo con tantos enemigos para verlo aquí? Sabiendo cómo se desarrollarían las cosas si se quedaban solos más tiempo. 

Sus manos presionan entre sus dedos esta prenda al ser obvio que estas embestidas estaban yendo directo a destrozarlo. 

Dejándose sujetar y someter, disfrutandolo entre ronroneos. 

-Más lento.. Escúchame… - lo llama. 

¿Por qué se deja hacer esto? 

Más aún. 

Porque teniendo la oportunidad de humillarlo y ser cruel ahora que tiene el poder ¿Porque se siente escuchado?

-¿Quieres que paremos?- le pregunta este médico acariciando su mejilla.-¿Esta doliendo?-

El gato mira la prenda y devuelta al doctor. 

-¿Cómo te llamas?-pregunta tocando su nariz. 

-Oswald, ¿Y tú?-

-Sasha.-

El doctor une sus mejillas. 

-Tienes un nombre bonito para ser tan fuerte.-

-Era más bonito de niño. - murmura en estos segundos de lucidez.-¿De verdad dejarías todo por mi?-

El doctor tomó su rostro. 

-No sé si deba hacerlo pero quiero hacerlo,aunque me necesitan siguen odiandome. Yo mismo me odio.- 

-A mí también me odian muchos. - su frente vuelve a la prenda. - Así qué… - Oculta el rostro.-Cogeme tan fuerte como pueda, de todos modos será la única vez que nos veamos.- 

El doctor lleva esta mano a la columna del felino, recorriendo cada disco bajo su tacto, llega a su cadera, tomando ambos costados, lleva los colmillos a ese cuello expuesto. 

Su propio placer es un calor creciente, lleno de egoísmo y desesperación. lo necesita, morirá si lo pierde ahora. 

La sed le hace enterrar los colmillos en su hombro. 

Este felino es incapaz de contener el grito en su boca, llenando este abrigo con el final de este cruel. 

El dueño del uniforme ignora las manchas, liberando esa piel con un jadeo ronco. 

El gato en su final inclina la cabeza con placer, el placer que nace de escuchar esa voz romperse sobre su oído. Lleva un mano arriba para tomar su mandíbula. 

El beso continúa, los lleva a buscarse, volviendo a enfrentarse con las rodillas ahora enredadas en su espalda, atrapado por este felino y su ronroneo. 

Con un recorrido cálido lleva las manos al cuello del felino.

-Es increíble. - murmura disfrutando de algo que no había podido apreciar en toda su vida. - En los libros no lo pueden describir tan bien. - lo disfruta. Este sonido, su vibración y como es tan relajante como estimulante. Su boca se abre en una sonrisa animada. 

El gato abre los ojos llevando las manos a ese rostro tan alegre. 

-Eso fue rápido. - 

El hielo que se formó en la forma de un lanza metafórica golpea su alma, su espíritu y autoestima con la fuerza del mismo Zeus contra una pajita de avena. 

La pulveriza, quema el polvo y desaparece incluso el fantasma de su ser con esas palabras. 

El doctor baja las orejas con un chillido. 

El gato puede ver como su alegría se muere, elevando las orejas después de carburar sus palabras y el poco contexto positivo en estas. 

-Tu no, yo, eso fue bueno y me gustó.- acaricia su cabeza tres veces antes de sacudirlo para que recupere la vida de antes.-¡No era para ti, no te mueras!-

-No me voy a morir… - murmura colocando la frente en su pecho. 

-Pero quieres. - 

El perro asiente dándole la razón con las cejas añadiendo al gesto rendido. 

-Ya se que fue cruel decirte que durar poco, ya lo se. - inhala profundo.-Pero esa no era-

Su boca está cubierta.

Mira alrededor para descubrir si había una visita alrededor o alguna presencia. 

Eleva las orejas al sentir las intenciones del can. 

-Si trenta es poco, sea mejor que sea el doble de esfuerzo para que te sientas bien.- 

Las orejas del gato bajan sujetándose de su brazo. 

-¡Doc, Doc!-

La salvación es la condena. 

Es la entrada de un chico a este espacio. 

Este los ve o más bien ve la situación pero no a quienes están en ella. 

- ¡¿Qué está pasando?!- chilla el husky retrocediendo. 

-¡Al carajo contigo mocoso!- cubriendo al felino lanza lo primero que alcanzó para que retroceda y esa luz entrante no delate la identidad del soldado que ahora es un bulto que se cubre con los brazos debajo de su cuerpo. -¡¿Por qué entras así?!-

El chico sacudió la cabeza retrocediendo fuera de la cortina. 

-El general quiere que se prepare, los verdes ya llegaron.- 

-¿Qué?- ya que estaba fuera se pone de pie tomando el arma del azul para devolverla a sus manos. 

Este tiembla ante la mención de estos tipos, mirando al arma y su propio estado, el de ambos semidesnudos en este frío y la situación. 

-El general dice que debe ir a su posición y encargarse de su tarea. - sacude su casco para librarse de esa imagen perturbadora.-Rápido.- termina con su informe en una carrera. 

El médico arregla su ropa. 

-No quiero ir.- 

Sus hijos van a ese gato en la camilla. Sus ojos están bajos. 

-Os… Muchos… Muchos están muriendo, no tienen la fuerza para moverse. - 

El doctor suspira llevando una mano a su mejilla. 

-Entonces te cuidare.- promete besando sus mejillas.-Y después de todo te retener las horas que deseas. - 

El gato mueve la cabeza sonriendo a medias con ese rostro rojo. 

-No te mueras. - 

El perro mueve las orejas. 

Sin percatarse de cómo su cola por fin se mueve a su espalda. 

-No. Ya no lo haré. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.
Por fin estamos devuelta en el valle.
Me siento mejor.

Chapter 16

Notes:

Hola, buenos días.
Por fin la batalla del valle.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

-¡¡Que nadie rompa filas, manténgase en posición!!-

Con esa orden se eleva un estallido. 

Rodando las piezas de aquellas ruinas con pedazos de astillas capaces de arrancarles los ojos a los presentes que no lograrán evitar estas mismas a tiempo, corriendo entre las aperturas de la formación en doble fila los encargados del siguiente punto. 

La máquina de gran tamaño es encendida, girando las aspas de forma violenta haciendo de este tormento una sinfonía del rugido metálico, dos bestias clamando entre las explosiones. 

El fuego crece con el calor de la nueva ola de violencia , el combustible que no ha sido esparcido por los soldados azules ya es reclamado por estos enemigos. 

Como un ave asesinando hormigas por su veneno, clama con su avance la gran máquina que aspira el aire helado como una criatura viva tomando la bocanada de aire más profundo en la tierra que habitan. 

Su fuerza hace levantar la pared de lazos y maderos ardiendo, los parece desproteger con este tirón a las cuerdas. 

Algunos cascos sueltos son reclamados por la fuerza de esta máquina, viéndose volar partes de uniformes, hojas y platos con comida que pasa por su lado quemando a algunos de los ya acalorados soldados. 

Un tornado de fuego, atrayendolos con su rugido. 

-¡Me lleva! ¡¡Es mucho mejor cuando estás del otro lado!!- grita un soldado marrón con una mueca frustrada. 

El conejo atrapado a su lado bufa al escuchar su burla. 

No habían sido atacados por este tipo de máquina al estar en movimiento, era lógico que no la conocieran más allá de algunos cuentos de moralejas y testigos que escaparon de escena para reunirse con ellos después de un viaje de reconocimiento por parte de órdenes del general. 

Perdieron a muchos con estas máquinas, no sabían de una forma de destruirla. 

Las antorchas colocadas por el campamento son atraídas, dejando en la oscuridad a todo este lado del valle, solo iluminados por el mismo fuego de esta máquina. 

-¡Desplazo!-

El oso sujeta al conejo para moverse a un punto cubierto en el suelo, tras los troncos que trajeron entre todos los soldados para la reunión. 

Las balas comenzaron a impactar en cuanto la fuerza de esta máquina aminoraba en un esfuerzo por quemar aquellos objetos atraídos. La tracción continua mas es apenas lo suficiente para mantenerse ardiendo dejando a todos los soldados sumidos en una oscuridad llena de relieves de color carmín y naranjos que delatan sus figuras o las ocultan con la textura del suelo. 

-¡Mientras esa cosa siga consumiendo podrán disparar, debemos esperar a que se encienda el incinerador!-

Los azules en este espacio respiran con esfuerzo el cargado aire que sus máscaras apenas pueden procesar, buscando las órdenes entre los compañeros que se mantienen ocultos con los aliados de momento. 

–No te iras. - 

Algunos giran confundidos por el reclamo. 

Es un marrón reteniendo en el suelo a uno de los suyos. 

-¡Sueltame, sueltame, sueltame, maldito cerdo!-

El soldado mira a otros azules. Los llama para que le ayuden a controlar al tipo. 

-¡Hará que le vuelen la cabeza si se mueve!- les ruge arrastrando la voz al estar desesperado por levantarse del escondite este águila. 

-Deja que se muera. - le señalan sin moverse de la posición. 

El marrón sujeta más fuerte al águila para mantenerlo a salvo como ordenó el general, tan enojado como frustrado por sus patadas. 

-¡Todos ustedes han roto la tregua ámbar de nuestras naciones, son criminales que no valen nada desde hoy!-

- ¡¡Nuestras naciones han trabajado juntas por lo correcto, por lo sagrado!! ¡¡¿Cuál es la razón por la que traicionan el tratado de nuestra sangre?!!-

Los soldados marrones mantienen la cabeza fría en este único refugio cada vez más diezmado por las balas que no han parado entre los gritos del azul y los impactos en los canales abiertos. 

El primer vehículo verde llega al círculo marcado por estos troncos. 

El soldado oculto en este borde eleva la cabeza mirando la maquinaria de este transporte. - 

-Arriba. - empuja al soldado azul para que se trepara. 

Dio la señal pero el gato fue más rápido que él al ser un tipo más grande que sufre algunos golpes en la espalda. 

Cada soldado hizo esto para evitar ser descubierto por la ola de humanos que vino después del vehículo. 

Alguno no lo logra, pueden escuchar como un soldado fue demasiado lento para subir, quedando al descubierto. 

Las balas que lo liquidan son suficientes para borrar su identidad. 

Deteniéndose por un sonido más fuerte que todas esas balas a su espalda. 

El estallido de unos cuantos vehículos mucho más atrás de este punto. 

 

En los peñascos los jóvenes junto a algunos agitados azules se encargan de soltar las rocas de la paredes con palanca hecha con las ramas viejas, tirando de estas para soltar el lodo. 

-¡La segunda fuerza se encarga de las granadas!- llama al resto el teniente entre empujones a los más lentos.-¡Que se formen, carajo van muy lento!- levanta a un soldado por las plumas de su cuello para hacerlo moverse a la zona designada a la orilla del acantilado que treparon con tanto esfuerzo. 

Un cachorro de perro pasa por su lado con la carga de un soldado que apenas puede respirar para señalar el robo. 

-Déjalo. - le advierte al ver la energía de los cachorros en la unión. 

No estaban débiles como los asmáticos que tropiezan a cada paso. 

Puede ver a más soldados llegar con heridas, las balas estaban descontando, era un problema que esas ametralladoras continúen trabajando cuando era lo mejor que se detuvieran antes de que se volvieran mayores los problemas por venir. 

-¡¡Verdugo!! ¡¿Qué haces allá arriba?!- lo llama viendo la espesa cola sobre un árbol alto. 

Este le resta importancia con un gesto, sus orejas se mueven fijándose en un objetivo al tener ahora esta arma de cañón largo. 

Fijándose directamente en la formación de un par de soldados humanos en retirada. 

Su disparo está a solo una decisión. 

Deteniéndose al ver movimiento de la tregua y azules abordarlos. 

-Voy a estrenar esto, si o si. - vuelve su mirada a otro punto. 

Elimina con un segundo de retraso a un conductor, parando el avance de la última fila de vehículos en movimiento con un choque. 

Por el suelo la segunda ola de lodo congelado cae con el grito de los soldados entregados a este esfuerzo. 

Sus orejas captan cada voz, grita y dispara. 

-No te vayas a morir. - murmura buscando por un segundo a ese perro a través de la oscuridad. 

 

 

-¡¡Vigilen los flancos, están en las paredes del cañón!!- les ordena un soldado sobre el gran monstruo de acero que vuelve a arder listo para el siguiente paso en su función. 

Apuntar al bosque para eliminar todo escondite.

Este soldado lleva la mirada a la oscuridad. 

Los marrones usaban un uniforme exacto para esta tierra, la nieve ya fue sacudida por sus disparos, levantándose en masa del fondo de la nieve y sus uniformes ya no eran puntos visibles. 

-¡¡A las zonas planas, vuelenlos en pedazos!!-ordena buscando sus figuras desde lo alto con ayuda de unos binoculares. 

Habían hecho trabajo en visión oscura pero estos eran tan malos que apenas eran confiables, humillándose ante las máquinas de los azules, cada vez más claro que los superan en tecnología. 

Algo que era reclamado como una gran ofensa cada vez que podía verlos usarla en su contra.

Por fin las luces son encendidas creando un verdadero contraste en este campo abierto. 

Sus ojos van de un rincón a otros junto a sus compañeros. 

-¡Comandante-

Su cabeza gira con ese grito a su flanco. 

No ve el uniforme de los marrones sino un frac azul ondeando con el viento. 

Respaldando los colmillos descubiertos de un perro de hocico fino y alargado. 

Una criatura de uniforme azul aparece en su visión tan pronto como la pierde. 

Un pequeño perro corre por la superficie de este espacio de hierro, evitando los disparos para ir por el siguiente al bando, rompiendo con un disparo a quema ropa el radio de la gran boca de fuego. 

El disparo le empuja atrás por su pequeñas dimensiones, retrocediendo con un doble salto de su parte. 

-¡La serpiente perdió la cabeza!- avisa por radio, su carrera no está detenida. Sigue corriendo hasta bajar de esta máquina. 

La orden viene del radio. 

-Que todos los heridos se replieguen al cañón, la fuerza se mantendrá en el canal central , no debe quedar nadie vivo.- 

La joven suspira evitando un disparo al doblar las rodillas entre los matorrales. Su llegada es recibida por la gata con el abrigo marrón sobre sus hombros. 

-¡Chica, muévete!- le apura sujetando su brazo. 

-¡¿Por qué hacen esto?! ¡¡¿Qué ganan diciéndoles que trabajan con nosotros?!!- sigue sus pasos al estar atrapada por la muñeca.

La chica mira a los flancos dando indicaciones manuales a sus compañeros. 

-No sé, ahora muévete.-

-Eso no parece ser una buena señal.-

La chica le sonríe sin soltar su mano. 

-Si el general lo ordenó solo queda aflojarse y creer en él. - 

La chica discutirá pero es difícil cuando su propio general era así de confiable. 

-Espero que sea como dices. - 

 

 

 

Aun en el camino. 

Los soldados vieron como esta enemiga les atacó en un solo momento para inhabilitar a los soldados en la cabeza de la formación se va entre los árboles y las ruinas. 

Estallando los disparos a su espalda y los gritos que le apuntan al maldecirle. 

Un soldado humano toma la decisión de subir a la máquina para proteger al operador, interrumpiendo su carrera con una medición expulsada de su boca al descubrirse atrapado por la pierna. 

-¡Están bajo los autos!- gritó aferrándose al suelo, los puños de nieve se arrastran entre sus dedos acabando con la posibilidad de detener su secuestro. ,apunta adelante y dispara sin dudas. Más su arma es tirada al lado por el lagarto cubierto de pies a cabeza por las raíces del suelo. 

El uniforme azul es cubierto por la húmeda nieve, derritiéndose al contacto con su cuerpo ardiente. 

A unos metros otro soldado dispara en cuanto le ve, sin poder hacer más que correr sin lograr tomar el brazo de su compañero al ser arrastrado bajo el vehículo. 

-¡Maldito animal!- grita escuchando los lamentos de su compañero. 

-¡¿Alguien tiene contacto con la retaguardia?! - les llama un compañero sobre el vehículo armado, apunta con este al valle, disparando a discreción para encontrarlos. 

-Las comunicaciones se perdieron en cuanto lo destruyeron con esas rocas, debe haber sido a la otra torre la que le dieron, -

Es claro lo que estos nuevos enemigos deseaban. 

Borrarlos en el silencio. 

Pero su intención no era morir ese día. 

-¡¡Quemalo todo, que no quede ninguno!!-

El porqué de esta traición no les queda claro, lo que es obvio es que no pueden seguir atrasando su defensa, rugen y gritan. 

Los disparos iluminan sus rostros como los mismos rayos de la tormenta lejana. 

El bosque lo paga, arde con la carga en reversa de esta gran máquina. 

El instinto de cazar con fuego se eleva con los gritos de los enemigos. 

Abriéndose el cielo con una ventisca que eleva el fuego para escapar por el dragón mecánico.

El fuego nace con una llamarada que sólo es evitable por los soldados del país humano dentro de sus vehículos. 

Pueden ver a algunos enemigos esconderse en las sombras. Huyen intimidados. 

Algo a más de uno los hace sentir algo extraño al ver sus acciones. 

Huyen. Deben tener miedo de las balas. 

-Algo está mal. - advierte un soldado al fondo de la fila de avanzada. 

Sus ojos van a los árboles, dispara al ver a más de uno correr por el suelo. 

Sus hombros se elevan al reconocer una parte física que no era de perro, cerdo o lagarto. 

Una cola delgada y esponjosa de color oscuro. 

Sin plumas ni escamas o algo parecido al resplandor de las salamandras que llegaron a toparse en zonas acuáticas. 

-... gatos…no son solo sus uniformes - sus ojos se abren grande al descubrirlo. -¡Son azules, colaboran con ellos!-

Su advertencia es acompañada por un sobresalto. 

Una pesadilla conocida para todos. 

Columnas penetrantes elevándose de puntos ciegos del bosque a sus flancos. 

Tiñendo el mundo de rojo con un parpadeo. 

Las latas de gas ruedan por el suelo al caer del suelo después de ser disparadas por otros enemigos para repartirlo con más fuerza. 

El fuego es alimentado por este mismo gas, reduciendo la visión y sus movimientos hoy suprimidos por su siempre aliado fuego. 

La cacería está retorciéndose, la correa no es útil hoy. 

La visibilidad se reduce a tal punto que es imposible ver más allá de la nariz en cualquier zona que no esté siendo tragada por el fuego a causa de la humedad que le detiene a medias entre las, cada vez más suaves, brisas de invierno. 

Sus rostros son cubiertos por máscaras de vidrio aquellos que lograron colocarlas. 

El resto cae al suelo entre convulsiones. 

-¡Busquen una radio que sirva, esto no debe quedarse aquí!-

Los soldados escuchan la orden de quienes quedan en el mando. 

Moviéndose una parte a la retaguardia, saltando los escombros tirados desde lo alto de los cañones. 

En el frente el operador continúa abriendo el camino con esta máquina, cerrando la salida del fuego para la tracción del humo con esa bocanada bestial activa nuevamente. 

El humo comienza a ser tragado por la máquina y sus elementos quemados dentro de sus motores. 

Eleva la cabeza para ver la situación de sus compañeros. 

-No tendríamos que hacer esto si hubiera sido menos imbécil tu general. -

Este humano levanta sin dudas el arma hacia esta voz. 

El perro le sujeta la cabeza con una mano, aplastando los huesos entre sus garras para terminar rápido con este.

 Lo deja caer al suelo para revisar el panel de control. 

Tomando un paño de la pared, tal vez usado para limpiar el vapor de la ventana, limpia la sangre con la mirada sobre los botones de esta gran mole de acero. 

-Yo tengo un diccionario… - 

El perro mueve la cabeza sin verse en la necesidad de leer una guía para entender la máquina frente a él. La lectura de los símbolos y letras en otro idioma le cuesta unos segundos antes de oprimir el apagado en dos movimientos. 

El fuego que muere cual esperanza en la noche es la primera señal que parece condenar al ejército que vino a este valle cubierto por la luna y sus sombras. 

Agachándose para arrancar algunos cables del interior del panel. 

-¿Ya te sientes mejor?-pregunta mirando a un lado desde el suelo. 

El gato en la puerta de la máquina mira al humano en el suelo. Su mano rasca la zona de su cuello donde este perro le estaba sujetando hace menos de veinte minutos en una sesión privada y se siente más vulnerable al ver esta fuerza inesperada. 

La lectura del mismo perro en esta máquina con un idioma extranjero. 

-Claro. - murmura aturdido por esa violencia o falta de ella sin dudas inesperada. 

El doctor tomó su mano para moverlo al interior de la cabina. 

Las orejas del felino se mueven al verlo encontrar un cajón con algunas galletas dentro. 

-Esperemos a que todos hagan el resto, cuidemos que los humanos no recuperen a su demonio protector.- aconseja el perro manteniéndose de pie en la puerta. 

 

El gato mira a las ventanas de la máquina. Su pelo se eriza al tener frente a él esa caja de dulces. 

-Toma uno. - le pide en voz baja el can. 

 

Solo había visto a dos personas leer ese idioma retorcido. 

Al mismo soldado que le cortó los dedos al poner la mirada en la tabla de datos para su venta y al general a escondidas al conseguir bitácoras enemigas. 

Comiendo el dulce sus ideas dan vueltas, sabiendo que el doctor era más extraño de lo que podía prever.

 

 

 

 

Fuera de la gran máquina una ola de fuego se ha detenido, hace a los humanos mirar a esta con horror al perder de nuevo la visibilidad. 

Detienen los disparos para escuchar. 

La tormenta misma fue cruelmente amainada, dejándolos atrapados con este aliento de sangre en el aire. 

Sin brisa que no haga más que mover el humo en vórtices. 

Avanzan en retirada sin perder de vista las pocas zonas abiertas al ojo. 

-Mhhm…-

Voltean a esa zona disparando. 

En esta un tronco con un saco marrón cae al suelo. 

Cada uno busca al dueño de la broma entre las columnas de humo.

Una figura azul los sacude con su llegada por el flanco descubierto, atrapando a uno de los humanos con su garra abierta. 

-Me lleva, no me queda este vestido. - murmura al romperse la manga por su movimiento. 

Muy al fondo el soldado azul mueve la cabeza frustrado al escuchar su ropa romperse. 

Deben escuchar las órdenes del general marrón. 

Por tanto, cambiaron. 

Pensaron que los uniformes marrones solo parecen calientes, son frescos y no protegen del frío sino de la ventisca. 

Es cuero, es otra piel que depende de sus propios cuerpos para calentarse. 

Son en su mayoría animales de sangre caliente en el lado azul pero no se consideraban ni la mitad de apestosos que estos animales. 

Tan caliente y apestosos, sobre todo apestosos, como una calada de veneno directo a los pulmones. 

Esto lo descubre directamente un ave de plumas brillante dentro del uniforme de un soldado marrón. Dando la oportunidad de que el ave olfatee este puffy al esconderse dentro a la falta de su máscara también en la cara de un soldado en tregua.

Solo un conejo al fondo se ve confundido por la falta de mal olor en el uniforme el lagarto. Olfateando un aroma que le parece hasta atrayente. 

Sutil su humor baja desconectandose de los disparos para disfrutar del aroma de esta persona. 

-¿Qué haces loco?-

Sus ojos se abren después de haberse quedado en transe con el aroma de este soldado , mira a un lado ya presintiendo el terror. 

Sus compañeros le ven con asco. 

-Que te lo diera una chica no significa que lo huelas así. - 

-Asco. - apunta otro. 

-Raro. - 

El conejo deja de olfatear al escucharlos y verse expuesto.

Un segundo después reacciona. 

-¡¿Eso era una chica?!-

-Ahora eres grosero.- 

 

Dicha lagarto tiembla, este traje azul era tan frío como un témpano mojado sobre sus ya gruesas prendas. 

-Muévete, agarra calor…- se ordena saltando sobre sus cuatro extremidades en búsqueda de calor en la actividad. - Ay, pero qué frío…-gruñe corriendo entre las nubes de humo, su cara se desconcentra con el olor de esta prenda. -Dios.- Sacude la cabeza para liberar la molestia que le llena por la sangre que logró asentarse de forma equivocada por culpa de este olor tan agradable.

Era el primer hombre en años que no olía mal, o a metralla y mierda de las trincheras, y tuvo que tocarle a ella llevar este abrigo que la distrae. 

 

 

 

 

En la retaguardia los disparos no han parado,sacuden las rocas y los árboles, evitan la entrada de más criaturas a su espacio más es imposible evitar aquellas piedras que vienen rodando desde las paredes del cañón. 

Las criaturas estaban dispuestas a matarlos a todos y cada uno. 

-¡Adviertan al cuartel, busquen una radio ahora!- 

Estos buscan entre los vehículos. 

Pronto la razón por la cual se aliaron con una nación de criaturas a la que menosprecian se vuelve evidente. 

Con la destrucción de un vehículo con el cuerpo de un soldado de su propio bando en manos de un gran oso que ruge con varios impactos de bala que no lograron matarlo por su fuerza física. 

Las dentaduras fuertes de perros atrapando sus extremidades o la aparición de un lagarto entre las llamas de un incendio iniciado desde manos de los soldados. 

Todo se acumula contra los soldados enemigos. 

Con la aparición de más fuentes de humo rojo en el cielo. 

 

Un pequeño grupo de verde logra alejarse de la pelea con una misión para buscar la radio de los enemigos para utilizarla. 

Corren entre los árboles. 

Evitan disparar incluso si pueden ver a más de uno de estos soldados azules en el camino en carrera directa al enfrentamiento. 

Uno de los cinco soldados les detiene, apunta a un flanco. 

-Miren eso. -

Dirigen su atención a esa dirección. 

Ven a un soldado marrón arrancándose el uniforme con un par de tirones, lanzándolo sobre la cara de un ave colorida que entrega su propio abrigo y máscara. 

El soldado marrón se viste con estos al moverse con esa máscara vuelta inutil al ser incapaz de cubrir su largo hocico a diferencia del pico pequeño del periquito azul. Como un acto de reclamo indignado, le devuelve esta parte de su uniforme dejando un viscoso lametón al cristal de esta máscara y colocándolo en el rostro de este soldado que se revuelve limpiándose la máscara con furia. 

-Animales, de hecho. - murmuran volviendo a la misión. 

Su viaje los aleja de la guerra, escuchando gritos de fondo con las balas. 

Un sonido siniestro capaz de compararse a las risotadas de un loco en la oscuridad. 

Corren, siguen adelante hasta encontrar aquellas tiendas de campaña desplegadas. 

Avanzan manteniendo las miradas en los enemigos, 

Al acercarse pueden escuchar las comunicaciones. 

Lo escuchan informar de forma aburrida y cauta. 

-... creíamos que la tormenta terminaría… si, todo ha ido bien. No hay contacto con aliados. - 

Los soldados no entran aunque pueden escuchar y ver a este animal comunicándose a través de sus propios artefactos de onda, limitándose a apuntar a su cabeza sin entrar a la tienda

-Alto.-

El gatillo queda a medio oprimir por el llamado de un compañero. Mira sobre su hombro a la dirección que este le señala. 

Ahí. 

Lo puede ver. 

Un gato moviéndose entre los árboles, paso a paso avanzando. 

Unas pupilas grandes se pasean por el entorno con orejas bajas. Una escena comparable a una mascota perdida analizando su entorno, camina con esa mirada melancólica iluminada por la antorchas y su color carmín capaz de llenar el pelaje del felino con el calor. 

Creciendo algo que no era visible al inicio. 

Un abrigo marrón en sus hombros, meciéndose con el movimiento del gran gato a cada paso en la oscuridad. Es necesario su camino para mover aquel material tan pesado, lleno de un peso visible por sus materiales entre tejidos. 

El metal debajo de las mangas golpea con los bordes del saco, causando un golpe seco capaz de estimular esos oídos grandes y sensibles. 

Girando la cabeza al horizonte, descubriendo el calor de las explosiones a menos de doscientos metros de su posición, sonríe volviendo la atención al campamento iluminado. Agitando aquellos bigotes con una curiosidad meramente lastimera al corazón. 

Entonces esas pupilas se mueven a su dirección.

-¡Disparen!-

La señal llega con el estallido carmín de manos a este felino, saltando entre los árboles a su dirección. 

Disparan siguiendo su sombra, la fuerza de sus pisadas silenciosas dejando la tierra suelta con los disparos que lo buscan una por una. 

En el choque logra sujetar a uno de estos humanos en alto, girando para azotarlo contra otro en un impacto resonante. Las armas son liberadas con el grito frustrado de los sobrevivientes. 

La sangre marca ese rostro dentado, dientes que son horribles en la oscuridad. 

Preciosos al ser iluminados por un disparo. 

 

En el interior de la tienda ese soldado mantiene las manos sobre el comunicador, escuchando las instrucciones del cuartel. 

-.. adviertan del contacto a prontitud en caso de suscitarse, hay informes de una sección del ejército aliado volviéndose rebelde al mando de un segregado de las fuerzas del gobierno. Es posible que estas fuerzas intendente usar nuestra nación como refugio a la primera oportunidad. -

Comprueba que los disparos hayan cesado antes de responder a la estación 

 - El general será informado de las circunstancias a la menor tardanza…- cubre el comunicador con la sacudida de la tienda. 

Mira al exterior donde un humano ha llegado a apuntarle con el arma directamente a la cabeza. 

Arranca los cables antes de ser impactado por el disparo. 

Cosa que no sucede al ser tirado el cuello de este humano por las garras del felino a su espalda. 

-No vuelvas a conectarte. - ordena al soldado con este enemigo sometido. 

El elefante en la silla mueve la cabeza volviendo a sus tareas, mantener todo registrado. 

Theodore deja la tienda para buscar al resto de su gente. Puede ver a algunos moverse en la oscuridad, son lentos por la falta de oxígeno pero capaces también. 

Siendo obvio que estaban más que listos para este escenario, aunque fuera tan diferente a los esperado respecto a una traición por parte de los marrones. 

Sus ojos pueden ver como el avance de su lado es compatible con el ataque de los enemigos en tregua. 

Es claro que estaban tan acostumbrados a matarse que era posible fundirse al unirse. 

Esta escena, de un oso trabajando con el águila arrogante de siempre, para detener a un grupo de soldados humanos fuera del campamento donde se presumía la presencia de enfermos y heridos, es una pintura de caos capaz de competir con una sesión de cetrería.

El abrigo en sus hombros pesa, lo recogió al regresar por los árboles. 

Una parte de si desea seguir adelante con su egoísmo y buscar al perro, más debe resistirse. 

Seguir resguardando en las indicaciones de ese perro idiota a los estupidos secretos acumulados en los transportes que no eran posible mover a los peñascos donde estarian mas descubiertos ahora wue las bvalas estan volando en el aire u una bla perdida podria cegar una vida inocente o no. 

Vuelve a moverse con el ruido de pasos a su espalda, lo hace correr. Avanzar con la cabeza baja, subiendo a los árboles entre saltos. 

Odia matar, odia sonríe al hacerlo. 

Totalmente desesperado porque su mente lo desconecta, corta o dispara. 

Envenena como si fuera algo tan matemático y difícil como una divino. 

Una parte de sí procesa la muerte como una ecuación. Una suma de daños, una división de objetos y un resultado menor a la falta de un alma ya arrancada por sus manos. 

Una analogía que lo hará odiar las matemáticas más que antes. 

Odia las fracciones, son confusas. 

Son como las personas. 

Hechas de espinas negativas, en cuartos y quintos que no puede catalogar. 

Rama por rama, escucha los pasos escondidos en las sombras y el calor de las nubes de humo acumulándose. 

Se considera una porción de maldad, una porción del mantra de la literatura romántica con una cuerda atada a las muñecas del villano. 

Adora el romance trágico. Donde la verdadera forma de detener al mal es el amor, curioso y mucho pero después de años de autoexilio debía tener un fallo en su mente. 

Un deseo enfermo por someterse a una caricia, el tipo de romances locos donde se hacen daño en búsqueda de un objetivo diferente hasta que se encuentran en la misma página de colores entre los rayones de ambos.

Pensado en cómo sería estar con el perro más tiempo. Un día entero de su normalidad compartida. 

Lo imagina llenando su cuaderno con juegos de cuadrícula, una quis y una o, una por una en una página de su cuaderno. Puede verlo ocultando algo de licor de esos profesores regañones y riendo en sus caras al ser descubierto. 

Puede verse juntos en el campo de la escuela. 

Puede ver que serían los únicos bajo la sombra de ese árbol. 

Donde sus ojos dirían aquello que sus manos tiemblan por llevar a cabo con un tirón a esas prendas entre bromas. 

El villano necesita una cuerda, un enamorado necesita de la correa atrapada en su muñeca, una unida al cuello de su héroe buscándolo como su pilar. 

Los héroes son importantes pero no hay mayor luna para el héroe que la luna que lo mantiene despierto.

Desea ser esa luna, hacer que el perro se hunda en su luz. 

Lo busqué con desesperación. 

Un sueño largo entre las obsesivas pesadillas. 

Ese es su deseo, regresar a casa con él. 

Presentarlo a su madre. 

Encontrar un hogar donde puedan colgar la luna y el sol en su puerta.

 

Su carrera en cacería se detiene solo por un lapso dado el acabose de las penumbras. 

El fuego ilumina cada rincón de este valle desde la presencia enemiga, es una eplosioncapaz de sacudir los árboles. 

La tormenta debería ser espesa, quizás capaz de cubrirlos, quizás los delate esta calma. 

El punto es que ahora mismo pedazos de vehículos vuelan desde esa zona entre gritos y disparos acompañados por risotadas de un grupo que no le pertenece. 

-Para no gustarles, se ponen demasiado felices. - lamenta escuchando las risas en ese caos. 

Vuelve a su búsqueda de enemigos escondidos en una carrera. 

 

 

 

A las afueras del valle las figuras de unos cuantos soldados avanzan sobre vehículos ligeros de dos ruedas, cortando la nieve con las ruedas que los llevan fuera de la masacre. 

-¡Acelera, acelera demonios!- ruge golpeando la espalda de su compañero quien sostiene un arma. 

-¡Vas hacer que pierda el control!-

-¡Acelera!- le insiste su compañero. -¡¡Ahí viene!!- 

El soldado al volante cómete el error de mirar atrás, aflojando el agarre en el acelerador. 

Este error es tan cruel en consecuencias como las garras enterradas en la pierna de su compañero, tirado al suelo para ser rematado por un cuchillo en el pecho. 

El soldado en el vehículo de dos ruedas no vuelve a mirar atrás, no cuando escucha más gritó a su alrededor. 

Cada motocicleta fue alcanzada y sus compañeros liquidados.

El miedo lo supera con un grito agudo, cambiando esta misión de alerta a un escape por su voz, no voltea ni una sola vez, acelera y no mira atrás. 

-¡Se queda tu amigo!- 

Este aviso agradable es acompañado por algo duro golpeando su nuca, haciéndolo caer de la motocicleta, rodar unos metros con la visión del objeto que le lanzaron. 

La cabeza de su copiloto. 

Sus ojos se abren con un grito, tomando el arma voltea justo para ser azotado contra el suelo por las garras de un gato, este le dispara sin dudas en la cabeza. 

A varios metros el perro con el resto del cuerpo observa este final con las cejas bajas.

-Son más rápidos los pequeños. - murmura observando a este gato mirar de un lado a otro, chocando su mirada con los soldados marrones que iniciaron la persecución. 

La tensión crece por unos segundos frustrantes. 

Este joven perro llega a ellos con este cuerpo decapitado por su cuchillo. 

-Ese era mío. - le apunta con el dedo de la mano que sostiene el cuchillo ensangrentado. 

Este gato baja los hombros gruñendo. 

-No lo creo, perrito lento. - farfulla mostrando sus pequeños colmillos con una sonrisa afilada y brillante. 

-Te acusare con el teniente de la trenza.- le reclama este perrito al ser ofendido. 

 

 

 

 

 

Hobart se considera un tipo normal, algo arrogante y con más ego que amor propio, algo que suele ser inservible entre las muchas formas de llenar los huecos de actitud en su ser. 

Aun piensa que le falta crecer y conocer más personas, un mundo diferente a la rebelión. 

Más es su vena más estúpida aquella que lo hace gritar desde el fondo de su pecho cada vez que encuentra algo que podría ser mejor de intervenir, una maldición esta parte de sí mismo tan narcisista y deseos de control. 

Ver una boca que debería cerrarse y un territorio que estaría mejor bajo su poder. Es adictivo. 

Esta personalidad suya era un problema para estar tan desesperado por descansar algún día, es un cretino y sus amigos o familia lo saben y se lo advierten. 

Aún será estupido y correrá a morder un cuello que debería estar desprendido de la cabeza son los detalles que lo vuelven un perro malo. 

Solo por eso puede que disfrute tanto de morder una cabeza humana y desperdiciar los interiores de una caja tóxica con la fuerza de sus manos unidas en el centro de una columna. 

Es detestable. 

Innecesario. 

No se siente capaz de ser una buena persona después de esto. 

Su ego le dice que debería estar asustado de sí mismo, otra parte reclama por más

Por el ardor en sus venas estallando de calor. 

Tan emocionado en el choque de fuerzas como para llenarse de pensamientos lascivos. 

-¡Su nación ha trabajado junto a nosotros por más de dos décadas!-

Este grito viene de un grupo de soldados en un círculo defensivo sobre transportes de acero. 

No pueden acercarse por la balas de alta penetración abriendo agujeros en la carne. 

Sus ojos ven la figura de un soldado azul con un gran impacto sangrando en su pecho. 

Sus ojos se abren y cierran al notar que la sangre no escapa como debería, está saliendo lentamente. 

Coagulada, espesa.

-Así que están llenos de tumores. - señala. 

El soldado le mira moviendo la ceba, pero su herida lo paraliza por el dolor. 

La bala penetró, estaba muy herido y apaleado pero no se desbagraría por solo una razón que no le significaba ninguna ayuda sino una condena que lo retrasa como una manecilla de reloj cubierta por polvo. Está muriendo lento, lento se desangraba, lento morirá por estos tumores que recibieron la bala por delante y detrás de su pecho las costillas no fueron tocadas pero todo lo demás estaba destrozado, sacando de su cuerpo la sangre acumulada por coágulos. 

No está salvado, está muerto en vida. 

El soldado mismo parece saberlo. Buscando en el entorno a algún aliado pero solo encontrando soldados enemigos y a los miembros de la tregua observando entre miradas a ese grupo en alto. 

Las rocas lanzadas desde lo alto les cubren y reciben las balas pero no son para siempre. 

Sus heridas a causa de las esquirlas cortando la piel comienzan a multiplicarse como piezas de papel junto al chisporroteo de una fogata. 

El general toma la delantera al sacar de su bolsillo una pluma y papel. 

-Escribe aquí lo que deseas decirle a todos, lo entregaremos al ángel por ti. - 

Este soldado baja las orejas cansado, mira el papel y lo toma junto a la pluma. 

Escribiendo lentamente sobre su rodilla doblada. 

Hobart regresa su atención a los enemigos. 

-Estos deben ser señuelos, que busquen al resto antes de que se pierdan de la reunión. - les recuerda el general. 

Los soldados siguen su instrucción, dejando el espacio uno de estos para llevar la orden al resto. 

-¡Esta guerra es por su bien, por su gente!-

Las cabezas de los soldados en este lugar se mueven al escucharlos gritar todo aquello por lo que más de uno se en listo. 

Los azules escondidos o en espera mantienen la cabeza baja. 

--¡¿Qué está pasando con su lealtad?! ¡¿No se presumía de su fidelidad, general?!- reclama este soldado en control de la metralleta sobre el techo del vehículo. 

- ¡¡¿Qué tan grande ha sido el pago de los asesinos de su nación?!! ¡¡¡Los dueños de la fábrica de muerte que ha matado a todos sus familiares envenenado sus aguas y alimento desde hace más de cinco décadas!!!-

Los soldados azules en el lugar mueven las orejas o picos ante esos reclamos. 

Los soldados que estaban traicionando a estos extraños aliados se ven sometidos por estas preguntas tan poderosas. La increpancia y contrariedad es tal que los hace temer a su locura, orando en voz baja para encontrar su libertad en la verdad. 

Si estos aliados supieran de los crímenes que han cometido para limpiar su hogar, las veces que comieron carne prohibida o se rebelaron contra el gobierno para borrar las listas de poder que, mantuvieron los pocos grandes tesoros de su nación en bancos a nombre de unos pocos cuantos y les dejaron morir en la enfermedad. 

Conocen donde está su lealtad. Sus vidas apostadas.

Está en el sufrimiento de su pueblo. En un camino que parece perdido entre tantos senderos por iluminar con sus propias pieles ardiendo en la leña. 

Su lealtad está en lo incorrecto. En lo que todos llamarán una estúpida decisión de no lograr su objetivo, en el lado que será heroico de lograr su sueño. 

En ir contra lo que para ellos ha sido la ley del más adinerado. Siendo nada sobre la arena sucia de sus tierras marchitas por la sed. 

Decidieron hacer algo estupido al rebelarse, condenados a morir antes de ver el resultado que seguramente solo disfrutaran sus nietos. 

Para verse hoy capaces de pelear por estas injusticias acumuladas con las armas que se les otorgaron para liquidar o otros seres vivos que luchan por las mismas razones del otro lado de la tierra. 

El general por fin responde subiendo la voz ronca después de tanto humo inhalado, rugiendo solo dos líneas atronadoras que los llenan. 

-¡¡Si, ya se donde estoy!!- declara preparando el arma para esta ocasión.-¡¡¡Y no es con unos sucios proxenetas que viven detrás de la vida de mi gente!!!-

Con este grito se rebela apuntando con el arma directamente a la misma ametralladora. 

Las balas su dirección son suficientes para matarlos, más se detiene por su disparo. 

Ese no hizo nada mágico ni sorprendente como averiarse y destruirla, lo que hizo fue cortar la unión de las balas. 

Las cuatro líneas de cada metralla en ese círculo. 

Dando estos treinta segundos de orden a sus compañeros. 

Su voz sube a pesar de las balas a su alrededor, mostrando los colmillos con el ánimo de cada uno de los soldados moviéndose por las sombras a la luz del fuego. 

A los disparos que los queman y dañan sin lograr que se detengan. 

Una ola de colmillos y garras que rugen cual monstruos en salvaje reclamo. 

-¡¡¡Sabemos lo que quieren de nosotros!!! ¡¡Y no les saldrá barata la jugada, malditos especistas!!- 

La reunión de enemigos es acabada con las garras de cada uno, saltando por encima de las linternas aquellos trozos de carne y sangre. 

Llenando este espacio con balas, abriendo heridas profundas a carne y huesos. 

El general deja atrás la escena que no le requiere, revisa el estado de sus soldados, los heridos estaban bien. Solo un poco quemados. 

El azul ya no escribe. Su nota está a medio doblar en su mano extendida en el suelo. 

Sujeta esta hoja para cuidarla hasta llevarla a manos del ángel. 

-Que la formación de suelo avance a la entrada del valle, nadie debe escapar. - ordena volviendo a la carga.

Tras él un soldado comparte esta orden por radio

Esparciendo la muerte en una orden oscura. 

La noche es ahogada nuevamente por la tormenta. 

Aplastando las luces y sus antorchas en un suspiro nocturno.

 

 

 

 

 

Notes:

Estan encontrandose las piezas.
Gracias por leery soportar todo ese jaleo anterior.

Chapter 17

Notes:

Capítulo corto

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

-Mentiroso. - murmura con las orejas bajas este gato. 

Con el peso de las verdades caen los mentirosos. 

No todas las mentiras son malas. 

-No debiste ni hablarme, maldito. - 

No todas son con buenas intenciones.

-Solo. .. Debí ignorarte. - 

En el caso de su propia experiencia, está frente a una mentira involuntaria. 

-No puede ser que te creyera tan facil, estúpido. - 

Estaba seguro de que este metal valía algo, era algo a guardar y apreciar. 

Tan valiosos como el boleto del tren a la ciudad pero no es así, en realidad vale menos que nada. Después de todo, es un metal tan barato como una cuchara. 

Eso valió su riesgo. 

-Es mi culpa por querer escucharte.- 

Aun está claro que fue una mentira.

Una que llegó con un puñetazo, un beso y una cogida. 

Terminando con él frente al fuego donde los restos de algo que debió ser su vida desde mañana, arde. 

Con ese collar completo ahora que el perro que le dio solo la mitad de esta placa está en su cuello se ha muerto en menos de unas horas.

Sus ojos observan el fuego, buscando los huesos o la carne que pertenezca a su futuro muerto. 

Solo hay carne, carne y cenizas. Carbón al rojo vivo. 

Intenta ponerse de pie para irse de vuelta a su lado, parando por una debilidad que ya era común en sus huesos. O porque no deseaba irse realmente. 

Este espacio junto al fuego es cálido. 

Es tan cálido como un abrazo, y sus mentiras dichas con tanto anhelo sobre su oído. 

Lo hace temblar entre espasmos profundos que no puede contener. 

Atrapa su cuello con fuerza. 

Aún respira demasiado fuerte. 

No sirve. 

No puede respirar aunque se presiona para ello. 

Sujeta el uniforme con un ruido sordo subiendo desde su estómago, es fuerte.

Lo hace devolver lo poco que comió en el suelo, ahogándose con esta peste y la inflamación dolorosa de sus tímpanos mojándose con una posible infección. 

El mundo se queda en silencio con una exhalación. 

No solo le cuesta respirar. 

No puede ver. 

No puede sentir. 

No puede siquiera pensar. 

Solo puede abrir la boca para sacar el exceso de bilis, tosiendo para no ahogarse.

 

 

¡¡¡Necesito arrancarme la piel para ser feliz!!! 

 

 

 

Entre las garras que intentan lastimarlo, cae parte de la venda sobre su cicatriz. 

-¡Ya, ya controlate carajo!- lo apura con una sentimiento abatido. 

No se veían hace meses, hoy tiene que ser así después de parecer tan cuerdo hace unas horas. 

 

Algunos soldados para con sus caminos al escuchar ese ruido inesperado. 

No porque no reconozcan ni sean capaces de dar libertad de sentir a gritos el dolor de quienes comparten el campo con ellos. 

Sino por quién sufre. 

Un azul, deshaciéndose frente a los cuerpos de su bando. 

Como si hace poco menos de un mes no se hubieran matado cara a cara. 

Ya saben que los azules eran extraños. 

Mas ver como uno de ellos se ha enterrado las propias garras en las orejas y rostro hasta tirar de la piel en lo que parece un ataque preocupante, los detiene como un espectáculo por demás retorcido en su vileza. 

Como la muerte que llora sobre sus trofeos, quizás. 

Los azules son la muerte a donde vayan. 

Traen la peste del dolor y la desgracia. 

No pierden la batalla pero tampoco se van sin arrastrar a otros consigo. 

Llorando, gritando en el suelo entre lesiones que se infligen lamentándose. No es fácil procesarlo ni entenderlo. 

 

Un pequeño azul detiene sus pasos al ver a uno de los suyos en ese estado. 

-¿Qué le está pasando?-

Uno de los mayores le sujeta por el cuello para que no se detuviera. 

-Sigue con tu tarea.- le aconseja un conejo al verlo de pie, tan asustado. 

-Voy… - tiembla al regresar su atención a la recolección de armas.-¿Va estar bien? - 

Las muertes no son el final del problema. 

Hay nuevos heridos y más muertos. 

Las personas que podían pelear, lo hicieron y los que morirían de volver a combatir, lo hicieron también. 

Los números son grandes y las pruebas el doble. 

Lo Lamento siguen creciendo conforme nuevos nombres se rebelan con la búsqueda de cuerpos e identificaciones para cada uno de los soldados muertos. 

En el fuego se encuentran muchos de ellos. 

En el fuego parece estar el cadáver del dueño de un collar que ese azul les reclamo con la mitad que solían guardar para formar un lazo con soldados que posiblemente sobreviven en los campos donde quizás sus cuerpos serán destruidos hasta lo irreconocible. 

Quien recoge los collares observa como entre dos soldados lo arrastran a su lado bajo la vigilancia del general. 

Sus gritos no son los únicos, eso es parte de la desgracia de ser tantos. 

El canto de la muerte es un lamento extendido, es un grito. 

Un llamado a la nada.

Una oración de dolor acobardada por una respiración incapaz de ordenarse en la pérdida. 

Los muertos deseaban vivir y los vivos desean la muerte para seguirlos. 

Con esta promesa de un futuro se van todos los mentirosos de este campo de batalla.

 

 

 

En este bosque es visible el general de los azules, ya agotado a pesar de seguir entre los soldados, busca y recolecta lo que pueden sin olvidarse de revisar la nieve para encontrar heridos o cuerpos que no deban ser dejados atrás. 

La noche fue difícil , el amanecer una tortura. 

El mismo claro donde habían decidido beber y compartir una gran comida es el mismo donde llevan estos cuerpos a quemarse. 

Sus propios soldados parecen ser un gran número a causa de los problemas con el envenenamiento del gas a largo plazo. Lo hace lamentarse al llevar más partes de sus soldados al fuego, 

Escucha a los soldados romperse. 

A un amigo perderse entre lamentos que lo sorprenden por su fiereza. 

Poco a poco este día se va a limpiar y dar este descanso a todos los soldados que sufrieron a causa del enemigo. Un predicamento que no les causa otra cosa más que dolor entre la vergüenza de verse expuestos a estos sentimientos de pérdida tan grandes. 

-Mi trabajo se vuelve aburrido cuando no hay gente viva a la que tratar. - 

Las Orejas del gran general se mueven con esta queja egoísta expuesta apenas a un metro de él. 

Este soldado ajeno sigue buscando cuerpos con su equipo médico colgado de su costado. Ni trae heridos a tratar, solo cadáver a cremar. 

Puede quejarse, ofenderse y enfurecer pero es verdad. 

Un médico rodeado de cadáveres puede ser un gran estudioso pero su función es menos que nada si no puede poner en práctica aquello que debería ser su carrera y sueño. 

Los heridos necesitan del doctor. 

El doctor requiere de pacientes. 

Las fosas de cuerpos y solo hay uno recibiendo lo que desea en esta lista. 

-General, será mejor que reunamos a todos para el conteo total de pérdidas. 

Grambel mueve la cabeza agotado don detenerse después de escuchar esta dirección por parte del tonoto de teniente. 

-Las muertes serán más difíciles si nos dividimos… - 

Su soldado mueve las orejas de conejo. 

-Loscomàñeros se sienten extraños conviviendo más tiempo con ellos…después de anoche. - 

Grambel lleva las manos a la espalda. 

-Descubrimos que son leales, probamos de su lado lo que es ser parte de sus fuerzas ¿Eso es lo que te asusta? - 

Este conejo mueve los hombros con una mirada que va de oeste a este. 

-Me asusta… Creer que en realidad nuestro bando sea el malo-

Antes de terminar con sus palabras su rostro es volteado por un impacto abierto. 

-No sigas por ese camino. - advierte arrastrando el tono de su voz con fuerza.-Ahora ve y ordena a los soldados continuar en conjunto y advierteme de resistencias de los miembros de la tregua. - 

El conejo asiente. 

-Si, señor. - 

-Ellos no son mejores que tú, su escalera iniciaba mucho más atrás.- le advierte en voz baja al retirarse para buscar a ese perro. 

El conejo a su espalda suspira al verse corregido de esa forma. 

 

Theodore busca al idiota con el que denberia discurir aquello que jharian desde ahora. 

Entre los soldados de la tregua y los suyos continúan la tarea de revisar todo el valle.

Sus orejas captan algo entre algunos árboles. 

Son dos soldados de la tregua hablando entre murmullos. 

-Estamos por terminar, ya casi no huele a sangre. - 

-Solo a rostizado. - tie amargo el segundo.-

-No hables. - le advierte el segundo con una extremidad entre sus manos. 

Este lagarto bufa mirando ese brazo cubierto de quemaduras. 

-Hoy podría haber sopa de humano-

Theodore respira con los hombros tensos. 

-Cállate.- le advierte el soldado solo con la respiración como el aviso de la presencia a espaldas de los dos. 

Los dos miran a su dirección. 

El gran gato no reacciona ni dice nada al escucharlos murmurar tan sospechosos. 

Avanza hacia ellos. 

Ambos quedan en blanco con esta acción tan inesperada, no tanto por sentirse intimidado… No como solía ser en la campaña sino por algo más personal. 

Algo que descubrieron al pasar por su lado este gato que los hace mirar al suelo a pesar de no ser su general. 

Sus botas. 

Son plataformas altas que combinan con sus torneadas piernas, algo que no esperaban ver ahora que se quitó el saco azul y el abrigo marrón se abría con sus pasos uno frente al otro con un balanceo tan fuerte como no lo esperaban. 

No camina femenino ni en extremo masculino con hombros tensos o un cuerpo inclinado. 

Es algo más parecido a ver una elegante estatua griega dejar su lugar en la piedra tallada para moverse entre los mortales como se esperaría que lo haga un dios. 

Tiemblan al sentir su aroma, uno que no era posible procesar sin una palabra vulgar que delatara su poca educación en letras:

Rico. 

Tanto como para hacerlos seguirle con la mirada al ser pasados de largo como el aire hace con el insulso suelo. Un imán se implantó en sus pupilas, fijo a esa figura tan elegante, suave y tensa como un arco de violín en el escenario. 

Este gato tiene su objetivo. 

Ese perro apareciendo por las ruinas con un cuerpo sobre su espalda y otro en su brazo. 

-¡¡Doctor, doctor ven deja de rascarte las bolas y ven a trabajar!! ¡¡Tienen pulso!!- avisa acostando a estos heridos en la primera zona plana que encontró, solo separada de la tierra por abrigos de los soldados que venían con él. 

El gato detiene sus pasos al escuchar cómo le grita a su soldado. 

El doctor del bando marrón viene con esa misma bolsa en el costado. 

-¡Trabajo el triple que usted, general de porqueria!- procede a romper la ropa en búsqueda de las heridas. Entre las revisiones a las heridas y su pulso, lee la información en la placa de hierro.-¡Sangre O, busquen un donador!- lee la siguiente placa. 

La respiración de Thedore se vuelve pesada al ver mejor la identidad de este soldado. 

Era uno de los suyos. 

Su cabeza se mueve nerviosa con la mirada sobre este. 

Apunto de llamar a su propio médico. 

-¡Sangre B +!- levanta los brazos. -¡Levanten la carpa idiotas o la suciedad los va matar antes que las balas!-

Camina de nuevo más decidido hacia ellos. 

Más de un azul ya vio la escena. Buscan a su propio doctor entre miradas confusas, 

En ningún momento hay un tipo de brecha entre ellos, no hay inocencia ni dudas y mucho menos una ventaja de gran tamaño. Solo un montón de idiotas dándolo todo por pelear. 

Mas no es que sean quinceañeros aturdidos por el mundo de la convivencia sino el hecho de que no tenía sentido que estos enemigos sean así… Agradables. 

No se supone que así funcionan las cosas pero aún se veían en situaciones que les hace temer a la realidad, sobre todo después de escuchar los gritos de los soldados esclavistas. 

Puede que sea la rebeldía a estas mismas palabras las que los impulsa a responder al llamado del doctor . 

-Yo tengo-

-No quiero nada de un tipo con un disparo en el brazo. - le interrumpe rechazando su ayuda.

La cara del soldado es por unos segundos un poema en blanco. 

-¡Eres un cabron!-

-Yo tengo sangre B. - 

Una chica de los marrones se acerca pasando al azul con esas vendas. 

-¿Segura?- pregunta ya preparando las mangueras. 

-Claro. - toma un asiento a un lado del herido. 

-te conseguiré algo dulce. - 

La promesa viene de su general.

-Y si no hay dulces, un hombre que te guste. - 

-Vaya oferton, general. - ríe con la manga arriba. -¿Incluye a su hermano?-

-¿Tiene hermanos?- levanta las orejas el gato curioso. 

-Todo tuyo, solo escóndelo de Means. - 

-Hablo del pollito. - 

-Te lo daré en una calceta navideña para que no se pierda. - sacude los hombros de la chica antes de retirarse. 

Theodore sigue a este general de vuelta a las ruinas. 

A su paso encuentre cada vez más heridos recogidos en este entorno cerrado, así sea seco y difi respirar,                                                                        

Sigue al perro que escarba un par de veces y sigue su camino. 

-Hobart. - 

Este se detiene solo al escuchar su nombre. 

Gira con una mano en los restos de una pared roída por la humedad. 

-Pude haber dado mejores órdenes. - 

-Yo también. - 

Están atrapados con algo que saben muy bien. 

Que conocen. 

La insatisfacción de ser ellos. 

Simplemente ellos. No eran suficiente. 

No son suficiente. 

Intenta encontrar algo más que decir. 

-Mi espía hizo una escena. - 

-Yo me hubiera volado la cabeza, es fuerte. - 

-Hobart. - 

El perro inhala profundo acercándose con firmeza a su encuentro. 

-Quítate eso, te quiero ahora. - 

Con esta petición viene un beso difícil de superar o negarse. 

Lo añora demasiado, lo adora. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer

¿Porqué? Pues prece correcto el disminuir el contenido a algo más ligero por ahora.

Es la pista de blues al fondo de una habitación silenciosa.

Chapter 18: La guerra terminó

Notes:

Hola... ¿Qué se siente que la autora mienta y no sea un capítulo corto?

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

¿Cómo es posible que lo desee tanto? 

Cuando deberían estar desechos y rotos. Odiare. 

Debería ser odiado por este perro pero solo se ve asaltado por estas manos que abren su ropa con esta desesperación tan loca como la de un moribundo. 

Su ego canta, ronronea al volver a tenerlo de rodillas para jugar con su cuerpo. 

Alucina ser su única fuente. Con esa lengua jugando con los puntos más vergonzosos entre sus muslos, cuando se siente adelante y capaz de caer es llevado a esa pared para que se mantenga estable aunque todo en su cuerpo ahora es tan firme y valeroso como la cera de las velas al calor. 

Su único refugio. Antes de bajar las orejas con un mano en su boca al ser tragado tan fuerte por esos dientes tan crueles como para cerrarse. 

-¡No muerdas, no! ¡No tan fuerte! - reclama sujetando su rostro. 

El soldado retrocede con un un gran hilo de saliva derramándose junto con la delatora mancha que dejó al descubierto la debilidad del felino a sus dientes. 

No reclama ser rechazado ni hace burla de su vergüenza, lo enfrenta con esa mirada sería.

Tan sencillo entenderlo como dejar de cubrir sus miedos.

No será humillado en ningún momento. 

Le gusta fuerte, ¿Cual es la vergüenza en algo que ambos disfrutan? 

Esta verdad debilita todas sus fuerzas. 

Vuelve ahí bajo la mirada del felino tembloroso. 

-Lo siento… Theodore, tenemos dos años de marcas que llenar.- avisa abriendo las fauces sobre su muslo. 

Él cubre de antemano su boca para esconder el grito que escapó al ser mordido tan fuerte como para dejar salir la sangre de su piel. 

Junto con el segundo derroche de su cuerpo, llenando sus ojos con el calor de lágrimas. 

Esta mordida es recorrida por esa lengua caliente. 

Apartándose solo lo suficiente para librarse de la última prenda sobre su torso. Vuelve arriba siguiendo un camino de besos soñados por años. 

Sin importar cuantas veces lo haga, siempre se siente desesperado por más. 

por morder, por marcarlo y tomar cada uno de sus pequeños tramos de olor. 

Desde su cintura, su torso, su pecho y cielo. 

El calor perpetuo bajo sus orejas o la obscenidad de su interior. 

Todo. 

Cada Segmento de este largo y hermoso cuerpo lo hace vibrar. 

Lo hace sentir que vivir es una gloria. 

Cada día en la oscuridad toma sentido cuando se siente caliente por esa carne que pude penetrar, observando este momento hasta ser subida su mirada a ese rostro agitado. 

-Besame… No mires… - pide este felino con un tono sobrio entre los suspiros de su corazón derretido, toma la mandíbula de su enemigo. Contenido al comprobar con su tacto, que es real.-Eres un perrito precioso. - sonríe al recibirlo en brazos en este beso. 

-Dios mio, Theodore ¿Sabes que eres el único que me ve así?- ríe tomando sus mejillas. - Todos te creerán loco si les dices eso de mi. - 

-¿Quiénes?-suspira entre los besos se da un respiro para ver ese rostro, descubrir que hay algo de vergüenza oculta en esa sonrisa lee hace vibrar.- Solo tú lo necesitas, solo tu mereces saber cuanto me gustas.- sonríe devorando esa mirada cálida. 

Como su sonrisa flaquea por un sentimiento más oculto en este hombre asustado por algo tan simple como sus palabras. 

-Ni te imaginas cuanto te quiero. - sonríe cerrando el abrazo. 

Cuanto lo adora. 

Esta sensación ardiente qe lo llena cuando lo que debe ser fuego acaba y solo queda su cuerpo temblorosol aerrandose a este idiota que no deja de sujetarlo como si fuera él quien tuviera porque. 

-Lamento tanto no estar más tiempo contigo.- 

Theodore besa su rostro. 

Con las cejas bajas por la sensación que sigue llenando su interior. 

-¿Estás tan desesperado por mi?- le pregunta acariciando ese rostro con las garras. 

El perro le gusta demasiado, desde sus ojos a su voz áspera sobre su cuello. 

-Gatito, quiero… - 

-¿Quieres seguir?- es una pregunta que necesita que sea un sí. Su propio cuerpo arde deseando que no paren, que se queden más tiempo juntos hasta que puedan quedarse juntos toda la noche. 

Para su disfrute el soldado enemigo le sonríe tomando con fuerza su cadera. Presionando antes de moverse devolviendo al tope este calor que lo hace suspirar besando sus labios. 

Suspirando hasta romperse su voz bajo una palma que lo silencia sin parar de hacerlo gemir, tan ahogado como perdido. 

Estirar el cuello para contenerse es exponerlo a unos colmillos que lo presionaran, ocultar este punto sensible bajando la cabeza es ser asaltado por un beso tan profundo como para hacer que su cabeza hierva. 

No importando a donde o como lo intente ni si lo empuja un poco. 

Porque volverá a cerrar las rodillas en esa espalda para cerrar la distancia y seguirá atado con un abrazo a sus hombros. 

Siempre estará temblando, estará atrapado en sus manos. 

Con esa boca que lo saborea y hace que nada de si se libre del calor. 

-Espera… -murmuró intentando contener su voz en estos puntos donde todo es luces y su corazón zumbando, donde ya se siente roto y su ser completo se vuelve mantequilla al fuego apenas, solo apenas capaz de contenerse en una sola pieza. 

-¡General ¿Se encuentra aquí?!-

Como un torrente helado su consciencia escucha la voz al cabo de las órdenes.

–Para-

La mano del perro cubre su boca. 

-No. - 

El gato levanta las orejas cerrando los ojos con fuerza al sentir esta oleada ser más que solo un poco de lujuria. 

Hambre. 

Un hambre tan húmeda que hace de su cuerpo una pieza moldeable, una que se regocija al ser sacudido y empujado por estas embestidas crueles. 

Su boca está cubierta pero aún le es imposible contener su voz con la boca que baja por su pecho para entretenerse con cada punto que ya descubrió y continúa torturando. 

-Te amo, te amo tanto gatito… - susurra sobre su oído, besando su cuello descubierto, en sus mejillas. Todo lo que tenga a su alcance lo besa, marca y vuelve a su boca. 

La voz del felino se quiebra con el fin de su propio culmen, suspirando con las sacudidas que paran al ser llenado con ese calor.

El perro le descubre la boca para hundirse en su interior, lamiendo su paladar, atrapando esa áspera lengua entre sus colmillos para saborearlo hasta dejarlo sin aliento. 

Las rodillas del felino se doblan cayendo lento al ser llevado abajo por el perro.

Sus ojos buscan los contrarios. 

Están ahí. Los dos están presentes. 

Los dos se encuentran. Con una sonrisa de parte de ambos naciendo al verse de frente. 

Un beso rápido termina con esta tensión. 

-Me encargaré hasta que puedas ponerte entero.- lo tranquiliza Hobart dejándole una brigo sobre los hombros. 

El gato mueve la cabeza pero solo puede verlo irse antes de que pueda detenerlo. 

Ya solo intenta ponerse de pie. Cae de vuelta con la mágica y poco agradecida sensación de algo caliente derramándose. 

-Carajo… - suspira permitiendo que sus rodillas se recuperen con un suspiro.-Dios… gracias.- suspira cayendo en el letargo que debería evitar.

Al contrario, se permite caer en esta debilidad, en oler con descaro el cuello de este uniforme. 

Alucinando una salida en su pueblo y un buen baño a cubetazos en su jardín. 

Derritiéndose sus pocas dudas con una risa vaga dentro de su pecho. 

                          

 

 

Aquella cabo azul busca al general con las orejas felinas atentas a cualquier ruido conforme avanza por las ruinas. 

-¡General, el teniente necesita que ¡Hhh!- cada paso que avanzo lo retrocede con la mirada arriba y su tabla por enfrente como lo haría un cura con el crucifijo. 

Todo por la figura oscura que vino hacia ella desde las sombras con un calor que arde en el frío y los copos de la nieve lo llenan del reflejo del mismo hielo. Tan grande como caliente, avanzando hacia ella con ese torso descubierto y una camisa bajo el brazo con una soltura que es acompañada por una mirada seria. 

-¿Tiene algo que ver con nosotros sus dudas?-

La cabo abre y cierra la boca antes de mirar sus notas apresuradas

-Se trata de la… -sus ojos se desviaron por algo desconocido que le hace mirar ese torso con las pupilas dilatadas, no es un torso delgado y anguloso. Es un cuerpo cuadrado, unos músculos marcados pero no solos, hay un innegable calor que lo llena como algo que es completamente necesario de abrazar.-Si. - cierra los ojos para concentrarse y dejar de lado como sus orejas arden al tener que forzarse a dejar de mirar cuando sus ojos deseaban mirar más abajo.-Nuestro teniente deseaba saber si sería necesario volver a separar ahora que las otras zonas se han visto imposibilitadas de usar como descanso. - 

El perro mueve la cabeza estirando la prenda para colocarla sobre su cuerpo. 

-Si es imposible es más práctico que debamos mezclarnos, diles que pueden tomar el lado del este, nosotros nos quedamos el oeste. - sigue adelante. - Vamos, debemos apresurar la comida. - le llama para que no se quede en este lugar ni descubra al general. 

Esta chica lo sigue con la mirada forzosamente pegada a las notas. 

 

 

 

-Y este tipo vino y ¡Zas! Se robó mi muerte. - 

Este soldado mantiene la cabeza baja al arrastrar una cubeta de agua de un lado a otro. 

La necesita para el gato en la tienda que preparó. 

-Estas en batalla, no importa quien lo termine, solo que termine. - le aclara ya que no desea que lo siga a la tienda. 

El joven lo ve llevar esa cubeta, junto con los rasguños sobre su herida medio descubierta por las garras de ese gato. 

-Incluso si lo cuidas, si se quiere morir lo hará. - 

El teniente se detiene los hombros tensos. Mira atrás. 

Este joven está parado ahí en silencio. 

-No te atrevas a hablar de mis compañeros. - le advierte manteniendo el tono neutro. 

-Mi compañeros se han suicidado más de una vez, cuando los tuyos mataban a sus amigos. - comienza. - Los perros no vivimos mucho cuando perdemos a alguien importante y no creo que sea mejor para ustedes.- 

-Estas siendo un imbécil.-

-Imbécil sería decirte que lo saques para que conviva, es lógico que lo dejes descansar pero que no lo dejes con sus armas. - 

El teniente mueve las orejas. 

Con un sobresalto suelta el agua para correr a la tienda donde dejó a ese gato. 

El perro bufa mirando esa cuneta. 

La toma del suelo para llenarla, caminando con esta al fuego recién comenzado, la coloca en el carbón para verla calentar sin quemarse por la húmedad. La cubeta no durará mucho pero será útil el tiempo que sea necesario. 

 

A su espalda los niños se reúnen al verse devuelta. 

Hoy no hay ningún perdida y sus saludos son cálidos. 

Incluyendo a los pocos del lado azul, comparten sonrisas y los dulces que el general les dio antes de la batalla.

 

Este gatito mira el caramelo de jengibre en su mano. 

-No puedo creer que no tengan penicilina pero sí azúcar. -, lo lleva a su boca con una sonrisa al ser llenada su boca por su frescura picante. 

El cachorro a su lado le rodea la cintura con un brazo. 

El gatito mira a este con la cara roja. 

-Gracias. - 

Vuelve a mirar al otro lado. 

No lo estaba abrazando sino pasándose un tarro de agua caliente cada quién. 

-Gracias. - toma uno en sus manos.

Un soldado marrón, de los mayores, llega por un lado para informar a los más jóvenes. 

-El general dice que los azules pueden tomar el oeste para descansar. Todos debemos ir al este. - 

Los pequeños marrones asienten entre tragos a sus bebidas calientes. 

-Wahhh, y yo creí que podría dormir contigo. - lamenta Otto. 

-No te dejaría ni de broma dormir conmigo. - le corrige el gatito antes de que este perrito diga algo más. 

-¿Es por tus pulgas o porque eres un caliente?-

El gatito enrojece al escuchar ambas opciones con horror. 

-No. - 

Es la voz de una niña la que llega por un lado. 

-Puedes dormir conmigo, yo si estoy caliente. - le ofrece elevar su uniforme. 

-Ahhaa, calentito. - va hacia ella. 

El gatito lo detiene con un brazo estirado. 

-¡¿Cómo pueden siquiera pensarlo?! ¡Son chicos y chicas! ¡No deberían tocarse de ninguna forma!-

Entonces ellos lo miran y dicen :

-Qué anciano sonaste. - le acusa la chica. -¡Estás helada, avisa!- chilla por el sorpresivo abrazo de otra niña que no dudo en meter las manos heladas en su espalda. -¡Ighhh!- eleva los brazos riéndose al avanzar juntas al fuego. 

El gatito ofendido bufa mirando al fuego. 

-Si yo soy Otto, ¿Cual era tu nombre? - 

El gatito mita al fuego. 

Donde antes había cuerpos ahora se cocina la comida del mediodía. 

-Milo. - 

-¿Milton?-

-¡Milo, carajo!- le repite frustrado. 

El perro abre y cierra los ojos. 

-Como las flores.- sonríe mirándolo de arriba abajo. - ¿No es nombre de mujer?- 

El gatito gruñe son mirarlo. 

-Ese es mi nombre, aguantate. - 

El cachorro sonríe acercándose a su cuello. 

-Me gustas.-

No.

Eso no pasó, no fuera de la mente del gatito. 

En Realidad el cachorro se acercó y habló a su oído pero no para confesarse. 

-Intercambiemos correo ¿Que te parece?- le pide sonriendo. 

Con un suspiro aturdido tiembla al sacar un pedazo de papel de su saco para escribir el código postal de su hogar. 

El cachorro hizo lo mismo con una sonrisa. 

Estas direcciones son intercambiadas. 

Mirándose de frente otra vez. 

El cachorro inclina la cabeza a un lado. 

-Me caiste muy bien, me gustas.- confiesa sus sentimientos con una gran sonrisa. 

El gatito abre la boca con el corazón medio desecho. 

-¿Y cómo te gustó?- pregunta ya más consciente de lo que desea escuchar. 

-Como amigos. - es sincero. 

Mejor debio quedarse con la curiosidad

Así no tendría una lanza de dos metros incrustada en su corazón. 

-Aunque si fueras una chica me gustarias mucho más. - 

-Ya. Es suficiente. - lo calla para conservar parte de su dignidad entera. 

Es un día raro para todos. 

Hay muerte. 

Hay dolor. 

Pero también hay una calma que no podrían haber esperado presenciar en un campo de batalla. 

La comida era repartida por diferentes soldados que se encontraban en condiciones para ir de un lado a otro. 

Descubriendo un azul en sus manos una sopa caliente llevada a él por unas garras afiladas. 

-Me llamo Kevin.- se presenta aturdido. 

Esta chica mira a los lados con sorpresa al ser un nombre y no un silencio tenso o un descuento agradecimiento. 

-Johana. - se presenta con voz dudosa. 

Este chico inhala profundo antes de agarrar valor. 

-Me gusta como hueles, ¿Quieres que tengamos hijos?-

Inmediatamente. 

-No. - mueve su cabeza al alejarse de este azul loco. 

El conejo deja la sopa en su lugar al seguirla. 

Hay algo enigmático en ver a una presa perseguir a un lagarto que le dobla la estatura, saltando sobre sus pies este conejo insistente. 

-Tu te llevaste mi abrigo, yo… - la alcanza al ser rápido. - Yo creo que somos compatibles. - 

-Mírate. - le responde ella con las escamas arriba. 

El conejo respira agitado al rebuscar dentro de su cabeza algo que pudiera convencerla. 

-Iré a tu país, te buscaré y convenceré a tu familia. - 

-Soy un caimán y tú un petiso a medias. - 

-Aun puedo hacerte feliz y créeme, no es porque sea bueno sino porque puedo hacerlo, puedo trabajar, puedo hacer todo y cuando nos veamos… Asi tengas a alguien, me preferiras a mi.- 

Se retira. 

La chica lo mira con las cejas arriba, volviendo a mirar al frente. 

Hay demasiados soldados atentos, entre curiosos y los impresionados, también incrédulos que se ríen en voz baja.

En su7 grupo al azul lo recibieron con sincero sentimiento :

-No te canses de asustar a las féminas que se nos acercan. - le reclama un ave azul con las cejas bajas. 

Una chica a su lado abre la boca. 

-El que digas “Féminas” no lo mejora. - 

-Pues no veo a ninguna que se te acerque a ti. - le recuerda la misma ave a la coneja. 

Esta frunce los labios y cruza los brazos muy ofendida. 

-A lo que a mí respecta , todos somos repelentes al género femenino.- ríe un conejo verde. 

-Al menos nos tenemos a nosotros. - suspira uno de ellos con la mano vendada. 

-Es eso no nada. - señala el conejo rechazado. 

La chica comparte esta amargura con una sonrisa. 

-Incluso si somos pocos, nos hemos mantenido juntos desde el inicio. - 

Siguen con su comida en silencio. 

Interrumpidos por una presencia y una sombra de hombros cubierto de puffy. 

-Disculpa, podrías ayudarnos con algo. - 

La viene de una chica marrón con esos hombros fuertes descubiertos a excepción del puffy que rodea su cuello, dejando esta sombra sobre el mismo conejo verde. 

-Por ti vuelo. - la sigue tambaleándose por la prisa con la que los abandona. 

El grupo se mira en silencio por un minuto completo. 

El ave vuelve a romper el silencio. 

-Y… lo van a preñar a él. - 

La chica comienza a carcajearse escupiendo la sopa.

- ¡Es claro que sí,¿Verdad?... - queda en blanco al mirar a su lado. 

De nuevo el silencio los llena con ese espacio vacío. 

Suspirando al recordar la falta de alguien más hoy. 

 

 

Con las horas viene de nuevo la noche. 

Una cena agradable llevada a cabo con ingredientes que los azules sacaron de sus propias provisiones. Una sopa que llevo tantas verduras como, por fin después de meses, fideos frescos. 

Es un gran y seco spaguetti a la carbonara, lleno de calor y huevo demasiado cocinado con verduras suficientes para dejar a todos llenos. 

Incluye a un gato que no gusta de la pasta en este estilo. 

-Theodore, no comiste. - 

-Si lo hice, cuando no veías. - murmura reticente a comer huevo medio crudo. 

No le apetece nada. 

A su lado está la soldado cabo. El teniente no había venido a cenar. 

-Mira.-

Escucha el murmullo del perro y mira bajo. 

Una torta con pepino, queso y un fuerte olor a miel lo hacen babeatt antes de robarlo y girarse con dignidad para comerlo junto con las nueces y crema de su interior. 

Tiembla al comerlo, es delicioso. 

-Era poco, lo encontré dentro de un vehículo, así que mañana los tuyos podrán revisarlos mejor. - le aclara el perro. 

El gatito no le responde. 

Solo ronronea gustoso con este pan en su boca. 

La cabo babea temblando en su lugar. 

Es difícil hacerse la desentendida cuando es obvio lo que ve. Como la cola del general se prensa en la mano del enemigo y ronronea tan a gusto con lo que come felizmente. 

 

 

 

En la tienda del teniente estos dos se mantienen bajo el silencio de la oscuridad. 

-Verdugo, solo te lo cogiste una vez. - 

-Pero me lo quería comer hace meses.. Digo… - suspira mirando el techo de la tienda.- Él era perfecto. - 

-Vamos a regresar ¿Entendemos que incluso si viviera esto se acabaría?-

-Íbamos a irnos juntos cuando acabara la guerra.-

–...¿Puedo hacer algo?-

-Cogete a alguien y di que no fue nada ¡Nisiquiera se trataba de sexo, yo estoy enamorado!-

Barys eleva las orejas cansado. 

Tuvo que decir:

-Estabas.-

 

Por fuera es posible verlo volar. 

La tienda está cerrada por el gato furioso. 

Fuera, en la nieve,. El teniente se endereza sin dejar el cúmulo de nieve. 

Sus ideas dan vuelo. Con esto que vio de frente y todo lo que ha vivido hasta este punto. 

Verdugo desaparece por meses al estar metido en esto del espionaje, todo duele. 

Sus amigos comenzaron a desaparecer. 

Su rostro se arruinó. 

¿Qué le queda? 

¿Hay algo más adelante para él? 

Solo piensa en nieve. 

En nada. 

Quiere vivir pero ¿Para qué? 

-Gatito. - 

Su cabeza se gira. Hoca con una nariz helada y humeda de color rojo. 

-Vaya, que rápido. - sonríe el cachorro apartándose con una gran sonrisa. 

-Eres un raro. - acusa sin más emoción. Está cansado de sentir.-¿Qué quieres ahora?-preguntó bajando la cabeza. 

-Calente agua. - le avisa apuntando dos cubetas de agua. - Puedes usarla.- baja la voz cubriendo su boca. - El general se llevó una antes y por eso tarde tanto, creo que él y él y tu general derramaron demasiada jalea de pepino. - 

El gato que estaba hundido en su amargura abre a medias la boca al reírse de su estupidez. 

-Le llevaré una a mi amigo y-

-¿Puedo darte un baño?-

El gato mueve la cabeza al negarse. 

El perro inhala profundamente. 

-Es que apestas a sangre pero demasiado pesado, parece que estas reglando y creo que nadie te lo dice porque-

El gato le tapó la boca con la cabeza baja. 

-Dime ahora mismo qué estás bromeando para que no te arranque la trompa. - 

-No puedo negar algo que es verdad.- responde a pesar de tener la boca apretada en ese puño. 

El gato deja una cubeta junto a la tienda avisando antes de ir atrás de un árbol para darse un baño. 

La sangre de las heridas y anteriores peleas se han juntado con el óxido de las piezas de metal en su informe. Es demasiado oxidado y húmedo. 

Eso es lo que parecía captar el perro. 

El teniente suspira al ver su uniforme tan sucio a un lado, no puede lavarlo por ahora. 

Mira más arriba. 

Sus cejas bajan sin más al ver a ese chico asomado detrás del árbol. 

-Estás muy bonito. - 

-Solo si no ves mi cara. - 

El perro da una vuelta para asomarse por el otro lado del árbol. 

-No pienso igual, eres precioso. - 

-Piensa en lo que acabas de decir. - 

El perro da una vuelta al otro lado. 

-¿Te parece normal mi general?escuche que tus amigos lo torturaron tanto y por tantos meses que se orinó encima. - 

El gato baja los hombros con esa información nada agradable. No puede siquiera pensar en reírse de ello. No habiendo experimentado un infierno similar. 

-No por eso se le quita lo guapo, dicen, a mi no me gustan los rancios gordos asi que te lo dejo a ti ¿Crees que el general es guapo?-

-Hablas demasiado…y de cosas que no deberías, no está bien.-

-A ti te hicieron daño. - mira su rostro con el rostro inclinado a un lado. - ¿Odias a mi país por lo sucedido?-

-No fue tu gente.- suspira llevando las manos a su rostro. - Fueron humanos, me querían sacar información…Y yo no tenía nada. - suspira cansado. - Yo no tenía nada, ninguno de nosotros sabe una mierda del gobierno o del ejército. - sus hombros se sacuden al sentir esas manos sobre su cuerpo. 

-¿Y por eso estás tan enojado?- pregunta confundido. -¿Te da vergüenza esta herida?-Pasea su tacto por el cuello, sus mejillas o la falta de estas. 

El gato piensa en su presente, en los ojos limpios de este tipo a pesar de su malicia innegable. Detodo lo ue paecce estar mal con este idiota. 

-¿Aún está en pie la invitación de la última vez?- pregunta mirando esos ojos. 

Para su sorpresa hay un claro color rojo subiendo por ese cuello, este perro desvía la mirada temblando al sonríe. 

-Claro. - une sus labios con una presión suave. 

Algo cambió al ser empujado al suelo por este gato. 

Mira confundido a este felino ronroneando a gusto al profundizar el beso. 

Poco a poco la situación evoluciona al ser abierto su uniforme entre suspiros ansiosos. 

Este gato lo busca besando su cuello retirando las prendas presentes y su propia desnudes dejándose en claro al sujetarlo. 

Busca con las garras esa intimidad, claro es sensible. 

Escucha al perro suspira con ese rostro rojo y una mirada perdida por segundos. 

Ronronea bajando por ese cuello, probando la manzana y sus hombros descubiertos.

-¿Necesitas algo?- pregunta el can. 

El gato mueve la cabeza bajando por su torso. 

El perro se endereza ante el nerviosismo creciente. 

-Oh, es enserio… - exclamó llevando las manos a su propio rostro con una sonrisa bien abierta ante los nervios. 

Todo su cuerpo se eriza con ese aliento sobre su intimidad, llevando una mano a su cabeza para darse espacio. 

-¿Te da miedo?- pregunta con la cara imagen de sus asquerosas cicatrices y cómo podría sentirse este perro al tener sus dientes descubiertos sobre algo tan importante. 

-¿Se arruina todo si te digo que sí?- pregunta acariciando su mejilla. 

El gato le aparta lamiendo de una vez esa extensión, escucha al perro reir ansioso con la imagen de esos dientes sobre su anatomía.

El peligro de una mordida es siempre una realidad pero verlo así de claro, colmillos expuestos, encías y saliva con una gran lengua afilada que es tan áspera como una lija, todo es tan salvaje como calmo. Se llena de pensamientos revueltos. 

Con esos dientes. 

Con la falta de su ojo y ese espacio que llena su cabeza de penumbra. 

-Espero que la muerte se te parezca. - 

-Absurdo. - murmura cansino entre la alucinación y cuanto disfruta de recorrer esa extensión.

Más su propio ser se siente algo frío. 

Cuanto más juega con el soldado más escucha cómo su cuerpo completo se sacude, la sangre corre y su calor aumenta. 

Es un tipo que arde, es tan agradable como divertido. 

Este gato lo libera de sus colmillos antes de permitirle acabar, sonriendo con la obvia victoria sobre el perturbador perro. 

-¿No te da asco?- pregunta esté en la cara roja. 

El gato busca su cuello. 

-Estás demasiado duro para hacerte el tierno.- muerde su cuello. - Yo soy quién … - sus palabras son robadas con un apretón. 

Este muchacho lo atrae en un abrazo. 

El gato suspira al sentirse rodeado, excepto por algo muy obvio. 

Su rostro se colorea escondiéndolo en ese cuello. 

Puede sentir cómo coloca esa pieza de carne para el siguiente paso,buscando su oído para internar la lengua caliente. 

Busca algo que decir pero sinceramente, solo esperaba que sucediera. 

Había sentido bastantes cosas por más de una persona pero cada vez estaba más frustrado por su desenlace. 

Desde amigos en su hogar al gato que lo rechazó. Los compañeros que lo miraban pero se alejaban al conocerlo. 

Como si fuera atractivo y lo desearan pero al final de cuentas, la personalidad no les atrae. 

Más de una vez, se lo pregunta ¿Cuál era su error para ahuyentar a las personas que parecen un día antes más que locos por acercarse?

¿Por qué de un momento a otro le miran con tan poco deseo?

Pensó que con el tiempo su aspecto llenaría esos vacíos pero eso se acabó. 

Ya no es hermoso, ya no tiene atractivo. 

Ya nadie se acerca ni siquiera para utilizarlo.

¿Entonces el resultado es nunca haber sido ni siquiera capaz de ser interesante una conversación con él?

¿Que clase de hombre patético era para no poder hacer reir a una sola persona?

Sus ojos se humedecen con la verdad. 

Desea llorar. 

Aunque por ahora solo pude suspirar con la invasión que lo lleva a sujetarse de este enemigo. 

-¿Por qué la gente no dice que es difícil?- murmuró el muchacho bajando las manos por su cintura. 

-No lo es. - le interrumpe el felino tomando su rostro. - En esta posición quién manda soy yo. - le aclara juntando sus labios. Se eleva un poco escuchando ese suspiro antes de bajar.

El joven nota algo preocupante. 

-¿Estás llorando?-

-No. - 

-¿Por qué lloras? No es todo, ¿Debe ser menos?-

Triste o no sus orejas se mueven con dicha información. 

Como un reto se sujeta del soldado para presionar por completo. 

El calor y el golpe son lentos como su propio movimiento, llenando su cabeza con la sensación de placer que solo se hace más fuerte conforme ese punto es adornado por su propia decisión. 

-Ya entendí, debo ayudar. - reconoce el can al verlo moverse. 

-Solo… Si… -  

toma los hombros del can con esas manos en su cintura.

Ce y sube, con algo que le hace perder por fin esos malos pensamientos. 

No está curado, puede que nunca deje de sentirse de esta forma con su rostro destruido pero ahora mismo solo puede llenarse con estos pensamientos obscenos. 

Con la boca de este tipo jugando con su cuello sin olvidarse de sujetarlo con esa fuerza que no tarda en dejar marcas y manchar su torso. 

Su voz se rompe conforme llega más lejos el calor, mojando su cuerpo. Manchando con su culmen este torso dorado. 

Mantiene los párpados abajo para no perderse en el calor. 

En como lo disfruta, lo necesita. 

Quiere más. 

-Ma fuerte… hazlo más fuerte… -

Una mordida cubre su cuello al caer de espaldas en la hierba esta vez no se siente en control, puede que eso deseara. 

Quizás lo necesita. 

Puede que esto fuera bueno. 

Sentirse tan atrapado como necesitado. 

Escuchar a alguien morir por su cuerpo, sin miedo o asco, solo un deseo salvaje que parece estar matándolo. 

Terminar para ensuciar ambos torsos.

Sentirse estupido po no contener su voz, por ser besadas sus cicatrices y no su lado sano aunque intentara mantenerse bien. De ser invadida su boca. 

Llenarse de un calor ajeno con una mordida a su lengua. 

Unos segundos de paz para volver a ser tomado con esta necesidad. 

Siente frío solo por un segundo, siente tanto calor como es posible sin morir. 

La luna es visible en el cielo a través de árboles con la nieve que no para de caer. 

La tormenta aminora, el cielo se despeja y su estado es descubierto por la luna, como ya se siente incapaz de soltar a ese enemigo. 

Aferrandose cuando su voz es un claro desastre y solo puede caer en la vulgaridad para sentirse más y más caliente, para liberarse necesita que sus rodillas sean sujetadas. Que lo tome con este control cruel y su boca sea asaltada entre empujes que lo hacen perderse de todas y cada una de sus etiquetas. 

Se siente sucio, perverso. 

Le fascina. 

Lo hace perder la cabeza, sentirse tan descubierto, tan deseado. 

Es sensible y mojado.

Al terminar puede ronronear al saber que él es quien arranca cualquier fortaleza en este enemigo al sentirse lleno, con ese calor manchando lo que ya estaba repleto de marcas. 

Toma un respiro, enderezarse y limpiar su rostro. 

Aturdido por el calor que no aminora, mira su estado con las orejas bajas. 

Se siente reducido, usado aunque fuera su decisión… ¿Entonces no debería avergonzarse?

 ¿Porque desea que continúen de esta manera?

 ¿Porque sonrie al ver a este idiota ttan deseperado por volver a follarlo?

Para el soldado es más que claro que no puede dejarlo ir, que necesita más de este gatito. 

No puede dejarlo. 

Necesita sostenerlo. 

Conocerlo más y sentirse más conectado. 

Puede sentir que es una angustia salvaje la que recién entró en su pecho al pensar en separarse un segundo más. 

Busca aquello que lo llena de rojo para sujetar a este felino por las piernas. 

Con un sentimiento sobrecargado por la sorpresa continúa adelante con lo más emocionante en su vida al ser este un escenario demasiado novedoso, se siente vivo, tan vivo como nunca. 

Disfrutando poco a poco de ese cuerpo desnudo, busca su cuello cada vez que éste se mueve. 

Toma esa cintura, girando para encontrarse en la oscuridad. 

Este felino abre la boca suspirando. 

-¿De verdad quieres seguir con esto?- pregunta riéndose de su cara este gato engreído.

Puede que ya se diera cuenta que lo está matando, que lo tiene como un esclavo atado a su cintura. 

-Claro, ya no puedo ir ni un paso atrás, no me voy sin casarnos.-suspira pensando en hablar. En cuánto necesita entrar, en cuánto desea volver a conectarse. 

Todo le grita que regrese, que debe seguir. 

-Jaja, ¿Cuantos años tienes? ¿Para que casarte?-

Entonces este perro abre la boca. 

La cara del gato cambia de inmediato con ese número atrapado en sus tímpanos. 

Un número que no pasa de 15.

-Mientes…-

-Soy un tipo de dogo, maduramos rápido¡A donde vas!- lo llama al ser claro que este gato se le escapó más rápido de lo que se suspira. 

Lo ve tomar su ropa y huir. 

O eso quería el felino. 

Pues lo alcanza, lo sujeta por la espalda llevándolo contra este mismo árbol. 

-No te vayas. - ruega besando suelo. 

-¡¡No puede ser!! ¡Eres un mocoso, demonios!- su cabeza da vueltas. Sumado a la intención del soldado de volver a ello. - No puedo… No, No…-sus garras sueltan el uniforme sujetándose del árbol al ser liberado solo para seguir con algo que apenas tiene fuerzas para resistir. 

Sus rodillas apenas tiene algo de soporte más todo queda en las manos en su cadera, ahora sujetada para seguir adelante con cada empuje que hace de su mente un lienzo en blanco de cualquier moral, de todo código o de su poca estabilidad mental. 

Disfrutando. 

Lo disfruta tanto que sus piernas se mojan. 

Sin importar si no puede contener su voz o si las garras quedarán marcadas en la corteza. 

Goza de cada embestida, de cómo esa boca se cierra sobre su hombro y lo lleva al suelo para acurrucarse sollozando cuando la moral escapa entre los gimoteos. 

-¿De verdad me ibas a dejar así?- pregunta este soldado sin parar de embestir, casi un castigo aunque es su propia desesperación la que lo obliga a seguir.-¿Porque eres tan malo conmigo?- muerde su hombro aunque ya las marcas son varias, con este felino respondiendo cada vez con un sonido profundo. 

El gato abre la boca incapaz de unir sílabas, mira sus ojos, lo pide.. 

Ruega y es escuchado al tener el beso que deseaba. 

Se siente completo, con esas manos en su cuello y cintura, con algo que parece ser la locura cantando con la luna revelando las travesuras cometidas en ese rincón

La respiración del enemigo se libra en un hondo suspiro al tomarlo con más fuerza en un segundo. 

El felino morder sus labios al sentir algo que reconoce por cuentos y anécdotas que parecen falacias hasta este día. 

Una presión que crece y lo llena, que se interna en sus entrañas y lo hace arder como si la lava estuviera dejando sus marcas dentro de su ser. 

Su propio final llega con un jadeo. 

La presión no se queda ahí. Es su enemigo. 

Solo su enemigo se moviera ahora y lo torturó de esta forma. 

Cubriendo su boca cuando las sensaciones parecen capaces de matarlo. 

Termina de nuevo sin más que sacar de su propio culmen, solo una sensación salvaje dentro de su cuerpo y una desconexión inmediata después de sentirse casi morir de placer. 

Cae su cabeza a un lado. 

El muchacho lo mueve… 

Pierde el alma. 

-Gatito… - lo llama pálido al verlo tan quieto. 

Sacude su hombro al soltarlo. Nada. 

-...ay, no… - Busca la ropa para vestirlo antes de cargarlo y correr con él en sus brazos. 

En su carrera decide ir a donde conoce.. 

Entrando a la tienda del doctor. 

-Doc, él se durmió y no despierta. - aclara sin siquiera poner atención al interior. 

El gato en esa silla tose apartando al doctor de su cuello.

-¿Teniente?- susurra sorprendido por esta presencia. 

-¿Qué pasó?- pregunta el doctor mirando ese rostro caído. 

-Pues estábamos… en nuestras cosas se desmayó. - 

El doctor suspira llevando las manos a la espalda. Mira al perro y al gato a su lado. 

Con un bufido frustrado acepta la realidad. 

-Porfavor, llevalo a tu campamento, nadie debe verlo en ese estado. - 

Sasha asiente apuntando al frente. 

Afuera el doctor escucha a este tipo ser un imbécil otra vez. 

-¿Ustedes también lo hicieron?-

-Si, ¿Entonces el teniente recibe?-

-¿Que cosa?-

De pronto lo que le parece estupido es adorable en el gatito. Necesita alcanzarlo para decir buenas noches. 

 

A varios metros de ahí el general abandona el campamento enemigo, observa cómo se llevan a ese azul con otro de los suyos. 

Regresa al centro. 

Ya todos están listos. 

Solo esperan a los que se repartieron, con la primera hora de la madrugada para lo que seguía. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Theodore despierta agitado, no por la nariz oscura y helada escarbando su cuello ni por un beso, sino por el llamado desde el exterior. 

-¡General, venga ahora! ¡General! -

Suena asustada. Mortificada

Oma su saco, sorprendido por la permanencia del uniforme marrón. 

Lo doblan bajo la cobija antes de salir. 

-¡Señor, se largaron!-

Es eso lo que le dicen al verse afuera de la tienda. 

Camina adelante para comprobarlo. 

Todos los marrones se fueron. 

No queda nadie ni nada. 

Solo las huellas de los vehículos y un atisbo de calor ya lejano. 

Azul por azul lo descubre al despertar por el aviso. 

No durmieron poco.

Después de meses o años, es la primera vez que llegan a las doce del día descansando y el resultado es estar solos en el valle. 

Nada. 

Nadie. 

Solo un par de ramas acomodadas para despedirse. 

 

No mentiría. 

Tjedore se miente mucho, todo el tiempo se miente para sobrevivir a esta vida cruel y a sus heridas. 

A sus miedos. 

A la maldad. 

Se miente para ser más fuerte. 

Pero hoy puedo ser sincero y aceptarlo. 

Duele. 

Duele mucho. 

Sabía que sucedería ya que debían irse, qué era imposible otro cuento. 

Que nunca en esta guerra sus caminos se reencontraron.

-Creo que se acabó la tregua.-

Mira a un lado al pálido espía. No se ve mejor ni más vivo, solo salió de su tienda. 

No hay nada más. 

No hay más voces extrañas ni acentos diferentes. 

Solo sus propias presencias. 

-Tomen todo lo necesario, nos vamos.-ordna con las orejas bajas este gato púrpura. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tres meses más pasaron para el fin de esta guerra. 

 

 

 

 

 

 

Con la música 

 

 

Con un avión volando por encima de la ciudad con una pancarta. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“El dorado y el zafiro, crean hermosas coronas unidas” 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Hubo mucho apareamiento allá arriba.
Gracias por leer.

Chapter 19

Notes:

Hola y... Buenas tardes.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

Aquel lugar es tan florido como luminoso, con el calor de la pérdida de una pesadilla lejana y las nubes subiendo por el horizonte, arrastradas por el calor de las corrientes de aire. 

El mundo es hermoso esta mañana llena de rocío. 

De un sentimiento ardiente y las preciosas joyas ardiendo al fondo del todo, en un mundo apenas capaz de detener a quienes lucharon por sobrevivir en él. 

Pisando estas hierbas húmedas las gruesas botas de un uniforme oscuro, golpea con un puño enguantado la superficie de un gran portón de hierro. 

Esperando con los hombros tensos. 

De una mirilla son dos ojos los que se asoman con una curiosidad amarga. 

-Vengo a ver el Gimenez. - avisa con este mismo tono formal. 

Los ojos del otro lado del hierro vuelven a ocultarse con el azote de la mirilla de hierro. 

Tiene que esperar. 

No le han hecho más preguntas y no se encuentra capaz de insistir, solo espera después de otro tiempo corriendo para alcanzar este momento, es este, momento tan silencioso para su corazón como lo es la pérdida de la nada, es un país nuevo y quizás más que nunca deberán ser pacientes. 

Su espera termina con las puertas abriéndose. 

La salida de una figura brillante. 

Un calor inimaginable para su corazón roto es lo que le rodea con fuerza después de un grito. 

-¡Hermanita!-

Más rápido que por un golpe o una quemada. 

Ninguna herida. 

Nada fue tan rápido ni certero para hacerla llorar tan inmediatamente como la llegada de estas dos personas a su bienvenida. 

Su hermana en un abrazo y su padre apareciendo detrás con los brazos extendidos, dejando en el suelo ese bastón para unirse por fin en un hogar con su nombre. 

 

 

 

 

 

Fuera de un edificio extenso las personas se acumulan con ropas frescas a causa de la pronta llegada del verano, elevando las copas de los sombreros aquella brisa fuerte y húmeda. 

Las sombras de las hojas de este árbol son muy suaves, cubren la tierra vieja con profundidad, el rocío se escurre sobre el césped. 

A las puertas del edificio un número considerable de uniformados dejan las puertas del lugar a paso viento. 

Hay demasiadas dudas y miedo abotinado dentro de ellos. 

-¿Alguno de ustedes pensó que podríamos volver?- pregunta un ve con la mirada en el cielo de la ciudad, donde es visible un par de lejanas cometas y ese avión. 

Un compañero le responde sin apartar la mirada de su propio equipaje

-No tanto pero aquí estamos. - suspira cerrando el puño en torno a este peso. 

El regreso a casa se siente aparte del campo de batalla. 

Es vivir con miedo a la verdad, el fin de algo que parecía eterno y se llevó a más de uno de ellos en este viaje. 

Sus ojos van al cielo. 

La pancarta aún da vueltas por encima de todos, con ese resplandor causado por la tela blanca ondeando al aire, un giro marcado para traer ese mensaje de vuelta. 

-¿Crees que todos los que nos hicieron esto lo hayan pagado?-

-A este punto no será posible saberlo hasta que estemos en casa. - 

Los presentes sujetan sus uniformes por el cuello. 

Inhalando el frescor de este aire libre de humo o suciedad, de carne quemada. 

Son sobresaltados por un grito y un empuje por alguien más pequeño. 

Alguien que no tiene tiempo para ellos y su temor a la vida. 

Que va por una carrera alegre y un salto de puños arriba entre lágrimas de felicidad. 

-¡Mamá, mamá volví!- grita este niño al dirigirse hacia el llamado proferido a unos metros de las puertas de la institución. 

Una gata grande corre unos pocos pasos al ser liberada por los guardias que no permitían la entrada de civiles a la base.

Con un sollozo este gatito es atrapado en un abrazo cálido. 

Lágrimas y un grito de alegría que no se pueden ocultar en el orgullo. 

Otros soldados inhalan profundamente antes de salir de las sombras del edificio. Poco a poco algunos son reconocidos y reclamados por las voces de sus familias.

Otros siguen su camino a casa. 

Unos más se quedan en este lugar ante la falta de un hogar al que regresar. 

Otros no dejan nunca este lugar. 

Algunos, como Grambel, van en un vehículo conducido por un chófer. 

 

Dentro de este auto hay tres personas. 

-Mercy se fue con su hermana,ni siquiera se despidió.- lamenta Barys con la cabeza sobre el puño. 

-Siendo la prometida de Grambel, es raro que te preocupes tú.- señala el gato con la maleta en sus rodillas. Es todo lo que tiene, sus cuadernos, tinta y plumas. 

Nada más que eso. Sumando el peso del arma que le regalaron y sigue siendo un doloroso recuerdo en su corazón. 

Su ceño se frunce frustrado por cuanto desea reirse aunque sea estupido el chiste de su compañero y su nulo acercamiento romántico con la chica que por la mayor parte de la guerra se pasó los días evitando en todo sentido a su prometido. 

-Si, aleja tus ojos de mi mujer. -advierte sin mirarlo por su distracción en la ventana abierta. 

Barys no pierde la oportunidad para molestarlo. 

-Si, como ella es la mujer de la relación. - murmura con una sonrisa, se gira al ser fulminado por ese gato tenso.

Grambel suspira al pasar de largo la falta de respeto a su persona. 

-¿A dónde será que vas a ir?- pregunta a cada uno. 

Barys, presiona el cuello de su uniforme, suspirando mueve la cabeza. 

-Buscaré mi casa, la que me deben dar mis familiares.- mueve este cuello con las orejas bajas.-Después beberé vino, me rellenaré de atún premium hasta morir y le prenderé fuego a la casa conmigo dentro. - 

-Yo… Iré a mi país en unas semanas, tengo un amigo que me ayudará a iniciar de vuelta. - 

-Creí que deseabas ser un escritor. - 

-Puedo escribir y publicar pero ya no quiero vivir como un inmigrante. -

-Ya tienes documentos, te enlistaste.-

-¿Y si mejor se quedan un tiempo en mi casa?- ofrece Grambel. - Sé que no se tratará de beber hasta morir pero sería cómodo hasta que logren sus metas cada uno. - 

-Vaya… Si te dan miedo los espacios vacíos.- Barys baja la mirada a su propio equipaje pequeño y miserable. Botas, uniforme y máscara de gas. Es todo lo que tiene a su nombre hoy.-¿Tú qué dices?- le pregunta al gato a su lado. 

El felino les mira con las cejas bajas. 

-No tengo energías para… - inclinar la cabeza con un suspiro. -¿Pueden parar?-pide al conductor con las orejas bajas. 

Este detiene pero no de forma limpia, el vehículo se sacude haciendo que el gato se sobresalte. 

 

Por fuera es audible el grito de los tres. 

 

Ya en la primera casa los tres bajan. 

-Para cualquier viaje será mejor que informen alcuartel. - 

-Claro, gracias por su servicio. - 

Con esa despedida el chofer se retira con este vehículo. 

Entre los tres gatos, el más alto sin su saco, hay una mirada cómplice sobre guardarse sus destinos . Este se encuentra hecho una bola y dentro de una bolsa.

El felino culpable mantiene las orejas bajas con ese equipaje sobre su hombro para mayo control. 

-Sigue aquí. - sonríe Grambel acercándose a la puerta de la fonda de su familia. 

Abre la puerta con una patada al no tener la llave. 

-Bueno, es trunca. - sonríe Barys entrando después de él. 

El último se detiene en la puerta, sentándose en la misma maleta para descansar el dolor de cabeza y el mareo que va aminorando. 

Las calles eran cómodas, la guerra no les hizo más daño que algunas propagandas viejas volando por el suelo. 

Llegando a sus pies algunos pedazos de papel.

Con las llamadas a enlistarse. 

-¡Fuera de aquí vagabundo asqueroso!- 

Mira cómo por encima de su cabeza vuelan algunos invasores de manos de Grambel y Barys.

Son roedores que corren huyendo. 

-Se robaron mucho del cobre en la casa de Theodore. - 

Miguel suspira escuchando al gran gato peleando con las cosas apiladas y las luces que no encienden por el robo del cableado. 

-No sé si sea seguro que se quede aquí.- con ayuda de la pared se pone de pie. Entran los dos a esta casa. 

Lo ven usar la escoba contra las telarañas y paredes llenas de pinturas sospechosas. 

-Son unos ingratos. - murmura el gran gato muy enojado entre los restos de las mesas rotas para la leña en el patio trasero. 

-¿Qué dijo tu madre sobre regresar?-

Grambel detiene su intento de limpieza para leer la carta que llegó una semana después de que el cese de la guerra fuera anunciado. 

Revisa de nuevo cada línea. 

-Ella está en… - aquí es cuando se pregunta si debería decirle donde escapó ella. 

Posiblemente decirlo sea todo para ellos. Descubrir más de lo que era posible que aceptara. 

-Se fue a un viaje personal. - 

-Ya se casó. - 

-No es eso. - 

-¿Entonces es tan personal que… - miran al tercer gato entre ellos. 

Este avanza por la casa con la nariz como su guía. 

Pasando por el corto pasillo al jardín. 

-Tienes un árbol de nectarinas. - avisa el gato dejando su maleta para subir al árbol por la más grande de las frutas. 

En la sala siguen discutiendo. 

-Puedes quedarte conmigo. - 

-Ni siquiera sabes si habrá una casa adonde vayas. - 

-Es muy posible que la haya, así que no pienso discutir esa parte, ¿Y esto?- señala el lugar.-Es horrible, sucio y oscuro. - 

El felino mueve las orejas con un sentimiento muy amargo subiendo por su garganta. 

-Este fue mi hogar, es mi casa. - 

-Después de lo que pasamos es imposible que me sienta bien si te terminas quedando en este lugar. - 

-El problema es que está sucio. - niega abriendo los brazos. - Aquí las luces llenan todo y puedes ver a todas las direcciones. - se coloca en una esquina donde puede ver el pasillo a las habitaciones, al jardín y a la cocina.-Podía leer y saber si me necesitaban desde aquí.-con una mano al aire descubre la falta de aquella mesa donde se quedaba a leer o miraba por la ventana.

El felino más bajo presiona los labios en una línea al verlo tan perdido en una esquina con sólo un montón de trapos que seguramente no tenían nada bueno por revelar después de ser habitada la casa por unos vagabundos. 

-Theodore-

-¡A la madre!-

Los dos ven esa rama y al gato subido en ella caer juntos al suelo y seguido verlos ser tragados por la tierra.

-¡Verdugo!- los dos van a ese lugar cada uno con su propio temor bien presente. - ¡Dime que no te partiste las patas!- grita Barys buscándolo por la orilla del gran agijero donde fue tragado el gato. 

Thedore se asoma con las orejas bajas. 

Para su desgracia es visible más que solo una cañería. 

Hay unas mesas y sobre estas muchos instrumentos variados. 

Uno de estos roto por la rama. 

-¿Qué es todo esto?- cuestionan. 

Theodore cierra los puños mirando a los dos encontrar esto que debía ser un secreto de muerte. 

En el fondo el gato se suelta de la rama para averiguar. 

-¡¿No estaban espiando a tu madre?!-

Grambel cierra la boca observando este escondite con la cabeza baja. 

-Aquí hay una carta para ti. - le avisa al encontrar un sobre firmado. 

El gran gato aterriza a su lado para arrebatar esta carta. 

La abre antes de poder concentrarse en leerla bajo la mirada de los dos. 

 

“Fui a casa de un antiguo amigo. Allí estaré a salvo y no será un problema para ti. Hijo ven a buscarme cuando vuelvas, cuando todo esto acabe, ven conmigo y trae a la familia de Mercy.” 

 

Su mirada baja al mapa dentro del sobre. 

Sus orejas bajan al reconocer el territorio. 

-Así que escapó directo a tierras enemigas. - 

No tiene nada que decirles. 

No cuando es obvio que estaban sospechando de su traición y pronto tendría que matarlos.

-¿Entonces irás a buscar a ese perro?-

-¿Por qué buscar a mi madre se convierte en buscar a un perro?- le reclama con las cejas bajas. 

-Porque te dejó cojeando y tú mismo fuiste a que te dejará así.- 

No tiene respuesta para defenderse ahora. 

Miguel se asoma o intenta desde un lado para ver el mapa. 

-¿Cuando te iras?-

Suspira con la cabeza baja. 

-Hoy, solo enviaré una carta a Mercy en la escuela de su hermana.-

Los tres dejan este lugar trepando por la rama caída.

Ocultando el más bajo una libreta de notas a espaldas de los dos.

 

-¿Puedo ir contigo?-

Mueve las orejas con esta sorpresa. 

-Nunca pude conocer ese lugar y cuando vuelva a casa será más difícil. - 

-Nos matarían, no puede ser que olvidaran cómo nos vemos.- 

-Casi siempre usábamos las mascaras, solo los soldados del valle nos veían lo suficiente. - 

Ese tema es algo delicado para los tres por más de una razón. 

Grambel piensa mucho, cuánto desea volver a verlo y también cuán decidido se encontraba a llegar con su madre y terminar con esta persecución. 

Más es un viaje que debe tomar solo pero está cansado de estar solo. 

Paso tanto tiempo con estos soldados que sus sentidos no podrán librarse del sonido de botas al fondo, de las toses y el dolor en más de una voz. 

-Voy a buscar a mi madre, no a pasear. - 

-Pero caminaras en el transcurso. - señala Miguel. - Será bueno que no vayas solo. - 

-Si, es mejor.-

-Tu tienes una casa esperando, ¿Que haces planeando un viaje?-

Barys no esperaba la pregunta de Miguel, sus pjs van de la mesa al gato grande. 

-Viví demasiado tiempo con gente que me odiaba, creo que ahora me es difícil separarme de ustedes. - sinceramente, esa era su razón. 

No había nada más detrás. 

Solo el deseo por ser parte de algo diferente a un hogar donde lo perseguían por poco y reclamaban sus huesos cuando se quedaba sin carne. 

No puede volver ahí, no se presentía capaz de sobrevivir como era hoy si se veía bajo ese tipo de presión. 

-Me gusta estar con ustedes. - confiesa. Es un poco humillante pero sentía esto. Lo sentía desde el fondo de su alma. 

Los dos se miran por un momento antes de rendirse. 

Son gatos. 

No es natural que estén solos sino en clan, sin ataduras pero juntos como locos del mismo psiquiátrico dando vueltas en una esquina, brincando en un pie con sus amigos imaginarios o tirados en el suelo como enfermos actuando como pescados ahogados . 

Aun desearían tener a un loco cerca para que la soledad no se los comiera. 

Su amigo tardaría meses, su familia lo odia o al final simplemente es mejor huir de esta tierra antes que permanecer marchito en su soledad. 

Les queda dormir en una esquina de estas ruinas.

Al amanecer enviar el correo a Mercy. 

Y desaparecer subiendo a un tren cuando el segundo día fuera del ejército fue iniciado. 

 

Las luces aún los buscan. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–Muuuuuhhhhhh… Fuhgh… - 

La mañana para este gatito inició con ese ruido al fondo. 

Su cuerpo se siente ligero, demasiado, en su cama de heno. 

De vuelta a su granja. 

Baja de las hierbas secas para ver a la granja viva. 

Avanza por el húmedo césped con las orejas abajo al bostezar. 

-Buenos días, señor. - saluda a su madre de paso. 

La gata mueve la cabeza con una mano en su pecho esponjoso, sacude la cabeza y cola con una sonrisa al dirigirse en silencio al gallinero. 

El olor del campo es fresco por la brisa, no te agaches o sentirás el abono en el cerebro, es una mañana lenta. 

Se ve apaleando este abono a una carretilla para el campo. 

Escuchando a su hermana peleando con las hermanas menores de su hogar, corren por la casa hasta salir en camisón para jugar con el cerdito que escondieron dentro de la casa. 

-¡Mamá, diles algo!- grita tratando de alcanzarlas. 

-... - sigue con su tarea desconectandose del ruido para no amargarse por la mañana. 

El gatito esquiva a una de estas gatitas con un salto, sigue su camino a la vaca.

Esta le reconoce a peear de los meese quue se ausento, mirandolo con esos enormes ojos de color oscuro.

-Es hora de la leche. - anuncia con una sonrisa antes de tomar un banco para comenzar con esta tarea que casi había olvidado. 

Antes de ponerse en ello sacude las manos para no pensar en la textura de las tetillas de la vaca, los mese le sirvieron para perder algo de experiencia pero también le dieron un nuevo nivel a sus ñañaras, tomando estas partes de la vaca con las cejas bajas y rostro contrariado al sacar el primer hilo de leche dentro de la cubeta. 

Entre sus pensamientos se sujetaba por los hombros a manos de su hermana. 

-Mora con anís te estuvo esperando solo a ti, macho.- lo sacude desde atrás. - Estás más fuerte. - aprieta sus hombros. - Al fin se notará quién es la chica en la casa. - 

-Si, ya era hora de que parecieras. - responde riendo por el golpe en su cabeza . 

-Vamos, cuéntame de la guerra. - le pide sentarse a su lado. 

El gatito mira a esta pieza que antes le era tan desagradable, ahora solo puede suspirar. 

-Había… - 

 

Sus ojos solo pueden recordar sangre y muerte. 

Dolor sin límites. 

Aquella chica ayudándole.

La carne viva quemándose. 

Los secretos. 

Pesadillas que no lo eran. 

 

 

-Milo… ¿Que tienes?-  

Vuelve afuera al escucharla tan seria. 

Observa a su hermana con ceño fruncido. 

-Me besé con un chico, y él dijo que le gustaba solo como amigo. - 

Ella entrecierra los ojos chasqueando la lengua con un torrente aspirado

-Qué feo, amigo. - recarga la cabeza en su puño. -¿Entonces eso fue todo?- 

-Para nosotros si. - mira la vaca. - Creo que está hinchada. - 

-No, ya tiene novio.- le cuenta con una sonrisa.-Se escapó y fue con el toro de los tipos del maíz.-

-No, que mal gusto amiga. - ríe acariciando el costado de la vaca al quedarse seca justo ahora que parece molesta por ser expuesta. 

Los dos ríen al verla avanzar, dándoles la vista de la entrada a la granja descubierta. 

Ahora era posible ver que no le molestaba su conversación sino algo que la inquieta acercándose a lo lejos. 

Es la aparición del sol un poco lenta cuando el horizonte es llenado por la neblina. 

Neblina interrumpida por un solo ruido y unas luces que se acercan. 

El gatito observa con las orejas bajas . 

Es un vehículo militar. 

Su hermana corre a llevarse sin juegos a sus hermanas a la casa, dejando al gatito y a su madre al frente. 

Quien baja es un hombre mayor, una liebre, trayendo consigo una carta oficial. 

-Señora Silva, le tenemos un comunicado de su alteza. - informa de inicio. 

-El rey… - Mira a su hijo de forma nerviosa. - Mi muchacho ya terminó su servicio, no debería ser llamado de vuelta. - 

-No se trata de un llamado, es algo más importante. - explica este soldado.

El desagrado a la granja es tan visible como su nariz arrugada al sentir el olor de la gata ya agitada por el trabajo de la mañana. 

-En nombre del tratado de paz que se firmó con la nación dorada, se le comunica que su familia tendrá el honor de entregar a una de sus hijas en matrimonio no discutible a un miembro de nuestra nueva nación hermana. - anuncia mostrando un certificado que entrega a manos de la aturdida mujer. 

Una persona esperaría que en estos escenarios sus cuerpos reaccionan de una vez a gritos, que se defendieron y comenzarán a correr para sacar a las personas de su propiedad

-Señor… No somos nobles… Nuestra sangre no puede.. - la voz de la mujer ya apabullada por la presencia de soldados es apagada con la presión de estos fijando la mirada solo en ella.-Mi hijo ya hizo mucho, mis niñas deberían poder… - sus ojos se llenan de lágrimas. - No, no… - 

El gatito salta adelante al escucharla tan asustada. 

-¡Cuando recibimos la ayuda la agradecimos pero muy claramente se nos informó que no tendríamos voz ni voto cuando se hicieran las reuniones y mucho menos ¡se nos incluiría en el censo común! ¡No somos siquiera parte del pueblo, no somos quienes deberían representarlos en el exterior!-

-Discutir no hará que las cosas sean mejores. - les advierte el soldado con la nariz arrugada, no para de arrugar la cara por una razón a otra, desagrado total es visible en su rostro. - Son quienes fueron elegidos, prepárense para el viaje o despidanse de una de las cinco.-

-Son cuatro, mi hijo es un niño. - 

Este resopla negando con la cabeza. 

-Hagan lo que quiera señora, en unas horas vendrá la comitiva de su familia. - retrocede para irse. 

-¡¿Cómo que en unas horas?! ¡Si la paz de negocio hace semanas, ¿Como pueden conocer al muchacho?!-su voz sube ahora más asustada que al inicio. 

-Es un soldado, eso es lo que importa. - murmura al subir de vuelta al vehículo. 

Su madre sigue el vehículo. 

-¡Podría ser un loco! ¡Podría ser un asesino! ¡¿Cómo pueden pensar que entregaré a mi hija?! ¡No pueden! ¡No! - sus pasos paran al tropezar con la misma hierba. 

El gatito la sigue para ayudarla a regresar. 

En su hogar el silencio es interrumpido por una pregunta. 

-¿Qué está pasando?-

Su madre abrió los brazos antes de gritar. 

-¡¡Ropa, ropa y nada mas, nada mas!!- grita buscando su propio cambio de prendas. 

Su hermana mayor viene a él. 

-¿Milo , qué está pasando?-

-Van.. Van a casar personas de los aliados con gente de aquí. - 

-Nosotros no

-Nosotros también. - inhala cansado. 

-¡Mamá… No podemos dejar la granja! - 

-¡La granja nunca fue nuestra! ¡Siempre nos lo dejaron en claro! ¡¿Ahora quieren a mis hijos?! ¡No, no, no!-

 

 

Entre empujones y sollozos bajos vuelven a prepararse para escapar del peligro. 

Juntos en camino a otro hogar. Usaron el mismo bote que antes al escapar de su familia, hoy lo usan para dejar esta provincia. 

Eso desean. 

Más puede que subestimaron la decisión del gobierno. 

Al verse perseguidos en menos de una hora al intentar dejar el pueblo por el río. 

No importa cuanto , con sus remos y las manos de las más pequeñas, entre gritos los seis gatos en la pequeña embarcación a comparación de la gran embarcación militar que flanquea los ríos de la nación. 

-¡No pueden escapar, no van a traicionar a la nación que les dio todo! ¡¡Ahora regresen y paguen sus deudas!! 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el tren el viaje se vuelve un divertido episodio para los tres. 

-Y si lo amarras ¡Bang!-

Muestra como una chelina se convierte de un momento a otro en un velo apretado. 

-Niños del diablo, no se dice pinga en voz alta, ¡Ahora, alguien traiga a mi décimo octavo hijo a almorar sus migajas de pan duro!-

La risa es baja por las miradas malintencionadas a la distancia. 

-Deja de molestar a las personas. - le advierte Miguel. - Van a lincharnos a este paso. - 

-Solo me divierto. - murmura dejando la chelina sobre sus hombros.

-Pues piensa en otra cosa, en ese lugar no conocemos a nadie, será peligroso si los hacemos enojar. - suspira con la cabeza sobre el asiento. - ¿Han pensado en esa sopa?- pregunta mirando el techo. 

-No… ¿Cuál sopa?-

-La de ellos. - murmura fijando la mirada en el techo. - Era rara, con muchos ingredientes diferentes y sabía bien.-suspira cerrando las manos en un solo puño. - Yo pensé que habría un futuro con él, de verdad deseaba tener una vida con él. - 

-Mm… - la boca de Barys se tensa muy incómodo al verlo comenzó a llorar abiertamente. 

Theodore se quita el saco haciendo lo más sabio que se le ocurría :

Taparlo. 

El resto del viaje lo escuchan llorar bajo esa prenda. 

Ahora en silencio pasan el viaje en sus propios pensamientos. 

El tren no les da demasiado tiempo atrapados con sus pensamientos, no es tan piadoso, es cruel al ponerles su destino fuera de la ventana después de diez minutos. 

Los dos le avisan muy tensos. 

Era este gato el único que había tenido viajes personales y conscientes a diferencia de ellos que tanto por ser pequeños, soldados o en caso de Barys, indeseados, no habían tenido algo como un viaje que no tenga reglas, zona de encuentro ni respuestas certeras para sus destinos. 

El gato lloroso sale de su escondite con un tirón al saco sobre su cobija. 

-Hombre tenias que ser. - murmura rencoroso después de procesar que lo trató con vergüenza su compañero. 

-No se me da bien la gente que llora. - honesto. 

No se veía de esos que corren a dar un abrazo ni lloran con él. 

Lo siente, lo comprende y más que nada le desea acompañar pero simplemente no puede ser así de tierno. Ni siquiera su amiga era tan tierna o su madre, no se le daba esto del consuelo. 

Tal vez pueda quedarse a su lado pero nada más se le ocurre aparte de evitar que lo vieran en un estado tan frágil un montón de desconocidos. 

Aunque si se lo preguntan ¿Lloraría al ver a su madre? Si, claro que sí, como un bebé sucio hace dos días, está desesperado por verla salvo y bien. 

Puede que solo regresar con ella sea el fin de la guerra, ella sería su bandera blanca. 

-Dios, estoy muy ansioso. Más vale que este cambio sea justo. - gruñe este gatito con las monedas que cambio a cambio de un par de ahorros para el viaje.-Si no hay que volarle la casa al tipo.-

Bajando del tren los recibe un cambio total de ambiente. 

La primavera está terminando y abriendo paso a las olas de calor de la bendita salvajada de verano. 

Sus sacos son ahora una prisión y solo fue el primer paso fuera del tren. 

Por la esquina de los ojos ven una figura que no esperaban ver antes. 

Un gato de pelaje oscuro corre en sandalias hacía una figura vestida con pantalones sueltos y una camisa de vestir casi abierta con otra prenda debajo, llevando ese uniforme médico amarrado a la cintura. . 

-¡Mi vagabundo!- saluda saltando a los brazos de este tipo que se ve tan feliz como esa cola se mueve de rápido. 

Robando un beso sin disimulo o vergüenza del otro. Tan emocionados como para dar vueltas antes de gritar el gato besando las mejillas del sueño perro ojeroso. 

Terminando su encuentro tomados de la mano con esas sonrisas tan alegres en cada uno. 

 

A unos metros los gatos son palitos quemados por la alegría de la pareja. 

 

-Dijimos que yo te buscaría en la clínica, ¿Que haces afuera?- preguntó sacudiendo su bata. 

El perro se ve incapaz de contener su deseo por este gato, tomando sus hombros en un abrazo, 

-Preferí dejar ese rincón, tú eres mejor en todo sentido, eres mucho mejor.-

-Que imbécil.- Escupe un insulto en sus nervios. - Perdón. - 

-Nah, me llaman peor los familiares de los pacientes. - busca su cuello. - Sasha, mi gatito…- sonríe gustoso con este calor en sus manos. Terminando lo romántico al volver algo de su personalidad afuera con algo más práctico.-Además de que están haciendo cateos a extranjeros y no quiero que te molesten.-apunta unas oficinas. - Tenemos que hacer bastante papeleo para que puedas entrar al país.- 

-Ahhahhh…-lamenta soltarse de su mano. -¿Tienes comida?-

-Comeremos durante el papeleo. - 

-¿Durante? ¿Cuanto va llevarnos esto?-

-Depende. - 

 

En la estación los tres se ven uno al otro con las cejas bajas. 

Aparte de desolador aquel escenario de amor, también les recordó que el mundo tiene reglas más allá de sus caprichos. 

-¿Hay que hacer papeleo?-

Theodore mueve la cola y orejas con la salida bien presente en sus ojos. 

-Solo caminemos a la salida sin hacer ruido. - aconseja Barys en voz baja. 

Los tres van lento a la salida.

Theodore entró en pánico al ver un policía. 

-Mejor hagámoslo legal-

Miguel les toma la mano antes de correr frente al oficial. 

-¡LA OLLA, DEJE LA OLLA ENCENDIDA!- chilla sin detenerse. 

El oficial, un zorro, queda perdido sin saber cómo reaccionar por el miedo y rareza de tres criaturas que no alcanzó a distinguir. 

 

-¿Turista o residencia?-pregunta el trabajador en la estación. 

-Quiero ser nacionalizado. - 

-Ya veo. - mira al perro a su lado. -¿Es usted nativo?-

-Fui naturalizado por servicios, me condecoraron. - muestra los documentos de su identidad. 

Todo para este día. Esperaba que le hicieran difícil al gatito su entrada al país pero ahora es claro que hay más que tomar en cuenta. 

-Ya veo. - mira al gato. - No tenemos demasiados ciudadanos naturalizados ¿Es un salto adelante por el tratado?-

Entre ellos hay una mirada dudosa. 

-¿Tratado?- pregunta el gato. 

-Si. - revisa sus documentos.-Para que esta paz sea duradera habrá matrimonios secundados por ambos gobiernos, prometen apoyar tres generaciones para resguardar las relaciones de ambas naciones. - les muestra el esquema. - Del lado azul llegarán algunas personas y residirán en nuestra tierra dorada para conservar el bienestar de la unión. - 

-Wow… - Sasha mira este documento demasiado colorido para ser tomado en serio a pesar de todo lo que significaba.-¿Y cuales son los requisitos?-

-Un hijo producto del matrimonio en el primer año y la relación estable de ambos.- cambia la hoja para que vea las listas. - La violencia está prohibida así como forzar la consumación del matrimonio. Esta movida es muy riesgosa pero la responsabilidad de estas nuevas familias van más allá de solo pequeños desajustes personales. - 

-¿Ustedes creen que esta sea la solución?-

-Si no es la sangre ¿Que une más a las naciones?-

Entre los dos hay una mirada cómplice. 

-¿Y que hay para los matrimonios incluidos?-

-Residencia digna, un cierto número de cabezas de ganado y unas tierras que puedan explotar. Esos son el trato para recompensar el esfuerzo de las mismas familias.-

 -Suena bien. - 

Se miran en silencio. 

-No estamos en matrimonio, apenas nos estamos conociendo. - 

El corazón del can es aplastado por la explicación del gatito.

Sasha está enamorado, no es tan imbécil para arriesgarse aun. 

No es un gato solo por su cola. 

Para el empleado estos dos son otros más del montón, no puede ponerles corazón ni lo planeaba. 

-Bien, en ese caso, se le da la bienvenida a la tierra dorada, su residencia será permanente cuando presente esta solicitud a departamento de migracion en el ayuntamiento.- 

-¿No se hace aquí?-

Esta pregunta llena de un susto visible al oficinista. 

-No, válgame, no podríamos respirar. - toma su cagf de la esquina. - Es mejor que vaya mañana temprano, no vaya ahora porque no le atenderán. - 

Con esta hoja dejan la oficina. 

-Detesto los documentos. - lamenta recargándose en el hombro del can. 

-Solo será una vuelta más, no puede ser tan difícil la documentación migratoria. - exclama el ingenuo perro. 

 

 

 

Ya solo el oficinista abre bien los ojos después de dos minutos. 

-Aja…Era un gato. - apenas lo procesa. 

Era un gato aquel que pidió su residencia. 

-Puta.. - revisa la cita de entrada especificada por su jefe. 

Si. 

Los gatos estaban en la cima de las especias aprobadas por el gobierno para su entrada. 

-Me lleva. - suspiró dejando la cabeza en el escritorio. - Bueno, ese es problema del siguiente idiota. - 

Vuelve a limarse las uñas sin más interés por hoy. 

 

 

 

 

 

 

Al pasar unas calles al fin se detienen al parar el gato entre risas. Huir de la policía fue muy emocionante para los tres. 

El gran gato da una vuelta nervioso. 

-No sé si sea correcto, en la documentación–

Barys sacude sus hombros. 

-No pienses en eso, mejor busquemos comida. - le apyra buscando un local que huela y se vea bien. 

-Espero que no se ponga peor. - suspira este gato siguiendo su nariz con ellos a su lado. 

-Como sea, ya estamos aquí.- le recuerda el gato. 

Parando en la entrada a un callejón. 

-No, Miguel, es una trama cliché. - le recuerda Barys. 

Theodore mira ese callejón con la misma curiosidad. 

-Hay algo bueno aquí. - intenta explicar su fascinación por este callejón. Su olor específicamente. 

-No, solo veo puertas caidas y ratas en oscuridad a mediodía, no es buena señal flaco.-

Miguel lo mira fijamente. 

Entra al callejón corriendo. 

Los dos pisan el suelo antes de seguirlo. 

Es una zona que no está deshabitada, al contrario parece ser la calle de las entradas a casas distintas. 

Llegando al punto que a este gato lo llamaba con tanta fuerza. 

Una iglesia. 

-La búsqueda de Dios siempre es posible pero te pasas. - le regaña el gato al seguirlo. 

Theodore levanta la mirada al techo. Un gran techo de madera. 

-¡No, gato tarado! - 

Busca y encuentra. 

Exactamente a su compañero comiéndose una tanda de hierbas dentro de la urna de inciensos que debería estar esperando el fuego. 

No huele las hierbas, las come abiertamente ansioso por el sabor. 

 Mira a los dos al acercarse para detenerlo. 

-Ten. - ofrece un poco a Grambel. 

Esta hierba le llama. 

Barys se rinde y toma un poco para llevarlo a su boca con el sonido del gran gato suspirando al sentir el sabor. 

Hay más hierbas de las esperadas y no conoce la mayoría pero no tardan en volverse un cóctel que desea en una infusión, ya puede delirar con su sabor. 

-¡Ladrones!-

Los tres se esponjan por el gran grito a sus espaldas. 

Una joven se acerca a recuperar la urna de manos de Miguel. 

-No puede ser, ni siquiera la iglesia respetan. - gruñe revisando. - Casi vacían el turíbulo.-

-Lo lamento, fue algo inconsciente. - el gato intenta disculparse, difícil cuando su pelaje aún presume varias espigas de esta hierba. 

-No puede ser. - lamenta la chica mirando al interior. -¿Qué se comieron? Espero que no sea caro. - saca migajas de lo poco que quedaba. - Manzanilla, rooibos y… - lento voltea a verlos con las cejas arriba. Vuelve a mirar las hierbas con algo brillando en su entendimiento. 

Los tres se ven curiosos al notar que su enojo cambió de golpe a una sonrisa comprensiva. 

-Ya, no se puede pelear por esto. - deja de lado el arreglo. -¿Será que necesitan ayuda de nuestro señor? Podemos servirles en lo que sea necesario. - les señala a un pasillo. - El resto de los fieles esperan por este lado al inicio de la misa, por ahora será mejor que usen este camino para que puedan disfrutar de té y galletas.-

-Té.- es atraído. 

-Galletas. - es llevado. 

-Gente. - solo sigue la corriente. 

Los tres la siguen con un interés muy claro. 

Por este pasillo dejan la iglesia para llegar a un parque rodeado por árboles altos, al final de la vista es posible ver un viejo edificio quemado que parece estar siendo usado como mercado. 

-¿Que habra pasado en ese lugar?-

-Hace unos años unos rebeldes liderados por el hombre Black quemaron y demolieron el anterior edificio de gobierno y tuvieron que abandonarlo por los daños. - 

-Nadie sabe por qué quemarlo, creo que fue absurdo. - 

Entre ellos se dan una idea del por qué.

Algo en Theodore se siente curioso mirando ese edificio lleno de marcas de fuego. 

-Es increíble que se saliera con la suya tantas veces. - 

-Nadie debió dejar que las cosas llegaran a ese punto. - 

-¿A que se refieren?-pregunta Miguel con la cola arriba ante la duda. 

Por ahora ven mas su igura robusta y no su rostro felino, confundiendolo con un zorro de color diferente. 

-El rebelde Black, él pasó años atormentando a los estados de la frontera con-

-¿Les gustaria un té suave o para la doble vida?-

- ¿Como que doble vida?- pregunta tanto Theodore como una señora metiera. 

El gato voltea sorprendido por lo fácil que le es a esta desconocida meterse.

-Pues eso. - ríe la chica en la mesa donde hierven teteras de colores. 

-¡No puede ser!-

-Si debe ser de doble, que sea de doble no hay porqué preguntar. - exclama la codorniz con el pecho inflado. - Vamos, aquí, aquí. Descansen hasta que el té esté listo. - les empuja a los tres a una de las bancas. 

-Theo… - lamenta Barys al notar lo que estaba pasando. 

-Hasta que la taza esté lista, vamos a orar. - 

Por un segundo los embarga el pánico al ser rodeados por un círculo de señoras con velos. 

-Buenas tardes, nos encontramos en esta mañana unidos para orar en nombre de las vidas presentes…-

Barys mira muy feo a Miguel y su sonrisa rendida. 

Theodore suspira con el ala de una gallina en su mano y del otro lado a un niño sobre una silla. 

De verdad que salir con ellos era muy raro siempre. 

 

 

 

 

-Trataron de escaquearse de sus responsabilidades. - 

-No puede culparnos- 

El gan gato amarillo interrumpe a la señora que es mucho mas pequeña. 

-No me interesa su discurso.- le advierte. - Ahora mismo es posible que ustedes acompañen a su familiar pero de seguir resistiendo, tendremos que disponer de este permiso. - 

Los presentes suspiran.

Para acabar con sus resistencias, igual que muñecos de aparador, se les vistió para la ocasión. 

Con el gatito vestido con un traje gris mientras sus hermanas recibieron prendas de colores brillantes y su madre uno de color negro.

Su hermana no recibió ni lujo ni detalle en su prenda blanca y menos cuando sus garras la aprietan temblando en su asiento. 

No son unicos, puede que sea parte de la tortura. 

Ser enviados junto a otros pequeños grupos o ninguno. 

Pueden ver a más de una joven sentadas solas en este tren. 

Escucha con las orejas bajas como las novias solitarias lloran o se mantienen impasibles ante sus destino incierto. 

-¿Y si es malo conmigo?-

-Ya leímos esos papeles, debe ser bueno contigo. - 

-¿Y si es un viejo?-

-Esperemos que te deje la casa. - 

-¿Y si su familia me odia?- 

-Ya sabrás cómo hacerte querer. - 

Con un golpe a su realidad se pone de pie dejando este vagón con los hombros tensos. 

-No voy lejos. - avisa a su familia antes de tomar un respiro fuera del vagón de las novias. 

Para su sorpresa encuentra otro pero con jóvenes. Elevando los hombros al ver a más de un conocido. 

Todo cobra sentido al verse entre ellos. 

-Nos expulsaron. - suspira al ver a sus compañeros. 

-Milo. - saluda el mayor que lo cuido en el ejército. 

Así tuvieran cicatrices, fueron enviados. 

Avanza para dar un abrazo a los que le reciben. 

-No creí que se atreverían a ir por las familias. - 

-No se trata solo de eso, quieren más que las familias, quieren que estemos atados. - 

-Que ambos estemos atados, algo deben saber de nosotros. - 

-Digamos que muchos de los que nos hicieron este arreglo en las manos están muertos-

-No pueden ser todos-

-O lo eran pero aun no terminan de usarnos. - 

El gatito busca más rostros conocidos. 

-El general no se encuentra. - 

-Él no permitiría esto, es absurdo. -

-¿El teniente tampoco se encuentra?-

-No, nadie los pudo contactar, todo sucedió en una sola noche. - 

-Nisiquiera tuvimos tiempo de desempacar. - lamenta uno de los conejos. 

Milo sigue por el vagón. 

Hasta suspira al ver a ese águila sentada al final de todo el vagón. 

-El mundo es una mierda. - 

-Por eso estás en él. - deja el vagón ahora que puede. 

Al siguiente puede ver que todo es normal. 

Algunos civiles cargados y chismes que puede escuchar por aminorar la carga en hombros de su hermana. 

-... nunca pensamos que fuera a ser atrapado. - 

-Después de todos los negocios que destruyó con los rebeldes, era natural que lo atraparan. - 

-Pues aún es impresionante, además de que dicen que era muy guapo. - 

-Amo me dijeron que habia mejores.-

-Me muero de curiosidad, ¿Creen que haya tenido una última visita conyugal?-

-Me ofrecería sin dudarlo.-

-Blak tiene la edad de tu hijo-

-Pues le enseñó, para eso estoy. -

Siguen risas agudas entre las señoras en esa sección de asientos. 

El gatito no siente que vaya a ser muy útil escuchar más de esas risas ni burlas. 

Aún le parece demasiado conocido el nombre del rebelde. 

Algo que se lleva consigo al ir devuelta al vagón donde se esperaba su familia. 

 

 

 

 

 

Después de una hora y un desayuno hay un reconocimiento que rompe con toda la percepción de normalidad que un pequeño cachorro puede tener a la corta edad de cuatro años. 

-¡Mamá!- gritó soltando el pedazo de galleta que tenía en la boca. -¡Mamá, son gatos!- exclama ant la sorpresa de lo inverosímil de mencionada estancia felina al frente de su persona. 

Los presentes los ven curiosos por su especie entre lagartos y roedores como algunos caninos de dimensiones reducidas a comparación del gran gato que toma asiento con su taza de té y galletas. 

El niño sí que había tardado en descubrirlo. 

-No apuntes.. Pero sí, es raro ver gatos. - murmura sorprendida esta gallina al sujetar el pico de su polluelo para que no fuera grosero con los visitantes.  

-Muchachos ¿Porque están en este lugar?-

-¿Están acaso en peligro?-Pregunta la joven, que ya reconocen como la cabeza del movimiento de esta iglesia, parecía lista para llamar por ayuda. 

Theodore se explica con un tono agotado después de tantas horas conviviendo con seres vivos. 

-Estoy buscando a mi madre, ella viajó aquí por seguridad desde la frontera. - miente con más de un punto pero era necesario. No podía confiar en estas personas solo porque fueran amables. 

Entre todos los presentes, desde ancianos a mujeres y un par de personas mayores hay una discusión rápida. 

-Hay una gata gris trabajando en las oficinas del ayuntamiento, ¿Podría ser tu madre?-

- ¿Es gris?-

-Si, pero no muy mayor. - 

Theodore suspira sin más información que buscar en esta ciudad. 

-Si, iremos allí para confirmar. - 

-¿Cuando se acicalan usan productos o su saliva como los pajaritos?-

Los presentes miran al gato que hizo esa pregunta. 

El mismo vuelve a hundir la cara en su vaso de té. 

-Mi mamá me babea el copete. - aclara un cachorro al fondo. 

Grambel voltea a verlo con curiosidad. 

Es un golden retriever con las rodillas cubiertas por trapos para, posiblemente para que no se lastimara al aprender a caminar. 

-Si, mi mamá también me babea el cabello. - sonríe para este niño después de ser descubierto mirándolo por el mismo cachorro. 

Claro que le sonrió al cachorro, no es grosero. 

 

 

 

Ahora caminan a ese edificio con parte de la cola entre las patas. 

-No debimos irnos sin documentos.-

-Pues no me hagan caso la próxima vez.-

A este punto no tiene interés por pelear o discutir, solo caminan por este gran pueblo. 

-¿Qué tal si vamos por la sopa?- les apunta un lugar de cocina. 

-Ya comimos. - 

-Galletas, guiso y té, no es suficiente para Theodore, se va comer su propio estómago. - 

-Si. - lo mira. - Aunque yo lo veo grandecito. - 

Theodore lo empuja sin responder a la obvia referencia a su peso y más cuando estaban claramente en los huesos los tres.  

Llegaron al edificio. 

Ya sienten las piernas cansadas pero suben las cuarenta escalones para ver al interior. 

Sus orejas se mueven y esponjan al ver a tantas personas dentro. 

Todas en lindas prendas de lino y algodón brillante. 

No son de esta nación más inclinada a la frescura sino parte de algo más trabajado en hilos densos. 

En la mirada de personas asustadas. 

-¿Qué está sucediendo?- interroga Theodore a un encargado de paso.

Este oficinista queda en blanco al ser sujetado por el gato grande, mirando arriba una cara tan suave como grandes sus orejas brillando bajo la luz del interior que solo hace de ese color púrpura más brillante. 

-¿Tú también te casas hoy?- pregunta en sueños. 

El gato lo suelta sin más. 

-¡General!-

 

Todos miran a esta dirección con el grito de un niño. 

Este no recuerda a tiempo cerra la boca, solo llega a encontrarse con ellos, 

-¡Gen-

La mano de Miguel le cubre la boca. 

Barys le hace bajar el volumen con una señal rápida. 

El gatito inhala y exhala, espera a sentir su boca libre. 

-Nos… Trajeron a muchos para casarse con los marro-

Otra vez su boca está cubierta. 

-Tierra dorada, ya no los llames así. - 

El gatito sacude la cabeza buscando libras. 

-Señor, esto no es justo ¿No puede hacer nada para evitarlo?- 

Theodre obviamente no puede intervenir y menos estando en este lugar como civil. 

Sus ojos se llenan de peso con esta realidad al comprender lo poco que entendía de la realidad postguerra. 

-¿Por qué hacen esto?- murmura buscando las respuestas en su mente. 

El gatito comienza a presentir que esta vez la situación no era algo que el general pueda manejar. 

-Señor, ¿De verdad no hay nada que pueda hacer?-

Theodore siente como la presión crece. 

-¡Hijo!-

Esta presión desaparece con solo ese llamado. 

No duda en ir hacia este a través de las personas. 

El crio queda con los otros dos que observan cómo llega a rodear los brazos de su madre-. 

No fue una espera soportable, no fue indoloro. 

Al contrario, nunca sintió tanto dolor ante esta separación.

-Mi niño, mi pobre niño ¿Que te han hecho?- solloza esta gata abrazando con fuerza al que ahora no parece tan grande ni imponente. 

Es solo un gato más, temblando y llorando en su abrazo, anhelando su refugio. 

Un lugar donde pueda hacerse pedazos. 

 

Deciden dejar en paz a los dos para hacer preguntas al aturdido gatito. 

-Niño, ¿Te estás casando tú o alguien más? - le preguntan al ver su traje gris. 

No le queda nada más que volver a contar su problema. 

-Mi hermana, se casa con alguien hoy. - 

Los dos gatos miran a esa dirección. 

-¿Con ese? - apuntan. 

El chico deja de ponerles atención para correr a conocer a esta persona. 

Se detiene al estar justo a un lado de su madre. 

Viendo como ambas personas por ser un matrimonio se observan con rostros pálidos. 

Tanto el jabalí como ella. 

 

Barys siente la espalda helada con la presenciade antos miemmbtrros del peloton con el que tuvieron ese trato. 

Era demasiado extraño, no podía pensar más que en los problemas. 

Sumado al temor de volver a ver al perro toto de la última vez. 

Con disimulo se esconde de la vista colocandose al costado del gato más alto. 

Miguel por su parte observa a estos soldados con una melancolía dolorosa. 

 

 

A unos metros el águila mira a este cerdo, cabrón que lo cuido durante la batalla, parecer más asustado frente a un ser vivo del género opuesto que ante un gran tanque de acero asesino. 

-Mierda… - busca entre la gente. 

Dejando al fondo como estos se unen dentro de una ala del edificio para los votos y firmas correspondientes. 

Un casamiento frío y lleno de documentos, es el destino romántico para cada uno. 

Mas la pareja tiembla con esas extremidades unidas por compromiso a pesar de estar sudando como dos trapos mojados. Tiemblan mirando a cualquier lado menos al otro. 

Terminando con sus firmas sobre el papel. 

La familia de la joven gata busca a la compañía del jabalí. 

para el gatito eel mundo da vueltas como un sarten con el mango quenrado, llegando a su encuentro este tarado de traje café. 

-Buenas tardes. - saluda como si su estatura no le llegara a los hombros a la señora. 

Ella mira a su hijo y a la pareja recientemente unida. 

Confundida no encuentra el parentesco de este cachorro con el nuevo agregado a la familia. 

-Me llamo Otto, soy amigo del yerno y fuimos compañeros en… - nota al gatito qu deseaba fundirse con la nada. -¡Amigo, él es mi amigo señora!-apunta al gatito contento. -¡Entonces puede saberlo!-

-¿Hijo? ¿Que esta pasando?-

-¡Milo es mi amigo y ya conoce a Bruno!- apunta al joven que bien podría tomar una loseta del suelo para esconderse de lo mucho que desear desaparecer.

-Pero ustedes eran… diferentes… - 

Es verdad. 

Como un balde helado cae esa verdad ignorada por el cachorro, el secreto del porque enemigos se conocían. 

El cachorro abre la boca sonriendo muy perdido después de su metida de pata. 

El rescate viene del gatito. 

-Vamos a conocer la casa.- les apunta al siguiente paso de la ceremonia. 

Las manos de la pareja se sueltan para limpiarse el sudor con la cara escondida. 

-Lo lamento. - 

La chica escucha ese susurro, suspira al mirarlo. 

-Almenos intentemos ser amigos.- le pide en voz baja. 

Este joven sonrie amedias. 

-¿Cual es tu cuento preferido?-

-La princesa y sus doce hermanos. - 

-Son once. - 

-¿Que?-

-Son once príncipes, ella es la doceava hija. - junta las manos bajo la mirada de la chica.-A mí me gusta la cenicienta. - 

-¿En serio?-

-SI, siempre pensé que un tipo rico me sacaría de trabajar. - 

La chica sonríe a medias al escuchar su mala broma tartamudeada. 

No sabia como seria este futuro pero intentaría que funcionara. 

 

Por su lado el gatito mira al cachorro despedirse frente al auto en el que los llevarían a ese lugar que deberían habitar bajo el ojo de ambos gobiernos. 

-Milo, tengo el mismo código. - le recuerda con una sonrisa.-Ya sabes donde estoy. - 

El gatito baja las orejas. 

Por culpa de estos dos comienza a bajar la guardia. 

Es culpa del cachorro. 

Es culpa de saber quienes eran. Solo deseaba odiarlos como una persona normal. 

Esto no era justo. 

 

El joven jabalí no se siente mejor. Él está completamente aterrado. 

De pronto hay siete personas más en su vida. 

Es demasiada responsabilidad, 

-Oh, general…- lamenta en voz baja. 

El gatito lo mira curioso. 

-¿Que sucedio con su general?-

-Él… - mueve las orejas. - Él…se hizo responsable de todo. -

 

 

 

 

 

 

-¿Hobart?-

-Si, mamá ¿Sabes algo de un militar llamado asi?- pregunta de nuevo el gato

Su madre mueve la cabeza a un lado. 

-Hijo, es peligroso que menciones a un espia enemigo ahora que la guerra apenas acabó. - 

-¿Espía?-

-Aunque es una ventaja que lo matarán hace meses. - suspira tomando su rostro. -Está bien, hijo, ¿Qué quieres saber?- 

 

Al fondo los dos gatos que deseaban presentarse quedan en blanco. 

La búsqueda se vuelve un problema justo hoy. 

Theodore baja las cejas tomando las manos de su madre. 

-Quiero saber donde lo enterraron.-

-Por hoy espera, solo quedate mas tiempo conmigo. - 

Theodore suspira rendido, solo por ahora esperara. - 

-Señora,un gusto. - saludan los gatos. 

Ella mueve las orejas sorprendido. 

-Hijo, ¿Hiciste mitosis?- le pregunta sonriendo al extender la mano para saludarlos. Sabe que no son familia por sus fisonomías pero el color le era bastante divertido. 

-No, son compañeros del ejército. - 

-Oh. - su sonrisa se tambalea al escuchar que podrían ser peligrosos para su hijo. 

Barys se roba las palabras amables de Miguel y las traduce. 

-No se preocupe, somos tan divas como Theodore pero conserva su corona. - 

-¿Qué?- 

El mencionado gruñe al ser expuesto. 

 

 

 

 

Fuera de la vista de los cuatro felinos reunidos hay alguien observandolos desde la segunda planta. 

Unos ojos oscuros a pesar de su luz. 

Una sonrisa tranquila. 

-Él es Grambel.- aclara la voz de una joven.-Reconocería esa cara de loco a donde fuera. - 

-Así se ve. - mueve la cabeza sacudiendo los aretes de sus orejas rojas. - Cuando leí las cartas, creí que Hobie exageraba pero si, es muy bonito y alto. - su curiosidad va hacia los otros felinos. - Esos son… - 

-El teniente y el espía que nos siguió por meses. - señala el ave amarilla. 

La osa da una mirada a todo el escenario, dejando el borde del balcón. 

-Bien, esperemos a que nos busquen por sí mismos.- decide seguir con su día. 

A sus espaldas solo queda el elefante, observando a ese gato problemático por unos segundos donde sus ideas casi pueden ser físicas. 

-Ese tipo solo trae problemas. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con la información de su madre llega a un lugar cubierto de cemento y hierro. Una tumba rodeada por hierro que es su prisión en muerte. 

-Theo, creo que sí se murió. - 

El gran gato mueve la cabeza en negativa. 

Patea uno de los hierros una y otra vez. 

Los dos vigilan o solo le observan aturdidos. 

Con el pasar de los segundos pasando de la sorpresa a la prisa. 

Uniéndose para abrir este espacio al tirar del hierro para que pudiera entrar con un pedazo de metal en sus manos. 

No tarda en golpear los bordes de la tumba expuesta, arrancando los pedazos del concreto. 

-Theodore, ¿Qué carajos estás haciendo?-

Con un suspiro arranca la placa de cemento, abriendo la tumba. 

Un claro deseo golpeó su cabeza. Uno que lleva años dando vueltas en su cerebro. 

Enterrando las garras en la madera del ataúd, lo arrastra fuera con un gruñido. 

Las rejas no lo dejan sacar todo el cajón, solo una parte pero esta no tarda en ser zotada por el dorso de su puño. 

La madera cruje saltando las astillas fuera. 

Arranca los trozos del descanso eterno ya agitado. 

El cansancio llega de golpe a su cuerpo con un grito. 

Sus ojos son llenados por el contenido del cajón de madera. 

-Dios… - no puede contenerlo más. 

Sus ojos se inundaron en lágrimas, una tras otra, moja sus mejillas con un grito. 

Cayendo al suelo con las manos sobre su cabeza. 

 

Fuera de la jaula los dos lo llaman. 

-Theodore, ya viste todo. - 

-Ya vámonos, Theo. - 

Este felino mueve la cabeza metiendo el mpuño al cajón. 

-¡Ahhaaa!- saltan apartándose de aquello que el más alto saco con tanta furia del cajón al lanzarlo contra ellos. 

Barys se sacude sacando los pedazos de perro muerto del cuerpo. 

–Espera… - 

Sus ojos dejan de ver entrañas cuando lo distingue correctamente. 

-¿Eso es lo que hay ahí dentro?- pregunta demasiado sorprendido. 

Theodore golpea el interior del cajón con un grito. 

- ¡¡Si!! ¡¡¡Ese cabrón está vivo!!!- reclama furioso con las garras sobre los montones de billetes enfilados dentro del cajón. - ¡¡¡Hijo de…. !!! ¡¡¡AAAHAHAHHAHAHHHAHAHAHAH!!! - patea este cajón tantas veces como podía, furioso y cansado, tan contento como malditamente enojado. 

Con esas garras expuestas y su furia tomando forma con cada pedazo de esta aja destrozada bajo su coraje. 

Por fuera de lo que se ve muy mal uno de los dos felinos se aparta por seguridad. 

-Pero que maldito. - murmura Barrys guardando un par de estos fajos lanzados dentro de su saco. Se aparta al sentir un pedazo de madera casi pegándole en la nuca. 

 

Miguel sujeta las rejas de la contención con las orejas arriba. 

Sus ojos caen sobre ese montón de papel. 

-Es hora de hacer preguntas. - suspira con los hombros caídos. 

La caja fue encendida por un cerillo. 

Puede que Theodore de verdad no vaya a buscarlo con el mismo amor después de esto pero lo encontrará. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

El fin de la guerra deja secuelas

Gracias por leer.

Chapter 20

Notes:

Hola, un gusto.

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Chapter Text

 

 

 

 

 

 

 

Esa mañana es nueva para él. 

Porque despierta con la boca seca a morir. 

Tambaleándose por un corto pasillo hasta una cocina brillante por la entrada de sol a través de una ventana cubierta por flores creciendo desde el exterior. 

En muchas formas parecía solo la rendija que una madriguera tendría y no una ventana. 

A su paso descubre al gato inclinado sobre el lavabo de la cocina, con la boca abierta y la lengua expuesta al contener una arcada , pareciendo un desastre en muchas formas. 

-No sabía que estabas enfermo. - saluda al verlo. -¿También tienes problemas para descansar?-

-Quiero tener sexo. - 

-Yo me siento un poco deshidratado. - suspira abriendo el refrigerador con la cabeza inclinada. 

Mira al gato en el fregadero. Preguntándose si había escuchado eso o estaba loco. 

-Tu mamá tiene refrigerador en esta economía , ¿No está loco? No creo que trabaje en limpieza como te dijo.- rie agotado el gato. - Enserio me siento mal, Grambel. - lamenta volviendo a hundir la cara en un bote de agua fría con cáscaras de naranja flotando dentro.

Theodore decide ignorar lo que pareció una alucinación y termina con el jugo de granada antes de notar que el suelo y lavabo estaban llenos de restos de cáscaras de naranja así como la cesta fue asaltada. 

-Te comiste toda la fruta.- 

-Lo siento mucho.- 

Theodore mira al gato aturdido y visiblemente desmejorado. 

No puede ocultar que le preocupa verlo así después de meses escuchándolo, más bien no escuchándolo porque se mantuvo callado mucho tiempo, tan decaído y triste pero está en la casa de su madre, no podían llegar a liquidar sus reservas. 

-¿Y por eso vas tras las naranjas?- le cuestiona y saca del refrigerador una bandeja con comida más contundente.-¿Por qué no comiste salchichas?-le ofrece esta opción entre queso seco y uvas. 

El gato volteó el rostro con el olor de las salchichas. 

-No… - corre alejándose de la cocina apresurado.

A su paso el grito de Barys y su caida avisa de lo rápido que entró al baño. 

Sus ojos van a esta cesta. Huele cada uno preocupado por el estado de la comida. 

No parecía estar mal. 

-Ese tipo está como loco.- Barys llega a la cocina tomando la bandeja de sus manos. 

-¿Qué deberíamos hacer esta vez? Tu mamá tiene tablas para un jardin de uvas.- mueve la cabeza agusto por el sabor del queso.-Será divertido hacer cosas de jardinería, asi le pagamos por la comida y la habitación.- 

Theodore mira la ventana. 

-Yo aun debo buscarlo. - suspira buscando la olla para el café. - Así que Miguel y tú pueden buscar algo divertido. Yo iré a las oficinas de gobierno. - lo comparte al estar más que seguro de cómo se concentraría en su siguiente misión. 

Barys mira al lugar y la comida que estaba llevándose a la boca en frío. Sus ojos van a los adornos, era la casa de una persona solitaria. 

Una sola comida, una botella de jugo que debió comprar en su refrigerador. 

Sumado a un adorno que lo detiene mirando la mesa y su delicado adorno. 

Unos pescaditos con zapatos escolares sobre un mantel costurado en algodón brillante y limpio. 

Culpa lo llena al ver las migajas que dejó en esta mesa. 

Busca un paño seco para limpiar esa suciedad antes de que la señora se presente. 

-Creo que mencionó ser de un pueblo del centro sur del país, con ríos y un pasaje al océano a dos días en auto.- suspiró sentándose con la botella de jugo en su mano.-Con eso puedo encontrarlo si consigo un mapa detallado. 

Barys escucha con las cejas fruncidas, mirando a la mesa. 

Vuelve a mirarlo pensar en murmullos. 

Sobre todo observa sus manos llenas de heridas del arranque anterior en ese cementerio. 

Suspira con la cabeza baja. 

-Theodore, llevas años sin ver a tu madre. No creo que este tipo valga más que el tiempo que perdieron por culpa de la guerra. - mueve los hombros.- No me pude llevar bien con mi mamá porque la mate al nacer pero tú sí puedes darte ese lujo y creeme, es un lujo tener a tu madre viva. - mira la mesa. - No vale la pena un hombre, Theodore , quédate más tiempo con tu mamá. - 

Grambel mueve la cabeza, cambiando su atención del suelo a la ventana.

Sus amigos se comieron la comida de su madre y parecen locos dando vueltas por la casa.                      

Es extraño que sea este mismo amigo suyo el que le pida que sea más consciente con su familia. 

Entonces cae en cuenta de lo que dijo Barys y como lo dijo. 

-Nunca habías hablado de tu mamá.- debe bajar el tono para no sonar con toda la sorpresa que le sacude al escucharlo. Sobre todo muy lento llega a comprender lo que vino entre la información sobre su vida, algo que Barys nunca compartía más allá del odio que le tiene a todo ser que comparta su misma sangre, dejando un mal sabor de boca al escucharlo.-¿Por qué tuviste que hacerlo así?- 

Barys cierra la boca con fuerza, resoplando por la nariz ante este error después de quedarse con un rostro relajado por una emoción que no tiene nada que ver con la tranquilidad. 

-Porque es la verdad, Theo, cuando nací mi madre murió por tenerme y toda la vida lo he sabido. Por mis hermanos, mi padre y más personas de las que creí no… - Inhala hasta llenar su pecho y tranquilizarse.-Theodore, ya conocí cosas peores que mi familia. - sonríe sin ganas. - Theodore, no elijas algo que no te eligió a ti. - 

Theodore cierra los puños sobre la mesa. No puede decir que Hobart no lo eligiera sino que estaban en una situación donde era más que obvio que ambos se vieron obligados a dejarse ir. 

No deseaba separarse de su perro, más como Hobart, él también contaba con responsabilidades que no podía dejar de lado, no cuando tantos soldados lo necesitaban. - 

-Bajaron las armas, Barys, y lo hizo por mi-

Su amigo interrumpe. 

-Lo hizo porque era conveniente, porque era vida y muerte.- 

Claro que puede ser así, Theodore sabe que así fue, Hobart fue muy claro durante toda la reunión y después de esta. Más puede que solo piense en cómo esos momentos en soledad los aprovecharon con creces y una sed que solo podía ser comparada con la locura, porque eso fue. Solo locura fuera de lugar. 

Con todo eso, cada segundo debió ser una oportunidad, él tuvo muchas oportunidades para matarlo y esto seguro fue recíproco. Hay muchas razones por las cuales no matarlo pero también hay muchas más por las que no lo hicieron. 

Hobart se arrodilló no una sino dos veces y aunque era algo muy personal, eso mismo tenía valor para Thedore. 

Para lo que sabe que es el ego y orgullo de Hobart, el que le ṕidiera guardar el secreto y después pareciera que nada de eso le importaba realmente. 

Hobart seguramente pensaba con lujuria pero en el deseo es claro que estaba desesperado por entregarle parte del control. 

Podría pensar con más perversión pero aun llegara otra vez a ese tipo hablando en la oscuridad y siendo tan dulce como sumiso. 

Porque nunca pensó que él se atrevería a decir algo tan peligroso como “Soy tuyo” no cuando él mismo no se atrevió a pronunciar esas palabras. 

No es una historia con detalles a compartir en voz alta pero era de ellos, eran sus verdades. 

Su vida en manos de alguien más. 

Porque Hobart pudo traicionarlo en más de una ocasión o humillarlo pero fue quién se mantuvo un paso abajo al tratarlo de esa forma. 

¿Estaba siendo estupido? ¿Un palurdo sin experiencia o algo peor? 

¿Le importaba acaso? 

Para su desgracia, no. 

No le importa parecer un estúpido. 

-Hobart me eligió, Barys ¿Crees que es fácil para mí dejarlo? Quiero esto , quiero verlo de nuevo.-

Su amigo junta las manos sobre la mesa. 

-¿Como le diras a tu madre que vas a dejarla sola otra vez?-

Es un tema que hace que se quede en silencio. 

No deseaba perder el tiempo de nuevo, no deseaba darle más de su vida a otros que no fueran su familia. 

Deseaba decidir qué hacer con su vida, no puede aceptar que esto sucediera de nuevo después de tanto tiempo dándole a las personas incorrectas incluso su sangre, no podía más con eso.

 No más pérdidas. 

El felino le toma el brazo. 

-Porfavor decide bien lo que harás, no pierdas mas tiempo por nada.- 

-Si Theodore quiere buscarlo debería poder hacerlo sin que se lo hagas mas difícil. - 

Barys voltea observando a Miguel con las cejas bajas. 

No deseaba discutir con él después de lo sucedido pero eso no significaba que pudiera estar en paz cuando esta opinión parece estar fundada sobre la negación del mismo felino a aceptar que perdió algo que durara tan poco. 

-Solo quieres que él haga lo que tu no …- calla. A tiempo o muy tarde, no lo sabe justo ahora, solo sabe que lo que estuvo apunto de decir era mucho más cruel de expresarse de lo que pensó. 

No deseaba atacar a Miguel pero tampoco podía aceptar que por su deseo de viajar con Theodore le hiciera pasar por esto. No piensa en Theodore como un ingenuo ni quería ser una nube negra en su alegría y esperanza pero solo pensar que ese tipo esté por ahí divirtiéndose con otra persona cuando Thedore parecía estar tan decidido a encontrarlo, lo hacía rabiar. 

Los mismos pudieron comprender lo que estuvo apunto de decir, era un gran peso aquello, no podían negar que solo la mitad de esas palabras hicieron mucho daño a Miguel. 

Sumado al riesgo de un desengaño que afectaría a los dos al ser Miguel quién sigue a Theodore en lo que parece algo para sí mismo, todo le sabe mal. 

Tanto que parece necesitar sanar como Thedore buscando más heridas para continuar unidos. 

-¿Vas a viajar, hijo?-  

Los tres mueven la cabeza al escucharla. 

Como cucarachas a la luz los dos gatos lo abandonan sin siquiera pensárselo. 

Solo ve a Barys llevarse la cesta de comida. 

-Buenos días. - pasan a su lado saludando. Abandonando la cocina y la sala, van al jardín delantero como si en esta habitación fuera a explotar un avión. 

Cosa que ya vivieron pero no pensaba que debiera ser así ahora. 

-¿Después de todo lo que me hiciste pasar?-

Theodore baja los hombros sorprendido. 

-Mamá… - siente que esta vez no era bueno lo que venía. 

-Theodore, hijo ¿Porque me haces esto?- pregunta en un susurro. -¿Porqué te quieres ir?-

No esperaba tener que responder esta pregunta

-Mamá… hay alguien que me gusta mucho, lo adoro y creo que también me adora a mi. - 

Eliza abre la boca con un suspiro. 

-Y si te adora ¿Porque no está contigo?- 

Theodore suspira moviendo las orejas. De arriba abajo. 

-No se, mamá y por eso quiero buscarlo y preguntarte.- mira al suelo. - Él y yo…-piensalo antes de hablar de algo que no debía.-Él confío en mi-

-Hijo, eres un soldado y un general-

-Él es de los dorados. - interrumpe con sus manos juntas. - Tuve su vida en mis manos y él tuvo las mia, estuvimos en la peor escena posible pero él aún me eligió. 

-Theodore… - suspira mirando la mesa. 

Para desgracia de Theodore una vez más su madre deja salir algo que lo avergüenza como ser desarmado por una bofetada. 

- El sexo no es amor, ¿Porque lo eliges ? - 

La cara de su hijo cambia a un rojo tan visible como la vergüenza en su cara. 

-No, mamá… No es…solo eso. - mira la mesa con la cara roja. - Él me dejó-

-¿Y él es más importante que yo?- toma sus manos. - Hijo, ¿Por qué pareces más ingenuo hoy que cuando te fuiste?-siente mucha preocupacion por Theodore auque él decidiera ser sincero con ella, a riesgo de sonar estúpido como ya se sabe por la advertencia de su amigo en lo poco que esciucho desde el pasillo. 

Su hijo le responde de una forma que le hace creer que debió ser más cruda con él al crearlo. 

-Porque quiero creer que hay algo, mamá, quiero esto, necesito esto.-  

Su madre cierra y abre los puños inquieta. 

¿Su hijo estaría bien llevando de nuevo su propia vida después de años separados? 

-¿Cuánto tardarías en ir a buscarlo?-

Theodore mueve las orejas bajando la mirada avergonzado por su decisión a pesar de estar decidido a cumplir con ella. 

-Nueve días o menos. - 

Eliza sonríe cansada. Resistirse no hará que se quede y puede que de hacerlo su hijo simplemente decida cortar contacto para ir sin decir nada.

Es un chico muy predecible para ella. 

-Está bien, hijo, trae a tu… - procesa. - ¿Hombre? ¿Es un gatito como tus amigos?-

La boca de Theodore se cierra con fuerza. Mueve la cabeza buscando cómo responder esta pregunta. 

-No me digas más. - suspira bajando los hombros. - Vayan al mercado y ayúdame con mi jardín.-

-¿No volverás al restaurante?-

Eliza le toma el rostro con ambas manos. 

-No podemos, Theo, será cuestión de tiempo para que la gente sepa lo que hice y me maten de volver a ese lugar.-  

Es cruda la verdad, como buscar una herida pero esta ya solo sea una cicatriz. 

-Mamá… - suspira.-Lo siento mucho mamá. - 

Es demasiado doloroso dejar su negocio, cuando le costó bastante hacerlo decente a pesar de ser un punto de encuentro para enemigos, aun esas horas en la cocina y las oficinas del gobierno las paso con mucho amor. Cada día, solo eso podía moverla de su cama cuando solo deseaba dormir, era su vida y le gustaba. 

Le gustaba escuchar cómo disfrutaban de la comida, como hablaban de su negocio y la reconocía pero nada vale más que estar con vida y llegar a encontrarse con su hijo nuevamente. 

Eliza junta las manos al ser abrazada por su hijo, manteniendo los ojos en la mesa con el peso de la espera liberándose con un suspiro. Su hijo no desea quedarse, tiene sus propios planes y deseos. No puede hacer tal locura como detenerlo pero tampoco estaba contenta con la idea de dejarlo ir tan fácil después de años perdido en acción. 

¿Y si se tira por las escaleras y lo manipula? Es un movimiento tenaz e instantáneo. 

-¿Cómo es ese chico?- pregunta para despejarse y no pensar como lo hacen las viejitas que en su pasado le retenían el pago cuando limpiaba casas.-Háblame de lo que te enamoro. - 

Theodore, piensa en lo que podría decir. 

-Es bueno contando y cuando hace frío sus orejas se enroscan hacia arriba y parece estar siempre alerta. - mira al techo y ṕuede que recordara que si debia estar alerta. - También le gusta la comida picante y me consiguió un sándwich de queso con pepinos.-

Bien, cualquiera que esté siendo manipulado hablaría de flores y gestos de cariño. No de un sándwich y una reacción física al frío. 

-¿Qué tal si me hablas de sus actitudes? - 

-Actitud…- deja ir el abrazo. - Él es amable con todos pero no le gusta que se rebelen… - suspira recordando. - Le da vergüenza que crean que es suave pero cuando ayuda a alguien es muy gentil a pesar de tener la boca de un borracho. - 

-Ay, no, hijo ¿Te vas a enamorar de un alcohólico?- le pregunta tomando sus hombros.-No seas tonto, los borrachos no sirven para familia hijo. - 

-No es un borracho, solo es idiota. - 

Eliza mueve los hombros derrumbándose algo dentro de ella. 

Toda imagen pulcra e intocable se ve sacudida por la actitud enamorada de su hijo. 

Algo que después de muchas vueltas se reduce a su pobre niño siendo perturbado por un cretino desagradable en el exterior de su casa. 

-Mi pobre niño, tan idiota. - beso su mejilla para terminar la conversación.- Ahora vamos a desayunar lo que hayan dejado tus amigos.- 

-Iremos a comprar comida. - 

-Claro que no, ustedes van a ayudar con las cercas y el jardín. - 

-No vas a cocinar para todos, deja que nosotros-

-No, yo no voy a cocinar. Yo tengo que ir a trabajar, iré por pan y hay que prepararlo. - va por un gorrito, su bolso y… -¿Qué?- exclama mirando el interior. Encontrando un fajo de billetes, gira para mirarlo. 

-Es cosa de él. - informa algo positivo por la posibilidad de tener este aspecto a favor de la persona que por ahora no puede describir correctamente a su madre. 

Lo que recibe es una mirada y sin curiosidad, solo un reconocimiento pesado y calculador. 

-¿Te metiste con un viejo verde?-

Grambel baja los hombros ante lo que parece ser el peor prospecto que su madre podía imaginar ahora grabado en su mente 

-Es joven como yo.- aclara rendido. 

Ella inhala profundo. 

-Te dije que no creyeras en ese tipo de gente.- esconde ese dinero tras un cuadro, nada emocionada de tenerlo en manos ni saber de este. - No quiero más de esto en mi casa, Theodore.-le advierte. 

Theodore escapa al jardín bajo la mirada de su madre, no puede describir la vergüenza que le está carcomiendo los huesos pero, sí pero, puede que sea bueno. 

Además de que en cualquier momento ella terminara descubriendo el resto que hay en el sótano.

Aun busca una ventaja en su presente y en su madre tiene con una vara tan baja es claro que su reacción al conocer a Hobart será espectacular. 

Cualquier cosa es mejor que lo que tiene en mente su mamá ahora mismo. 

 

Eliza deja de lado la situación, es claro que hay algo mal con esta relación que parece ilusionar tanto a Theodore.

  Al salir puede ver a esos dos gatos agachados en el arbusto de fresas. 

No hay fresas pero hay algo adictivo en ver esas florecillas y es algo que sabe bien.

-Chicos ¿No querrán acompañarme al mercado?-les pregunta a los dos. 

Estos se sobresaltan y se miran el uno al otro. 

-Yo iré. - se ofrece Barys. 

Miguel se queda en el jardín. Suspirando al verlo seguir a la señora madre del general. 

-No se si sea sano eso. - vuelve a la casa. 

Es posible ver a Theodore en la cocina. 

-Barys está con tu mamá.. - 

-Ella regresara enojada. - suspiro aceptando que Barys va hablar de cosas que no debería saber su madre. 

-No creo que sea tan rastrero como para hablar de ti. - 

 

 

 

-... y se bajó del carro para lavarse los pies en el río, estaba desesperado.- 

-¿Entonces no se volvió flojo cariño?-

-No, él cocinaba y cuidaba de todos y otras veces los regañaba.-

Eliza mira al camino y de nuevo al gato que camina a su lado. 

-¿En serio los trato como si fuera su padre?-

-Pues creo que él gustaba de cuidarlos. - 

-... ¿Y cómo conoció a ese tipo?

-¿Tipo?... - piensa moviendo las orejas.-¿Cual tipo?-

Eliza no fue paciente con él y su intento por cubrir a Theodore de su escrutinio. 

No ahora que sabía que su hijo estaba por embarcarse en una búsqueda tras un tipo que parecía peligroso, tenía dinero y además parece que lo engaño con poca cosa. 

-El chico que planea buscar a mi hijo, ¿Quién es?- le pregunta directamente. 

Barys mira al camino. 

Tienen dentro de su pecho la verdad muy clara, el peligro al que se enfrenta Theodore y eso incluía la posibilidad de desperdiciar más tiempo buscando a un tipo. 

-Es el hombre que se supone que mataron, señora.- sincero. - El tal Black, ese es. - 

La gata se detiene mirando al muchacho con un reconocimiento silencioso dentro de sí. 

Algo que viene de recordar detalles de esta persona a través de las conversaciones en las oficinas. 

-¿Black?- comprueba con una pregunta directa

-Si. - bufa cansado. - Ayer Theodore asaltó la tumba para buscar su cuerpo y quiere buscarlo en su pueblo o donde sea que esté escondido. - mueve los hombros. - Señora, ¿Qué clase de niño era Theo?-

La señora apenas procesa que su hijo fue a una tumba y la profano para ubicar a este supuesto desconocido mal hablado, serio y buena persona con dinero que parece ser un criminal de estado ya fusilado por varios crímenes. 

-Theodore. - rasca su nuca con un nervio expuesto. - Él era un buen niño, aunque creo que ahora no lo conozco tanto, siento que aún puedo saber que él es mi hijo.-

Barys continúa sacando información de su propia percepción para compartirla.

No esperaba que fuera tan sencillo delatar a Theodore ahora y con su madre. 

-Creo que ese tipo sí quiere a Theodore pero tiene su propia agenda. - vuelve a observar el camino.-¿Usted podría convencerlo de quedarse aquí? ¿En paz?- pregunta nervioso. 

Ella le da una mirada profunda, analizándolo con detenimiento. 

-¿No venias para acompañarlo a su viaje?- 

Barys ve esos ojos fijos en su rostro, llevando una mano a su parche para cubrirlo antes de volver el rostro para no dejarle ver esta cicatriz así esté cubierta por el parche. 

-Él me ayudó mucho, me salvó ¿Porque aceptaría que se ponga en riesgo por alguien que no conoce fuera del campo de batalla?-

La gata mueve la cabeza, suspirando con una sonrisa. 

-Porque así es el amor cariño, es una pregunta que en respuesta siempre te hace sonar como un estúpido y debes arriesgarte.- suspira mirando al cielo con pensamientos vueltos un enredo.-Es difícil hacerlo pero arriesgarte es mucho mejor que nunca intentarlo hasta que ya es tarde.- mueve la cabeza aceptando esta realidad después de años. Es impresionante que un tipo que pasó años durmiendo en la calle fuera mucho más encantador que todos los que conoció fuera de ese espacio tan peligroso para ella.-Puedo entenderlo, es mi hijo y es estúpido… Quizás es más estupido que valiente y por eso su vida ha sido tan difícil. - detiene sus pasos frente a una tienda. - Vamos a comprar pan, ¿Tú o tu amigo tienen alergias?- 

-No, no hay alergias. - suspira con el olor del pan recién horneado. 

 

 

El desayuno es tan rápido como su madre preparándose para ir al trabajo. 

La acompaña al ser el mismo edificio. 

A su espalda van los dos gatos que van tan atentos al camino como al suelo, nada, solo ven alrededor esta ciudad activa hoy que no era un día de descanso y todos los comercios abriéndose a su paso por la mañana. 

-El edificio está allá, ¿Qué tal si tus amigos y tú se quedan en el parque para divertirse?- lo recomienda apuntando al parque. 

Está claro que no los percibe como adultos cuando ven que lo que apunta para que se entretengan es un tipo platicando con la gente usando una marioneta. 

-¿Porque miran allá?-

Giran la cabeza. Un lugar de baile. 

Las venas controvertidas de dos de ellos gritan de horror. 

-Debo hablar con alguien de las oficinas. - señala Theodore para escapar de ese baile. 

-Oh, bien. - 

-Nosotros vamos allá. - 

-¿Nos?- pregunta Barys pero ya está siendo llevado al danson por Miguel. 

-Bueno, estarán entretenidos.- Eliza suspira volviendo al camino. 

Theodore vuelve a mirarlos unirse al baile donde los ven raro por ser gatos pero no se ve ninguna agresión en esos ojos. 

Cierra los puños antes de seguir a su madre a las oficinas. 

 

En este edificio es visible aún muchos grupos de familias por unirse en matrimonio, algunos los reconoce y a otros no. 

-¿Puedo ver en qué trabajas?- pregunta a su madre. 

-Claro. - sonríe apuntando al camino. - Ni yo se como termine en esto, un día pedí vacante de limpieza y al siguiente me dieron este puesto. 

-¿Qué es lo que haces?-

-Transcribir.- suben al ascensor manejado por una persona dentro.-Buenos días, niño. - saluda al hombre que maneja el ascensor. 

-Buenos días. - le responde con la cabeza baja al mover la palanca de este. 

Theodore al inicio lo ignora al estar escuchando a su madre quejarse de la tinta. 

-Cuando uso el borrador debo hacerlo varias veces o no se borra y huele mal.-

-No pensaste que sería así la oficina.-

-Es tan divertido como revolver la misma olla de guiso. - sonríe mirando a la puerta.

Los dos bajan en el segundo piso. 

Las personas en el lugar no eran exactamente lo que esperaba ver en oficinas de gobierno. 

Desde niños que parecían tener menos de quince a ancianos, era un grupo muy variado el que se estaba encargando de este espacio. 

-¿Qué están haciendo aquí?- pregunta en voz baja a su madre. 

-Transcribir, tenemos que copiar documentos anteriores y en mi caso, los traduzco.- mira a un lado.-¡Hola, buenos dias chicas!- correa saludar a un grupo de mujeres mayores.-¡Tengo buenos noticias!-

Theodore presiente que le van a manosear los brazos y cachetes. 

-¿Trencitas vino con usted, general?-

Las orejas de Theodore se sacuden con esa pregunta. 

Mira a la persona en el ascensor. 

Es uno de los soldados de Hobart. 

Alerta a todos sus sentidos para descubrir las intenciones de este. 

-¿Él vino?- pregunta moviendo esa cola de lado a lado con una fuerza que golpea la pared como látigo.-El teniente ¿Está aquí? ¿Vino aquí también?- 

Theodore mira esos ojos y su madre. Le es demasiado claro que este deseaba escuchar un si. 

-No, él se quedó a mantener el orden. - miente sin cambiar de expresión. Tan solo por la duda que siente respecto al interés de este perro por el teniente. 

Este deja de mover la cola y sus orejas se bajan con el rostro ligero al escucharlo. 

-Quería verlo. - suspira. 

-¿Porque lo quieres ver?-

Antes de responder, este perro cierra la puerta del ascensor. 

-Lo extrañé mucho. - admite un momento antes de que la puerta se cierre. 

Theodore queda con esta incógnita, no sabía nada de esto ni porque este cachorro quería ver a Barys. 

-¡Es él! ¡Él es mi hijo! ¡¿No es precioso?! ¡Saluda Theodore!-

El gato es abordado por estas personas antes de poder hacerse más preguntas o sospechar. 

-Pero que muchacho mas guapo, Eliza ¿De verdad es tu hijo? Se ve más hombre de lo que decías. - 

Su cara se giró para verla reírse descaradamente de su sorpresa.

Theodore solo puede preguntarse cuál sería la manera en la que su madre lo presentaba al mundo y porque todos se sorprenden de la misma forma al conocerlo. 

 

 

 

 

 

Fuera de las oficinas el par de gatos ya se había rendido y dejado que la vida los llevará a donde pertenecía. 

Viendo al hombre con la marioneta dando un espectáculo infantil. 

-...por eso eres pobre, por feo!- recrimina a la tierna princesa de flores. 

-Soy feo porque soy pobre, no porque sea feo. - 

Como si fuera evidencia policial los dos mantienen los ojos sobre las marionetas. 

-Eres un mentiroso.-acusa una de estas a la más rota, armada con trapos y un montón de hilos sueltos. 

-Dame una pepita y verás como cambia. - le asegura extendiendo su manita de trapo. 

-Bien pero cuando no se te quite lo feo me burlaré de ti. - le promete la marioneta armada con recortes de flores y encaje de colores pastel. - Toma.- con un gesto exagerado coloca una pieza de papel dorado sobre la mano de la marioneta fea. - Cambia. - le ordena. 

La marioneta de retazos comienza a sacudirse y soltar hilos.-

-¡Oh!- exclama la muñeca de colores. 

Esta marioneta fea se detiene. Esperan. 

Corre riéndose desquiciadamente. 

La marioneta de flores abre la boca de par en par con un grito. 

-¡Mi oro, no, oooohhhhh!- termina gritando con tremenda voz de macho la que antes hablaba como una princesa de exagerada voz chillona. 

Los niños, y un par de gatos al fondo, ríen solos mirando a esta marioneta sacudirse furiosa por el robo. 

Miguel deja de reír al oler algo algo a lo lejos. 

-Voy por la comida. - avisa. 

Barys mira las marionetas y el hombre toma unos segundos para armar el nuevo escenario con los niños acercándose a poner monedas o dulces en la canasta. 

Deja el espacio en el suelo para poner unas monedas y seguir al gato hambriento. 

Claro que lo encuentra. 

Está sentado en un puesto de mariscos, al parecer esperando unos camarones en la parrilla. 

-Supe que mentía cuando vi su saco, tiene cabello de otro color. - 

La cabeza de Barys se llena con la sensación de un abrazo sobre sus hombros. 

Mira a ese lado con las orejas arriba a son de pelea. 

-Hola. - saluda al cachorro. 

De inmediato sus orejas se pegan a su cráneo ante la presencia de este cachorro. 

Soltando una gran patada al estómago del cachorro para escapar. 

 

 

Por su lado Miguel espera a ver como la persona cocina. 

-¿La cáscara se come?- pregunta mirando algunos con cáscara y otros sin. 

-Depende de la preparación que les des. - le responde la cocinera.-Algunas especies ni se lo piensan pero otras no pueden digerirlo si es muy grande, así que de una vez se pelan y se secan hasta hacerse polvo. Después lo venden para hacer caldos u otras cosas.. - mira su rostro. - Eres un gato muy lindo. - sonríe. 

-Gracias. - responde con una sonrisa. -Yo tenía… Tengo un amigo de las costas ¿Vienes desde allá o compras aquí tu venta?- pregunta esperando saber más de él. 

La joven mueve las orejas curiosa. 

-No pareces ser un pervertido acosador pero ¿No te parece un poco raro que preguntes eso?-

Su boca habla antes de poder pensar bien ello. 

-Mi pareja era de las costas pero murió en batalla y yo quería ir a su hogar, conocer más de él. - 

La potra deja de mover las brochetas. 

-Lo siento, no quería-

-Esta bien, yo hubiera sido más grosero. - 

Ella ahora siente que estaba demasiado emocional y fue grosera con él solo por otras personas molestando cada día. 

-Si, vengo de la costa, ¿Ya planeaste cómo y cuándo llegar?-

-No, no se ni como se viaja. - 

Ella mueve la cabeza confundida. 

-¿No eres de aquí?-

-¡Miguel , nos vamos ahora!-

-No, estoy esperando mi comida. - reclama sin moverse a pesar del empuje del gato alterado. 

-Vámonos, por favor Miguel, muévete. - le apura mirando a otro lado. 

-Estoy esperando, son camarones, tienen que cocerse. - lo explica sin moverse, tan paciico que se sentía como una planta bajo una brisa suave. 

Barys comienza a temblar de coraje. 

-Apúrate. - ordena a la potra. 

Ella mira al fuego y espera con hombros tensos al apresura a empacar el resto de los acompañantes. 

-No molestes a las personas, es su trabajo. - le regaña Miguel al sentir que ella se había puesto nerviosa. 

-Solo cállate. - mira alrededor preocupado. 

Miguel saca el dinero para pagar. 

-Lamento la incomodidad. - 

-No, no , gracias por comprar y tengan un buen día. - lo asegura al entregarle la bolsa de papel con la comida. 

Dejan el local con Miguel entristecido sin saber por qué. Quizás porque intentó hablar con alguien y no resultó o porque deseaba saber más de la ruta por las que llegó el cocinero. 

Para desgracia de Barys ese cachorro aparece por delante, con una mano en el estómago saluda. 

-Gato triste. - le reconoce a Miguel. - Mira que no pensé verte, ¿Vienes a por las cosas del perro que se murió?- le pregunta directamente. 

Miguel abre y cierra la boca muy tenso. 

-No tengo ninguna identificación familiar para llevarme nada. - 

-El tipo ni familia tenía, te puedes llevar todo y así se libera un cajón del almacén.-

Miguel suspira con esa bolsa de comida en sus manos ahora más pesada.  

-Eres muy cruel. - murmura perdiendo parte de su buen humor ya agotado.-Demasiado para estar hablando de un compañero. - 

-Mejor eso.- señala el edificio. - Vamos, hay algo que puedes llevarte. - 

Miguel camina hacia ese lugar con hombros tensos

Barys al fondo junta las manos al seguirlos con las orejas bajas. 

De pronto el espacio que quería se cumple pero se siente mal. 

 

 

 

 

Theodore oficialmente escapa de las señoras cuando estas lo pierden de vista vuelve a la recepción. 

-Hola, necesito buscar a una persona. -

La recepcionista parpadea varias veces antes de responder al gato. 

-La sala de matrimonios está en el ala oeste. - 

-No, no se trata de eso. Es buscar a alguien. - 

-Bueno, usted dígame el nombre del funcionario y lo comunicare con ellos.- 

Con la memoria repite el nombre de los dos más cercanos al perro. 

-Christian Crawford. - 

La recepcionista detiene su revisión de contactos en la lista del edificio. 

Mira al gato y suspira. 

-No puedo comunicarme con él ¿Tiene otro nombre?-

Theodore frunce el ceño, no esperaba una negativa por parte de esta persona y menos ahora. 

-Paul Dean.- 

La joven vuelve a leer el registro. Suspira bajando las cejas. 

-Señor, si usted no tiene nada que hacer en el edificio será mejor que se retire antes de que llame a seguridad.-

Levanta los hombros erizados. 

-Dime porque no puedo conectarme con ellos, deberían estar aquí.-

-Señor retírese. - ordena ella apartándose de la recepción. 

El gato se eriza con el toque sobre su hombro. 

-Porfavor, haga el favor de retirarse sin escándalo. - piden estos lagartos. 

Grambel gruñe sujetándose a la mesa del escritorio. 

-¿Por qué no puede llamarlos? ¿Qué está ocurriendo?-

-¿A quién busca?-

-¿Por qué no lo comunicas?-

La mujer levanta el pecho indignada por las preguntas de este grupo. 

-Es porque este hombre quiere hablar con el ministro y el secretario de gobierno ¿Como quieren que lo tome enserio?- 

Los guardias mueven la cabeza dando por hecho que estaba loco y quizás era un peligro para todos. 

-Vamos, será mejor que vayas a casa. - 

Grambel solo tuvo que sentir por un segundo el toque de estos dos para llegar a su límite. 

-¡Quiero hablar con esos dos, ahora!- ordena saltando sobre la mesa. - ¡¡ASI QUE LLAMANOS AHORA O TE MATO!!-

La mujer retrocede ahora más asustada que solo frustrada como hace un segundo. 

Los guardias presupuesto que no pueden permitir un comportamiento, procediendo a sujetarlo bajo la mirada de cada uno de los presentes y quienes pasaban por los balcones de pisos superiores. 

-¡No se me acerquen! ¡No estoy de humor! ¡¡¡Llámalos ahora, llamalos!!! - 

-Señor debe tranquilizarse, estamos trabajando en cosas importantes aquí. - 

Como si botones sobre otros fueran activados, este gato va perdiendo más y más de su estabilidad , lanzando la silla donde la recepcionista se había mantenido sentada antes contra los guardias.

-¡¡A mi me importa poco eso!! ¡¡Yo quiero a Hobart, quiero verlo ahora!!- gritó sacudiendo uno de los floreros antes de lanzarlo contra ellos. 

El lagarto que sufre el impacto retrocede con el jarrón atrapado en su afilada mandíbula de gavial. 

-¡Saquenlo de aquí!- viene el grito de una rana al fondo de todos los testigos. 

Con presteza lo rodean listos para sujetarlo y sacarle del lugar así deban arrastrarlo. 

Theodore pelea empujandolos, no quería usar las garras pero estaba muy alterado, los patea y empuja mirando a todos con odio. 

-¡Ehhhhh! ¡SUELTENLO ARRASTRADOS!-

  Como una pegatina ese gato que parece volar de la puerta a la espalda de un oso, para cerrar los brazos en torno a su cuello. 

-¡¡Ahahaha!!-

En poco tiempo ya tenían testigos en cada piso, incluso la persona que vendía dulces fuera del lugar estaba mirando la escena. 

Barys, cuidando la comida de Miguel, mira todo el panorama tan sorprendido como perdido. 

Theodore lanza el escritorio para sacarse de encima a los guardias. 

Barys tiene que agacharse para no ser impactado por este. 

-¡¿Qué está pasando?!- 

Desde el segundo piso aquella señora gata se asoma con las orejas bajas, mirando a su hijo pelear con todas estas personas. Regresa para bajar las escaleras de dos en dos, tomando en silencio una vara de escoba para la batalla. 

A unos metros de las escaleras una persona emerge de una oficina, mirando a todos observando al primer piso con el eco de los gritos y maldiciones en el aire. 

Se acerca al borde para averiguar lo que estaba pasando. 

-Oh. - eleva sus esponjosas orejas al ver el escenario completo. 

Ese gato, que ya se le había advertido, estaba haciendo tanto ruido como discutiendo a gritos con todo el que pudiera. Junto a otro que insiste en atacar con los brazos a un gran oso que estaba por caer al suelo. 

-¡¡Oye!!- lo llama. 

El gato más alto eleva la mirada sobresaltado. 

La joven señala el ascensor.

-Sube para que hablemos.- mira una escoba volar hasta estrellarse en la espalda de alguien con tanta fuerza como para partirse en dos el palo. 

Los presentes fruncen el cuerpo al escuchar el siseo doloroso del hombre que cae al suelo sin aliento. 

-Tsss…-la osa señala con un susurro. - Denle un almuerzo gratis a ese hombre y con carne extra.-

Su asistente levanta el pulgar. 

 

 

Theodore no está tan bien. 

Su ropa se rompió, su pelo está sacudido como escoba y además se siente miserable. 

Demasiadas cosas sucedieron ya ya no sabe si valieron la pena. 

A su lado, en la oficina donde los tres estaban apretados en tres sillas frente al escritorio de la osa roja. 

-Dulzura, ¿Que fue eso?-

-No me responden. - 

-Si, es una razón para amenazar y atacar. - suspira recargando la cabeza en su puño.-Debiste pensar mejor que lo que hacías, cambiar las cosas y buscar alrededor y no simplemente lanzarte sin saber nada. - 

-Yo no quiero saber nada de este lugar, solo quiero a Hobart-

La osa mueve las orejas con un suspiro. 

-Mi hermano también y te quería. - 

-No hables como si estuviera muerto. - 

-No se trata de que esté muerto sino de que estás causando problemas. - 

-Yo no quería causar nada, estoy buscándolo. - 

Ella cierra los ojos. 

-Gente dice que un grupo raro profanó la tumba de mi hermano.-

Los tres bajan la cabeza y ríen (en el caso de Barys que no hizo nada pero aquí estaba siempre para la raza) mientras Miguel estaba muy callado. 

-Mm… - pues no lo pensó bien pero tampoco pensó que estaba mal. 

Aunque es difícil imaginar que asaltar una tumba sea la forma correcta de amar. 

-¿El dinero lo tiene alguien de confianza?-

-Lo escondimos en tu cu-

La mano de Barys cubrió la boca de Miguel de forma instantánea. 

-No quería hacer eso, estaba buscándolo. - 

-La gente normal no busca en tumbas y menos las destroza por dos horas asustando al sepulturero..- mira a Miguel.-Grosero, malo. -

El aludido cambia el tema para escapar de la vergüenza en la cara de Theodore. 

-¿Como puedo recoger las pertenencias de un soldado muerto?-

La chica suspira al obtener esa respuesta por parte del gato. 

-¿Tienes pruebas de que te daría permiso de tomar sus cosas?-

-Me dio su identificación. - muestra la placa, la había unido con un clavo. 

-Hobart. - 

-Él te dejo algo pero debes dejar esta ciudad y viajar a nuestra casa. - mueve los documentos hasta revelar la pila de arreglos. - Ve con el jefe del pueblo y reclama su propiedad, ahí está todo.-

-¿Qué jalada es esa?-

Barys abre la bolsa y la entrega para que coma en silencio. 

Theodore suspira rascando su cuello. 

-¿Por qué no puedo saberlo desde ahora?-

La joven suspira. 

-Eres el ángel, no debes saberlo ahora ni estar aquí.- apunta a la puerta. - Como mi hermano, eres alguien con muchos enemigos. - abre la mano apuntando a sus amigos.-Un espía y un teniente con varias bajas y están en un país que los conoce por esas muertes.-

-Hicimos lo que podíamos, ¿No fue tu gobierno el que trabajaba con los tratantes? - 

La joven abre y cierra la boca, suspirando cansada. 

-Hobart ayudó con la eliminación de esos delincuentes pero quedan rezagos y estos se encargaron de manipular las cosas para que él sea asesinado primero por la gente que creyó en las mentiras y después por nosotros. - le apunta los documentos. - Tuve que llenar documentos donde mi hermano era un abusador, un pervertido malvado qué hacía daño a los más débiles ¿Porqué te portas como si sufrieras más que nosotros? - lo cuestiona furiosa en su contención.-Él pasó por mucho pero ni siquiera puede mostrarse ni escuchar un gracias justo.-  

Con ojos húmedos y un nudo en la garganta que se deriva a un lamento aguanta su queja para no exponerse por completo con los felinos que fueron aturdidos por su segundo de debilidad. 

-Theodore Grambel. - enuncia su nombre con fuerza. 

-¿Cuándo me dirás tu nombre? - 

-Soy Mary Le’Blanc, soy la hermana adoptiva de Hobart Black y creo que si las cosas son como dictan las cartas de mi hermano, también soy tu nuera. - 

… 

Theodore contiene una exclamación con los labios apretados.

Miguel se inclina solo un poquito para susurrar en su oído :

-Te va criticar hasta el tapete.- 

Grambel lo empuja de vuelta a su lugar. 

-Hay personas importantes en ese lugar, espero que puedas llevarte bien con ellos. - mira a Miguel. - Sigue a mi asistente, te darán lo que pediste. - con un suspiro se pone de pie. - Y por tu mamá, no tengas miedo. Su capacidad de traducción e interpretación la hace una persona valiosa, sin contar todo lo que la nación le debe. Está más a salvo contigo lejos que en su casa. - 

Así es como dejan la oficina. 

-Extraño cuando te mostraban respeto y miedo, ahora somos locos detrás de tu hombre. - 

Theodore lo mira con las cejas bajas. 

-Yo lo haría por ti. - 

-¿Enserio?-pregunta Barys. 

-Si. - 

Miguel ríe bajo.

-Solo déjenme hacer esto solo, y tengan. Está rico.- Entrega la bolsa de camarones a los dos para seguir al asistente por los pasillos. 

Theodore vuelve a mirar a Barys. 

-Ese chico-

Barys mueve la cabeza huyendo de su curiosidad. 

-Mira, es tu mamá. - apunta y lo empuja a esa dirección. 

Como un mal juego si madre le espera en ese pasillo. 

-¿Qué te han dicho?-

-Que él sí hablaba de mí. - muestra una sonrisa suave. 

Su madre no sabe si esto estaba bien, si era correcto que tuviera tanta fe en el amor de un hombre. 

-Crees que te está esperando. - 

-No, él cree que me quedaré tranquilo y no lo buscaré.-

Eliza inclina el cuerpo a un lado con una sonrisa rendida. 

-No harás eso, ¿Verdad?- 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de casi ocho años separados, en su reencuentro pasó siete días con su madre. 

Más dos colados. 

Eso le queda claro al ver la fotografía de su madre con la figura de los dos gatos a los costados de ellos. No porque fueran entrometidos sino porque parece que no hay espacio. 

Raro. 

Mira a los dos chicos comiendo en una esquina del estudio. 

-Hijo tengo esta pregunta. - revisa la fotografía. No son una molestia es ver dos gatos los costados.-¿Uno de ellos es amante?-

-No, mamá. - niega con el aturdimiento de una pregunta tan fuerte a él y de la nada. 

Eliza mitra a los dos. 

-¿Entonces son pareja los dos?-

-No, son amigos.- respire ahora más tranquilo al tener la oportunidad de explicar algo tan preocupante. 

Eliza mira a los gatos y luego a su hijo. 

-¿Hay una chica con ustedes?-

Mueve la cabeza negando con una sospecha creciendo. 

La señora gata vuelve a mirarlos. 

-Ya veo. - sospecha con las cejas fruncidas. - … hhmm… - mueve las orejas alejándose. - Hhmm… - regresa decidida y de su bolso saca tres cajas pequeñas.-Estas son vitaminas, tomenlas por si hay problemas para encontrar comida y descanso, será un repuesto. - 

Theodore siente que se le dejó con medio cuento sin contexto y ahora con otra tarea a recordar. 

Vitaminas y una fotografía, las obtienen en pequeños adornos, un collar con esa fotografía guardada en su interior y esa cajita de metal. 

-Gracias pero.. ¿Por qué nos da esto, señora?- pregunta Miguel confundido. 

-Porque se metieron en la escena. - les respondió ella. Levanta los brazos hacia cada uno. - Sería bueno que ustedes las guardarán hasta que puedan poner fotos de sus propias familias en ese collar.- abre los brazos para despedirse. 

Theodore levanta los hombros al ver a Barys abrazarla antes que él mismo. 

Por unos segundos la cara del segundo presente se gira hacia Thedore. 

-¿Te están robando tu mamá?-

No sabe, sinceramente no lo sabe. 

Este gato se ha portado mejor estos siete días que en todos los años que han sido compañeros. 

La señora lo deja ir del brazo, acomodando los cabellos sobre el listón del parche que arreglar para que fueran del mismo color que su pelaje. 

-Cuidate mucho, niño. - gira para mirar a su hijo. - Theodore, si esto no funciona, vuelve a casa. - 

Su hijo cierra la distancia con un abrazo. 

Los tres toman un abrazo. 

-Cuidate mucho gatito. - despide por último a Miguel al verlos subir. 

-Come bien mamá, haz amigos y sal a tomar sol.- le pide Theodore al subir al tren. 

Su madre suspira. 

-Baja, tienes el cuello arrugado y tu amigo también. - los lalas dando un broche. 

Los tres bajan de nuevo. 

 

 

 

-Creí que era un mito. - 

-¿Qué cosa?-

Dos trabajadores de la estación observan al clan dar vueltas del tren al exterior desde hace media hora. Entrando y saliendo cada cinco minutos. 

Como gatos, vuelven a bajarse para despedirse nuevamente. 

-Que son criaturas impredecibles, ya me la creí dos veces. - 

-Ya se bajaron otra vez. - 

Miran de nuevo a ese grupo. 

Ignoran como un perro llega en silencio a subir al tren, un vagón detrás de los tres felinos que vuelven a dar su vuelta de regreso. 

Así esta vez el tren se anuncia en retirada para sorpresa de los felinos que tuvieron que subir de un salto. 

 

-Hijo, ¡Habla y llévate bien con las personas que conozcas !-

Su despedida termina en un coro de madre he hijo, y tan tonto y sincero como siempre han sido apesar de toda la frialdad que siempre les a perseguido en sus vidas :

-¡Come cartílago!-

 El tren no se detendrá ni Theodore bajara pero ahí están. 

En la estación donde se despiden. 

-¡Sienta a tu amigo en la ventana y mantén limón cerca para los mareos!-

-¡Cuando regrese, te lo presentaré!- 

Alrededor más de un testigo los vio despedirse esta vez de forma definitiva. 

-¡Gracias señora! - clama solo la voz de los gatos al sacar las manos por debajo de los brazos de Theodore. 

Eliza detiene sus pasos suspirando con la imagen de ese tren alejándose por las vías. 

-Espero que valga la pena. - lleva las manos juntas a su pecho, retrocediendo con una sonrisa rendida. 

Una expresión que siente cómo su vida misma. 

Su hijo es ingenuo y ella también. 

 

La esperanza puede ser una gran condena. 

 

 

 

 

 

Dentro del tren los gatos han tomado asientos de frente a frente. Mirándose y a Miguel en la ventana, observando al exterior. 

-Serán siete horas en tren y otras doce en auto. - informa Theodore preparando un abrigo para su cuello y dormir el camino completo. 

-Más vale que este tipo te deje seco por esto, porque vas a terminar cagando cubitos estando tanto tiempo sentado. - le avisa Barys sacando una barra de chocolate para el camino. 

-Ahi esta Barys, cabron. - bufa Miguel después de unos cuantos segundos de silencio destruidos por este vulgar gato.-Ya parecías decente con la boca tan cerrada. - 

Grambel junta las manos sobre sus rodillas, sonriendo al suelo al escucharlos empujarse por ese dulce y el antojo del gato más grande. 

Suspira volviendo su mirada a las ventanas del otro lado del pasillo. Por estas puede ver la ciudad quedarse atrás, entrando al desierto del país. 

Hobart le habló de este país, de muchas dificultades. 

Estaba por verlas todas. 

De conocer el mundo fuera de su cueva. 

Otra vez ese perro lo saca a pasar estas presiones innecesarias. 

Puede sonreír, impresionado por el horizonte.

Por el sueño que lo lleva a descansar su cabeza en el asiento. 

Este movimiento lo hace ver al pasillo del tren. 

Notando a alguien saludando desde otro vagón. 

Sus cejas se fruncen al ver a ese mismo cachorro del ascensor. 

Este le muestra un corazón deforme con las manos y apunta a uno de sus amigos para repetir el gesto, señalando en resultado que su corazón estaba con ese felino. 

-Bien. - suspira cerrando los ojos para dormir todo el viaje. 

No está solo. Tiene amigos tan estúpidos como él mismo para exponerse a la locura de lo desconocido y eso ya hace de este atemorizante viaje, una gran experiencia. 

-Hobie, espero que me pienses.- suspira su anhelo con la visión del techo de este tren. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.
Es hora de cosas lindas.

Chapter 21

Notes:

Hola.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

 

 

-¡Alabado sea el señor que guarda a todos en su luz!-

 

 

La música y ese grito sobresaltó a dos de los tres gatos en el tren.

Viendo rojo con este ruido que no le gusta en ningún sentido. 

-No, Theo.- 

Inhala con desagrado , descubriendo sus manos dentro del saco, donde aprietan el mango del arma oculta.  

Suspira soltando esta con la mirada en el suelo. 

-Debimos pagar más por el cubículo personal. - lamenta Barys, mira a Miguel a su lado. - Y este sigue dormido, vaya.- pica su nariz viéndolo como muerto. - A la. - vuelve a revisar por si las dudas. 

Después de tres segundos tensos este respira. 

-Su madre, ¿Cuándo habrá decidido ser tan raro?- pregunta volteando a ver a Theodore. 

-Creo que es lo normal. - murmura volviendo su atención al vagón donde un montón de creyentes cantan y brincan al alabar con esas panderetas y guitarras. - Dios. - se pega a la pared, empujando las patas del gato que se había adueñado de ese espacio al estirarse dormido. Todo con tal de no ser visto ni notado por los alegres borregos que cantan y van por más personas para invitarlos. 

-Al menos tienen comida. - 

-Hay mucho ruido para que me quiera acercar a la comida. - 

-Tienes un punto. - vuelve a mirar al techo. - Si tengo hambre. - revisa su mochila buscando algo para comer.-Tu mamá nos preparó sandwiches… Me siento a las doce en excursión. - come lo primero que encuentra, arrepintiéndose en cuento lo mordió. - Ahg, este es de Miguel.- lo devuelve mordido al sentirse demasiado picante de este. 

-Cómetelo, tiene ajo y esos son tuyos. - 

Barys suspira al rendirse y comerse lo que mordió a ciegas. 

Theodore voltea hacia el vagón donde estaba ese chico del ejército de Hobart. 

-¿Porque el chico con dientes de leche te sigue?- 

Barys queda en blanco, mira a cualquier lado menos a Theodore. 

-Voy a hablar con él.-

- Theodore… - 

El más bajo lo detuvo por el brazo. 

-Voy a hablar con él sobre Hobart y después me dirás lo que pasó para que lo evites.-

-No lo hagas.- pide por último. 

Theodore sigue adelante, acercándose a ese chico. 

Este no estaba con los festivos pero tampoco era indiferente. En sus manos hay comida que estos le dieron al unirse al canto desde lejos.

-Niño. - saluda. 

Este cachorro voltea sonriendo. 

-No soy un niño. - corrige moviendo su equipaje para que se sentara en el asiento frontal.-Creo que lo fantástico no era parte del uniforme. - sonríe mirando sus ojos con sorpresa.-Aun se ve rudo, jefe.- 

Grambel mueve la cabeza confundido. 

-Creí que te portarías más rencoroso. -

-No tengo porque, la guerra no fue mi idea y además me casare con su teniente . -

Tardó doce segundos en procesar porque esta era la respuesta a su pregunta. 

-¿Qué?- aún necesita entender qué estaba pasando. 

Al parecer el perro piensa que su pregunta es por la identidad y no el ¿Porqué? 

-El bonito, no el triste. Ese no lo toco, es ajeno. - mueve los hombros con la canción de los fieles a unos asientos.- Cuando lleguemos le presentaré a mi familia. - 

-¿Y él sabe de tus planes?- le pregunta después de escuchar todo lo que no estaban pensando hacer por hoy. 

-Si… Creo. - mira a ese asiento, ahí puede ver la oreja que se quedó atrás al esconderse. -Él me pateó, dolió. - come mirando ese lugar. 

Esto le da la oportunidad de ver al gato asomarse y después esconderse de golpe al notarlo. 

Theodore, testigo, queda en blanco. 

Una parte de si se recuerda que tambien llego a tener problemas para hablar por mucho tiempo y tuvo que aguantar ma de una mirada que lo hacia sentir estúpido. No era solo un problema de habla, era su disposición lingüística y como le costaba dar sentido a sus ideas a través de palabras ordenadas. 

Puede ser que esté frente a un caso similar. 

-¿Por qué te gusta? ¿Él sabe que te gusta?- pregunta. 

-Cuando lo hicimos quedó claro que sí. - mira por la ventana. - Ya quiero que conozca a mi mamá, ¡Al fin mi abuela verá que no soy una decepción!- sonríe volviendo a su lugar. -¿Que necesitaba?- le pregunta al fin su intención.

Theodore escapa de lo que estas palabras podrían significar y cómo afectan a toda la imagen de Barys. 

-Quiero que hables sobre lo que pasó después de que nos separamos en el valle. -

El cachorro mueve las orejas sorprendido. 

-Ah, si. - vuelve a mirar al techo. -Bueno, dejamos el valle. Matamos a muchos en la frontera, destruimos la fábrica y cuando volvimos arrestaron al general y lo mataron. - 

Grambel niega con la cabeza. 

-Eso no es lo que quiero. .. Ya se eso, quiero saber como paso, no el qué . - 

-Oh… - piensa con una mano sobre su frente. - Dejamos a pie el valle, asesinamos a todos con armas, la fábrica voló en pedazos con dinamita y atraparon mientras llegabamos a la ciudad.-

Theodore baja los hombros acercándose a este con las cejas relajadas. 

-Habla claro, ahora. - advierte esta vez sin sonrisa ni la cortesía anterior. 

Este chico inclina el rostro a un lado. 

-Dejamos el valle, matamos a todos, la fábrica voló en pedazos y al llegar lo arrestaron.- 

Theodore da por hecho que este chico no iba hablar sobre esto con él. Decidiendo retirarse con calma. Pasando por su lado esa larga cola sacude la cabeza del chico que se ríe por el gesto al volver a unirse a la canción sin parecer afectado por esta conversación.

Por tanto, y al no ser posible torturarlo, decide retirarse de la batalla. 

-Hasta luego. - se despide el cachorro. 

Vuelve con sus compañeros. Miguel sigue dormido y Barys aún parece codorniz todo encogido contra su asiento. 

-No quiere hablar. - le avisa a Barys.

-Vaya.- exclama sin más. 

Es cruel y le comparte su intención. 

-Ve y sácale información. -

Como si le acabara de lanzar agua helada al rostro este gato comienza a negar con la cabeza. 

-No, no haré eso. - se niega de inmediato. 

Theodore baja la voz. 

-Dice que te quiere presentar a su mamá y abuela, es posible que te escuche. - 

El horror en la cara de Barys es tan grande como la nube gris que se traga el sol fuera del tren.

Esta reacción solo confirma las dudas de Thedore y no le gusta. 

-No puedo hacer eso, Theo, van a matarme.- 

Finge ser ignorante de lo que sospecha. 

-¿A ti?- cuestionó confundido. -¿Porque?-

-Theo, él no es mayor, el tiene-

Miguel despierta con el ruido de una tuba, mirando a los dos a su lado después de perderse gran parte de la conversación. 

Theodore se levanta y con esa misma cara seria extrae un pañuelo de su saco. Usando este para pegarle a Barys varias veces, todo sin ruido de parte de ambos. 

Miguel mira a los dos y decide tomar un lugar y un lado. 

El lado del que va a desayunar ese es su lado. 

-No tiene picante. - lamenta buscando la botella de agua. -¡Té de jengibre!- celebra al obtener algo de sabor en su bebida. Vuelve a mirarlos. -¿Esa es la estación?-apunta al exterior. - Ya vamos a bajar.- su mirada se fija en esa ventana al avisarles. Toma su equipaje y el de los otros dos en cada hombro.-Vamos. - los llama con un empuje para salir del tren. 

 

Los dos dejan de lado el tema. Caminamos los tres a la puerta con la cabeza inclinada hacia el más alto. 

Esperaron solo cinco minutos antes de que las puertas se pudieran abrir. 

-¡Todos estamos condenados, dios esta muerto, esta muerto y lo mataron los bolivianos!-

-¡¡Pues debió darles mar!!-

Un tercero ruge al fondo y con un moretón en la cara :

-¡Ese tipo se robó nuestras cosas! ¡Que alguien lo detenga! - 

Los dos gatos ven a un grupo a pelear con el tipo que robó el megáfono con el que antes predicaban algunos fieles y ahora este despotricar sandeces en un monólogo auto respondido. 

-¿Quieren comer algo?-

Los tres voltean tan sobresaltados como sorprendidos. 

Este cachorro les sonríe. 

-Tú. - Miguel lo reconoce. -¿Por qué este niño está aquí?- pregunta a los dos. 

Barys estalla furioso. 

-¡¿Cómo notas que es un niño?!- le reclama a Miguel.

-Tiene colmillos de leche. - señalan en coro. 

El cachorro lleva una mano a su boca. No esperaba que lo notaran, ahora algo de su confianza aminora. 

-Ya van a cambiar. - murmura con la voz baja. La vergüenza es visible por la cola que se guarda por unos segundos. - Ya soy mayor. - asegura con una certeza nada infantil por un segundo. 

Barys mira su rostro con el ceño fruncido. No puede ver esos dientes de leche. 

-Creo que es porque perdiste parte de tu percepción espacial. - Miguel pica su mejilla. -¿Si vamos a ir a su casa?- pregunta a los dos. 

-No. - murmura Barys. 

Miguel, con más experiencia en el sistema de paradas cortas entre viajes y ser parte de su propia vida diaria conocer viajeros una única vez en la vida , lo ve posible más como un corto saludo por cortesía. No puede decirlo en voz alta pero sería mejor que intentara entablar un simple lazo con este soldado. Quizás solo por ser amables. 

Mas intenta zafarse como buen introvertido tímido. 

-Claro, ¿Quienes viven en tu casa saben de la visita?- pregunta inclinándose a hacer creer que ellas no estarían de acuerdo con la visita.-¿Ya sabes si están cómodos?- 

-Llame a mi abuela ayer cuando supe de su vieja. - aclara sonriendo. - Ella estaba contenta de conocerlos.- 

Theodore inclina la cabeza más tentado a patearlo, patear a Barys y patearse a sí mismo por andar de curioso y metido. 

-¿Cómo supiste del viaje?-

- Porque los escuche comprar los boletos, y las llame en cuanto supe que pararían aquí. - señala a un lado de las vías. - Los camiones pasan desde las dos de la mañana a las cinco y ahora son las diez, no hay transporte hasta mañana. - 

-Paguemos uno privado. - ordena Barys. 

-Podrían pero son costosos y a veces son asaltados, sería fácil para ustedes librarse de ladrones pero el tiempo y mal rato no parecen ser cómodos. - mueve la cabeza. -¿Por qué parece que me odias?-

Barys mueve la cabeza incómodo, este mocoso era demasiado directo, hasta absurdo. 

-Llévanos con tu familia.- lo anima el gato con las maletas. 

Este les sonríe dejando de lado sus propias dudas para llevarlos a su hogar. 

Grambel vuelve a mirar a Barys reduciendo el ritmo con él para hablar en voz baja. 

-¿Que haces?-

-No quiero seguir con esto. - 

-Él no parece estar muy bien, debiste pensarlo antes. - 

-¿Me dices que me rinda al problema? ¿Que clase de amigo eres?-

-Digo que debiste ser más precavido. - 

-Que lo digas tú , me ofende. - 

-No creo que deba saberlo Miguel. - 

-¿Que no debe saber Miguel?- pregunta el mismo Miguel en murmullos. 

Los dos se sobresaltan con diferentes expresiones. 

-Hablen también, me voy a cansar antes de lo difícil. - les reclama volviendo al ritmo. 

Compartir la presión de hablar con desconocidos era parte del trato silencioso y deben cumplirlo, así fuera por cortesía o simple camaradería, debían ayudarse unos a otros para no morderse el cuello cuando se les acabaran las velitas para sus globos de diálogo. 

Al Menos el cachorro hizo todo por ellos al llenar el silencio con sus propios cuentos. 

-... así que el líder del pueblo decidió que estaba harto del alcalde y prendieron fuego a su casa con él dentro pero él viejo ya se había escapado y el jefe junto con su familia fueron fusilados frente al pueblo por los militares. Me acuerdo porque el gobierno le regaló comida seca a todos y mi abuela preparó pan de maíz para navidad. - 

-¿Aquí comen pan de maíz? En donde viví casi no lo hacían.- lamenta Miguel. 

Es claro que ignoraron el tema oscuro, Theodore lo sabe. 

-Si lo comemos. - se rinde. 

-Para fiestas. - corrige deteniéndose. - Ya no puedo. - entrega las maletas después de llevarlas todo el camino hasta este punto

-¡Aquí están chicos!- les avisa el cachorro con los brazos arriba. 

Los tres miran ese lugar con curiosidad. 

No es que viviera cerca de la estación y sea una casa fina. 

Es que viven fuera del pueblo y la estación se construyó en estas mismas afueras. 

Era posible ver otros hogares en construcción pero ninguno se levantara de la tierra con tanta libertad como esta casa de una sola planta y cerco extenso hecho con varas y alambre comido por enredaderas florecidas , con un techo alto en arco y un gran y brillante gallinero donde el escándalo es claro. Sumado a la soltura de un árbol inclinado sobre el jardín en una extensión capaz de levantar la tierra y crear surcos donde se han levantado algunos aditamento de servicio como un tendedero. 

Los tres llegan a una conclusión después de años viendo las fotografías de agentes del pais verde:

Es una caseta para perros. 

-Que bonito.- exclaman al unísono. 

El joven toma la puerta de la barda con una sonrisa. 

Deteniéndose antes de abrir y esa sonrisa desapareciera para dejar un rostro helado. 

-¿Esos son familiares?- pregunta Grambel con las cejas bajas. No creía que lo fueran pero señalar de forma directa parecía ser grosero dentro de lo que cabe. 

 

El joven abre dejando su propio equipaje en el suelo. 

-Iré a hablar con ellos, un momento. - pide a ellos alejarse. 

Esperan. 

Observan cómo este cachorro se acerca a estos con dudas. 

Con las cejas bajas lo ven discutir, pasar de uno a otro sus preguntas y terminar por mostrarle un documento estos lagartos al perro. 

Éste los toma y mueve la cabeza al alejarse de nuevo.

Los mira con una sonrisa al pasar la barda sin levantar su equipaje. 

-Porfavor, miren allá. - les apunta a una dirección entre los edificios cerca de la estación.-Ese es el hotel Real, en ese lugar sirven buena comida y escuche que las camas las limpian con esencias.- lo cuenta con una sonrisa.-Lo siento mucho pero hay un problema con la permanencia de mi abuela en casa y debo encargarme de esto. Lamento haberles quitado de su tiempo, espero puedan tomar su transbordo seguros. - inclina la cabeza al despedirse. 

Unos segundos tardan en responder. 

-Esperamos que se encuentre bien tu abuela, así que, tomaremos tu consejo. Gracias. - le responde cambiando su rumbo cortes mente. 

El cachorro suspira aliviado al verlos irse. Comienza su propio camino y pronto una carrera. 

 

Por otro lado los tres gatos le habían visto caminar y luego correr muy apresurado. 

Entre ellos hay una mirada dudosa, seguido de permanecer en su propio camino. 

Unos segundos bastaron para que elevarán el equipaje y corrieran tras el cachorro por la fuerte curiosidad que les aborda tan sólo por la prisa de este. 

 

-Tu madre es mentalmente inutil y tu abuela está a dos pasos de morirse. Gracias deberías dar al alcalde por darle un espacio en el asilo de su familia. - 

-Mi madre es completamente capaz de cuidar a mi abuela.-

-¿Entonces porque atacó a los encargados de trasladarla? Ella mordió, pateó y llenó de rasguños a todos los trabajadores¡Ha!- exclama al ver como sus manos se cierran sobre su escritorio. 

El cachorro con la cabeza baja levanta las orejas y su mandíbula se tensa como si fuera de hierro. 

Esta iguana mueve la cabeza incómoda al verlo tan enojado. 

Este inhala y exhala volviendo a enderezar se. 

-Claro, una mujer sola con una persona mayor en cama debía recibir con sonrisas y galletitas a los hombre desconocidos que se disponían a llevarla a un supuesto lugar mejor a ella y su madre convaleciente. Claro que sí, era obvio. -. Sonríe riéndose con una mano sobre su cabeza y esa sonrisa torcida. - Cualquier dama estaría contenta con la invasión de su hogar, ¿No es así, señora?- le pregunta por último a la recepcionista. 

La mujer sube los hombros y sus dientes se aprietan murmurando. 

-Usted está exagerando las cosas, esto fue-

-Claro, ya lo sé. Solo dígame en qué habitación está internada mi madre y abuela. - pide con una sonrisa seca. 

Esta mujer baja la voz. 

-El alcalde decidió junto a los médicos que usted no era mentalmente capaz de procesar la importancia de la residencia de ambas y se prohibió recibir esta.- 

El joven pasa unos segundos en silencio. Retira las manos de su cabeza y las baja a su espalda. 

-Ya veo, lo pensaron bien. - mira a los lados, donde es visible más de una persona vigilando.-Deben haber muchos. - toma su documento de identidad.-Gracias.- le dice a ella caminando a la salida. 

La mujer suspira al verlo irse sin hacer más ruido. 

 

Fuera del edificio este perro avanza hasta detenerse al otro lado de la calle adoquinada. 

Voltea para observar el edificio. Espera unos segundos para analizar las ventanas, determinando la ausencia del hombre con las ventanas cerradas. 

Sigue su camino por esta calle., escuchando cada conversación con un destino incierto entre las calles. 

-... fue un juego impresionante… - 

-... la carne está muy cara este mes… - 

-... escuche que el nuevo palacio será construido en las afueras… - 

-Hay un nuevo lugar, desde que la guerra acabó los restaurantes han aumentado por la llegada de tanta gente rica. - 

Para escuchar esa conversación. 

-el nuevo lugar es muy elegante, espero llevar a mi esposa para que se acuerde de que no me odia. - 

-Con esa cara que tenes ya es mucho que no te despiertes con la cara lavada para eliminar la fealdad.-

-Solo recuerda que esta cara es la que tendrán tus sobrinos. - 

-Si, no debo hacerlo.-

Va seguir su camino al no obtener más información útil. 

-Te duele que ahora soy tu familia, y deberías agradecer. A ella le interesaba el hijo de la tejedora. - 

Se detiene. 

-No lo menciones, estoy impresionado de que el alcalde se ensañaron tanto con las mujeres-

-Ya sabes, están en una gran zona y las cuerdas no están. Después de cenar en el Real le dio ganas de hacer un palacio y ahora están encerradas. Será cuestión de tiempo para que encierre a ese enfermito también. - 

-Ṕersonalmente me dan mucha lastima, el pendejillo no tiene donde caerse muerto ¿Que hará cuando descubra lo que hicieron con su familia?-

-Si es que tiene el cerebro para entenderlo, como sea. Voy a trabajar, cuidate cuñado.- 

-Desprecio que me lo recuerdes. - 

 

 

El hotel se diferencia de todos en el público por el simple hecho de contar con algo tan especial como una fuente de piedra recorrida por una fuente que alimenta la existencia de algunos peces comestibles para el disfrute de los huéspedes y comensales del lugar. 

Brillando por la presencia de un sistema eléctrico tan envolvente como cálido en su resplandor, elevando los tonos de una salsa de pimientos con brillantes trozos de pollo blanco cual nube en un plato lleno de otras carnes, un buffet variado entre esta salsa para servir y las brochetas para elegir sujetas a una barra de hierro. 

-Es una imagen que aprenderemos a amar desde hoy. 

-¡La guerra acabó!- celebran con este manjar. -Los días de hambre han terminado, por fin. - brinda junto a sus compañeros de mesa. 

El color de cada bebida es tan rico como su color realizado en este espacio abierto. 

Agradable con la melodía de fondo que hace del sonido de cubiertos un juego entre los tenedores y cada trozo de carne llevada a las bocas. 

-¿Cómo serán desde hoy nuestros días? ¿Podrías repetirlo cariño? ¿Para todos?- le pide la melodiosa voz de una joven al hombre que encabezó los brindis en tanto devora los pinchos de carne. 

-Si, señor, compartamos aquella visión. - 

Lo esperan con sonrisas practicadas, tan paralizadas como las figuras de acero en los cubiertos. 

-Claro, preciosa. - ríe al elevarse de pie, mostrando su figura por encima de cada comensal con solo elevar los brazos con una sonrisa. 

-Señores, lo que mi preciosa prometida dice es verdad. Tengo una visión para este mundo, para nuestro país. - mueve el brazo con gusto. - Un mundo donde los justos gobiernan, donde los impíos pagan y los insulsos sin ideas se limitan a no estorba al desarrollo del futuro. Una nación que pertenece al visionario, al hombre que se levanta por encima del mal y la salvajes. Aquel es mi tesoro más sagrado, un futuro justo para todos. - sonríe al llevar la copa. - Con el asesino de mi padre muerto, es que inicio este nuevo mundo. - 

Con su última declaración las sonrisas se ocultan para acompañar su promesa cargada de resentimiento. 

-Porque aquel que hizo de mi huérfano, aquel que burló a la vida y cometió infamia bajo la luz del sol. A este le han cortado en pedazos y su cuerpo destruido, con esto inicia el nuevo mundo y con la caída de falsos pilares se encontrará el destino de la verdadera nación dorada. - 

Comparten el brindis. 

Excepto que la copa del orador es destruida por una piedra impactando justo antes de que llegue a su boca. 

-¡Qué bonito discurso para un corrupto que encierra a dos mujeres indefensas sin razón!-

Este gran alcalde mira al joven que no entró como una persona normal, sino que subió a una mesa y luego otra paso a paso para llegar a su encuentro después de lanzar una piedra. 

Puede que desde lejos se diera cuenta de que necesitaba esto para alcanzarlo, llegando a encararlo al pararse sobre los platos de comida en su mesa. 

-Así que vienes a demostrar que los problemas mentales no son un problema para tu hermosa familia. - le mira de arriba abajo. - Impresionante. - 

-Impresionante que un gusano consentido se atreva a festejar el término de la guerra cuando nunca puso un pie siquiera en un maldito entrenamiento.- le acusa furioso.-¿A donde las llevaste?- 

-Las ayude, como una buena persona haría después de verlas vivir de forma tan precaria. - 

El perro le ladra directo al rostro. 

A este punto se sabe perdido. Cometió todos y cada uno de los errores que se aconsejaron evitar. 

Dañar a terceros, pisar a inocentes. 

Atacar de frente y sin aliados que le cubrieran la espalda. 

Hizo todo aquello que su general les había enseñado a evitar, a no hacer para mantenerse vivos. 

Todos los errores los cometió en un parpadeo. 

-¡No hiciste nada por nadie, nunca!- lo recuerda mostrando los dientes con gran parte de las gruesas encías expuestas con su rabia. - ¡¿A quién quieres engañar?! ¡¿Dónde está mi familia?!- 

Todos miran del perro joven al oso que lo observa con las cejas bajas. 

Debió atacar luego de la comida cuando estaba ebrio, cuando estaba en algo privado. Debía interrogarlo, no hacer este ruido. 

Su familia podría estar en traslado en menos de una hora o podrían matarlo. 

Podría arruinarlo todo. Mas sin embargo, la sola imagen de este oso corrupto disfrutando de su cena elegante entre tantos adinerados, diciendo tantas estupideces y amenazando al gobierno actual que tanto estaba luchando por limpiar la sangre que dejaron anteriores asesinos para crear una nación limpia para las siguientes generaciones. Todo esto, todo aquello por lo que perdió amigos y vio morir a personas que no lo merecían. Todo se reducía a un tipo adinerado lamentándose por la falta de un buen vino durante esos años de pesadilla, 

Toda la sangre, toda la muerte. 

La carne maldita que devoró para no morir de hambre. 

Todo se reduce a una botella de vino que extrañaron desde sus hogares. 

-Eres miembro de las fuerzas manejadas por Black, ¿Que mas podias decir sino mentiras?- le acusa sin cambiar de rostro. - Y tu familia, el rescate de la miseria donde estaban viviendo. - 

Aquello llena su cabeza de fuego. No un buen fuego como el de un horno que se encarga de dar forma a un pastel de maíz, sino al fuego que arranca la piel en vida.

Que calienta la sopa hecha con aliados. 

Que se deshace de cuerpos de personas buenas entre pedazos de, me, alas personas, de asesinos. 

De monstruos. 

-Ellas estaban bien, trabajaban y eran dignas a diferencia de la prostituta a la que llamas madre por encima de la tumba de tu propia madre, solo por dinero.- acusa con aquella información que todos saben. 

Todos saben que el padre del jefe de seguridad del estado había asesinado de alguna forma a su esposa, se adueñó de sus pertenencias y metió a su amante. Todos lo saben pero nadie hizo nada, hasta ver a este mismo oso caminar de la mano con la mujer que entró de esa forma a su vida. 

Sea por supervivencia o por deslealtad a su sangre, de cualquier forma, es claro que era un acto horrible. 

Inentendible y menos cuando este usa el poder que se le confió para sustraerme tierras con amenazas contra las personas que no pueden defenderse. 

Este sabe bien a donde van las palabras del perro. Sintiendose arrinconado por alguien que por años consideraron inferior, estúpido. 

-Cállate-

Este no para, continua insultando frente a todos los que deberían respetarlo por el simple hecho de ser él. 

No era justo. 

-Eres un mal hijo, un mal hombre y un cobarde que no tuvo las bolas de ponerse el, uniforme pero chillas y festejas como si hubieras sobrevivido a una bomba desde tu casa.- 

-La guerra afectó a todos, los soldados corruptos como tú -

-Tengo la medalla de servicio y tú una corbata mal atada. - acusa golpeando su moño. Esto lo saca de su cuello, revelando su forma.-¿Usas eso?- pregunta burlón. - Como un niño con tu moñito de collar. - 

Este oso eleva los hombros aumentando su porte con este gesto. 

-Mi padre fue asesinado por el soldado al que seguiste, traidor. Tus medallas no valen nada.- 

-Seguía órdenes en el campo mientras tu avergonzabas a tu padre haciéndose enemas de vino.- 

Este oso cambia de cara al ser acusado directo al rostro. 

Después de todo no importaba el nivel de un hombre sino cuánto tiempo sirvieron y él no entrenó siquiera. 

Quedando en una situación donde está un paso por debajo del ttonto del pueblo. 

-No eres más que un perro amaestrado. - 

-Tengo que decir que no eres mejor que un perro amaestrado cuando no hiciste nada por este país hasta que se trató de molestar personas más débiles que tú. - 

Este oso baja la voz con una amenaza directa en sus ojos para este perro. 

-¿Quieres que estos tipos vivan? Toma este cuchillo y entierralo en tu pierna, quizás no las maten hoy. - 

El perro mira ese cuchillo. 

-Tu padre era un imbécil ¿Cuanto mas crees que durara su riqueza si ya no controlan el agua? ¿Qué crees que haré contigo si a mi familia le pasa algo?- le advierte mercandose.-No soy un buen tipo, asqueroso y vamos, las putas larguiruchas son las mejores. - retrocede abriendo los brazos. - Paguen su tragazon, sanguijuelas.- tira contra la cara de los presentes un montón de billetes por cada una de las mesas que piso.-Te espero cuando caigas al suelo. - 

Deja este lugar sin mirar las caras de todos los que no pueden procesar lo que acaba de pasar. 

El oso gruñe frustrado. Moviendo la cabeza con tanto coraje como indeseable asco, sigue los pasos del perro sacando de su pantalón un arma que no tarda en apuntar a su espalda. 

Una mujer grita asustada al verlo disparar. 

Sacudiendo a todos los presentes cómo este perro cae al suelo con el disparo. 

Este oso no acaba con este, avanza tirando mesas y a personas para alcanzarlo, apuntando al suelo donde debería estar tirado. 

Su búsqueda termina con un sobresalto. 

El suelo vacío y un objeto que antes no percibió pero respondía a las dudas. 

¿Porque sonó metálico el impacto de la bala?

Pues porque alguien lanzó un sartén desde quien sabe donde y la bala se alojó dentro del gran cazo de hierro. 

-No estaba solo. - murmuran. 

Este oso mueve la cabeza. 

-Vayan a que las muevan. - ordena bajo.-Las prefiero muertas ahora mismo. - 

 

 

Este perro apenas se estaba quitando la cuerda del cuello en su carrera. 

Lo habían atrapado desde ahí para arrastrarlo por debajo hasta el exterior. 

-Tristón.- reconoce a este gato. 

El mismo inhala y exhala sin palabras al apuntar a una dirección, en el giro que él mismo gato se resbala casi cayendo al suelo por culpa de su cadera esguinzada.  

El perro le toma por la cintura con tanto romanticismo como es robarse un saco de harina bajo el brazo, para correr más rápido en vez de dejarlo tocar las rocas del camino. 

-¿Por qué ayudas?- pregunta siguiendo las indicaciones del felino que se deja cargar. 

Este gato mueve las orejas mirando al camino. 

-Porqué no habían habitaciones en el hotel. - miente. 

El perro que lo lleva sonríe mirando al camino. 

Esta escapada los lleva a una arboleda del pueblo donde se puede ver a más de un niño jugar con sus amigos. Saltando de rama en rama o en las raíces. 

-¡Miren!- señala uno de los niños. 

-¡¿Eso es un gato?!-

-¡Es un gato!- exclaman sorprendidos. 

-No, es un hurón. Tiene la boca muy larga para ser gato. - 

-Pero tiene muy poco torso para ser un hurón. - 

-Pero también tiene una cola grande, debe ser un perro chato. - 

-No se ven así los perros sin nariz. - 

-No puede ser un gato, ellos no viven aquí. - 

 

El gato cuya especie estaba siendo discutida, sonríe a los niños saludando. 

Estos se sobresaltan huyendo. 

-¿Entonces era verdad que aquí no hay gatos?-

-No caseros, el entorno es demasiado rudo para los caseros que se desarrollaron en la nación azul.-mira a este gato. - Aunque yo no sabía que los gatos eran tan diferentes entre sí, creí que eran más aburridos. - 

-Vaya, eres halagado. - 

-Es porque sus bocas son diferentes. - inclina el rostro. - Tu cara es más corta que la de trencitas o la del jefe y vi gajos aún más planos del rostro y también más afilados. Son como nosotros, son muchos los que hay. - 

-Si, es por las zonas donde nacieron y de qué salvajes descienden. - 

-¿Entonces de qué especie desciende trencitas?- pregunta al aire. 

Miguel inclina la cabeza. 

-¿Por qué estás siendo tan amable de pronto?-

-Estoy asustado, no sé dónde está mi mamá ni mi abuela… Yo creí que podría presentarle a trenzas y que sería más grande nuestra familia. - 

-¿Y por qué lo llamas trenzas?- lo interroga curioso.-¿No quieres que sea tu familia?- mueve los hombros sin encontrarle el balance a sus palabras.-¿Porque no lo llamas por su nombre?- cuestiona por último. 

El cachorro mueve la cabeza incómodo, bajando las orejas y su cola encogiéndose. 

-Me da vergüenza. - confiesa en voz baja. 

-¿Así lo ibas a presentar? “Abuelita, mamá. Él es mi novio, él trenzas le dicen”- mira al cachorro directo después de fingir una gran alegría.-¿Crees Que les agradaria si lo presentas como si fuera un delincuente de poca monta y pésimo pseudónimo?-

El perro abre la boca para defenderse, cayendo en su juego al reírse por culpa del escenario que tomó fuerzas dentro de su mente. 

-No lo iba presentar así, era más elegante. - 

-Si no puedes decir su nombre ¿Como puedes decir que es algo de ti? Creo que te saltaste demasiados pasos, vuelve atrás y comienza correctamente.- mira al camino. - Barys no está en contra de una relación pero su rostro está muy dañado-

-A mi no me importa su cara ni sus cicatrices-

-No es suficiente que digas que no te importan porque estarán ahí hasta que muera y tratarlas om invisibles no es bueno. - 

-Puedo verlas, las veo y sé que están ahí. - 

-Pasas muy raído de un punto a otro, estas hablando de un gato, debes ir lento o nos asustamos. -

-Tu no conociste a Moore ni por un dia y casi te mueres cuando se pudrió. - 

-Cruel.- advierte bajando las orejas. - A él lo conocí antes, lo vigile y-

-Entonces al que le gustaba era a ti. - 

-Yo le gustaba…- voltea el rostro con una sonrisa.-De verdad le gusta demasiado. - ríe con los colmillos expuestos. 

El cachorro mira al camino. 

-Fuiste amable pero yo tengo que buscar a mi familia. - 

-En eso estamos. - señala el camino. - Solo confía, te queremos ayudar. - 

-Bueno… Dicen que un gato te lleva con otro.- mira al frente, siguiendo su dirección. 

 

 

 

 

 

 

Por su parte Theodore vuelve a comprobar la información en la libreta que robaron de la oficina a la que no permitieron subir al cachorro. 

-Es aquí. - apunta la habitación. 

Se encuentran en un edificio grande y opaco, donde los pasillos huelen a tanta desesperación como a dolor corporal. A electricidad y óxido. Como si el mismo aire estuviera fescomṕoniendose en partes que sólo eran perceptibles por alimentos. 

-¿No sientes que es conocido?- pregunta Barys con la mirada sobre las paredes. 

Paredes cubiertas por patrones blancos hasta ser interrumpidos por pálidos parches de colores. 

Una pintura opaca, casi sin emociones, como si los colores no hubieran existido hasta que fueran imaginados en una escala gris. 

-Es un psiquiátrico, si fuera conocido no existirías. - le sacude Grambel con un tirón a su oreja. - Concéntrate en tu suegra. - 

La cara del gato en cuestión se vuelve pálida. 

Theodore toca la puerta para avisar de su presencia a quienes estuvieran dentro. 

Puede escuchar que corren lejos de la puerta. 

Sus orejas bajan y con ello el cuaderno que colocó sobre su estómago en caso de un intento de apuñalamiento. 

abre y cierra la boca. 

-¿Cómo se llamaba ese chico?- pregunta a Barys. 

Él abre los ojos asustado. Hace memoria entre todo lo que no debería pensar y llega a ese árbol. En el bosque. 

-Es Caleb, lo vi en su placa… - mira al techo. En realidad no es un recuerdo del primer encuentro sino de ese innombrable evento personal.-No vi el resto. - eso es verdad, apenas hasta ahora recuerda esa placa y más cuando su mente solo procesaba lo bien que se siente ser sometido a esa bestial vorágine de placer. 

Por dios, tendría que confesarse con un padre o Grambel para dejar de pensar en algo que en verdad debía olvidar. 

-Bien. - mira a la puerta y alza la voz. - Somos amigos de Caleb, no somos enemigos y la persona que dijo que les presentaría al volver. - les avisa y aclara antes de abrir. 

Dentro hay una semi iluminación., 

Son dos canes pero en su vida Thedore creo ver a un can tan avejentado y esquelético en camas repartidas por su rostro y orejas. 

Este le mira con crítica, sospecha y resentimiento que apenas parecían ser de una persona tan mayor. Era la primera vez que veía a una persona de especie canina tan mayor y descubre que no son tan diferentes de las gatas ancianas que vio de lejos antes. 

-Los viejitos se parecen, creo. - murmura sorprendido. 

-Con esas caras de tontos no creo que sean malos. - señala esta anciana con los brazos cruzados. 

-¿Amigos de Cale?- los llama otra persona. 

Una mujer de ojos almendrados, tan grandes como inesperados. Todo en ella parece gritar sorpresa, con esas patas pequeñas unidas frente a su pecho. 

Grambel actúa de inmediato al ver una cadena en su cuello, igual que la impuesta por los verdes a los prisioneros que serían llevados con vida. 

-Esto lo libera. - aclara mostrando un gancho. 

Ella mira el objeto y estira la mano. 

Grambel lo entrega suspirando. 

Ella lo revisa con esos grandes ojos. Mira a su madre y la cadena en su cuello,, metiendo ese metal en la cerradura lo remueve hasta liberarse por sí misma. 

Bajo la mirada de ambos confusos gatos se apresura a cruzar la habitación, que antes no podía al ser detenida por la cadena, para agacharse a un lado de la cama. 

-Podemos ayudar. - ofrece el más bajo. 

La anciana mira a su hija y luego a él. Duda. 

–Nunca hemos conocido gatos, y ahora hay dos que dicen querer ayudar. - 

-Raro.- 

 

Pasan diez minutos para verlos salir por una puerta trasera, evitando a las personas del interior por muy poco. 

Barys carga a la anciana sobre sus espalda, mirando a la mujer moverse a su ritmo con esa mirada que no parece cambiar, siempre la misma sorpresa a cada paso. 

Dejando el hospital atrás cuando la noche era quién gobernaba. 

Corren por el pequeño bosque hasta acercarse a la estación donde deberían tomar un vínculo en algunas horas. No es difícil, era un pueblo pequeño y nadie construiría un psiquiátrico en el centro del pueblo. 

Quizás lo único malo fue llegar agotados después de esa carrera. 

Su equipaje espera oculto bajo las vías del tren y con este las figuras de dos personas. 

-¡Calle!- grita la mujer al acelerar el paso para atraparlo. 

El joven abre los brazos de sorpresa al abrazarla. 

Los dos llegan un segundo después, bajando a la anciana de espalda de Barys para verla unirse al abrazo. 

No es ruidoso ni chillón. Es un abrazo profundo que se funde con los grillos y la misma vibración del viento. 

Un suave murmullo correspondido. 

-Ayudar, ayudar… - susurra la mujer. 

-Si, ayudaron, todos. - corresponde con el mismo tono quedo el joven. 

La anciana suspiró bajando al suelo por el cansancio de sus rodillas. 

Barys junta los brazos sobre el torso al verlos tan unidos, inquieto y nervioso, solo puede observar cómo se unen. 

-¿Creen que sea seguro subir al público mañana?-

-No hay más transportes, deberemos encargarnos de no llamar la atención. - 

 

No pudieron dormir esta noche. 

Escuchan la conversación de los tres y un punto que les concierne por puro interés genuino. 

-¿Es uno de los tres?-

Barulls tensa el cuerpo con la cabeza baja. 

-No, por ahora no es ninguno pero aqui esta por conocer. - 

-Conocerlo, es bueno, debes conocerlo. Saber que quieres y puedes. - 

-No sé que quiere pero quiero verlo, conocerlo. - 

-Solo encargate de ser bueno. - 

-Ayudaron, nadie ayuda nunca. - 

-Si, ayudaron. Muchas veces, como en cenizas, ayudaron en cenizas. - 

-Entonces sería bueno conocerlos.-

 

 

-¿De qué hablan?- preguntó Miguel en voz baja. 

-Del valle, era un campo de cenizas y nos conocimos ahí. - 

Los dos miran a Barys con la mirada baja. 

No esperaban que se acostumbrara tan rápido a esa forma de hablar. No es una forma obtusa, es comprimida. Sin palabras extras, un objetivo a comunicar y un interlocutor que absorbe y responde.  

-Eso explica algo. - 

-No todo, creo que él es simplemente grosero. - avisa Miguel después de hablar con él. 

-Pasó años lejos de casa, seguramente si. - 

El cachorro lo negó. 

Después de asustarlo, de hacerle creer que lo expondría y estar horas pensando en cómo presentarse de buena forma, lo dejo de lado. 

No hubo tal presentación. 

Solo este vacío que lo hace sentir tan avergonzado por tenerlo instalado con tanta fuerza dentro de su corazón. No lo deseaba, incluso lo lastimo para sacarlo de encima pero ahora que al fin lo alejó, siente este abandono que no esperaba experimentar. 

-Estoy sienfdo estúpido. - 

-Sí, pero no tanto como alguien que estoy viendo. - 

Bufa mostrando los dientes al gato. 

Este le pega en la acatar y señala al frente. 

-Un conductor ebrio se mete a un hotel barato con mujer y no se atreve a decir donde le robaron el coche. - le sonríe esperando su apoyo para convencer a Theodore de subir a ese vehículo.-Es perfecto. - 

Grambel mueve las orejas observando ese carro con interés. 

-Comprueben que está limpio, el tanque lleno y vamos. - les apunta. 

Así los dos van a comprobar cada punto. 

Es posible abrirlo, tiene el tanque lleno a más de la mitad y mal no huele, solo tiene que traer algunas cosas.

 

No es la cosa más espaciosa del mundo, eso queda claro cuando tiene que sentarse muy pegados. Aún es lo mejor que tiene para hoy. 

-Tienes puntitos negros. - señala Miguel. 

Theodore se toma la mandíbula. 

-Al menos no tengo papada. - 

-... - estira el brazo para tomar el liegue de pelo y piel bajo su mandíbula. - No tienes. - dice con esa mirada vacía. 

-Ya, cretino. - 

 

En los asientos de atrás la señora pregunta con la mirada y apunta a los dos con una clara incógnita. 

El perro responde con una sonrisa. 

-No, solo son gatos. - responde para dejar en claro que no sabe que son.

 

Siguen adelante en este transporte bajo las encogidas e incómodas piernas dobladas de Grambel. Conduciendo con los hombros encogidos y una mirada más concentrada en el camino que en el ridículo que seguramente estaba pasando por culpa de su estatura. 

Este debía ser una especie prueba divina, esa debía ser la razón por la cual estaba atrapado dentro de un auto tan miserable. 

Es un viaje largo. Muy largo. 

El auto no aguantó ni cinco horas, teniendo que transbordar al autobús que los encontró en el camino. 

Apretados en el espacio trasero. 

-No creo que entiendan que estamos por el suelo.- 

-¿Estas diciendo que todo este tiempo estamos dando vueltas en círculos?-

-La densidad de las montañas es demasiado alta para que puedan crear puentes interiores. - 

-¿Comen?- pregunta una persona. 

-Tenemos comida.- les responde el gato a los vendedores. 

-¿Te parece que soy un idiota?- 

Los gatos quedan en blanco por la rabia de este vendedor. 

-No veo comida, solo están masticando aire entre dos panes. - 

-Estamos bien. - 

-Eso pasa si abrimos las puertas de la nación a los gatos, aparte de matar a todos nuestros hermanos no hay nada bueno que puedan traer a este lugar. - crítica este anciano. 

-¿Como terminamos teniendo que recibir insultos especista?- les pregunta Miguel muy confundido después de simplemente morder el último de los sandwiches. 

Los presentes parecen arder con esta pregunta. 

-¡No somos especialistas! ¡Decimos la verdad y la verdad es que ustedes están aquí y ni siquiera son de utilidad para la nación!-

-¿Quién crees que eres? ¡No nos gusta lo que vendes!- le reclama la mujer empujando su espalda. -¡No vas a comenzar un berrinche solo porque no queremos hígado de cerdo empanizado!- 

-¿Que clase de locura les pasa para que piensen que tienen derecho a molestar a unos turistas indefensos?-

Los turistas indefensos mantienen la boca cerrada para no arruinar su imagen dulce e indefensa . 

-¿No ves que los asustas? Cretino. - lo acusan de levantar el zapato de la abuela para golpearlo varias veces. 

Los turistas asustado ocultan sonrisa con la mirada baja mientras está señor se deshace de los pecados vendedores. 

 

  

 

 

Cinco horas y una compra de higado empanizado que resultó estar bueno :

¡Llegan al pueblo seco! 

Nadie se bajo aquí. Cada persona en el autobús les miraron ror al descubrir que este era su destino. 

-¡La próxima vez viajan a la playa del caracol, allá los esperamos gatitos!- se despiden algunos de los pasajeros. 

-Gracias.- se despiden con un movimiento de manos.

Solo ellos han decidido visitar este pueblo. 

-¿Que deberíamos hacer ahora?- pregunta Barys observando el letrero de bienvenida del pueblo. Pintada de blanco y hojas de colores que lo adornan por los costados. 

-El general es de este pueblo, escuche que los líderes trabajaron con él para mejorar las vidas de las personas que viven aquí. - señala el joven. - Deberíamos ir a la oficina de gobierno. - 

-Ya tuvimos demasiadas oficinas para nosotros. - 

-No puedo decirles a donde ir pero necesito encontrar un lugar seguro para mi familia.- mira a su madre con una sonrisa. - Yo no estaba haciendo las cosas bien, muchas gracias por habernos ayudado, no creo poder pagarles.-estiró la mano hacia ellos. 

Como reflejo el primero en tomar su mano es Miguel, seguido de Grambel con un empujoncito para que se acercara. 

Barys es el último, tomando su mano con las orejas bajas. 

-Gracias por lo que duró. - sonrió el cachorro al cerrar su mano sobre la suya.-Fue hermoso. - retrocede llevando el brazo atrás para hacer el soporte para su abuela ahora en su espalda.-Hasta luego. - 

Los tres lo ven irse juntos. Con su madre a su lado con las manos en la espalda de su abuela. 

Algo en esto es triste. No entienden porqué pero la sensación que les deja el ver cómo se van juntos. 

Barys abre la boca confundido. 

-¿Ya no va molestar?- pregunta al aire Barys. 

Grambel inhala y exhala aliviado. 

-Creo que dejará de seguirte. - celebra Theodore sacudiendo su hombro.-Un paso más lejos de la cárcel. - 

-¿Porque de la cárcel?-

-La hermana de Hobart dijo que debíamos hablar con el jefe del pueblo en la punta de la montaña. - aṕunta a esa dirección para seguir adelante. 

Miguel mira a Barys y Thedore. 

-Él habló de cómo lo rechazas y parecía estar muy confundido, ¿Jugaste con un adolescente?- le pregunta ahora de forma directa. 

Barys mueve la cabeza confundido. 

-Creí que ra mayor. - 

-Tiene colmillos de leche. - 

-¡Pues yo no conozco los dientes de leche en perros, nunca conocí a un perro y menos uno joven!-

-Vamos. - les llama Grambel. 

Con un bufu dim vuelven al camino. 

-¿Fue el que te dejó servido y para llevar?-

-¡Miguel!- le advierte de su vulgaridad. 

El gato en cuestión levanta los hombros. 

-Tu te lo perdiste pero a él-

-¡¿Quieres burlarte de mi idiota?! ¡Yo no estoy chillando a diario porque el tipo al que me cogió a medias se murió! ¡Payaso!-

Su mal humor crece, vuelve abajo y lamenta con puños apretados. 

-¿Por qué están peleando ahora?-

-Pelear seria decirle que esa cara ya es afortunada de que no tenga ganas de vomitar al verlo. - 

Grambel los mira a ambos con los hombros tensos. Se han quedado quietos. Observándose como si fueran a sacar un arma para adornar con agujeros sus cuerpos. 

Miguel mueve la cabeza después de un minuto. 

-Perdón. - 

-¿Eso crees de mí?- preguntó Barys cubriéndose el rostro.-Ya lo sé, si. - 

-No, solo quería hacerte daño.- confiesa tenso. M- No pienso eso de tu cara, puedo acicalarse si gustas. - 

Theodore mira a los dos confundido. 

-No quiero eso. - mueve la cabeza evitando que se le acerque.-Es que, no quería que te burlaras de mi ṕero tampoco deseaba burlarse de eso , sé que es algo que duele.-

 

¡¡¡Ya no quiero hablar con nadie!!! 

 

-Creo que el viaje no fue bueno. - suspira Miguel. - Quiero ir al baño. - busca un lugar a la distancia dejándolo a medias en la conversación que parecía estar por volverse profunda. 

Con una mirada entre los dos siguen adelante. 

El pueblo seco no se ve como dice su nombre. 

Este lugar es verde. 

Muy verde entre las casas altas y las hermosas flores repartidas entre paredes y suelo.

Las personas del lugar no tardan en descubrirlos, a los tres. 

Los gatos, criaturas que no son comunes en esta zona.

-Miguel, mejor espera un poco. - lo llaman al notar la atención de las personas. 

Miguel camina con las orejas bajas. Quizás no tenga realmente ganas de un baño pero sí necesitaba alejarse de los dos por un momento. Estaba al límite su salud mental. 

Corre para no verlos cuando ya estaba cansado. Es peligroso estar haciendo esto en un lugar desconocido pero estaba ya aturdido. 

Solo corriendo para esconderse donde sea, era mejor un baño, busca algún lugar abierto

Encontrando a su paso una escuela. 

No se lo piensa al entrar. 

-¡Miguel!- lo llama Barys al verlo colgarse de las rejas de la escuela. 

-¡Estoy cansado, cansado!- chilla aferrado a las rejas.-¡Ya no quiero seguir, quiero estar solo cinco minutos!- 

-¡Lo siento, no debí burlarme pero calmate!-

-¡Estamos en la calle!- 

- ¡¿Y eso a ti cuando te ha importado?!- le gritan los dos al escuchar su queja. 

-Van asustar a los niños. - les advierte molesto. 

Los dos mirando al interior. 

Para la sorpresa y vergüenza de los dos hay al menos cuarenta niños mirando hacia este lado con ojos bien abiertos. 

Miguel se baja lentamente con la cara más roja de lo que pensó que era posible. 

Los niños los apuntan y llaman a un responsable de la escuela. 

-Deberíamos irnos. - advierte Barys. 

-Si, no vayas a enamorar a otro niño.-

-Cállate. - gruñe al ser atacado de sorpresa por Theodore. De todos, él. 

Miguel observa la escuela con los niños que parecen estar apurados por llamar a su cuidador. 

Este aparece con un paso lento y un palo en puño. 

Este porta una vestimenta más parecida a un cretino de callejón que a un profesor, sin camisa debajo de la franela arremangada. Este mira a los niños y vuelve el rostro hacia las rejas. 

Desde los barrotes Miguel lo mira. 

Este corresponde. 

Iluminando la verdad con un golpe por parte de Theodore sobre los barrotes. 

-¿Conrad?- lo nombra Miguel con las orejas arriba. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.

Chapter 22

Notes:

Hola, buenas noches.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

|Aquello que le recorre solo puede ser descrito como una furia sin precedentes tanto como para que duela el estómago en un tirón que lo hace sujetarse con el ceño fruncido. 

Aquel sentimiento de rabia solo comparable con el odio que experimenta el espejo de dos a cinco de la mañana. Algo repulsivo en su estremecimiento interno. 

Capaz de hacerlo vomitar. Porque eso sintió y solo una arcada pudo hacerlo desviar la mirada de la figura dentro de la escuela.

-¿Conrad?- lo llama. 

Este lo mira directamente con las cejas bajas, sujeta el palo y gira devolviendose sobre sus pasos como si no lo hubiera escuchado. 

Como si fuera aire. 

La boca del muy tenso Barys se abre ante la acción de ese maldito perro. 

-Miguel… - Theodore lleva las manos a los hombros del felino. - No te sientas mal por esto-

El pelo morado vuela por los aires como lo haría el interior de un globo reventado, soltando tanto pelo como para crear una nube a su alrededor. 

-¡Hijo de puta, a mi no me vas a dejar así!- estalla corriendo directo a la puerta.-¡Conrad!- lo llama de nuevo. 

Los niños de lejos comienzan a gritar asustados al verlo trepar las rejas de tres saltos y entrar tropezando con sus propios pies. 

-¡Miguel, no debemos llamar la atención!- le advierte Barys detrás de él. 

 Theodore abre la puerta y entra apurado, mira por una vez como Barys se va por otro lado con las 

Más adentro de la escuela Miguel patea la puerta de ese salón sin poder tirarla al ser de un hierro resistente.  

-¡Conrad, abre la puerta, abre!- lo llama a gritos. 

Theodore llega a su lado para sujetar su hombro. 

-Acaba de terminar la guerra, somos extranjeros y estamos en una escuela. - le advierte antes de escucharlo más enojado. 

-¡Él me mintió, dijo que había más para nosotros! ¡¿Al menos hubo un nosotros?!- mira la puerta cerrada, pronto su garganta comienza a cerrarse más de lo que estaba furioso. -¿Me usó?- pregunta al aire o quizás a un amigo. A la puerta cerrada que parece ser la respuesta de alguien que no quiere perder más tiempo con él. -¿Fueron mentiras? ¿No valió nada? ¡¿Qué estás haciendo, Conrad?!- 

Barys tropieza acercándose. 

-Si es él, en uno de los escritorios encontré fotografías del pelotón de Black.- 

Miguel lo mira con las cejas fruncidas.

-Sé que es él, no necesito confirmación. - la afirma sujetando la puerta. - ¡Conrad, ¿Qué estás haciendo?!- lo llama con la voz rota.- ¡Tú y yo! ¡Íbamos a casarnos! ¡Lo dijiste, lo prometiste!-

La puerta se abre. 

Miguel da un paso atrás por un sobresalto cargado de emociones al ver a este perro de nuevo. 

Es muy alto como la primera vez que lo vio en el bosque. 

Igual de grande, mejor vestido y huele bien. Sería perfecto un abrazo justo ahora. 

Necesitaba ese abrazo. 

El perro abre la boca mostrando una sonrisa desganada. 

-Dije lo que tenía que decir para que se diera, de eso se trató.- toma su rostro aprovechando el silencio del gato aturdido. - Toma esta mala pasada y sigue tu camino, encontrarás algo que valga la pena gatito.- retrocede abriendo la puerta con medio cuerpo visible. -¡Vuelvan dentro, cobardes!- llama a los niños. Así termina con él o más bien con lo que no inicio. 

Estos niños miran a los tres adultos en la puerta antes de acercarse en una carrera. 

Pasan entre estos para ir a sus asientos, terminando con la puerta cerrada al iniciar una clase. 

Los tres quedan en silencio por un minuto completo en esta puerta. 

-Amigo. - llama Barys.

El gato abre la boca con la mirada en la puerta. 

-Ya que… - murmura al caminar a la salida con las orejas bajas. - Ya que,vámonos. - 

Los dos necesitan unos segundos para reaccionar o al menos Barys tarda unos segundos. 

-¿Ya qué?- repite Barys furioso al seguirlo.-Ese cabrón te acaba de insultar en tu cara ¿Y te vas sin decir nada?-

Miguel tiene una respuesta. 

-Tengo dignidad, no me quedaré aquí cuando ya se deshizo de mí.- al encontrar la salida no se lo piensa para dejar este lugar. Corre al exterior con la mirada baja.-Quiero irme, ya. - 

Grambel da una última mirada a esa puerta antes de seguir al gato que parece un borrón de tanto que tiembla a cada paso. 

Caminan a la salida con el ruido de las voces de niños recitando en clases y algunos profesores saliendo de sus salones por curiosidad. 

Dejan la escuela por la puerta frontal.  

Barys mira el rostro del gato apesadumbrado, suspira antes de buscar forma de cambiar su estado. 

-Ese hijo de puta, lo sabía. - murmura mirando a Theodore para que se una a la ola de odio contra el perro. - Sabía que era un cretino, nadie te diría todo eso sin que sea mentira, no tiene sentido.- 

Miguel no responde, sigue adelante. 

-Deberíamos buscar su casa y romperle las ventanas. - 

Theodore le escucha con hombros tensos. 

-Puedes descansar en el hotel y yo-

-¡Callate, solo dame un segundo en el que no te escuche planear tu grandioso encuentro!- pide a gritos Miguel al detenerse con las manos en la cabeza.-¡¡Me dijo que me quería, que teníamos un futuro él me lo prometió!!- 

-Cálmate. - pide Grambel al escuchar como su voz se rompe. 

-Yo estaba bien, ya había dicho que sí ¿Porque me hizo creer que significaba algo? ¿Por qué tenía que jugar así conmigo?- pregunta tantas veces como no puede evitar llorar. -¿Para que lo llevó tan lejos?- sujeta su pecho. - No es justo… - va directo al piso. 

-¡No es novela, no te atrevas-

La amenaza de Barys no evita que este gato caiga al suelo. 

Los dos lo levantan para revisarlo. 

-¿Se desmayó?- 

-No, se fue a nadar. - murmura con ironía Theodore. 

-Vete a la mierda, ¡Miguel!- lo llama golpeando su cara varias veces. 

Theodore le sujeta la muñeca. 

-Vamos a la clínica. - le apunta a una dirección. - Vi una al frente del pueblo. - levanta al gato en brazos. 

Después de algunos pasos Grambel puede hablar de su impresión. 

-Casi le disparó. -

-Debiste. - mira al inconsciente. - Este idiota casi se muere de tristeza y ese maldito solo le dice eso. - cierra los puños con fuerza. - Creo que deberíamos buscar su casa y quemarla. - 

-Los vecinos no se merecen el ataque. - 

-Veremos que hacer pero esto no se puede quedar así. - 

La clínica que buscaban resulta ser una de tantas.

Encontraron una mucho antes que la recordada por los dos. 

Dentro hay personas muy variadas, algunas solas y otras en familia. 

En la recepción ya reciben una reacción por parte de la enfermera. Mira sus maletas con las orejas arriba. 

-Oh, dios ¿Enfermaron estos hígados también? - les pregunta al verlos como viajeros. 

-Te dije que eran raros. - 

-Te comiste tres. - le responde en el mismo murmullo Theodore. 

-Nuestro amigo tuvo una discusión y se desmayó. - explican esto con las cejas bajas y esperando a que los interroguen por lo estyuypido que sonaba eso. 

-Permítanme.-les avisa estirando las manos para tomar su pulso. - Oh, no ¡Preparen un suero lactato y glucosa al dos, rápido!- 

Grambel ve como traen una silla para llevarlo. 

-¿Nombre y parentesco?- les pregunta otra enfermera, delatando la identidad de la anterior como la doctora más cercana.

Los dos quedan en blanco por unos segundos. 

-¿Qué está pasando?-

-¿Qué tenían esos hígados?- 

-¿Pudo ser algo que comiera lo que le hizo terminar así?- preguntan ambos con hombros tensos. 

-Por ahora no podemos asegurarlo pero seria muy bueno que nos compartieran su nombre y cuáles fueron sus últimos alimentos ingeridos.-

Los dos se miran confundidos. 

-Hígado y agua.- 

-Se llama Miguel. - responde ante lo poco que les convenía decir sus apellidos tan al centro del país. 

-¿Algo más?-

-Estaba bien hasta que discutió con alguien y terminó así. - 

Escribe cada una de sus palabras. 

-¿Solo viajan ustedes dos con él?-

-Si. - suspira Barys.

-Entonces podrán entrar a acompañar al señor Miguel, firmen para la responsiva. - 

Quedan registrados. 

Los dos reciben la señal para entrar a la habitación. Acercándose como si del interior fuera a salir un enemigo armado a volarlos en pedazos las varices de descuidarse. 

Al entrar ven al gato en una camilla con una intravenosa conectada a su brazo.

Barys abre y cierra la boca furioso. 

 -Yo me quedo con Miguel, ve a tu reunión para que nos podamos ir después de esto.- lo anima con un golpe de nudillos a su pecho. - No vamos a quedarnos más tiempo a respirar el aire de ese infeliz. - 

 Grambel junta los puños en su espalda. 

-Lamento mucho que las cosas salieran de esta manera, ¿Él querrá irse a casa después de esto? No pueden irse solo, es peligroso.- 

-Es lo de menos por ahora lo convenceremos de quedarse si intenta irse. Mierda, ya sabía que ese… - . gruñe llevando las manos a la cabeza. - Ya no se si debas- 

-Sé lo que hago, Hobart no me haría eso. - lo asegura ya de camino al exterior. 

-Pues este también se suponía muerto y eso no lo detuvo- 

Mueve las orejas para no escuchar esas palabras, aferrado a su deseo de verlo de nuevo. 

-Cuídalo hasta que regrese. - 

-Claro. - 

 

 

Grambel avanza por el pueblo con las notas de Mary en sus manos. Están escritas a mano y con firma para dejar en claro, de salir mal, que llegó ahí por su dirección y no por algo más. Este movimiento le adelanta que será un gran viaje.

No de millas sino algo que lo presiona al ver esa gran verja extenderse y hacerlo caminar por un gran tramo hasta el portón indicado por la osa. 

Observa esas grandes puertas de hierro tan altas como robustas. 

Espera a ver a alguien salir o entrar pero diez minutos no parecen ser suficientes para ello. Sumándose su presión creciente. Necesitaba hablar con Hobart y escuchar que estaban ahí, que tenía sentido buscarlo. 

Toca la puerta usando la aldaba de lobo, observando con detenimiento este adorno 9 de mirada fría. 

Del otro lado se abre una rendija por la cual dos ojos son visibles. 

-Asunto. - es cortante el guardia. 

-Vine a hablar con Pedro. - mira la nota por última vez. - El pulgoso le dejo algo para mi. - siente extraño decir esto pero es la instrucción directa de la osa. 

El guardia entrecierra los ojos. 

-Espera, gato. - cierra con un golpe.

Theodore mira la gran barda de piedra, de ser rechazado estaba listo para, meterse a la fuerza y encontrar al gran Pedro él mismo. 

-Puedes entrar. - 

Mira cómo estas puertas son abiertas por más de tres personas, creando un fuerte chirrido. 

Sus orejas se mueven hacia abajo. 

-Necesita aceite. - 

-Si pero no te incumbe. - le responde seco un guardia. 

Esto sería más impactante si al cerrar a sus espaldas el chirrido no hubiera sido más fuerte y agudo que antes, como el grito de un cerdo al matadero esta mṕuerta se rebela a la fuerza de lo9s guardia que ya no pueden bajar más la cabeza por la vergüenza de ser mirados por algunas personas del exterior. 

Theodore sigue adelante por el camino. 

 

-La puerta necesita aceite. - 

No lo repite Theodore, lo dice un lobo en la sala de la casa al final del camino. Una brillante mansión de ladrillo y paredes internas pintadas de colores vivos como pocas veces pudo ver antes en una sociedad como la azul, llena de juicios y reclamos. 

Este lobo le da una gran mirada de arriba abajo. No es una inspección morbosa sino una investigación fría, similar a estar entre los soldados o más bien entre personas que no son más que posibles enemigos o aliados. 

-Hobart dijo poco pero lo que se sabe es que eres importante. - señala el lobo al detener la mirada en sus ojos y bufar mostrando los dientes al final.-Yo preferiría que te fueras pero mi hermano me pidió que te dejara entrar. - 

Theodore le ponía atención sincera y no se distrajo hasta escuchar una carrera por un costado del segundo piso. Su costumbre toma control al girar con una mano sobre el arma de su pecho. 

-Eres un soldado, eso es claro. - levanta la mirada hacia esa dirección. -Tan claro como te ordené que no salieras. - le recuerda a su hijo. 

Este lobo mira hacia abajo con una curiosidad tan fuerte como insidiosa. Fijándose en el gato con las orejas elevadas. 

-Eres tan masculino y bonito…- mueve la cabeza sorprendido por su aspecto. -¿Cómo viniste a caer con ese perro mamarracho y vulgar?- se ríe viendo su molestia por insultar al ausente.-Con razón dijo que se casaría en cuanto pudiera.- bufa el joven. - Dejalo ver al tío, lleva meses esperando esta visita.-

-No debes meterte. - le corrige su padre. 

El lobo más joven apunta al visitante. 

-Porfavor, hazme el paro a Hobart, antes de que entre en razón. - le insiste con una sonrisa. 

El mayor baja las cejas pero su boca lo traiciona, sonriendo a pesar de no quererlo así. 

-Bien. - mira al gato. - Escucharás las instrucciones y las atarás al pie de la letra. - le advierte pintando un pasillo. - Vamos, debe ser rápido y con suficiente sol. - lo guía ya de camino con dos trabajadores de mala cara. 

Theodore duda por unos segundos si debería seguir a estos tipos. 

Solo le queda esperar y confiar. 

Confiar en Hobart. Darle la oportunidad de responder a sus dudas aunque sea de esta forma tan apartada. 

Sigue a estas personas a pesar de escuchar la advertencia de su madre al fondo :

“No dejes que te rodeen de paredes, mantente atento a las ventanas, debes tener la oportunidad de correr si alguien intenten violarte” 

Horrible estremecimiento lo llena al recordar esa tan específica advertencia de su madre. 

Creyó ser exagerada pero resultó tener razón. 

Era mejor que evitaran lo¿lugares cerrados durante las batallas, que no se dejan arrinconar a pesar de tener ese gas, era mejor no ṕresentarse a estos ventajosos puntos que tanto les atraían como seguros por un mero impulso instintivo de buscar refugio. 

Más internarse por este camino los lleva a una zona tan iluminada por luz natural a través de tragaluces de cristal y ventanas abiertas de cortinas retráctiles, el ambiente es fresco. 

-Vas a quitarte toda la ropa y ponértelo que te demos. - le aclara el lobo. 

Grambel piensa en irse. 

-Es una persona sensible, si entras pareciendo sicario se pondrá tenso y no podrá hablar sin ahogarse.- le advierte el mayor. - Es por resṕeto, entiende o vete al carajo. - 

Theodore frunce el ceño aún reticente a que lo miren estos desconocidos. 

-Eres macho, dale. - le insisten.-No entra nadie de otra forma. - 

Con un tirón se deshace de su saco. 

Vea al lobo voltearse y quedar observando sólo un empleado con las cejas relajadas. 

Con una amargura creciendo dentro de su boca termina de sacarse cada prenda para ponerse al final los pantalones de chambray. 

-La camisa. - 

-La camisa no. - aclara inmediatamente. - No. - 

-Usa la ropa-

-¡La camisa no!- reṕite ya alterado por la insistencia del trabajador. 

-Bien pero muestra una vez lo que hay debajo o daremos por hecho que traes armas. - 

Este gato baja los hombros rendido. 

Levanta la prenda hasta los hombros con ambos brazos y vuelve a bajarla. 

-Bien, podrás entrar.- anuncian secos, sin opinión ni cambio en sus expresiones secas. 

No le gusta el procedimiento.

La osa le advirtió de esto pero no esperaba que fuera tan molesto y raro seguir estas instrucciones. 

Hobart solo dijo algo del tal Pedro y fue muy vago “Extraño su consejo, era bueno en esto” 

Es una persona con respuestas pero nada más. 

Nada de su aspecto ni personalidad. Solo que era bueno respondiendo. 

Si llegaba a encontrarse con un pervertido, lo mataba. No le importaba que fuera tan importante. 

Se lo jura internamente al sentirse tan expuesto sin su arma ni saco.

La última puerta no es la última puerta, hay una más. 

-Entra y presentate sin ir más adelante. - le advierte el trabajador. - Compórtate. - le ordena por último. 

El gato irá al lobo que mantiene la distancia con un rostro relajado. Algo extraño tomando en cuenta que antes parecía estar, más dispuesto a dispararle ue a permitirle ver a esta persona

El trabajador toca un botón en la pared junto a la puerta. Esto reproduce una melodía suave. 

Espera. Unos segundos al finalizar la canción. 

-Señor, la visita que Black mencionó ha llegado, ¿Puede entrar a conocerlo?- pregunta. 

Por otro lado, un sonido es producido por una boina exterior. 

-Si, él está bien. - se aparta para abrir. 

Después de todo este procedimiento Theodore está más que aliviado de no traer a Barys, seguramente serían expulsados mucho antes de llegar así de lejos. 

-No lo alteres. - le ordena el lobo. 

Por fin puede dar el primer paso al interior. 

El segundo y el tercero. 

Cerrándose la puerta a su espalda. 

Inhala y sigue adelante. 

-Buenas tardes, soy amigo de Hobart. - se presenta por su identidad de razón de presencia antes que por su nombre. 

Aún ve solo un pasillo y un salón impecable, pinturas alrededor de las paredes y cada tramo del lugar.

Al caminar puede ver pinturas de personas desconocidas y algunas del lobo que conoció mucho menos desagradable. 

Su atención es robada por una pintura al fondo. Un perro naranja y pequeño rascándose las orejas con una sonrisa al exterior del marco. 

-No dijiste tu nombre. - 

-Lo siento. - 

-Tiene sentido que no lo dijeras, se supone que ya te conozco. - 

-¿Por Hobart?-

-De Hobart conozco a un joven asustado, valiente, atractivo y de mal gusto por fijarse en él. Alguien amable y dulce como el azúcar. - 

La descripción a Theodore le parece extraña, es muy vergonzosa.

Hobart hizo lo mismo que su madre, lo hizo ver demasiado lindo y él no era lindo, era atractivo pero no encajaba como alguien lindo. 

-Ese tú no encaja con lo que veo. - 

-Aunque yo no lo veo a usted. - señala Thepcdore busco a esta persona entre los cuadros y las pinturas. 

-Si, disculpa.- con un suspiro se levanta de su asiento, revelándose. 

Un gato muy diferente a él, uno oscuro y de color más salido de la barra del rojo a diferencia de él con su pelo morado. 

Por un minuto completo se mantienen ahí observando como dos piezas salen de lugar por la vergüenza creciente o la sorpresa. 

-Eres alto. - 

-No tanto como usted. - apunta sin moverse. 

Este felino cojea lento por la habitación de cambio a una pintura sin acabar. en silencio. 

Grambel toma asiento en el espacio que aquel dejó antes, observando como cambia de lienzo a uno ne blanco y ya preparado para esto. 

El trato es tan silencioso como intuitivo, solo aceptando que lo va a retratar a mano. 

Huele a pintura natural, arroz y cereales, casi incapaz de teñir pero presente. 

-Hobie tenía cuatro cuando su madre murió. - cuenta el gato mayor en la habitación.-Ahora tiene casi treinta pero todavía hace preguntas como un niño. - mira al felino. - Me pregunto si a un gato gusta de fiestas, como si todos fuéramos iguales. - 

Theodore escucha con las orejas bajas.

-Él era un niño inquieto, un ladronzuelo con mucha energia y tan valiente que era capaz de pasar por un estúpido. - mira un momento al gato. - No creí que te vieras tan inteligente siendo que te metiste en un lugar tan peligroso y sin armas pero en algo debes caer para estar en su camino. - 

-Tengo que encontrarlo. - mira las tiras alrededor. - ¿Él era un niño amable?-

-El más tierno que pude conocer alguna vez. - murmura de vuelta. - Era el niño que si te ve tropezar te hace de soporte con una sonrisa y si hablas, recuerda lo que hayas dicho, a veces me asusta. - ríe recordando exactamente estos detalles del niño al que vio crecer en su posibilidad. - Lamento que te hayan hecho vestir de esa forma. - 

-No me importa lo que tenga que usar mientras esté vestido. - vuelta para ver las ventanas selladas -Yo quiero encontrar a Hobart… Hobie es un lindo nombre para él. - 

-Él era más lindo de niño, con la adolescencia despertaron sus hormonas y comenzó a ser una molestia, me impresiona que te tenga buscándolo de esta forma.- mira directo sus ojos. - Gracias por verlo, amigo. - sonríe a medias antes de volver a pintar.

Grambel mantiene la mirada en la pared por unos minutos que procesa esas palabras. 

–Hobie me dijo que eras un letrado. - 

-Estaba estudiando en la universidad. - 

-¿Y el bar era parte del campus?-

-Si… - piensa en Mercy, en cómo presentarla. - Mi amiga me invitó a una fiesta en el lugar y Hobie se acercó a invitarla a bailar. - 

-A tu amiga, no a ti. - 

-Si, solo me invitó porque ella dijo no. - rie bajo. - Creo que yo ya quería que me hablara a mi y quise ahuyentarlo cuando me eligió como premio de consolación.- lleva una mano a su rostro. 

-Y seguro te agarró como adicto cuando noto que lo estaban retando. - suspira cambiando de pintura. - Desde niño le gusta hacer eso, ¿Y te gusta su plática o su cara?- pregunta mirando a la pintura. - Lo llaman feo pero para todo roto hay un desconocido. - 

-Creo que somos, los dos. - rie bajo. No porque sea hilarante sino porque se siente en confianza para hacerlo, reírse de sí mismo.-Me sentía muy fuera de lugar antes de conocerlo. - 

Esta persona desarma, es raro por su forma de hablar y moverse tan evitativa pero es agradable. 

-Hobie siempre será abandonado, olvidado por quién saca algo bueno de él, puede que estés en ese rincón abandonado desde antes de conocerlo. - 

Yo no fui abandonado. 

-Tú te abandonaste, lo escuche en sus palabras. Estas tan solo como él. - 

Levanta la mirada del suelo para fijarse en él. 

-Yo mismo lo abandoné una vez. - confiesa dando toque de color al lienzo. - Él parece una persona indestructible porque se ríe de sus heridas pero no es así, es más sensible que muchas personas.- mira al felino. - Por eso es un líder, ve a las personas y no solo su utilidad y eso, estar bajo los ojos de alguien que te ve que realmente lo hace , puede ser tan doloroso como feliz. Él es un líder que busca lo mejor… - bajan las pinturas con un pensamiento revuelto en sus ojos. - Por eso supe que no sobreviviría a la guerra, las buenas personas no salen de ahí, mueren. Se transforman o se rompen pero nunca vuelven. - 

Grambel cierra los puños juntos sobre su regazo. 

-Hobie regreso, exactamente como se fue… Tan iluso como siempre y creo que fue gracias a ti.- lo reconoce con una sonrisa. - No se como lo hayas hecho pero lo cuidaste en el infierno, fueras su enemigo o su aliado, protegiste su alma y eso no hay manera de pagarlo.- suspiró levantándose de la almohada donde estaba sentado. Acercándose con una mano en su oreja. - Este es el teléfono al que debes llamar para contactarte con él. - entrega un papel enrollado en su mano. 

Theodore abre los ojos ansioso, conteniendo estas emociones presurosas para tomar el papel con cuidado, muy suavemente. 

El gato lo suelta en cuanto reconoce los cayos de su mano, los dejados por gatillos y quemaduras de armas de fuego. 

Retrocede sujetándose el brazo con la mirada baja. 

-Puedes irte, gracias por visitarme.- camina de vuelta a esa almohada para pintar por completo al felino que acaba de conocer. 

Grambel se pone de pie lentamente. 

-Gracias por ayudarnos. - inclina la cabeza más ansioso por ir en búsqueda de un teléfono para llamar de una vez a ese lugar. - Me debo retirar ahora. - 

Con un movimiento de manos lo despide sin acercarse. 

Theodore era demasiado alto para que deseara acercarse más allá de lo que logró hacerlo con un objetivo en mente.  

-Cuidate y sean felices juntos. - lo desea en voz alta. 

Grambel para en la puerta con estas palabras dando vueltas en su pecho, son cálidas y sinceras. Cruelmente sinceras. 

-Dices que abandonaste a Hobie ¿Porque intentaste matarte?- pregunta directamente. 

Este gato inclina la cabeza. 

-Si, lo hice. - admite cansado.-No soy una persona valiente ni cuerda o limpia, estoy roto y enfermo por eso me vigilan. - 

-¿Y porque aun lo quieres hacer?-mira alrededor. - Tu ya lo tienes todo. - 

-Exactamente por eso. - abre los brazos.-No puedo, ya lo hice. Solo estoy atrapado. - 

Grambel toca la puerta para que la abran del otro lado. Observando a este felino volver a su escondite con las manos llenas de pintura. 

-Tal vez si conoces la familia de Hobie, te sientas mejor.-

-Sería emocionante, ser tío.-

La puerta se abre, devolviendo el silencio a la habitación. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El sol del mediodía golpea el campo entre las charcas de lodo y una pala clavada sobre tierra abonada. 

Los zapatos de la joven pisan este lodo con un ritmo suave, avanzando con hombros tensos y manos unidas, labios apretados en una línea. 

Llega al costado de el surco de arado, observando al joven llevar los sacos de semillas en su hombro. 

-Puedes entrar a la casa, comer con nosotros. - lo llama con las orejas bajas por los nervios.

Este chico mueve la cabeza inquieto. 

-No gracias, estoy ocupado. - murmura sin mirarla. 

Esta chica inclina la cabeza pensando con un rostro en crisis por segundos. 

-¿Y no puede detenerte por ahora? Solo ven a comer. - 

-No gracias, mejor coman tranquilos. - sigue adelante con las semillas a repartir por el campo. 

La joven regresa lentamente sobre sus pasos.

El chico en la tierra exhala un gran aliento en el alivio que le recorre al liberarse de la chica. 

Vuelve al trabajo sin ponerle atención a su estómago que ruge de hambre después de horas en el campo. 

 

Dentro de la casa la familia espera con miradas tensas. 

Viendo entrar de vuelta a la joven con la cabeza baja. 

-¿Vendrá a comer?- pregunta la señora gata con una mirada nerviosa muy clara en su rostro. 

-Dice que no tiene hambre. - responde la joven al tomar asiento. -¿Será la comida?- mira el plato en la mesa.-¿O no le agrado?-

Los menores se miran y vuelven a comer sin más que opinar que un movimiento de hombros sin ideas sobre la falta del muchacho al que se supone debían tratar bien desde ahora. 

La joven suspiró llevándose las manos a la cabeza. 

Al otro lado de la mesa el joven gatito mira a las dos mortificadas y su ceño no podía fruncirse más al momento de golpear la mesa y ponerse de pie. 

-Voy a decirle un par de cosas.- 

-¡No debes ser grosero con él!- le llaman las dos. 

Pero el gatito ya había salido de la casa. 

Por fuera da una profunda observación al campo para encontrar a ese cuñado. 

Desde el campo al camino de la entrada al huerto en crecimiento manos del mismo joven jabalí. 

Sus hombros bajan al notar la falta del joven y con su retirada las vacas en sus establos. 

Era claro que no estaba cómodo con ellos. Ni siquiera durmió en la casa, se quedó en el granero y se dedicó a trabajar en el campo por dos días. 

Regresa sobre sus pasos. 

-Voy al pueblo. - avisa. 

-Trae aceite para las linternas. - le pide su madre al escuchar que saldría. 

Deja su casa, tan incómoda por lo grande de esta a diferencia de su anterior hogar. 

 

Ahora camina sobre el lodo para ir al pueblo. Escuchando música de algunos lugares. 

Respirando profundo antes de internarse en una tienda a media luz al inicio por haberse expuesto al sol de mediodía. 

-¡Bienvenido!- saluda un perro en la caja. - ¿Quiere lechita el gatito?- le molesta al verlo tan pequeño. 

-No. - responde molesto. - Aceite. - pone las monedas en la barra. 

-Ya voy. - toma las monedas para ir a buscar las botellas al fondo de la bodega. 

El gatito mira alrededor buscando su objetivo. 

-Hola, amigo. - 

El pelaje del gato se eriza al sentir la fuerza de este perrito en sus hombros, seguido de ser sacudido por unas cosquillas que arden hasta lo inconcebible por un beso en su cuello.

-¡Sacate apestoso!- empuja al perrito con una patada. 

Este gira para no caer al suelo, levantando los brazos con una sonrisa alegre. 

-Disculpa, te vi serio. - vuelve a su encuentro. - Hoy habrá fuegos artificiales de práctica en el parque, ¿Quieres verlos conmigo?- lo invita directamente. - Es algo tarde pero las calles están iluminadas.-

-No lo sé. - murmura limpiándose el cuello para borrar esa sensación rara en su piel.-Tengo algo que hablar contigo sobre ese tipo. - 

-¿El general?- pregunta el cachorro ya con las cejas juntas. 

El gatito mueve la cabeza confundido. 

-No, no es sobre el general.- 

Otto suspira aliviado. 

-Enserio, Mil más uno-

-Milo. - 

-Bueno mil y una noches, están como locos los periodistas buscando información sobre el general. - 

-Eso no me interesa, lo que pasa es que este tipo sigue haciendo sentir mal a mi hermana.- lo acusa con los puños cerrados. - Ella está muy nerviosa pero aun intenta ser buena con él pero parece que no le interesa ni conocernos. - 

-¿Y fue grosero?-pregunta mirando la barra con alguien esperando.

El gatito mira a la misma persona y mueve la cabeza al sentir que estaban siendo escuchados. 

-Trabaja. - 

-No trabajo aquí , yo solo paso el tiempo y vuelvo a mi trabajo. - saluda al dueño que regresa con la compra del gatito. 

Agradecen y marchan fuera de la tienda. 

-¿Puedes hablar con él?- le insiste el gato al salir de la tienda. 

La persona en la barra y el tendero desvían la mirada al fondo de la tienda donde es visible este tenso jabalí con un saco de semillas de maíz en brazos. Vuelve a observar esa puerta ṕor la que salieron los dos niños con hombros tensos. 

Se acerca a pagar para irse. 

Al salir no va a casa, carga el saco en su hombro y va a otro punto del pueblo, el hospital. 

Entrando escucha a algunas personas quejándose. 

-¿Como que hora de descanso? ¿Porque un doctor tendría que descansar si no hace nada?-

Sigue por el pasillo a la zona interior del hospital-

-¿Por qué llegas con eso y oliendo a jornalero viudo?-

Ese saludo tan cargado de desprecio es del doctor sentado en una roca del jardín interior. 

-Tengo problemas y no tengo con quien hablar. - 

-Debes tenerlo. - 

-Mis amigos murieron y lo que me queda son mocosos. - dinero admite su nula vida social fuera del ejército y más con la falta de su generación compleja. 

-Viniste a dar lastima. - le acusa este. 

-No. Si fuera a otro lugar podrían pensar que estoy siendo desleal, aquí es seguro.- toma asiento en una de las bancas del jardín. - Estoy en problemas con mi nueva esposa. - 

-Hablas como si hubieras tenido más. - 

El jabalí lleva las manos a su cara. 

-No sé nada de gatos, no pensé que estaría en este aprieto. - 

-En tu posición deberías esforzarte y agradecer. - 

-¿Crees que es posible que yo haga eso?- le pregunta agitado. - Es una chica bonita y no solo ella, también su familia. - mueve los brazos incómodo. - Cuando llegamos a esa casa después del certificado entramos y dimos un recorrido… -mira al suelo. - Y cuando el del gobierno se fue, me quede ahí. - inhala profundo. -Y estaba un maldito cerdo entre gatos, ¿Qué demonios pintaba yo allí?- cuestiona con la cabeza baja. - ¿Quién pensó que esto era normal?- farfulla. - Cada vez que la veo me siento más imbécil.- 

-¿Y ella qué piensa?- le pregunta el perro. -¿Te dijo que no le gustas?-

 - ¿Es necesario?- ríe bajo. - Es una gata, debe estar horrorizada. - mira al cielo. - Ellos intentaron escapar, lo intentaron con ganas y ahora están atrapados conmigo. - lleva las manos a la cabeza entre gruñidos. - Hasta el niño, el maldito niño es como un mini noble, no puedo acercarme ni a hablar con ellos.-

El doctor da una mirada a su reloj. 

-Pues aquí no mejoraría en eso. - lo señala aburrido. - Debes enfrentar a tu nueva familia, ellos también están asustados. No conocen a nadie ni tienen nada más que esa casa y a ti para sentirse a salvo en un país que está por decidir si odia a los gatos o no.- lo recuerda con voz seria. - Son una familia , velo así. Son lo que no tuviste en toda tu vida y aunque sea para mal, debes intentar que funcione. - mira el reloj con cejas bajas. -¿O te han excluido?-

-Hoy y ayer, los dos días me han invitado a comer con ellos las cinco comidas que toman.- sonríe. - Es el desayuno, el té de antes de la comida, la comida. Té de la tarde y la cena, todas las pasan juntos.-

-¿Y te invitaron a todas?-

-Si. - mira al doctor. - Que amable estás siendo. - 

-Algún imbécil intentara darte un consejo de cagada que seguro lo arruinara todo. - tiene esa gran razón para ayudarlo. - Vas a volver y a cenar con ellos después de bañarte. Intenta hablar, intenta lo que sea. - 

-Comimos gatos. - 

El doctor cierra los puños por esa respuesta tan desagradable. 

La verdad. Eran culpables. 

-Cuando los veo, a los pequeños, solo me siento peor… doc, ¿Que se supone que haga?- mira al doctor. - Me asusta que de tenerlos… los niños tengan alguna enfermedad… Por mi culpa.-

El doctor lleva una mano a su rostro para pellizcar el puente de la nariz. 

-Si hay enfermedad será solo para ti, no para los niños.-lo señala en voz muy baja. -Ellos deberían comer por años carne de otros caníbales para que eso suceda. - sube el tono. - Así que deja de escapar de la chica, ella y tú deben conocerse y trabajar juntos para que este matrimonio tenga valor. - 

El jabalí rasca su cabeza hastiado, gruñe al pensar en algo para molestar al gran doctor. 

-¿Por qué no está entre los matrimonios concertados?- 

El médico se ríe en su cara. 

-Porque estoy por casarme con alguien.- presume. 

-Con razón parece vivo al fin. - lo reconoce. 

El doctor estaba más vivo hoy que en todos esos años de guerra. 

Aquel perro abandona la silla donde estuvo descansando. 

-Ya te, estoy por revisar a un tipo y sus pulmones de fumador sangran cuando tose. - 

Abandona el hospital. 

 

En su regreso ve a esos niños en la puerta de su propiedad. 

Puede verlos hablar y detenerse para separarse. 

Evita ser notado por el perro o no.

Este le miró y apuntó sus ojos como advertencia. 

Hay muchas razones por las cuales deseaba evitar esta unión, acercarse a la familia de gatos. A la chica. 

Es sobre todo su propia cobardía. 

Por sentirse intimidado al verla inclinada sobre el agua del pozo con ese rostro brillante a la luz solar. Como si de su cuerpo saltaran motas de luz que se fusionan con el calor de su cuerpo. 

Llegando a ver esos ojos brillantes. 

Traga seco al ir al granero donde estuvo escondiéndose. 

Decidiendo tomar un baño como se le recomendó. 

Es elegir entre cuatro conjuntos de pantalones y camisa más dos chaquetas. El uniforme o la franela. 

Pasa un tiempo frente a esta ropa vieja, pensando en esta familia. 

En lo cercana que era a su fantasía de niño. 

A las pinturas que veía en panfletos de iglesias donde se le aseguraba que eso era una familia. 

No solo uno. 

Eran grandes familias que llenaban una mesa. 

Dejándolo con este golpe de realidad, donde su imagen se siente como una historia de terror sobre un panfleto religioso. 

algo que lo lleva a tomarse el rostro, odiando sus facciones. 

Su nariz ancha y ojos, estos colmillos prominentes. Todo, todo es tan contrario a un gato. 

Ni siquiera los perros tenían facciones tan diferentes a los gatos, le es repulsivo. 

-¿Hoy si quieres-

Su espalda se tensa, traga seco mirando por encima del hombro a esta chica. 

La misma levanta las orejas sorprendida. 

-¿Quieres comer con nosotros?- le pregunta de nuevo con la voz temblorosa. 

Esta vez necesito unos segundos para responder. 

-Si. - susurra inquieto. 

La gata sonríe ansiosa. 

-Entonces ven cuando estés listo. - 

El joven jabalí se queda de nuevo solo. Mirando las prendas… 

La ropa que debería llevar puesta y no sentado completamente desnudo sobre la paja del granero. 

-No… - lamenta lamenta derritiéndose su poca dignidad en un charco de arrepentimiento. - ¡No!- 

 

Por fuera del garnero la joven camina a la derecha. 

Encogida, derecha y encogida. 

Hasta llegar a la puerta de casa donde se sujeta a la pared soltando el aliento con un pequeño grito. Enrojeciendo hasta el cuello y orejas con la clara visión de una espalda cálida cubierta de cicatrices y un relieve de músculos suaves que no vio con los ojos enteramente sino que llenaron su boca con el delirio del sabor de ese cuello tenso entre sus colmillos. 

-Ay, no… - inhala profundo para deshacerse de estos pensamientos. Entrando a casa para avisar. - Está bueno. - avisa. 

-¿Qué cosa?- pregunta su madre al escucharla entrando con esa gran y valiente declaración en voz alta. 

Traga y corre a la sala. 

-La luz. - miente después de quedarse seca con las mentiras. Recostandose en el sofá que les dieron, ignora a los dos niños jugando en el suelo. -¿Debo ir a la iglesia?-pregunta para si. 

No sabía que la mente podía ser tan traicionera. Ni que un hombre pudiera ser tan delicioso de observar. 

Más hay algo encantador que no se puede ignorar.

Aún no lo conozco bien .

No se sabe sus malas costumbres. 

Él tampoco la conoce pero hay algo que no puede negar:

Él es suyo. Es su pareja. 

Y tiene una colita muy bonita. 

-Solo tenemos que conocernos mejor. - suspira sonriendo.-Y conseguir que no nos quiten la casa.-

 

Esta cena es tensa en una forma que no esperaban. 

Comen, se miran y siguen comiendo. 

Viendo a este joven con la mirada baja y el tenedor picando la carne que dejó al final después de terminar con las verduras. 

-¿No te gusta la carne?- pregunta la señora. 

Este traga seco al responder. 

-Prefiero las verduras. - 

-¡Toma. toma, todo!-

- ¡No sean groseros!- les grita la joven al ver a sus hermanos llenar con sus verduras el plato de su ESPOSO. - ¡Ahhh!- chilla. 

Los niños corren llevando el pedazo de carne que no quieren comer. 

Suspirando al quedarse solo con las verduras que no tenían ni de asomo el intento de una mordida. 

-Esta bien si no las comes, aquí hay más. - le avisa su SUEGRA.

El joven mueve la cabeza. 

-Es mejor no desperdiciar. - intenta detener esta sensación bochornosa.

-Pero… ¿No es grosero?- pregunta mirando a los tres presentes. 

Milo pierde pelo al ser buscado como posible fuente de conocimiento. 

Lleva todo a su boca y huye. 

-Amigo. - dice tomando su suéter para escaparse al parque. 

Quedando solos los tres. 

Dos. 

Dos porque la señora notó que estaban tensos y decidió hacer lo más lógico. 

Desaparecer. 

-Que sueño, sueño, sueño. - se despide acelerando el paso a su alcoba. 

Quedaron solos los ESPOSOS. 

Deje un silencio solo interrumpido por los tenedores. 

-¿Por qué estás tan incómodo con nosotros?-

Es increible como preguntar esto hizo que la ya pobre escena se volviera más tensa para ambos. 

El sol del atardecer en el exterior es ya una verdad, no quedan más de media hora de luz solar. 

-Porque esta es mi primera vez con una familia. - admite en voz baja. - No sé si encajo en tu vida. - 

-Y no lo harás si ni siquiera te acercas. - le señala ella poniéndose de pie para acercarse con la silla en su mano, la arrastra y coloca a su lado. - Así. - pega el hombro con él o más bien, no puede. 

Es muy grande. 

Sus orejas se mueven sorprendida. 

No es el cuerpo de un mastodonte y una piedra, es un ser vivo cálido con un brazo que se ve tan grueso como su cabeza y un rostro compungido y rojo. 

Lo pone nervioso. Le gusta. 

A ella le gusta. 

Sus ojos van a ese rostro con las cejas arriba. 

-Es la primera vez para mi también, intentando no tener miedo a un hombre. - murmura en voz baja.-No me asustas, eso me hace feliz. - 

-¿Entonces qué sientes cuando me ves?-pregunta él. - Porque al verte, veo que no somos iguales. Ni un poco.- mira sus manos, las tres pezuñas de su mano. - Solo mira esto… ¿Que se supone que seamos?-murmura ansioso. 

Su cuerpo se vuelve de gelatina al ver esa mano sobre la suya. 

-Una familia. - susurra sorprendida por sus diferencias. - Después de todo, no quiero dejar ir las vacas.-

El joven sonríe riendo en voz baja. 

-Todo sea por la vaca. - 

-Bueno. - inhala agarrando valor para algo estúpido. - De aquí no brotaba nada a menos que lo sembremos. - le aclara llevando la mano a su pecho. 

Como si lo que tocara fuera carbón al rojo este joven escapa del agarre. Tan rojo como enmudecido se lleva su plato fuera de la casa.

La gatita inclina el cuerpo en la mesa. 

-¡¿Por qué hice eso?!- lamenta volviéndose un manchón entre sus temblores y arrepentimiento. 

Aunque… ¿Por qué arrepentirse? 

Solo puede quedarse ahí , temblando como una hoja entre sonrisas nerviosas. 

En el parque hay muchos jóvenes y niños presenciando las prácticas de los fuegos artificiales. 

En un círculo protegido por un enrejado se colocan los cartuchos y con un palo de dos metros con una vela al final los encienden, viendo cómo se elevan las bolas de fuego una por una en colores. 

Era hermoso en muchas formas. Los niños disfrutan. 

Cualquier niño que no haya estado en el lugar donde verdaderamente la pólvora estalla con todas sus fuerzas y dejará marcas en sus mentes.

En corazones que saltan con cada estallido. 

 

Milo no esperaba que algo que lo emocionaba tanto se volviera tan personal,íntimo, cercano y cerrado. 

No esperaba terminar con el cachorro pegado a su cuerpo entre jadeos ansiosos y un chillido agudo. 

Cierra los brazos para cubrir sus oídos. 

No es indiferente pero tampoco se sentía tan afectado como este cachorro, quizás porque las granadas que estallan no lo hacían a su lado sino que era él quien las lanzaba y eran señal de una seguridad a la que buscar. 

Mientras que este cachorro los presentía como la muerte. 

-Otto. - lo llama con el rostro en su cuello. 

-¡Mira, mi, son novios!- 

El gato eleva las orejas al ser apuntado por los niños que debían estar jugando antes de notarlos entre los árboles. 

Abre la boca furioso. 

-¡Los voy a madrear mocosos feos!-

Estos niños corren asustados al acercarse el adulto con un palo lleno de hojas secas. Este bufa con los hombros tensos. Mira al gatito. 

-¡Son novios~, son novios~, son novios~! - los apunta con el palo y riéndose. 

-No te burles. - le regaña el gatito. 

Este adulto se acerca para ver la situación. Moviendo las orejas con los nuevos estallidos. 

-Pobre, seguramente no sabía que pasaría esto. - con un tirón se saca el abrigo para entregarlo. - Póngalo en la cabeza, así se sentirá mejor. - 

-Gracias. - toma la prenda para cubrir sus oídos.

Este gato inclina la cabeza a un lado. 

-No se si puedo dejarlos solos. - dice en voz alta con dudas muy claras. -¡Ahi se ven!- se desṕide riéndose. 

El gatito sigue con la mirada al fornido felino. Reconociendo las heridas de su mano. 

Era parte de su pelotón pero no reconocía al soldado. 

Se sacude al sentir el abrazo volverse más fuerte por la sacudida de la cabeza del cachorro. 

-Estarás bien. - lo consuela cerrando el abrazo. 

-Yo quería que te divirtieras… Esto no es divertido, lo siento mucho, Milo. - susurra sin sentirse aún capaz de soltarlo al sacudirse de nuevo por el estallido de los cohetes. 

Milo sonríe para responder, resaltando por un roce inesperado. 

Mira a cualquier lado menos la cara del cachorro al sentir cosquillas en su cuello por esa nariz helada. 

-Solo quedémonos así, hasta dormirnos. - murmura escapando de esta sensación. 

-Si fueras una ya me habrás descalabrado a cachetadas. - 

-Aun me tienta hacerlo. - lleva las manos a su espalda. - Estarás bien, solo duerme. - mueve el cuerpo de lado a lado. 

El sopor crece. Las cosquillas paran y se puede disfrutar de su cercanía, de verse uno al otro y sonreír. 

-Eres muy guapo.- lo halaga el gatito. 

Este cachorro une su nariz con la contraria. 

-O tus estándares son muy bajos. - 

-Si, debe ser eso. - admite mirando esos ojos achinados que parecen estar siempre pidiendo, rogando, por un segundo más de su presencia aunque sepa muy bien que no es así. 

Que sería cambiado por cualquier chica a la menor oportunidad. 

El cachorro baja la mirada. 

-Vaya, no sabia que seria asi. - reconoce. 

-¿Que?-

-Tetas rosadas, parecen botones de clavel.- por un segundo es obvio que estaba interesado en morder este antojo. 

El aliento hace al felino erizarse furioso. 

Ahora si decide regalarle al perro el tan esperado bofetón en forma de un prodigioso revés ,sellando con su impacto el ruido de la pirotecnia fuera de su pequeño escenario. 

 

 

 

 

 

La clínica donde están sus amigos pude verla al final de la calle pero antes de esta hay algo que desea hacer y no alargar más lo que parece una búsqueda infructuosa. 

El teléfono público del pueblo, uno de los doce repartidos en una cabina en el espacio abierto e iluminado del palacio de gobierno. 

Antes de siquiera tocarlo limpia la superficie del teléfono, mirando al teclado con manos temblorosas. 

Marca el número y coloca una moneda con manos temblorosas. 

Espera. 

Mira al cielo escuchando cada pitido. 

-Operadora a la orden, ¿Con quien desea comunicarse?- pregunta esta voz femenina al otro lado. 

 Un sobresalto lo sacude y responde a la operadora. 

-Rino Daniels. - lo nombra por la nota. 

-Le comunico. - silencio. 

Espera un poco, esta vez más ansioso. 

Con los minutos que pasan las luces del parque se iluminan a su alrededor, viendo a algunas personas retirarse a sus hogares. 

La espera comenzaba a frustrar lo. 

-Hola, ¿Quién habla?- saluda una voz masculina. 

Theodore toma aire. 

-Hobie, quiero hablar con Hobie. - aclara esperando. 

Esta vez la voz no vuelve. 

Tiene que esperar otro tanto, poner más monedas y esperar con la cabeza inclinada. 

-¿Quién eres?-

Todo su cuerpo reacciona tan rápido como sus pupilas se extienden con esa voz golpeando sus tímpanos con aquel murmullo. 

-Soy Theodore. - responde con la mirada en el cielo. 

Tras un segundo de estática y retraso en la llamada escucha su reacción. 

-Oh no, Theodore ¿Tan pronto? Creí que tendría tiempo, aun no acabo aqui ¿Que haces buscándome? ¿Te han molestado? ¿Tu madre está bien? ¿Estás bien la lindura?-

El alivio que le llena solo puede ser comparable a la demolición de una montaña de yedos acumulandose. 

-Estoy bien, estoy aqui porque queria verte.- recarga el cuerpo de las paredes de la cabina.-Quería saber que no me habías dejado atrás. - suspira llevando las manos a su pecho. 

Los segundos de retraso son muy molestos pero debe esperar a recibir su respuesta y escucharlo. 

-No quería que llegaras a eso, se supone que no pasarás por eso ¿Que tan enojado estás conmigo? Dios, Thedore, creí que no me buscarías tan rápido. Crei que podria llegar antes del año.-

Su voz no tarda en salir alterado. 

-¡¿Un año?! ¿Dónde te esconderías por un año?- lo pregunta tratando de esperar a su respuesta y no gritar. 

-Porque sabes que solo queda algo que hacer, solo una cosa y debo hacerla.-

-Hobie, ¿Cuando volveras?-

-En diez meses, Theodore, lamento lo de la tumba pero no podíamos tener una vida con todo eso sobre mi nombre. - 

-Lo entiendo… - miente, en realidad deseaba hacer una rabieta y tirarse al suelo como un niño malcriado pero no era posible por teléfono. - Te amo, Hobie. - 

Espera la respuesta del otro lado. 

-Yo quiero estar contigo, vivir contigo y tener nuestra propia fiesta. - 

Grambel prieta el teléfono en su mano. Saca parte de su mal humor, de su miedo y lo vuelve rencor al hablar. 

-Si estuvieras aquí, me quitara la ropa yo mismo. - admite algo que no debería por teléfono al no saber si estaban siendo espiados y por esto Hobart no explico nada realmente de su viaje.-Porque no sabes cuanto necesito que me hagas un compañía, perro. - murmuró suspirando el calor que le llena por este deseo incumplido. 

Del otro lado la respuesta tarda pero es una clara risa nerviosa, un aliento que reconoce como una bocanada de aire tomada entre los colmillos. 

-Dios, eres un gatito tan cruel. - le acusa con la voz áspera, húmeda a pesar de la estática de la llamada.-Sinceramente, sueño contigo. Con tu voz, tu cuerpo arriba 6 cómo te mueves sobre mi. - 

El felino baja las orejas ocultando el rostro en su mano. 

-Extraño tu lengua áspera, tus uñas y como dices mi nombre tan fuerte aunque apenas puedes respirar sin llorar. - ríe con la creciente desesperación de la ausencia tomando fuerzas en su pecho.-Extraño tanto como me marcas y tu sabor, cuánto desearía que me dieras de beber otra vez. Tomarte y tener tu fuente en mi boca. - 

-Hobie, basta. - lo detiene para no llevar más lejos algo que no deberían. Su ser está lánguido aunque lo intente negar, siente cómo se podría estar más que agusto cumpliendo con ese escenario y no tendría nada por que negarse.-Haces que me sienta solo.- 

 

 

 

En una odisea apartada de ambos puntos geográficos la operadora abre los ojos aturdida por todo lo que escucha por error. 

-¿Qué dice?- pregunta su encargado a su espada. 

La mujer abre la boca nerviosa. 

-Es una llamada sexual entre hombres. - 

-Ugh, deje de escuchar. - le ordena moviendo la mano con desagrado. 

Así ella desconecta el aparato eléctrico de la llamada. 

 

 

 

 

 

Para los dos la estática para pero eso no mejora el retraso de la voz. 

-Mi mamá cree que eres un viejo verde. - 

-Equivocada no está. - 

-No estás viejo. - 

-Pero soy el que se quiere robar a su niño. - 

-Callate. - ríe bajando por la pared de la cabina, tomando asiento en el suelo. - Creí que tú también me habías dejado de lado, por muy poco, temí eso. - 

-No, yo no te haría eso ¿Qué clase de imbécil haría eso?- pregunta sin diversión. 

-Tu cocinero. - le cuenta para alargar la llamada lo más posible. 

-Él… ¿No buscaste a tu chubby spy?-

-¡No lo llames así!-lo detiene alterado. - Ese tipo en su cara le dijo que todo era mentira, que no eran nada y solo quería eso. Fue muy cruel con mi amigo. - 

L alterarse recibió la respuesta y no la entendió. Recordando esto que no podía poner así la primera oportunidad de contacto con el perro. 

-Hobie ¿Puedo contarte algo?-le pregunta más suave y bajo.

-Claro.-

Grambel mira el cielo al cubrirse la boca. 

-Te amo. - 

-Yo también te amo, te adoro mi gatito. - 

 

 

 

 

 

Hace mucho tiempo no comía papaya fresca y no hervida en azúcar o como un dulce conservado en seco. 

Debería poder disfrutarlo pero no puede ni dar un bocado antes de horrorizarse con el diagnostio de la doctora.

 

 

-Señor Paxton, ¿Escuchó?-

La mirada del gato va de la doctora a su amigo con media papilla a terminar en esa camilla. 

Quien no puede 

-¿Qué?- pregunta el felino en la camilla.

-Es mejor que descanse por unos días y si su viaje debiera continuar deberá ser en un vuelo, lo que evitará que vuelva a exponerse a una segunda deshidratación tan severa como la de hoy.-

Barys sacude las orejas y da tres saltos en su lugar con una ansiedad tan grande como su cola esponjada. 

-Debo ir por Grambel. - le avisa a Miguel antes de correr por la puerta.-No te vayas a ningún lado. - le pide sin voltear atrás. 

Las puertas no terminaban de girar hacia atrás antes de escucharlo gritar a todo pulmón. 

-¡¡Theodore, mueve el culo hay un gran problema aquí!!- lo llama como si eso fuera a ser el radar para encontrarlo cual murciélago a mosquito. 

La doctora mira a esa puerta y la detiene para que deje de dar vueltas. 

-¿Usted cuenta con algún seguro o familiar que pueda darle cobijo por esta noche?-

El gato en la camilla vuelve a comer temblando hasta las orejas. 

La doctora cierra la boca en una línea al verlo llorar sobre el plato. 

-Porfavor, deme un momento…-pide en un murmullo. 

La doctora mueve la cabeza aceptando su petición. 

-Lo dejaré procesar y volveré en veinte minutos. - abre la puerta a su paso. - No se preocupe, en este pueblo hemos desarrollado las soluciones necesarias, así sea una u otra su decisión. Estará a salvo y en secreto su salud.- espera a saber que fue escuchada. 

Este paciente mueve la cabeza con la boca llena. 

-Entiendo. - dice después de tragar el bocado. 

La doctora deja la habitación en silencio. 

Un silencio inquietante. 

La cuchara ya no llega a su boca. La pierde en el interior al dejar de lado la mezcla de arroz con leche y fruta picada que le habían dado. 

-¿Porque lloras?-

El gato mira a la puerta con los ojos llenos de lágrimas, gruñendo levanta el plato para lanzarlo contra esta persona. 

-¡Por tu culpa, por ti!- chilla llorando furioso. 

Este perro evitó el plato al levantar el brazo y hacer a un lado el proyectil, observando el postre desperdiciado en la pared. 

-¿Por qué estás aquí?-

-Ya te lo dije. - responde doblando las rodillas para esconderse en un ovillo. - ¿Por qué no te vas?-

El perro mira su rostro con las cejas fruncidas. 

-Yo… - inhala profundo. - No puedo dejarte ir. - 

La cara del gato no tarda en cambiar on lo que escucha

Llenándose de tanta… Alegría como una fuerte humillación. 

-¡¡¿Por qué quieres jugar conmigo?!!- reclama a gritos. 

El perro mira al suelo con esta expresión perdida, bajando las orejas con un pesar creciente. 

-Gatito, no quería que cargaras con esto pero tampoco soy tan valiente para quedarme atrás cuando te vayas.- avanza a su encuentro viéndolo apartarse de la orilla de la cama a la que se acerca. - Porque no puedo cuidarte pero no quiero que me odies. - mira su rostro. - Ven aquí. - lo llama estirando el brazo a su dirección. 

-Vete al carajo. - evita su mano y retrocede, sacudiendo las orejas al casi caer al sueño de espaldas. 

El perro lo trae de vuelta a la camilla con este brazo. 

Miguel lo ve ahora. 

Uno solo. 

-Lamento mucho ser un cobarde, gatito. - 

El felino sube la mano por su figura sin tocarlo hasta llegar a su rostro. 

-Cientos de nosotros-

-Te prometí tanto y tantas cosas que…-traga seco. - No podré hacer nada de eso por ti. 

-Solo es un brazo. - 

-Un brazo, una pierna y un riñón. Esto no es nada… -suspira mirando sus ojos.-No quería que vieras esto, no así o puede que nunca.-

El felino vuelve a su lugar con las orejas bajas. 

-Nunca me hubieras buscado.- lo puede asegurar. 

El perro da una nueva disculpa con la cabeza baja. 

-Lo lamento.- 

Miguel mira a la pared sucia.

-Llevame a tu casa. - pide poniéndose de pie. Antes de que cobren la pintura. - 

El perro mira esa suciedad, con las orejas bajas. 

-Tus amigos estáran preocupados. - 

-Necesitan pensar sobre esto.- toma su lado con las orejas bajas. - Aún estoy enojado contigo.-

Inicia el camino el perro, dejando a espaldas del felino una pieza de papel sobre la camilla. 

Llega a la primera puerta empujandola con ese palo bajo su brazo. 

Miguel lo mira curioso. Creía que venía para pelear y puede que aún sea así. 

Imaginar a este perro peleando con su bastón era más que posible. 

Caminan por los pasillos en silencio, solo el ruido de sus pasos y el bastón golpeando la superficie del piso gris. 

El gato se recarga o más bien funde su cuerpo con ese costado vulnerable. 

-Eres un cobarde. - 

-A veces sí. - confiesa con una sonrisa el perro.-Sobre todo cuando menos quiero serlo. - 

-También eres bueno mintiendo, no me gusta eso. -

-¿Por qué decides escucharme?-pregunta al salir por la puerta trasera del hosìtal. - ¿Me matarás al llegar a casa?-

-Es posible. - mira al camino. - Pero no es eso lo que necesito. - toma un gran respiro.-Ahora, acelera,seguro que se enojan conmigo.- 

Conrad inclina la cabeza. 

-¿No me tienes asco?-

-No. - susurra recargando la cabeza en su hombro.-Solo quiero dormir, vamos a descansar. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Gracias por leer.
Se nota que es romabce a la antigua en esta historia ¿No?
Llamada con lag.

Chapter 23

Notes:

Capitulo suave

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

 

 

 -Entonces…- mira alrededor con las orejas bajas.-Me perdí. - murmura juntando las manos sobre su torso.-Me lleva el carajo. - lamenta caminando hacia la única luz de la calle. 

Nunca es bueno separarse ni salir corriendo como un idiota. 

Mira arriba para reconocer el lugar. 

-Puta madre. - lamenta acercándose a este local. 

Entra para averiguar lo que era. -

-Oh, no. - deja ese lugar tan rápido como entró.

-¡En este país no entramos a casas ajenas!- grita una persona detrás. 

El gato huye cubriéndose con él abrigo para no dar vista a su parche. 

Corre por un camino iluminado hasta detenerse, observando una construcción alta y robusta en piedra. 

-¡Nadie dormirá hasta que la puerta esté de vuelta en su lugar!-

-¡Como si fuera nuestra culpa que se cayera! - 

Escuchó esos gritos, acercándose a distancia prudencial para ver a estas personas encargándose de unas grandes puertas de hierro caídas con gran parte de los ladrillos de la pared de la misma puerta. 

Inhala antes de acercarse a estos trabajadores, todo por la necesidad y su propia ineptitud. No podía ser siempre tan receloso con las personas y necesitaba instrucciones. 

-Buenas noches, señores ¿Ustedes po-

-Pero qué bonita sorpresa. -

Con estas palabras comienza la lluvia de palabrerías qué solían ser la razón por la que evita a la gente. 

-¿De quién es esta cosa tan linda?- 

-Si en mi casa te tuviera, di me dieran ganas de llegar temprano.-

-¿Estas solo y vienes por un amigo?-

-¿Te gustan los perros o solo de perri-

Barys aprieta los puños y hace lo que es más lógico ahora mismo. 

-¡Vine por tu madre, quiero que me digan donde está la maldita clínica rosa!- grita furioso al acercarse. -¿Saben o no mediocres?-    

Estos lo miran, se miran entre ellos y de nuevo a él

Comenzando a reírse y arremeter. 

El que parece más joven de este grupo, y antes se estaba quejando, se adelanta con los brazos arriba. 

-Estás estás muy perdido. - apunta uno de estos trabajadores.-¿Al menos tienes idea de con quienes hablas, gatito?- uno de estos se acerca a su dirección. 

Una vez más el problema de ser un gato British lo hace caer en cuenta de su diferencia de tamaño con otros antropomorfos como Miguel o Theodore y esta vez con un lobo que lo mira hacia abajo. 

-Si te molestas, responde. Amarren sus vergas al suelo y piensan con la mente o mueran, idiotas.- apunta su mano. - Ese anillo me dice que hay alguien que va estar feliz de saber que te la pasas de pervertido en las calles. -  

  Un coro de “Uuuuhhh” se escucha de fondo seguido de risas. 

-Te jodio el gato. - lo apuntan entre risas 

Este lobo gruñe volviendo a mirarlo con las cejas fruncidas. 

-Estas muy solo para que te crees con derecho de siquiera hablarnos. - 

-Yo preferiría hablar con gusanos pero en su ausencia los tengo a ustedes, ¿Me diran donde esta la-

-¡Toma, bonito!- inicia retrocediendo con el parche en la mano. -¿Desde cuando los gatos se enfurecen con esto?- le acusa revisando la pieza de tela que robó. 

Barys se cubre el rostro con las manos, ocultando las cicatrices qué esté parche cubría. 

-¿Qué haces?- le llaman. 

El hecho es que las risas pararon al fondo.

Solo por ver a este engreído gato volverse una pieza de temblores.  

-Aléjate. - murmura al retirarse de este lugar entre tropiezos. 

 

Los trabajadores se levantan al verlo irse. 

-No puedes quitarle su venda a un soldado.- lo sacuden.

Cualquiera puede ver esa herida y notar que no era un accidente doméstico, no con esos cortes. 

Debía ser alguien del ejército. 

-¡Devuelveselo! - ordena uno de los mayores. - Ese tipo se parece al que vino hoy, parecía importante. - 

El lobo comienza a sentirse presionado por estos reclamos en respuesta a su hazaña y no las risas que deseaba provocar. 

-Nisiquiera lo conoces para que te atreverías a-

-¡Bien, ya voy! - sigue su figura por esa calle después de quejarse por esta injusticia. 

Puede ver al gato caminar torpe con las manos en su cara. 

-¡Gato!- lo llama. 

-¡Aléjate de mí!- grita sin detenerse. Sigue adelante buscando a ciegas el camino. 

Debería haberse quedado en la clínica, no debió salir. 

-Carajo, carajo… - murmuró buscando. 

-¡No intentes seguir ese camino!- lo llama este lobo alcanzándolo. 

-¡No me interesa!- intenta sacarlo de encima. 

Este lobo puede haya cometido un error y siente vergüenza por esto, no significa que desee pagar su error con este mal sentimiento y menos cuando el gato reacciona de esta forma haciéndolo sentir peor de forma que parece innecesaria en muchas formas. 

-¡Solo deja que te ¡¡Ahha!!-

Barys deja de pelear al escuchar este grito y ver al lobo caer al suelo entre quejidos y manos metidas entre sus piernas. 

Mira al frente a ese perro con un palo en manos. 

-Está exagerando, vamos.- le toma la mano entregando la prenda recuperada de manos del lobo.-¿Como esta tu carita?- le pregunta acariciando su espalda. 

Barys suspira atando su parche. 

-¿Quieres turrón?- le ofrece una bolsita de su suéter. - Lo compré en el hotel para mi familia. - 

Barys mira esos dulces y suspira. 

Sus brazos suben aferrándose al cachorro con fuerza. 

 

El lobo al fondo gruñe cojeando de regreso a su trabajo. 

-Mueranse, cabrones. - les maldice agarrándose la pierna para no subir, el dolor casi le abre el recto cuál fuente. Los odiaba con creces.-Esto me sacó por jugar bien. - 

 

 

Este perro le corresponde llevando las manos a su cadera de forma que lo hace esconder el rostro en su cuello. 

-¿No me odiabas?- pregunta con el rostro inclinado a un lado. 

Barys baja las orejas para no escucharlo. 

-Si tan solo fueras… - suspira con la cabeza baja.-No debió pasar eso. - 

El perro busca el cuello de Barys, tirando suave de su ropa solo para tener acceso a su piel. Besa esta zona atrayéndolo, consciente de cómo a cada pequeño movimiento el felino se mantuvo apacible sin reacción más allá de un temblor. 

El beso en su cuello no tarda en calentar sus mejillas, estremeciéndose a cada caricia. 

-Gatito, si el tiempo es el problema ¿Me esperaras?- pregunta en voz baja. Devuelve la ropa a su lugar con la mirada en ese cuello. 

Barys muerde su labio suspirando. 

-No lo sé. - 

-Entonces podemos casarnos ahora. - sonríe el cachorro. 

-¿Por qué quieres tanto casarte? Eres un crío, ¿Que piensas?-

El cachorro toma sus mejillas. 

-Pienso si estoy actuando correctamente o si debería hacer algo más. - 

-¿Mas qué?- le pregunta riendo amargo. -¿Qué más tiene que hacer un mocoso como tú?-

Este cachorro es sincero. 

-Quizás sacarte la ropa y ponerte contra la pared como esta vez. - piensa en voz alta mirando a un costado. 

Para el gato este segundo está lleno de temblores, mirando esa pared de roca cubierta de enredaderas donde no serían visibles. Su respiración se vuelve pesada por esos segundos de duda, de pensamientos revueltos y rodillas temblorosas. 

-O si debería ser responsable y no seguir pensando en esto contigo. Yo, no lo entiendo. - busca sus ojos estrechando el contacto con su rostro. - Tus ojos me llaman y pareces tan bonito como esa vez, como si te quemaras.- ve esa expresión decaer con las cejas juntas.-Y yo me siento aterrado, mucho , porque no sé si debo hacer lo correcto o lo que queremos.- suspira buscando sus labios. - Así que es claro que soy un crío y no sé nada del mundo y no me queda de otra más que pedirte ayuda. - 

-Caleb. - farfulla perdida en ese poco espacio entre ellos. 

-Así que, señor adulto, ¿Me enseñaras el camino? - pregunta en una súplica. - Enséñame el camino porque sino, estoy perdido. - esconde el rostro en su cuerpo cerrando el abrazo con fuerza capaz de doblar su cuerpo. - Me estoy perdiendo en tu cuerpo, ayúdame. - pide buscar cerrar más este contacto. Temblando su voz, su deseo.-Por favor. - ruega tirando de su ropa.-Ten piedad conmigo. - 

Barys lleva las manos a su rostro. 

-No, no , no… - su mirada sube buscando sus ojos. - ¿Cuándo creciste?- pregunta rendido a las manos que van por su ropa.-Esto no está bien. - detiene sus intenciones con un suspiro. 

-¿No?- pregunta el cachorro apartándose con la cabeza baja. 

Barys suspira juntando las manos al ver esos ojos brillantes de cachorro mirándolo con esa cara regañada y triste. 

Su corazón se ablanda así como sus rodillas. Mira al suelo con las orejas bajas por esta duda creciendo junto con esa escena pasada y como aún no puede recuperarse de esta experiencia tan física como salvaje

-Quizás… - mira al suelo con una idea mala en su cabeza revuelta. 

Ese aliento vuelve a torturar sus sentidos. 

Puede que de esto se tratara todo su mal humor, del miedo que sentía a quedarse solo de nuevo con este chico. 

A caer como ahora, tan bajo como parece que quiere llevar este chico que huele tan bien. 

-¿Quizás … ¿Qué?- le pregunta el mismo muchacho buscando su rostro. 

Barys exhala tembloroso con esa pregunta, de nuevo ha hecho que este chico acercarse de esta forma cuando ya había logrado separarse, está perdiendo la resistencia que debería sentir. Sus ojos se desvian a las manos que sujetan sus brazos. 

Sus ojos se cierran rendidos al beso en su sien, subiendo por su rostro, buscando su boca. 

-Quizás pueda-

-¡Heh ¿Que hacen en mi jardín?! ¡Hijos de puta!- ruge un anciano desde su ventana a unos metros de ellos. 

Caleb se gira lanzando el palo que dejó en el suelo. 

-Vamos. - le toma la mano para correr juntos por la noche. 

 

 

 

 

-¿Cómo es que no están mis amigos?- pregunta agitado.

La enfermera repite como si fuera un problema de pronunciación y no el contenido de la información compartida con el gran gato. 

-Pues no están. - responde la enfermera. -Pero nos dejó esto. - entrega una hoja de papel a su mano.-Su amigo lanzó comida contra la pared y se fue con el maestro de la primaria. - 

Theodore mueve la cabeza de la hoja a la enfermera. Es una dirección. 

-Pagaré-

La enfermera mueve la cabeza de lado a lado. 

-Ya pagaron, el maestro lo hizo.- le avisa con cansancio.-¿Quién es el padre?- pregunta con curiosidad.-Disculpe si es algo entrometido de mi parte pero desearía saberlo… Cuestiones médicas. - 

Parece que cuestiones médicas son cinco enfermeras y una doctora al fondo completamente sumergidas en la curiosidad…

-¿Padre de quién?- pregunta confundido con esa última información. 

-Del bebé del joven, es muy lindo conocer a un gato por primera vez y sea atendiendo un embarazo. Es muy emocionante. - 

Theodore abre la boca y la cierra, boqueando como un pez ahogado. 

-Disculpe, debo retirarme.- como reflejo hace un saludo militar antes de salir de la clínica. 

Sigue adelante con la hoja en sus manos. 

Busca con las direcciones indicadas en los letreros de cada esquina, pisando con cuidado aunque no tenga en ello. 

Corre. Mira a los lados buscando el lugar exacto. 

-¡Impacto!- chilla Barys al caer al suelo. 

Su costado es golpeado por el choque de dos personas. 

Con normalidad se plantaría, hoy cae de lado estrellándose con el montón de hierbas del campo. 

-¿Theodore?- lo llama a un lado. 

Theodore en el suelo mira a estos dos con la mano en la cabeza. 

-No debes correr a ciegas. - lo corrige mirando al compañero del gato. - Delito federal , ¿Y tu familia?-

Barys frunce el ceño al ponerse de pie y escuchar el mal chiste de Theodore. 

-Están en un hotel, debería volver pero debo saber que tienen donde quedarse ustedes. - lo aclara estirando ambos brazos para ayudarlos. 

Por un segundo dudan, puede que sea por la vergüenza de tomar su ayuda siendo mayores que él pero aceptar les sienta mejor que dejarlo en el aire. 

Más para Theodore que se dejó ayudar y se apartó, viendo como este galanazo levanta a su amigo y lo abrazo con el impulso. 

-Aprendiste a leer novelas. - declara viéndolos en esa escena cliché. -A Miguel se lo llevó de la clínica el perro, debemos buscarlo. - 

-¿Tan pronto ha encontrado otro? Que fácil.- declara el perro. 

Un manotazo a la cabeza del cachorro por parte de Barys es el aviso de haber hecho un mal comentario justo ahora.

 

 

 

 

 

 

 

 

“Dije lo que tenía que decir para que se diera, de eso se trató” 

Estas palabras dan vueltas por su mente a cada paso, parece que no puede olvidarlas solo por entender sus razones para decirle algo tan cruel.

 Mira al perro desanimado a su lado. 

-¿Cómo conseguiste ese trabajo?- pregunta para llenar el silencio con las voces de ambos. 

-Tuve que hablar con gente y me dieron el trabajo de golpear a sus hijos.- 

-¿Qué?- se eriza al escucharlo. 

-¿Comiste hígados en tu viaje? Son buenos pero solo los domingos.- mira al camino llevando al felino por el lado más plano del sendero. 

Miguel da una mirada a las piedras irregulares del suelo. 

-¿Por qué el hígado es tan controversial? En el autobús incluso discutieron por su sabor. -

-Es carne buena y no es tan pesada. Además de barato y es bueno pero las personas enfermas o embarazadas no deben comerlo, es peligroso para ellas.-  

En la última parte el gato comienza a toser al ahogarse con su propia saliva en un descuido. 

El perro le da espacio buscando dentro de su bolsa una botella de agua, esperando a que se tranquilice.

Miguel tarda unos segundos en tranquilizarse, tomando un largo respiro para tomar agua. 

-No preguntes. - le pide mirando al suelo. 

Conrad acaricia su espalda con un suspiro. 

-Ya es mucho que me des un poco de tu tiempo, no quería molestarte. - voltea al camino y al gato agitado.- Su… - su boca se cierra con las cejas bajas. 

Estuvo apunto de decirle “sube” como si aún pudiera llevarlo en la espalda cuando era mas que obvio que no podía hacerlo con esta pata de metal poco seguro. 

-Voy a tener que ahorrar mucho. - reconocer que no tiene el dinero para un auto justo ahora.-Vamos gatito, ya es algo tarde. - toma sus hombros para seguir el camino. 

-No se… - suspira siguiendo el camino en silencio para no seguir con esta tensión. No ahora que se siente tan preocupado y lleno de problemas a enfrentar. 

Este perro detiene el camino en una barda baja, 

-Aquí estamos, la casa del perdedor dispuesta a su majestad. - le señala al interior de esta verja abierta con la llave del candado. 

Miguel aguanta las quejas por esa presentación, fijando su atención en esa casa. 

Un lugar agradable en muchas formas por el fuerte olor de las naranjas de un árbol cubierto de pequeños brotes oliváceos. 

Camina hacia estos con las orejas bajas. 

-Estarán maduros en…- queda en silencio al verlo tomar un fruto ácido como el infierno y morderlo con gusto.-Si quieres más, podemos lavarlos dentro de la casa. - lo ofrece acercándose para cortar los que el gato no alcanza en la copa superior. 

Con unos cuantos frutos en la camisa de Conrad y el canto de los murciélagos llegan a la puerta de la casa, abriendo y encendiendo la luz con un enchufe colgante fuera del alcance del felino. Este mira el techo alto y las paredes curvas en la parte superior. 

Es una construcción hecha con techos curvos y altos para evitar el calor excesivo gracias a las aperturas superiores y fuera del alcance de los animales o plantas. 

Recorre este espacio descubriendo un entorno seco.

Caracoles sin vida en los estantes, unos sobre otros, algunos los descubren mordidos. 

Escucha la tos nerviosa del perro al ser descubierto. 

-Me dijeron que tienen calcio y los asados son muy deliciosos. - 

Miguel mueve las orejas y vuelve a mirar estos caparazones. Sigue el resto de estos a la cocina, oliendo de antemano la misma especie en específico. 

-No deberías comer tanto laurel. - 

-Es el sabor, no debo comer tanta sal y lo siento desabrido..- abre una alacena mostrando un tarro de cristal. - Aquí hay sal, es poca.- mira a Miguel revisar la cocina. - Solo tengo un congelador, está en la bodega. - 

El felino toma uno de los frutos. 

-Quiero ver tu cuarto. - lo avisa y no comunica, solamente corre a la dirección que siente ser la correcta. 

-Es… - su cabeza se va de lado con un suspiro. Espera ahí de pie como un dfeo espantapájaros deforme. Pensa do con la cara roja por adelantado. 

Suspira tranquilizandose al verlo regresar con las orejas arriba. 

-Me extrañaste. - acusa con un cuaderno en su mano.-Es… - mira a este libro y como se discierne un cierto gato morado en varias páginas.-Vaya que me extrañaste mucho.- sonríe sin saber porqué lo hace. Sádico o burlón. Hay algo en su pecho reclamando esto como venganza por lo sucedido en el día. 

-Oye. - 

Mira adelante al encontrar un escrito. 

-No lo leas.- pide en voz baja el hombre con un sentimiento apagado. 

Como un necio lo repasa, sobresaliendo por su contenido. 

Como para arrebatarle la poca estabilidad que había conservado ese rostro aparece de frente. 

-¿Quieres comer algo?- le pregunta tomando el libro de sus manos. 

Sus miradas chocan en este momento donde parece estar perdido. Suspirando o solo respirando como si se le fuera acabar la vida de no lograrlo. 

Su pecho sube y baja, fijándose en esa mirada. 

-No me trajiste solo para esto. - murmura mirando ese cuaderno. 

-No, no es solo por esto. Es paramas, mucho más. - admite con las cejas relajadas al rendirse. - Es para rogar que te quedes conmigo.-

El gato baja la cabeza con pensamientos vuelto un papel en blanco. 

-Hay algo de lo que tenemos que… -suspira con la mirada entristecida.-¿Puedo usar tu baño? Me quiero bañar desde ayer.-lo pide volviendo a tranquilizarse. 

-Claro. - se mueve guardando ese cuaderno en la encimera de la alta alacena. - Está en exterior, en la casa del patio.-

 El gato suspira caminando paso a paso por este lugar sin más que decirle. 

-Haré algo para comer, si gustas. - le avisa. 

-Claro. - para.-¿Qué hace malo el hígado para las personas?-pregunta a medias interesado o finge esto. 

-La vitamina A, creo que más que nada crudo o mal cocido. - mira la cocina. - No tengo hígado, ¿Quieres camarones o pescado? También tengo caracoles si te atreves. -

-Un poco de todo, no pude comer en todo el día. - lo decide por el rugido de su estómago. - Lo responderemos después. - 

-Entonces tomate tu tiempo. - lo despide con una sonrisa. 

El gato deja la casa por un pasillo corto al exterior. Dirigiéndose a esta construcción en el jardín trasero de la casa. 

Puede ver el suelo con algo en su pecho. El sendero de cemento que alisa el suelo y evita las piedras. 

No es culpa ni miedo, es algo que no tiene nombre pero es fuerte. 

Es secundado por el rastro del suelo marcado por la cojera de Moore, ese bastón y lo pegado a la pared. 

Pisa este camino con las orejas bajas. 

El baño que encuentra al otro lado de esa puerta es tan elegante como se puede. Una bañera de piedras y una tubería escondida en la pared. Un mueble para cambiarse y un par de prendas para cambiarse. 

Sumado al calentador de agua en una esquina. 

Su cabeza se mueve de lado a lado al mecerse entre dudas. 

-¿Qué estoy haciendo?- lamenta acercándose a la bañera para recargarse. Preguntándose qué carajos debería hacer desde ahora con su vida. 

 

 

 

En la casa el fuego ya calentó la cocina. 

El can descongela las piezas de hielo con los camarones dejándoles nadar en agua a tiempo. Usando los minutos de espera para cortar el pescado en rejillas. Mira al fuego con la olla de aceite apenas caliente. 

Se mueve lento y pesado para conseguir el arroz de otra alacena. Pasa a servirlo dentro de un cuenco y limpiarlo con algo de agua para sacar el almidón. Cada paso de vuelta lo hace lento, una pierna para moverse. 

Coloca esto a un lado antes de prepararlo. 

En este segundo, cuando la olla se quedó en el espacio contrario a su brazo presente su cabeza de nuevo se inclina agotado. 

-Él se pudo ir tranquilo…- farfulla bajando la cabeza sobre esta mesa, sujetando el rostro con la única mano.-Y tenías que ir a molestar… ¿Por qué tengo que ser tan imbécil?- lamenta agotado. 

Le hizo daño haciéndolo ver algo tan miserable, tan patético. Asqueroso. 

Pudo haberse quedado en un cretino pero fue cobarde y la busco de nuevo. 

Pudo quedarse como un recuerdo a olvidar pero fue descubierto. 

En el orden que lo ponga, siempre es un desastre. 

Es un asco desde el momento en que decidió salir de su escondite. 

-Debo pedirte perdón. - murmura estirándose para alcanzar esa olla con la mano buena. 

Coloca esta en el fuego y con ello el agua para hervirla. 

Seguramente le sanaría algo desabrido a Miguel. 

-Mejor hay que freirlo primero-

-¡¡Sacale la mano de ahí!!-

Mira a la puerta cerrada ser azotada por golpes repetitivos. 

-¡Miguel! ¡Miguel, no cometas ninguna locura!- chilla alguien fuera de su puerta. 

-¡¡Abre la puerta!!- ordena otra persona más seria pero no por eso suena más amable. 

Conrad mira el aceite y a la puerta. 

Toma una de las naranjas verdes y la lanza para abrir la puerta de caza. 

Con esta apertura los dos gatos caen al suelo de la sala. 

El perro sigue cocinando ahora con la tarea de freír con un pedazo de grasa de res en vez de aceite antes de ponerle el agua y la sal, todo sea por darle sabor. 

Mueve la cuchara mirando al par correr por la sala hasta los cuartos sin encontrar nada. 

-¿Dónde está?- pregunta el más alto acercándose. 

El perro lo mira con la cabeza inclinada. 

-Buenas noches, general. - saluda observando el aspecto de este felino. - La guerra no pudo robar su buen aspecto y me dio la oportunidad de verle de nuevo. - saluda con la etiqueta del ejército o quizás solo escue palabras elegantes que no le sean tan nauseabundas ni complicadas. 

Es un perro después de todo, mueve la cola o no lo hace. Esa es su base de comportamiento en sociedad. 

El gato le analiza con el ceño fruncido. Es muy claro cuando descubre su estado. 

Conrad deja de mirarlo para no tener que ver esa lástima o reproche, lo que sea que pueda sentir o pensar este elegante gato. 

El segundo parece terminar de revolver las cosas de los dos cuartos y decide volver para interrogarlo. 

-¡¿Dónde lo tienes?!- le exige saber el más bajo con un aspecto furioso y más que dispuesto a apuñalarlo con un cuchillo militar.-¡¡Miguel, haz ruido si te encerró!!- comienza a buscar primero bajo el sofá. 

El más alto lo sujeta por el cuello de la ropa deteniendo su ataque al sostenerlo. 

-Míralo. - le señala en voz baja.

Barys fija sus ojos en esta figura y como desliza un pescado dentro de aceite. Puede ver el muñón. Ambos muñones y el bastón del otro lado. 

Su humor cae lentamente pero no libera su ceño fruncido. 

-Nosotros-

-¡Fantasma!-

Grambel suelta un grito al ver una silla volar desde la sala y chocar contra el costado del hombre herido, tirándolo al suelo. Antes que reclamar por la acción, corre a revisar que nada de la estufa se caiga o lastime a alguien. 

Por su lado el ya atacado hombre ahora escucha a un cachorro señalar. 

-¡Se supone que estabas muerto!- reclama el cachorro acercándose a su figura.-Wow, estás lisiado. - lo reconoce estirando los brazos para ayudarlo a levantarse. 

En caso de otros lo aceptaría, antes de esto también. 

Hoy su mano lo aparta para levantarse por sí solo con ayuda del bastón. 

-Miguel se está bañando. - informa sin mucho ánimo.-Sientense y vean televisión o solo esperen sentados.- sigue con lo suyo. 

Los tres van a la sala. 

Cada uno con una expresión distinta frente a este detalle desconocido para todos antes de entrar a esta casa. 

-No creo que haya pasado nada entre ellos. - murmura Barys. - Ni creo que se pueda.-

En la cocina la flama de la olla se eleva en alto por unos segundos. 

Theodore le cubre la boca. 

-Al menos su problema no dejó de gatear hace 12 años.-

Barys bufa mirando a otro lado. 

El cachorro se asoma por un lado. 

-Yo dejé de gatear hace trece años. - lo aclara con una sonrisa. 

Theodore ya no tiene ánimos de hablar más sobre el tema. 

La televisión la enciende el cachorro. 

-Hay misa, caricaturas, misa, novena y misa ¿Novela o caricatura?- les pregunta. 

-Misa/caricatura.- se miran. 

Tan horrorizado Barys de escuchar a Theodore pedir la misa como Theodore de escuchar que quiere ver caricaturas. 

-No estás tan viejo como para hundirte en televisión religiosa. - 

-No se trata de mi edad, yo quiero escuchar la misa. - 

-¿El del cura guapo o el viejo?-

Ahora si hay silencio. 

Barys mira la pantalla y a Theodore. Sus orejas se mueven animado por la sospecha. 

-¿Qué pasa? Solo tienes que elegir.- le pregunta riéndose por adelantado. 

-Deja de reírte. - le advierte tirando de su cola. 

El joven deja el sofá para acercarse a la cocina a través de la barra. 

-Cocinero ¿Ellos pueden quedarse a dormir aquí? - le pregunta por adelantado. 

Los dos gatos se voltean al ser señalados y sobre este tema. 

-Si eso quieren. - responde sin levantar la mirada del sartén.-¿Tú también?- le pregunta al cachorro. 

-No, yo debo volver con mi mamá y abuela, aun no conseguimos casa. - mira la comida. - De verdad que estábamos viviendo como ganado.-

-Ni que fueran princesas en las trincheras, ya vete, se apesta mi casa. - le señala la puerta, entrega en su mano un papel.-Es un buen lugar y la renta es barata.- 

Para aumentar la rareza del momento, a espaldas del perro ese gato regresa con ropa ajena sobre su cuerpo y nada que cubra más allá de lo necesario. 

Su cara roja cambia de golpe al ver a los dos gatos en la sala. Escapa una vez se percata de haber más gente de la esperada antes de ser notado por los perros que hablan sobre el lugar de departamentos que parecía ser una opción para la familia. 

Las cejas de los dos bajan más tensos e indignados al verlo regresar para ponerse pantalones. 

-Hijo de su madre. - murmura Barys riendo bajo. - Te dije que iba a cometer una locura. - le recuerda a Theodore que todo el camino en silencio se negó a imaginar que Miguel estaba por intentar volver a acercarse de esa forma al mengano que le tratara de forma tan fría antes.-Y nos tuvo como sus tontos buscándolo.- mueve la cabeza asintiendo. - Es cabrón.- 

La mofa ruin del rencoroso gato es interrumpida por un beso en su mejilla. 

-Debo volver, hasta mañana. - se despide el cachorro al dejar este sofá.-Buenas noches general. - se despide de Grambel con una mano arriba. 

Como un mal juego el gato corresponde con un choque de manos antes de verlo irse por la puerta. 

Por unos segundos quedan en silencio.

La diferencia fue tan clara que es inevitable notarlo. 

-No mentía. - murmura Barys con lo que acaba de descubrir con ese gesto entre los perros.-Los azules somos raros. - 

Farfulla Barys. Se siente extraño, ya estaba seguro de que estaba mezclado con la prole pero le salen más y más gestos nuevos. 

-Es un idiota.- farfulla recargando la espalda en el sofá.-Nisiquiera sabemos si… -

-Ya, eso no es lo importante. - le interrumpe Grambel.-Eso.- recuerda. 

-Eso… Si, eso. - vuelve a mirar al perro en la cocina. 

Eso, 

Con eso se refieren al tema intocable de Miguel y su paquete de encargo lento.

-¿Crees que quiera quedarse?-

-No lo sé. - Theodore sólo deseaba encontrar algo de lo que hablar. 

-¿No quisieras ayuda?- ofrece Grambel viendo con las orejas bajas como revuelve la olla de arroz antes de incluir el agua. 

-No, gracias, esto es algo personal de mi parte. - lo dice a medias, tanto por la vergüenza que siente por verse observado como la dificultad para explicar que deseaba hacer esto él solo. 

Lo observan los siguientes veinte minutos. 

 

El gato que antes estaba en ese plan coqueto tardó treinta minutos en regresar bien bañado. Los mira con las cejas bajas y unos pantalones ajenos.

-¿Cómo encontraron la casa? ¿Revisaron los registros de su trabajo?-

-Dejo la dirección de la clínica. - le responde Theodore. -¿Has pensado en lo que estabas por hacer?- lo acusa el gran gato. 

Miguel mueve la cabeza con una aceptación malvada.. 

-Más lo menos lo mismo que querías cuando te encerrabas en el baño.

Barys mira al techo conteniendo la risa. 

-Tú te callas. - le advierten los dos. 

-¿Y qué pasó con ese lugar? ¿Black estaba escondido en el sótano con una cubeta para baño?- pregunta en voz muy baja por curiosidad. 

Barys recuerda que a eso se había ido Theodore y su curiosidad regresa. 

-No lo recordaba. - sacude su brazo. -¿Estaba ahí, lo estaba?-

-Si lo estuviera no habría venido aquí.- murmuró molesto por la forma en la que se dirigen a Hobart. -Me dieron el número de teléfono del lugar donde está y ya hablé con él. - 

-¿Y dónde está?- ambos preguntan juntos ante la duda. 

-Ya pueden venir. - 

Los tres miran al perro que los llama a la mesa. 

El olor de la comida preparada llega y es lo que más deseaban sentir. Una comida tan cálida como fresca. 

Observan cómo sirven una sopa a cada uno. 

-Lamento si no les tengo lo mismo a todos , no esperaba visitas. - lo explica al servir un poco de pollo a uno y un filete a otro.-Miguel pidió pescado y camarones, aquí hay para todos. - coloca el plato grande con una cantidad respetable de mariscos. 

Lento van a la mesa, temblando bastante después de perderse la comida más allá del desayuno que consistió en hígados fritos. 

El hecho es que se nota que era una reunión a la que no estaban exactamente bienvenidos pero no había malestar. 

La incomodidad termina con el primer bocado. 

Es en definitiva comida de mar. 

Babeando antes de siquiera terminar de comer. 

Para Thedore es imposible no dar uno que otro vistazo para verlo comer el pescado sin espinas. 

-¿El médico dijo si tendrías problemas por comer comidas fritas?- pregunta Miguel observando esa comida. 

-Sal y aceites excesivos. - suspira.-Me estoy excediendo. - confiesa con una sonrisa.-Pero llevo días comiendo caracoles con orégano, algo debe compensarse. - 

Miguel abre y cierra la boca, vuelve a mirar la comida antes de llevarlo a su boca. 

Es tan distinta su habilidad dentro de la guerra al presente en su propia cocina. 

-¿Ustedes buscaban a Black?- le pregunta a Grambel. 

Theodore mueve la cabeza.

-Él me debe algo.- murmura tomando un bocado de filete. 

-Él le debe a muchos, sobre todo les debe sangre.- agrega Conrad - Es por eso que tuvo que morir. - 

-Pero no está muerto. - señala Barys. 

-Claro que no, por algo hablo con él. - mira a Thedore directamente.-Todos tenemos la misma historia. - 

Theodore lo repite al mismo tiempo, tan claro como lo recordaba de boca del cachorro. 

“Dejamos el valle, matamos a todos, la fábrica voló en pedazos y al llegar lo arrestaron.” 

“Abandonaron el valle, mataron a todos, volaron la fábrica en pedazos y al llegar lo arrestaron.” 

Conrad escucha desde afuera muy seca la historia y lo era. 

Muy seca. 

-Mi general hizo esta historia para nosotros, para que no cayera ninguno en manos del enemigo.-inhala con una mueca frustrada. - Sería mejor si fuera innecesaria si el enemigo cayera y eso se supone que está haciendo justo ahora. - toma un bocado de arroz y verduras. 

Como una bandera verde cada come rápido antes de escucharlo. 

-La facción que había secuestrado la fábrica del bando azul gracias a los verdes. - bufa. - Un estupido el que nombró las acciones como el arcoiris, ¿Recuerdan el nombre de la quinta y sexta nación? Son amarilla y rosa, se supone que es por las montañas de zinc y la otra por sus tierras rojas pero claras por los lagos de sal en sus fronteras. - mueve la cuchara por el plato. Black está cazando a los desertores, los que saben secretos de este país y del azul.- señala la televisión que olvidaron apagar. - Eso, los matrimonios, son un adelanto de la nueva facción al poder y lo que planean. - 

 - ¿Van a unir nuestros países? Parecía ser solo un trato de paz.-

-Es un tratado de paz pero con este viene la unión de ambas tierras para acabar con la segregación nacional. - 

-Suena demasiado bueno. - Farfulla Barys pensando en los nuevos negocios a explotar. Por ejemplo acostarte en el torso de un perro marcado y de pelo suave que te haga contar estrellas con el primer empujón de -Hump…- 

El resto ignora cómo este gato se esconde con el rostro enrojecido.

-La desventaja viene en lo que harán cuando el nuevo gobierno tenga el poder de dos naciones en sus manos. - 

-No debe ser nada bueno. - 

-La segunda guerra es la prioridad de la fracción sobreviviente. - termina Conrad con las cejas bajas.-Hobart debe buscar al maldito que está usando estas fuerzas, acabar con ellos para que los residuos de su facción en el país pierdan todo apoyo. - 

-¿No podemos concientizar a las personas sobre esto?-

-Hay demasiado odio, demasiado rencor. - responde mirando a Miguel. - Las nuevas generaciones deben ser protegidas de esto, la información se verá manipulada y es cuestión de tiempo para que haya una nueva facción por retomar las armas. - 

-¿Y por esto te estabas haciendo el chulo con unos críos, profesor?- le acusa y cuestiona a la vez Barys. 

Conrad mueve la cabeza asintiendo. 

-Alguien debe ayudarlos a formar su moral y no es como que pueda hacer más por la causa.- levanta la mano con una servilleta. 

Miguel se sobresalta al ser limpiada su mejilla. 

-Las cosas están reconstruyéndose, sería una lástima perderlo todo cuando parece que tenemos una oportunidad por fin. - 

Grambel evita mirarlos, vuelve su atención a los platos en la mesa. 

En lo variados que son. Debía estar en auge la ganadería y pesca del país además de estar mejorando las vías de transportes del mismo. 

Fueron unos cuantos meses en la nueva administración y el lugar inhóspito y agonizante que Hobart le escribía era más normal de lo que pudo imaginar se antes. 

También podría ser que sólo esté viendo todo desde afuera. Sin involucrarse en el dolor de los ciudadanos que debían estar cansados de la guerra y sus vidas deseaban recuperar. 

-Las vidas de las personas están mejorando, una guerra después de tan poco tiempo podría ser el fin para muchas comunidades. Para las personas que apenas lograron llegar este nuevo día. 

El perro acaba con la sesión de eventos traumáticos por suceder al recordar o no, (Malditos escenarios catastróficos a la vuelta de la esquina) para darles aviso de algo más inmediato en su porvenir. 

-Les tengo dos opciones. - les informa el perro. 

-Lo sabía, la comida está envenenada. - escupe Barys poniéndose de pie. - Ahora este jodido va querer que le hagamos una felación y vendernos a una organización de trata internacional.- 

Grambel baja las orejas y mira al perro y a su amigo. 

El perro mueve las orejas. 

-No. - bufa sacando aire del pecho. -¿Quieres un té para relajarte?- ofrece ya incómodo o rendido, ambas seguro.

 - Siéntate y cállate. - le ordena Miguel con las cejas bajas. 

-Disculpen.- murmura volviendo a su asiento con una mano en su rostro para que no vieran su vergüenza. 

- Hay una cama y un sofá, elijan con quién compartirán y quién dormirá solo. - 

Alguien aquí no planeaba dormir solo. 

-Yo ya compartí con Miguel, quiero la cama. - reclama Barys de inmediato. 

-No es como que me muera por despertar con tus pelos en el ojo. - le responde Miguel después de pasar por ese feo trauma y como su brazo completo se estiro porque el pelo largo de Barys lo tuvo que sacar porque se pegaba con la mucosidad de su ojo. - Eugh… - lamenta estremeciéndose hasta la punta de las orejas. 

-Estoy bien el sofá. - avisa Grambel. 

 

Así es como todo termina en algo que los dos ganadores procesaron como una trampa solo una vez descansaron la cabeza en sus lechos provisionales. 

Los dejaron solos. 

-Si empiezo a oir cosas, me vuelo los tímpanos. - murmura Barys en esa cama. La desgraciada cama que queda en el cuarto al lado del que esos dos comparten. 

 

 

 

En esa habitación, con puerta medio abierta para seguridad, los dos se mantienen silenciosos por un poco de tiempo. 

Antes no tuvieron oportunidad de conocerse ni descansar, ahora no era el mismo caso pero no existía el mismo juicio perdido, estaban plenamente conscientes de la situación. 

De algo que debía decirle a Moore. 

-Tu casa de soltero está más limpia de lo que creí. - señala de primero. 

El perro sonríe mirando el techo. 

-Podría verse mejor pero no hice nada por pintar las paredes, se ven deprimentes ahora. -

-¿Y los árboles?-

-Los plante hace unas semanas. - 

-Te recuperas rápido. - 

-Soy un perro - lo repite para sí como lo hizo muchas veces antes. - Tengo que sanar rápido, no vivo lo mismo que otros y no me gustan los hospitales. - mira la espalda del gato.-Tú te ves, pareces más vivo.-

-Conrad.- lo llama antes de girar para ver esos ojos brillantes.-¿Qué quieres? ¿Porqué me buscaste?-

-Ya te lo dije.- con algo de dudas busca su mejilla. - No tuve la fuerza para dejar que te fueras, no pude hacerlo. - lo atrae con celo. Una necesidad creciente. 

El felino lleva los brazos a su cuello. 

-Miguel, ¿Eso quieres?-pregunta bajo. 

Este toca el rostro del perro con cuidado, buscando las cicatrices que ya conocía y las nuevas, todo con la necesidad que deseaba saciar. 

Acercarse y pasar la lengua por estas marcas. Con cuidado, con atención en el contacto. 

Caer los brazos y piernas en torno a este cuerpo, suspirando entre sus labios. 

-No quiero dejarte solo. - murmura terminado con el acicalado con la certeza de ser el único que se detuvo a desenredar su pelo.-Ven a casa, ven conmigo. - 

Este hombre cierra el abrazo atrapando su cintura. Besando su cuello al llevarlo a las sabanas arrinconando para sí sobre esta cama cálida y no en aquellas ruinas heladas. 

La sensación que arde solo puede ser comparada a hervir lento, a caer. 

-No sé si sea tan bueno. - murmura con una espina de inseguridad presente por el comentario del amigo de este gatito. 

El joven le toma el rostro. 

-Si no puedes usar la lengua, solo termina conmigo de una vez. - 

El can abre la boca riendo bajo. Llevando la mano a su cintura. 

-Pon tus manos aquí. - le guía a su pecho. 

La cara del hombre que choca con la realidad fuera de la fantasía o su recuerdo borroso, cambia al sentir en sus palmas ese pecho caliente. 

Su corazón. 

Un corazón que late y vive. Un corazón que golpea las paredes de carne y da vida a esta persona. 

-Creí que estabas muerto. - farfulla llevando las manos a su cuello para aferrarse. - Te creí perdido, no podía soportarlo. Sé que es una tontería pero me gustas, me gustas y quiero más que un momento. - 

Conrad suspira pasando el brazo por su cintura. 

-Dejémoslo para después. - ofrece a su oído.- ¿Te parece?- le ofrece a su oído. 

-Si. - secunda entre lágrimas, estaba antes. Ahora solo quiere descansar.

Cayendo en cuenta de cómo su cuello se ve húmedo por las lágrimas de su perro triste. 

-Gracias. - 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Y gracias por leer.

Notes:

¿Que tal?
Recuerdo que hice un animatic todo cutre de esto cuando estaba pensando en la historia.
Gracias por leer 💕💕

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